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Conversando con Lorna Luco

Ruby Osorio Arias

Lorna y yo conversamos en un espacio virtual. Me recibe y me habla con su voz suave y de tono firme. Su relato es ágil y rápido, se mueve de un tema a otro, a veces como un torbellino y tengo que apurarme para seguirle el hilo. Me impresiona su actitud modesta, sin pretensiones, pese a que tiene muchas razones para lo opuesto: primera directora de un gran consultorio, primera directora de un gran hospital, pionera en el desarrollo de los servicios de cuidados paliativos. De risa fácil y contagiosa. Es privada en su relato, con límites claros que no me atrevo a presionar, pero me cuenta con gusto de su vida profesional. Es admirable en su representación del género femenino en cuanto a su vocación, su capacidad de entrega y su fuerza de espíritu, esto último especialmente al enfrentar sus desafíos personales. Es cálida y entretenida. Suenan tentadores sus encuentros donde cultiva la amistad, compartiendo un cafecito con pastelitos en un local de barrio. Lorna está retirada del trabajo clínico, pero no del académico, donde continúa su labor docente.

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-Esta entrevista es en relación a ti, a lo que tú quieras contarnos acerca de dónde te encuentras en lo profesional.

Ahora estoy viviendo un proceso bien especial, el duelo de dejar el servicio público.

Sábado, 10 de diciembre, 2022

Hace casi un año me acogí a retiro, después de trabajar 40 años en gestión clínica y en asistencialidad. A lo largo de mi vida profesional he combinado estas dos áreas, las que viví muy intensamente. Cuando nosotros egresamos, en 1982, partí haciendo un reemplazo en la urgencia del Hospital Salvador, donde fui auxiliar técnico desde tercer año de medicina. Y luego me gané un cargo en el ciclo de destinación, que era un sistema de concurso bien precario. Allí inicié mi carrera siendo médico de La Pintana. Me desempeñé como médico general del ciclo de destinación en Medicina Integral, como se llamaba en ese tiempo, gestionando los programas de salud de ese entonces. En ese tiempo se robaban las líneas telefónicas, el consultorio quedaba aislado y no podíamos llamar a la ambulancia. Varias veces, por seguridad, y porque no teníamos cómo hacer frente a las urgencias, cerrábamos el consultorio a las dos de la tarde.

Nos tocó vivir un proceso bien duro entre 1982 y 1986. Había protestas, con bloqueos de calle Fue muy importante ese periodo para nosotros y para todos aquí en Chile Después vino la municipalización. Yo había ejercido como directora de tres consultorios generales urbanos, como se llamaban en ese tiempo, y me invitaron a participar en el Servicio de Salud, al que me integré.

Después fui directora del Hospital San José de Maipo, un hospital creado para la atención de la tuberculosis. En esos años vino el plebiscito, asumió el gobierno del Presidente Aylwin.

Postulé a una beca de la OPS para hacer el Magíster de Salud Pública y cuando terminé asumí primero como subdirectora y luego como directora en el Hospital Sótero del Río, donde estuve muchos años.

Además, hace más o menos unos 16 o 18 años me sumergí en el mundo académico y en este momento soy profesora y coordinadora de una asignatura del Magíster de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello, desde hace ya 7 años.

También soy asesora y miembro del Comité de Ética Institucional, formo parte del Comité de Ciencias Médicas de la Universidad de Santiago de Chile y soy profesora invitada de la Universidad del Desarrollo, donde hago docencia de Pre y Posgrado. Así es que tengo de nuevo mi calendario y mi agenda llenos de actividades.

-¿Dónde hiciste el Magíster?

En la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile La verdad es que el cierre de ese Magíster coincidió con una situación biográfica mía muy, muy intensa, muy importante y al final no pude terminar mi tesis de grado, aunque sí obtuve mi Licenciatura en Salud Pública. Estaba embarazada de mi tercer hijo. Y mi hijo falleció ya nacido. Fue un periodo muy duro de mi vida. Fue un año entero de mucho remezón, de todo tipo. Es una de las cosas inconclusas que terminaré en la otra vida probablemente. (Se ríe)

-¿Tu hijo falleció en útero o después de nacer?

