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María de la Concepción Sanz Ferreiro
María de la Concepción Sanz Ferreiro, Conchita, mestra xubilada de 87 anos e herdeira do Couto Mixto, dedicou un libro ao seu Meaus de infancia, paseando polas historias da antiga república independente. Sergio é un dos veciños que impulsou a posta en marcha da Asociación do Couto Mixto, e exerce como un dos homes de acordo e ámbolos dous son xuíces honorarios.
A familia
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El seis de diciembre del año 1931, nací en Lobeira porque mi padre era de la Guardia Civil y estaba destinado allí. Por una desgracia que hubo, murió, y entonces mi madre, María Raquel Ferreiro Fernández y Carballas, se vino a la casa de sus padres con nosotros. Mis abuelos no eran labradores, pero había labranza. Algunas tierras las trabajaban para nosotros, y aquí había una mesa así de grande. Apañaban las patatas y había que dar muchas comidas. Mi madre trabajó mucho y anduvo tanto por esos montes para estudiarnos, que de verdad merecía algo. Porque nada de carreteras, y había que cruzar El Cebreiro, unas veces andando y otras veces a caballo, a coger a las ocho de la mañana el coche que venía de Verín. Era lo más duro que había entonces. Mi madre se sacrificó muchísimo. Una vez que murieron mis abuelos nos fuimos a Madrid, donde trabajé desde el año
1962 hasta que me jubilé. Seguí allí porque mi madre todavía duró muchos años. Murió a los ciento cinco y tres meses. Antes nos íbamos por ahí dar un giro, pero los veranos siempre aquí.
A educación
Mi madre nos trajo para aquí y fuimos también algo a la escuela de pequeñitos. Después ya alquiló una casa en Orense, y allí estábamos mi hermano en los Salesianos y yo en las Josefinas. Me fui al instituto, Otero Pedrayo me parece que se llama ahora, allí hice el bachiller y luego pasé a la Normal.
Os xogos
Yo fui poco a la escuela aquí, pero cuando veníamos jugábamos al truco. Los chicos jugaban a la billarda, al churro, a los vintos. Y también a Dame lume. Ese debía ser muy antiguo. Se ponían así alrededor e iba uno y le decía, dame lume y se lo daba, entonces el otro corría y le decía al otro, dame lume, entonces al que le daba lume le daba su sitio e iba corriendo para el otro lao. Y también se jugaba mucho al Un, dos, tres, plan, nos lo enseñara la maestra. Se ponían los chicos y chicas en una fila muy larga, entonces la que se ponía así cogida a la pared con los ojos tapados decía Uno, dos y tres, plan, y miraba para atrás, y al que pillaba moviéndose se venía a la cabeza, se quedaba. Así iba pasando la fila. También, cuando estuve de escuela en Santiago, fíjate si tenía influencia portuguesa. Me acuerdo que cantábamos y decían las niñas en una rueda:
Máis unha maestra, que na roda entrou Dexaina dançar, que inda non dançou Que inda non dançou, nin torna a dançar Rapaz deixa a moza, vai pra o teu lugar Vai pra o teu lugar, vai prá túa rúa Rapaz deixa a moza, na rola sosiña
Y se hacía la rueda con bailes y cantes portugueses:
Eu veño de eiquí, de eiquí Eu veño de alá, de alá De regar... o laranxal Que boas, laranxas ten...
Eso era un Vira portugués.
O traballo
Yo hice la oposición a los veintiuno, veintidós años. Estuve un año en Soria y después me vine. En Santiago teníamos la escuela. La gente era muy buena, estupenda, pero la escuela un desastre. Una casa preciosísima en el alto del pueblo pero en ruinas, que fue de un brasileiro. Las tablas se movían, las ventanas temblaban, no teníamos calefacción y llovía, era muy pobre. Ahí di clase seis años y pico. Y el material, el que hacía la maestra. En la pared, que estaba de blanco, ponía másimas en colorines para adornar y esto. Allí había mixto, muchos niños. Iban a clase, pero a lo mejor llegaba la abuela y dicía, -Señora maestra, pódeme deixar baixar a nena pra buscar as vacas pra serra-, y que le vas a hacer, -Llévesela-. Y ya no volvía, claro. Y la autoridad de la maestra era buena. Recuerdo que hubo un parto y me dijeron que estaba muy apurada esa señora. Yo no sabía nada, era una criatura, pero dije, allá voy. Y estuve allí con la mujer, asistiendo el parto. Había que echar mano.
A masa do pan
Amasaban en casa, en lo que le llamaban una maseira. Luego en unas cestas de costelas, le ponían pajita abajo y luego los barreleiros, que eran unas sábanas de lino gordas blancas como la nieve, cubriendo todo el cesto. Cuando la masa ya estaba hecha, cogían las pillas de masa, las metían en ese cesto, y hacían una cruz con el dorso de la mano extendida, profundizando bien la cruz. Y entonces decían, -San Vicente te acrecente, San Juan te levede, por a gracia de Dios, e do Espíritu Santo-. Y ya arropaban con el barreleiro y encima ponían una ropa de abrigo. La señal de que estaba lévedo era que la masa sube y se deshace la cruz y ya se podía llevar al horno.
