Cuadernos a la deriva - Drifting notebooks

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DERIVA DE UN TURISTA CONSCIENTE. Manena Juan Introducción Durante veinte días nos centramos en materializar con nuestra presencia las ensoñaciones elucubradas durante meses en múltiples reflexiones y diversas reuniones. Desde una visión panorámica del espacio-tiempo, “Cuadernos a la deriva” se desarrolló en dos planos: un itinerario continental o transibérico y otro local, insular, que tuvieron su confluencia en la playa de La Laja. Desde el plano insular la ruta transibérica era una referencia importante, en algunos momentos actuaba como la antorcha olímpica que llegará, y desde aquí nuestras acciones estaban dirigidas a dignificar su acogida. Esa referencia también era importante pues nos hacíamos presentes a través de Anna en lugares con gente comprometida o vinculadas a microcentros culturales o estructuras similares. ¡Todo un ritual muy energético! “Cuadernos a la deriva – Drifting notebooks” en su dimensión local nos llevó a relacionar cultura y turismo. La cultura es expresión, “dejar ser lo que ya es”. En este sentido no se produce para consumir, lo cultural es algo a consumar. Necesitamos generar cultura para nosotros, que somos los ciudadanos de una ciudad turística. El proyecto, bajo una de sus miradas, nos propone que juguemos con el imaginario de que en una ciudad turística no hay turistas y ciudadanos: todos somos turistas. Turistas conscientes dispuestos a consumar recorridos por la ciudad. Turista explorando la ciudad (de Las Palmas) Turistas somos todos. El turismo es una forma de experimentar los espacios y Las Palmas es una ciudad que orbita alrededor del turismo. Tomar “consciencia de turista” nos pareció el rol acertado. En la práctica turística se rompe con las rutinas de la vida diaria, permitiendo que se desplieguen experiencias diferentes a las cotidianas. Durante los quince días del evento mantuvimos la visión, al usar la ciudad, de ser turistas en el día a día . Ser turista es hacerse presente en un lugar no habitual. Si percibiéramos la viveza del entorno, su cambio continuo, nos sentiríamos siempre en un lugar nuevo y seríamos más conscientes de nuestra propia ciudad, y por añadidura del mundo. Estar de turistas en nuestra propia ciudad y conseguir tener la visión auroral del que percibe las cosas por primera vez, era el reto: una manera de vivificarnos, de sentirnos vivos. De emanar lo que somos, vivenciando el sentido de lo cultural desde un proceso vertical, de profundidad; no sólo horizontal, anclado en un pasado superfluo y proyectado hacia una moda de cultura globalizada.


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