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El ancestral modelo de vida
IV Cuadros
El Ancestral Modelo de Vida
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Días de labranza extendidos más allá de las aguas, lenguas laborables y el centeno bajo el invierno: así es el mundo delante de mis ojos.
(Antonio Gamoneda. Poemario ´Descripción de la mentira´)
Acuarela de la Era de Lorenzana, pintada por Carolina Escomel, a quien llamaban La Peruana en la década de los años 60 del s. XX. Es curioso observar cómo en uno de los trillos la pareja de ´Pepa la Roquetona´, identificada por la gente del lugar, está formada por una vaca y un burro. Cada cual aprovechaba los recursos de que disponía. (Original cedido por Arturo Torío)

El arado romano, en pleno siglo XX
EL ANCESTRAL MODELO DE VIDA
El ancestral modelo de vida de la ribera del Bernesga se basó en las posibilidades del entorno geográfico y su situación socioeconómica. Como en todos los espacios rurales, fue heredero de tradiciones ancestrales, hunde raíces en el pasado y sus cambios fueron lentos, casi imperceptibles a lo largo del tiempo. La presencia del arado romano durante casi dos mil años ilustra esta resistencia a la evolución.
El utillaje de la ganadería, la agricultura y las artesanías no había evolucionado desde los celtas hasta la mitad del siglo XX: sierras, llanas, azadas, horcas, berbiquíes, calibres, tijeras, hachas para la madera, yunques, martillos, limas, pinzas para el herrero o el curtidor… continuaron en uso hasta la llegada del Desarrollo y la mecanización, en la segunda mitad del siglo XX. El paso de la mula hasta el tractor requirió siglos de espera, al tiempo que se decantaban todos los hábitos centenarios. Según un certero resumen ´se dejó de amorenar, afejinar, amostelar, ralbar, averar, asobear, acambiciar, alibiar, uñir, enfochacar´… Ni siquiera conocen ya el significado de estos verbos los nietos de quienes los conjugaron toda su vida. Las eras de los pueblos son ahora instalaciones deportivas y las bestias de tiro se han convertido en animales de compañía.
Las antiguas formas de vida son como un fresco gigantesco que ningún pintor se decide a bocetar, por la complejidad y vastedad de los trazos, los relieves inter conexionados entre sí, la necesaria labor de síntesis que es necesario abordar para dar una idea general y evolutiva, que no estática, de la existencia de nuestros mayores.
Para describir, no obstante, la vida tradicional del territorio me referiré a su sistema de aprovechamientos integrales, que permitieron la subsistencia de sus vecinos. Es lo que algunos llaman “fortalezas”, que estarían mejor definidas como puntos de apoyo para la subsistencia, válidos desde siglos hasta prácticamente el último tercio del siglo XX.
El fundamento de estas fortalezas fue el manejo inteligente del entorno, favorecido por una vega húmeda y verde. Para su explotación se organizaron las comunidades de regantes, como ya se vio en el primer capítulo de esta crónica. A fin de solventar el problema del minifundio por la endémica división del patrimonio, se recurrió a la aportación solidaria de toda la unidad familiar. No es un tema menor la importancia que se dio a la educación infantil.

Niños de la Escuela de Cuadros (1925)
Desde principios del siglo XX funcionaron escuelas de niños y niñas, de modo que se erradicó prontamente el analfabetismo, visible en las Reglas de algunas Cofradías, cuyos estatutos firmaron ´los que supieron´. Esta situación de ignorancia estuvo superada desde principios del s. XX, cuando, según informantes de este cronista, era imperativo poseer siete conocimientos esenciales, como los “Siete pilares de la sabiduría”: leer y escribir, las cuatro reglas de la aritmética y el catecismo del P. Astete. Estoy hablando de principios del siglo XX, pues hasta entonces solo Cuadros y Lorenzana tenían escuela municipal. Con anterioridad pocos Concejos conseguían mantener un maestrescuela de primeras letras. Es a partir del XX cuando se implantó la enseñanza pública a cargo del Estado y se construyeron aulas y viviendas para los maestros. Se debe resaltar, como un ejemplo sobresaliente, el edificio de la Escuela de Santibáñez, levantado en el año 1912, con materiales de la zona; ladrillo y cantos rodados, como la contemporánea Sierra local, de la familia de los Valcárcel. La centenaria Escuela de Santibáñez puede considerarse uno de los más interesantes edificios históricos de la zona.
El aprovechamiento integral de los recursos incluía cuatro áreas: el monte, el río, la vega y las terrazas de secano. El monte proporcionaba gran variedad de productos: leña de roble y urz para las casas, las panaderías y hornos cerámicos; ramas y hojas como alimento para el ganado; vigas para la construcción; pasto de la cabaña ganadera; caza y setas…
El río aportaba agua de riego, peces, cangrejos, leña y cantos rodados para los fundamentos de las casas…
La vega estaba dedicada al pasto, los prados de guadaña, linares y sembrados de alubias, trigo de regadío, remolacha y productos de huerta. Los prados de siega son ahora amplias choperas. La patata, aunque comienza a conocerse a finales del s. XVIII, no se sembraría seriamente hasta finales del XIX. Entonces adquirió gran importancia, sustituyendo al nabo y al cultivo del lino, hasta el punto de disputar al cereal la supremacía de la siembra… En los valles de las terrazas se ubicaba el centeno y algo de trigo duro, más los viñedos, que serían importantes hasta época reciente.
Eran comunes los comentarios de que un agricultor acomodado debía cosechar ´pan p´al año´ y que el vino de la zona tenía ´un riscante´ o acidez que lo convertía casi en antiséptico.

Edificio de la Escuela de Campo y Santibáñez (E. Fierro)
La eficiencia imponía que todo el mundo trabajara. Cada miembro de la familia acarreaba a casa su feje de leña, de mayor o menor tamaño. Los niños traían su ´saquín´ de hierba para los conejos, la mujer su saco y el hombre el ´peto´, que era más grande. Los mayores manejaban la azada, mientras los jóvenes comenzaban con el ´escavín´.

