El peso de los sueños

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El peso de los sueños Por Rodrigo Muñoz Blázquez 3º E.S.O.


Índice Me llamo Gabriel Tierno Un día de perros Una vida nueva Una muerte muy viva Una oportunidad como ninguna Fantasía o realidad Una leyenda en nuestros corazones


Me llamo Gabriel Tierno Una suave brisa de mayo entra por la ventana de mi habitación, lo que hace que se me ericen suavemente los pelos de los brazos y un agradable y sutil escalofrío me recorra la espalda de arriba abajo. Perdido en mis pensamientos miro el cigarro que descansa entre mis dedos, consumiéndose lentamente y despidiendo un humo bailarín e hipnotizante que parece que quiere enamorarte e incitarte a que le des un suave beso a la boquilla de lo que producía ese aroma. Ya finalizado lo apago en el cenicero que descansa a mi lado, sobre la cama. Con una pereza característica del que se levanta de una cama caliente una mañana de invierno en la que debe ir al colegio, me levanto y me asomo a la ventana, con el cenicero en una mano y un entumecimiento del que ha dormido encima de la otra, y vacío su contenido, tanto el de una mano como el de la otra, agitándola enérgicamente, procurando no dar al hombre, con las cenizas, que todas las mañanas se levanta para pasear al perro en pijama y que hoy no ha faltado a su cita. Me llegan los ruidos del mundo despertándose. Los simpáticos pajarillos que llenan el ambiente matinal con su dulce y jovial canto, el sonido de las televisiones vecinas al ser encendidas por los pequeños señores de la casa para ver sus inocentes programas, el sonido de mi primo levantándose maldiciendo al despertador por sacarle de uno de sus profundos sueños. Mientras disfrutaba del ambiente jovial de un sábado, entra mi primo con la poca delicadeza que suele mostrar por las mañanas y se pone a olfatear el ambiente como un perro en busca de una pieza de caza. -Has estado fumando, ¿verdad?-me preguntó. -¿Yo? Mi querido Ismael, esas afirmaciones me ofenden. Ya me has dejado muy claro que no te gusta que fume-dije casi mofándome de su estado de somnolencia actual. -Ah bueno, esa excusa ha sido muy sincera, pero Gabriel…-añadió antes


de darse la vuelta e ir a preparar el desayuno. -Dime-contesté sin prestarle apenas atención. -La próxima vez que me quieras tomar el pelo acuérdate de guardar el paquete de tabaco-dijo mientras se agachaba para cogerlo de mi cama-. Un deportista como tú no puede fumar. Aunque sabes que no te lo voy a impedir. Sin añadir nada más se dio la vuelta y salió hacia la cocina. -¡Ismael! -¿Qué?-me contestó una cabeza asomada por la puerta. -Devuélveme el paquete, ¿no? -No, ahora es para mí-dijo con una sonrisa. -Pero… si tú no fumas. -Lo sé. Seguidamente los dos estallamos en risas, entonces él volvió a esconder la cabeza y se encaminó hacia el baño. Abrió la tapa del váter y se oyó el sonido de los cigarros cayendo al agua y la cadena tras cada chapoteo. Ahí iba el paquete, a plazos, eso sí. Con el hambre recorriendo mis entrañas fui a la cocina, cuando unas manos me cogieron por la cintura y me agitaron. -¡Aaah!-grité mientras me daba la vuelta hacia una risa simpática y alegre desde esa temprana hora-¡Joder, Amy, vaya susto que me has dado! Amy, la mujer de mi primo. Se habían casado hace un año y poco y me habían ofrecido vivir con ellos tras la huida que protagonicé de una casa en la que faltaba una madre y sobraba la presencia de un padre alcohólico. Desde ese día vivo con ellos, como su hijo adoptivo, ya que tampoco mi padre hizo nada por impedir que me marchase. -Desayuna rápido, Gabriel, que tienes que ir al partido-me dijo Amy. Amy, la sustituta de madre que todo el mundo quisiera tener. Una chica de Uruguay, a la que su madre puso a trabajar a los seis años, para poder ahorrar lo suficiente para mandarle a otro país mejor. Tocó España. Su historia conmovió a mi primo y, se puede decir que fue amor a primera vista. Amy trabajaba de camarera en un restaurante al que solía ir Ismael. Se levantaba a las cinco de la mañana para trabajar hasta las


