Estudios patrimonio cultural 16

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16 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL finales del XVIII, han dejado una huella significativa en el mismo. Las hemos identificado como de época contemporánea, quizá relacionadas con las restauraciones dirigidas por Anselmo Arenillas en la vidriera occidental a principios de la década de los sesenta, por tratarse de la misma zona de actuación (ver Nota 3) aunque no podemos asegurarlo ya que, si llegó a conocer este espacio, no ha trascendido el hecho. En primer lugar debemos mencionar, como ya hemos señalado la apertura de un acceso para descender desde la terraza (o ascender hasta ella), con la rotura de la bóveda y a costa también del muro lateral que constituye la pared de cierre de la nave, bajo la vidriera, que se desmonta superficialmente –no en todo su grosor- para abrir el camino del descenso. En este mismo proceso se rompe el merlón central del muro, del que desaparece una porción de su parte superior e íntegramente el cuerpo de ladrillo. También se ve afectado el relleno de la almena contigua, que se vacía en los dos tercios superiores de su volumen. Hemos considerado contemporánea a esta acción la aplicación de revocos y cementos blancos que se aprecian en distintos y numerosos puntos de este espacio, en general en las confluencias de estructuras. Llama la atención cómo es cubierta la cara trasera de la fachada escultórica de Ceferino Enríquez, que se revoca completamente hasta su contacto con el “suelo” de cascotes. Resulta evidente la altura hasta la que llegaban éstos en el momento de aplicarse este revoco (que es la misma que nos encontramos nosotros) puesto que solo se recubrió la parte de pared a la vista. El recubrimiento de cemento blanco se extiende a las líneas de unión de la bóveda con las demás estructuras, con los muretes laterales, el relleno sobre el almenado y el perfil del muro de cierre que soporta la vidriera, el propio pozo de descenso y en partes de la bóveda, lo que no ayuda a la observación de muchas de las soluciones de encuentro entre las estructuras. Todas estas actividades nos ponen de manifiesto el acceso a este espacio en época reciente, después de las actuaciones de Ceferino Enríquez y el desarrollo de una actuación de reparación o mantenimiento que no es más específica. Además, la trasera de este espacio hacia la nave de la catedral, el muro que cierra la nave, se encuentra cubierto por un aplacado de granito de casi 4 m de altura, que detectamos al abrir la almena más septentrional, tapando el relleno de la misma (que ya hemos explicado consideramos que ya había sido removido previamente y que, por las características del cemento armado con que se adhería, podemos atribuir sin duda a acciones contemporáneas. Debemos volver a la explicación ya citada de la intervención se los años sesenta centrada en esta área, revisitando quizá entonces el espacio fosilizado que ahora explicamos. Más allá de estas acciones, no restan evidencias de nuevas intervenciones hasta la que describimos en el presente trabajo. En el momento de la entrada en este espacio, en el mes de julio de 2015, se apreciaba un ambiente de calor sofocante y la ausencia de ventilación propias de, cuando menos, medio siglo de clausura y olvido.

Recapitulación A medida que describíamos las singulares estructuras aparecidas, hemos aportado ya algunas de nuestras principales valoraciones sobre la interpretación de esta sorpresa, tanto por lo inesperado de su desarrollo y características, como por la información que aporta sobre la constitución antigua de la portada y de la secuencia medieval y moderna de esta parte del acceso principal de la catedral. Una vez situado gráficamente el espacio y las estructuras halladas, vemos que su situación precisa coincide en altura y desarrollo horizontal con la serie de hornacinas que albergaban las esculturas del Salvador y los Seis Santos abulenses, hoy apeadas e instaladas en el interior de la catedral, aunque el muro más antiguo es más corto en anchura que el de la fachada barroca superpuesta, que lo cubre y se adelanta sobre el mismo, generando el espacio que hemos estudiado. Sin duda el elemento más llamativo del conjunto es el lienzo rematado con siete merlones y seis almenas, que consideramos debe identificarse con el frente de la primera portada construida en la lado oeste de la catedral, en el curso de la construcción de las torres, es decir, con probabilidad durante la segunda mitad del siglo XIII; por la morfología del espacio y su evolución constructiva, debe entenderse esta estruc-

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