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En forma de ensayo, Rosario Castellanos ejerció la crítica, ahondando en sus preocupaciones.
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3 PENSAR DESDE LA CRÍTICA
vocar el nombre de Rosario Castellanos es aludir a una obra fundamental en nuestras letras. Si bien las celebradas reiteraciones de su literatura no desmerecen frente a los homenajes con motivo de su centenario, estas líneas no tienen como pretensión, por ahora, destacar la sensibilidad de su poesía o la elocuencia de su narrativa, sino la de instalar en el presente la permanencia de su palabra, aguda y crítica, frente a las problemáticas que perduran.
Castellanos fue, a la par de una destacada creadora de versos, relatos y piezas dramáticas, una pensadora. El mote de intelectual nunca le acompañó en vida, sin embargo, con el paso de los años, sus reflexiones sobre variedad de temas vinculados con los ámbitos social, político y cultural le merecen hoy el epíteto con el cual se ha investido el Parnaso de la egolatría y la vanidad en la vida pública.
El ejercicio de su crítica tuvo la forma del ensayo, cuya naturaleza le permitió ahondar en sus preocupaciones iniciales: la condición de la mujer y su papel en la cultura. Con su tesis de maestría en Filosofía, Sobre cultura femenina, se ubica en la tradición de la literatura filosófica de género, debido a que en ella no solo exhibió las falsedades dichas por Paul Julius Moebius, Arthur Schopenhauer y otros autores sobre la mujer, sino que también planteó cuestionamientos ontológicos acerca de la cultura como una vía de trascendencia no exclusiva para los hombres. El aporte de sus ideas en esta exposición es comparable con el de otras pensadoras como Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft, Virginia Woolf y Simone de Beauvoir.
Desde la erudición y el análisis combatió aquello que por cotidiano suele pasar por el lente de la invisibilidad. Las costumbres mexicanas, como las llamó, no escaparon de su revisión crítica. Evidenció todas esas conductas habituales y maniqueas que aún condicionan la libertad de la mujer: las restricciones para profesionalizar una vocación, las exigencias del matrimonio y las demandas de la maternidad. Sobre esta última, sus palabras nos recuerdan que no existe registro alguno de que, en todas las culturas y a lo largo de la historia, esta sea lo mismo que un valor. Por lo tanto, no deberá, escribió, ser una imposición ni mucho menos un atentado contra la determinación individual de quienes la rechacen por los motivos que sean. Sus reflexiones en torno a la condición de la mujer en nuestro país se distanciaron de la beligerancia de algunos feminismos —preciso mencionar que ella no se consideraba feminista— para aproximarse con mayor lucidez a la problemática. De esta manera, instó a resolver primero las diferencias sociales entre mujeres antes que pretender la igualdad de género, así como a erradicar la individualidad irreductible que también las hubo y ha limitado. Castellanos fue ante todo una intelectual autocrítica, pues sus opiniones no eximieron a sus congéneres de los determinismos con los cuales ha sido cercada su identidad.
La búsqueda de la verdad se tradujo en una de sus mayores preocupaciones. En sus artículos periodísticos expresó inquietud por la legitimidad. Durante los años convulsos de la década de los 60 fue puntual en condenar los actos de la demagogia y en señalar a quienes disfrazaron de razón —bajo lo que calificó como la ceguera del patrioterismo— la cobardía. Desde luego, esta postura le trajo reconocimiento pero también detractores, debido a que hizo de la ironía el sello de los cuestionamientos y de la conversación el tono del oficio.
Así, condenó todas las dimensiones en que se manifiesta la violencia. Desde la que se suministra en
Uno delos temas iniciales que tuvo la escritora fue la condición de la mujer y su papel en la cultura.
Evidenció todas esas conductas habituales y maniqueas que aún condicionan a la mujer.
Sus aportaciones están a la par de las de Olympe de Gouges, Mary Wollstonecraft y Simone de Beauvoir.
pequeñas dosis para garantizar efectos a largo plazo —y que durante mucho tiempo ha intentado callar la voz de las mujeres—, hasta la enconada, que por su brutalidad mutila de tajo la protesta y la inconformidad —la cual ha hecho desaparecer a tantos pueblos indígenas—.
