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Más allá del espectáculo más grande del mundo

El arte es un concepto complejo; una pregunta y una respuesta polisémica en constante construcción. Con frecuencia, asumimos que las obras son arte —casi de manera automática— cuando están en un museo y por lo general se restinge a las llamadas «artes plásticas».

Aún es difícil que un espectador no versado reconozca cualidades artísticas en la fotografía o en la arquitectura; más en el performance, en arte digital, en el bio arte, pero también en el cine.

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Al parecer, el trazo de un pintor nos remite a su esencia, sentimientos y a sus habilidades. De esta manera, las personas pueden fácilmente admirar las obras y a su creador. Identificarse con ellos y experimentar sensaciones que retenemos en la memoria. Por ello, podemos definir al arte como cápsulas de tiempo: instancias que contienen vida, proyecciones de pensamiento y pulsiones de emoción. Las obras de arte trascienden en la vida, alimentan el espíritu y la razón. Nos conducen a la catarsis… al éxtasis. Luego entonces, el cine, al compartir esas esencias, no debería de ser una excepción.

Más allá de las definiciones ónticas y los valores visuales, la cinematografía se considerada un espectáculo. Esto se debe a diferencias ideológicas y a las posibilidades químicas, físicas, ópticas que permitió el invento de la cámara. El cine nació en el mercado, para el mercado. Desde su origen, fue concebido para hacer dinero. Esa marca pecaminosa es lo que lo distingue de otras artes. Los medios técnicos con que se realiza lo ligaron de facto, en maridaje a corporaciones y empresarios, apunta Sergio Raúl Arroyo García en su ensayo Andrei Tarkovski: devolver a la naturaleza sus enigmas. Sin embargo, la obra de Virgilio Tosi El cine antes de Lumière, intenta desmentir el concepto de cine como el espectáculo más grande del mundo y profundiza en el contexto más amplio de sus orígenes. El cine científico, nacido mucho antes que el cine espectáculo, constituye la base histórica del lenguaje de las imágenes en movimiento. Representa una nueva y todavía subestimada dimensión en las posibilidades del hombre de percibir y comunicar por medio de un código que amplia los ya usados precedentemente (gestual, verbal, escrito, figurativo, representativo). El cine es un instrumento que estudia los sentidos y nuestras reacciones, es decir, la psique.

Fotograma del filme Azul de Krzysztof Kieślowski

Fotograma del filme Azul de Krzysztof Kieślowski

El cine se encuentra en constante cambio. No fue concebido exclusivamente por sus formas estéticas. Con la evolución del invento, la maduración de un lenguaje y la influencia de otras corrientes artísticas que coincidieron, permitieron la concordancia. La Modernidad tiñó la pantalla de plata: Impresionismo y el nacimiento de las Vanguardias y su concreción a lo largo del siglo xx. El italiano Riccioto Canudo en su postulado Manifiesto de las siete artes valoró al cine como un arte de síntesis (fusión de todas las artes) y una síntesis entre la ciencia y el arte. Como bien propone Fernando Vizcarra Schumm, el cine es por tanto, el arte del siglo xx porque manifestó los principios básicos de la modernidad.

El Futurismo encontró en el cine a un objeto de estudio y le permitió la deconstrucción artística. Los hermanos Arthur, Carl y Antonio Bragaglia, originarios del Lazio, comenzaron a experimentar en 1906 con el llamado Fotodinamismo. La pintura de Giacommo Balla mostraba el vértigo del movimiento y en 1912 nació Dinamismo de perro con correa y vinieron botas de soldados o el tren a toda marcha. L’arte dei Rumori o El arte de los ruidos de Man Ray provino de una carta enviada por Russolo en 1913 a su amigo Francesco Pratella. En ella defiende la costumbre del oído humano a los ruidos de la industria y la necesidad de darle acotaciones musicales y sonoras a través de la electrónica. En suma, Tommaso Marinetti tras analizar la música, la pintura, el teatro, la escultura, escribió en 1916 Manifiesto futurista de la cinematografía.

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