Cuadernos a la deriva - Drifting notebooks

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MITIFICADOS, MIXTIFICADOS, COLISIONADOS. Salvador Martínez Retazos de la deriva Llevamos contándonos el cuento de que las Islas Canarias: orígenes míticos, que sí Platón, que sí Juba, seguro de sol, vacaciones felices, paraísos cercanos, guanches rubios, piratas holandeses, ingleses en tartanas y libertad sexual, a través de los folletos turísticos, durante doscientos años. Verneau a finales del siglo XIX ya adelanta lo del clima y los tópicos que luego aparecerán, con más confetis y menos profundidad en todas las guías de viaje y folletos de agencia, con que promocionamos las Islas Canarias. Es tal la potencia del mensaje turístico, su reiterada estacionalidad, a falta de una historia consensuada que recoja la realidad de las islas y sus habitantes, sus migraciones, hambrunas, sequías; la identidad psicológica, social y económica de los residentes, queda solapada por un relato entre lo real y la ficción turística, relato que nos contamos a nosotros mismo al modo que las familias embellecen sus orígenes para fortalecer así, en nombre de los intereses patrios, el papel que el guionista del folleto nos ha escrito, a saber el de pueblo amable y atento a las necesidades de los visitantes, que están muy cansaditos del trajín europeo, mejor no molestarles, que de sacarles la pasta ya se ocupan. Las tradiciones, recreadas y anacrónicas, al gusto primero de “coros y danzas” y luego jaleadas por el nacionalismo costumbrista, han devenido el uniforme de las fiestas. Los promotores de la isla como escenario de sueños paradisiacos parecen encantados, que el fondo del paisaje se llene de canarios dispuestos a ser amables y atentos, vestidos de típicos. Talmente, como si el “Pueblo Canario” se hubiese desparramado por toda la isla, imperfectamente, dejado recreaciones nestorianas a medio camino del traje tradicional festivo con complementos diversos, entre gente vestidos de normal, de casual, de domingo, de deportista, punkis, góticos y otras faunas. Y si no eres proactivo con este cuento, que es el soporte de nuestra primera industria, mejor te callas y dejas que siga la peli de cruceros y aviones llenos de viajeros, visitantes, devenidos turistas porque la industria así los gestiona mejor. Que salgan satisfechos y vuelvan. Mientras el paisanaje festeja y celebra ritos agrícolas, cuando hemos dejado de ser agricultores para devenir turicultores. A los canarios nos queda completar el escenario en el que se está convirtiendo Gran Canaria, ajuar de carnaval para él, ella y los niños, que promociona la economía local, además del traje de romero, uno de fiesta con chaleco y faldas nestorianas de atrezzo y complementos varios, la ciudadanía devenida cómplice y figurante de una mitificación nada realista y morbosa para los canarios, incapaces de metabolizar semejante masa de visitantes y buscado una identidad que se pierde en la bruma de intereses diversos, que toma un pasado recreado, como el pasado real, que poco tiene que ver con las motivaciones de los ciudadanos residentes, que olvidan su futuro, entregados de pies y manos a la primera industria mundial que ya decidirá si los cruceristas necesitan un tobogán desde la Cumbre a Maspalomas, para reírse


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