Nació y murió a los dos días Era mi tercer hijo, Juan Pablo. Entonces estuve fuera de circulación bastante rato y cuando volví, me ofrecieron la dirección del Hospital Sótero del Río y ahí estuve durante 8 años. Después estuve en el Servicio de Salud, en el cargo de subdirector médico, haciendo muchos proyectos, muchas cosas. En la salud pública en Chile hay que tener mucha tolerancia a la frustración, hay que ser muy prudente y además hay que tener mucha constancia. Yo les digo a los que se inician: 'esto no es fácil, van a querer botar estas cosas cientos de veces, ¡pero los resultados se ven!'; o sea, proyectos que empecé con grupos de personas 10, 20, 30 años atrás, uno los ve y dice: ‘bueno, yo estuve allí, yo participé y aporté mi grano de arena’.

Y queda la sensación de que uno debe tener siempre proyectos. Ya sea como colonizadores de un proyecto, los otros serán los fundadores y los otros serán los recolectores. No importa en dónde te toque estar, es importante hacer proyectos y en eso también estoy en mi vida.

También me invitaron a participar en el Ministerio de Salud, donde fui jefa de la División de Prevención de Enfermedades, lo que me permitió mirar la salud desde el punto de vista nacional e internacional Fue una experiencia grandiosa

Trabajé con el ministro y con el subsecretario de salud y fueron 3 años muy intensos, que me abrieron otra mirada, otras expectativas, como la de conocer la salud en todo el país, de los tres distintos Chiles: norte, centro y sur.

Después volví al Hospital Padre Hurtado, donde había estado antes de irme al ministerio y allí terminé mi asistencialidad, siendo jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos, tema que hoy día se convirtió, después de mucha lucha, en la ley universal de cuidados paliativos. He escrito unos capítulos en libros sobre lo que era esta brecha de cuidados paliativos que teníamos en Chile. (1-5)

Estos han sido mis 40 años de carrera asistencial resumidos en pocos minutos. Un camino que me ha hecho muy, pero muy feliz.

-Lo que tú me hablas de tus cargos, y dices que te los han ofrecido. ¿Cuál es el proceso para obtener un cargo así?

Hasta 2005 en Chile se definían los cargos como cargos de confianza. Entonces, la gente que dirigía los diversos lugares te ofrecía el cargo. Y también tenía la potestad de pedírtelo.

Después llegó la ley de alta dirección pública. Y te digo que la única vez que he postulado, porque me llamaron a postular, me fue mal. Porque yo no tenía blindaje político. Yo no tengo ni partido político, ni credo religioso, yo no estoy adscrita a ninguna iglesia. Nunca he firmado por un partido político. Yo trabajo para la gente. Y me interesa trabajar con quienes tienen interés en trabajar por esas personas. Me ha salido cara esta posición, pero la mantengo.

-¿Por qué dices que te ha salido caro?

Porque yo he perdido cargos. Y también me han ido ofreciendo otros, de distintos tintes políticos.

Yo he trabajado para distintos gobiernos. Bueno, trabajé en dictadura, tuve cargos directivos Tuvo un costo, porque cuando vino el cambio a la democracia todos los que habíamos trabajado y tenido un cargo directivo, ¡significaba que habíamos traicionado a la patria! Y yo encontraba que era todo lo contrario, que los que nos quedamos aquí, pelamos el ajo, con harta precariedad y con mucho riesgo. Éramos peleadores nosotros también. Y después, en todo el periodo de los presidentes Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet, tuve cargos que me fueron ofreciendo. La única vez que postulé, yo no tenía padrino político. Estaba sola. Llegué hasta la terna del ministerio.

-Lo que te escucho es que estos cargos que se abren para postulación en realidad no son cargos que se van a dar a alguien que sea el mejor calificado, sino que al que tenga el apoyo.

¡Absolutamente!

La ley de alta dirección pública tiene un modelo que no funciona bien. Les pagan millonadas a las empresas que entrevistan, entonces las empresas entrevistan mucha gente. Al único cargo que yo postulé, llegaron más de 60 postulantes. Vas quedando en los 30 y vas quedando en los 15 y vas quedando en los 7. Y de repente no llegaste a la terna y nadie te explico por qué no estás ahí

Me quedé en mi hospital hasta completar mi asistencialidad en medicina interna. Hice mucho en la parte privada, me desempeñé alrededor de 20 años en lo que fue primero Consalud, después MEGA y que ahora se llama Red Salud.