Niños en el río
Como en otras zonas rurales, la participación de la mujer en todo tipo de faenas fue esencial. Siguiendo a López Morán,
´ trabaja en casa y en el campo; amasa y ara; prepara las comidas y siega; hila y guarda los ganados; cose y riega las praderas; barre y atiende a la era; hace la cama y asiste al molino; nada le es ajeno, nada le es extraño; no hay labor, por pesada que ella sea, no hay trabajo, por rudo que se manifieste, que no encuentre propicia a aquella animosa y curtida mujer. Pero no trabaja ella sola; no ocurre lo que en aquellas tribus africanas donde, mientras el marido descansa sobre los lomos de su cabalgadura, la mujer camina al lado, abrumada por la pesadumbre de la carga; aquí trabajan los dos a porfía, obligados por naturales exigencias y en proporción a las fuerzas respectivas. Cada uno ocupa el lugar que le corresponde en la batalla que tienen empeñada con la naturaleza...´
Tras tanta actividad, las mujeres aún tenían tiempo para ir a por agua, lavar la ropa y estar atractivas, como observó Gómez de la Serna a su paso por Lorenzana, y las abuelas siempre llevaban en la faltriquera unas monedas, avellanas, los utensilios de calcetar.
Las reducidas parcelas del minifundio solían impedir a los labradores vivir de sus propios recursos y por ello complementaban lo producido en su casa con el trueque por otros productos, alimentos, materiales, enseres o prendas de vestir. A pesar de la fecundidad del entorno el panorama no era en absoluto boyante.
Además era preciso realizar un sinfín de trabajos que garantizasen la autosuficiencia. Samuel Mayo, en su libro ´El pueblo de La Seca´, hace un recuento de labores del antiguo modelo de vida, con la siguiente enumeración: herrador, pastor, molinero, esquilador, modista, costurera, bordadora, afilador, hojalatero, herrero, empedrador de trillos, techador, cantero, tapiador, adobero, carpintero, cestero, capador… Vamos a añadir las ocupaciones de preparar carbón vegetal, recoger miel o elaborar el vino.

Santiago Sierra. Cestero, a principios del s. XX
Llega un momento en que hacen irrupción otros empleos sobrevenidos, muy diferentes a los tradicionales: el trazado y explotación del ferrocarril y la explotación de las minas de carbón, aguas arriba. En ellos se ocuparon buena parte de los hombres, sobre todo los jóvenes, que dieron el paso de agricultores a asalariados, un proceso incipiente que pronto se convertiría en habitual.
Ya anoté, en el capítulo Iº, la irrupción del ferrocarril en el territorio. Ocurrió en la segunda mitad del s. XIX y supuso toda una conmoción. El entibado de los túneles se proveyó de materiales en tejeras instaladas a toda prisa en el entorno de Santibáñez, mientras el tendido y posterior mantenimiento supuso un acopio de jornales. Inauguradas las comunicaciones con Asturias, los trenes apenas paraban en Cuadros, pues se trataba de “Expres” o “Rápidos”, para el transporte de viajeros. Aún con todo, una pequeña red de Estaciones y Apeaderos se fue instalando en diferentes puntos, hasta culminar con la inauguración del Apeadero de Cuadros, en 1951, el mismo día de San Cipriano, con una chocolatada general.
No es sencillo hacer balance del impacto del ferrocarril para el territorio: a la mejora de la movilidad y los iniciales beneficios ocupacionales hay que oponer la merma de las tierras de cultivo y la severa limitación de movimientos ocasionada por las vías que partieron en canal el valle, más el peligro para animales y personas. Su incidencia en el paisaje continúa siendo negativa, sin que el futuro proyecto del AVE a Asturias dé por cerrado este inconveniente. En un estudio sobre los orígenes históricos de la comarca de La Robla, J. J. Sánchez Badiola hace un resumen de las aportaciones que los modernos medios de comunicación hicieron al desarrollo de la zona, en la primera parte del siglo XX.
´… nuevos aires se irán dejando sentir en todos los aspectos de la vida cotidiana, favorecidos por el desarrollo de los medios de comunicación… Por entonces se mejora la carretera de Asturias y se acomete la construcción en 1935 de la que une La Robla con Lorenzana…´
Las minas de carbón, tras la implantación de la S.A. Hullera Vasco Leonesa aguas arriba y la apertura de sus explotaciones, dio ocupación y salario a muchos jóvenes de la comarca, sobre todo en los pueblos más cercanos a las minas, como Cascantes o La Seca. Dejamos que antiguas fotografías nos den testimonio de esta nueva oportunidad ocupacional.

Mineros en traje de faena

Mineros de Cascantes, celebrando Santa Bárbara (postguerra)
Para tener un dibujo completo de la situación socioeconómica del antiguo modelo de vida, y su empeño por la supervivencia, no conviene descuidar un elemento de enorme peso negativo: las desmesuradas cargas económicas de los impuestos que recaían sobre nuestros antepasados.
Los del estamento eclesiástico ya han sido comentados en el capítulo IIIº de esta crónica. Fernández Flórez, en su trabajo sobre ´El Becerro de Presentaciones´ de la Catedral de León, los completa con los siguientes: Procuración, Carnero, Censos, Conducho, Yantares, Maquilas, Oferciones, Olio y Crisma, Pedidos y Pie de altar...
La influencia de las desamortizaciones en el territorio no fue excesiva, pues había pocas propiedades en ´manos muertas´, con la excepción de la Vega de San Martino, donde algunos vecinos compraron con todos sus ahorros lotes de diez heminas. El estamento civil no se quedaba ajeno a la presión sobre los contribuyentes: • Alcabalas a la Corona, o enajenadas. (Salvando las distancias, un equivalente del IVA) • A la casa de Inocentes de Valladolid. • Réditos de censos y préstamos varios que no redimían nunca el principal. • Gastos de cera, fiestas del Corpus y otras. • Arreglo de caminos, pontones y calzadas. • Gastos de aferir y potar y asistir a los repartimientos y gastos de la justicia. • Mantenimiento de escribano, barbero, cantina, capador, maestro y pastor.
Resulta hasta un punto increíble esta acumulación impositiva de Iglesia y Sociedad, que raya en el expolio, con la que campesinos y ganaderos hubieron de pechar durante siglos.
Dicen algunos tratadistas que la etapa liberal los eximió de esta pesada losa que los oprimía. Permítanme que disienta de esta apreciación: en este sentido apenas hemos mejorado, pues la voracidad fiscal de los Estados, por su creciente necesidad de fondos, grava el rendimiento personal con una cascada de impuestos casi confiscatoria: IVA, IRPF, gravámenes a gasolinas, alcohol, tabaco, tasas en cascada sobre la energía, de sociedades, sucesiones, donaciones y dividendos… Es un regreso a la Edad Media, donde la Hacienda Pública tomó el relevo de los antiguos señoríos que hicieron vasallos a nuestros antepasados.
Con todos estos condicionantes, los habitantes de un territorio rural como Cuadros se afanaron durante siglos en acercarse a una precaria autosuficiencia.
Antigua procesión en Valsemana. Los feligreses se mantenían fieles a sus creencias


