TERCERA ÉPOCA | Número. 16

Page 1

Por Gabriel Trujillo Muñoz r Gab riel Trujillo Muñoz
MARZO 2023 | NÚMERO 16 Fo to: Archivo Pa labr a
Biografías y autobiografías

Complace la cordialidad de autores que escriben sobre lo que leen, que tocan con su pluma el corazón de otras obras.

Decía Carlos Fuentes, refrendando con su muerte la viva eternidad de su Ars lectorum que “cada lector crea su libro, traduciendo el acto finito de escribir en el acto infinito de leer”.

Transcurridos los ejercicios de la vida, el escritor devendrá en libro, y lo que continúa —si la fortuna recompensa el esfuerzo— es la inmortalidad literaria (que conocemos como “obra de culto”, que da paso a lo clásico), que se asemeja al centelleo de la antorcha: los ciegos encuentran calor en el cantar de su llama, las videntes revelaciones en la oscuridad que se descubre como luz.

De ahí la polaridad con la que la tradición abona algunas deudas históricas: la manera particular de estancarnos en la cómoda locura a la que pertenecemos o de encontrar los replanteamientos de la existencia en la iluminación o la imaginación, así la corruptible carne de la vida se incinere en el intenso fulgor del ángel.

Unos tejen la mortaja del miedo y se envuelven en el esc udo de las normas, cerrazón de los preceptos, inferioridad que cifra la sumisión en obediencia insana; otros, como Carlos Mongar o Fernando Mancillas o Iliana Hernández, o el mismo Gabriel Trujillo Muñoz —que, en Palabra, dan cuenta de la develación de lo humano—, realizan el pulso de la existencia en la aventura de lo leído…

“¡Lleva tu cuaderno de notas con el rigor con que las autoridades llevan sus registros!”, instaba Walter Benjamin. Lección que nos insta a nunca conformarse con ser un colibrí que revolotea sobre la peluca de Voltaire, porque para obtener la chispa hay que meter la mano en el relámpago.

Biografías y autobiografías: la historia de los otros que son como uno mismo

/ Gabriel Trujillo Muñoz págs. 3 a 6

Sra. Wislawa Szymborska / Rael Salvador pág. 7

Harold Pinter, escritor imprescindible / Carlos Mongar págs. 8 y 9

Las palabras / Daniel Salinas Basave págs. 10 y 11

Bienales banales / Enrique Botello pág. 12

Walter Benjamin o la totalidad contradictoria y móvil

/Fernando Mancillas Treviño págs. 13 a 15

Pandillas juveniles, ¿1980 una década perdida? Análisis desde la criminología y el pensamiento filosófico / Eric Rodríguez Ochoa págs. 16 y 17

Con Richard Viqueira me sentí más enfermo / Eduardo Cruz Vázquez págs. 18 y 19

Vlady, un disidente al interior de la disidencia / Carlos-Blas Galindo págs. 20 y 21

Rocío Hoffmann: Una rebelde con causa / Jeanette Sánchez págs. 22 y 23

Fragilidades / Iliana Hernández pág. 24

Palabra no responde a colaboraciones no solicitadas ni asume como propias las opiniones de sus columnistas y comentaristas. La opinión de la revista literaria se encuentra reflejada en su editorial.

Todas las imágenes y fotografías que aparecen en la presente edición son utilizadas con fines informativos. El equipo editorial se ha dado a la tarea de indagar los derechos de autor correspondientes o su procedencia, consciente de su obligada autoría. En caso de omitir algún crédito, ofrecemos una disculpa y agradeceremos la información brindada para incluirla en una posterior edición.

raelart@hotmail.com / editores@elvigia.net

Director General

Arturo López Juan

Director de Información

Enhoc Santoyo Cid

Director Editorial

Gerardo Sánchez García

Gerente Administrativo

Alfredo Tapia Burgoin

Coordinadora de Publicidad

Ma. Del Socorro Encarnación Osuna

Coordinadora de El Vigía Digital

Sandra Ibarra Anaya

Editor PALABRA

Rael Salvador

Corrector

Manuel Quintero

Diseño Editorial

Arturo Corpus

Fotograf ía

Enrique Botello

Colaboradores

Carlos Mongar, Sergio Gómez Montero, Gabriel Trujillo Muñoz, Federico Campbell (†), Daniel Salinas Basave, Leobardo Sarabia, Santiago M. Zarria, Manuel Quintero, Enrique Botello, Héctor García M., Óscar Ángeles Reyes, Fernando Mancillas T., Iliana Hernández Partida, Jazmín Félix, Herandy Rojas, Joatam de Basabe, Iván Gutiérrez, Rubén Rivera, Miguel Lozano, Carlos-Blas Galindo, Alberto Manguel, Jeanette Sánchez, Martín Caparrós, Alfonso Lorenzana, Marcela Danemann, Eduardo Flores Campbell, Eduardo Cruz Vázquez y Eric Rodríguez Ochoa.

Corresponsales en el extranjero

Ferdinando Scianna (Italia); Cony Mollet-Sigüenza (Francia); Ramón Ángel Acevedo, “Rakar” (Chile); Patrick Liotta (Argentina); Héctor García Mejía (Los Ángeles).

Corresponsal en Tijuana

Enrique A. Velasco Santana

Dirección: Av. López Mateos, No. 1875. Ensenada, Baja California. México.

Teléfonos para publicidad: 120.55.55, extensión 1023.

2 Marzo 2023 / Número 16
R.S.
lectorum
Ars

Biog rafías y autobiog rafías: la historia de los otros que son como uno mismo

La autobiografía como arte contemporáneo

Decía Andrés Henestrosa que el hombre que ha vivido, acumulando recuerdos y experiencias, debe contarlo todo, debe completar las historias inconclusas de su tierra y rescatar del olvido los sucesos que presenció, los personajes que conoció. En nuestro país poca atención se le ha dado, en términos literarios, al pasado personal, al que Quino, el caricaturista argentino, designara como historias de “gente como uno” En nuestras letras, las autobiografías se han disfrazado de lavados de manos si las escriben los políticos, digo, si es que llegan a escribirlas de veras. O se han enmascarado como invenciones antes que admitir que lo contado en ellas es verdad. Incluso los diarios que han publicado en vida de sus autores —pienso, en especial, en el de Federico Gamboa— sólo hacen referencia a tiempos lejanos, a acontecimientos que ya no hieren las susceptibilidades del momento de su publicación. Tal vez sea José Vasconcelos la excepción que confirma la regla de manera más dolorosa: en los cuatro tomos de su autobiografía podemos apreciar, por vez primera, la voz real de un hombre que no quiere ser estatua pública sino un simple ser humano más con sus errores, ridiculeces y tropiezos. Pero pronto sus amigos eclesiásticos le aconsejaron que las confesiones las dejara en sus manos y las siguientes ediciones de su autobiografía salieron expurgadas, esto es, autocensuradas de sus partes más ricas en humanidad. Perdieron sus lectores, por supuesto, y perdió Vasconcelos mismo, quien se decía que nada lo detenía y terminó mostrando que podían torcerle el brazo sus propios corifeos.

Ya en los años sesenta del siglo XX, Emmanuel Carballo dio a conocer autobiografías

precoces de escritores mexicanos (entre ellos, la de Carlos Monsiváis) que, más tarde, darían mucha tela de dónde cortar. El propio Monsiváis llamó a su autobiografía una “fallida muestra de verismo”, un “show insoportable de candor”. Sólo en años recientes, ya con el auge de una sociedad abierta al chisme generalizado, al escrutinio mediático de sí misma, es que la autobiografía se ha vuelto una literatura comercial, un acto más de striptease para el consumo masivo. Pero si ahora a nadie escandaliza lo que un escritor tenga que decir de su vida (que, aunque usted no lo crea, la mayoría son profundamente aburridas). Todavía ahora se novelan los hechos reales y se cubren con el barniz de la ficción las historias propias. De esta manera, a los retratos de personas vivas se les quita toda posibilidad de reclamos. Bajo esta premisa, las autobiografías son, en esta era donde el morbo también es cultura, faltaba más, una mezcla innegable de verdades y mentiras, en

donde nunca estamos seguros de qué es cierto y qué es falso, de quién es la persona real y cuál el personaje legendario.

La memoria como ficción

Para contar quién eres inventa una historia que se acomode a tus deseos y ambiciones. Tal es el paradigma de Gente así (2013) de Vicente Leñero (1933-2014), escritor mexicano y periodista. En Gente así, los relatos que integran este libro parecen salir de experiencias personales, de anécdotas que su autor ha vivido de primera mano, pero que siempre parecen refugiarse en la ficción literaria, en el cuento de costumbres. Sus personajes, a pesar de ser extraños o antipáticos, cuentan con una ambigüedad que los hace verosímiles, con conductas entrañables. El mundo cultural que aquí se muestra es un escenario lleno de pícaros y ladrones, de diablos vestidos de santos, de falsificadores y mentirosos.

3
POR GABRIEL TRUJILLO MUÑOZ* Pa Smith.

De toda ellos me quedo con Rufino Orozco, un rastreador de firmas de escritores, un cazador de autores para provecho propio, que está sacado de la fauna variopinta que abarrota, año tras año, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara; y con Natividad Zamora, una supuesta alumna de dramaturgia de don Vicente, que termina por ser más un cerebro criminal que una dama en apuros. En cierto modo, Gente así, gente como la que este libro retrata, incluyendo al propio Leñero, somos todos. Por eso mismo más que una autobiografía tradicional, estamos ante una serie de sermones sin fácil moraleja. Para Leñero, contar su vida es contar las mentiras que lo sujetan, las verdades que lo acosan. La vida artística como una venganza largo tiempo esperada, como una lección de codicia si la oportunidad se presenta. La experiencia personal filtrada por el humor negro. Este género se ha multiplicado desde las últimas décadas y más cuando la sociedad en general ya quiere ser un participante activo del Big Brother de los medios de comunicación y ya lo privado se ha vuelto público, y ya lo secreto es exhibido por todos los canales de noticias.

En el arte lo podemos ver en la bitácora de su enfermedad que es la pintura de Frida Kahlo, en los diarios del pintor mexicano José Luis Cuevas o en las obras recientes de Héctor Aguilar Camín: Adiós a los padres (2014) y de Rafael Pérez Gay: El cerebro de mi hermano (2014). Si este es el futuro de la biografía autobiográfica en nuestras artes, podemos ver que de aquí en adelante ésta será una mezcla afortunada de novelas puras, ficciones verosímiles y relatos que unan lo personal con lo familiar, la saga de una vida con la saga de los seres humanos que nos rodean, que nos definen, que nos dan pertenencia y estímulo. Pero también puede verse una tendencia al relato polifónico, al testimonio colectivo de la vida en comunidad. Allí está Svetlana Aleksiévich (1948), la periodista rusa ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015, quien ha dado voz a los ignorados, a los marginados de la historia de su patria con obras como La guerra no tiene rostro de mujer (1983), Los chicos de zinc (1989), Cautivos de la muerte (1993), Voces de Chérnobil

(1997) o La época del desencanto (2004). Retratos aterradores, aunque con una gran dosis de ternura y empatía, de lo que los seres humanos se hacen unos a otros por el bien de la causa o por el uso indiscriminado de las nuevas tecnologías. Historias de heridas que no dejan de doler, de tiempos que no terminan de pasar

Entre poetas te veas

Las obras que nos retratan de cuerpo entero son, en general, textos periodísticos o literarios que se centran en revelar el enigma de personas que han tenido un impacto mayor en nuestra sociedad. Pero como nuestra época prefiere lo banal sobre lo esencial, muchas de estas biografías y autobiografías que salen al mercado editorial del siglo XXI se dedican a las figuras del espectáculo, a los famosos de moda. Sin embargo, una tendencia que se mantiene aún hoy en día son las biografías y autobiografías de escritores, ya sean estos ensayistas, narradores o poetas. En tiempos recientes han aparecido tres obras de esta última categoría, que ofrecen perspectivas novedosas sobre tres poetas modernos: la estadounidense Patti Smith, el inglés Ted Hughes y la polaca Wislawa Szymborska, que me han servido para vislumbrar lo que un autor de versos es para sí mismo en contraposición a la forma con que es visto por sus contemporáneos. En esta dualidad, siempre conflictiva y siempre enriquecedora, podemos ser testigos de las visiones que se complementan o se contradicen entre la imagen personal que cada autor ha creado para sí y la figura pública que sus semejantes observan

a través de su trayectoria profesional o de sus altibajos existenciales. El literato, cualquiera que sea la sociedad en que vive, se enfrenta a multitud de retos culturales, de exigencias políticas, de posturas éticas. Su obra misma es una reacción a tal estado de cosas, ya sea que se encierre en su torre de marfil dándole la espalda al mundo en sus modas y barullos, ya sea que se meta de lleno en las aguas turbulentas del momento social en que participa activamente, ya sea que ponga distancia entre las tendencias prevalecientes o las adopte como propias, el escritor debe navegar con sumo cuidado para no terminar engullido por los leviatanes de su circunstancia, por los monstruos de lo efímero, lo temporal, lo provisorio.

