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MI HÉROE, CUADRADO A Anahí Serí
MI HÉROE, CUADRADO A
Mis héroes, las personas a quienes admiro, son personas que se han esforzado por conocer y difundir la verdad. Tuvieron que luchar. Tienen especial mérito quienes se enfrentaron con sus ideas a las que primaban en aquella época o región, bien establecidas, aceptadas por todos. Una de esas personas, o digamos mejor, personajes, es Cuadrado A. Él es perfectamente consciente de la injusticia de relegar a las mujeres, considerándolas los seres más inferiores de la creación. Por el mero hecho de ser líneas rectas, se las priva de casi todo a lo que tienen derecho los hombres. No es solo la sociedad civil; también la Iglesia promueve la idea de que los polígonos con más ángulos son más nobles. Cuadrado A no llega a hablar públicamente en contra de estos, pero revindica una mayor igualdad social en sus escritos privados y por supuesto critica que haya polígonos que reciben un trato como si fueran circunferencias. Valientemente, rechaza el así llamado “pensamiento límite”. Seas noble o campesino, tus ángulos son los que son; ¿por qué te han de declarar circunferencia si eres un polígono de cuarenta lados, o de cincuenta y uno, basándote en no se sabe qué mágica fórmula? Cuadrado A quiere saber más, pero choca contra el incomprensible límite. Un día tiene una experiencia destinada a trastocar su vida. Se despierta de madrugada, poco antes de la hora de levantarse. Oye una voz, o le parece oír una voz y ve delante de sí un punto reluciente. Un pequeño punto reluciente que al cabo de unos segundos ya no es tan pequeño. Va aumentando de tamaño. “Soy esfera C”; dice la voz. Cuadrado A siente una extraña emoción. ¿Esfera? Esa palabra suena a magia, a mito. Lo devuelve a la infancia, cuando su madre le contaba historias de esferas y cubos, seres inexistentes pero a los que ella conseguía infundirles vida. Ella le había hablado de estos personajes como si fueran realidad. “Cuál es tu nombre,¿Cuadrado?” ---Hm... me llamo Cuadrado A. El punto ya no es un punto, es un pequeño círculo que se hace más grande. Y la voz no viene del punto, parece venir de todos lados. Su casa retumba. “No tengas miedo, Cuadrado A. No quiero hacer nada malo. Vengo de la tercera dimensión.” Cuadrado A se sobresalta. ¿Es un sueño? ¿Es una pesadilla? ¡La mítica tercera dimensión!... Pasó el tiempo y finalmente Cuadrado A se atrevió a hablar de las visitas que recibía. Al principio, todo fueron rechazos; que eso eran alucinaciones, que no estaba bien de la cabeza, por qué habría de ver y oir -- él -- algo que nadie percibía. Pero hubo quien recordó las antiguas historias, la mitología tan valorada por sus abuelos, las historias aquellas en las que se describía un mundo mágico llamado la tercera dimensión, donde mujeres y hombres recibían igual trato y donde no había “pensamiento límite”. Pasó el tiempo, y finalmente Cuadrado A fue reconocido como profeta de la Tercera dimensión. No todos lo alcanzaban a comprender; ¿cómo podía haber una dirección más? Hay dos, es evidente: puedes moverte recto, y puedes ir a izquierda o derecha, transversalmente. Y ya está. Pero hubo quien sabía de matemáticas y creyó comprender, y pronto todos creyeron comprender. Cuadrado A ya nunca sería despreciado.
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Inspirado en: Planilandia: Una novela de varias dimensiones, de Edwin A. Abbott. Traducido por José Marín.
A quien quiera saber más, se recomienda el artículo Cuarta dimensión de Wikipedia, en particular el apartado 2.3 Analogía dimensional.
Anahí Seri
anahiseri@gmail.com