Estudios del Patrimonio Cultural 15

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15 5 I EDITORIAL 6 I

El dorado a fuego con amalgama: evidencia de su aplicación a un pinjante bajomedieval hallado en el alcazarejo de Valladolid.

14 I

El retablo mayor de la iglesia del Colegio Máximo de San Ignacio en Córboba (Argentina) y otros ejemplos construídos en la misma época.

26 I

La Real Fábrica de Alcora (Castellón). Una propuesta de clasificación para sus piezas.

40 I

Yellowstone. Paisaje y Patrimonio.

Pablo Martín-Ramos, Jesús Martín Gil, Francisco J. Martín-Gil

Carlos A. Page

Eva Mª Calvo Cabezas

Constanza Ceruti


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56 I

DOSSIER FOTOGRÁFICO Un paseo por el otoño. Rodolfo Rodríguez Castro y Sergio Santos Otero 79 I

Entorno a Miguel de Unamuno.

91 I

Especial Jornadas sobre el Patrimonio: Peñafiel, Palenzuela y Sebúlcor

102 I

Un paso atrás en la defensa del Patrimonio arquitectónico.

Daniel Sánchez Gutiérrez

Santiago Anglada Gotor

105 I FRAGMENTOS ESCOGIDOS La ruina de las ruinas.


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ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL Nº 15 Noviembre de 2016 ISNN 1988-8015 Edita SERCAM, Servicios Culturales y Ambientales, S.C. Consejo editorial Alicia Gómez Pérez Jesús Álvaro Arranz Roberto Losa Hernández Colaboradores en este número Santiago Anglada Gotor Eva Mª Calvo Cabezas Constanza Ceruti David Lamoca Rebollo Jesús Martín Gil Francisco J. Martín-Gil Pablo Martín-Ramos Carlos A. Page Pilar González de las Heras Daniel Sánchez Gutiérrez Sergio Santos Otero Arantza Rodrigo Rodolfo Rodríguez Castro Diseño y maquetación Roberto Losa Hernández Foto portada Figura de Engaño. Museo de Cerámica de Alcora (Castellón). Distribución digital en www.sercam.es Para colaboraciones o información envíe un email a: epc@sercam.es Estudios del Patrimonio Cultural permite la reproducción parcial o total de sus artículos siempre que se cite su procedencia. Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores. Estudios del Patrimonio Cultural no se responsabiliza ni se identifica necesariamente con las ideas que en ellos se expresan.


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EDITORIAL También es responsabilidad de los ciudadanos proteger el patrimonio común. No me resisto a comenzar esta editorial reproduciendo las palabras que el periodista Javier Tafur Asensio reseñaba en un artículo del ABC andalucía en su columna «el estilista» con fecha 6 de agosto del presente: «El convento de Regina se ha convertido progresivamente en ruina desde su declaración como BIC en 1979. Treinta y siete años de protección administrativa han sido suficientes para conseguir lo que fueron incapaces de hacer, en el transcurso de más de cien años, falsificadores, cómicos, traperos, bodegueros y vecinos al tuntún» (http://sevilla.abc.es/andalucia/cordoba/sevi-contenedores-cultura-usada-201608062120_noticia.html, consultado 07/10/2016). Pongámonos en antecedentes, Tafur, con estas duras palabras se está refiriendo al cenobio de Regina Coeli de Córdoba donde ya en verano de 2014 se anunciaban las obras de recuperación del convento ―limpieza de vegetación y desescombro selectivo― para transformarlo en los museos Ciudad de las Cuatro Culturas y del Cofrade. Con fecha del pasado agosto la prensa recogía la noticia de que el antiguo convento ya no acogerá ninguno de los dos museos propuestos sino que se convertirá en «contenedor cultural» y cuya finalización está prevista para el tercer o cuarto trimestre de 2017 tras una inversión prevista de 900 000 €. No es nuestro afán de polemizar sobre la política municipal ni sobre el futuro destino del inmueble sino abrir la reflexión sobre lo que las palabras de Javier Tafur dejan traslucir: la administración ―sea del signo que sea― parece un dinosaurio anquilosado que deja perecer los edificios históricos que caen en sus manos ―o de particulares desaprensivos y especuladores― para luego relanzarlos ―aunque sea treinta y siete años después― en un alarde de generosidad administrativa y/o de relumbre arquitectónico. Salvándose el inconveniente de la crisis y la consiguiente falta de capital que ya todos conocemos, no puede ser ―o no

debería ser― que las administraciones adquieran un bien para que este languidezca en las «manos muertas» de la desidia. Tampoco podemos obviar el problema que supone el ingente Patrimonio Cultural que atesoran algunas regiones en las que, además, la despoblación campea a sus anchas configurándose un territorio yermo de actividad humana y, por consiguiente, de recursos económicos. No tengo la solución, pero sí veo los problemas. Solo pido que las administraciones responsables de la conservación del Patrimonio administren el dinero de los ciudadanos de forma responsable y equilibrada y si algún inmueble desaparece por falta de fondos para su reparación o acondicionamiento no nos rasguemos las vestiduras culpando al Estado o al gobierno de la Comunidad Autónoma competente o a…, pues también es responsabilidad de los ciudadanos el proteger y cuidar del patrimonio común. Un ejemplo: me entristece solo en pensar que de aquí a no más de diez años desaparecerán un tropel de comunidades religiosas que ahora se encargan de la custodia y mantenimiento de sus conventos y monasterios. ¿Qué ocurrirá a partir de entonces? ¿Llegará la Administración o caerán en manos de los falsificadores, cómicos, traperos, bodegueros y vecinos al tuntún? ¿Cuál será la mejor opción?... Malos tiempos para la lírica.


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DORADO A FUEGO CON AMALGAMA: EVIDENCIA DE SU APLICACIÓN A UN PINJANTE BAJOMEDIEVAL HALLADO EN EL ALCAZAREJO DE VALLADOLID

Pablo Martín-Ramos, Jesús Martín Gil y Francisco J. Martín-Gil Laboratorio de Investigaciones sobre Conservación del Patrimonio Histórico-Artístico de Castilla y León (LICOPCYL) I montealeku@gmail.com

El dorado con mercurio, en el que el recubrimiento está constituido por una solución sólida de mercurio en oro y/o una mezcla de compuestos intermetálicos oromercurio, se obtiene por deposición de una amalgama sobre el metal de base seguido de un calentamiento a temperaturas en torno a 300 ºC. La aplicación de esta tecnología a la decoración de pinjantes y placas de arnés medievales, propuesta en la bibliografía, ha sido constatada a través de análisis por fluorescencia de rayos X en un ejemplar hallado en el Alcazarejo de Valladolid. Su datación cronológica ha sido sugerida en base a revisiones documentales y un análisis estilístico comparativo con ejemplares de varias colecciones. Palabras clave: análisis por FRX, dorado a fuego, dorado con mercurio, jaez, pinjante.


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1. Introducción 1.1. Historia El dorado es una técnica metalúrgica diseñada para alterar el color de un metal (La Niece y Craddock 1993) o dar apariencia metálica a materiales no metálicos mediante el recubrimiento del material de base con finas láminas de oro o plata. El dorado sobre metal se realiza usualmente con finas láminas bruñidas sobre el metal de base y deseablemente, con un tratamiento a alta temperatura para que se produzca una difusión en la interfaz de los diferentes metales. El dorado surgió, aparte de por razones económicas, por la dificultad técnica de fabricar grandes objetos en metales nobles. Así parecen evidenciarlo, desde mediados-finales del tercer milenio a. C., los ajuares de las tumbas de Ur, los sarcófagos de la III Dinastía faraónica o las estatuillas del depósito de ofrendas del templo de los obeliscos en Biblos. En España, los primeros objetos dorados sobre base metálica son un casquete de hierro del depósito de Villena, Alicante (Armbruster y Perea 1994; Lucas Pellicer 1998) y el rostro de un exvoto de bronce que representa a Ptah y que es conocido como «sacerdote de Cádiz» (800 a. C.). Una variante especial y muy elaborada de dorado es el realizado con mercurio, en el que el recubrimiento está constituido por una solución sólida de mercurio en oro y/o una mezcla de compuestos intermetálicos oro-mercurio (como AuxHg, x=2-5) que se obtiene por deposición de una amalgama sobre el metal de base seguido de un calentamiento a temperaturas en torno a 300 ºC. La pieza más antigua dorada con amalgama es un anillo griego de cobre hallado en Naukratis, en el delta del Nilo, fechado en el 300 a.C. (Williams y Ogden 1994). En España, Perea et al. (2008) han sugerido la hipótesis de un origen local para el dorado al fuego en época ibérica hacia el siglo IV a.C. a partir de los hallazgos de las fíbulas de Cañete de las Torres, (Bujalance, Córdoba) y el pendiente procedente del poblado de l’Illa d’en Reixac (Ullastret, Gerona) referido por Rovira Hortalà (1999). La continuidad de la aplicación de esta técnica está asegurada en la orfebrería visigoda por la presencia de mercurio en dos tercios de los objetos votivos en plata dorada que constituyen el tesoro de Torredonjimeno (Jaén). No obstante, no será hasta época medieval en que el dorado a fuego se generaliza, sobre todo en el entorno del rey Jaime I el Conquistador. El máximo esplendor de la técnica se observa a finales del siglo xviii y principios del siglo xix cuando es designada como ormolu.

1.2. Descripción de la técnica El procedimiento de dorado a fuego se desarrolla en dos etapas. La primera concierne a la preparación y aplicación de una amalgama de oro a la superficie metálica a ser dorada, y la segunda, al calentamiento

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suave de la superficie para eliminar una gran fracción del mercurio original y dejar atrás una capa bien adherida de oro. La amalgama de oro se prepara moliendo juntos pan de oro y mercurio para formar una pasta que contiene partículas de color plata (por ejemplo, Au2Hg) en mercurio líquido. La pasta se extiende sobre la superficie metálica limpia que se quiere dorar y luego se calienta hasta que la superficie se vuelve de color gris a amarillo opaco a medida que el mercurio se elimina. En el pasado, el calentamiento se realizaba a menudo sobre las brasas de carbón en un hogar a una temperatura estimada en 250-350ºC. La superficie resultante es de un color dorado mate, y siempre contiene mercurio residual (por lo general 8-25% en peso), ya sea como compuestos intermetálicos (con fórmulas aproximadas Au3Hg o Au5Hg), una solución sólida de mercurio en oro, o ambos compuestos intermetálicos y solución sólida. Después de enfriar, la superficie se pule para eliminar parte de la porosidad. El espesor de la capa de oro varía de aproximadamente 2 a 10 µm. En general, la capa de oro de un dorado actúa como una barrera que impide la corrosión del metal subyacente, siempre que el dorado sea continuo y no poroso. Sin embargo, si la humedad y el oxígeno penetran en la capa de oro (porque es poroso o la unión no es buena), el metal subyacente se corroe. La expansión de los productos de corrosión debajo del dorado puede hacer que la capa se levante o incluso se desprenda. En el pasado, la corrosión del metal subyacente se minimizaba mediante la aplicación de cebadores de plomo rojo antes del dorado.

1.3. Los pinjantes medievales y su dorado a fuego Un pinjante es un adorno metálico para el arnés de las caballerías. También se denominan piezas de jaez, término procedente del hispanoárabe ǧaház = aparejo. Estas chapas metálicas solían ir colgadas mediante una prolongación a modo de argolla de los diferentes correajes que componen la guarnición de las caballerías. También podían ir insertadas mediante remaches. Se aplicaban en las cabezadas, el petral, los correajes del caballo y las sillas. El metal de base con que se realizaron fue, mayoritariamente, el cobre, aunque también se han hallado ejemplares de bronce o de aleaciones de cobre-plata. A menudo se les confería una apariencia lujosa mediante el dorado a fuego. Las piezas se fundían en moldes y la decoración incisa se trabaja por el anverso con cincel o buril, dejando el reverso liso y sin decorar. El uso de chapas para los arreos es tan antiguo como la domesticación del caballo. Su utilización y origen se remonta al mundo antiguo y podemos rastrearla en múltiples representaciones de diferentes culturas. Pero fue durante la época medieval cuando se convirtió en una moda común a toda Europa y también a Oriente. Su cronología va del siglo XII hasta finales del XV, momento en el que empiezan a caer en desuso. En los reinos cristianos de la Península Ibérica hubo talleres muy activos: destaca la producción de Aragón, Valencia, Cataluña y Castilla. Paralelamente, el mundo árabe desarrolló su fabricación con características particulares. En Lorca se han hallado moldes de fundición para la realización de pinjantes. Tanto en las formas como en los temas y su interpretación, se pone de relieve un influjo recíproco, en el que lo oriental se mezcla con elementos propiamente góticos. Igual que sucede en los marfiles y monedas medievales, en estas piezas de jaez los elementos decorativos aparecen enmarcados por círculos festoneados o cenefas. Aunque las piezas de jaez pertenecen al ámbito del coleccionismo, son excepcionales las pertenecientes a colecciones de algunos museos como el Lázaro Galdiano, el Arqueológico Nacional, el Instituto Valencia de Don Juan en Madrid, el Marès en Barcelona, el Diocesano de Barbastro-Monzón y el Episcopal de Vic.

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Caballo con pinjantes. Detalle del retablo de San Martín de Tours, Santa Úrsula y San Antonio abad, de Gonçal Peris Sarriá. 1430

1.4. El ormolu Ormolu (del francés or moulu que significa «oro molido») es una expresión inglesa que se refiere a la utilización de oro de alto quilate y finamente molido para formar la amalgama que se depositaba sobre el objeto de cobre o bronce a dorar. Previamente, el objeto era tratado con una solución de nitrato mercúrico (operación con la que se aseguraba, por un mecanismo re-dox, la formación de la primera monocapa de mercurio metal sobre el cobre). En esas condiciones y después de calentamiento en un horno, el mercurio era vaporizado y el objeto resultaba dorado (bronze doré). El proceso terminaba con un bruñido de acabado que consistía en presionar la capa de oro sobre los poros del soporte con la ayuda de un bruñidor de ágata o hematita. Debido a la exposición a los vapores deletéreos del mercurio, la mayoría de los doradores no sobrevivían más allá de los cuarenta años a causa del envenenamiento por mercurio. En 1830 una ley francesa prohibió la fabricación de ormolu.

2.Sobre el prendedor medieval hallado en el Alcazarejo de Valladolid 2.1. El Alcazarejo como yacimiento medieval. El Alcázar Real o Alcaçar viejo fue el más representativo de los elementos del sistema de defensa de la villa de Valladolid desde los siglos XII a XIV. Estaba situado en la confluencia del ramal norte de la Esgueva con el Pisuerga y estaba formado por dos castillos: el Alcázar mayor, que ocupaba la zona más elevada de la terraza cerca de la iglesia de San Julián, y el Alcazarejo, que se situaba en la parte baja junto al río. El Alcazarejo tenía forma cuadrada, de 31 m. de lado y muros de 2.30 m. de ancho. Poseía ocho cubos macizos: uno en el centro de cada lienzo y otro en las esquinas. Su construcción era a base de bloques de piedra caliza de mediano tamaño ensambladas mediante una argamasa de cal y arena. Disponía de un espacio


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Restos del Alcazarejo de Valladolid.

interior que en el s. XIV estaba habilitado como jardín en el que florecían naranjos. El castillo estuvo en pie hasta el año 1704 (Martín Montes 1995). Las noticias disponibles en los documentos medievales sobre la fortificación son escasas e imprecisas y hoy prácticamente toda la información disponible es la obtenida a partir de la actuación arqueológica que tuvo lugar a raíz de la rehabilitación del complejo monacal de San Benito durante los años 1986-1998. Los hallazgos arqueológicos más antiguos corresponden a la segunda mitad del s. XII y ponen en evidencia que el origen de la alcazaba debe enclavarse cronológicamente en un periodo avanzado de la Edad Media y no como se suponía, al inicio del origen de la villa (principios del siglo XI). Entre los vestigios medievales de interés recuperados en las excavaciones sobresalen un fragmento de cerámica con decoración esgrafiada y cuerda seca parcial (Fernández et al. 1990) y el pinjante objeto de consideración.

2.2. Descripción de la pieza La pieza bajo estudio es una placa de cobre cuadrada, de 3 cm de lado, fabricada mediante fundición en molde a una cara y con decoración incisa rematada con cincel o buril en el anverso (el reverso es liso). La decoración consiste en un resalte de los bordes a modo de marco y un motivo tetralobular en cuarteles acompañado de ocho puntos (cuatro en las uniones de los lóbulos y cuatro en el interior de los mismos)

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Pinjante del Alcazarejo de Valladolid

también resaltados, sobre campo con punteado irregular, todo ello dorado. La simetría de la decoración es D4h: de los cuatro planos verticales, dos biselan el conjunto tetralobulado y otros dos lo secan. La evidencia de que el anverso de la placa fue dorado a fuego ha sido obtenida a través de análisis por fluorescencia de rayos X. El reverso de la placa muestra impurezas de plomo y restos de un silicato de hierro y calcio.

Cu Au Hg Pb Si Fe Ca

Número de cuentas Anverso 4905.3 339.4 57.4

Reverso 6762.6

32.3 195.6 133.3 106.5 Análisis superficial por FRX

La pieza muestra un deterioro en su parte superior correspondiente a la fractura del sistema de suspensión que la unía al soporte.

2.3. Un problema de datación

Los hallazgos de pinjantes han estado siempre asociados al ajaezado de la caballería en un contexto cortesano. La alcazaba vallisoletana, como sede de la corte, alcanzó su mayor esplendor con Doña Berenguela de Castilla (Shadis 2010). En 1187, Berenguela había recibido la fortaleza de Alfonso VIII, su padre, y siempre mostró una querencia especial por su tenencia. De hecho, cuando en virtud de un acuerdo con el conde Álvaro Nuño hubo de ceder sus castillos, alegó la donación directa para retener el de Valladolid. Y aunque es sabido que había asentado la corte castellana en el castillo de Autillo (Palencia), las más importantes celebraciones de su vida las realizó en Valladolid: su casamiento con el rey de León Alfonso IX en 1197 y


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Pinjantes de caballería de la corte de Jaime I el Conquistador (datados entre 1229 y 1270).

su proclamación, el 2 de julio de 1217, como reina de Castilla (proclamación seguida de abdicación de sus derechos en la persona de su hijo Fernando III, nuevo rey). Tales celebraciones hubieron de producir concentraciones importantes de cortesanos y sus monturas en las dependencias de los alcázares, preparados para las paradas de caballería y juegos de cañas en los cuales solían participar. Es por ello que existe una probabilidad razonable que el jaez encontrado en el Alcazarejo se desprendiera de su prendedor en una de estas celebraciones, con lo que podía ser datado en las primeras décadas del s. XIII. Evidentemente, no podemos restringir el origen de la pieza al reinado de Doña Berenguela pues tenemos noticias de que en tiempos del condestable Don Álvaro de Luna, este dispuso un torneo en Valladolid en 1417 al cual salió a justar Don Juan II de Castilla. Por la crónica del valido sabemos que todos se preparaban para acudir al sitio señalado, desplegando según sus clases y posición, gran lujo en vestimentas, trajes, caballos, paramentos, arneses, adornos, armas, etc., en una ocasión que también se prestaba a la pérdida de pinjantes o a su abandono por rotura. En base a las referencias anteriores, la pieza en estudio puede ser fechada entre los años 1197 y 1417, en una horquilla cronológica que abarca la totalidad de los siglos XIII y XIV. Este periodo de indeterminación resulta muy amplio y justifica cualquier esfuerzo en reducir, con otros recursos analíticos, la horquilla de datación.

2.4. Puesta en relación con otros hallazgos A la vista de las colecciones de pinjantes expuestas en los museos arriba señalados y las publicadas en páginas web, la tipología de la pieza parece corresponder a la de los pinjantes de caballería de la corte de Jaime I el Conquistador y a otros datados en la segunda mitad del s. XIII pero sin resultar significativamente diferentes de los que fueron producidos a lo largo del s. XIV. Como quiera que en los estudios sobre pinjantes, Martín-Ansón (2004) y Olaguer-Feliú (1993) alcanzaron la conclusión de que la mayor parte de los hallados en España son datables en el s. XIV y puestos en la tesitura de optar entre finales del s. XII – principios del s. XIII y finales del s. XIV – principios del s. XV para dar una fecha al pinjante del Alcazarejo, nos inclinamos por estas últimas. •

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Pinjantes datados en el siglo XIV.

Bibliografía ARMBRUSTER, B. y PEREA, A. 1994: Tecnología de herramientas rotativas durante el Bronce Final atlántico. El depósito de Villena”. Trabajos de Prehistoria 51 (2): 69-87. FERNÁNDEZ, A., MARTÍN, M. A. y MOREDA, F. J. 1990: Excavaciones arqueológicas en el Monasterio de San Benito el Real de Valladolid. Un interesante fragmento de cerámica con decoración esgrafiada y cuerda seca parcial. Boletín de Arqueología Medieval 3: 233-241. LA NIECE, S. y CRADDOCK. P., eds. 1993: Metal plating and patination. Cultural, technical and historical developments. Oxford. LUCAS PELLICER, M. R. 1998: Algo más sobre el tesoro de Villena: reconstrucción parcial de tres empuñaduras. Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la UAM 25(1): 157-200. MARTÍN ANSON, M. L. 2004: La colección de pinjantes y placas de arnés medievales del Instituto Valencia de Don Juan en Madrid. Universidad Autónoma de Madrid. MARTÍN MONTES, M. 1995: El Alcázar Real de Valladolid. Ayuntamiento de Valladolid. 433 pp. MOREDA, F. J., A. FERNÁNDEZ, A., MARTÍN, M. A., SECO, M. y ESCUDERO, Z. 1990: Investigaciones arqueológicas en el Monasterio de San Benito el Real y San Agustín de Valladolid. Estado de la cuestión y primeros avances, en Monasterio de San Benito el Real. VI Centenario (1390-1990), Valladolid, pp. 63-90. OLAGUER-FELIÚ ALONSO, F. 1993: La colección de pinjantes y piezas de jaez de caballo medievales del Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Boletín del Museo Arqueológico Nacional de Madrid 11(1 y 2): 89-106. PEREA, A., MONTERO, I., GUTIÉRREZ, P. C. y CLIMENT-FONT, A. 2008: Origen y trayectoria de una técnica esquiva: el dorado sobre metal. Trabajos de Prehistoria 65(2): 117-128 ROVIRA HORTALÁ, M. C. 1999: La metalurgia. En: M.A. Martín, R. Buzó, J.B. López y M. Mataró (dirs.) Excavacions Giarqueològiques a l’Illa d’en Reixac (1987-1992). Monografies d’Ullastret, 1. Museu d’Arqueologia de Catalunya. ��� rona: 225-248. SHADIS, M. 2010: Berenguela of Castile (1180–1246) and Political Women in the High Middle Ages. WILLIAMS, D. y OGDEN, J. 1994: Greek Gold: Jewellery of the Classical World. Catálogo Exposición. Londres.

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EL RETABLO MAYOR

DE LA IGLESIA DEL

COLEGIO MÁXIMO DE SAN IGNACIO

EN CÓRDOBA (ARGENTINA)

Y OTROS EJEMPLOS CONSTRUIDOS EN LA MISMA ÉPOCA Carlos A. Page I CIECS-CONICET/UNC Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Centro de Investigación sobre Cultura y Sociedad / Universidad Nacional de Córdoba. capage1@hotmail.com

Los jesuitas en Córdoba (Argentina), al ser sede de la provincia del Paraguay, estuvieron al frente de las novedades artísticas de su tiempo, siendo modelo para el resto de los colegios e innumerables estancias y reducciones. Aunque con diferencias entre estas últimas y los colegios debido al aporte indígena por un lado y la mano de obra africana de sus colegios por el otro. Los retablos fueron en cierta forma elementos unificadores del espacio, como parte de una ornamentación que necesitaba renovarse para mostrar, aunque tardíamente, los idearios de la Contrarreforma. Los albores del siglo XVIII fueron determinantes en esta unificación que tendió a enfatizar la profesionalidad de sus constructores. No solo con el aporte local sino también con imágenes traídas de Europa por las cofradías de puntuales advocaciones, o elementos ornamentales adquiridos por los jesuitas en el Alto Perú.


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La iglesia de la Compañía de Jesús y su retablo Por el P. Lozano (1754: 415) y otras fuentes documentales, sabemos que los jesuitas, por intermediación del Cabildo, tomaron posesión de una manzana en Córdoba en 1599. En ella se encontraba una ermita dedicada a los santos Tiburcio y Valeriano levantada una década atrás, luego que azotara la ciudad una plaga de langostas. Pero pronto se levantó una iglesia nueva y la residencia, hasta que la ermita, ubicada más o menos en el centro de la manzana fue reemplazada por los claustros del Colegio. La primera iglesia que construyen junto al colegio fue constantemente renovada. Así tenemos el testimonio del provincial Francisco Lupercio Zurbano (1640-1645), que menciona en carta de fines de 1644 dirigida al rey y otra al general de la Compañía de Jesús, que la iglesia ya contaba con una torre para campanas, ornamentos y: vn retablo para el altar con sus quadros, en forma de arquitectura, muy agradable a la vista, que servirá mientras se haze la Yglesia nueva (para que se vaya trayendo la madera) con la plata que V. P. assignó de la legítima del P. Cabrera, q. con tan grande liberal.d dexó a este coll.°.

Es decir que para esa época se contaba con una iglesia con torre campanario y retablo con cuadros. Aunque también se revela, y es importante resaltar, que en 1627 había ingresado a la Compañía de Jesús Manuel Cabrera (Córdoba, 1606 – Barcelona, 1655), viajando a España y no regresando nunca más a su suelo natal. Pero al hacer renuncia de sus bienes, lo hizo a favor de la construcción de una nueva iglesia para su ciudad y que es la actual. La descripción del P. Zurbano de aquella iglesia es extensa e interesante1. Pero detengámonos en el retablo, del que menciona en detalle: En la cabeçera está el retablo, labrado con estremados laços y labores, dorado, y estofado como los mexores de Europa. Carga todo él sobre unas gradillas de lo mismo, y en medio un sagrario de la misma mano. q. es custodia preciosa del Xpo. con que espiró N. P. S. Ignacio (q. dio V. P. al P.e Juan de Viana q.do fue por procurador a Roma)2; la cumbre sirve de Vrna al sagrado deposito del cuerpo de S. Epimaco Mártir, tesoros con que se honrra esta Capilla, juntam.te con la bellísima Imagen Madre, q. está en medio en vna concha, q. faltan palabras con q. descrebir sus primores. A sus lados, en dos nichos, están dos bultos de talla de S. Miguel y el Baptista, q. son los dos cherubines q. asisten y hazen cuerpo de guardia a aquesta arca misteriosa de la Ymagen de Maria, q. en su Rostro, modestia, gravedad y hermosura dize ser reyna de cielos y tierra y complemento de esta Capilla: hizose en la Colocación desta S.a Ymagen una grande fiesta, con ricos altares y procesión solemne, que honrró el S.r Obispo y lo mexor de la Ciu.d Vbo sermón y dixose misa con toda solemnidad. Colocóse en la natividad de la Virgen este año de 43.