Su versatilidad literaria destacó e hizo contraste con la de muchos de sus coetáneos, tanto escritoras como escritores, pues en todos los géneros resolvió plantear la evidencia de lo habitual, la denuncia de lo arbitrario. Para la poeta la palabra fue la significación primera de la realidad; para la narradora, el mecanismo de la memoria. En cambio, desde su reflexión como intelectual, el uso de la palabra fue sinónimo de la verdad, misma que ha tenido como cualidad dar vida a la justicia. Resulta esencial hoy en día reconocer en la figura de Rosario Castellanos un antecedente de la lucha permanente por preservar la verdad, aquella que se construye a través de la libertad de expresión, la confrontación de los atavismos y la inteligencia.
de la palabra Rosario Castellanos
ESTUDIOS. La tesis de Castellanos para su maestría en Filosofia se tituló Sobre cultura femenina. En la imagen, su cédula profesional. Fotos: colección Gabriel Guerra Castellanos y IISUE/AHUNAM/ Colección
Ricardo Salazar
Ahumada/Sección: Vida cultural en México/ Serie:Retratos.
Cortesía Colegio de San Ildefonso.
#OPINIÓN
TOMÁS LUJAMBIO
@tlujambiot SINESTESIA
EN SU MÁS RECIENTE LIBRO, SCWHEBLIN DESESTABILIZA AL LECTOR CON SIETE RELATOS DONDE LA CATÁSTROFE SE ESCONDE EN MOMENTOS COTIDIANOS
Samanta Schweblin nunca le ha parecido necesario recurrir a elementos fantásticos para retratar lo extraordinaria o sobrenatural que puede llegar a ser la vida. Al día de hoy, la escritora argentina se ha vuelto reconocida internacionalmente no por embellecer la realidad, sino más bien por descolocarla con lucidez sobre la página.
A 100 AÑOS DE SU NACIMIENTO, L AS REFLEXIONES DE LA ESCRITORA SE PROLONGAN HA STA NUESTROS DÍAS
Por Omar Armando Alonso cupula @elheraldodemexico.com
LA SENSACIÓN DE EXTRAÑAMIENTO NO DEPENDE DE SUCESOS
SOBRENATURALES NARRADOS
En su más reciente publicación, Scwheblin nos descoloca como lectores al situarnos en siete relatos donde la catástrofe se esconde en momentos cotidianos de aparente intrascendencia. En cada uno de los cuentos que conforman El buen mal, la autora argentina revela con sensibilidad las amenazas que subyacen, por ejemplo, en guardar un simple secreto, en reprimir nuestros sentimientos, en ofrecer ayuda a un ciudadano o en desatender a un bebé por un par de segundos. No obstante, la sensación de extrañamiento que provoca esta nueva obra de Schweblin no depende de sucesos sobrenaturales en la narración, sino de personajes dislocados de la realidad, de su pasado, de su dolor, de su familia e incluso de su propio cuerpo. En este sentido, los protagonistas dentro El buen mal parecen víctimas de la incomunicación, pero, sobre todo, de las disonancias que pueden manifestarse entre nuestra imaginación y la realidad, entre el pensamiento y el sentimiento, entre comunicación y silencio.
Al terminar El buen mal, el lector reconoce en los conflictos de cada relato que, quizá, nunca llegará a comprender verdaderamente a sus propios amigos, sus vecinos, sus padres e incluso sus hijos. Sin embargo, la nueva obra de Schweblin nos recuerda que la literatura seguirá siendo el medio ideal para caminar con zapatos ajenos y simpatizar con pies extranjeros. Yo, por un lado, terminé de leer esta obra con la sensación de que, como escribe Schweblin, “algo nuevo y doloroso se me había instalado en el pecho”: algo que me permitió descolocarme de mí mismo para mirarme de nuevo. Al final, quizá por eso es tan valiosa la literatura: porque permite mirar con otros ojos, pensar con otra mente, sentir con otro cuerpo
abriel Guerra Castellanos comenzó a leer a su madre cuando tenía nueve años, el primer libro en el que se sumergió fue Balún Canán. Los libros ayudaron al pequeño Gabriel a conocer mejor a Rosario Castellanos, a entender su dimensión intelectual. “Por niño que seas, el primer momento en que supe que era especial fue cuando vi un libro con su nombre; el papá de mi amigo tenía un cochesote, pero no un libro con su nombre en la portada, el de mi amiga tenía una albercota, pero no esto”, rememora.
