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John y Yo
from Encuentro 81 N°9
by Encuentro 81
Marisol Téllez
En el preciso momento en que estacionaba el auto en la Residencia de Ancianos, sonó mi teléfono. No pude contestar la llamada. Volvió a sonar. ¡Era John! Era la primera vez en muchos meses que usaba su teléfono móvil. Se le había hecho difícil manejarlo. Estaba feliz que yo ya estuviera cerca.
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Hoy John está bien. Es decir, puede decir frases con lógica y expresar emociones reales y verdaderas, sin que lo distraigan “los otros” que a menudo se esconden en su habitación. Son personas que en general reconoce, pero que nunca responden a sus preguntas; otras veces son niños desconocidos que corretean alrededor de nosotros sin prestarnos atención, ni a él ni a mí.
Está hablador, a pesar de su visible esfuerzo por articular y expulsar las palabras de su boca o esbozar una sonrisa.
“¿Cuál es la verdad sobre la comida francesa?”.
"¿Debería quejarme que dos enfermeras son un poco agresivas?"
“Ayer me llevaron al parque y repartieron flan de caramelo y mariscos, pero se llevaron la mejor parte”.
"Todavía pienso en Anne, ¿podré enviarle un mensaje? ¡No puedo dejar de pensar en ella!”.
"¿Hay algún lugar en donde pueda jugar una partida de ajedrez?".
"¿Quién podría jugar 'GO' conmigo?".
"¡Te quiero tanto!", me dice ahora con voz más fuerte que antes.
"¿Hay alguna posibilidad de que pueda ir de paseo?".
“Este té que me han traído está delicioso ”
“¿Qué puedo hacer para que tú estés mejor?”.
“Estás muy bien John”, le digo, y tomo una de sus manos. “¡Estoy feliz de verte y estar aquí contigo!”.
Bebe todavía su taza de té a través de una pajita de plástico, sosteniendo la taza con sus manos huesudas y de venas prominentes. Sus piernas están dobladas hacia la derecha, delgadas y rígidas, sus pies están fríos.
Me alegro tanto de haber sugerido a las enfermeras que cambiaran la posición de la cama, para que John pueda ver los árboles a través de la ventana, en lugar del pasillo y la puerta abierta de la habitación de otro residente. Ocurre que el personal ya había cambiado la ubicación de su cama por lo menos una vez, después de un día cuando los vigorosos intentos de John por salir de su cama habían logrado descolgar las cortinas de la ventana.
...“y yo era bastante joven... estoy feliz de estar razonablemente bien”, me dice.
Cierra los ojos , ya es hora de irme Llevo aquí casi tres horas y él siente la necesidad de entretenerme, me cuenta sus sueños, sus viajes en tren, a veces aterradores, en el que es llevado por el personal muchas de sus noches. A veces tiene dudas de si él también fue al viaje o no, pero hoy me insiste que esta noche no quiere ir.
Ahora abre mucho los ojos. Su suave cabello blanco es más fino y su rostro está muy bien afeitado y limpio.
"¿Es cierto que pude haberte hecho el amor como es debido hace dos meses?".
“¡Debería haberlo hecho antes! Si éramos los dos”.
Ahora traigo conmigo mi laptop y con la ayuda de Spotify pongo música. Esta vez, el concierto para oboe de Marcello que vibra todavía en mí desde que lo escuché por primera vez cuando joven. Un concierto inolvidable en el entonces recién inaugurado teatro Antonio Varas. Cuando el oboe comienza a cantar, John levanta ambas manos de la cama como si estuviera dirigiendo la orquesta. Se ve tranquilo. Sonríe, o yo creo que lo hace. Sostengo sus manos delgadas y cálidas. Me pide que me acerque, acerco mi cabeza hacia él, besa mi mejilla Intento controlar mis lágrimas ¿Qué puedo hacer? He llorado con él muchas veces. ¡Ahora no! ¡Qué momento más rico de unión!
Antes, había puesto el “Aleluya” de
Haendel.

Es Semana Santa y hace bien escucharlo de nuevo Los recuerdos se precipitan en mí como un arroyo, desde hace más de 60 años, cuando escuché el Mesías entero sentada en un cojín en el piso frío de la iglesia franciscana de la Recoleta en la Chimba, un antiguo barrio de Santiago. Repleto de gente, mayores y jóvenes en un concierto especial de Semana Santa. La acústica de la iglesia era tal que las voces del coro resonaban en cada molécula de aire del enorme espacio. Aquellos años llenos de futuro y emociones.
Levanto la vista, aún estoy sentada al lado de su cama. Veo a John observándome mientras escribo. Busca mis manos.
"Tú eres mi felicidad". “Eres mi amor”, dice haciendo un esfuerzo por hablar alto para que pueda escucharlo. ¿Qué puedo decirle?
Es mi felicidad traerte felicidad, le digo. Así lo siento, lo digo en serio, me encuentro cómoda en esa pequeña habitación con él. Se ha convertido en “nuestro” espacio, como el que compartíamos por las tardes en nuestra casa de muchos años, rodeados de naturaleza viva e inmersos en la música, mientras conversábamos sobre el pasado, y el entonces presente.
Presente y pasado, ahora y entonces, en total unión
No todas las visitas a John son iguales
Abril, 2023
Kings Langley
Hertfordshire, RU