Para esta fecha ya residía en Córdoba el coadjutor francés Felipe Lemaire (Illies, 1608 - Córdoba, 1671), quien arribó al Paraguay a fines de 1640 y que por su experiencia en carpintería fue quien proyectó la nueva iglesia con una cubierta según el famoso libro de su compatriota Philibert de l’Orme (Page, 2011). ¿Pero fue acaso este carpintero quien talla el retablo del que habla Zurbano?. Pues en su noticia necrológica bien se lo reconoce, además de “excelente carpintero”, como que “ejerció también la escultura” (Page, 2000-2001: 221). 1 «En su descripción quedara corta la pluma, por averse alargado en ella tanto el pincel. Esta toda hecha con admirable arquitectura: sus frisos, por arriba, parece se salen de la pared; sus columnas, de jaspe, remedadas tan a lo natural, que parece lo son; entre columna y columna, embutidos los quadros de Nros. Santos, maravillosam.te pintados; en los vacíos que hazen, los principales misterios de la Virgen; en el testero un Xpo. crucificado (dexando a un lado y a otro los principales pasos de su passion), que con aver pretendido pintarle muerto pareze quedó vivo, según esta vivam.te pintado». (Pastells, 1912, T. I: 97-98). 2 Luego de la expulsión el Crucifijo fue obsequiado por los jesuitas a Doña Ana de Mendoza, duquesa de Borja y virreina de Guatemala, descendiente de San Francisco. A su muerte pasó la heredó su nieto Francisco Javier de Uriarte y Borja, y luego su esposa Doña Javiera Uriarte. Al no tener hijos la Cruz pasó a su sobrino Don Isidoro de Uriarte y luego a su viuda, después religiosa de las Esclavas, María Jesús Labarreta. Posteriormente pasó al hijo mayor de Don Enrique Uriarte. El P. Pastells, quien brindó esta información, celebró dos veces misa en Cádiz en 1894 y citó una descripción contemporánea de la misma: «La Cruz tiene 44 centímetros de largo; los brazos, que empiezan á los 4 centímetros, tienen 28; la anchura es de 5; en cambio el espesor apenas llega á un centímetro. Tiene enderredor délos brazos grabada la siguiente inscripción: «Este es el S. Christo con que murió N. P. S. Ignacio, abrazándose con él». Diólo para esta provincia del Paraguay N. P. G. Mucio Viteleschi al P. Juan de Viana, P. C, como consta en la historia de esta provincia, pág. 3, cap. 5, núm. 1, escrita por el Padre Juan Pastor». La historia del P. Pastor –como se sabe- se encuentra perdida, pero también hizo mención del donativo el P. De Techo. (Pastells, 1912, T. I: 97-98).

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL Estimamos que el plano de la iglesia fue visto y aprobado, como correspondía, por el general Muzio Viteleschi quien le ordenó al vicario general P. Carlos de Sangro que comunicara al provincial Zurbano, por carta de 1645, que “difiriese la construcción de la nueva iglesia del Colegio de Córdoba, pues la antigua puede durar muchos años, haciendo ciertos estribos”. Lo cierto es que en 1654 el general Nikel se quejó que la fábrica de la iglesia iba despacio. Por tanto aproximadamente en 1650 se comenzó la obra que quedó consagrada por el obispo D. Francisco de Borja el 29 de junio de 1671 (Gracia, 1940: 45-59). No obstante ello, aún faltaba la decoración y ornamentación del mismo, como es bien sabido por la mención que se hace en las Cartas Anuas. Hasta el momento contamos con vagas informaciones documentales de cómo y por quién fueron realizadas estas tareas. Aunque por la biografía que escribió el P. Orosz sabemos que el provincial P. Lauro Núñez (1692-1695 y 1702-1706) fue “Magnífico en el adornar la casa de Dios (In adornanda domo DEI magnificus)”, refiriéndose a la iglesia mayor de Córdoba durante (Page, 2005: 265-276). En esos adornos y principalmente los retablos, hemos venido sosteniendo intensas discusiones entre historiadores del arte, donde cada uno hace sus aportes, aunque sin una verdad definitiva. Schenone (1982: 230) fue el primero que expresó que provenían de las misiones, al comparar el retablo de Córdoba con restos de retablos paraguayos que muestran similitudes inconfundibles en componentes ornamentales. Además de señalar la incorporación de elementos sevillanos, que Ribera también coincidió. Pero el retablo actual fue presidido por otro construido antes de la consagración del templo en 1671. Levinton (2009: 213) dio la noticia que el procurador Cristóbal Altamirano (1670-1674), llevó órdenes del P. provincial Agustín de Aragón de traer de Europa «cuadros para el retablo del altar mayor y santos de bulto según las medidas que se remiten����������������������������������������������������������������������������������������� »���������������������������������������������������������������������������������������� . Ciertamente el P. Altamirano no regresó hasta 1674 y los PP. de Córdoba debieron arreglárselas solos en la ornamentación del flamante retablo, que no sabemos exactamente cómo era, aunque según este encargo parece ser que estaba destinado para colocar pinturas e imágenes de bulto. Pues no hay dudas que el retablo que menciona el P. Zurbano es el que se pretendía renovar sus pinturas. Por otro lado es lógico suponer que para esa fecha no debe haber tenido las columnas salomónicas y otros ornatos, pero sí había sido dorado. El oro llegaba del Perú, por medio de los jesuitas destinados a colocar las mulas que les llegaban a las estancias de invernada de Salta y Jujuy. Estaban varios años, tanto en Potosí, Oruro, Cusco y Juli. Es del caso el H. Francisco de Sepúlveda3, quien por su correspondencia con el provincial Agustín de Aragón, estuvo en Perú, al menos tres años durante su provincialato (1669-1672). Precisamente en los Catálogos de 1669, 1670 y 1673 lo ubicamos en Perú, primeramente acompañado por los HH. Francisco Ortiz y Juan Castaño, luego por el H. Pedro Vilela, después por los HH. Mateo de Rivera y Bernabé de Mesa4. Pasó a Córdoba en 1678 y en 1681 lo encontramos en Salta5. Por tanto era el nexo que tenían por ese tiempo, no sólo para vender sino también para adquirir algunos productos. Tal es el caso del oro necesario para las iglesias u otros elementos ornamentales peruanos. Fue así que al responder al provincial dos cartas que le había enviado en 1669, le expresa no recordar que el P. rector de Córdoba le había encargado «oro para acabar el retablo de el Collº de Cordova» Pero responde que de todas formas lo conseguirá y que comprará con cargo del Colegio, lo pondrá en cajones como había hecho en otras oportunidades, y lo enviará con el primer arriero que salga6. Efectivamente un testamento de Nicolás Palacio de 1688, expresa que él mismo como dorador, le salió «la conbeniencia de dorar los retablos del colexio dela compa. de Jhs.»7. Incluso siguiendo su biografía, no Nació en Villaescusa de Haro, Cuenca, el 5 de abril de 1615, ingresando a la Provincia de Toledo en los inicios de 1613. Llegó a Buenos Aires en la expedición del P. Juan Bautista Ferrufino el 20 de diciembre de 1636. Sus últimos votos los profesó en Córdoba en 1648, sin conocerse su fecha de fallecimiento, tan solo la última noticia conocida era que se encontraba en Salta para 1681 (Storni, 1980: 268). Estuvo en Perú varios años y a su regreso fue procurador del Colegio de Córdoba (ARSI. Paraq. 4.2, ff. 300 y 334).

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4 ARSI, Paraq. 4.2, f. 247v., 258v., 283. 5 ARSI. Paraq. 4.2 ff. 300 y 334v. 6 AGN, Sala IX, 6-9-3, Compañía de Jesús (1595-1675). Carta del H. Francisco de Sepúlveda al provincial Agustín de Aragón, Potosí, 6 de octubre 1669. 7 AHPC, Escribanía 1, 1690, Leg. 170, f. 17v.

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Desaparecido retablo de la reducción de San Ignacio Guazú (Paraguay).

descartamos la intervención de su hijo. Ya Sustersic (1999: 337) aportó indicios de la mano de algún dorador local no perteneciente a la Compañía de Jesús, en base a las andas que registró fechadas en 1675, y que posiblemente hayan sido doradas por Palacio. Pero fue más lejos al sostener que el retablo había sido diseñado por el H. José Brasanelli y fue confeccionado en la misión de Santa María de Fe, entre los años 1691 y 1695, donde había expertos carpinteros y retablistas, al que luego trasladaron y ensamblaron en Córdoba. Coincide esta afirmación con el provincialato del P. Núñez. Continúa su discurso basándose en la similitud de los retablos de Bernardo Simón de Pineda en Sevilla, especialmente el de la capilla de Santa Ana de la iglesia de Santa Cruz (1670-1672), y de la opinión de estudiosos españoles como el doctor Álvaro Recio Mir. Pues en Sevilla, Brasanelli estuvo un año y medio en espera para embarcarse rumbo a Buenos Aires y pudo haber tomado apuntes de ellos, aunque llevado a Córdoba con un estilo propio, más despojado de adornos, más italianizado. Incluso, agregamos nosotros, continuando con lienzos en vez de imágenes de bulto, como se registró en el inventario de la expulsión. Pero con esos grandes guardapolvos y armoniosa arquitectura nos deja la sospecha que nada quedó del retablo anterior, sino que fue construido nuevamente en su totalidad. Efectivamente, el retablo actual, más específicamente sus columnas salomónicas, no pudieron haberse terminado antes que las de Pineda. Pues entonces seguramente Brasanelli le otorgó con ellas el lenguaje barroco que ostenta, imponiendo sobre todo y como ya era moda, este tipo de columnas, como lo hizo en el retablo de dos pisos y cinco calles de San Ignacio Guazú en las misiones guaraníticas que posteriormente consolidaron los talleres misioneros. Sobre la carencia de documentos de este magnífico retablo señala Sustersic (2010: 256) que se debe al extremado secreto que se tenía sobre las limosnas que recibía el colegio en medio de los problemas que por entonces se suscitaron con los temas económicos vedados a la Compañía de Jesús. Ya veremos al tratar en particular el retablo de la capilla del noviciado, cómo ambos se estaban construyendo prácticamente en simultáneo y con un diseño de verdadero profesionalismo en la materia. De hecho, las columnas salomónicas de los dos retablos son muy similares, y también se usaron en el aguamanil de la sacristía y en el escudo de la universidad, ambos realizados en esteatita, comúnmente denominada piedra sapo o de talco, muy abundante en Córdoba. Pero a su vez el diseño se repite en el retablo de la estancia jesuítica de Santa Catalina, aunque con menos pretensiones estéticas. El hoy desaparecido tabernáculo fue incorporado tiempo después, ostentando otro lenguaje de rica y profusa ornamentación. Se eleva sobre una planta poligonal con una organización típicamente altoperuana que tiene cierto correlato compositivo y estilístico al púlpito de la iglesia de La Merced en Córdoba. Schenone (1982: 231) lo define con precisión: «es un baldaquino cuyo centro está constituido por una rica


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Izq.: Escudo de la Universidad ubicado en el patio principal. Dcha.: Detalle de una de las columnas del aguamanil de la sacristía de la iglesia jesuítica de Córdoba.

y profusa ornamentación en relieve, siendo el motivo principal una custodia ubicada bajo un dosel que levantan los ángeles. En lo que se podría denominar banco, está el tabernáculo, flanqueado por columnas y ménsulas vegetales, rematadas por cabezas de ángeles». Se conservó en la iglesia jesuítica hasta la expulsión, pasando luego a la Catedral, y en 1803 a Tulumba, donde se encuentra en la actualidad. La estructura general del retablo de madera de cedro paraguayo, se compone de tres cuerpos y tres calles que ocupan la totalidad de la cabecera de la iglesia hasta la clave de la bóveda. La calle central está flanqueada por doble columnas de capiteles compuestos y fustes retorcidos; el tercio inferior o imoscapo es cilíndrico, adujado con nueve vueltas llanas de una especie de cuerda en forma helicoidal, de allí que se lo reconozca como acordalado. Mientras que en los bordes del retablo solo se repite una vez la misma columna. Los entablamentos del primer y segundo piso se quiebran sobre las hornacinas laterales que originalmente estaban destinadas a pinturas y no imágenes de bulto. En el piso superior o ático se eliminaron las columnas sin perder verticalidad, rematándose con un gran frontón central volado. Algunas hojarascas silvestres invaden las enjutas de estos arcos. Otros motivos clásicos, como festones, lazos, perlas y demás, devenidas del renacimiento conservó el barroco. El ordenamiento de la primera época y la actual es como sigue, de izquierda a derecha: abajo una imagen de San Ignacio en lugar de un cuadro de la Santísima Virgen, que en el inventario de la expulsión no se especificó su advocación. Luego se ubica el sagrario donde se custodia el copón cuyo tabernáculo -como mencionamos, se encuentra actualmente en la iglesia de Tulumba- y sigue con San Francisco Ja-

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Izq.: Tabernáculo del retablo de la iglesia jesuítica de Córdoba que hoy se encuentra en la iglesia de Tulumba (Córdoba). Dcha.: Vista general del retablo de la iglesia del antiguo Colegio Máximo de Córdoba.

vier que reemplaza un lienzo de la Santísima Virgen de la que tampoco se especificó su advocación. En el segundo cuerpo comenzamos con San Luis Gonzaga que sustituye al óleo que representaba la muerte de San Ignacio; luego y sobre el tabernáculo se encuentra una imagen del Sagrado Corazón, en lugar de un San Ignacio de bulto con un cuadro del mismo que lo cubría; y culmina el nivel un San Estanislao de Kostka que reemplazó al famoso cuadro de los Santos Tiburcio y Valeriano, patronos de la desaparecida ermita y del colegio. Finalmente, y en el tercer piso o ático hoy se ubica una imagen de San Pedro Claver, que sustituyó una pintura de San Pedro Apóstol de la época de la expulsión; continuando en el centro y ápice del retablo con el tradicional Jesús en el Calvario, asistido por la Virgen y San Juan, siendo aquí donde antes se encontraba el lienzo con el mismo motivo que es el único que se conserva, ubicado hoy sobre la puerta de la capilla de Lourdes; concluye el tramo una imagen de San Alonso Rodríguez que reemplaza la pintura del apóstol San Pablo (Page, 1999: 54). Como vemos, los pilares de la Iglesia Cristiana, San Pedro y San Pablo, fueron durante la colonia fundamento espiritual para su representación, y junto al Calvario una tradición iconográfica de la retablística colonial. También el respeto hacia los Santos de la antigua ermita no solo se manifestó en su conveniente ubicación en el retablo sino que fueron primero patronos del Colegio Máximo y luego vicepatronos, desde las Constituciones que en 1664 redactó el P. Andrés de Rada en que se comenzó a llamar Universidad de San Ignacio de Loyola. Finalmente también es de destacar la profunda devoción Mariana que era constante en tiempos de la colonia y que con el regreso de los jesuitas fue absolutamente reemplazada por santos de la Orden. Para el tiempo de la restauración que realizó el arquitecto Onetto en la década de 1940 la totalidad del retablo estaba pintado imitando mármol, restableciendo su antigua fisonomía aunque no con mucho éxito.

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL En el inventario de la Junta de Temporalidades se menciona además el resto de los altares de la iglesia, hoy desaparecidos. De tal manera que se describe en el crucero del lado del Evangelio,un altar de Jesucristo crucificado; al lado de la epístola, un altar de Nuestra Señora de la Concepción. Inmediato a éstos había otro altar dedicado a San Francisco Javier. Al lado del altar de Jesucristo se hallaba uno a San José con el Niño Jesús. Y como además la iglesia contaba con la capilla de los «naturales» (más que naturales de esclavizados africanos) -hoy capilla de Lourdes- y la capilla de estudiantes (incorrectamente llamada de españoles) -hoy salón de grados de la Universidad-, resultaba un templo con siete altares. Esto nos remite a que el 17 de enero de 1690, al encontrarse los siete altares mencionados, la autoridad diocesana publicó, en ejecución del breve de Inocencio XI, el acuerdo por el cual los fieles que visitaran, el cuarto domingo de cada mes del año, las siete capillas de la iglesia de la Compañía de Jesús de Córdoba, las mismas gracias e indulgencias que se ganaban en Roma, orando ante los siete altares de la Basílica de San Pedro. Los asignados para aquel piadoso fin -agrega el P. Gracia (1940: 317)- eran según se determinaba en el auto: «el mayor dedicado al glorioso Patriarca San Innacio de Loyola; y los del Santo Cristo, de la Purísima Concepción de María, del patriarca San José, del glorioso San Francisco Javier, el de la capilla de la Congregación de los españoles dedicado a la Asunción de Nuestra Señora, y el de la capilla de los Indios dedicado al Niño Jesús». Con respecto a estos altares las Cartas Anuas nos brindan una somera información. Así por ejemplo la de 1663-1666 del P. Rada, expresa que «la imagen de la Asunción de la Virgen de una maravillosa hermosura, recientemente llegada de España por encargo de esta fervorosa congregación, colocada en su altar especial, provisto por los mismos» (Page, 2000: 201). Por su parte la de 1720-1730, revela que al canonizarse los beatos Luis y Estanislao se hizo un gran acto en medio de la Congregación Provincial, participando otras órdenes religiosas y los Cabildos, y se escribe: «Se había construido y adornado para ese fin un magnífico y artístico altar, a expensas de personajes muy afectos a la Compañía». Además de ello y para la ocasión, los guaraníes cantaron Vísperas e «hicieron después sus hermosas danzas», también representaciones dramáticas, fuegos artificiales y la infaltable «procesión por las calles de la ciudad, donde se habían levantado altares ricamente adornados» (Page, 2000: 297). La Carta Anua siguiente de los años 1735–1743, expresa: «La iglesia de Córdoba adquirió ricos ornamentos de oro y plata, consistiendo en un frontal para el altar de San Francisco Regis, obra de arte elaborada en Potosí, del producto de unas limosnas» y otros ornamentos (Page, 2000: 332). Ricardo González, apunta que el retablo, si bien tiene una estructura del 1700, contiene elementos del siglo XIX, por detalles estilísticos que subraya en particular. Efectivamente la mayor transformación que tuvo la iglesia en el siglo XIX fue, entre otras, el levantarle los pisos alrededor de un metro, como dejó demostrado Sosa Gallardo (1960: 5-11), y para ello suponemos que hubo que desarmar el retablo y recortarlo, como aparentemente se nota en la base del tercer cuerpo, y posiblemente achicar la predela y sacar también el sotobanco si lo hubiera tenido. Hay un sinnúmero de inventarios que más que aportar, confunden ante lo escueto, y la evidente poca idoneidad de quienes los confeccionaban. Varios se realizaron antes del regreso de los jesuitas que no aclaran mucho. Excepto el de 1839 cuando los ignacianos vuelven a Córdoba por primera vez y señala un cambio de imágenes y detalla que en la parte inferior se encontraban «dos nichos mayores, puertas de cristal; uno es del Nacimiento y el otro de la muerte del Señor San José, con sus imágenes correspondientes» (Grenón, 1938: 74). Pues esos únicos nichos seguramente se hicieron con posterioridad a la expulsión, como vimos en el ordenamiento respectivo. Para 1859 en la parte superior del retablo, Burmeister (1944: 64) afirma que todavía se conservaba el lienzo que «representaba a Cristo en la Cruz», inventariado en la expulsión y refiriéndose al Calvario que aún se encuentra en el interior de la iglesia en la entrada a la capilla de Lourdes. Llegaron los jesuitas por segunda vez en 1859 y al año siguiente comenzaron importantes trabajos de reparaciones, que se prolongaron hasta la conmemoración del restablecimiento en 1914. Las pocas referencias del retablo en los documentos que se conservan no mencionan que se habían realizado las hornacinas, pero entre 1875 y 1876 llegaron de Barcelona imágenes de bulto del Sagrado Corazón, San Ignacio y San Francisco Javier8 que se colocaron en el retablo y se encuentran allí hasta el día 8

AAC, Historia Domus 1860-1912, f. 145.

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de hoy. No se habla de renovación del retablo hasta 1880 con el P. superior Carlucci, cuando se hicieron otras mejoras, entre ellas la incorporación de un frontal realizado por Antonio Font concluido y estrenado en la fiesta de San Ignacio de 1888 (Page, 1999: 153-155). Seguramente, por ese tiempo es cuando se pintó el retablo en imitación al mármol, y fue nuevamente dorado en la restauración del arquitecto Onetto. En definitiva, creemos que hubo un antiguo retablo que fue vuelto a hacer según expone Sustersic, con una estructura básica medianamente remodelada en el siglo XIX. Pero los «adornos» de la época del P. Lauro sin duda abarcaron más que los retablos, extendiéndose a las pinturas de acantos estilizados de la bóveda, a los ángeles y serafines, dispersando flores o tañendo instrumentos en la cúpula hemisférica y una composición mariana en el ápice. Sumando a ello el friso de la nave con sus empresas sacras y los numerosos retratos de dignatarios de la Compañía de Jesús, conformando uno de los misterios aún sin resolver de la historia de la iglesia más significativa de la Argentina. Sin duda, fueron realizados luego del año 1700, ya que en las Anuas que relatan hasta ese año no se hace ninguna mención de estas decoraciones. Por el contrario se hace referencia sólo a la apertura, sin que quiera «decir, que ella esté ya del todo concluida, sin embargo, nos pareció bien, ponerla en disposición de un modo, para que pudiese ser consagrada»9. En un trabajo reciente expresamos que el autor de las pinturas, además de Brasanelli, podría haber sido el P. José Gómez, que era pintor, oriundo de Buenos Aires y que estudió en Córdoba, donde permaneció hasta 1710 (Page, 2010). Si bien estas decoraciones deben haber implicado gastos cuantiosos, posiblemente hayan salido de la donación que a mediados del siglo XVII hizo Manuel Cabrera para la construcción de este templo. Sin embargo, el conflicto con los desmedidos gastos del P. Lauro, en realidad se suscitó con la construcción del Noviciado y del Convictorio que, según los preceptos del Instituto, no necesitaban grandes inversiones.

Los retablos de la capilla doméstica y el de la estancia de Santa Catalina Está claramente demostrado que la actual capilla doméstica era la del antiguo Noviciado, que se comenzó a construir después de la iglesia mayor (1666) y que no fue de ninguna manera la ermita de los santos Tiburcio y Valeriano como es común escuchar (Gracia, 1940: 322). No solo esto sino que también sabemos que la capilla ocupaba el largo de la actual portería, abierta en 1773 hacia la calle y que por esa fecha contenía un altar dedicado a San Francisco. Pero al abrirse esa puerta exterior, se lo hizo para que funcionara el tribunal y cárcel con ingreso diferenciado. Agregando en un testimonio contemporáneo de Miguel de Loartes que, como si fuera poco, se pretendía convertir el lugar en administración de tabacos y la capilla en su depósito. Lo cierto que, como expresó claramente el P. Zurbano y señalamos antes, para 1644, se había levantado una torre y retablo para la iglesia que no es la actual, y se había concluido una «capilla doméstica, para las pláticas, -que son cada ocho días». El mencionado provincial también trató sobre la capilla de los novicios, expresando en la carta de fines de 1644 que también se había concluido: «una capilla doméstica, para las pláticas, -que son cada ocho días-, y puede competir con las mejores de Europa». Agrega más adelante la descripción de la iglesia que mencionamos, volviendo a la capilla doméstica y manifestando que en 1642: se hizo otra semexante colocación en la Capilla del Noviciado a otra belliss.a Ymagen que traxo el P.e Proc.r de España, cuya hermosura robó aquel dia los corazones de los q. la acompañaban, principalm.e el de vn estudiantico de nros. estudios, Congregante suyo, q. quedó tan preso de su amor que al colocarla en la concha del altar se le ofreció con voto de perpetua virginidad, q. observa con gran gozo de su alma y no menor gloria de esta Señora, por averia defendido constantem.e de vn ladrón poderoso q. a solas se la queria robar (Pastelles, 1912: 97).

Pero sin dudas hubo una renovación edilicia importante bajo la administración del provincial Lauro Núñez. Impulso que continuó la obra de la nueva capilla que, como dijimos se inició en 1666. Prueba de ello es el documento que trae Buschiazzo (1942: 15) y verificamos, donde se menciona como título: «Por el gasto delo obrado en la Capilla del noviciado quese empesso a pro. de abril del ano de 1666»10. Se men9 10

BS, Estante 11. Cartas Anuas 1689-1700, f. 172. AGN. Sala IX, 6-9-3, 30 de abril de 1666.

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL cionan los pagos de jornales y comida a los trabajadores como Miguel y su mujer. También se contabiliza el gasto de 284 carretadas de piedra del río y 386 de la sierra, 446 fanegas de cal, 1.100 ladrillos que faltaron, puertas y ventanas, advirtiendo que falta el costo de la portada de piedra que se estaba haciendo. Posiblemente se concluyó en 1668, según reza una piedra colocada sobre el ingreso. Fue siempre el escenario de las Congregaciones Provinciales de la Provincia Jesuítica del Paraguay. La actual Capilla Doméstica centra su decoración en el techo y el retablo, indudablemente trabajados con mayor esmero por la escala menor, que requería una decoración para una visualización más detallista. El cielorraso es de arcos de madera ubicados cada 60-70 cm. Entre ellos se unen cañas atadas entre sí, con revoque interior y terminación de cuero pintado. Sobre ellas hay vigas rectas de faldones planos con tablones que sostienen las bovedillas que se ubican en su exterior. En cuanto al retablo no tenemos más información documental al respecto, salvo que el flamante provincial Lauro Núñez impartió instrucciones a su procurador a Europa P. Calatayud, el 23 de enero de 1693, meses antes que falleciera. Por lo que el texto de 29 puntos lo tomó el compañero de aquel, el P. Ignacio de Frías11. Entre ellos menciona que haga hacer en Roma 24 relicarios para el retablo de la capilla del noviciado, de acuerdo con el dibujo que le entregó el H. Juan de Contreras12. Pues en el catálogo de 1673, que es en el primeo que figura, el H. Juan se encontraba en el Noviciado, sin especificar las tareas que desempeñaba. Años después estuvo en el colegio de La Rioja, acompañó a Europa al procurador Diego Francisco Altamirano (1682-1688), estuvo en el colegio de Córdoba y fue procurador en el convictorio de Monserrat13. El retablo es de dos cuerpos con ático y tres calles con similares columnas a las de la iglesia mayor, solo que más ornamentadas en el fuste, precisamente porque -como dijimos- está expuesto a la proximidad del espectador. Los nichos de la calle central se encuentran más elevados que los laterales y sobre el sagrario con el anagrama de Jesús en sus puertas, se eleva un crucifijo y sobre él una imagen de bulto del Sagrado Corazón. Luego aparece una composición sobre el Calvario y finalmente el frontón curvo recortado en el centro para dar lugar al anagrama de María. En el primer cuerpo y hacia los laterales presiden San Ignacio y San Francisco Javier y en los nichos que le siguen los jóvenes jesuitas San Estanislao de Kostka y San Luis Gonzaga. Se destaca el banco o predela sumamente decorada, donde la parte izquierda es una puerta oculta que conduce a la amplia sacristía. Iguales delicados trabajos se repiten en el alquitrabe y el friso que sostiene la cornisa, como los roleos del guardapolvo exterior laterales, que son iguales a los del retablo de Santa Catalina y hasta tienen un correlato con un pequeño retablo de la Inmaculada ubicado en la clausura del monasterio carmelitiano de Córdoba. El retablo de Santa Catalina es una reproducción de menor calidad que el de la Capilla Doméstica. El inventario de la expulsión efectuado el 16 de julio de 1767 es minucioso en detallar los ornamentos de la iglesia. Pero de su retablo tan solo menciona: «el altar mayor principal con su retablo de madera dorado en que están colocadas imágenes de santos de bulto y en lienzos con un Sagrario en medio para el Santisimo»14. El retablo es de un cuerpo y un ático donde se apoya visualmente una hornacina hecha en el muro con la imagen de Santa Catalina de Alejandría con el espadín en la mano derecha que asienta en la cabeza del emperador Majencio y una palma en la otra, probablemente europea. Cada nicho es rematado con veneras interiores de estrías radiales y entre ellos se elevan columnas con capiteles corintios: tritóstilas salomónicas helicoidales en los lados internos y tritóstilas estriadas helicoidales en los extremos. En la parte central, detrás del sagrario que tiene talladas en relieve las figuras de San Pedro y San Pablo, se encuentra un cuadro representando el desposorio místico de Santa Catalina de Alejandría, donde aparecen solo la Virgen y el Niño Jesús entregándole un anillo de compromiso (diferencia fundamental con el desposorio de 11 El P. Frías trajo una nutrida expedición con 38 sacerdotes, 8 con estudios de teología, 16 de filosofía, 3 coadjutores y 1 estudiante. Provenían 26 de España más los 4 sardos de por entonces la misma Corona, 6 italianos y 2 de Bohemia. El promedio de edad entre estos 38 jesuitas era de poco más de 25 años. Entre ellos se destacarán los PP. Jerónimo Herrán y Antonio Machoni que alcanzarán a ser provinciales. Los coadjutores fueron nada menos que el boticario Peschke y el arquitecto Kraus (Pastells, 1924, T. 4: 390-392). 12 ARSI, Paraq. 11, Hist. Tomo 1, 1600-1695, f.498-499v. También en AHL, Estante: 4. Caja: PP. Escritores, A. Astrain, X. Leg.: 41, 36. 13 ARSI, Paraq. 4.2, f. 277v., 304, 330, 367, 455v y 488. 14 AHC, Leg. 40, exp. 9, año 1771. Testimonio de los autos de inventario …

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Izq.: Retablo de la capilla del antiguo Noviciado hoy llamada Capilla Doméstica. Dcha.: Retablo de la estancia jesuítica de Santa Catalina (Córdoba).