LOS TRABAJOS TRADICIONALES
CENTENO, LEÑA, MIEL, GANADOS…
De la estructura del terreno y los datos de los Catastros de la Edad Moderna se desprende el carácter de los trabajos que ocuparon a los vecinos para su subsistencia. Podemos, por ejemplo, acercarnos al catastro del Marqués de la Ensenada, que intenta evaluar, a mitad del siglo XVIII, la producción agrícola y ganadera de los pueblos del territorio, así como cualquier fuente de ingresos, susceptible de ser gravada “con la única contribución”.
Frutos que se recogen: Trigo, centeno, lino, linaza, hierba, hortalizas, leña, fruta… . Valsemana declara no recoger lino ni hortalizas. . Cabanillas declara no tener árboles frutales. . No se hace mención al cultivo de la remolacha, la vid ni los nabos. . La mayoría de los pueblos declaran venta de leña a
León y algunos lo cuantifican: La Seca: 141 carros y 846 reales de vellón al año. Cabanillas: 580 reales. . Los cereales de secano solo se siembran en años alternos.
Cabaña ganadera: Vacas, caballos, mulos, asnos, ovejas, cabras, cerdos y bueyes de labranza. Si consultamos el Mapa Nacional de Abastecimientos, realizado en el año 1950, podemos comprobar en detalle la cabaña ganadera de cada pueblo. Baste, como ejemplo, anotar la de La Seca, que alcanzaba los números siguientes:
Bovinos (vacas, toros, terneros, sementales): 1.265 unidades / Caballos: 90 / Mulos: 8 / Asnos: 216 / Ovejas: 3.729 / Cabras: 1.203 / Cerdos: 706 / Gallinas: 7.350 / Conejos: 1.680 / Colmenas: 432.
Doscientos años después de Ensenada, la cabaña ganadera continuaba creciendo. En el momento actual esta estadística produce sana envidia.
Más allá de algunas matizaciones, encomendaré a las imágenes antiguas, amablemente cedidas por los vecinos, el dibujo de las labores y trabajos tradicionales, que formaron el grueso de la actividad del Valle del Bernesga durante generaciones.
La agricultura fue el verdadero motor del territorio, mediante el cultivo del centeno, trigo de regadío, trigo de secano, hortalizas y lino. En su momento se complementaría con la patata, que supuso la desaparición de los nabos y los linares. El centeno parece haber tenido un cultivo prioritario, por las condiciones de dureza del clima y el hecho de que su caña se utilizase para los techos y el forraje de los animales.
Los prados de guadaña a que se refieren los Catastros son ahora extensas choperas. José Luis Mingote data la fecha del abandono de los mayales en el municipio de Cuadros en el año 1950 y la de los trillos en 1970. (´Mayales y trillos en la provincia de León´, 1988)
La siega a hoz era uno de los trabajos más penosos de la agricultura, aunque aquí hubo de compartirse con el constante empeño de manejar el agua para los regadíos, verdadera especialidad del territorio.
La cabaña ganadera estaba muy ligada a los trabajos agrícolas. Cada vecino cuidaba sus vacas, pero las ovejas y cabras se guardaban en veceras, aunque existían además rebaños particulares. Llegó a funcionar en algunos pueblos la cría de pavos, que se llevaban a vender hasta Zaragoza.
. Hay coincidencia general en todos los pueblos. . En Ensenada no se especifica el ganado menor: gallinas, pavos, conejos...
´Pies de abejas´ o cepos: Valoración de la miel y la cera
Cascantes: 170 1.510 reales de vellón
La Seca: 378 1.512 “ “
Valsemana: 227 1.908 “ “
Cabanillas: 85 ¿?
Cuadros: 300 1.900 “ “
Campo y Santibáñez: 203 1.609 “ “
Lorenzana: 30 1.993 “ “
AGRICULTURA

Agavillando el centeno (1968)


La trilla (1968)


A vueltas con los garbanzos

GANADERÍA

Vacas en el monte


Rebaño de ovejas


Matanza del cerdo.
OTROS

Colmenar. Cepos en tronco de palero (Díaz Porlier) Pies de colmena en Valsemana. Cata de miel

VIÑEDOS Y CERÁMICA…
El viñedo prosperó en la zona, a pesar de su altitud y climatología, con razonable éxito, aunque el catastro de Ensenada no lo menciona. Su cultivo sería un asunto complementario hasta la llegada de la plaga de la filoxera, a finales del s. XIX, que asoló a casi toda Europa.
Tras este cataclismo llegaron los híbridos, que ofrecieron en la zona cosechas abundantes, aunque de bajo grado, por la insuficiente maduración de la uva. Las cepas dominantes eran el Híbrido del País, uva negra de las variedades “3” y “5”, que solo alcanzaban una graduación entre 7º y 9º, lo que convertía al vino en inestable y un punto ácido, solo apto para el consumo casero.
Lorenzana, como pueblo más bajo, fue el máximo productor de uva y con una graduación ligeramente más alta. También prosperó en Campos y Santibáñez, donde se conservan un grupo de Bodegas que constituyen un resto arqueológico. Quedan en Cuadros algunos lagares en viviendas particulares, que los propietarios conservan como reliquia del pasado.