nueve en una fábrica, luego iba al restaurante y, posteriormente, ya entrada la noche, volvía a la fábrica, para ganar algo más de lo estrictamente básico para sobrevivir. Ismael, un día la abordó después de su trabajo en el restaurante y le ofreció una nueva vida, pagarle los estudios que siempre había añorado y una casa en la que no le faltaría de nada. Ella tiró su antigua vida a la basura y acogió con los brazos abiertos la que le ofrecía un completo desconocido, quien le había conquistado desde el momento en que sus ojos se cruzaron. Amanda Gomes pasó a ser parte de la familia Tierno. -Sí, mamá-le dije mientras le ofrecía una de mis mejores sonrisas. A ella le gustaba que la llamase mamá. -Te he dejado la ropa preparada en tu habitación. La rodillera la tienes en el radiador, mira a ver si está seca. Si no lo está, dímelo, que la secaré a mano-me dijo devolviéndome una gran sonrisa. –Gracias, Amy. Fui a mi habitación según acabé de desayunar y miré mi ropa. He hablado de mi familia, pero creo que no me he presentado yo. Me llamo Gabriel Tierno, tengo quince años y soy el mejor jugador de fútbol que la historia va a presenciar o ha presenciado. Juego en el Getafe y tengo ojeadores de media Europa detrás de mí. Mi sueño sería irme a Inglaterra, a jugar en la Premier League. Pero de sueños no vive el hombre, así que estoy ahora en España, y me esfuerzo para conseguir mi sueño. Ya vestido, me dirijo hacia la puerta para salir. Mis primos (considero a Amy mi prima) están ya listos, así que salimos a la calle y buscamos el coche mentalmente, cuando recordamos dónde está nos encaminamos hacia él. Ya en camino, saco un disco de la guantera y lo pongo en el reproductor sin consultarlo siquiera. -Bájalo, ¿quieres?-me gritó Ismael. -Va, va-dije mientras bajaba el volumen.


-No sé como te puede gustar eso-replicó Ismael a la vez que cogía la carátula del disco. -Es Evanescence. Además-dije mientras miraba a mi prima-, canta Amy. Amanda y yo reímos simpáticamente, ya que a los dos nos gusta ese grupo y la cantante se llama Amy Lee. -Ya llegamos, Gabriel. Quítalo-me dijo mi prima. -Pero sólo porque me lo pides tu-bromeé con ella. Reímos todos, ya que era muy típico de mí hacer caso a Amy, pero no a Ismael, cosa que le desesperaba. -¡Gabi!-Adrián se levantó corriendo y vino a abrazarme. Era normal que hiciese eso, pero me extrañó que esta mañana lo haga con tanto fervor. -¡Ven aquí cacho maricón!-la voz característica y la forma “delicada” de decir las cosas de Jose me sorprendió a la vez que saltaba encima de mí. Definitivamente había pasado algo y yo ni me había enterado. -¿Qué os pasa? ¿Se puede saber que he hecho?-pregunté por fin extrañado. -¿No te has enterado?-dijo Roberto, mi mejor amigo- Ha venido un ojeador a verte jugar hoy. Dependiendo de cómo lo hagas en el partido, te llevará o no. -¿De qué equipo es?-dije emocionado. -No lo sabemos, no nos lo ha dicho. Pregúntaselo tú. -Si, tío. Venga, a ver qué te dice. Sin pensármelo dos veces, caminé hasta donde me indicaron mis amigos. Allí había un hombre de mediana edad, con el pelo gris oscuro, signo de que la edad empezaba a hacer mella en él. Era un hombre muy alto, de unos dos metros, pero emanaba confianza por cada poro de su piel, llevaba unas gafas rectangulares que lo hacían parecer un erudito. -Hola-dije, ya que tenía la nariz enterrada en unos apuntes y no me había visto. El hombre no se volvió inmediatamente, sino que anotó una cosa en su andrajoso cuaderno, lo cerró, posteriormente, y fue entonces cuando se volvió. -Hola-dijo el hombre. -Me ha dicho que quiere fichar a Gabriel