Catalina de Siena donde hay en escena mayores personajes). Flanquean la pintura, dos imágenes de bulto ubicadas en los nichos, una San Ignacio de Loyola y otra de San Francisco Javier. En el ático, la parte central contiene un nicho con una imagen de Cristo Crucificado, flanqueado por San Miguel Arcángel y San Rafael y Tobías. El retablo finalmente es rematado por un frontón recortado semicircular con escudo central con el anagrama de Cristo. Luego de los roleos del guardapolvo exterior, que mencionamos similares a los de la Capilla Doméstica, se ubican columnas planas con tres pinturas cada una que hacen referencia a la Pasión.

Conclusiones La iglesia de la Compañía de Jesús de Córdoba no solo es uno de los templos más antiguos de la Argentina, sino que atesora dos retablos de exquisita factura, aunque no tenemos demasiada documentación histórica sobre ellos. De tal manera que desconocemos no solo el autor sino también su datación precisa. Sin embargo y a vistas del conocimiento alcanzado hasta el presente no descartamos la participación del francés Lemair quien como carpintero, se valió del famoso tratado de su compatriota renacentista para levantar la iglesia. La madera fue el tema constructivo fundamental del edificio del que su constructor también era «escultor». La actual iglesia no fue la primera y menos aún su retablo. Conocemos referencias precisas de un retablo anterior al actual dadas por el provincial Zurbano en 1644. Por otra parte sabemos que en el extenso periodo del provincial Lauro Núñez es muy posible que se hayan construido los actuales retablos /1692-1706). La madera proviene indiscutiblemente del Paraguay, lo que nos indica la probabilidad que haya sido efectivamente construido en las misiones. Y el único arquitecto y escultor que se encontraba por entonces era el H Brasanelli, quien tenía la capacidad suficiente para combinar los explícitos lenguajes italo-lombardo con al retablística

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sevillana, como expresa Sustersic. La iglesia contó además con un total de siete altares, hoy desaparecidos, la cual la colocaban a la altura de las indulgencias de la basílica de San Pedro. Nada de esto se conservó, aunque teniendo en cuenta la calidad de los dos que estudiamos, nos damos una clara idea de la magnificencia de la iglesia en el periodo de su esplendor jesuítico, a pesar de las infortunadas reformas del siglo XIX. •

Siglas AAC Archivo Arquidiocesano de Córdoba. AC Actas Capitulares del Cabildo de Córdoba. AGN Archivo General de la Nación Argentina. AHP Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba. ARSI Archivo Romano de la Compañía de Jesús. BS Biblioteca del Colegio del Salvador, Buenos Aires.


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Bibliografía BURMEISTER, H. 1944: Viajando por los estados del Plata, Buenos Aires: Unión Germánica en la Argentina, T. 2. BUSCHIAZZO, Mario J. 1942: La iglesia de la Compañía de Córdoba, Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas Artes. GRACIA SI, J. 1940: Los jesuitas en Córdoba, Buenos Aires, Espasa Calpe. GRENÓN SJ, P. 1938: La Compañía de Jesús en Córdoba. Documentación de su establecimiento, Córdoba, Imp. Gutenberg. LEVINTON, N. 2009: El espacio jesuítico-guaraní, la formación de una región cultural, Asunción, Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica. LOZANO SI, P. 1754: Historia de la Compañia de Jesus en la Provincia del Paraguay. T. 1, Madrid: Imprenta de la Viuda de Manuel Fernández. PAGE, C. A. 1999: La manzana jesuítica de la ciudad de Córdoba, Córdoba, Municipalidad de Córdoba-Universidad Nacional de Córdoba. PAGE, C. A. 2000: El Colegio Máximo de Córdoba según las Cartas Anuas de la Compañía de Jesús, Córdoba. PAGE, C. A. 2000-2001: La nota necrológica sobre Felipe Lemair escrita en las Cartas Anuas de la Provincia Jesuítica del Paraguay, Anales del Instituto de Arte Americano “Mario J. Buschiazzo”, Nº 35-36. PAGE, C. A. 2005: La censurada biografía del Padre Lauro Núñez SJ escrita por el Padre Ladislao Orosz, Revista de la Junta Provincial de Historia de Córdoba, Nº22. PAGE, C. A. 2008: Las pinturas de la cubierta de la iglesia de la Compañía de Jesús de la ciudad de Córdoba (Argentina), XII Jornadas sobre misiones jesuíticas Simposio 4: Sonido, Imagen, Ritual y Escritura, Buenos Aires. PAGE, C. A. 2011: La cubierta y pinturas de la iglesia de la Compañía de Jesús de la ciudad de Córdoba (Argentina), Artigrama, Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Nº 26. PASTELLS, P. 1912–1924: Historia de La Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay (Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú, Bolivia, Brasil) según los documentos originales del Archivo General de Indias, Madrid, Librería General de Victorino Suárez. TT. 1 y 4. SCHENONE, H. H. 1982: Retablos y púlpitos, en: Historia General del Arte en la Argentina, Buenos Aires: Academia Nacional de Bellas Artes. T. 1. SOSA GALLARDO, S. A. 1960: El interior de la iglesia de la Compañía de Córdoba. Notas sobre arquitectura colonial, Revista de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Natrales de la Universidad Nacional de Córdoba, Año XXI, Nº 3 y 4. STORNI SI, H. (1980); Catálogo de los jesuitas de la Provincia del Paraguay (cuenca del plata) 1585-1768, Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu. SUSTERSIC, D. B. 1999: Sobre la autoría de los retablos de la iglesia jesuítica de Córdoba y su capilla doméstica, Jesuitas - 400 años en Córdoba. Córdoba, Argentina, Córdoba, T. 1. SUSTERSIC, B. D. 2010: Imágenes Guaraní-Jesuíticas. Paraguay, Argentina, Brasil, Asunción, Centro de Artes Visuales-Museo del Barro.

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LA REAL FÁBRICA DE

ALCORA

(CASTELLÓN).

UNA PROPUESTA DE CLASIFICACIÓN PARA SUS PIEZAS

Eva Mª Clavo Cabezas Grupo de Investigación IHA. Universidad Jaime I al133408@uji.es

El trabajo que se presenta gira en torno a la producción de piezas que se realizaron en la Real Fábrica de Loza Fina y Porcelana de Alcora durante el siglo XVIII. El estudio ofrece una propuesta de clasificación dividida en ochos grandes grupos y se encuentra abierto a reflexiones o aportaciones para una mejor exactitud. Con ello se pretende mostrar la importancia de la manufactura a través de la variedad de sus piezas. Palabras clave: Real Fábrica, Alcora, porcelana, cerámica, conde de Aranda.


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Conjunto arquitectónico de la Fama. Museo de la Cerámica de Alcora (Castellón). Nº inventario: 404. Foto cedida por el Museo.

La fundación de la Real Fábrica del conde La gran riqueza en materia prima del reino de Valencia sumada a una geografía estratégica para el comercio, fue la clave para que don Buenaventura Pedro Abarca de Bolea Ximénez de Urrea y Bermúdez de Castro, IX conde de Aranda, teniente coronel del Ejército Inmemorial de Castilla y señor de las tierras de Alcalatén, fundase en su señorío, en 1727, una Real Fábrica de loza fina y porcelana que cambió los modos de vida de todo el condado (Calvo 2015:192). En sus primeros años de funcionamiento el IX conde de Aranda escribió las ordenanzas de la fábrica, algo novedoso en España y que había importado de las manufacturas reales francesas. En ellas se concretaba la justicia, política, gobierno y economía que regirían la fábrica1. También se creó una academia de aprendices en el espacio fabril para dotar de conocimientos técnicos a quienes iniciaban su periodo de enseñanza en ella. En la cúspide se situaba el maestro, que tenía la obligación de formar a quienes cumplían los cuatro requisitos solicitados: saber leer, escribir, contar y ser originarios del condado. En los primeros años los maestros fueron contratados en el extranjero, puesto que la fábrica carecía de personal preparado 1

El documento original de las ordenanzas se encuentra en la Biblioteca Nacional Española (Cód. 1001237368).

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL para ello. Así fue como llegaron Joseph Olérys y Edouard Roux, ambos procedentes de Moustiers (Francia). Con su llegada se estableció un estrecho contacto entre las lozas españolas y las francesas, que quedó plasmado en los diferentes motivos decorativos que compartieron ambas escuelas (Wilheml 2008:28). La formación de los aprendices se prolongaba durante un periodo de diez años y se podía realizar en tres líneas diferentes: dibujo, modelado y pintura. A cambio del compromiso que adquirían los alumnos con la fábrica, recibían una remuneración que iba aumentando a medida que su formación avanzaba. Con la muerte de don Buenaventura Pedro de Abarca en 1743, la fábrica fue arrendada durante unos años hasta que su hijo, don Pedro Pablo Abarca de Bolea, X conde de Aranda, se situó a la cabeza de su producción en 1748. Con él, la manufactura llegó a su máximo esplendor, periodo en el que se realizaron las piezas más sobresalientes de toda su historia. Las pautas de funcionamiento siguieron las líneas de las establecidas por su padre, pero con algunas modificaciones en sus ordenanzas, las cuales fueron adaptadas a su época. Por lo que respecta al modo de aprendizaje, continuó el mismo criterio en la formación académica, agregando algo muy interesante para la época: un programa de formación para sus alumnos más aventajados. Así, encontramos como Joseph Francisco Pasqual Ferrer Almiña, hijo del maestro pintor de la Real Fábrica, Vicente Ferrer, fue enviado a Valencia en 1767 para formarse en la Sala del Natural, en un principio, y en la Sala de Flores, posteriormente, de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Del mismo modo, aparecen documentados Cristóbal Pastor y Vicente Álvaro, también hijos de maestros, quienes fueron enviados a la Real Manufacture de la Reine (1766–1789), también llamada Porcelaine à la Reine 2de París con el fin de que aprendiesen la composición de la porcelana y en las decoraciones imperantes de la época (Escriva 1945: 213-214). Con el fallecimiento de don Pedro Pablo el 9 de Enero de 1798 sin descendencia, la Real Fábrica����������� pas������� ó a manos de su sobrino-suegro Pedro de Alcántara de Silva, duque de Híjar3, quien siguió adelante con la producción artística pero con una difícil situación en diferentes aspectos. Así, aconteció una fuerte crisis de subsistencia en el lugar a causa de una serie de desastres meteorológicos que provocaron revueltas en la población (Cabrera 2015: 32). Por otro lado, la nobleza perdió el interés por la porcelana como objeto de lujo, por lo que la demanda en los productos empezó a decaer. Todo este momento de inestabilidad se vio fuertemente agravado por la situación que vivió España con la invasión del ejército francés y todas sus consecuencias. Alcora fue ocupada en agosto de 1811 y la destrucción de su industria y el saqueo de sus bienes fue demoledor. Aun así, la Real Fábrica corrió mejor suerte que otras manufacturas que fueron destruidas por completo por los soldados. Además, la retirada de ciertos privilegios nobiliarios y el apogeo de la cerámica industrial, con la que resultaba imposible competir, contribuyeron a su declive, por lo que la decadencia del espacio fabril empezó a ser evidente a partir de las primeras décadas del siglo XIX. No obstante, la fábrica continuó funcionando, adaptándose a sus tiempos hasta que, a consecuencia de la guerra civil española, cerró sus puertas para siempre. Así pues, en sus más de doscientos años en activo, la Real Fábrica ha proporcionado una importante variedad en sus productos y una gran riqueza en sus decoraciones que pasaron de ser tupidas y sobrias a mucho más decorativas y con gran riqueza de color. No obstante, fue la evolución de la pasta trabajada la que diferenció los distintos períodos, puesto que su diferente dureza permitió moldear diferentes formas. En este estudio nos centraremos en el siglo XVIII, momento en el cual la loza fina, porcelana tierna y tierra de pipa moldearon cientos de piezas, pero, ¿realmente somos conscientes de su gran variedad?

Las piezas de la Real Fábrica de Alcora Los inventarios de la fábrica demuestran que existieron más de trescientos modelos diferentes que se llevaron a cabo en la manufactura (Casanova 2007:109). Ante la gran riqueza de sus trabajos propongo en este apartado distinguir entre nueve grandes bloques: 2 Con la Revolución Francesa la Fábrica de la Reina fue arrasada puesto que ésta era un símbolo de poder absolutista. Algo parecido sucedió con la Fábrica del Buen Retiro de Carlos III, que fue completamente eliminada por los ejércitos franceses puesto que era identidad del poder real de los Borbones en España. 3 Se casó en segundas nupcias con la nieta de su hermana, María Pilar de Silva Palafox, la hija del Duque de Híjar, su futuro heredero.

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1. Cerámica arquitectónica Durante el siglo XVIII fue Valencia y no Alcora, el centro de producción azulejera más importante4. Ello quedó reflejado en su indudable calidad técnica y artística que evidenciaron su primacía sobre el resto. Joan Feliu resalta en su tesis doctoral La cerámica arquitectónica de Onda en el siglo XIX la producción artística que se llevó a cabo en la fábrica de Esteban Ferrán, Manuel Alapont y Vicente Navarro (Feliu 1998). Aunque no fue el más destaco, este producto también fue realizado en la Real Fábrica de Alcora y ello quedó reflejado en diferentes trabajos minuciosos sobre las baldosas que pretendieron acicalar los lugares a los que iban destinados. Así pues, hay constancia de que existieron composiciones empleadas para revestimiento y para pavimento en lugares civiles y religiosos5. Uno de los paneles más interesantes que se conservan en la actualidad es el que encontramos en el Museo de Cerámica de Alcora (nº inv. 404). El conjunto, de grandes dimensiones (225x200 cm), representa a la Fama, con alas de águila, sentada sobre el mundo y tocando la trompeta. En el cetro aparece una filacteria en la que se personifican los signos del zodiaco. La posición que adopta la alegoría alude a la victoria sobre el mundo, pero al no conocer el contexto en el que fue creada no podemos interpretar correctamente la obra. La escena está acompañada por tres angelotes que juegan con flores y telas e interactúan entre ellos. La representación junto al cetro no simboliza un elemento innovador puesto que la Fama ha sido acompañada de este en diferentes ocasiones. Lo verdaderamente interesante es la dimensión que alcanza el globo terráqueo puesto que ocupa en la imagen el mismo protagonismo que la alegoría. Pero no siempre se trataban de azulejos reservados a crear paneles que narraran historias, leyendas o escenas, sino que la Real Fábrica también realizó materiales para engalanar paredes completas, es decir, azulejos que tenían como finalidad crear una agradable pared alicatada. Éstos, por norma general, formaban ramilletes de flores o juegos geométricos. Junto a ellos también incluimos los destinados a embellecer el remate del chapado o los que se incorporaban aleatoriamente entre los azulejos lisos. Del mismo modo observamos las típicas decoraciones de las cocinas, paneles completos y muy labrados que se realizaron en este periodo por diferentes fábricas de azulejos, al igual que se plasmó en la condal. Un bonito ejemplo lo encontramos en el palacio de la marquesa de Benicarló con azulejos que muestran el arte culinario de la época y los vestidos populares realizado en la Real Fábrica de Alcora (García 1980:32).

2. Piezas decorativas Si algo caracterizó a la creación artística llevada a cabo en la Real Fábrica de Alcora fue el trabajo realizado en molde para crear, sobre todo, las piezas de vajilla pero, del mismo modo, también se realizaron magníficos trabajos destinados a engalanar las estancias como fueron búcaros, porta flores, tuliperos, centros de mesas, candelabros, canastillas, etcétera. Todas estas formas fueron acompañadas por majestuosas figuras que tenían como única finalidad asombrar a los invitados y demostrar el alto gusto y conocimiento en el arte de quienes las poseían. Así pues, en la producción realizada en la Real Fábrica podemos encontrar desde trabajos minuciosos en forma de animales destinados a realzar los escritorios o mesas de las estancias personales a delicados trabajos de gran tamaño con un significado propio, como es el conjunto de las cuatro estaciones, el Toro de Farnesio (nº inv. D03-02)6, alegorías y otras figuras escultóricas expuestas en diferentes museos. Entre todas ellas resaltaré una serie de figuras de la Comedie dell’Arte que se realizaron en la segunda mitad del siglo XVIII y que hoy en día pueden contemplarse en exposiciones por todo el mundo. Así encontramos, por ejemplo, a tres de estas en la colección permanente de Laia Bosch en el Museo Nacional de Cerámica y de las Artes Suntuarias González Martí de Valencia (nº inv. 14.469, 14.470 y 14.471) y a cuatro de las mismas en la colección privada de Torrecid que podemos visitar en el Museo de 4 Imprescindible revisar toda la aportación realizada por Inocencio Vicente Pérez Guillén, el mayor especialista de cerámica valenciana. 5 Interesante aportación la que se realiza en el trabajo J. Feliu; V. Ortells, et al., Historia del retablo cerámico en La Plana de Castelló: análisis de un recurso patrimonial, Fundación Dávalos Fletches, Castellón, 2007, sobre los retablos devociones de la provincia de Castellón. 6 Pieza de colección privada que se encuentra en depósito en el Museo de Cerámica de Alcora.

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Figura de Engaño. Museo de Cerámica de Alcora (Castellón). Nº de inventario 530.

Cerámica de Alcora (nº inv. D02-01, D02-02, D02-03, D02-03). Las esculturas de bulto redondo están formadas por un joven con sombrero y con una rama en la mano, una cortesana de mediana edad que realiza un gesto como de grito fuerte y un mancebo con una manzana. También cabría destacar la realización en la Real Fábrica de Alcora de una serie de platos de engaño creados por imaginación del propio artista que mostraban un juego entre lo real y la fantasía que revelaba la calidad del producto. Este tipo de trabajos entraron en la península española por influencia de Moustiers y desde la Manufactura se extendieron por los diferentes centros cerámicos. Uno de los motivos que más se repitió en la producción alcoreña fueron los platos con frutos como higos, peras y manzanas entre otros. La representación animal, menos frecuente, también estuvo presente en este género como es el caso del ejemplo que se muestra a continuación en el que se reproducen una lagartija y una serpiente enroscadas.

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Medallón X Conde de Aranda. The Hispanic Society of America de Nueva York. Nº de inventario: LE1891

3. Retratos Durante el periodo en el que el conde fue embajador en la corte parisina conoció el producto de porcelana francesa y, tras quedar prendado de los bustos a tamaño natural que se realizaban en la fábrica de Sèvres, solicitó la creación del suyo propio en su Real Fábrica de Loza Fina y Porcelana de Alcora. Alrededor de la década de los ochenta del siglo XVIII, Aranda contó con el primero de una serie de bustos que seguirá realizándose tras su fallecimiento (Calvo 2016) Hoy en día podemos contemplarlos en diferentes museos como el Arqueológico Nacional de Madrid, el Museo de Bellas Artes de Castellón, Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias de Valencia, Museo de Cerámica de Alcora, The Hispanic Society of America, etcétera. La figura del molde no fue la única moldeada en los talleres de la Real Fábrica sino que también aparecen otras como la de don Agustín de Silva y Palafox, duque de Hijar que se conserva en el Museo de Artes Decorativas de Madrid (nº inv. CE26441) y el busto de un caballero anónimo que se encuentra expuesta en el mismo lugar (nº inv. CE27282). Durante el siglo XIX también siguieron realizándose este tipo de trabajos e incluso llegaron a ser más abundantes entre sus creaciones. Como ejemplo encontramos un busto de Fernando VII sobre peana circular con borde perlado que se encuentra en el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí (nº inv. CE1/01220). Dentro de este mismo apartado hacemos referencia a un número de medallones y tondos con relieves y bajo relieves de rostros que se llevaron a cabo en la fábrica condal. Éstos, aunque no son de los productos que más se realizaron en la manufactura, se pueden considerar que forman parte de las joyas artísticas más reconocidas de ella. Uno de los ejemplos más notorios es el bajo relieve enmarcado con borde perlado del X conde de Aranda que se conserva en The Hispanic Society of America de Nueva York (nº inv. LE1891). En el trabajo encontramos a la figura de Aranda en disposición ladeada y rodeado con una serie de atributos que resumen la vida y contribución del Conde: elementos de guerra como son los instrumentos y estandartes que aluden a su carrera militar, textos que indican su carácter ilustrado, utensilios de vajilla como símbolo de su mecenazgo de la porcelana en España y planos enrollados que aluden a su carisma y trabajo por la patria.


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4. Piezas de utilidad personal Del mismo modo que se realizaban piezas para embellecer las estancias a las que iban destinadas, también encontramos que una pequeña parte de su producción estaba reservada a la utilidad personal de quienes las solicitaban o de aquellos que les llegaba tras ser obsequiadas. Dentro este grupo incluimos cajas para el tabaco, joyeros, cestas, estufas, etcétera. Algunos de los ejemplos que podemos nombrar es una caja de tabaco que se encuentra en The Hispanic Society (nº inv. LE1952). El magnífico trabajo que se realiza en dicha pieza la convierte en una joya de la manufactura. En ella se combina loza fina y plata, y se decora con una rica gama de pigmentos que ilustran la pieza. En sus laterales aparecen representaciones arquitectónicas y femeninas con un trabajo muy similar al que se realizó en la serie «rallado rojo». En la tapa aparece una escena más cuidada, con cinco personajes relacionándose entre ellos (Connors 2005:264). Para este tipo de piezas también fue muy utilizada la tierra de pipa que, por su capacidad moldeable, permitió realizar trabajos que imitaban al mimbre. Con ella se crearon cestas destinadas tanto para depositar objetos de valor personal en las estancias de las damas como para embellecerlas. Otro de los elementos que incluyo en este apartado son las escribanías que se realizaron con un logrado trabajo de moldurado formando por diferentes piezas. La primera es la base sobre la que se depositaban los recipientes de la tinta, el arenero y el portaplumas. Este tipo de piezas requieren un estudio a fondo porque su variedad de formas fue muy rica en la producción condal. También tenemos noticia de una serie de piezas que demuestran que no existían límites a la hora de obtener productos de lujo para cualquier utilidad. Uno de los ejemplos es una fabulosa cajetilla para el transporte de tabaco que también se conserva en la Hispanic Society (nº inv. LE1938). El recipiente, en forma de delfín, está decorado con un trabajo magnífico e, incluso, el tapón se adornó con la pintura de una escena cotidiana. Éste es un claro reflejo del cambio que experimentó la Real Fábrica en las últimas décadas del siglo XVIII hacia la creación de objetos de lujo de pequeño tamaño y de estilo más elegante, en los que Julián López era un gran especialista (García 1980: 32). El deseo por la diferencia y por aparentar llegó a tal límite en estos momentos que incluso conocemos la existencia de la fabricación de bacines, ordinariamente llamados orinales, hechos en la Real Fábrica de Alcora con un trabajo minucioso como si de un plato para servir las mejores exquisiteces alimenticias se tratase. Pero esto no fue lo único puesto que también se han conservado escupideras, pequeños recipientes de loza que se utilizaban para salivar en ellos.

5. Piezas de mobiliario Además de toda esta tipología de piezas que se realizaron para el uso personal o destinado a embellecer, también se plasmaron otros cuyo uso era el mobiliario. La capacidad moldeable que ofrece la cerámica llevó a que de dicho material se realizaran verdaderas obras de arte, con unos acabados de gran riqueza en sus detalles. Tal vez, no todos los nombrados pueden ser considerados muebles pero entiendo que en el siglo XVIII sí que pudieron ser utilizados para ello. El primero es el aguamanil, conjunto destinado para la higiene personal y que estaba formado por dos piezas: una que se colocaba en la parte superior, anclada a la pared o a una madera, funcionando como depósito del agua y que contenía un grifo que daba paso o lo cerraba ―sustituyó al tradicional jarro con pico vertedero y asa grande donde se almacenaba el agua que después era vertida sobre la zafa―, y un segundo elemento, la jofaina, palangana profunda donde se depositaba el agua vertida para su utilización. Este tipo de piezas, al ser de gran tamaño, ofrecieron mucho juego para los pintores quienes realizaron en ella verdaderas obras maestras. Un magnífico ejemplo, compuesto por peana y tapadera y con grifo metálico, lo podemos contemplar en la colección de Laia-Bosch (nº inv. 1/15231). La decoración es floral, con rallado rojo, y en sus laterales aparecen dos mascarones ladeados y un frontal donde se dispone el grifo. La zafa, lugar donde se recoge el agua, sigue la misma decoración que se extiende tanto dentro como fuera del recipiente. Este tipo de

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Consola. Museum of Fine Arts (Boston). Nº de inventario: 2010.585.

piezas en algún caso eran ancladas a un mueble de madera y en otros lo hacían a las propias paredes. El nuevo estilo rococó, que irrumpió con fuerza en Francia en el siglo XVIII, se adecuaba perfectamente a los objetos mobiliarios por lo que los interiores de las casas se convirtieron en una especie de «museos de exposición» de la nueva corriente francesa en la que la porcelana jugó un importante papel. Una de las piezas más espectaculares que se conocen de la Real Fábrica –por no decir la más impresionante de todases una mesa que se conserva en el Museum of Fine Art de Boston (nº inv. 2010.585). Sus patas reproducen figuras humanas, músicos, que sostienen el tablero decorado con flores, todo sobre un fondo blanco y con una gama de pinturas reducida en la que resalta el dorado de los instrumentos y el amarillo, azul y verde de sus hojas. La manufactura es muy característica del estilo rococó, sus colores suaves ofrecen luminosidad y sus formas evocan a la naturaleza con las vegetales de la zona inferior de las patas.