-Lo asistencial, Lorna, ¿ha sido siempre en medicina interna?

Sí. He trabajado sobre todo con pacientes crónicos: diabéticos, hipertensos y trastornos osteo-musculares. Y, como te decía, en cuidados paliativos. Me tocó ser parte del equipo que formó la Unidad de Cuidados Paliativos en el Hospital Sótero del Río, que hoy día es una tremenda unidad.

Y también en el Hospital Padre Hurtado, que se había abierto en 1998. Trabajé con el director del servicio y fui parte de ese proyecto. Allí formamos la Unidad de Cuidados Paliativos, que hoy día funciona con un equipo de médicos, enfermeras, psicólogos y todo lo demás, dándole la posibilidad de tratamiento a gente que viene de San Ramón, La Pintana y La Granja, tres comunas pobres.

Al final, volví a mis orígenes, porque yo partí trabajando en La Pintana y terminé trabajando en un hospital que recibía a gente de La Pintana.

-¡Qué bonito, Lorna! Entonces, ¿ahora estás retirada de tu trabajo clínico?

Sí, no sé si voy a volver, porque además en la pandemia viví una situación muy crítica. Me enfermé de Covid los primeros meses trabajando en el hospital y estuve bastante mal. Estuve internada un par de semanas. Hice una neumonía multilobar. Hice una pielonefritis aguda. Y me costó mucho volver al hospital después de eso.

Ahí resolví retirarme Además mi familia también me decía: '¡ya pues, está bueno, ya has dado mucho, casi moriste, esto casi casi te cuesta la vida!'.

Estuve un año más trabajando, porque no me quería ir con esa sensación de angustia. Me quería ir bien. Quedé, yo creo, con un poco de estrés postraumático después de todo esto.

-Y de lo académico, ¿tú no te has jubilado?

No. Yo ahora estoy activa. Yo soy profesora y coordinadora de un ramo del Magíster de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello Además, en la USACH soy asesora y miembro del Comité de Ética Asistencial de la universidad y del Comité de Ciencias Médicas.

Y soy profesora invitada del Centro de Bioética.

Hace unos años, alguien me invitó a estudiar ética y bioética. Y yo lo encontraba, no sé, como algo difícil, algo que uno ve como tan poco “asible”, me refiero a algo que es como etéreo. Y entré a un diplomado donde era profesora nuestra querida doctora Mireya Bravo, de pediatría. Fue un reencuentro muy bonito. Con ella hice después el Magíster de Bioética en la Universidad de Chile Hago clases y participo ad-honorem en dos comités de ética: en el Comité de Ética del Servicio Suroriente, donde estoy hace 20 años y en el del Hospital Padre Hurtado, donde estamos formando el Comité Ético-Científico. No me veo sin actividad. No sé si necesito ‘descansar’.

-Lorna, tengo la impresión de que tú eres una especie de torbellino que va para allá para acá y hace de todo y no para!

¡Sí! (Risas). Actualmente estoy trabajando alrededor de medio tiempo en mis actividades académicas, y lo otro es que eventualmente tienes que revisar un texto, tienes que preparar una clase. Unas 5 horas diarias.

-Cuéntame de los desafíos que has tenido que enfrentar en tu vida, o en tu trabajo.

Yo creo que el de la condición de mujer. En los tiempos en que nosotros egresamos todavía era un tema ser mujer y médico, era difícil de abordar.

Tener jefaturas era y es una cuestión difícil.

-¿En qué sentido?

Yo fui la primera mujer directora del Consultorio Alejandro del Río.

Y la primera mujer directora del Hospital

Sótero del Río. Y recuerdo que cuando me nombraron, varios colegas me fueron a saludar Y más de alguno con un dejo de duda, como de ‘no sé si te la vas a poder’…

Yo tengo un liderazgo que convoca, siento que mi principal fortaleza fue formar buenos equipos. No estoy de acuerdo con estas figuras femeninas que se imponen por el desafío, por la agresión, por el uso de palabras fuertes. Yo parto mirando, observando, viendo cómo se dan las cosas y, en general, no hablo mucho. Tú te dirás ¡pero si ha hablado, ha chachareado todo este rato! (Risas) Pero en general yo no hablo mucho. Observo más que nada.