El verso que suena como guitarra eléctrica

Al leer M Train (2015), la colección de crónicas, ensayos y remembranzas de Patti Smith, la poeta y cantante de rock, que ha escrito desde los márgenes punk de la literatura de su tiempo y hoy es una de las autoras estadounidenses más reconocidas, lo que salta a la vista es que Patti es una auténtica peregrina que recorre los centros culturales (París, Tokio, Londres, Nueva York o la Ciudad de México) para acercarse a los escritores que la han marcado, a los artistas que la han hecho lo que

4
Wislawa Szymborska Manuscrito de Ted Hughes

hoy es, para tocar las piedras de sus tumbas, los sitios donde crearon sus obras maestras, donde vivieron a su modo la vida en sus constantes escándalos. M Train es, en el fondo, tanto una continuación de sus memorias de juventud, Just Kids (2012) como una travesía en busca de la piedra filosofal. O mejor dicho: de los distintos granos de café que mantienen a Smith con vida, en plena lucidez, con la memoria intacta y la capacidad de revivir otros tiempos, lugares, conversaciones en torno al arte y sus sombras, a la literatura como aullido, plegaria o monólogo. Aquí los muertos son presencias imperiosas, espíritus que persisten en el mundo de los vivos como interlocutores persistentes. Patti Smith es una escritora fascinada por los autores literarios, por los artistas desafiantes que le han ayudado a llegar a ser quien es: una hija de occidente en su radicalismo placentero, en su vehemencia visionaria, en su exploración de mundos personales desde el trance, la euforia o el desencanto. Ahora que Bob Dylan ha sido galardonado con el premio Nobel 2016 de literatura, bien podemos tener la esperanza que pronto lo reciba Patti Smith, una autora que primero fue poeta antes que cantante, una escritora que ha sabido ser hija de la Babel bíblica en un mundo lleno de lenguas vociferantes, de acordes eléctricos, de gritos destemplados. Una auténtica seguidora de Rimbaud con su propio viacrucis recorrido sin más queja que sus versos al aire, que sus palabras sin perdón para nadie.

“El escritor debe navegar con sumo cuidado para no terminar engullido por los leviatanes de su circunstancia, por los monstruos de lo efímero, lo temporal, lo provisorio”

Errores y tropiezos

Algo parecido tiene Ted Hughes. The Unauthorised Life (2015) de Jonathan Bate, una biografía que va en contra del obsoleto paradigma de que el arte y la vida no pueden equipararse. Al menos, en el caso de Ted Hughes (19301998), hay un lazo constante entre su escritura poética y su vida, en especial cuando muchos biógrafos anteriores han tratado de hacerla girar en su matrimonio con la también poeta Sylvia Plath, creando el mito de una Sylvia como esposa mártir y de un ogro Ted como marido infiel. Bate acepta que el suicidio de Plath, poco después de su separación de Hughes, es un episodio traumático que resuena en el resto de la vida del poeta, pero el autor lo ve más como un punto de inflexión de una actividad introspectiva que llevó a Hughes a trasladar semejante trauma a su poesía como un ensalmo para curar sus propias heridas, como un conjuro para sanarse a sí mismo. Biografía valiente la de Bate, que no da nada por sabido sino que explora, con una nueva mirada, la trayectoria de un poeta que quiso tener una existencia apartada del mundanal ruido y terminó siendo una figura controversial en las revistas del corazón y en la academia feminista de su tiempo. Un participante en la telaraña emocional de sus amores, rupturas y deseos. Pero Bate asume la creación poética de su biografiado como una herramienta existencial que lo salvó en muchas ocasiones de la desesperación, de la melancolía, de la culpa. Tapiz en claroscuro de una vida que siem-

pre logró remontar, como los salmones que a Ted Hughes le gustaba pescar, los ríos de sus errores y tropiezos, las aguas frías de sus dolores y dolencias. Ese páramo inmenso donde sus versos vuelan bajo la tempestad de las pasiones humanas. Ese país donde las aguas son la turbulencia misma del amor y sus fantasmas, de la escritura y sus demonios.

Trastos y tiliches

Si Patti Smith nos lleva de la mano por cafeterías, museos, cementerios y bosques; si Jonathan Bate nos permite ver el dolor de la pérdida de su amada en un poeta como Ted Hughes, Anna Bikont y Joanna Szczesna, autoras de Trastos, recuerdos. Una biografía de Wislawa Szymborska (2015), nos comparten su gozosa cercanía con la poeta ganadora del premio Nobel en 1996. Aquí estamos no ante una autora que pretende decirnos las verdades solemnes de la condición humana, sino ante Wislawa Szymborska (19232012), una mujer llena de sabiduría que usó las palabras para alumbrar los pequeños detalles de la vida, que jugó con las sorpresas de lo cotidiano y lo azaroso, que expuso ante sus lectores sus recuerdos y pensamientos como trastos por usar, como trebejos recogidos en la calle. Una joven poeta que empezó cantando, al término de la Segunda Guerra Mundial, al comunismo y acabó siendo, en su madurez literaria, en su vejez pizpireta, una voz independiente, veraz en sus paradojas, irónica en su forma de proponernos la convivencia con nuestros semejantes, laica, liberal y universalista en un país católico ahogado por el nacionalismo excluyente, por la pompa clerical.

5
a
Pa Smith, escritora y cantante.Sylvia Plath y Ted Hughes

Wislawa, al contrario de Ted Hughes, no so plantear mitologías con sus versos, ni tar a lo extremo y caótico, como Patti Smith. Su poesía es leve, amable y puntillosa por renuncia al privilegio de las Grandes Causas, de las Esencias Filosóficas, y se planta en rreno de lo minúsculo, lo ordinario, lo común y lo doméstico: como una taza de café, un garrillo, un día de campo, una visita al zoológico, una tertulia entre amigos, una sonrisa agradecimiento. Szymborska es la curiosidad misma que ve el mundo como un tesoro descubrir en objetos, animales, libros, música, tarjetas postales, bromas y conversaciones ton ni son. Escritora simpática, ocurrente, vivaz. Para ella nada es tan insignificante como no ser trasladado a su poesía. Ya su traductor sueco, Anders Bodegárd, ha dicho que Wisla es una ilusionista: “en cada poema suyo aparece un inesperado conejo sacado de la chistera” estas ilusiones, nuestra poeta “las agarra por rabo, las levanta, les da vueltas entre las manos, las sacude —suave, suavemente— y después deja donde las había cogido, ya cambiadas siempre”

En sus casi 700 páginas, Trastos, recuerdos es un viaje alucinante por una vida callada, periférica, hecha sin pensar en premios o reconocimientos. Biografía que nos presenta la vida de una poeta que se independizó de todos los poderes que quisieron sujetarla o apartarla de su creación, que intentaron coartar su libertad expresiva. Ya en su famoso poema “Opinión sobre la pornografía”, Szymborska lo dice con toda claridad: “No hay peor obscenidad que pensar…/ Para esos que piensan, nada hay sagrado…/ El insolente llamar a las cosas por su nombre” Y eso hizo Wislawa en sus versos más conocidos. Esa es la fuerza vital de su poesía, de una autora que nunca se tomó en serio y pasó por la vida mirando el mundo como lo haría una incansable voyeurista: para no perderse nada del espectáculo de la humanidad en sus deseos, ridiculeces y tonterías, en sus chismorreos, arrogancias y prejuicios. Anna Bikont y Joanna Szczesna nos han dado un retrato de cuerpo entero de una poeta que supo vivir a plenitud y escribir con gracia innata. ¿Qué más se puede pedir hoy en día?

“En nuestras letras, las autobiografías se han disfrazado de lavados de manos si las escriben los políticos (…) si es que llegan a escribirlas de veras ”

XXI. Tres biografías que revelan los claroscuros de la creación artística bajo el temperamento de distintos seres humanos que vivieron sus vidas a contracorriente de su tiempo y circunstancia. Una empecinada en crear su propia genealogía desde lo extremo, lo literario, lo rítmico. Otro con el dolor de la pérdida de su amada como carga eterna, como exorcismo verbal. Y la última como una mujer para quien la vida era, en su modestia, en su prudencia, materia prima para levantar una obra siempre humana, para ofrecernos una poesía que habla desde el nivel de lo cotidiano sobre las cosas diarias, los sentimientos reconfortantes, las ideas inesperadas.

permanece en su trabajo creativo, en su deseo de construir una realidad imaginativa que responda a los descalabros de un mundo globalizado que fue y sigue siendo el suyo, que es y sigue siendo el nuestro.

Un método propio para descifrar los signos de la humanidad

He aquí tres libros que indagan en los recovecos e intersticios de poetas de los siglos XX y

En esta triada de libros podemos examinar las diferentes formas de ser poeta en la vorágine de nuestra era. Lo que une a Smith, Hughes y Szymborska es que los tres se impusieron la búsqueda de espacios propios para crear su obra, para acceder a la tranquilidad necesaria para pensar el mundo y traducirlo en palabras de aliento, en versos reflexivos, en canciones de entusiasmo. Mientras Smith se hizo la portavoz de movimientos contestatarios, mientras Hughes fue símbolo de la imposibilidad de mantener la vida privada fuera de la creación poética, mientras Wislawa Szymborska sólo quiso ser portavoz de sí misma desde su minúsculo departamento, el lazo

Tres vidas tejidas por el hilo del caos para bordar la palabra, para hacerla un encantamiento, una maldición, un desafío. Un método propio para descifrar los signos de la humanidad en sus descalabros, del ser humano en su vida cotidiana. Como si el poeta viviera para que el tiempo no calara demasiado, para que lo fugaz compartiera, con él o con ella, su brillo añejo, su veleidosa verdad, su futuro en llamas. Como si los versos fueran salvavidas en el naufragio que es el mundo. Como si escribirlos nos salvara del desastre que somos, de la calamidad que entre todos forjamos, de las minucias y rutinas que nos acotan y definen. Un encuentro con lo fortuito, con lo imaginario, con lo evidente. Para limpiar la existencia con una escoba y un trapeador, como lo haría Wislawa. Para platicar con los cuervos, como acostumbraba Ted. Para tocar la guitarra desde un concierto, como tantas veces Patti lo ha hecho. Costumbres inveteradas. Soplos de inminencias. Ojos de vida y muerte.

angel.gabriel.trujillo.munoz@uabc.edu.mx

*Escritor y poeta, autor de Espantapájaros y Tijuana city, tres novelas cortas

6
Sylvia Plath.

Sra. Wislawa Szymborska, vivir fue encontrarme con su poesía

El día siguiente que le otorgaran el Premio Nobel de Literatura, viernes 4 de octubre, corrí a la Librería Ramírez por el periódico.

Era el año de 1996, la tarde rosa y los cristales de los autos se ofrecían verdes, como si el mar en su interior guardara los ojos de sus tripulantes como peces dorados.

Esperaba encontrarme con su poesía.

Apresurado, aparté los signos de la paja húmeda. Le vi en la contraportada (debajo de Rayuela, en La Jornada): Wislawa Szymborska, sonriendo la belleza en la sencilla humildad de sus versos, una mano al pecho –cigarro abajo, la ocasión lo precisa–, que ahora le daban la más alta distinción que pueda aspirar, letra por letra, día tras día, un escritor con alma.

Elegante, hogareña, “una mesa, dos sillas”; extrema en su divina condición de observadora.

En su sencillez doméstica, su alegría un oro dulce: burbujas levitando en la mente después de beber su sidra escrita.

Hace exactamente 8 años que en rosas le enterramos. Febrero, en su día primero. La tristeza de la partida, y un collar vacío sobre la cómoda. Azul entra el viento por la ventana. Sí, soy feliz.

