
2 minute read
UN DÍA CUALQUIERA María Pilar Almela
UN DÍA CUALQUIERA
Era un día del mes de mayo, en plena primavera, me levanté temprano y, el jardín estaba impregnado, de ese aroma floral, que tanto caracteriza a la época en que estábamos. Ese día no tenía nada que hacer, salvo descansar del agotador trabajo que realizaba por aquel entonces. Desayuné, pensando ya, qué podría hacer en ese magnífico día: - Puedo ir a la playa, andaré un rato, tomaré el sol… - Podría quedarme en casa, leer, leer y leer, escuchando buena música… - Puedo ir a andar por mi ciudad, hacer turismo, hacer fotos y más fotos… - Tal vez, puedo escribir, sí, escribir, aquí en el jardín para no perder el aroma, ni el piar de los pajaritos… Pensando en todo esto al mismo tiempo, llamaron a la puerta, fui a abrir sin pensar en quién podría estar llamando a esas horas de la mañana…¡Era él! Si era el mismísimo cartero, me traía un paquete, bastante voluminoso…¿qué podría ser? Yo no esperaba nada. Leí el remitente…¡era imposible! La remitente era yo misma, sí y era mi letra… ¡Estaba temblando! No sabía qué hacer, abrir el paquete o dejarlo estar… tenía que abrirlo, pero…, ¿qué me iba a encontrar?… Y comencé a abrirlo…, estaba muy bien envuelto, con un papel de regalo que me encantó…, era una caja con colores rosa suaves…, entonces pensé que yo había tenido una igual a esa, pero, ¿dónde estaba? Al abrir la caja…, ufff, ¿qué estaban viendo mis ojos? Era un álbum de fotos y recortes de periodico, más fotos sueltas, alguna entrada al cine, otra al teatro, alguna llave magnética de un gran hotel… Pero, yo no recordaba nada de esto…¿qué quería decir? Comencé poco a poco a ver todo lo que allí había… Cúal no fue mi sorpresa cuando vi unas fotos de boda, ¡de mi boda!, pero si yo no estaba casada, ni siquiera estaba comprometida… Quería saber quién era él, claro, no sabía quién iba a ser, pero aquí, tendría alguna foto y así, sería divertido, pensé yo en un momento de ofuscación. Pero fui mirando fotos de la boda y estaba yo sola, con mi familia, con amigos, pero el novio no estaba en ninguna de ellas. Lo dejé todo sobre la mesa del jardín y fui a la cocina, necesitaba tomar algo fresco, algo que me calmará. Cogí un vaso con hielo y un refresco de limón y volví al jardín. ¡Dios mío!¡¿Qué broma era esta?! No había nada en la mesa, y el vaso de refresco cayó al suelo, ¿estaba alucinando? ¡No! Para nada era una ilusión. Era simplemente un sueño. Entró él, mi marido, pidiéndome disculpas por el estruendo que terminaba de ocasionar al caer un plato en la cocina, estaba preparando el desayuno para llevármelo a la cama. ¡Era él!, ¡el cartero! En un momento, se mezclaba todo en mi mente, la realidad y el sueño que había tenido. Entonces él con la tranquilidad que lo caracteriza, me dijo que hacía mucho tiempo, estuvo repartiendo correo en su ciudad. Pero ¿a qué venía esto? Yo aún no le había contado nada… Y cómo todo, tenía su explicación, pues entre sueños, yo estaba llamando al cartero tan fuerte, que fué cuando lo desperté. Entró a la habitación con una bandeja repleta de comida para desayunar los dos. Hacía frío, era invierno, nada que ver con mi sueño. Está realidad, me llevaba, junto a mi marido, a un sueño infinito.
Advertisement
María Pilar Almela
mpilar.almela@gmail.com