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Big Papa, Big Papa… shoot, shoot
Relato Mejor Trofeo Cinegética 2019 Big papa, big papa… shoot, shoot!
Febrero de 2018… Llamo a Francisco Cortina, con quien llevo unas cuantas aventuras en España y por ahí. − Oye, Fran, he cerrado el plan de verano con Lorena (mi esposa). Queremos ir a íbice y corzo siberiano. Querría alguna zona con la máxima calidad de trofeos. ¿Tienes buenas referencias…? − Sí, en Kazajistán, lo miro y te digo … Así comenzó la aventura del íbice. Miramos opciones, vuelos, cerramos… y el 17 de agosto aterrizamos en Almaty… ¡a las tantas! Nos recibió el contacto, que tramitó el arma con diligencia y nos acompañó al hotel. De camino nos explicó que salíamos a las 07:00 horas porque eran entre 12 y 14 horas de coche al campamento y había que llegar de día. Pensaba que eran 6 horas, pero ella me dijo que no porque los trofeos grandes estaban en zonas remotas. Miré a Lorena que, convaleciente aún de una apendicitis, se reía, pero no dijo ni pío. ¡Menos mal…! Nos recogieron, puntuales, el chofer y el guía-traductor. Hicimos, de una tirada, las 14 horas de coche en un Nissan X-Trail. No valoro la carretera, pero, por la cantidad de baches, fue más duro que muchas cacerías. Llegamos tarde y, tras las presentaciones, una breve inspección, probar el rifle, sopita y ¡a la cama! Todo excelente.
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Empezamos a cazar
En pie a las 03:00 horas. Desayuno y al Lada. Tras tres horas llegamos a la zona alta de la montaña. Cazamos hasta las 10:00, combinando coche y piernas. Fuimos a distintos puntos y desde ahí a patear zonas sólo accesibles a pie. A esa hora ya hacía un calor tremendo y no se movía nada. Seguimos dos horas con expectativas nulas de ver algo. Volvimos. Comimos, siesta y a las 16:00 salimos a una zona más próxima. Observamos durante un par de horas en una zona quebradísima hasta que localizamos dos íbices a más de 1 km, uno de ellos aparatoso y merecedor de intentarlo. Pero era muy complicado. Recortamos unos 500 m (¡haciendo 5 km en coche!) y recechamos, pero se nos hizo de noche antes de verlos.
Primera oportunidad
Misma rutina, en otra zona. En el trayecto vimos un corzo, que no tiramos, pero tardamos 3 horas en llegar al alto. Es pleno día, mucho sol y, aunque pintaba mal, a las 09:00 vimos uno sesteando a 400 m, en una cornisa, en lo alto de un macizo. − Malinki (pequeño)− me dijo el guía. Nos aproximamos y nos colocamos a 280 m. No hay más, cosa rara porque el guarda dice que se ven en grupos de 5 o 6. Nos acercamos. De la vaguada empiezan a silbar y a correr. Cuando sale el quinto, ¡madre mía, qué aparato! − Big papa, big papa … shoot, shoot!− dijo el guía. En ese medio segundo entre verlo y prepararme, se me hizo obvio que no lo iba a tirar bien. Estábamos a media ladera, sin un solo saliente para apoyar y los íbices hacia abajo y corriendo. Con el corazón acelerado, decidí no tirarlo. Cogí al guía y, discretamente, reculamos. Sentimientos cruzados, ¡joder, le he tenido y no le he tirado…! ¿Me arrepentiré? Seguimos cazando y vimos otro tumbado a 600 m, pero según nos asomamos se levanta y… ¡nunca más! Sestean, ¡pero están atentos! Sobre las 12:00 volvimos, comimos, y seguía dándole vueltas al Big papa. «Si queremos cazarlo, será con la cabeza y no con las piernas. Hay que estar antes y localizarlos mientras comen, antes de que se tumben. Después será difícil», pensaba. Lo propuse y, aunque los guías estuvieron remolones, accedieron. Dejamos los íbices y nos fuimos a por el corzo siberiano. Cogimos los caballos y nos fuimos montaña arriba, un reto en el que debes confiar al 100 % en el caballo. Pero el corzo es otra historia…
Cambiamos la estrategia… En pie a las 02:00 horas. A las 03:00 directos a la zona donde los vimos. Llegamos a las 05:00, aún noche cerrada. Lorena preguntó: − ¿Y ahora qué hacemos? Colocarnos en lo alto del cerro y esperar a que claree. El aire era frío y estaba negro, así que ella se quedó en el coche. Subimos. No había mucha distancia, pero, al verse mal, tardamos. Empezó a clarear y estábamos los 3 buscando. El guía me susurró: − Big papa, there! ¡Ahí estaban!, a unos 800 m, en el cerro de enfrente, a punto de volcar el viso. Imposible entrar directo, son zonas de pasto, limpias... Me explicó el plan. En cuanto volcaron salimos a la carrera, ascendimos y rodeamos hasta la ladera por la que bajaban ramoneando. La ladera acababa en una cantera que nos daba cobertura y nos permitía avanzar, pero era tan alta que podíamos verlos, pero no podía colocarme para tirar. Y seguían bajando. Finalmente, un golpe de suerte (clave en cualquier cacería), volcaron por una pequeña loma en la base, lo que nos daba cobertura. Subimos y nos tiramos a la carrera por la ladera unos 200 m hasta el pie de la loma. −Big Papa behind hill! You go first! Cogimos aire, 15 segundos, ¡emoción! Me arrastré 50 m, me asomé y conté hasta 7. Seguían comiendo, pero empezaba a hacer calor y no tardarían en tumbarse. Observé por el visor, seguro fuera, pelo montado y a esperar. Era tan magnífico que me quedé embobado. Con la cabeza alta no podía tirarle, el cuerno tapaba el codillo. Empujó a los otros y bajó la cabeza para comer… ¡Disparé! Encajó el tiro, vi el polvo, e hincó el morro en la hierba. Todos corrían, pero a los pocos metros cayó. Recargué, pero… ni siquiera pataleaba. ¡Uf!, lo tenemos! Nos abrazamos…. Sabía que era muy grande, pero… los animales encogen al cobrarlos. Llegamos, y era magnífico. Inmenso trofeo, perfecto, y precioso pelaje. A palmos le calculamos unos 130 cm. −Biiiig, biiiig papa! − me decían. Se fueron a por Lorena, y me quedé solo una hora que me supo a gloria. Lo miré y rememoré la cacería. ¡Qué bien hicimos cambiando la estrategia! Llegó Lorena y nos abrazamos, besos y fotos. En el campamento, más abrazos, felicitaciones y lo volvimos a medir… unos 142 cm el derecho y 137 el izquierdo. −Record, Record! – decía el guarda. El segundo más grande jamás cazado en la zona. ¡La guinda!
Luis Muntadas-Prim Lafita