Delfines, libélulas, ciervas con voz de hierba, soles diminutos, nieve en la levedad del invierno..

De los escombros y raídos telones perforados de la barbarie, conozco la difícil bondad en la poesía polaca de la postguerra, desde un justo anticomunista como Czeslaw Milosz, hasta mi romance bardo con Karol Wojtyla, más adelante transformado en la blancura extática de un Juan Pablo II,

al que jamás juzgaré, sobre todo porque, atropellado, “el gato fue liberado del infierno de esta época”

Los versos refieren a la realidad, a diferencia de la ensoñación de una ideología que nace de las acrobacias mentales y felinas. Hitler no es la historia que le ayudamos a construir, sino la destrucción de lo poético en todos los hombres ahogados en pólvora en el río de fuego de la Segunda Guerra Mundial. Belzec, Sobibor y Treblinka, la transmutación del mal a conciencia en la literatura de concentración polaca.

De ahí que esperaba encontrarme con su poesía, sí.

“Delfines, libélulas, ciervas con voz de hierba, soles diminutos, nieve en la levedad del invierno…”

Intentaba yo tener la mía, el alma en la rueca cerebral tejiendo pequeños cristales, islas de pensamiento alegre, mezcla adúltera de todo, en la razón científica de un délfico centinela del cosmos.

Hace algunos años le enterramos, y aquí se manifestaba, moviendo todas las pancartas de la ciudad, un frío gris, igual que ahora (cuando

yo tengo ganas de fumar y sabemos el destino del monto económico del Nobel: ayudar, discretamente, a otros escritores).

Las estaciones llevan el canto de Kora y traen el de Lucía Prus, las intérpretes musicales de algunos de sus poemas. Ahora mismo, lluvia de por medio, escucho Milosc od pierwszego wejrzenia, “Amor a primera vista”, en la tesitura suave de Zbigniew Preisner –que se puede oír también en la película “Tres colores: Rojo”,de Krzysztof Kieslowski: “Imaginan que como antes no se conocían/ no había sucedido nada entre ellos./ Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos/ en los que hace tiempo podrían haberse cruzado/ (...) Hubo signos, señales, pero qué hacer si no eran comprensibles./ ¿No habrá revoloteado/ una hoja de un hombro a otro/ hace tres años/ o incluso el último martes?”.

Propia, elegante, hogareña, debidamente erguida como la resurrección de la memoria, extrema en su divina condición de observadora.

7
POR RAEL SALVADOR*
raelart@hotmail.com *Escritor y editor
a
Fo to: Archivo Pa labr

Harold Pi escr imprescind

Apartir del conf la aparición del se propagó, diezmando al mundo entero, desde finales de marzo de 2020, convertí lo que queda de mi biblioteca en refugio para seguir pensando, y desde allí arranco palabras al silencio y las encapsulo en “botellas” para lanzarlas al océano del ciberespacio esperando que alguien las encuentre, y tal vez algo suceda. Pensar no es una ociosidad, sino una necesidad que nos constituye en seres humanos. «Saber pensar no es innato, sino que debe ser engendrado en el pensamiento —señala en “Diferencia y repetición”, Gilles Deleuze—. Sabe que el problema no es dirigir ni aplicar metódicamente un pensamiento preexistente por naturaleza y derecho, sino hacer nacer lo que no existe todavía (no hay otra obra; todo el resto es arbitrario y mero adorno). Pensar es crear, y no hay otra creación sino que crear es, ante todo, engendrar “pensamiento” en el pensamiento». Y ¿en qué pienso? Pienso, entre otras cosas que, sin duda nuestro siglo XXI lleva el mismo estigma de la tragedia que el siglo pasado, en el sentido que lo entendía Hegel: la tragedia es una situación humana en la que es inevitable la muerte. La sustancia de los fines son de tal dimensión que el hombre no podría renunciar a ellos sin renunciar a sí mismo. Las barbaridades cometidas en contra de la naturaleza y la sociedad se presentan tanto en el mundo desarrollado como en el subdesarrollado. En el primero, las ambiciones consumistas destruyen ese medio y generan angustiosas situaciones sociales, las que sólo pueden controlarse con drogas de otra índole. En el llamado Tercer Mundo la absoluta pobreza obliga a depredar lo circundante para apenas sobrevivir. Al mismo tiempo, la desnuda realidad de la miseria deshace en sus habitantes los lazos familiares, comunitarios, de amistad y de solidaridad. En ambos casos se desintegran el medio natural y el social; se cancela el pasado y se hipoteca el futuro. Con la pandemia se han magnificado los

sentimientos de orfandad, indolencia, egoísmo y nostalgia; Y me pregunto: ¿Carecemos los seres humanos de inteligencia suficiente para comprender que hemos equivocado el camino y vivimos sólo de mentiras?

Los libros se atrincheran en casi todos los rincones de la casa donde actualmente vivo; los libros, son para mí, el espacio donde lo imposible es posible. En la cercanía de los libros recupero el optimismo y la esperanza en nuestra especie. No es cosa de ilusos soñar, no; soñemos en grande, pero seamos consecuentes con nuestros sueños; luchemos por ellos hasta hacerlos realidad. Los libros son abono y carbón; fertilizan la imaginación y la preparan para la creación al mismo tiempo que iluminan el camino del pensar. Pasa el tiempo como ángel en fuga. El silencio es el único testigo del prodigio que emana de los libros. Me detengo. Tomo un libro. Leo el título: Poemas (edición bilingüe) de Harold Pinter. Lo abro al azar y leo: “La muerte está envejeciendo”: “La muerte está envejeciendo.../ Pero la muerte te desarma/ Con su límpida luz/ Y es tan astuta/ Que nunca te enteras.../ Dónde te espera/ Para seducir tu voluntad/ Y dejarte desnudo/ Cuando te preparas para salir.../ Mientras chupa la miel/ De tus flores favoritas.” Sin duda un poeta imprescindible. Murió un 24 de diciembre de hace catorce años, en ese entonces escribí en un periódico de tiraje limitado: “Con la muerte de un poeta se disminuye un poco la vida. Nuestra época, antipoética por naturaleza, ha establecido que la poesía no es necesaria y menos útil; y en verdad, la poesía no sirve para nada pero sin ella, lo más humano de los seres humanos no sería posible. Con la muerte de Harold Pinter la galaxia de las letras se ha oscurecido un poco”

Fo to: Archivo Pa labr a 8

Harold Pinter (1930-2008) poeta inglés, dramaturgo, cineasta e intelectual revulsivo y recalcitrante. Se le otorgó el Nobel de literatura en 2005. Entre sus obras más conocidas pero no necesariamente las mejores se encuentran las del periodo “absurdo”, próximas espiritualmente a Kafka y Beckett: The Caretaker (El portero), The Homecoming (La vuelta a casa), Old times (Viejos tiempos) y Betrayal También escribió para el cine. Destacan sus guiones de las películas The Servant (1963), The Last Tycoon (1974) y The French Lieutenant’s Woman (1981).

Su estilo que incluye largos silencios causó tal impacto en su época que el prestigioso Oxford English Dictionary acuñó el término de “Pinteresque” para referirse a él.

En 1995, ya bien fundada su fama, recibió el premio literario David Cohen como reconocimiento a toda su trayectoria literaria y resumió así su carrera: “En pocas palabras, mi vida como escritor ha sido un placer, un reto y una excitación”. En marzo de 2005, a los 74 años, Pinter reapareció para anunciar que, “he dejado de escribir para el teatro, pero no de escribir poemas. He escrito 29 obras. ¿Acaso no es bastante? Para mí sí lo es. Ahora he encontrado otras maneras de expresarme”

Se le otorgó el Premio Nobel de Literatura en 2005; y, el día de la recepción, leyó un discurso titulado: Arte, verdad y política, discurso de honestidad ejemplar y permítaseme la expresión, de dignificación de la dignidad humana. Mismo que por su importancia citaré in extenso. Inició recordando un escrito de 1958: “No hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente verdadera o falsa; puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa”. Continuó asegurando que como escritor aún sostenía esas afirmaciones pero no como ciudadano, y se preguntó “¿Qué es la verdad y qué es la mentira?” Aseguró que la verdad en el arte es un tanto esquiva, huidiza. El artista la busca y a veces se topa con ella, “pero la auténtica verdad es que en el arte dramático no hay tal cosa como una verdad única. Hay muchas” Luego realizó una reflexión sobre el origen de sus obras de teatro, y reconoció que, “el lenguaje en el arte es una ambiciosa transacción, unas arenas movedizas, un trampolín, un estanque helado que se puede abrir bajo tus pies, los del autor, en cualquier momento” Sostuvo que, “el lenguaje político, tal

como lo usan... la mayoría de los políticos, según las evidencias de que disponemos, no están interesados en la verdad sino en el poder y en conservar ese poder. Para conservar ese poder es necesario mantener al pueblo en la ignorancia, que las gentes vivan sin conocer la verdad, incluso la verdad sobre sus propias vidas. Lo que nos rodea es un enorme entramado de mentiras, de las cuales nos alimentamos.

“[...] Como todo el mundo aquí sabe, la justificación de la invasión de Irak era que Sadam Hussein tenía en su posesión un peligrosísimo arsenal de armas de destrucción masiva, algunas de las cuales podían ser lanzadas en 45 minutos y provocar una espeluznante destrucción. Nos aseguraron que eso era cierto. No era cierto. Nos contaron que Irak mantenía una relación con Al Qaeda y que era en parte responsable de la atrocidad que ocurrió en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Nos aseguraron que esto era cierto. No era cierto. Nos contaron que Irak era una amenaza para la seguridad del mundo. Nos aseguraron que era cierto. No era cierto”... “Todo el mundo sabe lo que ocurrió en la Unión Soviética y por toda la Europa del Este durante el periodo de posguerra: la brutalidad sistemática, las múltiples atrocidades, la persecución sin piedad del pensamiento independiente. Todo ello ha sido ampliamente documentado y verificado”.

“[...] Pero lo que yo pretendo mostrar es que los crímenes de los EEUU en la misma época sólo han sido registrados de forma superficial, no digamos ya documentados, o admitidos, o reconocidos siquiera como crímenes. Creo que esto hay que solucionarlo y que la verdad sobre este asunto tiene mucho que ver con la situación en la que se encuentra el mundo actualmente. Aunque limitadas, hasta cierto punto, por la existencia de la Unión Soviética, las acciones de los Estados Unidos a lo ancho y largo del mundo dejaron claro que habían decidido que tenían carta blanca para hacer lo que quisieran”. Luego, Harold Pinter, señala el origen y costos de la invasión a Nicaragua en la época del presidente Reagan, y confirma: “Los Estados Unidos apoyaron y en algunos casos crearon todas las dictaduras militares de derechas en el mundo tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Me refiero a Indonesia, Grecia, Uruguay, Brasil, Paraguay, Haití, Turquía, Filipinas, Guatemala, El Salvador, y, por supuesto, Chile. El horror que los Estados Unidos infligieron a Chile en 1973 no podrá ser nunca purgado ni olvidado...”

“Cuando miramos un espejo pensamos que la imagen que nos ofrece es exacta. Pero si te mueves un milímetro la imagen cambia. Ahora mismo, nosotros estamos mirando un círculo de reflejos sin fin. Pero a veces el escritor tiene que destrozar el espejo —porque es en el otro lado del espejo donde la verdad nos mira a nosotros. Creo que, a pesar de las enormes dificultades que existen, una firme determinación, inquebrantable, sin vuelta atrás, como ciudadanos, para definir la auténtica verdad de nuestras vidas y nuestras sociedades es una necesidad crucial que nos afecta a todos. Es, de hecho, una obligación. Si una determinación como ésta no forma parte de nuestra visión política, no tenemos esperanza de restituir lo que casi hemos perdido— la dignidad como personas”.