6. Piezas devocionales El hecho de que durante el siglo XVII se considerase que la nobleza debía encarnar los mejores valores de la sociedad hizo que la religión, como valor supremo del orden moral, estuviera muy vigente en dicho estamento (García 1992:50). Por lo tanto ello influyó en el auge de las creaciones artísticas en productos de

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL lujo entre los que encontramos la loza fina y porcelana. Fue tan amplia y rica la producción en objetos devocionales que se hizo en el espacio fabril que consideramos imprescindible incorporarlo en una categoría. En las primeras ordenanzas que dictó el fundador de la Real Fábrica de Alcora encontramos que se permitía a los operarios la posibilidad de faltar veinte minutos al lugar de trabajo por su asistencia a misa. Y de igual modo también sabemos que existía un patrón oficial, San Pascual. Por lo tanto podemos afirmar que la manufactura condal no se alejó del clima religioso de la época y ello quedó reflejado en sus creaciones artísticas en las que encontraremos un gran número de «placas» devocionales en las que aparecen, sobre todo, santos y mártires. Este género se caracterizó, en la primera época, por marcos achaflanados y penocha superior e inferior, y evolucionó, en la segunda mitad del siglo XVIII, hacia otros moldes en forma de cornucopias, finalizando la centuria con estilos mucho más clásicos (Casanova 2007:110). También se realizaron «esculturas» de santos, medallones con rostros religiosos e incluso una pila bautismal que aparece reflejada en el inventario de la fábrica de 17637, algo poco usual en sus trabajos pero no por ello imposible de realizar. Como no podía ser de otra manera las figuras de santos y santas también estuvieron presentes pero fue en el siglo XIX cuando cobraron más importancia. Un ejemplo que se ha conservado hasta nuestros días es Santa Inés, realizada por José Ferrer y conservada en el Museu del Disseny de Barcelona. Lo verdaderamente interesante fue la riqueza con la que se decoraron las placas dedicadas a narrar episodios religiosos. Imaginamos que ello fue debido al poder económico de sus demandantes, quienes no escatimaron en gastos para su realización. Además, el espacio fabril invirtió en moldes que realizó específicamente para ellas con relieves de ángeles y volutas, lo que nos indica que sería uno de sus trabajos estrella. Esto queda reforzado por las piezas conservadas en las diferentes colecciones museísticas lo cual nos da a entender que el interés en la época fue bastante elevado. En la pieza que mostramos como ejemplo aparece San José con el niño Jesús en brazos en su taller (nº inv. 498, mca). Sobre éste se dibuja un rompimiento de gloria en el que aparece Dios rodeado de angelotes. Placa Las labores de San José y la Virgen. En un segundo plano, a la derecha, la Virgen coronada Museo de Cerámica de Alcora (Castellón). Nº de inventario: 498. de estrellas aparece tejiendo. Dios les observa desde un plano superior. La escena se encuentra rodeada por un marco que combina diferentes colores y que está rematado por un ángel en la parte superior, volutas a su alrededor y una inscripción en la que se lee «S. Ioseph ora pro nobis». Este mismo trabajo lo comparten otro tipo de placas como la de San Antonio de Padua que se conserva en The Hispanic Society of America (nº inv. LE1887) y la de la Virgen Inmaculada de la colección permanente de Laia Bosch en el Museo Nacional de Cerámica y de las Artes Suntuarias González Martí de Valencia (nº inv. 1/14.493), lo que hace pensar que los tres mencionados podrían tratarse de una misma serie. Por otro lado, también contamos con imágenes religiosas que se realizaron sobre «azulejos» que formaban paneles y que estaban destinadas a ensalzar a los santos o patrones y a embellecer lugares de culto. Uno de los ejemplos lo encontramos es el panel que enriqueció el patio de la Fábrica desde el siglo XVIII 7 1765, julio 25. San Ildefonso. “Real Cédula con la prórroga de los privilegios de la Real Fábrica del Conde en Alcora”. Archivo de la Diputación de Castellón (ADC), caja 54, carpeta 42.

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL hasta el XIX y que en la actualidad es propiedad de la Fundación Caja de Castellón. El conjunto está formado por una placa central que narra la aparición de María al apóstol Santiago sobre una columna de jaspe, en la ciudad de Zaragoza. Será a raíz de esta leyenda por la que se construya un santuario dedicado a la devoción a la Virgen que hoy en día es conocido como la Basílica del Pilar. En dicho panel devocional encontramos en el centro a la Virgen con el Niño en brazos, al fondo la ciudad de Zaragoza y el río Ebro. Todo ello alude a la tierra de procedencia de los creadores y propietarios de la Real Fábrica, los condes de Aranda. A los pies de la Virgen y a la derecha de la imagen encontramos a Santiago, también denominado San Jaime, a quien se le apareció María, por lo que se hace una clara alusión a la leyenda de la virgen del Pilar. Lo verdaderamente interesante es que, junto a éste, se encuentra san Pascual, apóstol ajeno a toda la tradición zaragozana. Este era el patrón de la Real Fábrica de Alcora por lo que se hace referencia al espacio fabril. La escena está rodeada por un conjunto de dieciocho azulejos con motivos de rocalla arquitectónica y floral. En la zona inferior aparece inscrita la fecha, que coincide con el mes que se celebra la festividad de la virgen, octubre. El año -68- puede apuntar al momento de su creación o al de su colocación. Placa Las labores de San José y la Virgen. Además de las placas y paneles, también se Museo de Cerámica de Alcora (Castellón). crearon grandes azulejos en los que se represenNº de inventario: 498. taban escenas religiosas. Éstas, en el mayor de los casos, estaban destinadas a adornar los lugares de culto. Uno de los casos más cercanos a la propia fábrica fue la ermita del Calvario de Alcora, reformada en la segunda mitad del siglo XVIII y en la que se incluyeron importantes obras pertenecientes a la manufactura alcorina. Con la entrada del ejército de Napoleón en España y con el saqueo que sufrió todo el país en dicha invasión, muchas de estas fueron robadas. Hoy en día se conservan cuatro que forman parte de la colección privada de la parroquia y que están cedidas al Museo de Cerámica de la población para el disfrute de todos sus visitantes (nº inv. D0601, D0602, D0603 y D0604). En ellas encontramos una pincelada muy precisa con un rico abanico de colores. Su autor fue José Ferrer, uno de los pintores de la fábrica más reputados de todos los tiempos, quien reflejó en su trabajo los momentos del viacrucis de Cristo. Aunque se escape de nuestro periodo cabe resaltar que durante los siglos XIX y XX se crearon una serie de objetos conocidos como benditeras, de pequeño tamaño y realizados con diferentes moldes y decoraciones. Estas contenían un pequeño recipiente donde se introducía el agua bendita y se colgaban en las entradas de las casas para uso familiar. Su utilidad era la misma que la de las pilas de agua bendita que se encuentran en las entradas de las iglesias, es decir, para santiguarse. La producción de éstas siguió en la etapa industrial ―mediados siglo XIX― y fue un género muy realizado en los diferentes talleres que abrieron sus puertas en la población de Alcora paralelo a la producción de la Real Fábrica.

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Izq.: Conjunto de vajilla. Colección Laia Bosch. Museo de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí (Valencia). Nº inventario: pato 1/14522, azucarero 1/14536, jarra 1/14537. Dcha.: Plato. Museo The Hispacic Society of América, Nº inv. LE1912.

7. Vajillas. No es de extrañar que en la mentalidad y los intereses de la nobleza del siglo XVIII sus casas y palacios se convirtieran en auténticos núcleos de actividad intelectual. Tomar té, café y leer periódicos en un entorno sociable formó parte de la sociabilidad de la Ilustración por lo que los bailes, conciertos, banquetes y las fiestas fueron momentos idóneos para mostrar el gusto refinado de sus organizadores a través de las «vajillas» (Outram 2008:62). La loza fina y porcelana se adaptaron a la perfección a las nuevas demandas del momento, tanto a la moda de las piezas de mesa –conocidas como «a la francesa»– que se había impuesto en el setecientos como a las de uso personal que mostraremos a continuación (Álvaro 2005:283). La sección de piezas de vajilla fue, sin duda, el producto estrella de la Real Fábrica, sobre todo en el siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Entre su producción podemos encontrar: azucareros, vinagreras, bandejas, bomboneras, botellas, botijos, buillones, cafeteras, castañeras, chocolateras, compoteras, copas, especieros, fuentes, jarras, mancerinas y sus jícaras, legumbreras, platos, refresqueras, salseras, salvillas, saleros, soperas, terrinas, tarros, tazas y tazones, teteras y palilleros. Todos y cada uno de los productos seguían, por norma general, un mismo molde o un grupo reducido de moldes ―podía existir tres o cuatro formas para su realización― y eran decorados de diferentes maneras formando así el rico legado de series que nos ha dejado la Real Fábrica. Así encontramos los famosos recipientes para salsa que podían ser en forma de animales, como el carnero o perdiz, muy característicos en la creación condal, o por el contrario en forma de recipiente sencillo8. Del mismo modo sucede con las mancerinas, una especie de bandejas con pocito en el centro donde se introducía la jícara ―parecido a una taza― y que tenían como función evitar que el chocolate se derramara en el plato por el movimiento del pulso al ser transportado. Éstas fueron «inventadas» por el virrey de Perú Mancera en el siglo anterior (García 1980: 30) y en la producción condal fueron abundantes gracias al auge de los salones de té, café y chocolate que surgieron en Europa a finales del siglo XVII, que se convirtieron en un lugar de debate y de encuentro para la sociedad dieciochesca (Outram 2008:62). En consecuencia, el interés por dialogar con una taza en la mano se extendió tanto en lo público como en lo privado y la demanda de los utensilios necesarios para ello se disparó. Esta es la explicación que se ofrece para la realización de la 8 Se puede consultar la colección de este género en la página del Museo de Cerámica de Alcora: http://www.museulalcora. es/72005_es/Fauna-enga%C3%B1o/

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rica gama de piezas destinadas a ello que, como podemos ver en el ejemplo que mostramos, podía ser en forma de hoja de parra, concha, ave, moldurada o lisa. Por regla general, todos estos productos formaban parte de un conjunto de diferentes piezas, realizadas con la misma decoración y formando así el juego de mesa que demostraba el gusto de su propietario. En algunas ocasiones se añadían escudos heráldicos, divisas o elementos particulares que personalizaban la obra. La incorporación de esta decoración heráldica en la loza se inició mucho antes de la época de estudio pero continuó durante el siglo XVIII9 como reflejan algunos de los trabajos realizados en la fábrica condal. Hasta nuestros días han llegado algunas de las piezas que contienen escudos dinásticos, junto a los que se colocaron elementos decorativos que embellecían la loza, siendo los florales o de puntilla los más utilizados. Dos ejemplos podemos encontrar en diferentes museos. El primer de ellos en el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí en el que encontramos un escudo con corona marquesal perteneciente de la familia Beltrani en una fabulosa bandeja de loza esmaltada con cubierta estannífera (nº inv. 1/15235), y el segundo ejemplo un plato de forma circular con bordeas moldeados y decorados procedente de la Hispacic Society en el que aparece un escudo de armas con corona condal dividido en cuatro cuarteles y rodeado de elementos que aluden a la actividad guerrera.

8. Piezas de oficios En el penúltimo apartado se hace referencia a las piezas funcionales, es decir, aquellas que además de embellecer tenían una función que desempeñar. Dentro de este grupo hay dos utensilios que se repiten en numerosas ocasiones, es decir, que se producen considerablemente en el transcurso del siglo XVIII y XIX. Por un lado surgen los albarelos, recipientes de forma cilíndrica que utilizaban los boticarios para guardar y conservar las drogas y las preparaciones que realizaban ―tanto sólidas como viscosas―. Este tipo de utensilios cuenta con una tradición previa a la alcorina puesto que ya conocemos de su existencia en centros productores como Talavera o Manises entre otros. Estos objetos se adornaron con diferentes estilos y en la mayoría de los casos iba acompañado con una inscripción que indicaba el producto que se depositaba en su interior. Otra de las piezas que fueron abundantes en la producción condal fueron las bacías, vasijas que utilizaban los barberos para remojar la barba. Éstas, al igual que el modelo anteriormente expuesto, estaban decoradas por las diferentes series de la fábrica e incluso se llegaron a personalizar con escudos heráldicos. Imaginamos que en estos casos las bacías eran encargadas para regalar. De igual modo, también se crearon bacías con nombres propios y realizadas con materiales de prestigio como podía ser el efecto dorado. De los primeros años del siglo XIX se conserva una bacía de forma oval, ala lisa, decorada con el efecto dorado en la que podemos leer «Mª Tomas Audi».

Bacía. Museo de Cerámica de Alcora. Nº inv. MCA505.

9 Como ejemplo encontramos el famoso plato que conserva en el Museo Nacional de Cerámica de Sèvres, realizado en Manises en el siglo XV, en el que aparecen las armas de Aragón y Castilla y León, que hace alusión al matrimonio entre Alfonso V y María de Castilla.


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9. Lápidas funerarias. Otro de trabajos que se realizaron en la Real Fábrica de Alcora fueron las lápidas funerarias en loza. Éstas podían ser de diferentes composiciones: bien se trataban de una pieza de gran dimensión o el total estaba formado por una serie de azulejos chapados en panel. La decoración que se realizaba en ellas era variada, incluso se realizaban diseños propios para este género pero siempre como elemento secundario puesto que la escritura era su elemento principal. El Museo de la Cerámica de Alcora cuenta con una importante colección expuesta de unas cincuenta placas en las que se puede diferenciar la época dependiendo, sobre todo, del pigmento utilizado. La lápida más antigua que hemos localizado es de 1735, con decoración Berain y escritura de color azul cobalto en la que se lee «Aquí Yaze D.Thomas Villalonga; Doctor en ambos derechos. Falleció, en 14 de Setiembre. Año 1735» (nº inv. 18-01). Su sobriedad de composición será la que se repetirá, por regla general, durante la mayor parte del siglo XVIII hasta que, en las ú����������������������������������������������������������� ltimas d��������������������������������������������������� é�������������������������������������������������� cadas��������������������������������������������� y sobre todo al inicio del siglo XIX, se empezó a utilizar el reflejo dorado. Este nuevo estilo respondía a decoraciones del estilo Imperio en la que se observan tipos de grecas, guirnaldas y volutas coloreadas en dorado (Nebot 2014: 96). Hoy en día tan solo se conserva un color amarillento lo que nos da a conocer que bajo del material precioso se coloreaba con el pigmento que mejor lo imitaba para, a nuestro modo de entender, evitar que con su desprendimiento la escritura o el dibujo se volviera ilegible. Asimismo, con su utilización, también se podía esconder cualquier defecto de fabricación puesto que de no llevarlo cualquier rallado se vería de inmediato. En este tipo de trabajo también aparecían escudos heráldicos del fallecido o de la orden a la que pertenecía si era el caso. Este tipo de decoración se utilizó en los diferentes productos que se realizaron en la Real Fábrica e incluso podríamos afirmar que en algunas de sus piezas más excepcionales, llegando a ofrecer una amplia e interesante interpretación puesto que sus elementos conforman un complejo significado simbólico. La evolución de las lápidas funerarias fue evidente y pasó desde piezas lisas y coloreadas sobre un esmalte a la incorporación de relieves en sus moldes y a la utilización de una paleta mucho más rica de pigmentos y mucho más cargada en decoración abandonando así los estilos tradicionales de la Real Fábrica del conde. Hoy en día, en una población que sigue viviendo de la cerámica, siguen conservándose lápidas antiguas en el cementerio y creándose otras nuevas con soporte cerámico para decorar el lugar donde reposan los habitantes de la población.

Conclusiones Los inventarios de la fábrica demuestran que existieron más de trescientos modelos diferentes que se llevaron a cabo en la manufactura. Esto es muy interesante puesto que la variedad supera con creces a las realizas en las fábricas de Moustiers y Marsella (Casanova 2007:109), manufacturas que sirvieron de inspiración a la condal y que fueron el lugar por excelencia de procedencia de maestros durante la primera etapa de la Real Fábrica. Esto lo interpretamos como consecuencia de que fuera un conde y no un monarca su creador. Los reyes disponían de un poder económico que no precisaba de un sustento para seguir adelante con la fábrica, en cambio un conde debía, al mismo tiempo que confeccionar piezas espectaculares, crear otras no tan pretenciosas que estuvieran al acceso de muchos más y que le proporcionaran los ingresos necesarios para seguir adelante con la manufactura. Gracias a esta dualidad, la riqueza de piezas alcoreñas es amplísima. De toda la producción del siglo XVIII cabe resaltar, por el número de piezas realizado y por la gran variedad y riqueza que encontramos en ellas, el que forma la vajilla. Durante esta centuria aumentó el gusto por la variedad de comida en la mesa, lo cual requería un gran número de utensilios para ser servida. Esto, junto a la proliferación de los banquetes y de las tertulias con la taza de café, té o chocolate en la mano, provocó una gran demanda de las vajillas durante el siglo XVIII. De ahí que esta fuera el género más realizado durante dicho periodo. •

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YELLOWSTONE

PAISAJE Y PATRIMONIO Constanza Ceruti | constanza_ceruti@yahoo.com CONICET. Instituto de Investigaciones de Alta Montaña (UCASAL)

Yellowstone es una de las calderas volcánicas más grandes del mundo. Dentro de su contorno quedan comprendidas diversas cuencas de géiseres, las cuales en tiempos antiguos eran visitadas ocasionalmente por jóvenes nativos Shoshone y Crow en el marco de sus búsquedas de visiones. Este trabajo procura arrojar luz sobre aspectos culturales vinculados a la caldera de Yellowstone, un paisaje norteamericano cuyo carácter emblemático e importancia simbólica continúan acrecentándose con el paso de los siglos. El presente artículo se estructura en torno a distintos tópicos vinculados al patrimonio natural y cultural de la región, los cuales pueden resultar de interés para quienes se desempeñan en el ámbito de la geografía, la historia, la antropología, la arqueología, el turismo o la gestión patrimonial. Palabras clave: Yellowstone, patrimonio, nativos americanos, paisaje


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Vista de la caldera de Yellowstone. (© 2015, Constanza Ceruti)

Introducción a la caldera de Yellowstone El origen de Yellowstone se remonta a unos dos millones de años. La caldera ocupa una superficie de 45 por 30 millas aproximadamente, por lo que es considerada como una de las formaciones volcánicas más grandes del continente. Desde el punto de vista geomorfológico se trata en realidad de dos calderas, situadas una al interior de la otra y modificadas por sucesivas erupciones ocurridas 1.3 millones y 640.000 años atrás. El conjunto de geiseres que alberga Yellowstone es el más numeroso del mundo, superando ampliamente al de otras áreas geotermales como las de Rotorúa ―en la isla Norte de Nueva Zelanda―, El Tatio ―en el desierto de Atacama en Chile― e Islandia. Los desafíos que el paisaje de Yellowstone opone a la ocupación humana son numerosos y de naturaleza diversa. La hipotermia, el aislamiento ocasionado por tormentas de nieve, el peligro de congelamiento y hasta el riesgo de muerte por exposición al frío han determinado que tradicionalmente, la mayor parte de caldera permaneciera cerrada al turismo durante época invernal. Solamente en los últimos años se ha comenzado a permitir el acceso invernal a ciertas zonas apartadas, a partir de la incorporación de las motos de nieve como medio de locomoción alternativo. En verano las tormentas eléctricas en áreas hidrotermales aumentan el riesgo de fulguración por el rayo. Además, los troncos de los árboles quemados como consecuencia de incendios forestales o de la cambiante actividad geotermal revisten peligro de caída, en particular cuando soplan fuertes vientos. A los fantasmagóricos troncos crujientes sacudidos por las ráfagas se los conoce con el nombre de «hacedores de viudas» ―widow makers―.

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Cono de pesca en el lago de Yellowstone (© 2015, Constanza Ceruti)

Finalmente cabe mencionar los peligros vinculados a la actividad geotermal. Si bien las emanaciones de las fumarolas suelen ser inocuas, no se puede soslayar el riesgo de quemaduras ocasionadas por agua hirviendo de los cráteres, geiseres y fuentes termales; así como por los barros hirvientes y las orillas de las lagunas termales, propensas a colapsar bajo el peso de quien se posa sobre ellas. Los carteles admonitorios colocados en la entrada a cada una de las áreas geotermales del parque nacional insisten en prevenir al visitante acerca de estos peligros.

Fenómenos geotermales y usos del paisaje Las áreas geotermales en la caldera de Yellowstone se agrupan en cuencas, cada una de las cuales ofrece ejemplos destacados de uno o más tipos de fenómenos post-volcánicos. Son cuatro las categorías de fenómenos geotermales que pueden admirarse, incluyendo geiseres, fuentes termales, fumarolas y volcanes de barro hirviente. A continuación se ofrece una descripción de cada una de las áreas geotermales más significativas, acompañada de información acerca de los procesos de formación del paisaje y el uso de las mismas en tiempos históricos. Desde la perspectiva de la historia de las mentalidades, cabe advertir que en los últimos años se ha extendido la noción de los considerables peligros que traería aparejada una erupción masiva de la caldera de Yellowstone. Dicha idea se ha extendido ampliamente en el ámbito de la cultura popular norteamericana, alcanzando espacios insospechados. En este sentido, cabe hacer referencia a una pizzería céntricamente situada en el pueblo de Jackson, las cual no solamente se llama «La Caldera» sino que se encuentra íntegramente decorada con pinturas y collages que retratan los que podría ser un evento eruptivo de gran magnitud en Yellowstone.

El Lago de Yellowstone y la cuenca de geiseres de West Thumb El Lago de Yellowstone se sitúa a una altitud cercana a los 2500 metros y tiene una extensión de 140 millas, por lo que se lo considera el lago en altura más extenso de Norteamérica. Durante milenios, bandas de cazadores nativos americanos utilizaron las costas del lago de Yellowstone para sus campamentos de verano, destinados a la caza del búfalo. Los nativos crow recorrían las orillas para la recolección de hierbas medicinales. En tanto que los shoshone y bannock todavía comparten leyendas que aluden al origen del lago.

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43 La cuenca de geiseres de West Thumb es una caldera dentro de otra caldera, situada en una bahía al oeste del Lago de Yellowstone y con vista a la cadena de los montes Absaroka. Ofrece fuentes termales que permanecen visibles sobre la costa, entre las que se cuentan las denominadas Ephedra y Perforada. La llamada Piscina Abismal ―abyss pool― es una de las termas más profundas del parque y alcanza una profundidad de 16 metros, conservando un distintivo color turquesa. Sin embargo, gran parte de los atractivos geotermales se encuentran sumergidos debajo de las aguas del lago. Tal es el caso de varios geiseres, entre ellos el famoso Cono de Pesca ―fishing cone―, el cual emerge estacionalmente, cuando el nivel de las aguas del lago baja en el otoño. Este pequeño cono termal coronado con un cráter de aguas hirvientes era utilizado antiguamente por los traperos para hervir los pescados al sacarlos directamente del agua, sin necesidad de removerlos de la caña de pescar.

El volcán de barro y la caldera sulfurosa Los barros hirvientes se forman en presencia de aguas termales ácidas que disuelven la roca circundante formando una arcilla barrosa que se mantiene en estado de ebullición. Uno de los rasgos más ácidos en todo Yellwstone se encuentra a orillas del río homónimo: se trata de la llamada «caldera sulfurosa» que se destaca por el color amarillento de sus barros. La liberación de gases compuestos de sulfuros hidrogenados determina el olor pungente a huevo podrido que acompaña a estos rasgos geotermales. El volcán de barro de Yellowstone se ubica en las inmediaciones de la caldera sulfurosa, en un paisaje de colinas cubiertas por árboles quemados por el vapor y las fumarolas. La zona es visitada frecuentemente por manadas de bisontes que aprovechan el microclima relativamente cálido en épocas invernales. En efecto, durante nuestra caminata nos vimos obligados a volver sobre nuestros pasos en razón de los numerosos búfalos que pastaban en el sendero. No es de extrañar entonces que la mitología de los crow refleje dicha tendencia, explicando el origen de algunos de los rasgos más distintivos allí presentes mediante leyendas que los vinculan a estos animales. Para los crow, la fuente termal «Boca de Dragón» ―como fuera ulteriormente llamada por los exploradores anglos― es el resultado de la transformación de un bisonte enojado; de allí los sonidos que salen de la fuente y que se asemejan a rugidos y mugidos. Volcán de Barro que forma parte de la mitología de los crow (© 2015, Constanza Ceruti)

Las terrazas termales de Mammoth y el Fuerte de Yellowstone Formadas por depósitos minerales generados por aguas termales que fluyen sobre pendientes de roca caliza, las terrazas termales de Mammoth pueden ser concebidas como esculturas vivientes. El agua caliente, que surge a una temperatura cercana a 73 C°, se derrama erosionando el carbonato de calcio en la roca madre y depositándolo para formar las sucesivas terrazas. Estas geoformas en Yellowstone constituyen uno de los ejemplos mundiales más destacados de terrazas de travertino. Reciben nombres con resonancias poéticas decimonónicas, tales como Terraza Opali-


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Izq.: Terrazas de travertino en Mamut. Dcha.: Formaciones usadas por los shoshone para obtener pintura blanca (© 2015, Constanza Ceruti)

na, Terraza de Minerva, Fuente Canaria o Terraza del Ángel. Otro ejemplo de terrazas de travertino que he podido visitar se encuentra en los blanquísimos «castillos de algodón» en Pamukkale ―Turquía―. En tiempos antiguos las terrazas de Mammoth fueron utilizadas por los Shoshone y Bannock en el aprovisionamiento de minerales para la elaboración de pintura blanca. A fines del siglo XIX sirvieron de marco paisajístico para la construcción del Fuerte de Yellowstone. En 1886 se instalaron allí más de trescientas familias de soldados y miembros de las fuerzas militares, destinados a la custodia inicial del parque. Su misión era impedir la caza furtiva y minimizar el impacto del incipiente pero agresivo turismo. Testigos de sus esfuerzos son las antiguas barracas de caballería y los cuarteles de oficiales. Hoy en día, mientras los turistas recorren maravillados las pasarelas que conducen a las terrazas termales, las calles del fuerte de Yellowstone son patrulladas por decenas de alces.

El pico Bunsen y la cantera de obsidiana La caldera de Yellowstone se encuentra delimitada por cadenas montañosas de baja elevación. Al este del parque se extienden los montes Absaroka, con alturas máximas que superan los 3000 metros, tales como en las cimas de Eagle´s Peak y Avalanche Peak. Hacia el norte, el borde de la caldera queda señalado por conos de origen volcánico, dotados de farallones abruptos. Tal es el caso del pico Bunsen, que alcanza la modesta altura de 2610 metros sobre el nivel del mar. Realizamos un ascenso a pie a la cima del pico Bunsen en un día de otoño con fuertes vientos y bajas temperaturas, que anticipaba la llegada del invierno. Durante la caminata por el bosque en las faldas del pequeño volcán me sentí nerviosa por la presencia de osos grizzlies que son frecuentemente avistados en este sector del parque. La cima de la montaña ofrecía unas vistas espléndidas hacia los montes circundantes y en dirección a las terrazas de Mammoth. Recorrí toda el área de la cima, que cuenta con dos promontorios, advirtiendo la presencia de fogones y apilamientos rocosos que podrían estar vinculados a ritos de búsqueda de visiones. Al descender del volcán, en una planicie que se forma junto a un recodo del río, mi colega Paul Depascale ―arqueólogo del servicio de Parques Nacionales de USA― no tardó en identificar un sitio cultural con material lítico en superficie. A la inspección visual advertimos la presencia de lascas de obsidiana, a las que los antiguos cazadores habrían dado forma para convertir en instrumentos cortantes y puntas. En las

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La autora asciende al Pico Bunsen (© 2015, Constanza Ceruti)

inmediaciones de Bunsen Peak se encuentra Obsidian Cliff, una importante cantera de vidrio volcánico que ha sido utilizada durante milenios por los nativos americanos y sus ancestros. A lo lejos se podían divisar las fumarolas de Roaring Mountain, el «Monte que ruge» y la cuenca de geiseres de Norris, que sería nuestro siguiente punto de exploración.

