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El quehacer político en franco deterioro
La política es la actividad que llevan a cabo los que gobiernan –o aspiran hacerlo–, como un medio para atender o no, las necesidades de la sociedad y el país. Aunque existen muchas definiciones filosóficas, se reconoce a nivel global que es el medio utilizado para dirigir el quehacer de una nación, en el orden político, social y económico.
Sin embargo, a diferencia de las ciencias precisas –como son, por ejemplo, las matemáticas–, la actividad política está íntimamente ligada a las personas que se involucran en ella y, lamentablemente, no siempre lo hacen con la visión clara de servir, sino más bien de servirse de ella.
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Dentro de los sistemas políticos que el hombre ha ido probando y desarrollando, el más efectivo hasta la fecha ha sido la democracia, la cual establece que el poder radica en el pueblo y este lo delega, por medio de elecciones periódicas, en una persona –el gobernante–, y los partidos políticos representados en el Congreso.
Además, el Estado de Derecho, indispensable para el buen funcionamiento de la democracia, parte de la Constitución y se desarrolla luego todo un andamiaje de leyes e instituciones, con el fin de hacer funcional el sistema, bajo principios fundamentales como pueden ser libertad, justicia, equidad y otros, contenidos básicamente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Uno de los aspectos que no se deben perder de vista, quizás el más importante para garantizar el mejor desempeño de la democracia, es que el Estado se organice correctamente y que haya independencia de poderes, las instituciones funcionen correctamente y estén al servicio de la población y no sirvan a los poderes de turno.
Esto se debe a que, para asegurar el buen desempeño del quehacer político, las instituciones deben cumplir con la función para la que están llamadas y crear de esa manera un sistema funcional con pesos y contrapesos, que eviten abusos y promuevan eficiencia.
Cuando este balance se pierde, lo que sucede es que el poder político se convierte en un instrumento manipulador. Da paso a regímenes autocráticos, aunque tengan fachada democrática, en donde las elecciones periódicas sirven para esconder era trama existente.