O Couto Mixto
Estos eran los comercios del Couto Mixto. En mi casa había un, dos, tres comercios grandes. Venían las cosas de Inglaterra a través de Portugal. El año pasado aún di los sombreros de mi madre y de mi tía que se vendían aquí, de las señoras de mucho copete eh, cuidao! Y venían los mantones de Manila. Meaus era un centro precioso, porque las casas eran muy buenas. Estas calles, me decía la abuela, que iban tan llenas de gente que -Igual que cuando é un entierro, a xente-. Porque venían a comprar desde los pueblos portugueses después de la sierra, desde Ginzo, desde Celanova, también desde la provincia de Zamora, todo acudía aquí, porque el comercio era barato. ¿Porque era barato? No tenía impuestos, por eso lo echaron abajo. ¿Que pena, verdad? Y esto hubiera sido una Andorra fantástica. Aquí para todos. ¿Sabes a quien le echo más la culpa? Al Conde de Monterrei que no hizo fuerza ninguna. Si el Conde de Monterrei hubiera apoyao esto, no hubieran entrado
como hicieron en otros sitios, como Andorra. Desde que se firmó el tratado, en mil ochocientos sesenta y cuatro, hasta que se terminó, dieron cuatro años pa que el comercio del Couto Mixto fuera cerrando. Ahora pusieron la capitalidad administrativa a Santiago, a Rubiás la pusieron como ganadera y aquí como comercial, porque es donde estaba el dinero, donde estaba el banco. [Sergio] Aquí hubo depósitos de aceite que eran unos arcaces enormes forrados todos de zin, y arriba con una tapadera pequeñita que se levantaba de la grande, se metía el cazo y se sacaba el aceite. Había depósito de sal. A la entrada de mi casa en la escalera todavía hay una argola, y en la otra parte también, dos para prender las recuas de mulas con la sal, que venían por el Camino Privilegiado. Aquí podían llevar armas, y no podían de retirarle nada. Podían traficar con ganado de una nación a otra. Era comercio libre. Y la nacionalidad, tú podías escoger de donde ser, podías ser gallego, podías ser portugués o no escogerte ninguno y ser del Couto Mixto. Había un caso muy bueno con los sacerdotes. En la vigilía comían del lado portugués, pa no pecar. Corrían las mesas y en la parte del comedor estaba Portugal, entonces montaban allí y comían la carne. [Sergio] Los documentos del Couto estaban en el arca. Pero cuando la guerra de Portugal, vino el general Soult, entró por Santiago. Y ahí destruyó todo. Quedó algo en Madrid, en Coruña, y en Francia, en Tolousse. Algo hay, pero muy poca. [Sergio]
As festas
Había la fiesta de la Virgen del Carmen, era muy bonita, porque la Virgen salía en procesión, y la de San Blas también. Pasaba y se le echaban flores y la gente también echaba muchas colgaduras, que eran las colchas que hacían las señoras de lana y lino, porque aquí hubo muchos telares, siete telares que recuerde yo. Y llegaban al Xuntadoiro, y las niñas de la escuela con su maestra echaban los versos a la virgen. También en Ramos se ponían unas ramitas de saúco en cada tierra y el sacerdote bendicía el agua bendita. Se cogía un poquito y se iba por las tierras. Los rapaces iban por ella y decían, -Agua do Sábado santo que tira o ruxedo i o encanto-.
O Entroido
En Entroido los farroupeiros, unas máscaras con la cara tapada, con farrapos, con lo más feo que te puedas pintar. Y entonces iban con unos palos largos y a la gente que encontraban por la calle, corrían detrás de ella. Pero después había unos muy bonitos, que eran las madamitas. Los chicos se vestían con unos pantalones negros y después los leguis, que eran unas polainas hasta la rodilla y aquí aflojaban un poquito
el pantalón. Y después arriba, un chaleco negro y camisa muy blanca. Y luego un gorro muy alto que hacían de cartón, que era picudo, y un palo muy grande, que tenía que llegar a lo alto del gorro o sobrepasarlo. Y las chicas llevaban unas faldas que había aquí blancas, con dos o tres palmos de encaje de batista, blanquísimas. Si no las tenías, las pedías a quien las tuviera. Y luego un justillo y el mantón cruzado aquí delante que podía ser rojo o azul. Y unos sombreros que hacían ellos. Cojían los de paja, con pamelas, entonces las forraban con seda y luego lo ponían con cintas que caían por aquí, por allí de muchos colorines y con fotografías y cosas, esas iban muy bien. Y la cara, la llevaban descubierta, pero muy bien maquillada con unos coloretes, los labios pintados, que no lo sé cómo se pintarían. Ellas iban guapísimas. Entonces iban a visitar a los pueblos. Allí, dos mozos se adelantaban para pedir permiso al pueblo, decir que venían de visita de Carnavales, si podían entrar. Entonces el pueblo empezaba a tocar las campanas, se reunían, decían sí que pasen, ya está. Y entonces le hacían una fiesta muy grande. Ponían una mesa muy amplia en una plaza con bebida, galletas, lo que hubiera en los comercios, porque había comercios en todos los pueblos. Ellos escribían una comedia y la representaban con una fase de risa y otra de versos. Eso, todavía era yo pequeña y lo hacían. De madamita sólo eran las mozas y los mozos eran los madamos.
