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Tiempo
Para nosotros, los que hablamos español, la palabra tiempo tiene más de una acepción.
Con ella podemos referirnos al frío, al calor, a la lluvia, al viento es decir al tiempo meteorológico. Pero más importante es otra acepción: el tiempo vital que es lo único que de verdad tenemos, el que nos une con el pasado y el futuro a través del presente.
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Desde siempre hemos necesitado medirlo y nombrarlo todo.
Estamos hoy más o menos familiarizados con expresiones como isobaras, anticiclones, ciclo génesis explosivas y otros términos dedicados al tiempo meteorológico. El otro tiempo, el vital, el hombre intenta medirlo desde hace miles de años. Calendarios como el egipcio, el azteca, el romano…son de todos conocidos.
Tempus fugit dijeron los latinos. Lo complicado llegó al intentar medir pequeñas fracciones de tiempo.
Hoy, relojes sumamente exactos están al alcance de casi todo el mundo. Pero no siempre fue así. Relojes de arena, clepsidras y relojes de sol fueron hasta hace poco los únicos medidores de las noches y de los días. A este último al reloj de sol me quiero referir y concretamente a los que hay en la ciudad de Santander. Según la Asociación de Amigos de los Relojes de Sol hay catalogados los siguientes: dos en la Biblioteca Municipal, dos en la calle Pérez Galdós, otro en el Conservatorio de Música Ataulfo Argenta, en la facultad de Ciencias, en los jardines de Piquío (la famosa bola del mundo) en el Palacio de Pronillo, en un edificio de la plaza de Pombo, en la plaza de Poveda y finalmente en los alrededores del faro de cabo Mayor.
De todos estos el último, el del Faro, está “averiado” debido a la incuria de la autoridad competente. Solo quedan restos de lo que fue. No obstante, el curioso paseante que se detenga delante de él podrá ver una esfera de piedra, una placa horizontal y tres pequeños bloques con las siguientes lapidarias inscripciones latinas:


“SINE SOLE SILEO”, es decir “sin el sol me callo”
“ULTIMA FORSAN” con esta terrible frase el reloj informa a quien le lee que este pudiera ser su último momento.
En la tercera inscripción el reloj pide disculpas:
“TULIT ALTER HONORES” y así de una forma muy comprimida, a la romana, nos dice que lamenta tener el desagradable honor de contar las horas de los hombres.
Pienso que alguien debería de pedir que se restaurase tan venerable ruina ya que aún con sol sigue en silencio.