Los carriegos de la vendimia, en Valsemana De vendimia, en Cascantes


Bodegas, en Campo y Santibáñez (E. Fierro)

Zona de bodegas, en Campo y Santibáñez (E. Fierro)
La industria del barro o la cerámica tuvo un desarrollo puntual, focalizado en Campo y Santibáñez, cuando la zona vino en ayuda de los ingenieros que construían el paso del ferrocarril a Asturias, a través del túnel de ´La Perruca´, sobre Busdongo. La producción de ladrillo se hizo esencial para el entibado del túnel. Nos encontrábamos la década de 1870. Las favorables condiciones de la zona (arcilla, leña de urz y ferrocarril entre Campo y Santibáñez y Busdongo) propiciaron el nacimiento de esta industria de oportunidad, con la creación de hasta once hornos cerámicos, en la parte oeste del pueblo. Una vez desaparecida la demanda, dos de ellos se reconvirtieron en tejeras de horno circular. En la actualidad, no queda nada de aquella industria.

Chimenea de Tejera tradicional, en Campo y Santibáñez (E. Fierro)
EL MANEJO DEL AGUA. LOS MOLINOS
Teníamos un molino todo pintado de azul. El molinero, yo. La molinera, tú. ¡Ay, juventud!
(Alejandro Casona ´La flauta del sapo´)
En el capítulo Iº de esta crónica ya se trató de las presas o acequias, regueros y fuentes del acuífero. Nos queda ahora referirnos a la industria de la molienda (los molinos) y sus asociados como los pisones, o las sierras, que evidencian el minucioso manejo del agua, desde tiempos remotos.
Los molinos para el cereal, que los documentos llaman harineros, fueron muy abundantes en los pueblos del municipio durante los últimos siglos, aprovechando cualquier desnivel construido a propósito en las acequias o canales de riego trazados por el hombre. En el municipio de Cuadros no se ubicó ningún molino en el curso del río Bernesga, o, como llaman los catastros, ´río caudal´. En otros lugares la precariedad de los situados en torrenteras o arroyos secos, hacía que solo pudieran moler en época de lluvias, o durante los deshielos de los inviernos. Eran los molinos llamados ´de agua llovediza ´, o ´a ventura´, y fueron los primeros en desaparecer.
En un informe de Pablo Zapico, especialista en el tema de los molinos, se dice que la provincia de León había llegado a tener en el siglo XVIII hasta 4.500 molinos harineros, de los que ha perdido 3.800 (¡!). Para completar esta demoledora estadística habría que añadir que la mayor parte de esta pérdida se ha producido en los últimos sesenta años. Son paradojas del progreso.
A diferencia de la montaña, casi todos contaban aquí con agua suficiente para una molienda estable. Muchos no eran unos modestos molinos de una sola rueda, que pueden moler un máximo de nueve heminas por día, sino que disponían de dos o hasta tres ruedas. Nada que ver, en todo caso, con los casi monumentales edificios propios de la ribera baja de la provincia de León.
En ellos no solo se realizaba el trabajo de la molienda, sino que en algunos casos movieron mazos para batanear lana y lino y producir una incipiente electricidad, en la primera parte del s. XX.
Fueron, además, punto de encuentro de la vida comunal, en torno a los cuales florecieron historias y leyendas, se fabularon acaecidos y se cantaron tonadas de fuerte arcaísmo y belleza. Todo favorecido por la especial magia de estas rudimentarias industrias, enclavadas casi siempre en las afueras de los pueblos e integradas en su paisaje.
El conocimiento estadístico de los molinos harineros, que tanto gustan algunos de enumerar, arranca, como dice Zapico, a mediados del siglo XVIII, respondiendo a la pregunta núm. 17 del Catastro de Ensenada. Su nómina se mantuvo casi invariable durante dos siglos, pero disminuyó tras la guerra civil de forma acelerada, no solo por la pérdida del cultivo de cereales, sino también por la implantación de modernos ingenios de molienda, accionados por otras fuentes de energía, como electricidad. En todo el municipio apenas quedan dos molinos con capacidad de trabajar y, propiamente, solo uno que lo hace de modo ocasional. Alguno está incluso restaurado con primor, pero ha pasado a ser un objeto de visita etnográfica o turística.
Un simple cuadro resumen nos da cuenta de su evolución en los últimos doscientos cincuenta años. El punto de inflexión tendría lugar en el último tercio del s. XX, con la llegada del Desarrollo y el cambio de las condiciones de vida. Según dice Ensenada, uno de los molinos de Santibáñez y los dos de Lorenzana eran de dos ruedas.
PUEBLOS / MOLINOS MITAD DEL SIGLO XVIII SEGÚN ENSENADA MITAD DEL S. XX FUNCIONAMIENTO EN LA ACTUALIDAD
Cascantes 1
La Seca 4
Cabanillas 2
Cuadros 3
Campo y Santibáñez 3
Lorenzana 2 2
1
1
2
3 1
3
TOTAL
15 12 1

