1179 El Observador de la actualidad

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tema de la semana

VIVIR LA CUARESMA 11 de febrero de 2018/ AÑO 23, No.1179

El Observador de la actualidad/página 4

La ceniza del primer día de Cuaresma

E

l Miércoles de Ceniza suele ocurrir algo curiosísimo: hay lugares donde la gente que no suele asistir a Misa sino sólo «cuando le nace» o si acaso la invitan a una boda, quince años o bautizo —es decir, si hay un fiestón de por medio—, entra a los templos católicos y no le importa tener que hacer grandes filas con tal de recibir la ceniza bendita. ¿Por qué? Estos cristianos alejados de la vida de la Iglesia puede que vivan en amasiato o en adulterio, puede que sean alcohólicos consuetudinarios, mentirosos frecuentes o hasta ladrones profesionales; la mayoría de ellos ni siquiera ayunó ese día (lo que sí es una obligación para el verdadero cristiano). Pero eso no les preocupa: lo catastrófico para ellos es no recibir la ceniza bendita.

SupersticioNES

Muchos han llegado a un punto alarmante en el que han hecho de este rito cuaresmal una cuestión de superstición pura. La superstición es una creencia contraria a la razón. El Catecismo de la Iglesia Católica la describe como «la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia de algún modo mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición»

No asistas a la imposición de la ceniza si... 1

… si crees que es un rito mágico de protección.

2 … si crees que la ceniza te perdona los pecados. 3 … si lo que buscas es una bonita cruz en la frente para que te la vean los demás. 4 … si crees que es una tradición folclórica.

(n. 2111).Y eso es exactamente lo que suele ocurrir con las grandes multitudes el Miércoles de Ceniza. Entre las actitudes erróneas más comunes que suelen rondar a la ceniza bendita son las siguientes: ▶ Pensar que, si no se la ponen, alguna cosa mala les sucederá. Convierten así la ceniza en un rito de magia. ▶ Usarla «para atraer el bien», «alejar el mal agüero» o «curar enfermedades». Por eso muchos insisten en que se la pongan hasta a los niños pequeños. ▶ Convertirla en motivo de presunción. ▶ Creer que es un rito de precepto y, por tanto, que si no acuden cometen pecado mortal. ▶ Pensar que la ceniza destruye los errores del año anterior. Esto lo suponen porque, al prepararse las cenizas quemando palmas benditas y objetos religiosos en desuso, deducen que quien se la pone «quema» así sus pecados sin necesidad de la Confesión.

Su VERDADERO VALOR

La ceniza bendita no es un sacramento sino un sacramental. Los sacramentales no confieren por sí solos la Gracia divina, es decir, la participación en la vida de Dios; pero sí predisponen a que el cristiano la pueda recibir; por lo tanto, son verdaderos instrumentos de santificación. Sin embargo, necesariamente hace falta la cooperación humana para que resulten efectivos; de otra manera no constituyen sino una abundante lluvia de ayudas, de bendiciones emanadas de la Iglesia, que no alcanzan a mojar y, por tanto, que se desperdician, que no sirven absolutamente para nada. La ceniza bendita es, al mismo tiempo, como en los tiempos bíblicos, un signo de penitencia y a la vez testimonio público de la intención y compromiso que se hace de convertirse a Dios y, por lo tanto, de abandonar el pecado.

5 … si no estás dispuesto a abstenerte de carne el Miércoles de Ceniza, el Viernes Santo y los viernes de Cuaresma. 6 … si no piensas ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (excepto por prescripción médica). 7 … si no estás verdaderamente arrepentido de tus pecados. 8 … si no estás dispuesto a mejorar radicalmente tu vida cristiana. 9 … si no estás dispuesto a cumplir con lo mínimo que establece la Iglesia, como ir a Misa todos los domingos, y confesarte y comulgar por lo menos una vez al año. 10 … si no aceptas todos y cada uno de los dogmas de fe que Dios enseñó a su Iglesia.

S

Pero sería lamentable que transcurran los 40 días de la Cuaresma sin que las intenciones de conversión se concreten finalmente en el sacramento de la Confesión, en el cual el penitente efectivamente recibe de Dios el perdón de sus pecados y recupera la amistad con Él. Hasta quien no tiene pecados mortales debe confesarse por lo menos una

D.R.G.B.

Redacción.

¿Una Cuaresma sin acercarse al sacramento de la Confesión? i la Cuaresma tiene a la conversión como una de sus finalidades, y si el Miércoles de Ceniza apenas arranca ese tiempo litúrgico, entonces no es necesario confesarse ese día o estar en Gracia de Dios para acercarse a recibir la ceniza.

De lo contrario, ir a tomar ceniza será lo mismo que perder el tiempo.

vez al año, lo cual es un precepto o mandamiento de la Iglesia, el cual fue calificado por el Papa Pablo IV como uno de los más graves. Todos somos pecadores, nadie se escapa de cometer al menos pecados veniales; por eso los santos siempre han sido personas de confesión frecuente. Es cierto que los pecados veniales se pueden perdonar por otros medios distintos al sacramento de la Confesión, pero quien no busca de modo habitual el auxilio de la Confesión, tiene mayores dificultades para vencer en su lucha contra el pecado. Hay personas que tienen años sin acudir al sacramento de la Confesión y aun así dicen: «Yo no mato ni robo, así que no tengo necesidad de irme a confesar». Otros sí son capaces de reconocer que su situación espiritual no es buena, sin embargo alegan: «Yo no voy a ir a confesarme con un sacerdote que es más pecador

que yo», o «Yo me confieso directamente con Dios». Es verdad que hay sacerdotes muy santos, otros muy malos y, quizá la mayoría, mediocres; pero nada de esto influye en el valor del sacramento, pues quien hace que el sacramento de la Confesión «funcione» es Dios. En este caso el sacerdote sólo es, por decirlo así, «canal de la Gracia». Para entenderlo, se puede comparar este sacramento con el agua que corre por una tubería para llegar a una casa. El agua es la Gracia de Dios que confiere el perdón de los pecados; la tubería es el sacerdote, y el hogar es el penitente. La tubería puede ser de oro, hierro, cobre, plástico, barro, etc.; y aunque se encuentra oxidada, picada o con algún otro daño (o sea, en pecado), seguirá siendo igual de efectiva mientras continúe haciendo llegar la Gracia (el agua) hacia su destino. Es voluntad de Dios —y no de los hombres— que la salvación perdida tras el Bautismo sea recuperada a través del sacramento de la Confesión. ¿Por qué eligió ese modo? No lo sabemos. Pero es un hecho que Él nunca se equivoca. Redacción.


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