La cuenca de geiseres de Norris La cuenca de Norris se ubica dentro de la gran caldera de Yellowstone pero fuera de la caldera más pequeña, en una zona sísmica donde convergen tres fallas tectónicas, lo que da cuenta de su intenso dinamismo. Todos los años aparecen nuevos rasgos termales, con fuentes de agua hirviendo que se transforman en géiseres o volcanes de barro. Las perturbaciones termales son frecuentes y pueden durar hasta una semana. Esta cuenca se caracteriza por la abundancia de sus aguas termales y la presencia de constantes fumarolas. Las piscinas termales se forman donde los conductos subterráneos no están obstruidos; en tanto que las fumarolas se forman en conductos casi secos, donde la poca humedad se convierte rápidamente en vapor. Las fumarolas pueden alcanzar una temperatura de 200 F° y entre las más llamativas del área se cuentan las llamadas «Huracán Vent» y «Boca de Ballena». Norris se distingue de otras cuencas de géiseres de Yellowstone por la presencia de piscinas de color azul claro lechoso, saturadas de silicatos, que son el principal componente del vidrio. Dichas formaciones geotermales reciben el nombre de �������������������������������������������������������������������� «������������������������������������������������������������������� piscinas de porcelana���������������������������������������������� »��������������������������������������������� . También se encuentran allí numerosos géiseres llamados Monarca, Minuto, Perla, Palpitador o Echinus. El famoso Steamboat es el geiser más alto del mundo, con erupciones pueden alcanzar casi cien metros de altura. Es de lamentar que las mismas resulten enteramente impredecibles. En el acceso a la cuenca se ha construido un museo que lleva también el nombre de Philetus Norris, el primer intendente del parque de Yellowstone. El museo está albergado en un edificio que data de 1930 y que ha sido declarado como National Historic Landmark, tratándose de un interesante ejemplo de la llamada «arquitectura de parques» o «parkitecture» en la que se combinan materiales locales empleados en estado cuasi natural ―por ejemplo troncos de árboles sin descortezar― con el fin de favorecer la mímesis de la construcción con el entorno boscoso.


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Las piscinas de porcelana en la cuenca Norris (© 2015, Constanza Ceruti)

Los «potes de pintura» de la cuenca baja La cuenca baja de Yellowstone se caracteriza por la abundancia y extensión de sus alfombras de bacterias y algas termófilas. Los distintos colores y tonalidades - amarillo, marrón, naranja, verde esmeralda o negro verdoso, evidencian diferencias en las temperaturas del agua. Es en esta cuenca donde se identificaron los organismos termófilos conocidos como thermus aquaticus, que llegaron a revolucionar los estudios genéticos por su aplicación al procesamiento del ADN. En la antigüedad, los coloridos barros eran utilizados por los nativos Crow para la obtención de pinturas con las que decoraban sus tipis. Además de los «potes de pintura» se pueden admirar los geiseres Jet, Twig, Spasm, Clepsydra y Red Spouter, cuyos nombres responden a las características de las erupciones que presentan. En las inmediaciones de la cuenca baja se puede visitar también el monumental cono del White Dome Geiser ―cúpula blanca―, el vecino cono rosado, el geiser de la Gran Fuente ―que figura prominentemente en los dibujos de los primeros exploradores― y el Lago Firehole, con sus distintivos depósitos de manganeso negro y sus aguas que alcanzan los 70 grados centígrados.

La «piscina prismática» de la cuenca media La cuenca media ofrece dos de las vistas más imponentes de la caldera de Yellowstone, además de la oportunidad de caminar envuelto literalmente en vapores y fumarolas que emergen del gigantesco cráter del geiser Excelsior. Cuando las fumarolas son disipadas por el viento, es posible admirar por algunos instantes el color turquesa de las aguas que hierven en su interior. A escasos cien metros de distancia se extiende la más grande piscina termal de Yellowstone, rodeada de alfombras de algas termófilas naranjas. La vista área de este importante rasgo geotermal parece de otro planeta y su visita deja huellas imborrables en la memoria.

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Alfombras de bacterias y algas termófilas y formaciones geotermales denominadas Potes de Pintura. (© 2015, Constanza Ceruti)

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La colorida piscina Prismática envuelta en fumarolas (© 2015, Constanza Ceruti)

Recorrí en varias oportunidades la cuenca media y en todos los casos me llamó la atención la intensidad de las fumarolas, pese a los fuertes vientos imperantes. Mi experiencia previa con fumarolas sulfurosas en el interior de cráteres activos ―como en el caso del volcán Misti en Arequipa, el volcán Etna en Sicilia o del cráter Hale Mau Mau en la caldera de Kilauea en Hawaii― me llevó instintivamente a contener la respiración, por miedo a la inhalación de gases con amoníaco. Sin embargo, las fumarolas en Yellowstone no provocan el mismo efecto irritante, pudiendo ser aspiradas sin mayor temor.

Old Faithful y otros geiseres y fuentes en la cuenca alta La cuenca alta de Yellowstone constituye la más grande concentración de geiseres en el mundo. Los geiseres se originan en áreas geotérmicas cuando la normal formación de piscinas termales se ve impedida por obstrucciones o constricciones en los conductos subterráneos. La presión generada por la acumulación de gases se resuelve en eventos eruptivos en los que los geiseres expelen violentamente chorros de agua caliente y vapores de agua. «�������������������������������������������������������������������������������������������������� Old Faithful�������������������������������������������������������������������������������������� »������������������������������������������������������������������������������������� constituye la más famosa atracción geotermal de la cuenca alta de Yellowstone. Sumamente predecibles, sus erupciones ocurren cada 90 minutos aproximadamente, alcanzando una altura de 55 metros y extendiéndose por un plazo de dos a cinco minutos. En ocasión de nuestra visita, el magnífico espectáculo natural había congregaba a un centenar de espectadores, entre quienes se destacaban por su atuendo característico, varias familias de amish y menonitas. En 1891 se construyó, a pocos pasos del famoso geiser, el gran hotel histórico que lleva su nombre, Old Faithful Inn. El primer negocio de ramos generales y otro hospedaje, Old Faithful Lodge, forman también parte del distrito histórico de la cuenca alta. Hoy en día se ha erigido junto a ellos el mayor centro de visitantes del parque. Frente al distrito histórico se extiende la llamada «Colina de los Geiseres» en la que pueden admirarse pequeños ejemplos de estos fenómenos, en los geiseres denominados Anemone, Beehive y Plume, además del geiser Solitario y del conjunto denominado Lions Group en razón de los ruidos, semejantes a rugidos, que preceden sus erupciones. Por su parte, las infrecuentes erupciones del geiser llamado Giantess son anunciadas con fuertes movimientos de tierra ocasionados por explosiones subterráneas. Son cinco los geiseres de la cuenca alta cuyas erupciones pueden ser previstas con razonable exactitud: Old Faithful, Grand Geyser, Castle Geyser, Daisy Geyser y Riverside Geyser. Grand es el geiser predecible más alto del mundo, con erupciones que alcanzan una altura de 60 metros. El vecino geiser Gigante alcanza alturas superiores a 75 metros, pero sus erupciones no pueden anticiparse.


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El geyser Old Faithful en plena erupción y hotel histórico en el Parque Nacional. (© 2015, Constanza Ceruti)

Castle Geyser, con su distintiva forma de castillo, es considerado uno de los conos geotermales más grandes del planeta. En sus inmediaciones hierve permanentemente la llamada Crested Pool, con sus distintivos bordes y sus aguas cristalinas a gran temperatura, que impiden la formación de algas termófilas. El geiser Daisy se caracteriza por la dirección de su erupción, que no es vertical sino en ángulo. Una de las más duraderas y pintorescas es la erupción del geiser Riverside, que como su nombre lo indica tiene lugar junto al río y que se extiende por veinte minutos aproximadamente. De la colorida belleza de las piscinas termales de la cuenca alta hacen eco sus nombres: Beauty Pool, Chromatic Pool y Morning Glory Pool, la más famosa. Las cuencas satelitales de Biscuit Basin y Black Sand también ofrecen ejemplos de las más espléndidas termas, que incluyen Sapphire Pool, Emerald Pool y Rainbow Pool. Durante las primeras décadas de afluencia turística, numerosas piscinas termales sufrieron actos de vandalismo como consecuencia de la ignorancia. Era frecuente entre los visitantes arrojar al interior de las pozas monedas, piedras u otros objetos que eventualmente tapaban los conductos. Afortunadamente, la concientización de los visitantes y la labor de los guarda-parques han contribuido a revertir la tendencia, haciendo posible devolver a estas maravillas naturales su belleza y esplendor original.

El cañón del Río Yellowstone y sus cascadas La erosión fluvial ha dado origen al Gran Cañón de Yellowstone, de aproximadamente 20 millas de extensión, que alcanza una profundidad de 300 metros y un ancho que oscila entre 500 y 1200 metros. Las paredes del cañón formadas por tufa volcánica y riolitas modificadas por acción geotérmica, se tiñen a la luz del sol con acentuadas tonalidades amarillas y anaranjadas, que parecen haber sido pintadas. Es probable que la coloración de las rocas haya contribuido a otorgar a la zona ―y por extensión a la caldera― el nombre de Yellowstone. El explorador Nathaniel Langford recorrió la zona en 1870 y documentó los rasgos más sobresalientes del cañón, entre los que se destacan la Cascada Superior, de aproximadamente 30 metros de altura y la Cascada Inferior, que supera los 90 metros. Ambos bordes del cañón son recorridos por senderos que unen diversos miradores con vistas a las cascadas. Topónimos tales como El mirador del artista o El promontorio de la inspiración señalan la importancia paisajística del cañón como fuente de inspiración artística para pintores, fotógrafos y turistas. Dos senderos descienden hacia las profundidades del cañón. Desde la margen septentrional, el sendero de la punta Red Rock acerca a los caminantes a un mirador natural vecino a la cascada. Desde la margen meridional, el sendero llamado Uncle Tom´s honra la memoria del primer lugareño que se dedicó a

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La piscina termal Morning Glory y cañón y cascada del Río Yellowstone (© 2015, Constanza Ceruti).

guiar visitantes hacia el interior del cañón. Dicho sendero, construido con pasarelas y escaleras de metal, desciende abruptamente hasta una plataforma ―también metálica― desde la cual se pueden observar las cascadas inferiores.

La fauna de Yellowstone En Yellowstone converge la fauna salvaje de las Rocallosas y de las Grandes Praderas. En las montañas y colinas que forman el borde de la caldera moran osos negros y osos grizzlies, que son especies típicas de las Rocallosas. La fauna de las planicies queda representada principalmente por las manadas de búfalos que se desplazan por las áreas abiertas. En los bosques abundan los ciervos y los renos; en tanto que grupos de antílopes pronghorn que pastan en el extremo norte del parque, otorgan a las inmediaciones del poblado de Gardiner el nombre de �������������������������������������������������������������������������� «������������������������������������������������������������������������� la sabana norteamericana������������������������������������������������� »������������������������������������������������ . También descienden hasta Yellowstone representantes de la fauna ártica típica de las taigas canadienses, tales como el alce o el caribú, y la marmota de panza amarilla. El lobo resulta raramente visible, pero sus aullidos suelen escucharse al caer la noche en la caldera. De los desiertos del sur ascienden a Yellowstone los coyotes, que raramente se dejan ver y cuya presencia se adivina por los sonidos con que se comunican, los cuales resultan semejantes a la risa de los niños.

Osos grises Entre la primavera y el otoño la fauna salvaje se vuelve más amenazante, frente a potenciales ataques de osos grizzlies, osos negros con sus crías, bisontes enfurecidos, pumas hambrientos y alces en celo. Los peligros acarreados por los insectos son menos evidentes, pero no hay que desestimar la peligrosidad de las garrapatas en la transmisión de enfermedades como la llamada «fiebre de las Rocallosas» ―lyme disease―. La importancia simbólica del oso para los nativos shoshone se traduce en topónimos como el de Bear Lake, que caracteriza a un bellísimo espejo de agua situado en el extremo norte de Utah. También se plasma en el arte rupestre de la cuenca Big Horn, donde abundan los motivos de huellas de osos en los petroglifos labrados sobre las piedras. Los montes Absaroka y las colinas volcánicas que encierran a la caldera de Yellowstone son hogar de osos negros, los cuales también pueblan otras cadenas montañosas norteamericanas, como los Apalaches

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Oso grizzlie fotografiado por la autora durante una caminata (© 2015, Constanza Ceruti)

o la Sierra Nevada de California. La principal diferencia radica en que Yellowstone todavía refugia a decenas de osos grizzlies, que constituyen una de las pocas especies predadoras del hombre. Los grizzlies se distinguen de los osos negros por su mayor tamaño, una tonalidad de pelaje más clara y por una distintiva joroba que presentan entre los hombros. Su peligrosidad es mayor debido a sus infrecuentes ―pero muchas veces letales― ataques predatorios hacia seres humanos. El uso de espray para osos es el único recurso efectivo para repeler el ataque frontal de un plantígrado. En mis caminatas por los bosques y montañas de Yellowstone y las Grand Tetons lo llevaba siempre a mano, colgando del cinturón y listo para su uso. También puede resultar muy peligroso sorprender a un oso que esté descansando o que se esté alimentando, por lo que se recomienda hablar en voz alta y caminar entrechocando los bastones de trekking.

Bisontes Desde hace 11000 años y hasta épocas recientes, los búfalos han constituido el fundamento de la subsistencia de los habitantes de las grandes praderas de Norteamérica. Ya entre los paleoindios se desarrolló tecnología de puntas triangulares pedunculadas diseñadas especialmente para la caza del bisonte, actividad para la cual también se aprovechaban precipicios abruptos en el terreno como despeñaderos. En tiempos históricos, la introducción del caballo y de los rifles permitió intensificar el aprovechamiento de estos animales, en torno a los cuales se desarrolló una verdadera «���������������������������� ����������������������������� cultura del bisonte��������� »�������� compartida por diversos grupos de nativos americanos de las grandes planicies ―shoshone, arapaho, lakota sioux, entre otros―. Para todos ellos, los tocados de búfalo constituyeron adornos cefálicos de gran importancia simbólica, vinculados a la dimensión sagrada del bisonte como dispensador de poder espiritual para los guerreros y chamanes. En este contexto, no es de extrañar que William Cody, quien contribuyera tan activamente a la construcción del «Lejano y salvaje Oeste» en el imaginario europeo y norteamericano, saltara a la fama por su apodo Búfalo Bill, con el que se recordaban sus andanzas como cazador de bisontes.

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Cacerías de bisontes y búsqueda de visiones de los nativos americanos Pese al carácter amenazante de la fauna y de los fenómenos climáticos y geotermales, la gran caldera ha sido tradicionalmente visitada por distintos grupos de Nativos Americanos. Entre las dos docenas de tribus que se consideran asociadas a Yellowstone se cuentan los shoshone, bannock, nez percé, blackfeet, salish, kootenai, coeur d´alene, gros ventre, assiniboine, sioux, crow, shoshone del este, arapaho del norte, chippewa, oglala, lakota, umatilla y cayuse. Predominan en los relatos etnográficos las referencias a la caldera como lugar de origen de diversas tribus. Los shoshone y los salish conciben a Yellowstone como un hogar ancestral. Los kiowa de Oklahoma, quienes ocuparon esporádicamente la caldera entre los años 1400 y 1700 de la era, sostenían que el creador les había asignado a Yellowstone como hogar a partir de una visión obtenida en el área geotermal del llamado Mud Volcano. La cacería del bisonte y la recolección de hierbas medicinales se citan entre los principales motivos para adentrarse en la caldera, al igual que el aprovisionamiento de materias primas líticas, en canteras como la denominada Obsidian Cliff. La evidencia arqueológica y los relatos orales han posibilitado identificar aproximadamente doscientos sesenta recursos etnográficos en la región, que incluyen áreas hidrotermales, lugares de origen mitológico de las tribus, sitios de matanza, senderos y canteras de obsidiana. Las razones de índole religiosa incluían la búsqueda de visiones, que acompañaba a los ritos de transición a la vida adulta de los jóvenes nativos en la mayoría de las tribus de las Rocallosas. Los crow también revisten de leyendas a dicho volcán de barro, que produce efectos sonoros semejantes a rugidos, considerando que es el resultado de la transformación de un puma. La fuente conocida como «Boca de Dragón» y situada en sus inmediaciones, es concebida como creación de un legendario héroe cultural, quien habría transformado a un peligroso bisonte come-hombres en este rasgo geotermal.

Los shosone y los comedores de ovejas (sheepeaters) Yellowstone se extiende dentro del territorio tradicional de los shoshone, quienes consideran a la caldera volcánica como su lugar de origen. Estos nativos americanos se encuentran cercanamente emparentados con los comanches, como hablantes de un dialecto similar dentro de la familia lingüística de los pueblos uto-aztecas. Las similitudes lingüísticas con otros pueblos de la gran familia athabascan se remontan hasta los tutchone que habitan en el territorio yukon del noroeste de Canadá.

Un bisonte pasta entre fumarolas sulfurosas (© 2015, Constanza Ceruti)

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL El estilo de vida nómade característico de los shoshone se cimentaba en la caza del bisonte en las cuencas de Bear Lake en Utah y a los pies de las Big Horn Mountains en Wyoming. En valles y cañones como el Cache Valley, los shoshone practicaban la recolección de bulbos, raíces y semillas. A partir del siglo XVII adoptaron el caballo, lo que les permitió aumentar considerablemente su movilidad y su territorio, si bien su relación simbólica con la caldera de Yellowstone se mantuvo incólume. Si bien en la primera mitad del siglo XIX la interacción de los shoshone con los traperos ingleses y franceses fue amigable, su estilo de vida no pudo hacer frente al impacto de la llegada de los colonos mormones. Un grupo de shoshone se resistió a la adopción del caballo y continuó con una estrategia de subsistencia precaria, en base a recursos del ambiente de montaña. Por la dependencia que desarrollaron del big horn sheep se los conoció como tukudika o «comedores de ovejas» ―sheep eaters―. Seguían a pie las migraciones estacionales de esta especie, que constituía el núcleo de su dieta, empleando perros como animales para la tracción de sus escasos enseres domésticos. Construían precarias enramadas de madera a modo de chozas ― wikiups― y elaboraban arcos para la caza empleando cornamentas que se tornaban flexibles al ser tratadas por inmersión en las aguas termales. Intercambiaban con tribus vecinas los arcos que así fabricaban y las vestimentas de cuero de oveja.

La fuga de los nez percé Entre los grupos de nativos americanos que ocuparon temporalmente en la caldera de Yellowstone se recuerda, por su singular dramatismo, el caso de las bandas de nez percé procedentes de las montañas de Oregón y comandada por los jefes Joseph, Looking Glass, Poker Joe y White Bird. En 1877, tras rebelarse contra la imposición del sistema de reservaciones, huyeron por más de 1500 kilómetros atravesando Yellowstone en dirección hacia Canadá. Un pequeño arroyo que discurre junto a los géiseres de la cuenca baja lleva el nombre de los nez percé, recordando su paso por la región. Las bandas fueron perseguidas por la caballería americana y finalmente forzadas a detenerse a pocos kilómetros de la frontera, a los pies de las montañas Bear Paws ―Garras de Oso―.

De traperos a turistas Los exploradores Lewis y Clark no se aventuraron al interior de la caldera de Yellowstone durante su épico viaje hacia el lejano Oeste de Norteamérica en 1806. Se limitaron a mencionar que los nativos americanos raramente se avecinaban a esta región en razón del temor que les suscitaba la creencia de que la tierra estaba poseída por espíritus. Creencia sustentada en los rugidos que allí se sentían, los cuales se juzgaban semejantes al trueno y que tampoco permitían el descanso de los niños. Algunos nativos americanos modernos encuentran inadecuadas las afirmaciones de estos primeros exploradores, y niegan que la percepción que sus ancestros tenían sobre este territorio estuviese fundada en el temor. Sin embargo es probable que una actitud de temor reverencial acompañara a quienes se internaban en la caldera, especialmente entre los jóvenes que se adentraran solos en el marco de una actividad espiritual y religiosa como ser la búsqueda de visiones.

Hombres de la Montaña: exploradores, traperos y scouts Uno de los miembros de la expedición de Lewis y Clark, llamado John Colter, fue el primer explorador que pasó el invierno en la región de Yellowstone entre los años 1807 y 1808. Sus relatos acerca de los fenómenos geotermales observables en la caldera fueron recibidos con incredulidad y rotulados como ������������ «����������� alucinaciones dementes» por parte de sus coterráneos en el este de Norteamérica. Movidos por el boom de la moda de las pieles de castor, los traperos y cazadores comenzaron a frecuentar Yellowstone entre 1820 y 1840. Sus descripciones de los geiseres y fuentes termales continuaron siendo recibidas con incredulidad. No obstante ello, el «relatar historias» pasó a ser parte del folclore y la identidad de estos �������������������������������������������������������������������������������� «������������������������������������������������������������������������������� hombres de montaña������������������������������������������������������������� »������������������������������������������������������������ . Han quedado para la posteridad los coloridos relatos cono-

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cidos como Bridger Stories contados por el trapero Jim Bridger, los cuales se consideran como parte del patrimonio intangible de Yellowstone. El Museo de Pinedale ha sido dedicado íntegramente a los mountain men y su peculiar modo de vida. Las historias que sobre Yellowstone contaban los mineros que viajaban a California durante la fiebre del oro también fueron desestimadas como ����������������������������������������������������������������� «���������������������������������������������������������������� alucinaciones��������������������������������������������������� »�������������������������������������������������� , atribuibles a los frecuentes estados de intoxicación etílica de los narradores. Solamente a partir de 1860, con la actividad de los exploradores científicos y scouts del ejército, se logró obtener una caracterización más confiable de la singular geomorfología de la caldera. Paralelamente comenzó a apreciarse el potencial turístico de Yellowstone y se hizo evidente la necesidad de su protección para las generaciones venideras.

La creación del Parque Nacional y el turismo En 1872, Yellowstone devino el primer parque nacional creado en Estados Unidos. Actualmente ocupa una superficie de dos millones de acres, por lo que se cuenta entre los más extensos de Norteamérica. Durante los primeros años, en razón de la caza indiscriminada y el impacto agresivo del turismo fue necesaria la ayuda del ejército para la custodia de los recursos del flamante parque. De allí el establecimiento del Fuerte de Yellowstone en el paraje de Mammoth, hacia 1886. Los primeros turistas que llegaban a Yellowstone ingresaban al parque por el sudeste, cruzando el extenso lago homónimo en pequeñas embarcaciones. Desde 1907 devino posible ingresar al parque por el lado occidental, gracias a un tren que unía Salt Lake City con West Yellowstone en época estival. Hacia 1915 comenzaron a llegar los primeros automotores. Los hoteles y albergues no tardaron en abrir sus puertas. Ya a fines del siglo XIX se había construido el enorme establecimiento Old Faithful Inn en la cuenca alta de Yellowstone, junto al más famoso de los geiseres. En West Yellowstone revisten importancia histórica el Three Bears Lodge, el Madison Hotel y el Stagecoach Inn, los cuales continúan albergando turistas en la actualidad.

Palabras finales El número de visitantes a Yellowstone continúa incrementándose con el paso de los años. Como destino turístico, la caldera no ha perdido vigencia y sigue seduciendo a las generaciones de visitantes estadounidenses y extranjeros. La mirada antropológica con la que se ha abordado el presente trabajo nos invita a pensar en los miles de turistas y viajeros que pasan horas dentro de la caldera, armados con cámaras fotográficas en sus manos, a la espera de capturar la foto de un oso gris o de algún bisonte pastando con el fondo de los geiseres que han hecho famoso a este rincón del mundo. Siguiendo los pasos de los nativos shoshone y crow, ellos también esperan ansiosamente que se les presente la imagen anhelada. A su modo, los visitantes a Yellowstone en el siglo XXI siguen embarcados en lo que podría describirse como una búsqueda de visiones... •

La autora examina una piscina geotermal (© 2015, Constanza Ceruti)


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epc I dossier fotográfico

UN PASEO POR EL OTOÑO Fotografías: Rodolfo Rodríguez Castro Texto: Sergio Santos Otero

Este paseo por una pequeña parte del otoño de la Edad Media románica burgalesa, no es un paseo por el otoño de Huizinga, que nos llevaría a hablar de tiempos previos a los de su obra, aunque sí nos valdría su obra cuando hablamos de los elementos que se extinguieron con el medievo y que ahora, al menos en lo arquitectónico y patrimonial, intentan preservarse. Tampoco se trata aquí de criticar su visión sobre la recta final de la Edad Media, como hizo Jacques Heers, al criticar su, según Heers, errado enfoque que prejuzga la visión decadente y la desorientación de la sociedad caballeresca. Lo que queremos es simplemente reflejar un paseo por el otoño de las tierras que dieron origen a Castilla. Lo haremos a través de un reportaje fotográfico que transcurre por una tierra que ha vivido condicionando la vida del hombre desde la prehistoria hasta la actualidad. Esta tierra, marcada por los castillos que, además de dar nombre a un territorio en expansión, actuarán a modo de vértices geodésicos que, casi por triangulación, delimitaban y articulaban un dominio bajo la dirección de los Merinos. Hablamos, claro está, de las Merindades y de su momento románico. Un lugar enclavado entre los territorios de Cantabria, Vizcaya y Álava por su parte superior y por las comarcas burgalesas del Ebro, La Bureba y Páramos, un territorio que arrancó como parte del Ducado de Cantabria para constituirse en el núcleo del Condado de Castilla. Ubicación: Las Merindades. Norte de la provincia de Burgos. Superficie total: 2.821 km² Municipios: 27 Núcleos de población: 360. Habitantes (2009): 24.741


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Burgos, con su más de 500 monumentos románicos catalogados, constituye, junto con Segovia, Soria y Palencia el núcleo del románico en Castilla y León. Si bien, el empuje del románico en esta zona implicó en algunos casos la destrucción de templos anteriores —visigóticos o mozárabes— propios de unas tierras habitadas por personas con gran afán constructivo. En la Merindad de Valdivielso, en el barrio del río se elevan dos edificios singulares, la torre de los Salinas y la iglesia de San Miguel. De este templo de San Miguel Arcángel se conserva de su primitiva fábrica románica, casi todo el cuerpo de la nave y la torre, que fueron construidos a finales del siglo xii. Al exterior destacan las ventanas geminadas de la torre y la portada, cobijada por un elegante pórtico de cuatro arcos de medio punto.

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La confluencia de elementos geográficos como la meseta castellana, el valle del Ebro y la cordillera Cantábrica hacen de esta comarca un lugar de transición con grandes diferencias. En nuestro reportaje pasearemos por zonas con climas propios de la zona húmeda cantábrica y otros de la zona mediterránea seca, lo cual unido a la geografía nos regalan un patrimonio natural de gran valor ecológico y biológico, al tiempo que condicionan y marcan los modos de habitación y patrimonio del entorno. Relieves reutilizados en el exterior del husillo de la Iglesia de San Miguel en la Merindad de Valdivielso.

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Esta geografía abrupta facilitará una mejor defensa de las aceifas cordobesas, violentas por naturaleza y en mayor grado en época de Almanzor. Según indican los historiadores este será uno de los elementos determinantes para que Castilla no sufra tanto las destrucciones del final del milenio y adquiera una relevancia suficiente para llegar a ser reino a comienzos del siglo xi. Pero no nos adelantemos. Portada de la Iglesia de San Miguel en la Merindad de Valdivielso. En su lateral se conserva un testimonio epigráfico del año 1223.

