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Teresa Forcades y Álvaro Lobo: "La escuela necesita parar y hacer silencio"

La monja benedictina ofreció en su intervención una reflexión sobre la mística del encuentro, y para ello se centró en el “encuentro vivo”, que no es el que se produce a nivel intelectual, sino el que se origina entre personas y donde se comparte la vida.

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Para profundizar en el tema de la vida y el aspecto místico de la misma recordó las tres palabras que el Evangelio, en hebreo, emplea para hablar de vida.

Así, explicó que la primera es bios (de la que deriva Biología), y que se refiere a todo aquello que se necesita para vivir y que no depende de mí (aire, comida, reconocimiento…). A continuación desarrolló el término psiché (de donde deriva Psicología), que se refiere a “la vida interior, espiritual”, a la parte de la vida de la que uno es responsable. Por último zoé, de donde procede Zoología, que en muchas ocasiones se traduce en las sagradas escrituras como vida eterna, y se relaciona con el encuentro místico.

Forcades aseguró que la mejor traducción de psiché es la palabra libertad entendida como responsabilidad y no como libertad absoluta. Incidió en la importancia de la educación en la libertad que se realiza en las escuelas católicas y a través de la cual se hace entender al niño que en la vida va a encontrar muchas cosas que no va a depender de él. Reconoció, además, que en las escuelas cristianas “se forma para ser alguien que viva en comunidad de una forma constructiva”, pero sin olvidar que en ese vivir en comunidad “es fundamental la aportación individual”.

De este modo se produce un encuentro donde la psiché, la individualidad, no va a desaparecer en el contacto con el otro, y según afirmó la religiosa, “cuanto más fuerte sea la psiché más fuerte será la zoé, la vida de comunión”.

Esta orientación, que corresponde a la mística de la comunión, reconoce que el otro es distinto, y que siempre lo será, y aseguró que el reto de la mística cristiana, inspirada por la trinidad, es vivir un encuentro donde esa “otredad”, esa “alteridad” sea respetada, acogida y permita a uno mismo dar un paso más en la propia evolución.

Confesó al auditorio que le parece precioso que desde la escuela se ayude a los alumnos a descubrir “su responsabilidad, su originalidad, su irreductibilidad personal”, que les ayuden a reconocer que hay algo en cada uno de ellos que les hace únicos, y “que la comunidad humana necesita para ser en plenitud”.

PERFIL

TERESA FORCADES

Es médica, teóloga y monja benedictina en el Monasterio de Sant Benet de Montserrat (Cataluña, España). Máster en Divinidad con una tesis sobre los fundamentos filosóficos y los peligros del diálogo multicultural a propósito de C. Taylor y HG Gadamer (Harvard, 1997), doctora en Salud Pública con una tesis sobre medicina alternativa (U. Barcelona, 2004) y doctora en Sagrada Teología con un estudio de la noción de persona en la teología trinitaria clásica y su relación con la noción moderna de libertad como autodeterminación (Facultat de Teologia de Catalunya, 2007). Desde 2017 es directora de la revista Iglesia Viva y desde 2020 también lo es de la Escuela Monástica Sinclética. Actualmente vive y enseña en su monasterio de Montserrat.

Álvaro Lobo con su ponencia hizo un recorrido antropológico por el encuentro para comprender los “accidentes de encontrarnos” y cómo podemos cuidarnos. En un mundo de consumismo, velocidad y complejidad creciente, Lobo habló de educar para el desequilibrio, el descontrol y el desconcierto. Y, asumiendo esos retos, apostó por “construir pensamiento” entre los alumnos y crear “canteras de fe”.

Vivimos en un mundo en crisis. Crisis militar, económica, política, moral, ecológica, etc. pero como cristianos no debemos centrarnos en las crisis, sino en cómo se relaciona el ser humano. Con estas palabras comenzó Álvaro Lobo su intervención en el XVI Congreso de Escuelas Católicas. En su opinión, en este mundo lleno de incertidumbres debemos asumir que: vivimos en un consumismo existencial que hemos adaptado a nuestra forma de vivir; que es un mundo en constante velocidad centrífuga, que gira más rápido de lo que pensamos, y en el que se disuelven los vínculos entre personas y los lazos se rompen; y que es un mundo donde la complejidad es creciente. Por eso, debemos preguntarnos ¿qué hacemos aquí? Especialmente los educadores deben hacerse esta pregunta e interrogarse sobre su identidad, según Álvaro Lobo. “No debemos preguntarnos cómo queremos educar, sino qué sociedad queremos para el futuro. Debemos soñar un mundo nuevo y pensar en nuestros alumnos pensando en el mundo que van a heredar”, dijo.