El Molín de Arriba, en Cascantes (E. Fierro)
Los molinos del municipio de Cuadros no funcionaron en régimen comunal, como en otros lugares, sino que fueron de propiedad particular, cuya contraprestación por la molienda fue la “maquila”, o canon por el servicio prestado a los usuarios. No es el momento de detenernos aquí en las características (y picaresca) de esta ancestral forma de pago en especie. Debido a esta titularidad privada, la mayoría de los molinos llevaron el nombre de su propietario y aún se conocen así. Siguiendo los preceptos del Fuero Viejo de Castilla, el molino (como el horno y el lagar) no se podía partir en las herencias.
Es una característica particular de los molinos de la zona la apertura de una estrecha puerta trasera, tan diminuta que no permitía sacar un saco: era un modo de defenderse de los robos. También es digno de anotar el servicio puerta a puerta, por el que se podía recoger el grano en casa del propietario y devolvérselo una vez molido, con la deducción de la maquila correspondiente.
En la actualidad, muchas construcciones de molinos no son más que unas decrépitas paredes, diseminadas entre el verde. Otros han restaurado solo sus fachadas, como reclamo etnográfico. Pero los hay que alzan sus siluetas de edificios robustos donde parece haberse detenido el tiempo. Siguiendo el curso de las presas, se puede realizar un inventario de las edificaciones que estuvieron en uso hasta la última parte del siglo XX, aunque con desigual estado de conservación.
Todos son de propiedad privada, aunque forman parte del patrimonio municipal. Muy pocos han resistido el paso del tiempo.
• Cascantes.- El ´Molín de Arriba´ , o del tío Félix. Utilizaba el agua de la presa Vigáchez, y era también Sierra, nombre preferido aquí al de Aserradero.
Existió además el ´Molín de Abajo´, prácticamente desaparecido.
• La Seca.- El molino se conserva en aparente buen estado, a las afueras del pueblo, situado en la Presa La Peral. Es conocido como ´El molino de Remigio´.
En La Seca existió también una fragua, propiedad de Bautista Honorio.
• Valsemana.- Carecía de molinos, por falta de caudal de su arroyo.

El molino de La Seca, en la actualidad (E. Fierro)


El molino de Restralla, en Campo y Santibáñez (E. Fierro)
• Cabanillas.- En la presa de Los Escabiches el empresario Valcárcel instaló en 1918 un generador para la producción de electricidad. Se conocía como ´La Fábrica de luz´, y suministraba corriente a Cabanillas y Valsemana.
• Cuadros.- Sigue en pie el molino de ´Las Rozas´, sobre la presa de Los Molinos. Tuvo en su momento una gran actividad, por hallarse en una zona bien comunicada.
De otro antiquísimo molino pisón, que se dice fundado por Alfonso III, en la Vega de San Martino, no queda rastro.
• Campo y Santibáñez.- Aun son visibles tres: · El Molino de ´Restralla´, llamado así por el apellido de su propietario, aunque había sido promovido por la familia Valcárcel, con otras industrias en la zona
Se conocía también como ´La Fábrica´, porque tuvo una turbina de luz de 125 w. El molino no muele pero sigue abierto y está entre los límites de Cuadros y Santibáñez, donde se ubicaba una antigua muria divisoria.
· El del paraje de ´La Renda´, donde se situó además la ´Sierra de Mundo´ en el pago de ´Los Llamargos´. El término de ´sierra´ es privativo de la zona, donde no se utiliza el castellano de ´serrería´.

La Sierra de Mundo, en Campo y Santibáñez (E. Fierro)

El molino de Valbuena, según óleo original de Marta Malagón
· El molino de ´Parana´, o de Antonio Valbuena, ´El Moli´, que sigue moliendo ocasionalmente, si su dueño así lo decide. (1)
· Del antiguo ´Pisón´ de Campo y Santibáñez, que se ubicó en la presa de Los Molinos, entre la Sierra y el molino de Restralla, apenas quedan restos. . Lorenzana.- (Sus tres molinos tomaban el agua de la Presa del Bernesga, o del Infantado, de la que el municipio no tiene ahora derecho de riego; solo de molienda:
· El molino de Perfecto o del tío Lorenzo. · El molino del tío Antonio (tiene difícil entrada) · Un tercero, completamente arruinado.
(1) El molino de Parana, en Campo y Santibáñez, propiedad de Antonio Valbuena, ha sido objeto de un reportaje del periodista Fulgencio Fernández, en La Nueva Crónica de León, del tres de julio de 2016. Su texto retrata el ambiente y magia de estas industrias del agua, a más de dar entrañables pinceladas sobre su propietario. Vayan unas líneas, a modo de ejemplo: No podría desaprovechar la ocasión de aludir al cancionero propio de los molinos, que suele ser de contenido lírico y gran belleza. Pero lo haré en el capítulo VIIº, dedicado al patrimonio inmaterial.
El molino de Campo y Santibáñez es un lugar tan especial como el molinero, Antonio Valbuena. Un viejo molino que aún funciona, porque “Moli” será molinero mientras viva.
Sobre la presa, como debe ser, el viejo edificio de adobe y 500 años de vida, calcula el molinero, en medio de una arboleda y en funcionamiento, moliendo, haciendo para los amigos una harina que ´tengo que seguir haciendo porque los animales que comen esta harina después no quieren cualquier otra. Si lo sabré yo; pregúntale a esas gallinas que andan por ahí. Tengo casa en el pueblo, coño, claro, pero no la piso más que para dormir. Nada más que tengo un minuto, para el molino y aquí estoy hasta que dan las tantas, si vienen amigos, con ellos, y si no, yo solo, cafuñando por ahí.
“¿Y no hay subvenciones? “Anda coño, claro, pero para que haga lo que les dé la gana a ellos, no me interesa. ¿Ves esos molinos que hay por ahí restaurados? Pues no son más que la pared; ni muelen ni Dios que lo fundó. Aquí vienen los niños del colegio y otros, y se lo enseño; y ven moler, pero cuando a mí me da la gana”.