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La repoblación había comenzado a mediados del siglo viii, en tiempos de Alfonso I, rey de Asturias, que llevó a diferentes y consecutivas oleadas de pobladores, siendo los primeros los eremitas, seguidos de los campesinos cántabros y vascones –que recibieron el nombre de foramontanos, los venidos del otro lado de las montañas- y, por último los caballeros y señores que representaban las élites políticas. Quedaba así establecida la perfecta distribución del trabajo y la ordenación del territorio. Los monjes, tras su establecimiento, dan cobertura y ordenan la repoblación, además de legalizar la ocupación de las tierras de nadie, mediante el sistema de las presuras. Los eremitas buscaban lugares para el recogimiento y la oración, lugares como San Pedro de Argés, que es un buen ejemplo de este sistema de ocupación y población que se extendió por muchos de los valles y laderas de Las Merindades. Excavado en un afloramiento de arenisca próximo al río Ebro, se encuentra este eremitorio de San Pedro. Su origen podría remontarse a finales del siglo ix y comienzos del x. Entorno a este lugar se organizaría una incipiente sociedad. El edificio presenta una planta compuesta de dos naves desiguales rematadas en sendos ábsides curvos y separados por tres arcos que se apoyan en sendos pilares. La cubierta, muy deteriorada, permite observar el comienzo de lo que debió ser una bóveda de medio punto.

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Un ejemplo singular donde se encuentran evidencias de la presencia del ser humano en un periodo comprendido entre el Paleolítico Medio –restos humanos en la cueva Prado Vargas que datan del 70 000- y la Edad Media es Ojo Guareña, en la Merindad de Sotoscueva. Es el tercer complejo kárstico más grande de España y uno de los más importantes de Europa. Una de las entradas a la cueva fue acondicionada para acoger la ermita de San Tirso y San Bernabé. Hablamos de un pequeño templo semirrupestre de una nave –fechada en el siglo xiii— y altar dedicado a San Bernabé que cuenta con una bóveda de cañón repleta de pinturas –realizadas en los siglos xviii y xix— en las que se narran los milagros de San Tirso. Segovia, Soria y Palencia el núcleo del románico en Castilla y León. Si bien, el empuje del románico en esta zona implicó en algunos casos la destrucción de templos anteriores —visigóticos o mozárabes— propios de unas tierras habitadas por personas con gran afán constructivo.

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Finalmente, los caballeros, aportan las armas y, por tanto, proporcionan seguridad, al establecerse en los altos con sus castillos y fortalezas vigilan los caminos y protegen a los que trabajan en el llano. Su posición en lo alto era fundamental para frenar las racias de los musulmanes, por eso se ubicaban en lugares naturales de paso. Fue tal el número de fortalezas que acabaron por dar nombre al nuevo territorio. Sobre el cerro de La Muela, con el río Ebro a sus pies, se constituyó un enclave estratégico para controlar el paso del río, un paso que unía la costa cantábrica y la meseta, ubicación que traería una gran prosperidad a la localidad. Mantiene una estructura urbana medieval coronada por el castillo de los Velasco y la iglesia de San Vicente. Los edificios mantienen un sistema constructivo en el que van adosándose entre sí para formar también una defensa.

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Frías se ubica en un estratégico emplazamiento para cruzar el río Ebro que se ha venido utilizando al menos desde la época romana. La primera referencia histórica se remonta al año 867, en plena repoblación de estas tierras después de su conquista a los musulmanes. En el siglo xi el conde Sancho García, conocido por el sobrenombre de «el de los buenos fueros», adquiere la ciudad. A su muerte, Frías se integra en el reino de Pamplona Nájera (predecesor del reino de Navarra) bajo el reinado de Sancho Garcés III el Mayor. En el siglo xiii pasa a depender de Castilla y extiende su influencia por todo el Valle de Tobalina. En el siglo xiv se construye sobre el puente una torre con el objetivo de cobrar de modo más eficiente el pontazgo.

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La primera constancia a la palabra «Castilla» la encontramos en el documento fundación del Monasterio de Taranco, en el Valle de Mena y con ella se referían al territorio situado al norte del Ebro. Sería en el siglo siguiente cuando Fernán González, Conde de Castilla y natural de Lara, organizaría políticamente la región, creando las Merindades como entidad políticoadministrativa. Se establecían siete merindades, al frente de las cuales estaría un merino, una persona noble que en nombre del rey gobernaría la zona y ejercería la justicia. Del monasterio de Taranco actualmente solo se conserva su Iglesia.

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El Valle de Mena, el más septentrional de las Merindades será el lugar desde el que se comiencen a organizar las repoblaciones. Este enclave geográfico ya había sido lugar de paso en época romana entre la meseta y los puertos del norte, permaneciendo en uso en la Edad Media como camino secundario de enlace entre la ruta del norte y el camino del Interior de la ruta jacobea. La Iglesia de San Lorenzo, de la Orden de San Juan de Jerusalén, situada en Vallejo de Mena, destaca su imponente ábside monumental, de forma pentagonal y recargada de columnas. Construida entre finales del siglo xii y principios del xiii. En este detalle de su portada occidental se pueden ver las cinco arquivoltas y el guardapolvo que descansan sobre cuatro columnas con capiteles decorados. La decoración representa centauros sagitarios, sirenas de doble cola, monstruos, alegorías de la lujuria y personajes diversos.

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La portada sur de San Lorenzo de Vallejo presenta una portada con tres arquivoltas con predominio de decoraciรณn vegetal y arco ligeramente apuntado.

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Detalle de algunos de los muchos elementos decorativos de la portada occidental de la Iglesia de San Lorenzo, en Vallejo de Mena. Dispuestas en posiciรณn longitudinal, entre ellas, se puede ver la representaciรณn del pecado original.

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Otra muestra singular de la repoblación es la localidad de Siones , donde se conserva la Iglesia de Santa María, que formaba parte de una abadía seglar construida a finales del siglo xii. De la Iglesia de Santa María, que data de finales del siglo xii y principios del xiii, son destacables, además de los elementos arquitectónicos románicos y protogóticos, sus imágenes escultóricas burlonas. La concepción de esta portada, que al igual que la sur es de carácter cisterciense, ostensible en el predominio de las líneas arquitectónicas por encima de la decoración, que es muy austera, esquemática y de carácter vegetal. Portada de la fachada occidental. Cuenta con cinco arquivoltas, soportadas por jambas y cuatro pares de columnas con sus capiteles decorados con motivos vegetales.

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Detalle decorativo de los capiteles de la portada de la fachada meridional, que cuenta con arcos ligeramente apuntados, de la Iglesia de Santa MarĂ­a de Siones.

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Cruzando por el norte el desfiladero de los Hocinos llegamos al Valle de Valdivielso, por donde transcurre el Camino del Pescado, por el que llegaba a la meseta el pescado que llevaban en mulas desde los puertos del cantábrico. En la localidad de Puente Arenas se ubica el monasterio de San Pedro de Tejada que data del siglo ix. Considerada una de las mejores obras del románico burgalés, se enclava a las afueras de la localidad en lo alto de una loma. En el siglo xii, por orden de Oña, se reforma el monasterio y de él sólo ha pervivido la iglesia actual.

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En el siglo xi se establece la orden de Cluny en Castilla y San Pedro de Tejada, que se había encargado de la repoblación del Valle, pierde su autonomía al dejar de ser abadía para convertirse en un priorato dependiente del monasterio de San Salvador de Oña. Detalle de la iglesia de San Pedro de Tejada. La cabecera está formada por la sección recta y la semicircular. Cuenta con cinco ventanas, tres de ellas ciegas y una imposta.

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Siguiendo el modelo constructivo de San Pedro de Tejada, se puede seguir el recorrido del mismo taller en las iglesias de San Nicolás de El Almiñé y de Valdenoceda, que datan del último cuarto del siglo xii. Detalle decorativo de la Iglesia de San Pedro de Tejada

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Detalle decorativo de la iglesia de San Pedro de Tejada. Vemos los canecillos con animales, también hay representaciones de músicos y acróbatas.

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La peregrinación y veneración a los santos o lugares era una práctica habitual que desde el final de la época romana fue cobrando fuerza. Un ejemplo de lugar de peregrinación medieval es la Iglesia de San Pantaleón de Losa. Donde se podía contemplar la sangre licuada de San Pantaleón. Identificada con la leyenda del Santo Grial, la ermita, consagrada en 1207, se halla en lo alto de una colina con forma de proa de barco. Contenía la reliquia de la sangre del santo, que en su festividad se licuaba. La ampliación del templo, realizada en el siglo xvi en un estilo ecléctico, mezcla trazos renacentistas con elementos góticos, se realizó en un lateral.

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Detalle de la Portada de San Pantaleón de Losa. Flanqueada por un supuesto atlante, que algunos interpretan como Sansón, y por una extraña figura en forma de rayo; alberga en una de sus arquivolta, al igual que en las de una de las ventanas del ábside, un motivo iconográfico extraño: los emparedados. Son unas figuras humanas embutidas en la piedra de las que sólo se ve la cara y los pies. No se sabe si se trata de prisioneros, eremitas en sus celdas o alude a alguno de los martirios de San Pantaleón.

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Medina del Pomar, lugar de asentamiento de soldados árabes, que defendían la zona ante los ataques de los cristianos, nos habla de su tradición árabe por su nombre, cuya etimología nos habla de ciudad, y Pomar, de origen latino, que significa lugar de manzanas. Detalle de la Plaza con el Consistorio.

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La ciudad fue de realengo hasta que en 1369 Enrique II de Trastámara recompensó a su camarero mayor, Pedro Fernández de Velasco, dándosela en señorío. Debido a la presencia de los Condestables, el rey Felipe II sentenció el futuro de Medina al ordenar en 1562 el traslado de la Audiencia y Alcaldía Mayor de las merindades a Villarcayo, siendo esta desde entonces la capital de la comarca de Las Merindades. Además del imponente castillo de los Velasco, hoy sede del Museo Histórico de las Merindades, conserva restos de los lienzos de muralla, en sus distintas fases constructivas.

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Pero el otoño también es ese período de la vida humana en el que ésta declina de la plenitud hacia la vejez, una juventud marcada por una vida convulsa y de luchas que se alcanza en la Edad Media, previa a una madurez que llega ahora a su otoño; un otoño al que intenta sobrevivir luchando contra el abandono, el fracking y el olvido abriéndose al turismo.

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EN TORNO A

MIGUEL

DE UNAMUNO Daniel Sánchez Gutiérrez I Escritor. Secretario del Ayuntamiento de Candelario (Salamanca) danielsagu@hotmail.com

2012 sería el año en que se conmemoraba el 75 aniversario del fallecimiento de D. Miguel de Unamuno, una de los más preclaros intelectuales españoles de la generación del 98, a caballo entre los siglos XIX y XX. La localidad salmantina de Candelario, de la que fue ilustre vecino ocasional, quiso rendirle tributo con una serie de actos de enorme emotividad. Palabras clave: Miguel de Unamuno, Candelario, vecinos, Universidad de Salamanca.


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Vista de la población de Candelario, Salamanca. Foto: SERCAM S.C.

El postrero día de 2011 se cumplía el setenta y cinco aniversario de la muerte de don Miguel de Unamuno y Jugo, entre otras cosas, rector de la Universidad Civil de Salamanca (USAL). Con motivo de la efemérides, desde el Ayuntamiento de Salamanca se planteó la organización de una serie de actos que la conmemoraran, lo que daría lugar a todo un año de actividades (2012). Coincidiendo con las primeras informaciones acerca de la programación del evento, una serie de vecinos de Candelario fueron haciendo llegar a su Ayuntamiento el recuerdo de sus mayores de los días en que el ilustre pensador pasó parte de sus veranos en la villa. Ello motivó cierta curiosidad de algunos de los regidores municipales en torno al ilustre visitante, aunque, todo hay que decirlo, no causó extrañeza la peripecia, pues en el pueblo –Conjunto Histórico desde 1975 (BOE 1975)―están sus gentes acostumbradas a la visita de personas conocidas y famosas. Como suele decirse, unas cosas llevaron a otras y se fue corriendo la voz y, sobre todo, la idea de que tampoco estaría mal recordar a aquel visitante. Además, si en su día él mismo eligió el pueblo para disfrutar de algunos de sus ratos de asueto, quién sabe si fueran aquellos de donde luego, en el reposo y meditación del sabio, germinasen algunas de sus palabras y escritos. Aunque aún no había llegado el famoso 2013, célebre para todo regidor municipal porque sería el año en que llegara la Ley de Racionalización y Sostenibilidad de la Administración Local y con ella el memorable «techo de gasto» que, al decir de muchos alcaldes, trae a todos a mal traer desde entonces. En el Ayuntamiento de Candelario la actividad pública siempre se ha guiado por el principio de responsabilidad financiera. Así, a las primeras ideas que surgieron en torno a la posibilidad de organizar «algo», como se empezó entonces a decir, la consulta al estado de la tesorería municipal informó de que las alegrías no podían ser muchas, como dice el refrán que ocurre siempre en la casa del pobre. Ideas y ánimos, muchos. Pocas, sin embargo, las perras o cuartos, como ―ya metidos en harina― podría sentenciar el castizo de don Miguel. Entiéndase bien lo que se quiere decir, que no tratamos de

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL etiquetar nada menos que a Unamuno de castizo, sino referirnos al personaje que en su cabeza inspirara En torno al casticismo (Unamuno 2007). Habría, pues, que aguzar las entendederas si es que se pretendía hacer «algo». Lo primero, lo más fácil: una llamada al Ayuntamiento de Salamanca para conocer su programación y ver de colaborar en alguna medida. No se crea que el planteamiento era audaz. Vino motivado por la cercanía que da el hecho cierto de que la corporación capitalina es la dueña de un edificio singular en Candelario, popularmente conocido como Albergue, desde que lo inaugurara allá por los años veinte del siglo homónimo el singular Filiberto Villalobos, amigo personal de Miguel de Unamuno y que, según algunas versiones, fue la causa de que el ilustre vasco recalase por la villa choricera. Aunque, como queda dicho, insolencia no se pretendía, tal vez los munícipes salmantinos por tal tuvieran la pregunta de sus compañeros «coritos» (como vulgarmente se conoce a los candelarienses) pues, fuera ésta la razón u otra, tal vez más acertada, como por ejemplo la falta de tiempo para contestar a tanto escrito como se recibe en una institución pública grande, la cosa es que no hubo respuesta. En el ir y venir de papeles, de suyo lento, transcurrió un tiempo. En él la voz se fue corriendo por Candelario y no pocos fueron los vecinos que empezaron a llegar al Ayuntamiento con historias que conocían de sus mayores en que iba cobrando forma, y hasta imagen, la presencia de don Miguel en Candelario y, a más, al lado de don Fili, como todo el mundo, no ya en la villa sino en la provincia entera, conoce al doctor Villalobos, médico radiólogo eminente que llegó a ministro de Instrucción Pública (Robledo 2005) en tiempos en que si hubiera habido más instrucción tal vez pudieran haberse evitado algunas calamidades. Una de esas referencias produjo cierta impresión en el autor de estas líneas porque vino de una entrañable anciana, Amalia, que moriría a los pocos meses y que se recordaba, hija del doctor Toimil, el médico de Candelario en las calendas de aquellos años, sentada en las piernas de don Miguel en animada charla con su padre, don Fili y algún que otro parroquiano en unos días que la memoria de la buena mujer le impedía precisar sin otra exactitud que la de que eran los del verano. Como gentes las hay de todas layas y no son las peores, aunque tal vez sí las más escasas, las que dedican sus ratos libres al vicio de la lectura, no tardó en llegar a la alcaldía la noticia de un escrito que en 1935 saliera de la pluma de don Miguel y que, aún sin nombrarlo, daba pelos y señales de cómo era y veía el pueblo el sabio. Parece ser, haciendo alguna indagación, que el tal texto llegó a publicarse en uno de los periódicos nacionales más afamados de aquellos años, el Ahora: Trazo, lector, con sosiego y holgura estas líneas en un lugar de mi Castilla rayana a Extremadura, de esos terminales de ir, quedarse y volver y no de ir, pasarse y seguir. En uno de esos que son como remansos de espacio, de tiempo y de pensamiento, que convidan a ver más que a discurrir. (Unamuno 2007).

Dejó escrito don Miguel en un artículo que tituló «En retiro de remanso serrano» eso de decir del pueblo de uno que un lugar para ir y quedarse conmueve al alma más dura. La de los coritos, al decir de los que les conocen bien, es blanda, al modo del embutido que diera fama y esplendor al pueblo allá en los tiempos de los bisabuelos, en que cobró fama el chorizo de Candelario y el dicho de que el tal era un lugar en que «ataban los perros con longanizas», así que huelga decir que si ya estaba cobrando forma la idea de homenajear a visitante tan famoso, acabó de encarnarse, que diría el homenajeado, en el firme propósito de organizar diversos actos que recordaran no su figura ni su obra, que ninguna de ellas precisa recordatorio, sino su paso por estas empedradas y bien regadas calles. …y oigo aquí, tal un canto secular, el susurro del agua de la reguera que pasa, calle abajo, desde el alto de la sierra. (Unamuno 2007).

El corito aficionado a las letras que trajo noticia del texto consiguió picar la curiosidad de alguno más de los que pueblan la casa consistorial de Candelario y así vino a saberse que el director del Ahora, periódico en su día tildado de muy «de Azaña», fue un escritor que gozó de cierta fama y que por esas cosas del destino ahora, al cabo de más de ochenta años, la ha visto reverdecer por obra y gracia de un editor que está volviendo a publicar los libros y novelas que en sus días escribiera. Si se dice que su nombre fue Manuel Chaves Nogales, cualquier amante de las letras de seguro que tiene en su estantería alguno de sus textos.

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL No solo volvía don Miguel, sino todo el universo mundo de aquellos años que, en buena medida, han condicionado lo que hoy somos y, seguramente, lo que en el futuro seremos. Indudablemente, y ahora ya sí que sin duda alguna, había que hacer «��������������������������������������� ���������������������������������������� algo����������������������������������� »���������������������������������� . Y con más bien escaso presupuesto, que si el remanso de paz sigue vivo la cartera municipal, valga la expresión, se puede decir sin temor a error que sigue casi tan magra como la de aquellos años, lo que viene a ser toda una cura de humildad para los actuales regidores municipales y lección ―una más debida al inigualable magisterio de don Miguel― de que una cosa son las famas y otra los posibles. Hablando de letras y escritos, ya se ha citado «En torno al casticismo». Para hacerle homenaje, y en la segunda de sus acepciones según enseña el Diccionario de la Lengua Española, bien están los homenajes pero si van de la mano de las fiestas del pueblo, «������������������������������������� �������������������������������������� miel sobre hojuelas������������������ »����������������� . Se pensó, seguramente bien pensado, que qué mejor primer paso del camino a andar en el reconocimiento a don Miguel que el nombramiento de Pregonero de las Fiestas Patronales de Santa Ana del señor rector magnífico de la Universidad de Salamanca, su digno sucesor y seguramente discípulo de su magisterio. Y se pensó también, tal vez por aquello de la racional Modelo de señalética de la ruta urbana unamuniana distribución de las tareas, o por lo más castizo de que más por Candelario. Foto: SERCAM S.C. ven cuatro ojos que dos, que habría que formar un grupo de trabajo para ver, hablando de ojos, si entre todos se sacaba algo en claro. En la embajada que de Candelario viajó a la capital con el encargo para el rector, presidida, como debe ser, por la alcaldesa de la villa, se cuidó muy mucho de insistir en que el favor que se pedía más que por los méritos del lugar, venía motivado por el homenaje a los muchos del sabio. Seguramente, y esto es suposición, en la mente de los embajadores anduviera dándose unos paseos la idea aquella de que la modestia siempre tiene su premio. Pero, eso sí, sin olvidarse de que una cosa son los sueños y otras las realidades. La primera en la frente, diría nuestro amigo, el castizo ya tantas veces mentado. Lo más fácil es que señor tan importante se excuse, pues si hiciera caso de todas las invitaciones que le llegaran de los modestos pueblecitos de la provincia, apañado iba a ir. Pues no señor, don Daniel Hernández Ruipérez, que así se llamaba y llama, pues sigue ostentando el cargo, supo entender los motivos que animaban la invitación y la aceptó. El «algo» ya varias veces citado, presente en el ánimo de los regidores municipales de Candelario, ya tenía una primera «encarnación», si no en palabras de don Miguel sí en las del Diccionario de la Lengua Española en su tercera acepción. Con tan preciado bien en el zurrón, volvieron los mandados al pueblo, ahora sí, dispuestos a, sin perder un segundo, ponerse manos a la obra. Se multiplicaron las gestiones y vino a saberse que si don Miguel había distinguido al pueblo con su visita en algunos veranos, la familia, tal vez prendada de parejas emociones a las que embargaron a su mayor, continuó la costumbre cuando éste no habitaba ya el mundo de los vivos. Se pensó, entonces, que habría que tomar contacto con algún miembro del tan amplio linaje, que don Miguel no solo supo ser prolífico en el mundo de la razón sino también en el de la carne, él que tanto habló de encarnación. La buena racha de la aceptación del rector tuvo continuidad: una vivienda del pueblo pertenece a un bisnieto de don Miguel, así que el contacto era fácil. Tirando del hilo se llega al ovillo. De ese hilo se llegó al nieto del sabio que por encargo familiar ostentaba la representación de todos los vástagos del más castellano de los vascos o más vasco de entre los castellanos, como se etiquetó en alguna ocasión a Unamuno:

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Uno de los lugares de descanso durante los paseos de D. Miguel por la villa salmantina. Foto: SERCAM S.C.

Pablo de Unamuno, catedrático de Dermatología de la Universidad de Salamanca y ―sigue la racha de buena suerte―, buen conocedor de Candelario y sus lugares por su afición, heredada seguramente de su abuelo, al senderismo y triscar por las trochas y senderos del monte. Las cosas van saliendo que ni a pedir de boca, así que se forma el grupo de trabajo, como diría un moderno, que se encargaría de la programación del evento. Hecho lo cual, la primera gestión es pedir cita para visitar a la directora de la Casa Museo Miguel de Unamuno de la Universidad de Salamanca, doña Ana Chaguaceda, en su condición de representante de la institución que guarda y vela por mantener vivo el legado de nuestro ya familiar don Miguel. Aprovechando el viaje, se organizó una cita con el mentado representante familiar. Antes de proseguir, un reconocimiento. Si de los actos que se organizaron hay que buscar responsables, mírese de manera directa y muy singular a ésta pareja, Ana Chaguaceda y Pablo de Unamuno, desconocidos hasta ese día para los representantes del Ayuntamiento de Candelario que imaginaron lo que ya vamos viendo que va pasando de las musas a la realidad, pero, desde entonces, unos más. El sempiterno regalo de la sonrisa de Ana Chaguaceda en sus labios y el sí entusiasta de Pablo de Unamuno a cualquiera idea que se le presentara, por descabellada que pudiera parecer, han sido el mayor acicate para seguir adelante en la idea inicial de rendir homenaje a un español ilustre, en primer lugar, pero, además, y ello es especialmente digno de destacar, para meterlo en el corazón de los de Candelario como uno más de sus vecinos y amigos. Se cuenta que don Miguel escribió que el mejor tributo que se le podría rendir era leerlo. Ana y Pablo han conseguido hacerlo realidad en Candelario. Ve a la soledad, te lo ruego, aíslate, por amor de Dios te lo pido; aíslate, querido amigo, aíslate, porque deseo, hace mucho tiempo ya, hablar contigo a solas (Unamuno 2007: 782).

Tal vez pensando en esa charla íntima, tan dado a intimidades como fue don Miguel, rondaba la idea de convocar un concurso de relatos o cuentos que llevara su nombre. Si el camino se hace andando, ¿qué mejor primer paso a dar en éste homenaje que enfrentar al reconocido con los aficionados a la escritura que aceptaran el reto de ponerse a dejar constancia, negro sobre blanco, de sus intimidades y anhelos? Convencidos de la bondad de la idea, se convocó el I Concurso de Cuentos «Miguel de Unamuno», maridando lo clásico con lo más moderno y actual: la convocatoria se efectuó por Internet, a fin de que llegara al mayor número posible de aficionados a esto de la escritura, arte que dominara como pocos don Miguel. Una primera precisión. Lo que empezó siendo un homenaje a Unamuno se va trocando en tributo a don Miguel. Algún estudioso diferenció el «���������������������������������������������������������� ����������������������������������������������������������� personaje������������������������������������������������� »������������������������������������������������ de la «���������������������������������������� ����������������������������������������� persona��������������������������������� »�������������������������������� . Posiblemente con mimbres simi-


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Otro modelo de señalética de la ruta urbana con texto de Unamuno. Foto: SERCAM S.C.

lares, el propio protagonista, nuestro don Miguel, enseñó a diferenciar la intrahistoria de la Historia. En Candelario no se busca hacer Historia ni alumbrar sesudos estudios de la obra de un sabio. Los coritos van madurando la idea de que quieren rendir tributo al vecino que con ellos fue y vivió, al hombre, al paseante que caminó sus calles, admiró sus paisajes, escuchó los arrullos de las cantarinas regaderas y quedó tan prendado de ellas que se puso a escribir y confesó sentirse en ese remanso de que ya todos los coritos van teniendo noticia. Y una segunda. Esto de convocar un concurso no es como echar un huevo en la sartén y esperar a que aparezcan las puntillas. No. Si se quiere ser serio, hay que buscarse un jurado de expertos que valoren los trabajos y diriman cual es el mejor. Si de Unamuno ―ahora sí― se trata, habrá que buscar a unos jueces de cierto nivel. Ahí va el plantel: doña Ana Chaguaceda, directora de la Casa Museo Miguel de Unamuno de la Universidad de Salamanca; don Francisco Blanco Prieto, catedrático de instituto y experto en la obra de Miguel de Unamuno; don Pablo de Unamuno, catedrático de Dermatología de la USAL y nieto de Miguel de Unamuno y Jugo; don Eugenio García Zarza, catedrático de la USAL; don Luis Andrés y Marcos, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca; don José Antonio Sánchez Paso, profesor de la USAL y promotor de publicaciones de la misma; don Santiago Juanes, periodista y director de Radio Salamanca-Cadena Ser; don J. Álvaro Arranz Mínguez, historiador y editor vallisoletano; y don Benito Blanco Nieto, abogado salmantino y buen conocedor de la obra unamuniana. No está mal para un pueblo, volvería a decir nuestro ya amigo, el castizo. ¡Ah, pero falta uno! Todo jurado o tribunal tiene que tener un presidente. Si de Unamuno va la cosa, el presidente tenía que tener cierto currículo, académico por lo menos. Un texto que de una hemeroteca virtual sacó la concejala de cultura del Ayuntamiento de Candelario dio la pista: el Premio Nacional de las Letras y Académico de la Lengua don Francisco Rodríguez Adrados escribía de su infancia, paseando de la mano de su padre, Juan Francisco Rodríguez, director de la Escuela Normal en los años 30 y su madre, doña Victoria Adrados, primera funcionaria de Salamanca y rendida admiradora y amiga de Unamuno… ¡por las calles de Candelario! ¿Podrá o querrá venir, señor tan singular y ya con muchos años a sus espaldas al pueblo? Quiso y pudo. Lo que bien empieza, bien acaba, reza el dicho. La programación de los actos a organizar quedó pergeñada tras algunas reuniones y varias llamadas de teléfono. Otra cosa sería el reunir las perras que fueran necesarias para hacer realidad la idea. O el sueño, que ya se vería si no era tal. Pero, dejemos las preocupaciones materiales para el final, que siempre se ha dicho que Dios proveerá y don Miguel, precisamente, fue


15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL un buen amigo de Éste, como acreditan sus versos al Cristo de Velázquez (Unamuno 1967). Un vecino llegó con otra noticia: era el dueño de la casa que alquiló don Miguel cuando vino a parar por éstos lares. Y más aún: de sus mayores recuerda el relato de que era costumbre del sabio acompañar todos los días al amigo don Filiberto a visitar a los niños tísicos del Albergue en los ����������������������� «���������������������� veraneos�������������� »������������� que allí pasaban a expensas de las campañas de recogida de fondos que el buen médico puso en marcha por todos los pueblos de la provincia y, luego, ya entrada la mañana, subirse calle Mayor arriba hasta el Cantón en donde los dos amigos reposaban un momento, sentados en un poyo, antes de encarar sus pasos cada uno a su casa, la una a la vera misma y la otra no más allá de doscientos metros. Surgió, así, la idea de marcar o trazar una ruta que desde los aledaños del citado Albergue, en el parque municipal, discurriere la misma senda que la de los dos paseantes, camino en que de seguro pararían a refrescar sus gargantas al fresco de una de las fuentes de la villa, la conocida como de Perales. Y, con ella, la de crear lo que bien podría llamarse el «Paseo de las Pajaritas», en el inicio mismo de la senda. Y la de señalizar ésta en sus hitos más destacados con algún panel informativo que fuera dando cuentas al paseante de que sus pasos ya habían sido dados, años antes, por tan ilustres andarines. Y la de colocar el zaguero panel en la misma casa que habitara don Miguel, aquella desde la que se asomara, en una ventana de su piso primero, a contemplar el paisaje y viera lo que lo inspiró a confesar sentirse en retiro de remanso serrano. En ideas, a lo que se ve, no les es de aplicación la regla esa citada del «techo de gasto» que limita los dispendios municipales. Claro. Las ideas no tienen coste económico alguno. Vayamos, en primer lugar, a la programación de los eventos que los coritos pensaron: • Viernes 6 de julio: De paseo con don Miguel. Inauguración de un recorrido señalizado de Unamuno en Candelario. 21:00 h. • Viernes 27 de julio: Don Miguel, ¡está de foto! Inauguración de la exposición de fotografías cedida por la Casa Museo Unamuno de la USAL. 21:00 h. • Viernes 27 de julio: Y hoy, ¿qué tenemos, don Miguel? Lectura de textos de Unamuno por el actor aficionado Jesús García Bueno, caracterizado de Unamuno, con acompañamiento musical. 22,00 horas. • Jueves 2 de agosto: De tertulia en el Cantón. Lectura teatralizada. 22:00 h. • Jueves 9 de agosto: Con don Miguel en casa, ¡qué recuerdos! Charla coloquio a cargo de Pablo de Unamuno, catedrático de la USAL y nieto de Unamuno. 20:00 h. • Martes 14 de agosto: Don Miguel, ¿qué nos pasó aquellos años? Charla coloquio de Santiago Juanes, director de Radio Salamanca (Cadena Ser). • Jueves 23 de agosto: Apertura del «Paseo Miguel de Unamuno» y descubrimiento de una placa conmemorativa en la casa que habitaba don Miguel. 20:00 h. • Jueves 23 de agosto: Don Miguel, ¿qué hay por esos pueblos? Charla coloquio de Eugenio García Zarza, catedrático de la USAL. 22:00 h. • Jueves 30 de agosto: Don Miguel, ¿cómo se hace una pajarita? Taller de papiroflexia y concurso infantil de pajaritas. 19:00 h. • Jueves 30 de agosto: Colocación de la primera obra del «Paseo de las Pajaritas». 20:00 h. • Jueves 5 de septiembre: Vista guiada y teatralizada al Museo Casa Chacinera de Candelario. 20:00 h y 21:00 h. • Jueves 14 de septiembre: Clausura de la exposición de fotografías cedidas por la Casa Museo Miguel de Unamuno de la USAL. 21:00 h. • Jueves 11 de octubre: Reunión del jurado y resolución del I Concurso de Cuentos “Miguel de Unamuno”. 19:00 h. • Jueves 11 de octubre: ¡Qué ����������������������������������������������������������������������� tiempos, don Miguel!���������������������������������������������� Charla coloquio con Francisco Rodríguez Adrados. 20:00 h. • Sábado 15 de diciembre: Presentación de la novela Los días de la niebla. 20:00 h. • Viernes 21 de diciembre: Homenaje de los niños del colegio Los Neveros de Candelario a don Miguel. Lectura de trabajos y suelta de globos desde la pajarita instalada en el «Paseo de las Pajaritas». 12:00 h.