Advirtió que en las sociedades actuales, especialmente los jóvenes, han pasado del “pienso luego existo, al siento luego existo”, con el riesgo que implica construir un mundo pensando en lo que sentimos y olvidándonos del “pensar” y de la “verdad”. Por ello, interpeló a los educadores reunidos en el congreso a hablar de innovación y nuevas tecnologías, pero también de construir pensamiento en sus alumnos, porque cuantas más raíces tengan más aguantarán la tormenta.

En este panorama social en el que además afloran los populismos, el terrorismo y el totalitarismo, tenenos que hacer de nuestros alumnos “canteras de la fe”, subrayó Lobo, proponiéndoles que amen a Dios y al prójimo.

Habló también de cuidar los encuentros propiciando la gratuidad, abrazando a la otra persona con sus heridas (con lo bueno y lo malo), poniendo el acento en la dignidad humana, teniendo en cuenta la historia y naturaleza de cada persona, haciendo que se sienta importante y viéndolas como un proceso, un camino. Explicó también que el cuidar tiene que ver con la exigencia del entrenador que te hace sudar, no sufrir, para conseguir el objetivo; y con crear en los colegios espacio de profundidad.

Propuso a los colegios, educar asumiendo tres horizontes: el desequilibrio, el descontrol y el desconcierto. El desequilibrio, fomentando el deseo hacia la verdad, la justicia y el bien. El descontrol, siendo brújula para orientar a los alumnos en medio de la tormenta. Y el desconcierto, educando “personas que sepan ver la esperanza donde otros ven caos”. “Ojalá en estos encuentros con los alumnos no solo hagamos mejores personas, sino ciudadanos que sueñan con un mundo nuevo”, concluyó.

Silencio, brújulas e interioridad

Tras las respectivas ponencias, Teresa Forcades y Álvaro Lobo mantuvieron un interesante diálogo en el que también respondieron a las preguntas del público. Hablaron de cómo ayudar mejor a los alumnos, del talento, de encontrar el equilibrio entre diversidad y uniformidad y, especialmente, de la necesidad de pararse y hacer silencio.

En este sentido, Teresa Forcaldes propuso, como un distintivo para la escuela católica, que cada día en los colegios se ofrezca a los alumnos 10 o 15 minutos para hacer silencio. Es en el silencio donde uno se encuentra con uno mismo y donde crece, donde se puede desarrollar la interioridad. Hoy con la intención de ocupar todas las horas se ha perdido la posibilidad, “tan necesaria”, de que los niños se aburran, y nosotros los adultos nos sentimos mal cuando tenemos tiempo libre, en lugar de acoger ese sentimiento y cuidar ese espacio interior.

Para Álvaro Lobo, además de esa necesidad de cultivar el silencio y promover espacios de silencio, los maestros tienen que ser testigos y elementos sólidos en este mundo que gira tan rápido, deben ser ancla para sus alumnos.

PERFIL

Es jesuita desde 2011 en la provincia de España. Su primera formación fue Enfermería, para luego continuar con Antropología, un Máster en Política y Democracia y la Licencia en Teología Moral en el Centro Sèvres. Entre 2015 y 2017 fue profesor en el Colegio Nuestra Señora del Recuerdo de Madrid. Es cofundador, director y productor de la Compañía Magistral de Teatro, y colaborador ocasional en la Revista Manresa de espiritualidad ignaciana y en plataformas digitales (El País, Sal Terrae, Civiltà Cattolica, Razón y Fe, Vida Nueva…). Actualmente es delegado de pastoral colegial de la provincia de España en la Compañía de Jesús y Coordinador de Pastoral SJ

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