Interior del molino de Parana (E. Fierro)

EL CICLO ESTACIONAL
El folleto municipal ´CUADROS, CAMINOS Y MONTES´ y la página web sintetizan las actividades propias del territorio, siguiendo el ciclo de las estaciones. A los trabajos y labores comunitarios se añade la celebración de las fiestas, como paréntesis en la monotonía de los días.
No es cuestión de reiterar aquí lo que ya está escrito y al alcance de todos. Haré, tan solo, transcripción de los trabajos propios de las estaciones, cuyo recuento entronca de lleno con lo que he definido como ancestral modelo de vida. Esta incursión en el ciclo agrario y ganadero no es nada reciente: en el Panteón de los Reyes de San Isidoro de León figura un calendario agrícola románico, donde se explica gráficamente el ciclo de los trabajos hace casi mil años.
´El invierno era tiempo de preparar las tierras de la vega y de podar los frutales, de limpiar las fincas y hacer regueros en los prados. Y sobre todo era tiempo de reparar las sebes. San Antón (17 de enero), era el patrón de los animales. Ya entrado marzo, se podaban las viñas y se preparaban las cepas, cavando a su alrededor, lo que anunciaba la llegada de la primavera, cuando las gallinas empezaban a poner más huevos.
´La primavera, siempre ha estado marcada por la explosión de vida; era y es tiempo de rogativas, como la de Camposagrado, el segundo domingo de junio… El lunes de “Pascuina”, el lunes siguiente a Pascua, era tradición subir andando a Camposagrado, con el pendón y con gentes de los pueblos de toda la comarca se celebraba misa en la ermita.
Era tiempo de preparar la vega para sembrar las tierras frescas de patatas y remolacha, de lúpulo, menta, arvejos y lino, cultivos ahora casi perdidos. Y así se llegaba a san Juan (24 de junio), tiempo de vimar las viñas y esquilar las ovejas. También marcaba la tradición que, por los sanjuanes, se empezaba a segar la hierba de los prados.
Calendario agrícola románico de San Isidoro. Invierno

Enero Febrero Marzo


Calendario agrícola románico de San Isidoro. Primavera

Abril Mayo Junio


Calendario agrícola románico de San Isidoro. Verano

Julio Agosto Septiembre


Calendario agrícola románico de San Isidoro. Otoño

Octubre Noviembre Diciembre


´El verano era tiempo de mucha actividad. Había que regar los prados y las fincas de la vega. El manejo del agua, siempre estuvo muy controlado y era vital que puertos y presas se conservaran en perfecto estado. Pero el verano era, sobre todo, tiempo de cosecha. El centeno se segaba por Santiago (25 de julio) y las faenas para separar el grano y paja se prolongaban unas semanas. Con la trilla, la paja se desmenuza. Luego se emplearía para alimentar al ganado, mullir las cuadras y preparar el barro para hacer adobe y tapial. Majar el centeno era duro. Golpe tras golpe para sacar el grano y dejar la paja entera; luego hacer manojos y acarrearlos hasta el pueblo para que sirvieran para preparar bálagos para los cerdos, cuelmos para techar, vencejas para atar o encestados para las costanas… Pero el grano cosechado garantizaba alimento. Se llevaba a la panera de casa para luego ir a molerlo al molino. Con él se amasaría el pan de todo el año y se sembraría la siguiente cosecha.
Durante todo el verano se salía con el ganado en vecera, para ir aprovechando los pastos disponibles. Cada vecino salía por turnos, en función del número de animales que aportara al rebaño común.
´El otoño era época de recoger los frutos de la tierra: la fruta de los árboles, las avellanas, nueces o castañas, las patatas, la remolacha y las últimas hortalizas de la huerta. Entre la Virgen del Camino (15 de septiembre) y la del Pilar (12 de octubre), era tiempo de vendimia, de recoger la uva y de pisarla para entregar los mostos a la quietud de la bodega. Se podaban los árboles, sobre todo chopos y fresnos, y la hoja se empleaba para complementar el alimento de los ganados. También era tiempo de sembrar el cereal de invierno, que se hacía coincidir con san Mateo (21 de septiembre), aunque la tradición mandaba que el centeno del monte se sembrara entre san Miguel (29 de septiembre) y san Froilán (5 de octubre). Las ovejas estaban en plena paridera y se buscaba la protección de santos como san Martín (11 de noviembre), cuando se mata el gocho…
La redacción del folleto indica que ´El ciclo se ha perdido, por el abandono de la actividad agraria tradicional´.
Respecto a las Fiestas se afirma que
´Las fiestas y ferias populares son una de las más ricas manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial de un municipio. Cada fiesta refleja, como pocos elementos, los ritos y creencias de cada comunidad, adaptadas a las vivencias de las gentes que las han perpetuado en el tiempo. En ellas adquieren pleno significado el pendón del pueblo, símbolo de su identidad, los repiques de campanas o los ramos que, poco a poco, recuperan su papel de ofrenda perdido hace años.
Las fiestas han significado un momento de descanso, de ruptura de la cotidianeidad del trabajo. En comunidades eminentemente rurales como las que integran los pueblos del municipio de Cuadros, la fiesta marcaba un hito en el año, que se repetía de forma cíclica.
La emigración ha condicionado, en muchos pueblos, que algunas de sus celebraciones hayan sido trasladadas al verano, cuando regresan a casa muchos de los vecinos que ahora viven fuera.
Pero las tradiciones siguen vivas y las fiestas, mucho más allá de la mera celebración lúdica, suponen un conjunto de elementos, expresiones y símbolos que han perdurado en la historia y que, generación tras generación, se han ido adecuando a los cambios sociales y estéticos de cada época. Se trata de un patrimonio muy vulnerable que, en muchas ocasiones apenas conservan los más mayores de cada lugar´ Sería difícil resumirlo mejor. En el mismo Folleto se detallan las celebraciones festivas más importantes, que recoge asimismo el panel municipal:
· Cascantes: Nuestra Sra. de los Remedios, patrona del pueblo (12 de octubre. Por algún motivo puntual, el folleto y el panel municipal dicen que es el 13)
· La Seca: San Blas (trasladada desde febrero al último fin de semana de julio, cuando se celebra la Fiesta del Verano.
· Valsemana: San Antonio de Padua (13 de junio)
· Cabanillas: La Cruz de Mayo o Vera Cruz (segundo domingo de mayo)
. Cuadros: San Cipriano (16 de septiembre)
. Campo: Natividad de Ntra. Señora (8 de septiembre)
. Santibáñez: San Juan Degollado (29 de agosto)
. Lorenzana: Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre)
. (La romería de Camposagrado se celebra el segundo domingo de junio)