Tierno-dije ocultando que soy quien soy. -Por ahora, solo le quiero ver. Si le ficho o no depende del resultado de este partido. -¿Para qué equipo trabaja?-ya no me pude aguantar más. -Eso no creo que te deba importar-dijo, siempre con un tono cariñoso y amigable. -Pues yo creo que lo mínimo es saber si debo esforzarme, porque quizá no me interese la oferta-le repliqué con un tono desafiante. -Enséñame tu número-dijo solamente. Le enseño mi camiseta con el número diecinueve que me caracteriza. -Bien Gabriel-sonrío a la vez que hablaba-. Soy Petter Wrigth, ojeador de Manchester United. El alma se me cayó a los pies. Mi equipo favorito, en el que se encontraba el mejor jugador que había visto, mi modelo. Cristiano Ronaldo, fichado por el Real Madrid y recuperado por el Manchester por la cuantiosa suma de ochenta millones de euros. -Me esforzaré-prometí. Suena el pitido inicial y saco de centro. El partido era contra el Atlético de Madrid. Yo soy el capitán y delantero. A la mitad de la primera parte íbamos 0-0. Entonces pensé en Petter, cogí el balón, regateé a un defensa y pasé a Roberto, que hizo lo propio y me la devolvió. No había nadie para pasar y oí a mi entrenador diciendo que hiciese la jugada. Corrí como solo yo sabía hacerlo y rememoré a Zidane haciendo la Marsella y tiré desde fuera del área según salí del regate. Fue un tiro fuerte, sin mirar a dónde iba el balón. El campo calló, aguanto la respiración, miro el balón… Y da al poste. Me siento frustrado, pero el balón se pasea por la línea y da al otro poste, que lo reconduce hasta dentro de la portería. Había marcado. Todo el estadio rugió, a mis oídos llegaron los aplausos de mis compañeros, de padres y seguidores. Todos se tiraron encima de mí para celebrar el gol. Última recta del partido. Quedan diez minutos y seguimos ganando 1-0. Era un resultado incómodo y el rival


era peligroso. Coge el balón el delantero del equipo contrario, regatea a Jesús, el central y tira, pero David, el portero, hace una excepcional parada y lanza el balón hacia el campo contrario, donde se encuentra Héctor, quien recoge el balón y me manda un pase en largo. Todo se mueve a cámara lenta. Corro tras el balón y lo recojo, corro con él en los pies, lanzándolo hacia adelante para recogerlo después, entonces me viene a la mente una frase de Messi, jugador por el que llevo el número diecinueve: “Un buen jugador es aquel que lleva el balón pegado a los pies”. Lo estaba haciendo mal. Conduzco el balón pegándolo a mis pies, rectificando mi técnica anterior. Me voy del primer defensa en velocidad, sigo corriendo con el balón pegado a mis pies, todo se mueve a cámara lenta, hice un amago hacia un lado en el momento en que me entraba otro defensa, pero la envío hacia el otro lado de tacón, dándome un auto pase, corro un poco más y llego al área pequeña, encaro al portero, veo el hueco y empujo el balón… Hacía atrás. El portero me mira con cara de sorpresa mientras se vence, contemplando la sonrisa burlona que muestra alguien cuando ha superado a otra persona, haciendo un buen trabajo. Llega el otro delantero, Omar, el hijo del entrenador y empuja el balón. Y marca gol. El estadio entero estalla, corean mi nombre, los aficionados del equipo rival me aplauden y, entre el júbilo y la felicidad, diviso a Petter, quien me hace un gesto de aprobación. Había pasado la prueba.


