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Mitos y falsedades de las cirugías de confirmación de género en mujeres con experiencia de vida transexual

Porque tus lágrimas son la vida que alimenta las plantas de tus pies, esas que nunca se detienen para andar por el camino de tu verdad.

Ainoa Tleyolotzin Zepeda

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Una de las máximas de mi persona al referirme en cualquier proceso relacionado con mi experiencia de vida transexual es dialogar y exponer las diversas realidades a la que nos enfrentamos las mujeres como yo, a partir de la propia vivencia.

Es verdad que hay mucha desinformación, no solamente de lo que implica una transición desde las perspectivas sociales sino también de lo hormonal y quirúrgico, algo que quienes hemos atravesado, conocemos de primera mano: desde la investigación del proceso, hasta la elección de un cirujano con experiencia en el tema y con buenos resultados en otros casos parcticados.

Son distintas las cirugías a las que podemos someternos y me tomaría mucho espacio editorial referirme a cada una de ellas, pero las resumiré en cuatro básicas: aumento de mamas, lipoescultura, feminización de la voz y cirugía de confirmación de género, también conocida como «cirugía de reasignación sexual».

Por decisión propia, y porque los cambios derivados de mi «terapia de reemplazo hormonal» me han permitido no requerir otro tipo de feminización, decidí que por el momento, solo me realizaría la que más he anhelado: la cirugía de confirmación de género, un procedimiento que me llevó a investigar opciones, costos, interminables diálogos con otras mujeres que se la han realizado; el ensayo y error, este último afortunadamente sin consecuencias para mí.

Me explico: toda mujer que desea una cirugía de este nivel debe, obligadamente, y por salud propia, llevar a cabo una valoración de sus opciones; estamos hablando de una intervención mayor que puede durar desde 3 hasta 7 horas.

No me centraré en hablar del proceso quirúrgico per se, pero sí que vale la pena mencionar que para llevarlo a cabo hay requisitos básicos que el doctor encargado deberá solicitar sí o sí: carta o cartas de liberación firmadas por parte de un psiquiatra o psicólogo con la confirmación de disforia de género, experiencia de vida en el género correcto de la paciente con un mínimo de dos años y una valoración médica por parte de especialistas en endocrinología, cardiología y las especialidades que el cirujano requiera.

FALSAS EXPECTATIVAS

El primer contacto que tuve con el urólogo pediatra en Jalisco fue vía telefónica y en realidad fue contrastante, pues se trató de un médico que se negó a hablar con detalle de los resultados sobre la profundidad del conducto vaginal que sería creado y a los que toda mujer transexual tiene derecho de saber. –No, no, ¡quítense esa idea de la cabeza!, me exigió. Tuve solo en 2 ocasiones más para hablar por teléfono y siempre respondió con el mínimo de información y utilizando como promotoras a dos mujeres trans que se operaron con él.

La pandemia finalmente terminó por alterar todos los planes que tenía para esa cirugía: vuelos y crédito bancario cancelados, ya que, el médico se quedó con el 50 % del costo de la cirugía, con el argumento que no había cancelaciones, pero que podía reprogramar la intervención en una fecha futura, francamente incierta, y en un tiempo en el que el peligro era latente, justo en el ascenso de contagios pandemémicos por covid.

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