Cultura elCaribe, Sábado 23 DE Febrero DE 2019
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El ascenso meteórico del militar Chapita
Los jóvenes en Bonilla Gerena la perspectiva comprometido de la fe y la patria con su obra
Pedro Conde Sturla narra el paso de Rafael Trujillo Moiina (Chapita) por el Seibo y su rápido ascenso en la policía o la guardia creadas por EEUU. P.4
Ramón de la Rosa y Carpio nos habla de nueve jóvenes bíblicos y nueve jóvenes trinitarios y sus aportes en las misiones encomendadas . P.9
El puertorriqueño Félix Bonilla Gerena habla acerca de su formación, sus ideas sobre la pintura y los elementos que empujan sus creaciones. P.12
¿Carnaval espontáneo? ¿Cuál es el motivo por el que una persona participa en el carnaval?
Lechones de Santiago. MARIANO HERNÁNDEZ JOSÉ MERCADER 666mercader@gmail.com
E
videntemente que aquella participación espontánea de la gente y por “amor al arte” hace mucho que se esfumó. Aquel entusiasmo pagano que llegó a obligar al Papa Urbano lV en el año 1264 a autorizar las fiestas mundanas ya no existe aquí en el país. En ese entonces la gente escenificaba las luchas del bien y el mal con máscaras “diabólicas” y se daba al goce
a rienda suelta durante un corto periodo como para botar el golpe de aquella rigidez a que fue sometida por siglos con el miedo del pecado, el infierno y otras panorámicas. Se introdujeron aquellas influencias con los españoles para realizar aquí unos carnavales cerrados y coronar a las hijas de la gente adinerada como la reina bella. Ese carnaval quedó atrás por razones que los sociólogos tendrán que fajarse a buscar, más allá de las que ha hecho Dagoberto Tejeda, quien ya ha recorrido buen trecho. En el caso de Santiago, particular-
mente, ese carnaval cerrado en el Centro de Recreo que creó Enrique Duchamps (el hermano de Eugenio), cuando estaba ubicado en la calle Sebastián esquina Las Rosas (30 de Marzo esq. 16 de Agosto) continuó en el nuevo local al lado del Palacio Consistorial. Allí se celebraban parte de los rituales rutinarios de las clases altas al igual que sus celebraciones de San Andrés con polvo de talco, los 15 de las señoritas para presentarlas a la sociedad, o sea, para que los señoritos les tiraran el ojo y se pudieran realizar matrimonios que aseguraran el control económico de esa cla-
se dominante de la sociedad constituida por vendedores de telas, fabricantes de cigarro y ron, cultivadores de tabaco y yuca, campesinos prósperos y algún raro intelectual que se mezclaba al club al no tener otro lugar donde ir. El 5 de agosto de 1930 se inauguró el actual edificio en el mismo sitio, donde hay un magnífico bar. ¿Quién le hubiera dicho al síndico Anselmo Copello que ese lugar estaría abierto al público en general para brindar hasta en la acera? Christian Capellán se muere de la risa custodiando el lugar con un equipo que sirve los mejores tragos del Bulevar. “Este es otro Santiago”, declara. Ese mismo Centro de Recreo, reinaugurado por Copello, continuó con sus celebraciones carnavalescas en las que resaltaban las confecciones de lujosos trajes, vestidos esplendorosos repletos de lentejas brillosas y cuantos reguindales se pueda uno imaginar. Con la llegada del automóvil, se pusieron a la disposición del Centro vehículos para que los disfrazaran y así se iniciaran las comparsas que les darían un toque particular al carnaval: salir a la calle. Es así como el carnaval adquiere una expansión y un contacto con el pueblo que, a partir de esos desfiles, lo integraría. Subiendo por la calle Restauración para dar la vuelta a la redonda y bajar por el Sol, la alegría olvidaba las diferencias sociales y todo el mundo se revolcaba en la misma sabana. Era, por supuesto, un espectáculo para la gente que se colocaba en las calles o en los balcones a verlos pasar, pero sin participar activamente en él. De los personajes más coloridos y admirados por la chiquillada se contaba la tarasca, que vino con la anexión, pero que desapareció del carnaval por la dificultad de su fabricación, ya que necesitaba de varias personas para sostener la enorme máscara, a modo de dragón chino.