Un día de perros -¡Una fuerte ovación para el figura del equipo!-grita Adrián según entramos en el vestuario. Todos comienzan a aplaudir, lo que hace que me ruborice. -Bueno chavales-dijo Adri mientras se subía a la mesa del vestuario-, yo creo que nos merecemos unas palabras del jugador más joven que va a salir de aquí. Todos empiezan a gritar algo ininteligible para el oído humano, así que decido subirme a la mesa, aunque solo sea para que se callen. -Bueno…-nunca me había pasado algo parecido, así que no sé como empezar. Espero mientras se callan todos los del vestuario-en pocas palabras, ya que no soy muy hablador… Que conoceros a todos es lo mejor que me ha pasado nunca, que sois como una familia para mí y, en fin… Bajo la cabeza. Y salto de la mesa gritando de alegría. -¿Qué os pensabais? ¿Qué me iba a poner a llorar? Todo el vestuario estalla en carcajadas y me cogen en vilo, llevándome hacia la ducha. -¡Esperad tíos! ¡Dejad que me desvista primero! -Si hombre, lo que quieres es que te sobemos estando tú en pelotas. Pues lo llevas claro-rió Roberto. Creo que no me he duchado mejor en ningún momento, antes de este. Una vez fuera del vestuario veo que Ismael y Amy estaban hablando con Petter. -… sí, yo creo que es un chico que tiene un gran futurocomenta Ismael. -Ah, ya estás aquí Gabi. Estábamos hablando con este hombre. Quiero que sepas que te vamos a apoyar en todo, aunque nos tengamos que ir al Liverpool ese-dijo Amy, poniéndome una mano en el hombro -Manchester, mamá. -Es igual, si al fin y al cabo todos son iguales-ríe Amy.


-Bueno Gabriel. Creo que te complacerá saber que si vienes estarás jugando en un equipo profesional. No en el primer equipo, pero en el segundo equipo, pueden que tiren de ti en ausencia de jugadores-dice Petter. Yo la verdad no le estoy haciendo demasiado caso, porque se me ha caído el alma a los pies al oír que voy a poder jugar en el primer equipo, que es más de lo que he llegado a hacer aquí. -Bueno, Gabriel, ¿qué dices?-me dice el ojeador mientras saca unos papeles y una pluma estilográfica, que delata el buen gusto del hombre, del bolsillo interior de su chaqueta y me los tiende, con la esperanza de que los lea y los firme, porque un jugador como yo no se encuentra a la ligera. Una semana después, me quedaban dos días para irme. Me había despedido de todos, habíamos rememorado los buenos momentos pasados, mis abuelos habían llorado, pero lo mejor estaba aún por llegar. Esta misma noche vamos a hacer una fiesta a lo grande. Alcohol, mujeres, tabaco, aunque tengo que ir pensando en despedirme de él, y el local de un amigo para desmelenarse y coger una cogorza que me duraría hasta el día de irme. Mientras esperamos ese momento, vamos a jugar un partido callejero contra un grupito de sudamericanos que están en el parque donde siempre jugamos nosotros. Somos cinco, los justos para jugar un fútbol sala, que es como llamamos a los partidos entre amigos. Mi equipo lo formamos Jorge, Adrián, Miguel, Roberto y yo. -Venga chavales un partido-dice Roberto, ya que la timidez no es uno de sus defectos. -Hecho blanquitos-nos responde uno. Mientras nos colocamos en el campo tanteo el terreno, cierro los ojos, siento el campo, olfateo el aire, hay un fresco aroma a flores en el ambiente, la pista está caliente, con lo que las zapatillas tendrán mejor adherencia al campo, se oye el suave repiqueteo de un pájaro persiguiendo un gusano por un árbol y el sonido de las crías gritando para que su comida llegue pronto, porque empiezan a sentir la llamada de su