Cuando la escritora murió el 7 de agosto de 1974 —a consecuencia de un accidente casero, mientras se desempeñaba como embajadora en Israel—, Gabriel tenía 12 años y la altura de su madre volvió a revelarse: “Primero fue con la noticia del fallecimiento y el alud de titulares en los periódicos, las esquelas; un segundo momento fue el velorio en Bellas Artes y, después, el sepelio en la Rotonda, la presencia del Presidente de la República, de su esposa, el cariño, el afecto de los dos”.
Con los años, y una lectura más formal de lo que su madre escribió terminó por encontrarse con ella.
Aunque las ideas, las palabras, los argumentos fueron el pan de cada día en la casa familiar: “Era muy común, suena muy sangrón, pero era lo cotidiano. A los niños nos sentaban en la mesa de los grandes, podíamos participar en las conversaciones, cosa que no era usual, tengo amigos que tuvieron algún momento así con su padre, con su madre, con su abuelo, pero era poco frecuente, y aquí no”.
En casa, Rosario Castellanos instauró la misma apertura intelectual y el rigor profesional que caracterizó lo que surgió de su máquina de escribir: “Cuando viví en Israel con mi madre, de 71 a 74, todas las tardes que ella regresaba de su trabajo en la embajada, se encerraba un rato a escribir, y yo escuchaba el tecleo, tecleo, tecleo. Cuando este terminaba era mi señal de que ya era prudente entrar o asomarse”. La anécdota está referida en la exposición Un cielo sin fronteras.
Rosario Castellanos: archivo inédito, que se exhibe en el Colegio de San Ildefonso con objetos personales, documentos e imágenes que se mantuvieron bajo resguardo familiar tras la muerte de la diplomática. En la misma sala, Guerra regresa a los recuerdos: “Hay una parte personal, muy individual, pero evidentemente es en las lecturas donde acabó de entenderla, pero yo la leo con una triple visión: la de hijo, lector y analista”.
EMPATÍA CON EL MUNDO De vuelta a la exposición en San Ildefonso, una frase de Rosario Castellanos resalta: “Desde mi infancia, alterné con los indios (…) Me sentía en deuda, como individuo y como clase, con ellos. Esa deuda se me volvió consciente al redactar Balún Canán”. Pero no solo por los indígenas, con los que convivió en la infancia, sentía responsabilidad Castellanos: “Siempre procuraba entender la visión del otro, del diferente”, dice su hijo. “El diferente podía ser el indígena, la mujer indígena, la mujer en general, pero las grandes mentes solo se completan cuando tienen empatía con el mundo que
AÑOS SE CUMPLEN DEL NATALICIO DE LA ESCRITORA.
las rodea, de otra manera se quedan en lo abstracto, y en este caso, Rosario Castellanos tenía una enorme empatía con el mundo que la rodeaba, con el mundo que le tocó vivir desde niña y con los más desvalidos, desprotegidos, abandonados por su sociedad, por su país”, piensa Guerra. Si hay un rasgo intelectual de su madre con el que el analista político se queda es con el de una mujer siempre inquieta, ”la de una persona que siempre cuestionaba”. Pero en esa relación, como él mismo dice, hay más lecturas e inevitablemente vuelve la per-
IV EM PA TÍA ROSARIO CASTELLANOS
En el acervo diplomática se conservan dernos manuscritos. Foto: tesía Colegio de San ildefonso.
