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Verdaderos Falsos

Lo que pocos profesionales del sector quieren admitir, es que el mundo del arte en el que vivimos hoy es un nuevo, activísimo y sin escrúpulos mundo de falsos.

Thomas Hoving, polémico ex director del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

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En mayo de 2000, con los catálogos ya impresos, las casas de subastas Christie’s y Sotheby’s se dieron cuenta que ambas estaban ofreciendo la misma obra. La(s) pintura(s) en cuestión era(n) Vase de fluers (Lilas) del célebre artista Paul Gauguin. Las dos instituciones, cada una con la certeza de poseer el original, enseñaron las piezas a la especialista Sylvie Crussard. Su veredicto fue que la versión de Christie’s no podía ser calificada como auténtica, eso sí, la consideró el mejor falso de Gauguin jamás realizado. La casa de subastas se vio obligada a retirar la obra y volvió a imprimir su catálogo de venta. Sotheby’s vendió la pintura acreditada por 346.750 dólares.

Al investigar la procedencia del falso, el fbi descubrió que el galerista Ely Sakhay compraba “obras menores” de grandes artistas y las hacía copiar. Con anterioridad, el ahora falso gauguin fue vendido a un coleccionista japonés con el certificado de la obra original, mientras que la pintura auténtica –que no necesitaba de certificado, pues a los ojos del mundo era legítima– se introdujo en el mercado niuyorkino. Ironía del destino, la copia se ofrecía a Christie’s al mismo tiempo que Sakhai entregaba su original a Sotheby’s. El galerista fue condenado por fraude y tuvo que resarcir a sus clientes: 12 millones y medio de dólares. En teoría, no es ilegal copiar pinturas, añadir la firma, poseer un falso o venderlo. Lo que no es legal es proponer conscientemente un falso como original.

Entre los artistas entonces falsificados se encontraban Pierre Auguste Renoir, Marie Laurencin, Marc Chagall, Paul Klee. Sakhay vendió la copia de Chagall, Les mariés au bouquet a Christie’s de Nueva York que se pujó por 450 mil dólares. Cuando la casa de subastas se dio cuenta que se trataba de un falso, anuló la venta. En el ambiente muchos sabían de la irregularidad de la obra pero nadie se atrevió a hablar.

Por lo que concierne al tema de los falsos, las casas de subastas están bastante protegidas. Ellas respetan la due diligence, en los catálogos se evidencia que lo certificado es solo lo que aparece en negritas o cursivas; las demás informaciones (también las más extensas) no son su responsabilidad. En caso de venta de un falso, el adquirente dispone de cuatro años para reclamarlo. El problema surge después del tiempo límite, cuando el comprador quiere volver a colocar la obra en el mercado.

Reproducción de obra de Jackson Pollock hecha por Pei–Shan Qian

Reproducción de obra de Jackson Pollock hecha por Pei–Shan Qian

Además, cuando una subasta se da cuenta de la falsedad de una pieza no la denuncia con los organismos competentes (ni siquiera los hay de manera internacional), simplemente la regresa a su propietario. Así que estas obras siguen circulando en el mercado o en los museos, porque no siempre es fácil distinguir (o querer distinguir) un original. Hay falsos que han llegado a ser certificados como genuinos; es el caso de dos copias de Jackson Pollock realizadas por el famoso artista chino Pei–Shan Qian (supuestamente inocente de que se habrían hecho pasar por auténticas), que recibieron el copy–right de la Fundación Pollock–Krasner, y que por si fuera poco, se incluyeron en el volumen dedicado al artista del dripping publicado por Tachen.

A veces es difícil determinar los límites de algo que definimos como «auténtico». Los grandes artistas del pasado solían trabajar en talleres en donde los ayudantes, según el grado de maestría, se encargaban de preparar las telas y pintar la mayoría de las figuras; los artistas completaban los rostros y los detalles más arduos. Sin importar la clase de intervención del maestro, cuando se hallaba su mano, la obra era de su autoría y así se vendía. Aún más controvertido es quizá el arte contemporáneo en el que hay obras en donde, si bien la idea es de un artista, la entera ejecución técnica es a cargo de ayudantes o de externos que concretan la idea. Caso emblemático el de Damien Hirst: sus spin painting, spot painting

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