Otro desafío ha sido ser madre y esposa. Tengo un matrimonio de… ¡ya se me olvidó cuántos años! (Risas) 37 años Fernando, mi marido, es ingeniero comercial Ha trabajado también un tiempo en salud, ahora tiene una PYME.

Es difícil llevar la casa, hacer bien la pega, sobre todo en la temporada escolar, donde yo también nos involucramos en el colegio de mis hijos. Yo viví en los alrededores de Santiago. Vivía lejos del centro y tratar de equilibrar todo eso, fue uno de los más grandes desafíos que he tenido en la vida. Sacar adelante la familia, los hijos. Y en eso, bueno, he tenido a Fernando, el mejor compañero de ruta que podía desear.

Además, hoy día tengo un desafío súper grande, pues desde hace un tiempo tengo una enfermedad degenerativa en la retina. Y eso me ha cortado las alas. Esto de moverme como un torbellino, ya no lo es tanto porque ya no manejo, dependo siempre de un Uber que me está esperando en la puerta para salir. En la noche tengo que andar acompañada, así que también las actividades nocturnas las dejo siempre para cuando estoy con alguien. No salgo sola.

-¿Por el problema en la retina no ves bien?

Es que tengo una disminución importante de la visión en la oscuridad Y de la visión de profundidad

La vida se encarga de decirte: ‘ya párale’ y he parado un poco y ese hoy día es mi desafío.

Por ejemplo, no tengo problemas en el computador. He aprendido algunos recursos para comunicarme, para seguir leyendo, en esta situación de que con la edad uno tiene que acostumbrarse a la pérdida de capacidades. Algunos tendrán artrosis de la rodilla, de la cadera o el colesterol alto. Yo soy sana de todo, menos de mi retina. Hoy ese es mi desafío, aprender a vivir con esto.

Y bueno, no dejar de hacer lo que quiero hacer.

-¿Y hasta cuándo vas a seguir haciendo lo que estás haciendo?

¡Hasta que me dé la vida! (con énfasis)

Por ahora, yo les digo a mis amigas: ‘cuando empiece a decir tonteras por favor ¡párenme!’. Pero yo hoy día siento que me la puedo, o sea, todavía puedo con estas responsabilidades. Y en general tengo muy buena salud. Hago pilates dos veces a la semana, camino harto durante el día, subo escalas, entonces me mantengo bien. Aunque soy buena para comer dulces, a un chocolatito ¡nunca le digo que no! A un pedacito de torta rica, ¡tampoco!

-Y de las cosas que has enfrentado, tus desafíos y tus logros. ¿Cuál es el que más te ha satisfecho?

El de mis hijos es el que más me pone feliz. Tener a mi nieto ahora, verlo crecer y acompañarlo a diario gracias a este fabuloso desarrollo tecnológico que me permite estar presente en todo, con fotos actualizadas a cada momento. Y lo otro es lo que siento cuando voy a los lugares donde he estado o donde he trabajado. Me da mucho gusto que la gente se acuerde de mí con felicidad, sentir el cariño

-Satisfacción de la labor bien cumplida.

Siento eso. Sí.

-¿Y en relación a alguno de tus deseos, de tus sueños, o alguna de tus aspiraciones, por las cuales tú hayas luchado y que tu hayas dicho sí, eso lo logré, lo hice?

Sacar los posgrados, sacar el Magíster de Bioética, sacar mi especialidad de medicina interna para poder seguir trabajando en los hospitales.

En la parte asistencial, uno de los grandes desafíos fue convencer a la gente de la importancia de los cuidados paliativos en los años 90, cuando nadie hablaba mucho de esto. Me refiero a convencer a las personas de que los cuidados paliativos eran parte de la medicina.