Con ese discurso, al recibir el Nobel, Harold Pinter jugaba con el fuego original de donde proceden las palabras que destruyen cuerpos gangrenados de barbarie y corrosivas pesadillas. Por eso, algunos no lo querían ni presente a la hora de su muerte, y menos a la hora de su nacimiento, porque pesaba lo que pesa la vida sin mentiras. mongar66@hotmail.com

9
*Poeta y ensayista, autor de Fragmentos sin fondo
“La desnuda realidad de la miseria deshace en sus habitantes los lazos familiares, comunitarios, de amistad y de solidaridad”

Las palabras

¿Por qué me gustó la película The Words (Brian Klugman y Lee Sternthal, EU, 2012)? Por los dilemas que plantea. Un joven escritor tunde tecla día y noche sin lograr que una editorial lo publique. Mordido por la pobreza y la incomprensión, debe mendigar dinero a su padre para poder sobrevivir con su joven esposa, hasta que al final, como tantos creadores sin éxito, acaba desarrollando un humilde oficio mal pagado como empleado de una editorial. Durante su viaje de bodas en París, su mujer le regala un viejo maletín de cuero comprado en una tienda de antigüedades. Semanas después, de regreso a casa, encuentra dentro del maletín un antiguo manuscrito. Lo lee y se da cuenta que está ante una novela perfecta, alucinante, exactamente el tipo de historia que soñó escribir sin que su creatividad e inspiración le alcanzaran para materializar en palabras semejante prodigio.

Lo que a continuación ocurre nos lo podemos imaginar: el joven escritor, Rory Jansen, se apropia del manuscrito, lo firma como suyo, lo publica y la novela resulta ser un éxito. El escritor obtiene por fin el reconocimiento y las fanfarrias por las que peleó toda la vida. Sin embargo, en las sombras, bajo la lluvia, aguarda el verdadero autor de la novela, un anónimo anciano que cultiva flores en un vivero y que medio siglo antes, cuando fue soldado en la Segunda Guerra Mundial, escribió ese libro, cuyo único manuscrito es perdido por su esposa francesa en un tren.

Más allá de la trama, lo que me pueden son los conceptos y los dilemas. El primero, es la idea de que en el mundo existen obras geniales jamás publicadas. Una enorme Biblioteca Bartleby que yace apolillada en un viejo librero o que de plano se convirtió en cenizas. Tal vez es un mito recurrente, casi un cliché, pero es seductor creer en la existencia de un libro alucinante que jamás vio la luz por no haber encontrado nunca a su lector. En algún cementerio yace una Divina Comedia, un Quijote o un Hamlet que nunca habrán sido leídos más que por su autor. El segundo dilema es la tentación del éxito como el móvil de la creación. El deseo de reconocimiento es tan fuerte, que pasa por encima de la vena artística. El

escritor ambiciona la fama, no la materialización de su impulso creativo. Federico Andahazi plantea un dilema así en Las Piadosas, donde una rara criatura vampírica que requiere de semen para vivir, ofrece escribir obras inmortales a cambio del fluido vital.

“El escritor como carpintero, como artesano tenaz que desarrolla su oficio bajo cualquier circunstancia”

El escritor impostor, el escritor farsante, el escritor ladrón. En la película se da a entender que a raíz de la publicación del libro robado al escritor se le abren las puertas para ahora sí publicar sus verdaderos libros, que por supuesto reciben elogios de la crítica, lo cual plantea un viejo e injusto fenómeno en el mundo de la literatura: lo que vende no es la obra, sino el nombre. Tras la publicación de un gran libro, cualquier cosa firmada con el nombre del escritor exitoso recibirá elogios como un rey desnudo, sin que los lectores se detengan a preguntarse si es bueno o malo. Ahora bien, el que posiblemente sea el planteamiento que más me obsesiona, tiene que ver con la forma en que el auténtico autor escribe su obra. Tras la muerte de su bebé por una enfermedad y la separación de su esposa, el joven soldado entra en un estado febril y obsesivo en donde no puede hacer otra cosa más que escribir No come, no duerme; suda y desparrama

10

palabras como quien vomita o se desangra. La escritura como un arrebato, como una suerte de posesión. Al final de esa fiebre resulta una obra perfecta y el escritor se queda dormido. Aunque vivirá más de medio siglo después de la creación de esa novela, nunca podrá volver a escribir. La novela nace de una fiebre. Se escribe en medio de un delirio, de un estado de éxtasis y pasada la catarsis, se vuelve a una aburrida calma ágrafa en donde no es posible escribir una sola línea.

¿Es el escritor un poseso? ¿Es una suerte de demonio el que gobierna las almas en medio de la fiebre creativa? Ahí está el caso de Rimbaud. De los 16 a los 19 años desparramó un universo onírico en la más fantástica arquitectura de las palabras, para después olvidarlo todo y convertirse en un traficante de marfil (¿y esclavos?) que renegaba de su pasado y decía no haber sido ese poeta adolescente al que le bastaron tres años para colarse al pandemonio lírico. El soldadito

de la película es un tipo aficionado a la literatura, con dos o tres lecturas desordenadas, pero no un escritor y sin embargo en unos días de demencial inspiración crea una novela sublime a la que sigue medio siglo de silencio. ¿Es preciso esperar la visita de un demonio para poder crear una obra de arte? En su novela Váramo, César Aira parodia ese instante de inspiración mágica en un apocado burócrata panameño que en una sola noche de su patética vida concibe un poema técnicamente perfecto. ¿Sin ese clímax es posible escribir? Yo he querido creer que la escritura requiere esa pizquita de inspiración alucinante para aderezar las elevadas dosis de racional disciplina. El escritor como carpintero, como artesano tenaz que desarrolla su oficio bajo cualquier circunstancia. Algo que me gustó de la película, es su juego narrativo. La historia dentro de la historia como muñeca rusa. Un escritor narra la historia de un escritor que plagia a otro escritor. A Cervantes a Borges y a Auster les gustaría el juego.

Sin embargo, la historia plantea que el narrador debe vivir y sentir en carne propia lo que escribe, lo que contradice la fecundidad de ciertos creadores cuyas vidas fueron un ritual de aburrimiento. Vaya, es muy posible que Pessoa y Borges se hayan muerto sin haber cogido con una mujer, y sin embargo la ausencia de amor carnal en sus vidas no inhibió su universo genial. La reflexión final es fuertísima: “Creí que las palabras eran más importantes que la mujer que las inspiraba” ¿La literatura es más fuerte que la realidad? ¿El universo de las letras se vuelve más trascendente que la vivencia real que en teoría nos impulsa a escribir? Me gusta que una obra sea capaz de sembrarme preguntas.

danibasave@hotmail.com

Fo to: Archivo Pa labr a
*Ensayista y periodista Reside en Tijuana desde 1999. Autor de Juglares del bordo, El lobo en su hora, Bajo la luz de una estrella muerta
11
El joven escritor Rory Jansen (Bradley Cooper) enfrenta al anciano (Jeremy Irons)

Bienal ba le

POR ENRIQUE BOTELLO*

La primera vez que supe de una bienal fue en 1989, estaba en el Taller de fotografía de Extensión Universitaria de la Universidad Autónoma de Baja

California (UABC), acompañé a Alfonso “Poncho” Cardona a Mexicali al acto de premiación. No recuerdo bien quiénes íbamos, el evento fue en el Café Literario del Teatro del Estado, en mi memoria está como un lugar en penumbras, en el estrado se encontraba, entre otros personajes, Raquel Tibol.

Entonces la disciplina de la fotografía estaba integrada a la Bienal de Artes Plásticas de Baja California, igual que la gráfica, y los premios eran menores a los de la pintura, el dibujo o la escultura.

Recién empezaba a conocer y reconocer a los artistas a nivel estatal. Alfonso ganó con dos fotografías de los basureros en Ensenada, recuerdo una, “La cosecha”, que mostraba un contraluz de un personaje cargando unos baldes en medio de la basura, una imagen poderosa.

En Extensión Universitaria se fraguaba un movimiento importante en la comunidad de Ensenada, con Natalia Badán al frente; la apertura de talleres dio un impulso muy fuerte a todos los interesados en desarrollar sus habilidades artísticas; el maestro y connotado pintor Pedro Peralta lideraba la pintura, Josefina Pedrín la cerámica, Virginia Hernández y Fernando Rodríguez las artes escénicas y Poncho, la fotografía.

Junto con los talleres estaban los cursos de idiomas, yo anteriormente había terminado inglés y por esa época cursaba francés con Rosy Licón. De manera regular se hacían festivales y celebraciones en el patio de abajo en el que las artes y los idiomas se mezclaban de una manera muy orgánica, pues también los y las maestras de lenguas destacaban en el área de las artes.

En 1991, al salir la convocatoria de la Bienal de Artes Plásticas decidí participar, con un currículo pobre alcancé a cubrir los requisitos para inscribirme, ya había decidido dejar mi carrera de veterinario y tenía un año instalado como fotógrafo en el Estudio EFE junto con Hugo Vidaña. Los costos de participación para un principiante entonces eran altos en relación

propuestas surrealistas, pero una discreta carga de erotismo, me aventuré sin más plan a hacer las fotos que me gustaban, que para la “fina sensibilidad” de mi maestro, eran “joterías” Recuerdo que antes de hacer la entrega, fui al taller, Tomás Castelazo y la “Jose”, se sorprendieron con mis fotos, eso me dio alientos.

A la fecha de los resultados, estos no aparecían por ningún lado y nervioso llamé desde un teléfono público, afuera de la Galería Loaiza, a la representación del Instituto de Cultura de Baja California (ICBC), pregunté por los ganadores de la disciplina de fotografía y me respondió la chica al otro lado: “El primer lugar fue para un Enrique Botello”

En Extensión Universitaria planeamos ir a Mexicali, pues varios habíamos obtenido premios y menciones; fuimos en una van que yo manejé, en su mayoría eran mujeres y no se arriesgaban a manejar un vehículo tan grande, el ambiente en el viaje era jubiloso y la celebración posterior más.

Después vino un auge de la fotografía y se or-

para serios, participación fue nutrida por artistas visuales meramente entusiastas en su mayoría, con algunas muy buenas excepciones.

Los artistas deben entender que, para la difusión de las artes ya no pueden recurrir a los viejos esquemas institucionales, pues son obsoletos. Si bien, es una obligación del Estado proveer canales para la difusión y visibilización de las propuestas, hay una crisis aguda de compromiso con los artistas. Éstos por su parte, junto con el Estado deben, en conjunto, establecer estrategias para que sucedan de manera coordinada.

Este año cumplo 60 años y también cumplo 30 de hacerme acreedor al premio de adquisición por el primer lugar de la disciplina en fotografía en la Bienal Plástica de Baja California de 1993, con un monto de 6 mil pesos, un equivalente a unos 60 mil pesos en la actualidad; las cosas no se ven mejores en estas convocatorias. ¡Para muestra, la más reciente!

chocorrol_@hotmail.com

12
*Fotógrafo y docente de la Facultad de Artes (UABC)
“Si la Bienal de Artes Plásticas nunca tuvo prestigio a nivel nacional, la de fotografía menos y se vino convirtiendo en un esquema en desuso para los artistas serios”
Fo to: Cortesía
Fotógrafo galardonado en la Bienal de 1993.

Walter Benjamin o la totalidad contradictoria y móvil

Quien tiene carácter tiene también una experiencia que siempre vuelve.

Como ningún otro autor moderno, el carácter enigmático de la obra y la vida de Walter Benjamin resulta ser el primordial eje con el que cautiva a todos los lectores y estudiosos de su deslumbrante pensamiento. De ahí, que el filósofo y sociólogo alemán Theodor W. Adorno —que bien lo conocía— considere que el jeroglífico es el modelo de su filosofía.

En el decurso de la Imagen que piensa (Denkbild), Benjamin elabora una prosa aforística que conjuga el análisis filosófico con la sutileza alegórica literaria, logrando una aguda mímesis crítica. La lectura de su profundo y complejo pensamiento representa —como señalan Howard Eiland y Michael W. Jennings—, además de una experiencia intelectual, una experiencia sensorial.

