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DE ESTO Y AQUELLO Otro de Invierno
~ De esto y aquello ~
Por Leonor Morales
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Día de Reyes
Al cumplir los setenta años Marisa empezó a sentir el peso de la soledad. Su amiga Feli le recomendó un perro.
- ¿Un chucho? ¿Qué dices? No consentí que un segundo marido coartara mi libertad, y tú sabes que tuve muy buenos pretendientes. Algo la sacrifiqué por mi nieto cuando era bebé. Pero ¿por un bicho? Ni loca. Son muchas responsabilidades: vacunas, cuidar que no moleste, sacarlo cada día, recoger las caquitas (¡uf!) ¿Y los parásitos? ¿Y las enfermedades que pueda coger? ¿Y a quién se lo dejo cuando surja un viaje? No, hija, no…
Sin embargo ahora encaminaba sus pasos a una tienda de animales para comprar un precioso cachorro que había apalabrado el día anterior. No era para ella. Su nieto Quique quería un perrito, pero los padres no estaban por la labor. Marisa pensaba que eran demasiado duros con el niño: “Pero como yo soy la abuela y no tengo que educarle voy a ponérselo de Reyes, y la estirada de mi nuera tendrá que aceptar los hechos consumados”
Tuvo que llevarse el cachorro a su casa unos días antes, porque en la tienda no se comprometían a guardárselo y no quería que Quique se quedara sin esa preciosidad. El chucho la seguía a todas partes saltando a su alrededor y reclamando su atención con un alegre ladrido. Le puso por nombre Gaspar y… se le fue metiendo en el alma. Cuanto más se le metía más se alegraba (por su nieto, claro) de tan acertada elección. “¡Ay, Gaspar, ya verás que bien te vas a llevar con tu amito.”
Llegó el día. Quique vendría con su madre por la tarde a recoger los Reyes de la abuela. Todo estaba preparado: la cesta-jaula de Gaspar y otra enorme caja con un tractor. Metió al perro en la jaula cubriéndola con un paño: “Quédate ahí muy calladito” Quique entró como una exhalación, derecho a los regalos. Levantó el paño y se puso a dar saltos de alegría: “¡¡Un perro, un perro!!”
A Marisa le salieron las palabras sin que ella misma se percatara de lo que estaba diciendo: “No, Quique. Verás, los Reyes, al verme tan sola, me lo han traído para que me haga compañía. Pero mira que regalo tan bonito tienes este año…”
Le dolió en el alma la desilusión de su nieto que abría con desgana la caja del tractor, pero ahora se daba cuenta de que ya no podría vivir sin Gaspar “Mi niño, no te pongas triste; Gaspar es tuyo también. Puedes venir a jugar con él cuando quieras y muchos días iremos los tres de paseo”
El chucho empezó a saltar alrededor de Quique y éste, feliz, se puso a jugar con él. (“Ahora, so estirada, no tendrás más remedio que traer a mi nieto más a menudo, porque no te va a dejar parar clamando por venir a casa de la abuela”) Dejó de sentir remordimientos por su nieto y se entregó sin reservas a la felicidad de pensar que Gaspar sería suyo para siempre.