Nosotros partimos con una neuróloga que trabajaba en el Hospital Sótero del Río, la Doctora María Luisa Fonck, conversando un café, sobre la necesidad de manejar el dolor en las pacientes con cáncer de útero o cervicouterino. Trajimos a una estudiante en práctica de psicología, le pedimos unas horas a una doctora que estaba en la urgencia, le pedimos a la enfermera de tal lado que nos diera otras horas y así lo fuimos armando, ¡en un box! Entonces ver esa unidad ahora constituida, que nos costó tanto…

Después fue partir con la unidad en el Hospital Padre Hurtado. Tuvimos que ir a la bodega a buscar camillas, las mandamos a arreglar En talleres nos pintaron los escabeles, nos conseguimos escritorio. ¡Fueron grandes, grandes desafíos! Y ver hoy al Hospital Padre Hurtado, que tiene una unidad de lujo, con boxes propios, con salas propias…

Alguien me dijo alguna vez: ‘no quiero trabajar contigo’. Bueno, ¡me retiro, busco otra alternativa, no más! ¿No?

Las mujeres tenemos que demostrar más (con énfasis) que los hombres para hacer el mismo trabajo. Cuando uno entra en conflicto con otra persona, sea hombre o mujer, a nosotras nos cuesta el conflicto. Si uno discute en una reunión, nos cuesta salir de la sala y amigarnos. Yo vi mucho de eso: enfrentamientos de autoridades masculinas al interior, en lo público, y que después no escalaban en lo privado. Una relación como media disociada. En cambio, las mujeres no nos relacionamos así. Si tú le dices algo a alguien es que se lo estás diciendo de verdad. Yo nunca pude aparentar ni manejarme todo el tiempo en lo políticamente correcto

Con mi último equipo en el Hospital Padre Hurtado.

-Tú mencionaste un poco antes, en relación a cuando postulabas a trabajos que la gente te miraba porque eras mujer, en un cargo tradicionalmente ocupado por hombres. ¿Cómo ha sido tu experiencia?

En general te diría que la mayor parte del tiempo me relacioné con jefaturas masculinas, que fueron bastante coherentes en el discurso, en términos de darte responsabilidad y apoyarte

Tuve algunas experiencias que no fueron buenas, pero fueron las menos.

Yo no estoy donde no me quieren.

-¿Un ejemplo?

En una oportunidad, el discurso del Ministerio de Salud era ‘tenemos el recurso para todos’ y cuando nosotros fuimos a pedir recursos nos dijeron: ‘no, no hay para todos, hay para la mitad’. Y yo me acuerdo entonces de que le dije a esa persona, que además había sido compañero de universidad de nosotros, entonces: ‘¿quiere decir que la mitad de la gente se queda abajo de la micro? ¿No se puede subir?’ Me dijo: ‘Sí. La mitad de la gente se queda abajo de la micro, pero tú comprenderás que nosotros no podemos decir que nos faltan recursos, porque eso agravaría más la situación’. Entonces todo se mueve como tratando de contener el conflicto, se disfraza un poco, se le pone un poquito de adorno, para que no suba la leche. Hasta que sube la leche de nuevo y ¡vamos actuando frente a puras contingencias!

Por otra parte, tengo la sensación de que las mujeres no siempre son aliadas de otras mujeres. No siempre son las mejores partners de otras mujeres. Hay rivalidades al interior de nuestro género también.

Por todas estas experiencias derivé en el tema ético, porque cuando uno toma decisiones sobre otras personas, su salud y su bienestar, y administra recursos que no son tuyos, que son de un país, debes tener la certeza de que lo estás haciendo bien. Yo creo que nunca se tiene la certeza, pero por lo menos debes acercarte a ella. En bioética tenemos dos preguntas para tomar decisiones: primero ¿qué hacer? Y segundo ¿por qué decidimos eso? Y tenemos que ser capaces de responderlas.

Se actúa bajo esa premisa: ser lo más veraz posible. Y le sacas lustre a lo poco que hay en el sector público, porque existe una capacidad y una calidad profesional bastante buena.

-Tú me has dicho que tienes tu familia, que tu marido ha sido tu pilar, que tú tuviste 3 hijos y ahora tienes la suerte de ser abuela?

Mi hijo se llama Fernando, igual que su padre Es arquitecto de la Universidad Diego Portales Él es el padre de Polo, mi nieto. Y tengo una hija que se llama Muriel, que es periodista de la Universidad Católica. Le gusta mucho el periodismo de investigación. Hace reportajes.

Es profesora en la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica y el resto del tiempo es, como dice ella, ‘freelance’

-Son tu orgullo.