ARRIBA. Gabriel Guerra Castellanos junto a un retrato de su madre en la exposición que exhibe su archivo inédito. Foto: cortesía Colegio de San Ildefonso.
• Luis Carlos Sánchez ¦ Aniversarios
acervo de la conservan cuaFoto: corildefonso.
MEMORIA. Imágenes de todas la etapas de su vida forman parte de la muestra. Foto: cortesía Colegio de San Ildefonso.
sonal: “Como madre era muy cálida, muy cercana, muy cariñosa, y en los años en Israel todavía más”. “Estábamos los dos ahí, ya se habían divorciado mis padres, mis medios hermanos se habían quedado en México con mi papá, los hijos de mi papá, no de ella, entonces tuvimos una relación de gran cercanía, de gran convivencia, de muchas lecturas, de muchas historias platicadas”, rememora En su último artículo periodístico, encontrado después de su muerte, Rosario Castellanos escribe a su hijo en forma de carta: “Yo, por ejemplo, borro todas las cicatrices del pasado, desatiendo todas las presiones del presente, me olvido de todas las amenazas del porvenir con sólo mirar una tarjeta postal a colores que representa el Calendario Azteca y que dice: “Estoy muy contento. Saludos”. Y firma Gabriel”. En la distancia, la madre recuerda al hijo con cariño y sus breves palabras de niño la reconfortan. Tras la pérdida de la madre siguió el dolor para Gabriel y el trabajo para superarlo. "No es lo mismo el duelo a los 12, a los 13 años, que a los 22, que a los 32, que a los 50. Nunca deja de ser un duelo, pero adquiere circunstancias, momentos diferentes, sensaciones
LIBROS. La exposición reúne primeras ediciones de las obras de Castellanos. Foto: cortesía Colegio de San Ildefonso.
diferentes y valoraciones diferentes". Al final, sin embargo, considera que su madre "sigue viva, presente, activa y muy vigente" como escritora, como poeta y como intelectual.
Su voz resuena no sólo en el recuerdo, o como parte de una conmemoración, sus palabras, sus libros siguen poniendo acento en problemas que sufre el país y los mexicanos, en realidades de las que fue consciente y donde ella se ubicó con entereza, porque dice Guerra: "Ella tenía muy claro el papel que tenía que jugar un escritor en la sociedad .
De acuerdo con esa cualidad, ¿qué pensaría Rosario Castellanos de la situación que vive el mundo y México en estos momentos? "Yo creo que entendería y valoraría las muchísimas cosas que han cambiado para bien, lamentaría las muchas cosas que han cambiado para mal, y se sorprendería de las muchas cosas que siguen igual”, piensa su hijo Gabriel.
La exposición Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos: archivo inédito se exhibe en el Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico de la Ciudad de México) hasta el 24 de agosto
ESCRIBIR CON LUZ
CYNTHIA MILEVA
@cynthiamileva
LA DISCRECIONALIDAD DE LA CÁMARA EN EL TELÉFONO CELULAR NOS HA DADO UN PODER QUE PUEDE CAER EN LO MEZQUINO
ntes de que los teléfonos se vieran hasta en la sopa para registrarlo todo (y a todos) hubo personas que creían que la cámara fotográfica les “robaría el alma”. Lo comprobé en mi juventud, casi sinónimo de irreverencia, con la avidez por captar la belleza de los habitantes de comunidades originarias desenfundaba la cámara -que entonces no podía pasar desapercibida- y justo cuando se daban cuenta de mi intención, su enfado, su reprenda, incluso su miedo, hacían agitar sus manos frente a la lente, o cubrían su rostro para impedir el agravio. Su genuina cosmovisión de perder su esencia a través de la reproducción fue razón suficientemente respetable para que dejara de hacerlo por mucho tiempo. Luego, probando suerte en otra parte del mundo me pasó lo mismo en Marruecos, pero a ellos lo que les molestaba era no poner monedas en sus manos antes de posar cínicamente.
