
1 minute read
Recordando a Terenci Moix
Méndez Vides
Hace dos décadas, el 2 de abril, falleció Terenci Moix (1942-2003), escritor barcelonés que estuvo muy de moda a finales del siglo pasado y que en la actualidad casi pareciera haber desaparecido. Su novela escrita en catalán El día que murió Marylin, se publicó con enorme éxito a finales de la década de los 60 y no tardó en ser traducida al español. Toda una generación se sintió identificada, porque se atrevió a abordar temas prohibidos entonces, como la memoria de la Guerra Civil, el aislamiento al que estuvieron condenados los españoles durante el régimen dictatorial de Francisco Franco, la represión impuesta sobre el uso del idioma catalán, las libertades sexuales, la infidelidad y el homosexualismo. La frescura exuberante de la narración, retratando la Barcelona de su tiempo, con sus barrios míticos, personajes desplazándose por la Diagonal, o de noche por las Ramblas, por las callejuelas del barrio gótico o buscando el mundo prohibido del barrio chino. La aceptación de esta novela coincidió con el repentino agotamiento por las novelas complicadas de Juan Goytisolo, por ejemplo, al juego y experimentación que se practicaba en España imitando a los autores latinoamericanos de moda. Los lectores se identificaron y les ayudó a reflexionar sobre lo que había sido su vida reciente, los años del terror, la guerra civil que los había destrozado, la sumisión a códigos de moral impuestos.
Advertisement
En los años setenta, la vida española cambió radicalmente, y la literatura se volvió atrevida y culta, amén de publicarse lo que estuvo censurado, y luego se formó una nueva generación educada y cosmopolita, que condujo en los años 90 a escribir sus memorias, El beso de Peter Pan, donde nos volvemos a encontrar con la misma temática, pero ya desprovista de los barnices que exige la ficción. Entonces fue como releer la verdadera historia de El día que murió Marylin , dirigida a testimoniar la problemática personal en una época represiva, y donde nos deja la triste impresión que él en realidad se convirtió en escritor no por vocación sino por la circunstancia de su naturaleza de género, porque solo encontró refugio en la literatura, se sumergió en los libros y terminó escribiéndolos.
Salta a la vista la importancia que tiene para cada generación contar con autores de su tiempo, que dejen constancia de la ciudad, las calles, la vida en la que transcurre la ficción o el testimonio, la manera como nos ha marcado la época.
Lo más admirable en este autor es la facilidad de palabra, la fluidez, la capacidad de contar con claridad su experiencia, de presentar la monstruosidad de su tiempo con candor y de manera tan entretenida. No hay que conocer Barcelona, ni pensar en catalán, para sentir en las páginas de sus libros el furor de una época superada en la actualidad.