Walter Benedix Schoenflies Benjamin nació el 15 de julio de 1892, en Berlín, Alemania, como hijo de Emil Benajmin (1855-1926), un acaudalado comerciante nacido en Colonia, y de Pauline Schoenflies Benjamin (1869-1930), proveniente de una próspera familia de comerciantes de Landsberg an der Warthe, en Branderburgo. No obstante, Walter Benjamin nunca se sintió a gusto con el ambiente de su origen de clase. Como en Charles Baudelaire describió: “Baudelaire era un agente secreto —un agente del secreto malestar de su clase con su propio dominio—. Por otra parte, apunta su biógrafo Bern Witte (Alemania, 1942), Benjamin, a lo largo de su vida, fue extremadamente reservado sobre su vida personal o familiar

mismo en posiciones intelectuales cuyas tensiones y paradojas lindaban en lo aporético. Walter persiguió la vida de un hombre de letras en el preciso momento en el que este tipo hacía su retirada de la escena europea. Renunció a la comodidad, la seguridad y los honores a fin de poder mantener su libertad intelectual y el tiempo para leer, pensar y escribir. Como su amigo Kracauer, analizó las condiciones que amenazaban la existencia del mismísimo tipo cultural que él encarnaba” Con un nuevo enfoque multiperspectivístico desarrolló “ciertos sutiles rasgos estilísticos en cada fase de su carrera, tales como una elusión general de la narrativa simple, una proclividad hacia la metáfora y la parábola como recursos conceptuales, y una tendencia a pensar en imágenes. El resultado es un filosofar cabalmente sintonizado con el imperativo moderno de la experimentación, es decir, el reconocimiento de que la verdad no es un universal atemporal y que la filosofía está siempre, por así decirlo, en el umbral y poniéndose en juego. En cada momento, la filosofía de Benjamin es un arriesgado modo de pensamiento, riguroso pero profundamente ensayístico”.

“Calle de sentido único es donde Walter Benjamin revela una profunda comprensión de la cultura y la atmósfera contemporánea moderna”

Sin embargo, con su inmensa producción literaria dejó tras de sí innumerables huellas de crítica y análisis cultural con una disposición “a jugar la vida contra todos los pronósticos como observan Eiland y Jennings—, a trabajar a contrapelo de la convención y a ponerse a sí

Quién si no su mejor amigo, colega e interlocutor intelectual, Theodor W. Adorno (1903, Frankfurt-1969, Visp, Suiza), para lograr una adecuada caracterización de Walter Benjamin en toda su extensión: “El nombre del filósofo que se quitó la vida mientras huía de los esbirros de Hitler ha adquirido, en los quince años que han transcurrido desde entonces, mucho prestigio pese al carácter esotérico de sus primeros trabajos y al carácter fragmentario de sus últimos trabajos. La fascinación de la persona y la obra no dejaban otra salida que la atracción magnética o el rechazo horrorizado. Bajo la mirada de sus palabras, los objetos se transformaban como si se hubieran vuelto radioactivos”. Es así que: “Benjamin no producía la verdad ni la adquiría pensando, sino que la citaba mediante el pensamiento, y de este modo se convirtió en un instrumento supremo de conocimiento en el que éste dejó su huella”

ignominiosa promesas los cuentos y de los libros infantiles, las tomara tan literalmente que el cumplimiento real del conocimiento ya estaba cerca. Su topografía filosófica evita cuidadosamente la resignación.” [...] “El pensamiento de Benjamin no era una creación desde la nada, sino un regalo desde la plenitud; quería restablecer todo el placer que la adaptación y la autoconservación prohíben porque entrelaza los sentidos y el espíritu.” Notablemente: “En todas sus fases, Benjamin pensó juntas la desaparición del sujeto y la salvación del ser humano. Esto define el arco macroscópico a cuyas figuras microscópicas Benjamin se entregó. […] Por lo demás, Benjamin no respetó la frontera entre el literato y el filósofo, y de este modo hizo de la necesidad empírica su virtud inteligible. Las universidades lo rechazaron, para vergüenza de ellas, mientras que el coleccionista de libros antiguos que había en él se sentía atraído por la universidad de la misma manera irónica que Kafka por los seguros. El pérfido reproche de ser demasiado inteligente persiguió a Benjamin toda su vida”

13
POR FERNANDO MANCILLAS TREVIÑO *

Desde su inédito alcance filosófico, Adorno reconoce: “Su método micrológico y fragmentario nunca se apropió por completo la idea de mediación universal que tanto Hegel como en Marx funda la totalidad, Benjamin defendió siempre el principio de que la célula más pequeña de realidad contemplada pesa tanto como el resto del mundo. Para él, interpretar los fenómenos en sentido materialista no significaba explicarlos a partir del todo social, sino relacionarlos inmediatamente, en su aislamiento, con tendencias materiales y luchas sociales” Por consiguiente: “el pensamiento de Benjamin erige lo fragmentario en principio y se prohíbe el ‘éxito’ de la conformidad total. Para llevar a cabo lo que se proponía, Benjamin eligió la extraterritorialidad respecto de la tradición manifiesta de la filosofía. Pese a toda su erudición, los elementos de la historia aprobada de la filosofía sólo entran subterránea y dispersamente en su laberinto. Lo inconmensurable se basa en una entrega desmesurada al objeto. Al acercarse demasiado el pensamiento a la cosa, ésta se vuelve extraña, como cualquier objeto cotidiano cuando lo contemplamos con un microscopio”. En ese sentido: “En la paradoja de la posibilidad de lo imposible se reunieron en Benjamin por última vez la mística y la Ilustración. Benjamin se deshizo del sueño sin traicionarlo ni convertirse en cómplice de aquello en lo que los filósofos siempre han estado de acuerdo: que no ha de ser El carácter de enigma que Benjamin confirió a los aforismos de Calle de dirección única y que es propio de todo lo que él escribió se basa en esa paradoja. Exponerla con los únicos medios de que dispone la filosofía, con los conceptos, es la razón por la que Benjamin se sumergió sin reservas en lo múltiple”

En abril de 1912 inicia Benjamin sus estudios superiores en la Universidad Albert Ludwig en Friburgo de Brisgovia, una de las instituciones más antiguas y prominentes del país. Se matricula en el Departamento de Filología donde lleva cursos de Literatura Alemana Medieval, Filosofía de la Cultura Contemporánea, Introducción a la Epistemología y a la Metafísica, este último impartido por el reconocido filósofo Heinrich Rickert (1863-1936).

Posteriormente en la Universidad Friedrich Wilhem de Berlín, donde asistió a cursos de Filosofía con el prominente sociólogo y filósofo Georg Simmel (1858-1918).

Desde sus estudios en Friburgo se afilió y participó activamente en la Asociación de los Estudiantes Libres (Freie Studentenschaft) donde tuvo una destacada intervención en la organización. En febrero de 1914 Benjamin fue elegido como presidente de la Asociación de Estudiantes Independientes de Berlín. Su temprana expresión literaria se manifestó en sus escritos “La juventud se mantuvo en silencio”, “Educación erótica”, durante 1913-1914 en la revista

Die Aktion. “La vida de los estudiantes” se publicó en septiembre de 1915 en la revista Der Neue Merkur.

En este último texto Benjamin plantea: “Existe un criterio muy simple y confiable para probar el valor espiritual de una comunidad. Consiste en preguntar: ¿Encuentra en ella su expresión la totalidad de la persona productiva? ¿Está el ser humano completo comprometido con ella y es indispensable para ella? Entre otros escritos destacan “Metafísica de la juventud”, redactado entre 1913 y 1914, y “Dos poemas de Friedrich Hölderlin”, escrito entre 1914 y 1915.

En 1919 Benjamin presentó su tesis de doctorado: El concepto de crítica de arte en el romanticismo alemán, obteniendo el doctorado Summa cum laude. Como señalan sus biógrafos Heiland y Jennings: “La tesis doctoral de Benjamin sigue siendo una contribución significativa a la comprensión moderna de la crítica de arte romántica alemana; representa también un paso decisivo en el desarrollo de su propio concepto de crítica. En el escrito introduce tres tesis que serán medulares en su trabajo posterior: la noción de que la destrucción creativa o, en la terminología de Schlegel, la aniquilación del objeto cultural es un prerrequisito para toda crítica; el supuesto de que toda crítica significativa apunta a la redención del ‘contenido de verdad de verdad’ de la obra; y la comprensión de la obra crítica como una creación autónoma enteramente proporcional a la obra de arte “original”

En 1928 la editorial Rowohlt Verlag publica Calle de sentido único, donde Walter Benjamin revela una profunda comprensión de la cultura y la atmósfera contemporánea moderna. Aquí encontramos inquisitivas reflexiones sobre la partida y la pérdida humana, como aquella dirigida, a su gran amigo Florens Christian Rang (1864, Kassel-1924, Hohemark, Taunus), primero en la partida de Rang de Capri, en la sección Bandera… y después con su fallecimiento, en A media asta

Bandera…

“¡Con cuánta mayor felicidad es amado aquel que parte! Porque la llama arde más puramente para aquellos que desaparecen en la distancia, alimentada por los restos de tela que se agitan diciendo adiós desde el barco o la ventanilla de tren. La separación penetra en la persona que desaparece como un pigmento y la empapa en un suave resplandor”.

… A media asta

“Cuando una persona muy cercana a nosotros está muriendo, hay (lo percibimos vagamente) algo en los meses por venir que —por mucho que nos hubiese gustado compartir con ella— podía ocurrir sólo mediante su ausencia. La saludamos, al final, en un idioma que ella ya no puede comprender.

También aparecen unas penetrantes disquisicio-

nes en Panorama imperial. Viaje por la inflación alemana, sobre los efectos de las recurrentes crisis socioeconómicas en la población alemana: “Una paradoja curiosa: la gente sólo tiene en mente el interés más mezquino cuando actúa, pero al mismo tiempo su conducta está determinada, más que nunca, por

14
Fotogra a: Jean Noël de Soye

los instintos de la masa. Y, más que nunca, los instintos de la masa se han vuelto insensatos y extraños a la vida.” […] “Todas las relaciones humanas más estrechas se ven afectadas por una claridad penetrante, casi intolerable, ante la que apenas pueden subsistir. Pues estando por un lado el dinero arrasador en el centro de todos los intereses vitales y siendo por otro este precisamente la barrera ante la que casi toda relación humana fracasa, en lo natural tanto como en lo moral van desapareciendo cada vez más la confianza irreflexiva, la calma y la salud”. Y prosigue en su profunda reflexión: “y la diversidad de las metas individuales se vuelve irrelevante frente a la identidad de las fuerzas determinantes. Una y otra vez se ha mostrado que su apego a la vida habitual ahora ya mucho tiempo perdida es tan obstinado que incluso ante el más drástico peligro impide la aplicación intrínsecamente humana del intelecto, la previsión. Tanto que en ellas se completa la imagen de la estulticia”. […] “Pero si envilece esta indigencia en la que nacen millones y en la que se ven atrapados cientos de miles que empobrecen. La suciedad y la miseria crecen a su alrededor como muros construidos por manos invisibles”.

¿El significado de estas consideraciones, en Walter Benajmin, encontrarían actualidad en México?, donde 4 de cada 10 personas viven en situación de pobreza, cifra que equivale al 43.9% de la población, con un total de 55 millones 700 mil personas, donde 10 millones 800 mil (8.5% de la población) viven en pobreza extrema, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2022.

Por otro lado, Benjamin no olvida que “se está perdiendo la libertad de conversación. Si antes, entre personas que conversaban, se daba por descontado el interés por el interlocutor, ahora lo sustituye la pregunta por el precio de sus zapatos o de su paraguas. En toda tertulia entra inevitablemente el tema de las condiciones de vida, del dinero”. Y puntualiza: “Cuanto más hostil a lo tradicional sea un hombre, tanto más inexorablemente subordinará su vida privada a las normas que quiere elevar a legisladoras de un régimen social por venir. Es como si ellas, en ningún lugar todavía llevadas a la realidad, le impusieran la obligación de, al menos en su propio círculo vital, prefigurarlas” Pese a ello, Walter Benjamin no deja de vislumbrar la dirección de la mirada a lo extraordinario, a lo posible dentro de lo imposible, como proceso de salvación.

A pesar de su precaria situación económica como escritor independiente, sin ninguna estabilidad laboral y, por lo tanto, salarial con alguna institución, la amplitud y diversidad de la productividad original de Walter Benjamin en el periodo de 1924 a 1931 es verdaderamente sorprendente. Como señalan Eiland y Jennings: “Benjamin produjo ensayos que

abordan desde la literatura infantil y el teatro infantil, como modelos pedagógicos, hasta los juegos de azar y la pornografía, y una amplia variedad de medios incluyendo el cine, la radio, y la fotografía. Escribiendo para algunos de los semanarios y revistas de publicación mensual más prominentes de Alemania, se estableció a fines de los años veinte como un influyente comentarista sobre asuntos culturales”.