Sí, mis 2 hijos son mi máximo orgullo. Tengo una familia bien aclanada Con mis hermanos somos todos súper unidos.

-¿Cuántos son?

Somos cuatro. Yo soy la mayor. Tengo mi hermana que es abogado, que se fue a vivir a Puerto Montt hace 32 años. Mi otro hermano es empresario. Y mi cuarto hermano es diseñador industrial. Con él, tengo muchos años de diferencia. Cuando yo entré a la universidad, él tenía 3 años, era muy chico. Todos tienen su familia.

Mi mamá falleció hace 8 años y mi papá murió el año pasado a los 93 años. Era un hombre bien vital. Mi papá trabajó hasta los 80 años Y tengo a mis sobrinos, a mis ahijados

-Y aparte de trabajar y disfrutar de tu familia, ¿te queda tiempo para hacer otras cosas que no sean academia?

Sí, como te digo, siempre he hecho ejercicio físico. He hecho de todo, desde aeróbica, zumba, spinning Y ahora estoy haciendo pilates Me ha ayudado mucho Me voy caminando en las mañanas. Ahora tengo mi tiempo y lo puedo distribuir. Y leo. ¡Me encanta leer!

Y somos bien cinéfilos con mi marido, compartimos ese amor por el cine. Comentamos películas con nuestros hijos. Se dan conversaciones muy entretenidas. Nos gusta el cine chileno. Nos encantó la película “1976”.

Con Marta Morales (compañera de la universidad), que es mi amiga de la vida y también mi comadre, yo soy madrina de uno de sus hijos, siempre hemos estado en contacto, a veces más separadas, porque hemos vivido más lejos Ahora tratamos de juntarnos una vez al mes. Hemos sumado a Wanda Fernández al grupo. Bueno, y tengo amigas de otros lados también, con quienes me junto regularmente. Vivo en un barrio bien bonito, en una calle chiquita y hay muchos cafecitos. Son ideales para tomarse un café rico, comerse un pastelito y unas tostaditas. Con mi familia vivimos 20 años en el Cajón del Maipo, y hace 6 nos vinimos a Santiago. Tenemos una mascota, un yorkshire, que se llama Pelusín. Tiene 15 años y yo digo que es mi edecán, porque no me abandona.

-Con lo que me cuentas, tienes una vida bastante balanceada, con tu trabajo, tu familia, cultivas las amistades y haces cosas que alimentan el espíritu, como el ejercicio, la lectura.

Yo creo que estamos en edad de elegir lo que queremos hacer.

Un desafío que me queda es escribir A mí me gusta escribir Cuando entré a la universidad escribía poesía. Me gustaría escribir ficción, novelas de ficción o novelar la no ficción. Cuando yo conversaba con mi último equipo, en el que yo era, por supuesto, la sénior del grupo, porque todos eran sub 40 o hasta sub 30, les contaba historias. Las seguían con mucho interés y decían: ¡doctora, escriba eso!

Cuando me retire, voy a escribir todas estas anécdotas, pensaba, porque en los hospitales es impresionante la cantidad de historias que uno atestigua.

Yo creo que cada uno busca su espacio. Tengo amigas que se han retirado y se fueron a vivir al campo y están haciendo pan amasado y viven felices. Otras amigas que están cuidando nietos todo el tiempo y los llevan y los traen de los colegios y se preocupan de tenerles el almuerzo. Cada uno elige lo que le hace más feliz, ¿no?

-Y de tu perspectiva académica, de tu contacto con la gente que estudia, gente joven, ¿cómo ves tú que los tiempos han cambiado? ¿los chiquillos? ¿Qué mensaje les darías tú a ellos? ¿Qué dirías tú que ellos tendrían que ponerle empeño en hacer, considerar o enfocar?

Yo lo que más echo de menos en esta generación es la capacidad de sacrificio Son mucho menos tolerantes a la frustración. Solo hacen lo que se les pide. Destaca inmediatamente aquel que le pone más empeño a lo que uno pide.