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Proceso de montaje de la exposición itinerante: Los vínculos del alma: andanzas y visiones de Miguel de Unamuno en Castilla y León. Foto: SERCAM S.C.

Un par de apuntes, en segundo lugar. Se ha dejado claro el agradecimiento a dos personas, Ana Chaguaceda y Pablo de Unamuno que, siendo ajenos a la idea original que un día surgiera en Candelario, la asumieron tan como propia que se convirtieron en sus dos mayores defensores. Se sabe que no ha habido lugar en que no haya intervenido Pablo con motivo de alguna conferencia, presentación o coloquio, en que no haya sacado él a la palestra a Candelario y los actos en que tan singularmente ha participado. En éstos tiempos que corren, tan poco dados a la poesía y tanto al frío cálculo de las cifras, ¿qué valor tiene para la villa corita el ser citada en tales foros de manera tan elogiosa? Igual tributo ha de rendirse, si se quiere hacer honor a la justicia, a otras dos personas, Alicia Gómez y J. Álvaro Arranz, responsables de SERCAM, S. C., que se sumaron al proyecto ofreciendo su colaboración y facilitando la infraestructura de su empresa en aspectos tan delicados como creación del logo de los eventos y diseño de todos los actos. Por si no fuera poco, se lanzaron a la aventura de la edición de la novela Los días de la niebla (Sánchez 2012), que reproduce los últimos meses de vida de Miguel de Unamuno, aventura que bien pudiera calificarse de temeraria en éstos tiempos de tanta lectura en… ¡las redes sociales! Por último, no es menos digna de mención la colaboración de Jesús García Bueno, actor aficionado que logró meterse tanto en la piel de su personaje que a quien lo vio y escuchó pareció estar en presencia de don Miguel. Hace apenas unas frases nos preguntábamos acerca del valor y precio de ciertas cosas. Sigamos con las preguntas, a la hora de los reconocimientos. ¿Qué valor tiene el texto de la conferencia pronunciada

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL por don Francisco Rodríguez Adrados el 11 de octubre en Candelario? A la hora de las programaciones todo cuenta y todo vale. ¿Se ha reparado en que ese día fue el anterior al de la celebración del 76 aniversario de aquel otro tan famoso acto de inauguración del Curso Académico 1936/37 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca en que tomó la palabra su rector, Unamuno, para enzarzarse en una conocida disputa con el general Millán-Astray? No me gusta rozar con las gentes, sino chocar con ellas; no quiero irles de soslayo y pasarles tangencialmente, sino irles de frente y, si es posible, partirles por el eje. Es como mejor se les sirve. […] Y es lo mas consolador que mientras golpeas en su costra, como la haces con la tuya, tanto trabajas en romper la de él como por romper la tuya propia, y él a su vez mientras golpea con la suya, da golpes en la tuya. Y así toda redención es mutua. (Unamuno 2007).

Y como se dice que no hay dos sin tres, vamos a por la tercera. Cuando se convocó, como primera actividad de este conjunto de actos, el concurso de cuentos, si se ha de ser sincero, se temió que la respuesta no fuese muy favorable. Era indicio que llevaba a la conjetura la naturaleza del convocante: ayuntamiento de un pequeño pueblecillo de entre los más de ocho mil que nutren la geografía española y de tan escasa entidad que el número de sus vecinos ni llegan al millar. Con no ser poco lo dicho, había un segundo pero, éste debido a lo que al principio de éstas letras ya se anticipó: el famoso «techo de gasto» que a todas las Administraciones les ha venido a limitar en sus ínfulas y pretensiones, muchas, como dice el propio Diccionario de la Lengua, vanas y bien vanas. No lo era, y así se creía, la idea surgida en Candelario, pero ―una vez más el castizo―, siempre se ha dicho que pagan justos por pecadores. En conclusión, y para omitir más circunloquios: el premio, único ―sin segundos, ni terceros, ni accésits de ningún tipo―, que se podría conceder lo era en cantidad tan magra como la de seiscientos euros ―¡600 €!―. Sí, es verdad, alguno pensó que si don Miguel levantara la cabeza se iba a liar a embestidas con esa costra o coraza suya para ver de romper la de la tacañería de los munícipes coritos. Bueno, pues no señor. Don Miguel no se lió a topetazos y, tal vez empujado por el sentimiento que le animó a escribir, según se ha dicho, sin que se pueda acreditar si la expresión es cierta o fruto de la imaginación de alguno, que él comía de su cátedra pero para cenar tenía que escribir, supo insuflar en el espíritu de ¡1.400 escritores! el ánimo suficiente como para ponerse a escribir y mandar, luego, a Candelario sus originales. En efecto, aún a pesar de los obstáculos, se recibieron 1.400 originales y, lo más sorprendente y digno de mención, de todos los confines y territorios de España y del Mundo. Como anécdota puede confesarse que la ganadora resultó ser una unamuniana canaria que pidió la dispensa para venir a recoger el premio, pues el desplazamiento le era más gravoso que el montante de éste. Vamos que, como diría nuestro ya amigo, valía más el collar que el galgo. Se llevó el gato al agua María Eugenia García-Sanjuán Carballo con el cuento Saint Sybarite. Pero, vueltos a lo del cálculo egoísta de las cosas y la diferencia entre precio y valor, ¿cuánto le habría costado al ayuntamiento de Candelario una campaña publicitaria que hubiese llegado a 1.400 destinos distintos? ¿Cuánto le hubiese costado la campaña publicitaria en medios de comunicación que consiguió con la simple reseña y artículo que apareció en los periódicos salmantinos con la difusión de cada uno de los actos organizados? Como de todo tiene que haber, alguien se preocupó de indagar sobre tal dato en un periódico salmantino. La respuesta fue que, solo teniendo en cuenta las reseñas aparecidas en la prensa gráfica la cifra superaría ampliamente los 15 000 €, a la cantidad que habría de añadirse la generada en Internet, que fácilmente podría duplicarla, dada la elevada cifra de puntos a que había llegado ―más de 1.400―. Vale, pero, ¿cuánto le costó al Ayuntamiento la organización de todo este tinglado?, porque si no se conoce ésta cifra no se puede comparar. De nuevo el famoso «techo de gasto» y sus consecuencias. Según las cuentas que rindió la tesorería municipal, el coste para las arcas municipales fue de 2 341.86 € de gasto para las actividades realizadas y de 4 168.29 € que se emplearon en infraestructuras fijas y que formarán parte para siempre del patrimonio municipal. Como muestra, un botón. El gasto que motivó la presencia en Candelario del Académico de la Lengua y Premio de las Letras 2012 fue de poco más de cien euros en concepto de alojamiento y desayuno en un establecimiento hostelero de la localidad, ya que don Francisco

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Inauguración de la exposición a cargo de Dña. Ana Mª Carrón y Dña. Josefa García Cirac que por aquel año de 2012 ostentaban los cargos de alcaldesa de Candelario y presidenta de las Cortes de Castilla y León, respectivamente. Foto: SERCAM S.C.

no quiso cobrar nada por el trabajo de su conferencia ni por los gastos de desplazamiento desde Madrid, lugar de su residencia. En honor a la verdad, ha de decirse que ninguno del resto de los participantes, que tuvieron, a mayores, el trabajo de repartirse entre ellos los 1.400 cuentos y leerlos, quiso cobrar nada al Ayuntamiento. ¿Mérito de Candelario? No. Seguro que no. Mérito del espíritu de don Miguel. Si las reflexiones que voy a apuntar logran sugerir otras nuevas a alguno de mis lectores, a uno solo, y aunque sólo sea despertándole una humilde idea dormida en su mente, una sola, mi trabajo tendrá más recompensa que la de haber intensificado mi vida mental, porque a una idea no hay que mirar por de fuera, envuelta en el nombre para abrigarse y guardar la decencia, hay que mirarla por de dentro, viva, caliente, con alma y personalidad. Sé que en el peor caso, aunque estas hojas se sequen y pudran en la memoria del lector, formarán en ella una capa de mantillo que abone sus concepciones propias (Unamuno 2007).

En fin. Va siendo hora ya de ir poniendo el punto y final a éste texto, que lo poco agrada y lo mucho enfada. Se comenzó aludiendo a las iniciativas del ayuntamiento capitalino de Salamanca y cómo el quererse unir a ellas uno tan chico como el de Candelario no tuvo mucho éxito. Ya se sabe cómo se las gastan los grandes. Candelario, animado ―ya que tantas veces ha salido a la palestra la palabra y su significado― del espíritu unamuniano, no pretendió nunca querer acaparar la figura de un sabio sino, todo lo contrario, rendirle homenaje y tributo. No era el lugar lo importante, sino le legado del hombre. Tal vez por eso, desde los primeros momentos se tuvo muy clara la diferencia entre el personaje y la persona y se llegó a la conclusión de que lo mejor para homenajear a Unamuno era actuar a la unamuniana manera y rendirse a la intrahistoria antes que a la Historia. Y hacerlo significaba, en primer y destacado lugar, no querer aprovecharse de él como cosa propia, porque si Unamuno es algo es el ser cosa de todos. No se procura el desarrollo integral y sano de la personalidad, no; se quiere caricaturizarse cuanto sea posible, acusar más y más los rasgos diferenciales a costa de la dignidad humana. La cuestión es elevarse y distinguirse, diferenciarse sin respeto alguno al necesario proceso paralelo de integración. Ha que llegar a originalidades, sin advertir que lo hondo, lo verdaderamente original, es lo originario, lo común a todos, lo humano. (Unamuno 2007).

Finalizado el año de celebraciones, el espíritu que animó todo ello seguía vivo, y se sospecha que seguirá por mucho tiempo, entre los candelarienses. Por eso a las mismas personas que en su día pre-

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Uno de los actos de inauguración de la exposición itinerante Los vínculos del alma. Dña. Josefa García, D. Jesús García, actor caracterizado en el papel de D. Miguel, Dña. Ana Mª Carrón y D. Pablo de Unamuno, nieto del célebre intelectual. Foto: SERCAM S.C.

tendieron acercar Unamuno a Candelario y se enzarzaron (por lo menos en su cuarta acepción según el Diccionario de la Lengua Española) en semejante proyecto, se les ocurrió la idea de que si en su pueblo el proyecto había funcionado, no había razón para pensar que no resultase el mismo resultado en otros sitios. Sí, porque si don Miguel fue una cosa, a más de sabio, esa lo es caminante y apasionado por conocer a las gentes todas de allá donde fuera. La idea de las actividades en Candelario surgió porque se conoció de su estancia por ese pueblo. Pero, ¿no estuvo también en Las Veguillas y quedó apasionado amante de su cristo de Cabrera?, ¿no paseó y disfrutó las soledades de la Peña de Francia, tan dado como lo fue al misticismo al más puro estilo teresiano?; y ya puestos, y por esos lugares, ¿no conoció el tipismo serrano de La Alberca?, ¿no disfrutó de las estampas de Traguntía y sus gentes y ello a tal punto que no solo las contó sino que las pintó como afortunadamente se ha descubierto recientemente en una carpeta con dibujos a lápiz de don Miguel, conocedor también de lo básico de ese arte?, ¿no se enredó en un viaje, a los tres días de llegar de su exilio de años, a la textil e industriosa Béjar para dar una conferencia y pasear con su amigo Manuel Francisco, «el amigo de los pobres» como se conocía en Béjar al maestro que perdió la vida unos años después? Ya, es cierto. Parece que no salimos de Salamanca. Pero, ¿no anduvo y conoció y glosó don Miguel a Medina de Rioseco, en donde tiene en su plaza un rincón, y en donde se inspirará en su Viernes Santo?, ¿no conoció y glosó al León, el león castellano o, si se quiere, la castilla leonesa?, ¿no fue a buscar inspiración a Sanabria y su lago para contar las andanzas y peripecias de su San Miguel Bueno, mártir?, ¿no conoció, tal vez con ocasión de ir a visitar a su hijo mayor, residente de Palencia, al pueblecillo de Palenzuela, al que, como a Candelario, narrara en 1933 en Palenzuela?, ¿no conoció y gozó de la Soria machadiana, la de su San Antonio Machado, al que enviara alguna pieza y poesía con motivo de la preparación del Campos de Castilla del sevillano?, ¿no conoció y pateó, como se dice ahora, las cuerdas, senderos y trochas de Gredos, «espinazo de Castilla»? Como seguir cansa, una pregunta que resume todas: ¿qué parte, qué lugar de Castilla y de León no conoció don Miguel? Si la idea de acercarlo a Candelario salió bien, ¿por qué no intentar lo mismo con todas las provincias de nuestra Comunidad Autónoma? Se presentó la idea a la presidencia de la Fundación Villalar-Castilla y León y, como no podía ser de otra manera, gustó. El fruto ha sido una exposición que pretende recorrer la geografía castellano-leonesa con fotografías, dibujos y textos de don Miguel de los diferentes lugares que conoció y vivió. Se inauguró, ¿cómo no?, en Candelario, con el ánimo de que fuera itinerante. Diversas peripecias han determinado que

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la itinerancia que se proyectó como eje y naturaleza de la exposición quedara un poco «sedentaria», por lo que hasta fechas recientes no ha vuelto a salir la exposición de la sede de la citada Fundación, para hacerlo a Aldea del Obispo, pueblo «����������������������������������������������������������������������� ������������������������������������������������������������������������ rayano����������������������������������������������������������������� »���������������������������������������������������������������� de Salamanca con Portugal, en donde ha sido magníficamente acogida. Se conoce también el interés mostrado por Medina del Rioseco en albergar esta muestra y organizar en torno a ella su semana cultural anual, dedicada por tanto a don Miguel. Por ello se espera que el ������� «������ sedentarismo» no sea dolencia que vuelva a aquejar a la exposición, ya que mal tributo puede rendir a su andarín homenajeado si no anda de aquí para allá continuamente. Será, también, la forma de dar a conocer ese espíritu unamuniano que, tras los años, tan necesario parece ser sea conocido en la sociedad y mundo actual. Sí, del fondo de la común miseria surgirá el remedio cuando cada cual se persuada de que lo que es mal de todos, lo es de cada uno. No mires, joven, tu reflejo en los demás; mira sus reflejos en ti mismo. No te busques desparramado en los otros antes de haber buscado a los demás coyuntados en ti. Si los unes en tu espíritu, sabrás luego unirlos en la vida (Unamuno 2007). •

Bibliografía BOE (1975). Decreto 747/1975, de 6 de marzo, por el que se declara conjunto histórico artístico la villa de Candelario (Salamanca). Boletín Oficial del Estado 86 (10 de abril): 7438-7439, en www.boe.es/boe/dias/1975/04/10/pdfs/A0743807439.pdf RABATTE, J. C. y RABATTE, C. 2009: Miguel de Unamuno. Biografía. Taurus. Madrid. ROBLEDO HERNÁNDEZ, R. (Ed.), 2005: Sueños de concordia. Exposición y catálogo. Obra Social de Caja Duero. Salamanca. SÁNCHEZ GUTIÉRREZ, D. 2012: Los días de la niebla. El Árbol de Alicia. Valladolid UNAMUNO Y JUGO, M. 2007: Obras Completas. Paisajes del Alma. Tomo VII. Biblioteca Castro. Madrid UNAMUNO Y JUGO, M. 2007: Obras Completas. Ensayos. Tomo VIII. Biblioteca Castro. Madrid. UNAMUNO Y JUGO, M. 2014: Viajes y paisajes. Antología de textos. La línea del horizonte. Madrid. UNAMUNO Y JUGO, M. 2006: San Miguel Bueno, mártir. Cátedra. Letras Hispánicas. Madrid. UNAMUNO Y JUGO, M. 1967: El Cristo de Velázquez. Espasa-Calpe. Madrid.

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ESPECIAL

JORNADAS CULTURALES A tenor de los tres ejemplos que presentamos, parece que en estos últimos tiempos, y coincidiendo con los meses veraniegos, se ha despertado en pequeñas poblaciones un interés inusitado por su patrimonio histórico, que se ha plasmado en el conocimiento y difusión del mismo a través de la celebración de las denominadas Jornadas en las que se reúnen a unos cuantos estudiosos que sueltan su charla sobre tal o cual tema relacionado con la iglesia o monasterio de turno o los acontecimientos históricos acaecidos en la villa cuyo esplendor hace siglos que ya desapareció. Estas palabras, escritas indudablemente en un tono irónico, no pretenden satirizar, pero seguro que reflejan el pensamiento de muchos de nuestros lectores más puristas. Sí, es cierto que, en la mayoría de los casos, las sesiones se circunscriben al reducido ámbito local, lo que por otra parte resulta lógico cuando nos estamos refiriendo al mundo rural donde la inversión en cultura, que nunca fue muy magnánima, ha decaído notablemente en las últimas décadas. Las Jornadas, como cualquier otro modelo de divulgación entre la sociedad de su Patrimonio Cultural, presenta sus luces y sombras. No obstante en nuestra humilde opinión consideramos que es un modelo bueno, muy bueno, dar a conocer a grandes y chicos lo que tienen en casa, a los mayores para recordar y a los jóvenes para aprender. Otra cuestión ya es la de lograr atraer a este círculo cultural a los de menos edad. Esto de las Jornadas me trae a la memoria las enseñanzas, fuera de programación, de los viejos maestros de escuela que nos hablaban de los antiguos pueblos que habitaron antes de Cristo el terruño que pisábamos en un alarde de conocimiento y divulgación más allá de la enseñanza reglada oficial. Parece que los preceptos no cayeron en saco roto y que entre las generaciones que escucharon sus palabras aún quedan seguidores que pretenden perpetuar los conocimientos y el amor por su terruño.

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PEÑAFIEL Valladolid

JORNADAS DE PATRIMONIO CULTURAL DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA MUNICIPAL Pilar González de las Heras I Bibliotecaria Biblioteca Pública Municipal de Peñafiel

Desde el año 2012 la Biblioteca Pública Municipal de Peñafiel organiza anualmente una actividad denominada «Jornadas de Patrimonio Cultural» con las que pretende dar a conocer a toda la población de Peñafiel y comarca el patrimonio desde cualquiera de sus puntos de vista: historia, arte, costumbres, gastronomía… Con un formato sencillo: una presentación de carácter divulgativo; unos ponentes expertos, conocidos y reconocidos en la localidad por su trabajo en pro de la defensa de nuestro patrimonio; un espacio abierto a todos los ciudadanos en el que se sientan cómodo, la biblioteca Pública y muchas ganas de aprender disfrutando. Este año se celebran la quinta edición, nos queda un largo camino que recorrer. Palabras clave: Patrimonio, Peñafiel, biblioteca pública, historia, cultura


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Aprender un poco más de nuestra localidad y comarca, compartir lo que sabemos, lo que nos han contado, lo que recordamos. Disfrutar del arte que nos rodea, descubrir nuestra historia, nuestra cultura, nuestras costumbres. Estas eran las frases que encabezaban en primer folleto informativo que hicimos en la Biblioteca de Peñafiel para promocionar una nueva actividad que titulamos «JORNADAS DE PATRIMONIO», la primavera de 2012. Conocíamos el interés de muchos de nuestros usuarios por los temas locales y compartíamos con ellos su inquietud por aprender. Pensamos que en la biblioteca teníamos las herramientas necesarias para comenzar un camino que podía ser tan largo como ellos y nosotros quisiéramos, porque «���������������� ����������������� nuestro patrimonio» daba para mucho. Para participar en las jornadas había que apuntarse previamente. No sabíamos entonces que lo que comenzó como una propuesta minoritaria, se convertiría en solo cinco años en una de las actividades más esperadas del calendario cultural de Peñafiel. No podíamos ni imaginar, que llenaríamos el Museo de Arte Sacro el día que Jesús de la Villa nos acercó a la figura de don Juan Manuel Pero volvamos al principio, al año 2012. La primera propuesta fue un totum revolutum que nos vino muy bien. Fue una cata degustación, una pincelada de lo que podría ser… Buscamos a cinco personas, muy cercanas a nuestra biblioteca, muy conocidas en la localidad y expertas en algún tema relacionado con Peñafiel y comarca. Les contamos nuestra idea y todo lo demás fue muy fácil. En esas primeras jornadas descubrimos los secretos que escondía la Torre del Reloj de la mano de Daniel Sanz, un joven de la localidad enamorado de nuestra historia; Isabel Arranz, una profesora de secundaria, peñafielense y usuaria, nos hizo ver la importancia que conocer, conservar y difundir nuestro patrimonio tiene como motor turístico y económico. Jesús de la Villa, director del Museo de Arte Sacro de la localidad y profesor de la UAM, reflexionó sobre la importancia de conservar nuestro Patrimonio con una presentación en la que nos mostró lo que ya habíamos perdido; David Sánchez, técnico de la antena local de la Cámara de Comercio nos acercó a la historia de la cultura vinícola de la Ribera del Duero, y Carmen Rodrigo, profesora de Geografía e Historia del IES Conde Lucanor de Peñafiel nos demostró que desde las aulas se puede y se debe recuperar el patrimonio. Un totum revolutum que no abrió la puerta y nos hizo pensar. Ya no había marcha atrás, la caja de Pandora estaba abierta. Cuando comenzaban a aparecer los primeros brotes verdes de la primavera de 2013, todos los que habían participado en las primeras jornadas y muchos más, se acercaban por la biblioteca para apuntarse: ¡Que no me quede sin plaza, que yo estuve el año pasado! Por supuesto que no íbamos a dejar a nadie fuera de esto, lo que nosotros pretendíamos era llegar a cuantos más mejor porque estábamos convencidos de que cuanto más y mejor se conozca nuestra historia, nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestro patrimonio, más y mejor se protegerá.


15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL Nuestro interés no es localista sino todo lo contrario, queremos conocer para difundir y para darnos cuentas de lo que nos une a nuestro entorno y a otros lugares de los que estamos tan lejos y tan cerca. Y en primavera de 2013 presentamos las «ii Jornadas de Patrimonio» de la biblioteca. Ese año Peñafiel conmemoraba el milenario del Fuero que D. Sancho García otorgó a la localidad, primer documento oficial para su repoblación y organización interna. Peñafiel se engalanó para la celebración y nosotros aprovechamos para conocer algunos aspectos históricos y culturales relevantes: las culturas anteriores a D. Sancho, como el pueblo vacceo; las diferentes publicaciones sobre Peñafiel que teníamos a nuestro alcance; los hitos de la historia agraria de Peñafiel y comarca; los episodios más importantes de la historia de Peñafiel en estos mil años; y una retrospectiva fotográfica. Mil años daban para mucho, y todas las personas a las que pedimos ayuda para la organización de estas segundas jornadas se pudieron manos a la obra en cuanto les hicimos la invitación. Noelia Lerma, Jesús Hernando, Jesús Tejero, Juanjo Moral y el padre Heraclio fueron los verdaderos protagonistas. La cosa se ponía seria, la exigencia era mayor, pero también tuvimos muchas propuestas de historiadores, profesores, profesionales relacionados con el tema que querían participar en nuestras jornadas. En Peñafiel se hablaba de las Jornadas de Patrimonio y lo más importante, en Peñafiel se hablaba de Patrimonio. En 2014 la excusa fue la publicación de la esperada Historia de Peñafiel y nos aprovechamos de algunos de los coautores para que nos explicaran, de primera mano, lo que nos íbamos a encontrar en el libro, y así Jesús de la Villa nos habló de la historia reflejada en nuestro patrimonio; Gloria González nos acercó al desconocido siglo xix en Peñafiel; y Mª Jesús Marcos nos descubrió los claroscuros del siglo xx en la localidad. La propuesta siguió funcionando, pero consideramos que era el momento de la reflexión, ¿Teníamos que seguir picoteando o era mejor centrarnos en un tema? En 2015 probamos a organizar las jornadas en torno a un hilo conductor, que en este caso fueron los textos escritos. Conocimos lo que se decía de nosotros en el Catastro de Ensenada y en el Libro de Vecindario, minuciosamente estudiados por D. Jesús Hernando; tuvimos el honor de acoger la presentación de Colección Diplomática de Peñafiel, obra póstuma de D. Jonás Castro Toledo; descubrimos que una imagen vale más que mil palabras en la publicación Comentarios a una Historia Gráfica; nos sorprendimos con las noticias que aparecían en la Voz de Peñafiel y que minuciosamente fueron rescatadas por Carlos Reyes, y fuimos testigos de la recuperación de una colección de documentos históricos de Peñafiel, gracias a la tenacidad de Daniel Sanz. Y siempre, desde el principio, se ponía el punto y seguido a la actividad con una visita guiada: a la Torre del Reloj, al Museo de Arte Sacro, a San Pablo, por las calles de la Villa… ¡Hay tanto que descubrir! ¡Hay tantas cosas que volver a mirar! Aprendíamos, disfrutábamos, crecíamos….Y ahora, qué. Pues a finales del 2016 la biblioteca cumplirá veinticinco años y nos permitimos la licencia de centrar la quinta edición de las «Jornadas de Patrimonio» en la persona del escritor más importante que ha pisado esta villa, el infante don Juan Manuel. Y como las bodas de plata se tienen que celebrar a lo grande planificamos las jornadas en dos fases. La primera fase se desarrolló, como es habitual, en primavera. Descubrimos al hombre, al personaje histórico y al escritor…, y en noviembre seguiremos conociendo al que es sin duda «el señor de Peñafiel». En esta ocasión hemos contado, como siempre, con los profesionales cercanos, como Jesús de la Villa o el padre Heraclio, pero también nos acompañarán reconocidos expertos de la UVA, de la UAM y de la congregación de los dominicos. Abrimos un nuevo camino pero no queremos perder el rumbo. Las «������������������������������ ������������������������������� Jornadas de Patrimonio�������� »������� nacieron con la intención de llegar a todos los vecinos de Peñafiel y comarca. No queremos hacer un ciclo de conferencias, muchos de los participantes no estarían aquí si no fuera por esa cercanía que ha existido, y queremos siga existiendo, entre el que habla y los que escuchan, los que miran y el que enseña a mirar. Aprovechamos para agradecer a todos y cada uno de los ponentes, porque han sido los artífices del milagro, y especialmente a Jesús de la Villa, que nos ha aconsejado, ayudado, apoyado y acompañado desde la primera edición. ¡Gracias! A nuestro Ayuntamiento que se implicó desde el principio y a los que han participado y esperamos sigan participando en las «Jornadas de Patrimonio» de la Biblioteca, en las «Jornadas de Patrimonio» de Peñafiel.