En 1936 publicará su fundamental contribución estético-filosófica: La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, en donde su análisis epistemológico sobre la aportación fundamental del cine a la sociedad y cultura moderna es revelador: “El cine no sólo se caracteriza por la manera como el hombre se presenta ante el aparato, sino además por cómo con ayuda de éste se representa al mundo en torno” Sin soslayar la perspectiva psicoanalítica Benjamin afirma: “El cine ha enriquecido nuestro mundo perceptivo con métodos que de hecho se explicarían por los de la teoría freudiana”. Con sus propiedades cognitivas: “tanto en el mundo óptico como en el acústico, el cine ha traído consigo una profundización similar de nuestra apercepción”. En una interrelación recíproca de ciencia y arte: “Una de las funciones revolucionarias del cine consistirá en hacer que se reconozca que la utilización científica de la fotografía y su utilización artística son idénticas. Antes iban generalmente cada una por su lado”.

En ese sentido: “Si para el hombre de hoy la más significativa de todas las representaciones de la realidad es la cinematográfica, ello se debe a que ésta entrega el aspecto de la realidad como una realidad libre respecto del aparato que él tiene derecho de exigir en la obra de arte precisamente sobre la base de su compenetración más intensa con ese aparato ”. Por lo tanto: “La reproductibilidad técnica de la obra de arte transforma el comportamiento de las masas con el arte. Por ejemplo, de ser el más atrasado a la vista de un Picasso, se convierte en el más adelantado ante un Chaplin, por ejemplo.” Como recepción de una obra artística: “en el cine coinciden la actitud crítica y la actitud de disfrute por parte del público”.

Al vislumbrar una amplia panorámica multidimensional del mundo moderno, en sus múltiples constelaciones, Walter Benjamin descubre que: “al subrayar detalles escondidos de utensilios que nos son familiares, al investigar ambientes banales bajo la conducción genial del lente, el cine incrementa, por un lado, el reconocimiento de las inevitabilidades que rigen nuestra existencia, pero llega, por otro, a asegurarnos un campo de acción inmenso e insospechado. Parecía que nuestras tabernas y avenidas, nuestras oficinas y cuartos amueblados, nuestras estaciones y fábricas nos encerraban sin esperanza; pero llegó el cine con su dinamita de las décimas de segundo e hizo saltar por los aires este mundo carcelario, de tal manera que ahora podemos emprender

sin trabas viajes de aventura en el amplio espacio de sus ruinas”.

Finalmente, es necesario recuperar del amplio legado heredado por Walter Benjamin, la Tesis IX sobre el concepto historia escrito en 1940.

Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus: “Se ve en él un ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la historia debe de tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso”.

-Howard Eiland (1948) ha traducido y editado las obras de Walter Benajmin. Fue profesor en la Universidad de Yale, en el Boston College, y desde 1983 es catedrático e investigador en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Es miembro de Modern Language Association of America.

Michael William Jennings (1950) es profesor de Lenguas Modernas e investigador de la cultura europea del siglo XX, en la Universidad de Princeton. Es autor de Imágenes dialécticas: la teoría de la crítica literaria de Walter Benajamin, Cornell University Press, 1987.

Howard Eiland y Michael W. Jennings, Walter Benjamin. Una vida crítica, Madrid, Ed. Tres puntos, 2020, 1004 páginas.

Pierre Missac, Walter Benjamin: De un siglo a otro, Barcelona, Ed. Gedisa, 2017

Bern Witte, Walter Benjamin: Una biografía, Barcelona, Ed. Gedisa, 2020.

Esther Cohen (Ed.), Glosario Walter Benjamin. Conceptos y figuras, México, Ed. Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 2017.

Ferris, David, S. The Cambridge Companion to Walter Benjamin, Cambridge University Press, 2004. fernamancillas@yahoo.com *Profesor-Investigador de la Universidad de Sonora

15

Pandillas juveniles, ¿1980 una década perdida?

Análisis desde la criminolog ía y el pensamiento filosófico

Es importante señalar que los estudios en criminología se remontan desde antes del siglo XVII, en la edad media, “los criminales” pagaban sus condenas bajo la tortura y los trabajos forzados. Se ha entendido al crimen como el análisis del medio o instrumento de un delito cometido por un autor—el autor del crimen—. Con ello, la presente reflexión considera hacer un análisis de las “pandillas” No hay una fecha exacta de este término, sin embargo, hago un rescate de éste para analizar las agrupaciones que, en la década de los años 80 del siglo XX se conformaron en las repúblicas como El Salvador, Honduras, México, Estados Unidos, etcétera. Estas pandillas eran y son, el enlace con el crimen organizado, específicamente con los cárteles de la droga: El cártel de Sinaloa, El cártel Jalisco nueva generación, entre otros.

Las pandillas como forma de resistencia: Los 80´s, la década perdida

Las agrupaciones o pandillas se formaron desde los tiempos más remotos en la historia de la humanidad con otros nombres: clanes, tribus, familias, etcétera. El concepto viene del latín pandus que significa “doblado o redondo”1 Las pandillas son estos círculos que no dejan entrar o salir a nuevos integrantes. A estos grupos que han modificado sus ideales y su pensamiento se les considera peligrosos para la sociedad, ¿en qué momento una pandilla pasó a formar parte de un orden delictivo? Giambattista Vico en su libro: Principios de una ciencia nueva, consideró que los salvajes se agrupaban para robar en los huertos, se valían de su físico, para cometer sus faltas. Sin embargo, estos hombres salva-

jes a menudo morían a manos de otros hombres que, con ingenio, les daban caza (Vico, 2012). Así, se infiere que las pandillas cedían su fuerza a cambio de protección.

Las pandillas son estos círculos que no dejan entrar o salir a nuevos integrantes

Existe un orden importante después del histórico: el presente. En la década de los años 80´s las pandillas formadas, utilizaban no sólo códigos de vestimenta sino códigos de comunicación, para llevar a cabo delitos. Ya son agrupaciones formadas para fomentar la delincuencia y el terror a la sociedad. Los 80´s fue una década en que varios sociólogos la denominaron como “una generación perdida”, las crisis económicas y las devaluaciones monetarias llevaron a varios jóvenes a incurrir en grupos delictivos en Estados Unidos, que, dicho sea de paso, implementó una política antimigratoria con el fin de deportar a los indocumentados que vivían por el “sueño americano”, jóvenes que provenían de México, Guatemala y El

Salvador principalmente, regresaron a sus respectivos países. En lo que respecta a la agrupación “Maras” se formaron con los jóvenes enviados de regreso a El Salvador provenientes de América del Norte2.

El exterminio a las pandillas: una mirada crítica Hoy en día las pandillas se desintegran a menudo por conflictos externos o bien por su disolución con base en la fuerza estatal. Los años de la generación perdida, enfrentaron elementos policiacos antes no vistos: en Brasil “Los escuadrones de la muerte”; en Colombia “las policías armadas o cívicas”; en El Salvador “La sombra negra”, con la finalidad de “limpiar” a la sociedad asesinando a los pandilleros, en su mayoría jóvenes (Erikson, 1985). Ello nos lleva a un problema ético y moral sobre, ¿qué es lo que se castiga y cómo?, ¿la muerte es la solución?

Mark Platts en su libro, Dilemas éticos plantea, “¿cómo podemos resolver los asuntos éticos morales? La filosofía colabora con la

16

resolución de conflictos, pero no los resuelve” (Platts, 1997, pp.12-17) por ello, pensar en el asesinato de jóvenes pandilleros, es a la vez un genocidio de una naturaleza mayor que rebasa la reflexión del filósofo. Sin embargo, si es una medida que sirve como ejemplo a la población en general, se lleva a cabo. Es allí en donde cabría pensar que el pandillero es el reflejo de una sociedad que está concebida para la producción, una máquina deseadora como afirma Deleuze, que justifica su existencia en los que se posee, en las reputaciones y en los merecimientos. La máquina capitalista funciona por códigos: de dinero, de entretenimiento y Guattari nos recuerda que además de una maquinaria social, está el sistema axiomático, que produce verdades para un mundo racional. En este mundo no hay cabida para “las pandillas” ni siquiera el porqué surgen sino, que en su exterminio está el silencio de una neurosis social

“¿Qué es lo que se castiga y cómo?, ¿la muerte es la solución?”

Las pandillas puente: reflexión última

Las pandillas son un motín rentable para los cárteles de la droga, son el enlace con funciones de sicarios. Se les proponen me-

tas, objetivos y a cambio, se les paga, y se les abastece de armas exclusivas del ejército. El joven, anteriormente, de un sector popular a falta de oportunidades, encontraba en su barrio, una identidad, un yo, que se desplazaba a un nosotros. Ahora, los jóvenes aún con oportunidades de empleo y escuela optan por ingresar a la “cultura del narco”, por “enaltecer a los héroes del cártel” ingresan a pandillas, ser amantes de los capos más grandes de la droga. No hay generación perdida, hay pérdida generacional, desorientación, psicosis, alineación. La criminología tiene una tarea importante que señalar y hacer: Advertir las consecuencias de la descomposición social, fomentar los espacios del diálogo, evaluar cómo afecta la violencia simbólica en la identidad juvenil. El criminólogo no es sólo el que estudia el origen del crimen sino cómo prever soluciones para una asimilación social. Los medios de comunicación, la industria del entretenimiento, generan ganancias cada vez que transmiten series de narcotraficantes, violencia, capital, generando deseos superfluos. De no detener la violencia como modelo social y la pérdida de valores, en 50 años se

tendrá una anarquía reinada por la impunidad y cada vez más “pueblos fantasmas” aparecerán al norte del país hasta su extinción.

1 No hay con exactitud una raíz etimológica, sin embargo, aquí nos da una idea de ello: c.f.etimologias.dechile.net

2 Archundia, Mónica (2002), “Sobreviven en la ciudad 351 pandillas juveniles”, El Universal, 9 de octubre.

Referencias:

Erikson, E. H. (1985). Sociedad y adolescencia. Siglo XXI.

Platts, M. (1997). Dilemas éticos. Fondo de Cultura Económica.

Vico, G. (2012). Principios de una ciencia nueva. FCE.

profesorericrodriguezochoa@outlook.com

*Filósofo y teólogo con estudios y certificaciones en Criminología y Psicoanálisis. Profesor universitario, investigador y escritor

17
Fo tos: Archivo Pa labr a
Representación del Malverde mexicano

Con Richard Viqueira me sentí más enfermo

Me da un enorme gusto volver a este paraíso. Lo hago con gratitud al entrañable editor que es Rael Salvador Aquí de nueva cuenta para aceptar, en esta ocasión, que padezco disfunción tecnológica.

La amplia gama de padecimientos sin remedio, hicieron crisis al dejar el escenario del teatro Benito Juárez ubicado, para colmo, a unos pasos del Monumento a la Madre en “Chilango Sheinbaum City”, ni modo, desde acá relato, bajacalifornianos ilustres, habitantes de la patria lectora. A unos pasos del Senado y del campamento rebelde de los promotores del consumo responsable de mota.

Montones de años sin pisar el emblemático recinto, pero fija en mi recuerdo la obra Playa Azul, de Víctor Hugo Rascón Banda. El dato tiene pertinencia para contar lo ocurrido una noche de jueves de febrero: ver las butacas vacías; calcular, quizá, una veintena de asistentes y aguardar el manejo escénico de un dramaturgo y director fuera de borda, de bordes y de serie: Richard Viqueira.

Un teatrote subutilizado, para lo que es su naturaleza, con el fin de darle pista a Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Broz. Así fue: subirse a las tablas. Al diablo la cuarta pared.

El acceso se da través de la parte inferior de una máquina de videojuegos, desde donde se dispara agua a los elegidos, un locuaz shooter, según me alecciona mi sobrino Milton. Se toma posesión de la sala del pasatiempo y los jugadores se aprestan a gastar las monedas recibidas a la entrada para pasarla bien entretenidos, es decir, consumar su arcane Envueltos en la neblina que brota del suelo, a media luz, brillan las maquinitas. Unas

son cascarones para efectos del montaje y las otras (dos de ellas ubicadas en un andamio) son atendidas por seres tecnológicos de carne y hueso que surgen del ideario de Viqueira. Mujeres y hombres que son, a la vez, prototipos de la Inteligencia Artificial: Valentina Garibay, Nane Aguilar, Omar Adair, Pastor Aguirre y Ángel Luna.