Natividad de Ntra. Sra. en Campo (Tomero & Romillo)
VIVIENDA Y VESTIMENTA
´BARRO, VINO Y ADOBES, NO TE EMBOBES´
(Dicho tradicional)
En las construcciones tradicionales se observan casas que no disponen apenas de cimientos, sino que se sustentan en las soluciones ya aportadas en la antigüedad por los cánones de Vitrubio, consistentes en asentar las paredes directamente sobre el suelo mediante piedras planas que sobrepasan el grosor de los muros. Una calculada proporción de este modelo de asentamiento permitió la estabilidad de las paredes y su ausencia de grietas durante siglos. Aunque los canteros locales no aplicasen estrictamente los modelos matemáticos de Vitrubio, su intuición o sabiduría heredada se atuvo a sus principios constructivos, con inmejorables resultados.
Aunque en la parte norte del municipio la piedra es aún corriente, a medida que se desciende el adobe fue el material de construcción por excelencia. Era fabricado por cada familia, a base de barro, paja, agua y sol, marcando Lorenzana el punto de inflexión entre el uso de la piedra (que aquí se reservaba a los cimientos y a una franja inferior pegada al suelo) y la de adobe, único material constructivo de la Meseta.
La tipología más corriente de las construcciones de anteguerra tenía piedra de base, canto rodado en los zócalos y adobe de arcilla y paja a continuación. No es raro ver piedra de sillería gris en puertas y ventanas.
En los pueblos del sur (Cuadros, Santibáñez y Lorenzana) se ven recercados de ladrillo para puertas y ventanas con alternancias de adobe y cantos rodados ensamblados con mortero de barro, que dan a las paredes un característico color anaranjado.
La techumbre fue tradicionalmente de paja de centeno, hasta ser sustituida por la teja.
Esta tipología ancestral iría evolucionando con el ladrillo, la cal y la teja, cuando los salarios incipientes propiciaron su compra. El tapial era el elemento preferido para las paredes medianeras, sobre todo las que dan al norte: es tierra apelmazada, en paneles separados por columnas de adobe, que fortalecen la estructura. Se trata de un material de construcción ya utilizado desde varios milenios antes de Cristo. Su problema es que debían estar siempre cubiertos, de lo contrario la lluvia en vertical los desmoronaba. Para impedirlo, los tapiales se coronaban con una cubierta vegetal (bardas) a base de ramas y arbustos diversos, para bloquear la filtración del agua hacia el tapial de barro. Más adelante estas cubiertas vegetales serían sustituidas por tejas. Aún pueden verse en muchos pueblos ejemplares de tapiales coronados de bardas, al estilo tradicional. A veces las paredes se reforzaban con troncos transversales, para darles estabilidad.
La construcción de una casa era trabajo arduo y a menudo labor de varias generaciones. La tabiquería interior se completaba en función de las necesidades familiares. Una vivienda acomodada podía disponer de hasta dos corrales: el corral de arriba era zona de estancia, recepción de visitas y esparcimiento, mientras que el corral de abajo se dedicaba a los aperos y la ganadería familiar. Son, asimismo, muy comunes los corredores o galerías abiertas de las plantas altas de las casas. En Cascantes se utilizaron decoraciones en los muros de característico color azul – añil.

Casa de la tía Dominga, con techo de paja de centeno, en La Seca (Cedida por Enrique Ferreras)

Tapial coronado con bardas, en Campo y Santibáñez (Tomero & Romillo)


Casa tradicional de Lorenzana (E. Fierro)
Para organizar el flujo de las aguas en las viviendas o para el suministro a los ganados, se recurrió al albañal (voz árabe para designar los desagües de aguas sucias) y al menos conocido “empuentío”, o conducción de aguas limpias para uso familiar. Aún es posible, si se procede con cuidado, descubrir estas centenarias estructuras de saneamiento, como las que figuran en estas fotografías de una casa particular de Cuadros.



Corredor en una casa de Cabanillas (E. Fierro)


VESTIMENTA
El atuendo tradicional de fiesta de la comarca ´Tierras de León´ era, por lo general, austero, aunque las réplicas actuales se adornan con licencias y colores no autóctonos.
Las mujeres llevaban justillo, dengue, rebuciño y rodao largo, casi hasta el tobillo, con delantal y pañuelo bordado con flores. El abalorio más usual eran los pendientes o arracadas. El hombre vestía calzón negro, blusa blanca y chaleco, faja roja o azul, medias blancas, sombrero de tipo calabrés y, ocasionalmente, capa larga. Los calzados eran negros de cuero y en casos de mal tiempo, madreñas.
El libro de Concha Casado ´Indumentaria tradicional de las comarcas leonesas´, que se considera referencial en este tema, no hace mención a la ribera del Bernesga.

Vestimenta tradicional en Casa de Cultura Antigüa de Lorenzana (Tomero & Romillo) Mujeres con traje tradicional, ante la ermita de La Magdalena de Cuadros. (Díaz Porlier)




Pañuelos del ajuar femenino(Díaz Porlier)




Destetador de terneros (Díaz Porlier) Marca de limites quiñones leña (Díaz Porlier)


