Colegio Odontologos Cantabria nº9 junio 2019

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COLEGIO DE ODONTÓLOGOS

Artículos literarios

Revista del Ilustre Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Cantabria

NARCISO Narciso era hijo del dios del Cefiso y de la ninfa Liriope. Cuando nació, sus padres lo vieron tan bello que consultaron a un adivino por su porvenir. Éste les comunicó que el muchacho tendría una vida muy larga siempre que no se contemplara a sí mismo. Cuando creció y alcanzó la adolescencia, todas las doncellas y ninfas le declaraban su pasión, pero él permanecía insensible. Eco, una ninfa de los bosques, se enamoró de él, y tampoco consiguió ablandarlo; desesperada, se retiró a un bosque apartado, donde languideció y adelgazó, hasta sólo quedar de ella una voz lastimera. Cuando murió, su cuerpo desapareció y se transformó en una voz que repite las últimas palabras pronunciadas. Las demás ninfas, despechadas, pidieron venganza a Némesis, una de las hijas de la noche, que las escuchó. Buscó a Narciso que estaba de cacería. Némesis viendo que estaba llegando a una fuente cristalina, consiguió que el sol luciera en todo su poder y calentara de manera extraordinaria. Narciso agitado por el ejercicio y por el sol, suda y se dirige a la fuente a calmar la sed. Némesis ha procurado que las aguas estén quietas, que el viento pare, que los pájaros permanezcan inmóviles, que no caigan hojas de

los árboles al pequeño remanso de la fuente. De manera que las aguas superficiales parezcan un espejo. Cuando Narciso se inclina sobre la fuente se ve reflejado en el agua y se enamora de sí mismo. Insensible desde ese momento al mundo que lo rodea, se deja perecer ajeno a su alimentación y cuidado. En el lugar que muere crece la flor del narciso y aun atravesando la laguna Estigia, guiado por Caronte, sigue inclinado sobre la borda del bote, para intentar ver su imagen. Este mito antiguo, tiene un parangón cercano. He visto en los últimos tiempos, un culto al cuerpo y a la belleza. Bomberos españoles (¿por qué lo llamamos cuerpo?) están últimamente editando calendarios mostrando sus músculos untados en aceite, ligeros de ropa y en poses para su lucimiento. Ejercitados en profesiones que requieren músculos y fuerza, no pudiendo contemplarse en el espejo sin levantar sospechas y no teniendo riachuelos tan diáfanos como Narciso, se contemplan a través del objetivo del fotógrafo. Contemplación propia que no dejará ni el rastro de una flor. Gunther Castanedo.

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