A lo largo de hora y media, los contados gamers habrán de esforzarse en deambular entre las opciones inventadas por el game developer, el game master, el maestrazo Richard. Es él quien recibe al puñado de seres y les da la despedida, como mandamás de la Compañía Kraken.

Cuando supe de la trama, le pedí su compañía a Milton, gran experto en videojuegos. Aunque soy usuario de las tecnologías y miembro ingrato de la cultura digital, a mis recién cumplidos 62 años no he podido dominar la vasta oferta de tejes y manejes que la industria ha puesto en mis manos a lo largo de más de cuatro décadas. Si no mando al otro barrio ese jugoso acervo es por disciplina y pudor social.

El desconcierto priva durante los primeros minutos de inmersión en la pieza dramática.

18
POR EDUARDO CRUZ VÁ ZQUEZ*
tos: Cibernoides Magazine / Alfregon6 ESTAR NEPANTLA
Actriz, Valen na Garibay.
“Sólo faltó, al mirar al techo, un dios sancionando el happening”

Uno tarda en asumirse como parte del libreto, del vigeojuegote.

Con Milton por delante, vamos echando ojos a la forma de proceder de los compas en el íntimo episodio de realidad aumentada. Sólo faltó, al mirar al techo, un dios sancionando el happening. Lo que, de allá bajó al final, fue semen convertido en confeti plateado.

No habían pasado más de 20 minutos cuando sentí dolor de cabeza; tensión al no poder involucrarme con habilidad a alguna de las alternativas de diversión. Estaba más atento al despliegue de las actrices y los actores -moviéndose entre el libreto y la improvisación- que a sacar provecho del relajo.

En una maquinita, por ejemplo, el premio al modelo de pregunta-respuesta eran chisguetes dizque de vodka.

En una plataforma era asunto de controlar una pelea, en semejanza a un Street Fighter. En otra, una de las personajas deleita a sus mirones con un sensual baile que puedes decirle que lo haga rápido o lento: una suerte de Dance Dance Revolution.

Para alternativas juguetonas, en otra máquina tragamonedas se podía asumir la elección del vi-

vir: heterosexual, trans, bisexual, drag, indistinto, indiferente o dispuesto a cualquier postura… El robot despliega un fregón juego de máscaras para violentar máscaras.

En una de esas peceras típicas de feria y/o centro comercial que venden, a cambio de destreza, muñecos de peluche, vemos que cabe la actriz Valentina Garibay. No se trata de accionar palanca para pescar a esa muñeca; ella propone una serie de alternativas eróticas… Pero el tiempo se acaba y no consumaste el performance.

El caso es que Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Broz, del genial Richard Viqueir edifica un viaje que por igual surca los imaginarios de las adictivas maquinitas de los años que los 90, que estos años del siglo XXI.

Es una disputa interactiva que deja a unos tasiados, a otros exasperados, a otros sin haber entendido un guiño y, a uno pocos como yo, guros de ser disfuncionales tecnológicos sin cu

El teatro es un videojuego y yo ni enterado.

angol97@yahoo.com.mx

*Periodista, gestor cultural, ex diplomático cultural, formador de emprendedores culturales y ante arqueólogo del sector cultural

19
Actor, Omar Adair. Actor, David Blanco. Valen na en la máquina

Vlady, un disidente al interior de la disidencia

Como ejercicios fundamentales del trabajo de quienes nos ocupamos de la crítica de artes plásticas, visuales y conceptuales se encuentra el de ubicar las constantes estilísticas que sean perceptibles en la producción de una autoría, así como el de situar el resultado de su quehacer profesional en el mapeo de las tendencias, corrientes y movimientos recientes o actuales de la historia del arte. En esta colaboración para Palabra abordo ambos aspectos con referencia a la obra de Vlady (Unión Soviética, 1920-México, 2005), con base en mi participación en el conversatorio Vlady, una visión crítica, efectuado en la Sala José Clemente Orozco del Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México, el jueves 26 de enero de 2023, mismo en el que intervine a distancia, y el cual fue una de las actividades relacionadas con la muy completa y esmeradamente montada exposición retrospectiva Vlady. Revolución y disidencia que se presenta en aquel recinto hasta el próximo 30 del próximo mes de abril.

Resulta claro que la constante de mayor relevancia, que es dable reconocer tanto en el pensamiento como en la producción artística de Vlady, es la de su disidencia frente a las canónicas impuestas. Es posible inferir que, en cuanto a lo político, esta postura haya derivado de las posiciones que integrantes de sus familias materna y paterna asumieron en la Unión Soviética desde el triunfo de la Revolución Socialista de Octubre (en 1917), mismas que mantendrían durante todas sus vidas, incluso en situaciones de exilio. Pero asimismo es factible rastrear que, en cuanto a lo estilístico, el que él haya acudido durante su estancia parisina (entre 1936 y 1940) tanto a la Academia de Artes Gráficas Paul Colin como a la Academia de la Grande Chaumière, propició su apartamiento de las normas artísticas imperantes, salvo en lo que respecta a su observancia de la hegemonía europea en lo que concierne a

lo artístico. Lo anterior, toda vez que los carteles e ilustraciones de Colin (Francia, 1892-1985) se caracterizaron por una intensa originalidad, sustentada en composiciones resueltas con base en diagonales mezcladas con curvas; con el uso de plastas de color y con el empleo esporádico de degradaciones, así como con una tipografía exenta de patines, o bien cargada de ornamentos. En lo que se refiere a la Grande Chaumière —fundada en 1902 por Martha Stettler (Suiza, 1870-Francia, 1945) —, cabe subrayar su sistema de talleres libres y cuotas accesibles, así como su renovación, desde 1909, con el trabajo de Alice Dannenberg (Letonia, 1861-Francia, 1948), en pro de una educación artística alejada del academicismo imperante o incluso contrapuesta a éste.

“Vlady reforzó su postura disidente y plural merced a sus encuentros con muchas personas del medio de la cultura artística y de la intelectualidad avecindadas en Francia”

Vlady reforzó su postura disidente y plural merced a sus encuentros con muchas personas del medio de la cultura artística y de la intelectualidad avecindadas en Francia, situación que le facilitó gozar de la liberalidad burguesa incluso una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial, en 1939, hasta que parte de su familia y él hubieron de escapar del avance nazi en territorio francés. Resulta claro que ni Víctor Serge (su padre, Bélgica, 1890-México, 1947) ni él pretendían exiliarse en México, donde su líder, el político y militar León Trotski (Imperio Ruso, 1879-México, 1940) había sido alcanzado, poco antes de la llegada de ambos a nuestro país, por un acto de ajusticiamiento revolucionario ordenado desde el poder soviético, pues ilusamente aspiraban a ser acogidos en los Estados Unidos de Norteamérica. Los dos arribaron en 1941 a un México en el que desde 1937 no se contaba con relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, debido al asilo otorgado por Lázaro Cárdenas (1895-1970) durante su presidencia (1934-1940) a Trotski, ni tampoco con el Reino Unido de la Gran Bretaña a consecuencia de la expropiación petrolera de 1938; México en el que además se padecía un lacerante bloqueo comercial perpetrado por el gobierno estadounidense en turno, encabezado por Franklin Delano

Roosevelt (EE UU, 1882-1945) en su tercer periodo presidencial consecutivo, agresión unilateral que sería revertida prontamente, en beneficio de la parte gringa, mediante la implantación del Programa Bracero (1942-1964), en el que participaron cuatro millones y medio de hombres mexicanos, quienes padecieron severos atropellos a sus derechos humanos, así como expolios a parte de sus emolumentos. Una formidable exposición alusiva a este programa se muestra, hasta el mes de mayo del presente 2023, en la Sala 2 de El Cubo del Centro Cultural Tijuana (Cecut) con el título de Los braceros, vistos por los Hermanos Mayo.

Una vez insertado en el medio cultural de la capital mexicana, Vlady pronto tuvo contacto —merced a la intervención de la promotora cultural Isabel Díaz Fabela (México, 1919-2010), con quien contraería matrimonio— con algunos muralistas, de quienes admiró sus formatos monumentales, así como sus proezas técnicas (sobre todo la de la pintura mural al fresco), mas no sus temáticas ni tampoco sus concepciones acerca de la función social de lo artístico. Vlady provenía de un medio cultural en el que existía un arte

20
Vlady en su estudio de Cuernavaca, Morelos (2003)

oficial: el realismo socialista (vigente de 1932 a 1991); de un ámbito en el que prevalecía la condena a las vertientes locales no realistas como la vanguardia constructivista rusa-soviética (1913-1929)—, las cuales eran tildadas de formalistas y decadentes; venía de un contexto en el que estaba normalizado el rechazo a las otras vanguardias europeas, y en el que era imbatible el papel del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética para definir los derroteros aceptados al interior del campo artístico local (y de los estados del llamado socialismo real), a la vez que para censurar a los indeseados. Y Vlady llega a un ámbito cultural, el mexicano, en el que desde 1922 la vanguardia nacionalista (nunca monolítica) constituye el arte oficial.

En 1947 Víctor Serge es ejecutado por envenenamiento en México, por gente reclutada y entrenada por la dirigencia soviética, a decir del propio pintor. Este funesto hecho coincide con la toma de conciencia de Vlady respecto a la necesidad de participar en el establecimiento de una pluralidad estilística en el contexto mexicano, con la que fuese factible contrarrestar las canónicas nacionalistas internas; con el requerimiento de tener la posibilidad de que autoras y autores no nacionalistas, como él, pudieran lograr una interlocución válida ante quienes determinaban las políticas públicas en materia de cultura artística desde el recientemente instaurado Instituto Nacional de Bellas Artes (1946) y ante las personas responsables de lo cultural en instituciones de

educación superior, así como entre quienes quisieran adquirir obras artísticas no nacionalistas. La conclusión de la etapa de vigencia de las vanguardias históricas (1901-1950) no fue exclusiva del medio c ultural mexicano, sino que fue algo que aconteció en la mayor parte del ámbito artístico occidental (salvo en donde fue apuntalado el realismo socialista). Esa fase de la historia del arte es la neovanguardista (1951-1980) y, al menos en México, contó con una vertiente pro-mainstream y con otra contracultural. Es por esta razón que yo no utilizo el concepto de “ruptura” para referirme a la práctica de lenguajes informalistas, neofigurativos, neoabstraccionistas, tecnológicos, reduccionistas o expansionistas, sino que empleo el de neovanguardia.

Vlady fue un autor de la nueva figuración que nutrió su léxico individual mediante su contacto directo con obras de artistas del pasado occidental y que siempre tuvo una visión eurocentrista con respecto a la historia del arte. Fue pionero en cuanto a exponer en galerías privadas exclusivas para obras neovanguardistas en México (la Prisse, desde 1951, la Proteo a partir de 1954). Y fiel a su postura con respecto a disentir de las canónicas imperantes, al inicio del decenio de los 60 del siglo XX subvierte —con mucho éxito, por cierto— la “regla” neovanguardista de no incorporar simultáneamente elementos figurativos y de la no representación en sus obras. Expuso en la gran colectiva Confrontación 66 de las nuevas generaciones, la cual se montó en todas las salas del Museo del Palacio de Bellas

Artes, muestra que constituyó la toma oficial del poder cultural por parte de la generación neovanguardista en nuestro país. Casi de inmediato recibiría múltiples encargos oficiales de obras de gran formato, transportables o no. Miembro del Salón Independiente desde 1968, renunció a aquel colectivo de gente neovanguardista en 1970 y optó por una nueva figuración personalísima, sí neovanguardista, pero a la vez desapegada de los preceptos de la hegemonía artística que por entonces era la imperante, sobre todo al interior de la neovanguardia pro-mainstream. Vlady sería, a partir de entonces, un autor solitario en lo que concierne a su filiación estilística, no volvería a exhibir en galerías privadas, obtendría reconocimientos, acometería el gran encargo de pintar en la Biblioteca Sebastián Lerdo de Tejada, así como las obras de gran formato que son parte del acervo de la Secretaría de Gobernación y se muestran en el Archivo General de la Nación (salvo ahora, que se exhiben en Vlady. Revolución y disidencia). Devendría un artista disidente al interior de la disidencia artística neovanguardista mexicana. Y así, aquí en Palabra, ahora lo recuerdo.

carlosblasgalindo@yahoo.com

*Profesor-investigador de arte, crítico de arte, curador independiente, artista visual y conceptual

Documento leído en el conversatorio Vlady, una visión crítica, efectuado en la Sala José Clemente Orozco del Colegio de San Ildefonso en la Ciudad de México.