En los cursos de posgrado, a veces si se equivocan en una tarea se quejan: ‘Ay, pero, por favor, profesora, no nos baje la nota’ ‘Perdónenos, es que no nos dimos cuenta, es que estamos cansados, es que tenemos hijos, que la familia’. Nosotros también vivimos eso. Es el rigor lo que echo de menos. Nosotros fuimos hijos e hijas del rigor. A nosotros se nos exigía y nosotros no reclamábamos por la exigencia. Hoy día, le pasas un paper de más de 3 páginas a un grupo y ¡reclaman a los superiores! Que van a ocupar mucho tiempo de sus horas libres en leer el ‘paper’. ¡Olvídate si se los pasas en inglés! ¡Es que estás cometiendo un pecado mortal!

Por otra parte, la tecnología y las redes sociales han entorpecido la capacidad de comunicarse, de conversar Cuando yo pido que hagan trabajo de grupo cada uno está en su computador, se conectan por el drive. No conversan. No se miran. Todo lo hacen mirando la pantalla. Por otro lado, hoy día das un trabajo de grupo y bajo esta lógica donde todos están en el computador, ¡en 20 minutos te tienen desarrollado el trabajo! La adicción a la pantalla es impresionante. Es un desafío hacer clase con tanta tecnología.

-Para cerrar la entrevista, te pediría un último comentario.

Creo que la vida ha sido muy generosa conmigo

Llegamos a la universidad con una carga de ingenuidad dadas las condiciones que vivíamos en ese tiempo, y fuimos develando de a poco las realidades a las cuales nos íbamos a enfrentar. Y esas realidades no se mostraron hasta que empezamos nuestra vida laboral. Cada uno en la vida usa las herramientas que tiene para salir adelante y va encontrándose con personas que apuntalan esa vida. Y es lo que yo siento que he vivido. Tuve a mis padres, que siempre me apoyaron. Mi padre fomentó la lectura, el conocimiento, nos mostró todas las posibilidades que había para hacer cosas distintas. Mi madre fue una dueña de casa acogedora, siempre entregó mucho afecto, y también incentivó la vida laboral, la vida profesional, la vida de independencia.

Yo siempre digo: ‘déjate llevar por la vida, sé un yuyo, no seas una estaca. Muévete para donde el viento te lleve de repente. No te opongas a las cosas que te pueden pasar. Algo te traerá la vida después en compensación, si son malas o poco deseadas’. Yo pienso que este es un mundo de compensaciones Hoy como familia

Disfrutando de abuela

-Solo me queda darte las gracias, Lorna, porque ha sido una entrevista muy interesante y ha sido entretenido conversar contigo. Tengo millones más de preguntas, pero vamos a quedar aquí.

Referencias:

Autora del capítulo 2: “Limitación del Esfuerzo Terapéutico (LET) en Pediatría” en Libro “Bioética Clínica Narrativa”, de Juan Pablo Beca y Mila Razmilic(Editores) 31-40. Editorial Mediterráneo, Ltda., Santiago de Chile, 2014 (122 págs) ISBN: 978-856-220-363-0

Coautora del capítulo 7: “Rechazo de tratamiento” en Libro “Bioética Clínica Narrativa”, de Juan Pablo Beca y Mila Razmilic (Editores). Editorial Mediterráneo, Ltda., Santiago de Chile, 2014 (122 págs) ISBN: 978-856-220-363-0

Autora del capítulo “Cuidados Paliativos: una deuda con los pacientes terminales” en Libro “Bioética Clínica”, de Juan Pablo Beca y Carmen Astete (Editores) 448-457. Editorial Mediterráneo, Ltda., Santiago de Chile, 2012 (595 págs) ISBN: 978-956-220-347-0

Autora del capítulo 29: “Cuidados Paliativos. Sedación Paliativa. Consideraciones éticas en su aplicación” Segunda edición en Libro “Bioética Clínica”, de los editores Juan Pablo Beca, Carmen Astete y Sergio Carvajal. 289- 299. Editorial Mediterráneo, Ltda. Santiago de Chile, 2022 (351 págs.) ISBN: 978-956-220-445-3

Autora del capítulo 17: “La muerte del paciente con enfermedad crónica” en Libro “El Final de la Vida”, de los editores Juan Pablo Beca I y Rodolfo Armas M. 217- 228. Editorial Mediterráneo, Ltda. Santiago de Chile, 2021 (286 págs.) ISBN: 978-856-220-432-3

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