estómago. El portero estará más atento por ese lado que por el contrario. El balón se pone en movimiento y empieza la magia. Todo se mueve en imágenes, rodadas a una velocidad más lenta de lo habitual. El balón se mueve de un lado a otro, sin que el otro equipo pueda olerlo siquiera, entre ceja y ceja solo tenemos una cosa, la portería. Gol, ha sido fácil, solo tenía que driblar a unos pocos contrarios y pasar, para volver a recibirlo y marcar, al lado contrario donde estaba el ruido de los pájaros, ya que uno se distrae oyendo cualquier ruido. Sacan ellos y se la quita Adrián, me la pasa y todos se paran. -Dejadle, si es tan malo como su madre, no será ningún problema-dijo un colombiano joven, mientras se ríe de su propia broma. Me paro, me doy la vuelta y me pongo en el borde de mi área, paso el balón a Roberto, que sonríe y mira al que se ha burlado de mí. -Te vas a cagar, sudaca de mierda-masculló siniestramente. Me la vuelve a pasar y tiro con todas mis fuerzas, pero el disparo deja mucho que desear, ni siquiera va a puerta. -Si ya os o dije… El balón hace una parábola extraña y le golpea fuertemente en plena cara. Despacio, voy hacia él, que está en el suelo, sangrando por la nariz, me agacho y cojo el balón, para irme. -Malo, ¿no?-me burlo de él. -Estás muerto blanquito. Se levanta y me coge de la camiseta, pero Miguel le agarra y le empuja. -Déjale-le dice Miguel. Haciendo caso omiso a la amenaza, llama a sus compañeros de equipo y a tres más que hay fuera del campo y se dirigen hacia nosotros. -Nunca aprenderán-dice Jorge. Todos nos empezamos a reír. El del balonazo viene a por mí, así que único que tengo


que hacer es apartarme y hacerle una llave de judo, y el hombre prueba el suelo, perdiendo el conocimiento y un par de dientes. La pelea es brutal, se golpea sin cuartel, a ciegas y esperando no dar a los de tu bando, todos salvo Jorge, que fue ir a dar al primero y recibir una patada en la rodilla, así que decide apoyarnos solo moralmente, al final acabamos hechos un serón, pero los contrincantes, que son todo menos dignos también han aprendido, más incluso que nosotros. Valla día. -¿Nos vamos a Príncipe Pío? Es que tengo que comprar unas cosas para esta noche, que me ha pedido mi madre a cambio de dejarme el local-propone Adrián. -Claro tío, yo a mi casa no voy con esta cara-dice Jorge. -Si, no sea que te la pises, que no has hecho nada, te has quedado mirando, es que pareces tonto-le reprocha Roberto. Vamos en metro, que no tenemos cuerpo de andar, se avería el metro y como iba para 4 horas, nos tenemos que bajar a las vías e ir andando. Vaya día. Acabamos de llegar, todo rebosa de vida. Madres con sus niños, chicos con sus chicas, y lo mejor, chicas solas. -Eh Gabriel, mira a esa rubia-me susurra Roberto. -Joder tío, está mortal-le digo, intentando que no se me cayese la baba. -Van diez pavos, si te sales por la puerta con ella-me dice Jorge sacando el dinero. -Los veo-dice Miguel, sacando otros diez. Todos los sacan y me los enseñan. -Gracias por el dinero. Me dirijo hacia ella, me mira y sonríe. La tengo en el bote. -Hola-digo. -Hola-me responde. -Mmm… ¿Te has fijado en mis amigos?-la pregunto. -Sí-me responde mientras los observa de nuevo. -Pues olvídalos, fíjate en mí, bajo estos moratones hay una bonita cara-la digo, esperando su respuesta. -Veo que la modestia no es tu fuerte-sonríe-, pero he de reconocer que sí es verdad, eres bastante guapo.


-Esta noche uno de esos da una fiesta. Vente y nos conocemos mejor. -Lo tengo que preguntar, pero quizá sea que sí-dice, con un tono que no acierto a definir. -No deberías fiarte de desconocidos de esta forma-la digo. -Bueno, no me pareces peligroso-sonríe-. ¿Dónde es la fiesta? -Ven fuera, se ve desde aquí. -Vale. Salgo con ella y miro con cara de triunfo a mis colegas, que no salen de su asombro. Al cabo de unos pocos minutos vuelvo con ellos y no se me ocurre otra cosa que decir: -La pasta. -Tienes más suerte, jodío...-refunfuña Adrián. -Lo sé, pero he conseguido su teléfono, su nombre y que venga esta noche. Nos vamos de compras, para prepararnos para esta noche. La fiesta es genial, hay mucha gente, la música es la más novedosa, aunque hay canciones paupérrimas. -Yo creo que el fichaje de nuestro jugador estrella merece una demostración de lo que vale-dice Adrián, que iba borracho. -Si, un duelo con alguien no estaría mal-dice Jose, que va también fino. Todos comienzan a gritar, como en el vestuario y no me cabe otra que hacer lo que dicen. Me subo a una mesa y me lanzan un balón. -¿Quién se atreve a desafiarme?-desafío a los cuatro vientos. -Yo-dice Roberto. Se sube a la mesa y coge también un balón. Las reglas eran sencillas. Se tenían que hacer acrobacias con el balón y el otro imitarlas, intercalando el turno de comienzo cada vez. Gano yo. Necesito salir fuera a tomar el aire y a fumarme uno de mis últimos cigarros. Entonces veo una sombra viniendo hacia mí. Una chica rubia, con los ojos azules, que había conocido desde hace poco, ese día en concreto.