21
El instante (Tríp co trotskiano), 1980. Óleo sobre tela, cortesía de Ins tuto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Museo de Arte Moderno. Magiogra a bolchevique (Tríp co trotskiano), 1967-1968. Óleo sobre tela, cortesía de Ins tuto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Museo de Arte Moderno.

ROCÍO HOFFMANN: Una rebelde con causa

Ser mujer, creativa, amorosa, libre, madre, activista, original, es una apuesta que socialmente cuesta ganar, pero hay quienes tienen el temple y son inspiración para las nuevas generaciones. Rocío es una de ellas.

Todavía no sabía leer ni escribir cuando Rocío Hoffmann Silva ya le daba color a hojas y paredes que se le atravesaban, siendo la cuarta hija su aprendizaje fue precoz.

Vivía con sus papás y hermanos en Coyoacán, donde nació el 15 de octubre de 1963, ahí pintaba, pintaba, pintaba, hasta que la vida la llevó a su destino: Baja California.

“En Coyoacán pasé toda mi infancia y adolescencia, luego mi papá, que era ingeniero civil, ganó una obra en Mexicali. Yo tenía 13 años y viajé con mi familia hasta acá. A esa edad entré a los talleres de artes plásticas que había en la Casa de la Cultura”, recuerda Hoffmann.

Un talento nato

Su habilidad para el arte lo plasmaba en platos de porcelana, que su mamá le compraba para que los pintara, y en practicar letras muy estéticas.

“En la primaria la maestra me ponía un banquito y yo escribía en el pizarrón la fecha y todo lo que ella necesitaba porque tenía una letra hermosa. Además, hacía retratos de todos mis compañeros, me sentía retratista”.

Rocío, hoy una reconocida pintora y promotora de arte que dirige la galería ROHO en Playas de Rosarito, comentó que tras terminar el High School en Calexico, decidió irse a Ciudad de México para estudiar artes plásticas.

“Me fui y no me aceptaron, ni en La Esmeralda ni en San Carlos, porque no tenía la prepa mexicana, entonces entré a estudiar en el Centro de Arte Dramático en Coyoacán, ahí sí me aceptaron. Pero yo quería ser pintora y ya no quería regresar a Mexicali.

Salvada por el arte y el amor Con 21 años, Rocío tenía planes de boda, pero su

destino no le permitiría vestirse de blanco, su historia sería otra.

“Tenía un novio que era egresado de medicina, muy junior, su papá era el director de Seguros Nacional Provincial, nos había regalado un departamento, pero él era un bueno para nada que quiso pegarme y no quería que me dedicara al arte. Lo dejé con todo listo para la boda y me vine a Tijuana”

Así inició una nueva vida en esta frontera. “Aunque yo era muy tímida, estudiar Arte Dramático me ayudó mucho, perdí el miedo a expresarme, conseguí trabajo en el Grand Hotel Tijuana, luego trabajé en Hotel Rosarito, ahí me pidieron que pintara unos murales, me pagaban bien y estaba feliz pintando”.

“Yo sólo conocía su obra. Luego en 1989 hice una exposición en el Fiesta Americana con el grupo Línea Libre, ahí conocí a Manuel en persona y me enamoré de su mundo, él representaba todo lo que yo quería vivir, él tenía casi 50 años y yo andaba por los 24, a las dos semanas ya vivíamos juntos y lo hicimos por 25 años. Formamos nuestra familia, vivimos de todo, tuvimos a Mercedes, Laura y Dany, tres hijos artistas”

“Contar con la galería ROHO en Playas de Rosarito le ha dado a Rocío la oportunidad de pintar todos los días, su creatividad se plasma entre colores vivos e imágenes de flores, aves, fauna marina, rostros”

Ya con familia Rocío vivió  unos cinco años en San Miguel Allende donde fundó con Manuel la Galería Izamal; luego radicó en Zacatlán de las manzanas.

La artista y madre de tres hi jos, refirió que fue en esa época cuando conoció al amor de su vida, el pin-

“Fuimos los pintores de Alfredo Harp Helú, pintábamos en su casa. En el año 2000 vivimos en Oaxaca, ahí nos fue muy mal, toda esa angustia activó algo en mi cuerpo, me daban dos meses de vida, y yo

22

con mis hijos chiquitos, fue muy difícil. Me dieron varios diagnósticos, al final fue esclerosis múltiple, desde entonces vivo con ello”.

“Yo pienso que el arte no sólo me salvó de un matrimonio violento, sino que me ha salvado la vida, me fortaleció en el amor, me hizo  una mejor madre. Hace unos meses fui a revisión con el neurólogo al Centro de Nutrición y se quedó impactado. Yo le comenté que cada vez que tengo síntomas, pinto y así bloqueó el dolor, no sé cómo lo hago, pero pitando entro en otra dimensión y se me quitan los síntomas”.

Con Manuel siempre tuve galería, de una u otra forma impulsamos a artistas y teníamos un lugar para exhibir que siempre se ha llamado Lizárraga-Hoffmann.

Receptiva ante una nueva oportunidad

Tras la muerte de su pareja, Rocío recibió en su vida al poeta y escritor Francisco Morales.

“Con Pancho llegaron las letras a mi vida, su poesía me alimenta, compartimos muchas cosas que nos gustan, vivimos con mucha paz, en armonía”.

“Él me empezó a decir RoHo, por mis iniciales, y un día jugando con la caligrafía terminé haciendo un logo y decidí hacer la galería apoyándome con todo lo mejor de las galerías que he conocido en mi vida,

con eso y la Licenciatura en Mercadotecnia de mi hija Laura”

Contar con la galería ROHO en Playas de Rosarito le ha dado a Rocío la oportunidad de pintar todos los días, su creatividad se plasma entre colores vivos e imágenes de flores, aves, fauna marina, rostros.

“Yo genero imágenes todos los días, debo tener más de mil ilustraciones, hice la serie 2020, un ícono del confinamiento y la pandemia, que me abrió

muchas puertas entre ellas la de ilustrar el libro de una escritora en Alemania; además nos movió a la venta digital y estamos también en galerías del Valle de Guadalupe, de Ensenada, en el Centro Cultural Tijuana (Cecut) y en otros espacios. Soy feliz porque vivo de mi trabajo en el arte”

periodistajsg@gmail.com

*Licenciada en Comunicación por la UABC, con 23 años de experiencia en periodismo y gestión de contenidos

23
Fo tos: Cortesí a La ar sta plás ca Rocío Hoffmann, en compañía del poeta Francisco Morales

Frag ilidades

POR ILIANA HERNÁNDEZ*

La velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha brindado al hombre.

No fue la pandemia causa de un desequilibrio en los amores, deseos y estar en el mundo. Esa corrosión hace mucho que toma forma, viene del interior como reflejo del contexto social y se manifiesta en insatisfacción permanente, en una angustiada estadía en el mundo.

Byung-Chul Han, armado con sabiduría zen y el pensamiento de Heidegger, publica su elogio a la inactividad en Vida contemplativa (2023): “La inactividad tiene su lógica propia, su propio lenguaje, su propia temporalidad, su propia arquitectura, su propio esplendor, incluso su propia magia. No es una forma de debilidad, ni una falta, sino una forma de intensidad que, sin embargo, no es percibida ni reconocida en nuestra sociedad de la actividad y el rendimiento. No estamos accediendo ni a los dominios de la inactividad ni a sus riquezas. La inactividad es una forma de esplendor de la existencia humana. Hoy se ha ido difuminando hasta volverse una forma vacía de actividad”.

Hablemos entonces de la fugacidad.

¿Cuántas horas tiene un día que se dedica a la producción constante? Me lo pregunto también, en enfrascada, atacada por la debilidad del hacer “Al día le faltan horas para los pendientes”, solemos escuchar. La insuficiencia está latente, no somos suficientes ni lo que hacemos o somos, en estos tiempos líquidos, de acuerdo con Zygmunt Bauman, las sociedades y sus relaciones tienden a fluir hasta desaparecer, van a un océano de información en donde se congelan en ladrillos de más y más datos.

Los datos también se escurren. En un intento por mostrar a los jóvenes de mi clase las lealtades de los grupos (esos que comparten en las redes sociales los mínimos detalles de cómo hacer algo o economizar en los gustos más extravagantes o los que agrupan a solitarios de cada esquina de las grandes ciudades o las más pequeñas comunidades rurales), hice una encuesta rápida de los ejemplos de grupos a los que se han unido y son acti-

vos: me hablaron de uno que les apasiona: Icebergs.

Icebergs de todo tipo en Facebook, por ejemplo, el objetivo es indagar en colectivo sobre algún tema propuesto no hacia la superficie del mar, lo interesante para los participantes es lo que lleva a la profundidad del asunto denominado iceberg. La oscuridad del tema, lo prohibido, las debilidades de la madre Teresa son más comentadas y ofrecen una expectación que obliga a seguir sumergiéndose en sus obras terrenales, las bendecidas y expuestas en los medios de comunicación tradicionales. La realidad, piensan los jóvenes, está demasiado maquillada, la pulsión de lo escondido detona la creación de icebergs. Hay que saberlo todo, ¿para qué?, ¿qué se hace con lo que se descubre?, ¿de dónde salen las respuestas y la autoridad para exponerlas?

Construir en el vacío, sobre aguas turbias. Nadie es dueño de la construcción y está a punto del derrumbe. No es el ocio al que se refiere Han; ya que el filósofo surcoreano remarca que en el no hacer y en la contemplación hay edificación del ser y estar. Romper cadenas autoimpuestas a los celulares, laptops, dispositivos para regular el ejercicio propio y los tiempos que se desprenden de lo cotidiano: medir la vida con resultados que se pierden en un futuro que no llega. Icebergs, millones de ellos enterrados en el desierto. Un arte efímero de la esperanza como satisfacción inmediata. No podemos esperar por la siguiente imagen, hay fragmentación no narración.

Existe una evidente sensación generalizada de malestar y desazón. Noto en el aula un movimiento y temblor constante de pies, la contrariedad e impaciencia por revisar constantemente el celular, como si esa pantalla es la puerta a una vida que es más real que la que se habita en la escuela o casa.

pensables, obviamente son susceptibles de ser “eliminados” de cualquiera de nuestras casas virtuales. El amor es líquido, se seca.

Se puede ser miembro de algún sitio de citas, configurar la plataforma y ofrecerse por unos segundos en escaparate de lo novedoso, hay quien abre el escenario para seguidores de la sombra (OnlyFans), la belleza o el fetiche tienen precio, el cuerpo se muestra en supuesta libertad, la mirada está perdida en un presente siempre eterno, no hay raíz que regrese lo que se fue: el futuro es una carcajada irónica que no debiera aproximarse. La juventud es siempre ahora, hay que detenerla y borrarse el rostro en una eterna mueca de bótox. Desconocerse es la mejor recompensa, el rostro envejecido es la prueba de que falta vivir y se acaba el tiempo.

“el rostro envejecido es la prueba de que falta vivir y se acaba el tiempo”

Moverse, buscar, correr La prisa despide lo amoroso, hay que llegar rápido a algún lugar, a solas, en un café, o hacia una calle lacónica de cualquier colonia, en la que una arrinconada banqueta sea refugio para avivarse frente a un dispositivo electrónico. La vida no está afuera, está adentro de un dispositivo electrónico, está cercada por una libertad que de tanto ejercerse se ha convertido en cárcel del hacer constante, repetitivo y acuciante; al punto de volverse nada.

Abolición de la lentitud, agobio en la contemplación, los demás no pueden ser confiables, son indis-

“La conciencia compartida, y de hecho generalizada, de que todas las relaciones son “puras” (es decir frágiles, fisíparas, destinadas a durar mientras resulten convenientes, y por lo tanto con “fecha de vencimiento”) no es suelo fértil para que arraigue y florezca la confianza”. Dice Bauman en Amor líquido (2007). El tiempo nos carcome y no en misiones que necesitan más de 24 horas, el tiempo y el amor se diluyen en coladeras del hacer continuo, en la más pura obra de arte de autoexplotación y vigilancia en panóptica sociedad, en dolorosa aceleración sin rumbo. Hay que detenernos.

premoniciones@hotmail.com

*Es docente y traductora. Escribe artículos, ensayos, cuentos y poesía

24

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.