ESE “A ESCONDIDAS” ES SOLO EL PRINCIPIO DE UNA ESCALADA DE PERMISIONES
En su libro Retrato involuntario. El acto fotográfico como forma de violencia, Mariana Azahua desarrolla el impacto que hay detrás de un retrato hecho sin consentimiento. Recuerda el paralelismo entre la mirilla del visor y la de un arma que Susan Sontag advirtió en sus ensayos fotográficos y, particularmente, en el magistral Ante el dolor de los demás El voyerismo que persigue a las personas públicas, el dilema ético que supone fotografiar cuerpos sin vida o vulnerables es hoy un tamiz personal que se solicita en un momento en el que la portabilidad y discrecionalidad de la cámara a través del teléfono nos ha dotado de un poder que fácilmente puede caer en lo mezquino, como fotografiar “a escondidas” a alguien en la vía pública para después hacerlo un meme de blanco de burlas. Ese “a escondidas” es solo el principio de una escalada de permisiones, en un mundo obsesionado con la posesión de la imagen o la imagen de la posesión, que ha llegado a historias trágicas como la de Harvey Glatman, un asesino que convirtió su cámara en un arma verdadera, pero esa es historia para otro cafecito…
V
• Luis Carlos Sánchez ¦ Aniversarios
Escribió un ensayo en el que hablaba de los escritores que tenían miedo de escribir críticas del gobierno.
Cuando la investigadora estadounidense Andrea H. Reyes comenzó a estudiar los ensayos periodísticos de Rosario Castellanos de inmediato se percató que su trabajo “más contundente” había sido ignorado. “Sus editores habían evitado sus comentarios más controvertidos, sus comentarios políticos, preferían siempre cosas literarias, querían promoverla como profesora de literatura, pero ella siempre comentó la situación social o política en México, lo mismo pasó cuando hablaba de la situación de la mujer”, dice.
Por Luis Carlos Sánchez luiscarlos.sanchez@elheraldodemexico.com
UNA MUJER SIN PELOS LENGUA
EN LA
ENSAYISTA. Rosario Castellanos en dos momentos de su vida. Fotos: colección Gabriel Guerra Castellanos y IISUE/AHUNAM/ Colección Ricardo Salazar Ahumada/ Sección: Vida cultural en México/Serie:Retratos. Cortesía Colegio de San Ildefonso.
ROSARIO CASTELLANOS,
AFIRMA LA INVESTIGADORA
ANDREA H. REYES, FUE UNA
OPINADORA
CONTUNDENTE QUE SE OCUPÓ DE LA SITUACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL DE MÉXICO
En vida, Castellanos publicó cuatro antologías que contienen unos 179 artículos, cuando Reyes decidió hacer su tesis doctoral para la Universidad de California sobre esos ensayos, quiso leerlo todo y contabilizó más de 330 textos que jamás habían sido vueltos a publicar desde que aparecieron en las páginas de Excélsior, entre 1963 y 1974. Opiniones políticas, en particular sobre el Movimiento estudiantil de 1968; una dura crítica a Octavio Paz y su Laberinto de la soledad; otro más sobre el miedo de los escritores a escribir sobre el gobierno o bien ideas poco aceptadas en la época sobre la condición de la mujer, causaban escozor.
Para Reyes, Rosario Castellanos fue una intelectual “sin pelos en la lengua” que habló abiertamente de las cosas que le preocupaban sobre México. Siendo hija de un terrateniente chiapaneco, recuerda la investigadora, hubo un suceso que marcó su vida y perfiló su visión crítica: “Es una intelectual que habla de lo que ve, ella habla directamente de lo que pasa en México y también se burla un poco de sí misma: de ser una niña que creció en Chiapas en el siglo XVII, por la situación de atraso que vio, y en un ensayo habla de la cosa más importante de su vida”.
“Dice que el personaje más importante de su vida fue Lázaro Cárdenas, que el hecho de que había insistido en seguir con la reforma agraria hasta Chiapas y quitarle las tierras a su papá, le cambió la vida por completo porque le quitó la opción de seguir su vida como terrateniente y la vida típica de Chiapas. Después de eso la familia tuvo que mudarse a la capital y decidieron dejarla ir a la Universidad, eso fue fundamental cuando había pocas mujeres con la posibilidad de ir a la Universidad”.
