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Tapachula de Córdova y Ordóñez, Chiapas; Domingo 19 de Noviembre de 2023
Las Derrotas más Humillantes que Recientemente ha Vivido el Tricolor
El pasado viernes, la Selección Mexicana de “Jimmy” Lozano vivió una noche para el olvido. En su partido contra Honduras, el Tricolor “desapareció” y fue sepultado por los tantos de Antony Lozano y Brayan Róchez. Las consecuencias son claras: su lugar en la Nations League, así como su boleto a la Copa América 2024, están en riesgo. La realidad es que Estadio Nacional hondureño atestiguó una “bochornosa” derrota, la cual se suma a la historia de los peores duelos que ha vivido el conjunto mexicano. Las Derrotas más “Bochornosas” del Tricolor en los Últimos Años: *De la vez que Chile sepultó a México En el 2016, Chile dejó sin esperanza a México. Y es que, durante los cuartos de final de la Copa América Centenario, el conjunto rival le propinó siete goles al Tricolor. Ese día, la
Selección de Juan Carlos Osorio quedó totalmente humillada. Bastaron tres minutos para que Chile tomara el dominio del partido y una vez más, el equipo nacional “desapareció” de la cancha. Este capítulo es uno de los más recientes en la historia de los “peores” juegos del Tricolor. *México, humillado por Suecia en Rusia 2018 En la justa mundialista que se celebró en Rusia, durante 2018, Suecia aplastó (3-0) a la Selección Mexicana. Nuevamente, bajo la dirección de Juan Carlos Osorio. Pese a las adversidades, el Tricolor pasó de “panzazo” a los octavos de final. Esto, gracias a que Alemania quedó eliminada del Mundial. *Estados Unidos elimina a México Antes de su caída ante Honduras, la “humillación” más
reciente de la Selección Mexicana se dio en su duelo contra Estados Unidos, donde quedaron eliminados durante las semifinales la Nations League. Esto sucedió el pasado quince de junio, cuando Diego Cocca dirigía
el timón del Tricolor. Un doblete de Christian Pulisic y un gol de Ricardo Pepi dieron como resultado un marcador 3-0 que, al final, sepultó a México. Sun
¿Podemos Despolitizar la Tragedia de Acapulco? Sergio García Ramírez Desde que el huracán (acaso previsible, como han informado agencias fidedignas) golpeó a Acapulco, quedaron a la vista las graves carencias que padecen y las necesidades que afrontan los habitantes de esa región. Son carencias de diverso signo, no sólo materiales. Las morales, las políticas, las sociales no son menores. Influyen sobre aquéllas y estorban el trabajo que el país debe cumplir en estas horas de emergencia. Los cronistas de la tragedia de Acapulco destacan la falta del liderazgo que debe presidir la recuperación del puerto (a corto y largo plazos). Subrayan el violento contraste con otros afanes aplicados, en su hora, a recuperar el paso de una comunidad. En este caso se ha carecido de esa conducción, que debiera correr afanosa por todos los cauces del buen gobierno: el federal, que en un momento se empantanó (literalmente), y el local y municipal, cuya ausencia ha sido notoria. Insistamos en estas deficiencias, que no son cosa menor en la vida y el rescate de la población. No podemos concentrar la mirada y el comentario solamente en las aportaciones materiales para satisfacer el hambre y la sed de los acapulqueños. Hay otras necesidades que atender: recuperación del ánimo y rescate de la esperanza, atraídos por un liderazgo que debe ponerse al frente de la nación -no sólo de los guerrerenses- en una colosal tarea de rescate. Ojalá que esta demanda llene los oídos y la conciencia de quienes se asumen, a título de gobernantes, como
líderes de la comunidad. Sin perjuicio de lo anterior, es obvio que necesitamos recursos para enfrentar los enormes problemas materiales, que crecerán, determinados por el huracán y sus inmediatas consecuencias. Cuando se hizo un primer examen de lo que había ocurrido y de lo que se necesitaba para afrontarlo, los analistas recordaron el dispendio de recursos volcados en las llamadas “obras insignia” de la 4T y la reducción -muy cuestionada- de las reservas, los “guardaditos”, que en otro tiempo se previó destinar a la reparación de los daños causados por este género de calamidades. Nadie olvida las medidas drásticas que nos privaron de recursos específicamente destinados
a resolver problemas como el que ahora nos aqueja. Alegremente suprimimos los fideicomisos en los que esos recursos se concentraron o, más bien, reorientamos la erogación hacia las “obras insignia” y otras inversiones cuyo rendimiento sería, claramente, electoral. Resulta, por lo tanto, que nuestra reserva patrimonial para resolver catástrofes como la causada por el ciclón se ha consumido y que los recursos presupuestales existentes, que tienen un amplísimo destino, no bastan para satisfacer éste y al mismo tiempo enfrentar la tragedia que se abatió sobre Acapulco. Para colmo, el Congreso negó recursos específicos en el Presupuesto de Gastos de la Federación. Muchos defensores de yerros, desaciertos y torpezas piden no politizar los problemas de Acapulco. Convengo en que así debiera ser: ojalá podamos extraer la tragedia de Acapulco de la agenda política y cifrarla en una enorme expresión de solidaridad. Pero difícilmente será así, por muchos motivos. Entre ellos, la abstención de las instancias políticas en acudir al rescate pronto y enérgico de los acapulqueños. ¿Cómo despolitizar la indiferencia, la ineficacia, la distancia? ¿Cómo despolitizar la ausencia de “empatía” que agravia a las víctimas y que observan los otros mexicanos que toman nota del verdadero talante de un gobierno distanciado de la desgracia de los ciudadanos y concentrado en su conveniencia electoral? Sun