ETNOGRAFÍA
No voy a demorarme en tediosas definiciones de la etnografía como descripción sistemática de los pueblos y sus culturas. Para nuestros efectos, y refiriéndonos a las iniciativas de la recogida de elementos físicos del antiguo modelo de vida, la etnografía vendría a ser la ciencia del recuerdo. Pinceladas del fresco de la historia.
LA ASOCIACIÓN CULTURAL DE LORENZANA
La creación del Centro Cultural de Lorenzana, que en su momento se llamó ´Centro Cultural Recreativo de Lorenzana´ o ´Salón Cultural´, se remonta al año 1965, cuando los cambios socioeconómicos del mundo rural estaban en plena efervescencia. Ese mismo año se celebró en el primitivo local del Centro la obra de teatro ´El príncipe que todo lo aprendió en los libros´, de Benavente, a la que seguirían otras muchas. La fundación del inicial ´Salón Cultural´ se debe a Ramón Astorga, ahora convertido en una flamante y equipada Aula de Cultura. ´Ciclos de conferencias, festivales, teatro, películas, exposiciones, concursos, conciertos, cursillos, ensayos de teatro, teatro leído, de guiñol… clases de baile, de solfeo, costura, bordados, cocina, trabajos manuales, cultivo del folklore, de la amistad y la convivencia. Se ha creado en Lorenzana un extraordinario MUSEO…´
Un abanico tan completo de actividades e intereses no resulta fácilmente sostenible en el tiempo, pues aspectos económicos y organizativos son condicionantes de la actividad. La actual dirección de la Asociación Cultural, que tiene alrededor de 250 socios, me confirma su espíritu fundacional y la continuidad de muchos actos culturales y etnográficos: participación en la Feria de Artesanía de Lorenzana ´Jaime Díez Fernández´, (todos los años en septiembre), preparación del Belén navideño y organización de obras de teatro, charlas, grupos musicales y cursos diversos para niños… lo que no es poco.
Una de las primeras iniciativas de los fundadores fue convertir la antigua Casa Parroquial (construcción tradicional de dos plantas del s. XIX, con huerta anexa, que estaba entonces dedicada a almacén de trastos viejos) en Museo o Muestra de todos los elementos etnográficos de la comarca. La inauguración definitiva sería en septiembre del año 1976, según informa el Diario de León. Su nombre oscila entre ´Museo de Cultura Antigua´, ´Museo de Cultura Popular´ y ´Museo de Cultura Antigua de la Ribera del Bernesga´... Tal sobreabundancia de apelaciones nos muestra los múltiples matices de la semántica.
En el año 1979 se edita una guía, presentada por la “Directora del Salón Cultural Recreativo”, Blanca Fanjul, con el siguiente texto:
´Dedico este libro-catálogo a todo el pueblo de Lorenzana y en especial a todas las personas que creyeron en mí y me prestaron su ayuda para llevar a cabo el MUSEO…´
El Centro Cultural realiza una nueva publicación, un Boletín con fecha marzo 1983, en que da cuenta de nuevas actividades, como la inauguración del armonio, en 1962, la creación de una biblioteca y la relación de los pioneros que participaron en la puesta en marcha del Salón Cultural Recreativo. El centro recibió el Premio Provincial del Ministerio de Cultura en 1980, por la mejor labor de difusión cultural en la provincia de León. Las actividades vienen descritas en este boletín, en un artículo titulado ´Motivos para amar el Centro Cultural´ :

Es importante, por lo demás, rendir homenaje a los orígenes. La impresionante labor dinamizadora de la cultura por parte de Blanca Fanjul (´Blanquita´ para sus conocidos) cristalizó en una serie de iniciativas, como la recopilación de las actividades culturales del pueblo y toda la comarca. Esta última e impresionante tarea quedó recogida en seis libros, con todo tipo de noticias, reseñas de prensa, dibujos y fotografías, que dan fe de la historia reciente de la zona y que sería importante continuar. Su acopio de datos abarca desde los años 1963 hasta el 2000; un período crítico de cambios desde el ancestral modelo de vida a la “modernidad” y en ello reside su gran valor histórico.

También, como he señalado, impulsó la constitución de una Muestra etnográfica de la comarca, de cuya iniciativa hablaré enseguida.

Libros de Blanca Fanjul. La vida cultural de Lorenzana (E. Fierro)
MUSEO O CASA DE CULTURA ANTIGUA DE LORENZANA
Como escribe el Folleto editado en 1979, El MUSEO es una creación del Salón Cultural, cuyos principales impulsores fueron la propia Blanca Fanjul y Amador Cuesta. Antonio Viñayo y Ángel Castro ejercieron de asesores especializados. El Ayuntamiento de Cuadros y las Instituciones provinciales aportaron una entusiasta colaboración.
El prior de San Isidoro escribió que recoge ´la cultura popular y rural, pastoril y agrícola, con toda su amplia gama de manifestaciones´. Para Luis Pastrana, el Museo ´va a la búsqueda de un tiempo perdido´.
La calificación como Museo, o la menos pretenciosa de Casa de Cultura Antigua, Muestra o Colección, podría ser objeto de controversia. Sus fondos se deben a aportaciones de muchas personas, encabezadas por el importante legado de Blanca Fanjul.
La muestra se ubicó en la antigua Casa Rectoral de Lorenzana, un edificio tradicional de dos plantas, que disponía de una amplia huerta anexa.
Las antiguas dependencias se habilitaron para Salas de Exposición de los elementos propios del antiguo sistema de vida, donde los diversos y abundantes objetos se organizaron mediante ocho salas temáticas

Dibujo de la antigua Casa Rectoral, reconvertida en Casa de Cultura Antigüa de Lorenzana (Dibujo de 1964)

Sala núm. I.- Entrada. El rincón del pastor / Utensilios de la casa / Aperos...

Entrada a la Casa de Cultura Antigüa de Lorenzana (Tomero & Romillo)
Sala núm. II.- La cocina. / Cocina económica / Utensilios…

Sala núm. III.- La labranza. / Utensilios de la agricultura.

Utensilios de la agricultura (E. Fierro)
Sala núm. IV.- Filandón y dormitorio. / Cocina de hogar o fuego a tierra / Dormitorio


Dormitorio (E. Fierro)
Sala núm. V.- Sacra. / Elementos de culto / Tallas religiosas / Exvotos / Tenebrario / Muebles y objetos diversos, en el pasillo adyacente. Sala núm. VI.- Del pan. / Horno / Artesas, balanzas, cestos

Sala núm. VII.- Del Vestuario / Arcas / ropa de niño / mantos / corpiños…

Vestuario tradicional. (E. Fierro)
Sala núm. VIII.- Industrias desaparecidas y demás utensilios / Relojes / Herramientas para elaborar el lino / Faroles, lámparas / Tinteros / Trébedes y pregancias / Romanas / Calderas / Pellejos / Instrumentos musicales


Los oficios. La lana y el cuero. (E. Fierro)
La recogida de este variado e importante material en un recinto museístico es una iniciativa de enorme valor, que aporta al territorio una gran parte de su memoria histórica y describe, mejor que ningún tratado, las características de su ancestral modelo de vida. Sale al encuentro del pasado y habla alto al olvido.