Una visión más abarcadora y completa acerca de Rosario Castellanos está contenida en sus ensayos. Andrea H. Reyes contribuye a completar el retrato con la reedición de Mujer de palabras. Artículos rescatados (FCE, 2024), que aparecen en dos volúmenes: el primero abarca de 1947 a 1968, mientras que el segundo va de 1969 a 1974, año en que la autora fallece mientras se desempeñaba como embajadora en Israel. Si bien la figura de Castellanos ahora está más completa, es en esa última etapa donde la investigadora sigue sin completar el círculo: los informes que envió desde Israel como embajadora siguen perdidos y sin ser ubicados.
“Creo que deben existir por ahí, en alguna parte del gobierno, donde esconden cosas que quizás consideran controversiales. No es posible que ella no reconociera algo drástico en la situación entre los judíos en Israel y los palestinos, yo me imaginó que ella había escrito lo que estaba viendo y hablando de esas cosas. Sería fascinante encontrar esos informes, pero no tengo la menor idea de dónde se pusieron”.
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Por Rosario Castellanos cupula@elheraldodemexico.com
religiosa UNA
REGISTROS. Además de ensayos políticos, Castellanos escribió ensayos literarios. Foto: IISUE/ AHUNAM/ Colección Ricardo Salazar Ahumada.
CON AUTORIZACIÓN DE LOS ORGANIZADORES, OFRECEMOS LA TRANSCRIPCIÓN DE UN FRAGMENTO DE UN MECANUSCRITO , EXHIBIDO EN LA MUESTRA D EL COLEGIO DE SAN ILDEFONSO DEDICADA A LA ESCRITORA*
Un poema, decía Paul Valery, se escribe para expresar una sensación de universo. En primer lugar sirve, a quien lo hace, de instrumento para captar el orden que preside las relaciones entre los seres. Es pues una clave, en las dos acepciones del término, llave para abrir la puerta de una realidad armoniosa y lenguaje cifrado. Porque la poesía, aunque usa las palabras cotidianas las usa para otros fines que los utilitarios de la conversación y los organiza de otro modo, prestándoles, o bien un nuevo matiz a la significación o bien otro significado. Pero es mentira que la poesía sea inaccesible. Es tan accesible como una definición científica y requiere menos adiestramiento para ser comprendida. Se comunica más fácil, más inmediatamente porque su verdad está traspasada de emoción.
Y el poeta, a diferencia también del científico, no puede ser impersonal. Aspira a expresar lo eterno, pero desde sí mismo que es limitado y cambiante y perecedero. Así, aunque no pueda eludir la autobiografía, necesita rechazar la anécdota, oponerse a toda tentación de superficialidad para poder excavar cada vez más hondamente dentro de sí mismo hasta encontrar ese punto en el que su origen y su destino se unen con los del mundo. Necesita romper su soledad de individuo para volver a ligarse con lo demás. En
La poesía, aunque usa las palabras cotidianas, las usa para otros fines que los utilitarios.
Rosario Castellanos
este sentido puede decirse que la poesía es una actividad religiosa. Tal es, según mi criterio, la función de un oficio que dadas sus apariencias de inutilidad se considera -muchas veces por quienes se consagran a él y siempre por quienes no se consagran, como un fraude.
*El documento, que forma parte de la exposición Un cielo sin fronteras. Rosario Castellanos, Archivo inédito fue mecanografiado por la autora mexicana en hojas que llevan un membrete del Gran Hotel Ancira, de la ciudad de Monterrey. La cédula ubica el documento como Ensayos literarios, Rosario Castellanos, 1950-1955.
LOZANÍA. Rosario Castellanos posando en un jardín (1945), fotografía coloreada, Tehuacán, Puebla. Foto: colección particular, Gabriel Guerra Castellanos. Cortesía Colegio de San Ildefonso.