Laura. -Hola desconocido. -Hola. -¿Qué haces aquí fuera?-me pregunta-Creía que la fiesta era dentro. -Si pero no es fácil asimilar que esto se va a acabar, que no voy a volver a ver a mis amigos. -¿Por qué? -Me voy a Inglaterra, me ha fichado un equipo de allí. -Yo vivo en Inglaterra, estoy de vacaciones aquí. -Pero si hablas perfecto el español, sin acento. -Es que soy española, pero mi padre inglés, que estaba divorciado de mi madre. Mi hermano vivía con él y yo con mi madre, que es de aquí, pero mi madre murió y me tuve que ir a vivir allí. Me quedo mirando su cara. Es preciosa. No me lo pienso y la beso. Me gusta esta chica. Mientras estábamos hablando me iba poniendo piedras en la zapatilla y las iba lanzando. La última era excesivamente grande. Estaba sentado en una barandilla y al besarme con Laura casi me caigo para atrás, con lo que mi pié sirvió a modo de catapulta y la piedra salió disparada y fue a dar a un vagabundo, que no era mala persona y a menudo le dábamos comida. -¿Quién ha sido?-dice una voz que sonaba a borracho. Nadie le respondió. -¡Que quién ha sido!-repite. -Juan, basta, estás borracho-le digo. -Gabi, tú siempre me has tratado bien, pero sé que es porque te doy pena-¡Yo no le doy pena a nadie! ¡Te odio! Viene hacia mí. No le quiero hacer daño, pero corre hacia mí esgrimiendo una jeringuilla y me la clava en el brazo, pero como está bebido no para de correr y tropieza con la barandilla y cae al rió, desde una caída de treinta metros. Caigo al suelo, Laura viene hacia mí para ver que tal estoy. Miro el pinchazo de mi brazo. -Estoy bien, gracias. Vaya día.


Una vida nueva -Me estoy mareando Amy-la digo Ya estamos en el avión, llevamos una hora volando y mi estado físico ha ido empeorando a medida de que íbamos avanzando. -¿Quieres vomitar?-me pregunta Amy con tono preocupado. -Por ahora no, pero dentro de un tiempo no te diría yo que no. -Eres un nenaza Gabriel, ¿cuando estés en un estadio con cien mil personas abucheándote, llamándote malo y cabrón que vas a hacer? ¿Llorar?-se ríe Ismael. -Meteré un gol y les diré que me besen el culo-acerté a responder antes de irme corriendo a vomitar. Una vez de vuelta me siento, rezando para que acabe de una vez este maldito viaje. El avión aterriza y creo que la cabeza me va a estallar, ya sea por la presión o por el mareo que llevo acarreando desde que salí del aeropuerto de España. -Esto es Inglaterra-me dice Ismael. -No me digas, yo pensaba que estábamos en la Antártida- digo, sujetándome a una barandilla para no ir derecho al suelo. -Compórtate, Gabi-me dice Amy. -Si, mamá. Ya en el interior del aeropuerto nos dirigimos hacia la puerta, para coger un taxi hacia el hotel. Había un hombre vestido de negro, con una gorra de conductor, también negra, con un cartel que rezaba en grande: TIERNO -Mira mamá, ese se apellida como yo-le digo a Amy. -No, Gabi. Es un coger, nos llevará a nuestra nueva casa. -Joder qué calidad-digo sorprendido. Ismael va a hablar con el coger, pero el resultado es horroroso. -Eh… jellou, mi namme es Ismael a… a… y… -Por favor señor, cállese. Sé hablar seis idiomas, entre ellos el español-le dice el hombre. -Ah, perdón-dice Ismael, mientras un color rosado intenso le