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PALENZUELA Palencia

II JORNADA DEL PATRIMONIO HISTÓRICO

David Lamoca Rebollo I Arquitecto máster en restauración y licenciado en Historia david@lamoca.com

Enmarcadas dentro de las Jornadas de Patrimonio Histórico de la provincia de Palencia, este año 2016, coincidiendo con el 50 aniversario de la declaración de la villa de Palenzuela como Conjunto Histórico, se ha celebrado esta 2ª jornada en la citada población donde los asistentes han podido conocer y disfrutar de su extenso patrimonio. Palabras clave: Palenzuela, patrimonio, arquitectura, rural, difusión.


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La empresa de restauración monumental Archivolta S.L. ―especialmente uno de sus socios, Juan Carlos de la Peña― impulsó la organización de la II Jornada del Patrimonio Histórico, que tuvo lugar este año en Palenzuela. Tras el éxito de la primera, celebrada en Dueñas (Palencia) en el año 2015, en la que tuvieron singular protagonismo las bodegas y las casas excavadas, en esta edición se fijó la atención en el conjunto histórico de la villa de Palenzuela, dentro de la misma provincia, dando solidez a una iniciativa con vocación de continuidad. El objetivo principal de estas jornadas es la divulgación de un patrimonio que no se encuentra en primera línea de atención por parte de instituciones, visitantes o estudiosos, desde la arquitectura residencial tradicional construida con adobes hasta los grandes templos de piedra emplazados en pequeños pueblos, pasando por manifestaciones tan particulares como las viviendas rupestres o las antiguas bodegas para la producción vinícola. Contó con el apoyo del Ayuntamiento de la localidad y la Diputación Provincial de Palencia. La jornada tuvo lugar el día 5 de junio. La inició una serie de breves charlas por la mañana, impartidas en el amplio espacio de la iglesia de San Juan Bautista. Varios ponentes de distintas especialidades compartieron con el público múltiples aspectos relacionados de una u otra forma con el patrimonio, y singularmente el patrimonio emplazado en zonas rurales. Tras la bienvenida y los saludos de las autoridades ―alcaldesa de Palenzuela, presidenta de la Diputación Provincial palentina y delegado provincial de la Junta de Castilla y León―, el arquitecto e historiador David Lamoca Rebollo, responsable del museo municipal, realizó una presentación resumida de la historia y los monumentos más destacados de la villa, a la que siguió la conferencia del ex director general de Bellas Artes y Bienes Culturales, Jesús Prieto de Pedro, que hizo un recorrido por el proceso y el significado de la declaración de Palenzuela como Conjunto Histórico, de la que se cumplen 50 años, y los derechos y deberes que conlleva tal distinción, tanto para las administraciones como para los particulares. A continuación habló Margarita Rico, profesora de economía de la escuela de ingeniería agraria de la Universidad de Valladolid, que hizo hincapié en la repercusión económica directa e indirecta que puede llegar a tener la inversión en la conservación y difusión del patrimonio histórico. Le siguió Juana Font Arellano, historiadora del arte y presidenta de la fundación Antonio Font de Bedoya, que disertó sobre las fortificaciones construidas con tierra, un ejemplo de las cuales posee Palenzuela. Finalizó Pilar Díez, arquitecta especializada en construcción con tierra, que mostró un repertorio de las múltiples posibilidades actuales de un material indisolublemente asociado al medio rural, pero equívocamente relacionado con pobreza o incultura. Tras un aperitivo a los asistentes ofrecido por el ayuntamiento, comenzó la segunda parte de la jornada, consistente en un recorrido guiado y explicado por los hitos patrimoniales más importantes del pueblo. Comenzó la ruta frente al edificio del ayuntamiento y su torre del reloj, hoy sede del Museo pero antiguamente puerta fortificada del recinto amurallado, que se encuentra en la Plaza Mayor, espacio porticado que albergó durante siglos el mercado semanal. Desde allí se avanzó hasta las ruinas góticas de la iglesia de Santa Eulalia, que albergó en su tiempo el archivo del concejo; el mirador de las Vistillas, desde el que se domina la amplia vega del río Arlanza y el puente de piedra de nueve ojos, y que sirve también a la villa para contemplarse a sí misma; el mirador de Carlos V, emplazado junto a algunas de las grandes casas-palacio del pueblo (la de los Herrera, también llamada «el palacio», y la de los Ortega, ambas levantadas como dos grandes y sobrias moles de piedra entre los siglos XV y XVI); y finalmente el castillo –restos de una fortaleza realizada con la técnica del tapial, posiblemente originaria del siglo XIV en su configuración actual―. Durante el paseo se callejeó por la trama urbana medieval de Palenzuela, con fuertes pendientes fruto de su emplazamiento en ladera, y se contemplaron ejemplares de la arquitectura doméstica, desde pequeñas casas de adobes y madera, hasta casonas de piedra con blasones en sus fachadas.

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Saludo a los asistentes por parte del delegado de la Junta de Castilla y Charla de Juana Font sobre fortificaciones militares construidas con León en Palencia. tierra

Recorrido guiado por la villa: plaza porticada

Recorrido guiado: al fondo a la derecha se observa el edificio que alberga el Museo

Por la tarde tuvo lugar la tercera parte de la jornada, que comenzó con la visita a la ermita de la Virgen de Allende el Río, donde el profesor de historia del arte de la universidad de Valladolid Fernando Gutiérrez Baños habló sobre las valiosas pinturas góticas que se hallan en el presbiterio del templo, muy necesitadas de una restauración. A continuación hubo que desplazarse a las cercanas ruinas del convento de San Francisco, a cuyas puertas Rafael Martínez, historiador y jefe del servicio de cultura de la Diputación de Palencia, habló de las características generales de los conventos franciscanos, e hizo reseña de los pocos datos que se conocen del de Palenzuela, víctima de la desamortización, pese a lo que todavía hoy se conserva parte de los muros de la cerca, las pandas y la iglesia con su espadaña, que pudieron visitarse hasta donde permitió la abundante vegetación. Tras ello, se volvió al pueblo, donde se completó la ruta con la visita guiada al Museo de Palenzuela, que permite recorrer cronológicamente la historia de la villa por medio de restos arqueológicos y documentos del archivo municipal, y a la iglesia de San Juan, templo gótico-renacentista con un importante patrimonio mueble. Esta II Jornada consolida y amplía la iniciativa surgida un año antes, y refuerza la apuesta de sus promotores por dar a conocer esos pequeños grandes tesoros todavía hoy casi ignorados –o lo que es peor, abandonados a su suerte― del patrimonio histórico disperso por nuestro medio rural.


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Los asistentes visitando las ruinas de la iglesia de Santa Eulalia

Visita a las ruinas del castillo

David Lamoca hablando sobre las casas-palacio de Palenzuela

Charla de Fernando GutiĂŠrrez en la ermita de la Virgen Allende el RĂ­o

En las ruinas del convento de San Francisco.

Ruinas del convento de San Francisco.


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SEBÚLCOR Segovia

PRIMERAS JORNADAS DE PATRIMONIO

Arantza Rodrigo Asociación «Amigos del Convento de la Hoz»

Durante las jornadas del 28 y 29 de mayo de 2016 se han celebrado en la localidad segoviana de Sebúlcor las Primeras Jornadas de Patrimonio de Sebúlcor con el fin de mostrar y concienciar a la población sobre el rico patrimonio cultural de la misma y, sobre todo, buscar un futuro para el mismo.

Palabras clave: Sebúlcor, Convento de la Hoz, patrimonio, debate.


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Satisfacción con el desarrollo de las Primeras Jornadas de Patrimonio organizadas por la Asociación «Amigos del Convento de la Hoz», con la colaboración del Ayuntamiento de Sebúlcor. Tras la bienvenida del alcalde de Sebúlcor, Jorge Benito, y el presidente de la asociación, Juan Carlos Martín, el director del Museo de Segovia, Santiago Martínez Caballero, fue el encargado de abrir la mañana con una conferencia en la que hizo un detallado recorrido sobre el patrimonio arqueológico en los valles de los ríos San Juan y Duratón. Después se continuó con una mesa redonda moderada por J. Álvaro Arranz, de la empresa SERCAM, S. COOP, en la que intervinieron Margarita de Frutos, responsable de la oficina de turismo del ayuntamiento de Sepúlveda, Juan Carlos Muñoz-Reja, alcalde de Sacramenia y José María Bravo, alcalde de San Miguel de Bernuy y procurador del PP en las Cortes de Castilla y León, que generó un interesante debate posterior en torno al patrimonio y el arraigo de la población y que continuó durante el vino ofrecido gracias a la amabilidad de Finca Bodega Cárdaba. En la mañana también los más pequeños pudieron conocer y aprender cómo se hacían las pelotas de mano al modo tradicional. El juego en su más amplio sentido ocupó buena parte de la lluviosa tarde del sábado. Para comenzar Fernando Maestro ofreció un discurso ameno y sorprendente sobre el universo de los juegos tradicionales, sin que faltaran alusiones al juego de bolos de mujeres en Sebúlcor y un acercamiento al juego de pelota que dio paso a la tertulia en torno al juego de pelota en Sebúlcor con sus protagonistas, como Miguel Arranz, que siendo alcalde en los años 70 del siglo XX, impulsó este deporte entre los más jóvenes formando parte de la federación provincial y participando en campeonatos nacionales. Dando buena cuenta de ello acompañaron a Miguel dos de aquellos jóvenes que en el año 1972 fueron campeones de España en la categoría juvenil de 2ª división: Paco García y Miguel Ángel Ortiz. Tras el tiempo de prórroga impuesto por el fútbol, la Orquestina de la Abuela Pina puso las notas musicales en una noche que nos trajo aquellos bailes que amenizaban las tardes y noches de los pueblos en las primeras décadas del siglo XX. El domingo concentró la actividad matutina una visita interpretativa a la Hoz del Convento donde se realizaron diferentes observaciones sobre puntos de interés como la Solapa del Águila, el Convento de la Hoz o el paraje de Cueva Rota. La clausura reservó uno de los actos más importantes y emotivos para los miembros de la Asociación: la mesa redonda centrada en el pasado, presente y futuro de las ruinas del Convento de la Hoz. Carlos Santa Engracia, miembro fundador de la Asociación y autor del libro El Convento de la Hoz. Diario de una investigación abrió con un relato del proceso que concluyó con la declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) en el año 2012 al Convento de la Hoz. Le siguió Pedro Hernando para hablar de cuáles fueron los motivos que le llevaron a interesarse e iniciar su investigación sobre el modo de vida de los frailes que habitaron en tan singular edificio y paraje. Fernando Vela, director del Centro de Investigación de la Arquitectura Tradicional, puso el foco en la importancia del patrimonio en el desarrollo del medio rural ante un futuro en el que los recursos turísticos serán su principal motor. Finalmente Pedro Hernando hizo donación de todo el material de estudio recopilado durante años de investigación a la Asociación «Amigos del Convento de la Hoz» y que recogió su presidente Juan Carlos Martín Tejedor. Tanto el público asistente como la organización valoran positivamente estas jornadas en las que el patrimonio ha sido protagonista, abordado desde diferentes perspectivas. Historia, arqueología, arte, arquitectura, paisaje y el patrimonio inmaterial asociado a estos bienes formaron parte de un interesante programa, en el que se ha contado con apoyo institucional desde la Diputación de Segovia y la Junta de Castilla y León y la colaboración de CODINSE (Coordinadora del Desarrollo Integral del Nordeste Segoviano).

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Mesa redonda tras las intervenciones sobre los BIC.

Vitrina con pelotas confeccionadas a mano para juego tradicional y taller infantil sobre fabricación de pelotas. Izq.: Alguno de aquellos jóvenes de los 70 aficionados al juego de pelota y charla sobre juegos tradicionales.

Ruinas del convento de Ntra. Sra. de los Ángeles de la Hoz, participantes de las jornadas en la visita a las hoces del río Duratón y mesa redonda sobre el Convento de la Hoz


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UN PASO ATRÁS EN LA

DEFENSA DEL PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO

Santiago Anglada Gotor I Licenciado en Derecho Director de Programa en la Viceconsejería de Organización Educativa de la Comunidad de Madrid. santiago.anglada@madrid.org

El artículo, que surge a raíz de un comentario publicado en el diario Heraldo de Aragón el 02/07/2014, trata de la problemática suscitada por la protección del entorno contiguo a un inmueble de interés cultural. Concretamente, comenta una reciente sentencia pronunciada por el Tribunal Superior de Justicia Aragón, que se aparta de la doctrina sentada por el Tribunal Supremo.

Palabras clave: defensa del Patrimonio


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Desde que se promulgara el Real Decreto-Ley de 9 de agosto de 1926 bajo el régimen de Primo de Rivera, la protección de un monumento histórico artístico ha estado asociada a la de su entorno inmediato. Es cierto que la presión urbanística ha dado al traste, a veces, con esta previsión, como sucedió con una de las iglesias de estilo románico-lombardo en el valle de Bohí (Lleida), a cuyo lado fue levantado un edificio en los años setenta que competía en altura con el campanario. Pero la norma ha sido siempre, en este punto, clara. No es así de extrañar que las Directrices Parciales de Ordenación Territorial del Pirineo Aragonés, de 13 de diciembre de 2005, dispongan que, en el espacio colindante con aquellos edificios de interés arquitectónico, catalogados en su categoría primera, «se intervendrá de manera respetuosa, valorizando los mismos». Esta determinación, de aplicación directa, ha quedado fortalecida tras haber sido incorporada al planeamiento urbanístico en cuyo ámbito territorial radica cada uno de los edificios, como sucede en los catalogados conjuntos arquitectónicos de Benasque, Panticosa, Sallent o Hecho. Si el legislador aragonés fija un plus cuando exige que las intervenciones en el espacio contiguo valoricen el edificio histórico artístico, qué menos que esas intervenciones no desmerezcan el edificio mismo; lo cual suscita la repercusión que las construcciones colindantes pueden tener sobre el inmueble objeto de protección. Entendemos por impacto paisajístico el cambio que se produce en la configuración de un entorno al implantarse una actividad concreta, extrapolando aquí el concepto de impacto ambiental introducido por McHarg en el año 1964. Ello supone percibir ese entorno en su dimensión panorámica, óptica y, en definitiva, estética, como tiene declarado el Tribunal Constitucional en su sentencia de 26 de junio 1995. Tras haber sido objeto de extenso tratamiento doctrinal, podemos sostener que el paisaje constituye hoy en día un bien intangible jurídicamente protegido cuya recepción por nuestro ordenamiento jurídico está consolidada, como ha puesto de relieve Pérez González (2008). Uno de los elementos integrantes del paisaje son los inmuebles de carácter histórico-artístico. Lógicamente, la alteración de su entorno inmediato influirá en la imagen de éstos. Nótese que no se protege aquí el paisaje como un bien en sí mismo, sino que su valor viene dado por afectar su alteración a otro bien jurídicamente protegido. Aunque el impacto ambiental entraña un factor no exento de cierto subjetivismo, constituye un concepto jurídico indeterminado que puede y debe ser concretado en cada caso a partir de valoraciones técnicas. Éstas son la panorámica del entorno inmediato, la relevancia del fondo escénico y, en definitiva, el grado en que la nueva intervención afectará a la visualización del bien, como nos ha hecho notar GarcíaMercadal y García-Loygorry. Se explica así que, al evaluar el impacto que la llamada Torre Pelli tiene sobre los monumentos histórico artísticos de la ciudad de Sevilla, el debate haya estado centrado en el modo en

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15 I ESTUDIOS DEL PATRIMONIO CULTURAL que aquélla afecta a la perspectiva visual de éstos, como señala el informe evacuado por ICOMOS (2008). Con todo, el interés protegido no siempre se reduce a una percepción visual, sino que cabe extenderlo a la compresión cultural del propio monumento, en la línea innovada por algunas legislaciones autonómicas1. Así lo entiende el Tribunal Supremo, para quien el entorno responde a una unidad de interpretación del bien de interés cultural (sentencia de 22 de enero de 2013; ponente: Segundo Menéndez Pérez). El propio Tribunal Supremo, al tratar del impacto paisajístico, ha establecido que el impacto visual de una obra de nueva planta debe ser examinado mediante documentación gráfica. Habrá de estudiarse, pues, el material fotográfico para deducir el impacto visual sobre la perspectiva del bien objeto de protección, ya que «las fotografías permiten conocer las consecuencias de la intervención sobre el propio terreno y los efectos desde fuera y para el entorno» (sentencia de 10 de abril de 2014; ponente: Eduardo Calvo Rojas). En otras palabras, la fotografía deviene aquí «material probatorio de peso» (sentencia de 10 de marzo de 2010; ponente: Jesús Ernesto Peces Morate), hasta el extremo de que «basta con observarlas para alcanzar una conclusión» (sentencia de 3 de marzo de 2015; ponente: Francisco José Navarro Sanchís). Es más: hasta pueden desvirtuar la conclusión de un informe pericial cuando aquélla «no se corresponde con las fotografías contenidas en el propio informe» (sentencia de 1 de abril de 2014; ponente: Jesús Ernesto Pérez Morate). Son «esas imágenes las que permitirán valorar lisa y llanamente cómo va a quedar la nueva construcción» en relación ―en nuestro caso― con el edificio histórico artístico (sentencias de 23 de octubre de 2002 y 7 de noviembre de 2009; ponente Pedro José Yagüe Gil). Esa deducción puede incluso extraerse «de la visión gráfica que de los terrenos ofrecen páginas de reconocida notoriedad en Internet, tales como Google Earth o Sigpac» (sentencia de 4 de marzo de 2014; ponente: Jesús Ernesto Peces Morate). Hasta «un plano levantado a mano alzada puede ser suficiente para esclarecer a la perfección la cuestión sobre la que se delibera» (sentencia de 30 de octubre de 1995; ponente: Jesús Ernesto Peces Morate). Sorprende, por tanto, que un Tribunal Superior de Justicia como es el de Aragón, al entrar a valorar el impacto visual de una nueva construcción sobre Casa Faure ―edificio catalogado de los siglos XVI a XVIII en Benasque― haya despreciado tal prueba documental gráfica. Y ello pese a reconocer el Tribunal que «lo único que se acredita con la prueba pericial es una evidente afección a la vista del edificio» (sentencia de 3 de enero de 2014, de la que ha sido ponente Juan Carlos Zapata). Siendo, pues, manifiesta para el juzgador aragonés la afección paisajística, concluye no obstante que tal afección no puede coartar la libertad de ubicación de la obra nueva en la parcela del modo que más convenga al promotor. No se trataba, pues, de prohibir, ni siquiera de restringir, el volumen edificable, sino de cohonestar la posición de éste sobre la parcela con la conservación del edificio colindante. En otras palabras, parece como si la libertad de elección primara sobre el interés público protegido por la ley. Dice López Ramón que contradicciones de este tipo son debidas, en parte, a que las normas en materia de protección del paisaje navegan entre las incertidumbres que generan los diecisiete Tribunales Superiores de Justicia, sin una vía armonizadora ante el Tribunal Supremo. Aún así, hemos de seguir buscando en cada caso esa justicia pura y limpia de egoísmos a que se refería Azorín en el Buen Juez, que cuando una partícula de ella desciende sobre el mundo llena de asombro a los hombres. •

Bibliografía: McHARG, I. L. 1964: Design with nature. The Falcon Press, Philadelphia. PÉREZ GONZÁLEZ 2008: Relaciones entre la ordenación urbanística y el paisaje. El consultor de los Ayuntamientos y Juzgados. Madrid. ICOMOS. COMITÉ NACIONAL ESPAÑOL 2008: Informe sobre la construcción de la Torre Pelli para Cajasol en Sevilla. http://www.ugr.es/~ophe/015PMUNDIAL/015index002.htm, (consulta: 03.11.2014). 1 Muestra de ello son los arts. 44 de la Ley de Patrimonio Cultural de Galicia, de 30 de octubre de 1995, y 39 de la Ley de Patrimonio Artístico y Cultural de Extremadura, de 29 de marzo de 1999.

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epc I Fragmentos escogidos

LA RUINA DE LAS RUINAS Jesús Álvaro Arranz Mínguez

Son muchos los lugares en el amplio universo arqueológico a los que puede aplicarse este título. Sin embargo existe un territorio en el Mediterráneo oriental para el que, siempre, este apelativo resulta idóneo… … Y al fin yació reposando del bochorno del mediodía recogido entre columnas caídas, a la sombra de muros en ruinas que ha sobrevivido a los nombres de quienes los alzaron…

En un viaje ideal por nuestra Grecia clásica no podíamos por menos comenzar con un fragmento del poema El Sueño (1816) de Lord Byron: «recogido entre columnas caídas, a la sombra de muros en ruinas». La ruina de las ruinas o el ocaso de la decadencia. Sin embargo, siglos atrás, en los predios donde el héroe mitológico Belerofonte capturó al caballo Pegaso, se construyó un templo dedicado a Apolo y nacería la ciudad de Corinto que, después, arrasaría el cónsul romano Lucio Mumio en el 146 a. C. y sería reconstruida a partir del 44 a. C. De aquella primitiva ciudad del Peloponeso, quedó en pie el templo cuyos restos se han mante-

nido hasta la actualidad a pesar de que la ciudad sufrió varios terremotos devastadores, siendo el de 1858 el que provocó el nacimiento del nuevo Corinto y la despoblación del viejo: «Corinto, que había soñador ser, como antes, un gran mercado para Oriente y Occidente, será siempre lo que es, es decir, un pueblo arruinado cada diez años por un terremoto», escribía Juan Lucena de los Ríos hacia 1875-1880. Este autor, que relató su travesía por la Grecia monumental en el libro El país de los sabios también describía: «Llegamos en medio de casas hundidas y abandonadas […]. La desgraciada ciudad ha desaparecido y nada subsiste bajo aquellos montones de ruinas, esparcidas en una llanura pedregosa donde vegetan algunos cuadros de poca lozana cebada». Lucena no se está refiriendo a la ciudad clásica ―que comenzó a excavarse en 1896―, sino a la del siglo XIX destruida por un terremoto veinte años atrás. Anecdóticas, aunque muy relevantes, resultan las palabras del mismo autor: Los habitantes del pueblo de Hexamili, que está cerca, vienen siempre a ofreceros algunas antigüedades procedentes, según ellos dicen, de las buscas que han hecho en las ruinas de la vecindad; pero lo que ellos no dicen es que aquellas monedas y urnas, cubiertas


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aún de venerable polvo, han sido recientemente fabricadas en Atenas, Italia y Alemania, que las envían a los campesinos vecinos de antiguas ruinas. El campesino griego tiene un verdadero talento para simular el entusiasmo del hombre que ha encontrado un tesoro inesperado, pero que comprende el valor de él y no quiere cederlo sino a precios elevados.

Aparte de la nota pintoresca, Juan Lucena también realiza una breve descripción del templo de Apolo de la que extraemos estas significativas palabras: En una especie de explanada, a la entrada de la población, se hallan siete columnas de orden dórico […]. Hállanse acribilladas de agujeros abiertos por los turcos para colocar los postes de las casuchas que apoyan contra esas ruinas […]. Esta columnata, desgastada por la base, rota y desnivelada por los temblores de tierra, ha escapado, no obstante, a la catástrofe que destruyó la población; y aislada, en medio de la ciudad derruida, conserva todavía un importante carácter de solidez y de fuerza.

Impresionantes debieron ser estos restos a juzgar por el grabado que acompaña al texto, de mayor fuerza si cabe que las fotografías de época tomadas por la Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas. En la llanura, al pie de la inmensa mole calcárea del Acrocorinto, el pórtico se yergue como único testigo superviviente del pasado glorioso de la ciudad, de las ciudades, la clásica y la derruida por el terremoto del 58. No es difícil imaginar la impresión que en el viajero ―aún acostumbrado a un país repleto de vestigios arqueológicos― debió de surtir esta visión en ese singular paisaje.

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El chileno Miguel Rocuant, que se aventuró por estos parajes en los primeros años 30 del siglo XX, describía con palabras poéticas estas heredades: […] divisamos el golfo de Corinto. A la distancia, el cielo parece la evaporación de los azules del mar. A un lado se perfila el Acrocorinto y al fondo el Parnaso […]. Entre tantas construcciones caídas lo único que se ve más o menos entero son algunas columnas del templo de Apolo […]. El diseño de su conjunto tiene la melancolía de las liras rotas, y sus coloraciones, la tristeza de los cantos muertos. La belleza de la visión esclarece nuestro espíritu, […] frente a esta imagen de la lira del dios, muda para siempre y destrozada a la orilla del mar, nos hemos sentido por un instante grandes.

R. B. Richardson de la Escuela Americana de Atenas comenzó las excavaciones en Corinto en 1896, continuándose prácticamente ininterrumpidamente hasta la actualidad. De ello se deriva un importante archivo de imágenes, algunas de ellas de enorme belleza plástica, que permiten revivir un tiempo pasado transcurrido en el descubrimiento de los vestigios de los ancestros en las tierras de Éfira.

Lucena de los Ríos, J. (s/f): El país de los sabios. Recuerdos de una expedición por Grecia. Establecimiento tipográfico de Ramón Molinas. Barcelona. Rocuant, M. L. (1942): En la barca de Ulises. Impresiones de Grecia. Editorial Nascimiento. Santiago de Chile.


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Excavaciones en las tabernae del NO. Año 1901. Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas. Excavaciones de Corinto.

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EPC 15 I noviembre 2016 I www.sercam.es



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