subía a las mejillas. -Soy Gregory, el hermano de Petter, y voy a ser su chófer durante su estancia en Inglaterra. -De acuerdo-dice Amy. Sin mediar palabra alguna se da media vuelta y se encamina hacia un Mercedes negro, que debía valer el sueldo de mi primo de un año. Nos abre la puerta del maletero y mete el equipaje en su interior. Posteriormente, se mete en la parte del conductor y espera a que nos montemos. -Bienvenidos a nuestra nueva vida-les digo. Llegamos a nuestra casa. Un chalet, con una bonita fachada, un jardín que bien podría ser los bosques de Canadá, una piscina y un olor a hogar que emanaba por cada grieta de las piedras. -Mañana te vendré a buscar a las 10. Irás a entrenar tras haberte hecho el reconocimiento médico. Mi semblante cambia a serio. -¿Es bueno el médico?-pregunto. -De los mejores de Inglaterra-responde Gregory. -O sea, que no será muy bueno…-masculla Ismael. -Perdón, ¿como dice?-salta Greg. -No nada. -Como te iba a decir, muchacho, es uno de los mejores de Inglaterra, se llama Larry Deep-dice Greg-. Si no tienen más dudas, me voy. -Si una cosa-dice Amy-. ¿Qué cenamos hoy? -Tienen una asistenta. -Vale, de acuerdo. Y otra cosa-añadió Amy-. Gabriel tiene que ir al colegio, no va a faltar, y nosotros tendríamos que aprender a hablar inglés. -Veré qué puedo hacer. -Gracias. Gregory de fue y nos dejó solos, con la llave en la mano, para dar inicio a una nueva vida. Según entramos, nos viene un apetecible olor a comida inglesa y se nos hace la boca agua. -Hola…-grita Ismael con la esperanza de que alguien respondiese. -Si… hola-una señora rechoncha, baja y con el pelo recogido


en un moño salió de la cocina para darnos la bienvenida. Daba un aire acogedor a la casa, tenía un aire de confianza y de trabajadora que se encontraba en pocas personas. -Me llamo Lourleen y soy la asistenta. -Hola-se adelantó Amy-. Yo me llamo Amanda Gomes, pero me puedes llamar Amy. Este es mi marido, Ismael y este la estrella de la casa, nuestro primo Gabriel. -Si, señora. -No nos tienes que tratar como a tus jefes, sino como a tus amigos-dice Ismael. -Sí, señor. -Ismael, por favor. -Sí, señor Ismael-dice Lourleen-. Por favor, vengan a cenar. La noche ha sido mala. Me ha costado dormir, creo que porque estaba nervioso por la prueba médica. Mi prima se extrañó de que me asustase la prueba, pero mi primo lo comprendió a la primera. El tabaco. Quizá no me dejasen jugar por tener unos pulmones no aptos para jugar profesionalmente, ya que estarán en parte ocupados por humo. Estoy desayunando, cuando suena el timbre, Lourleen va a abrir y aparece Greg tras la puerta. -Ey, ¿qué pasa Greg?-le digo. -No me pasa nada, ¿por qué preguntas? -No, hombre. Eso es como decir hola. -Entiendo-dice pensativo-. Bueno señorito, ¿está listo? -¿Para qué? -Para ir al reconocimiento y a entrenar-me dice, mirándome como si fuese tonto. -Ay Dios mío, se me había olvidado… Gregory me mira con cara de psicótico, como pensando que me va a matar. -Es coña, no se me ha olvidado. Ya en el coche “fúnebre”, de camino al campo de entrenamiento puse un CD, el de Evanescence. -Ese grupo de música le gusta mucho a mi sobrina. -¿A la hija de Petter?-pregunto extrañado.


-Sí. -Yo creía que no tenía hijos, por lo seco que es y esas cosas. -Pues sí-dijo, animándose-. Una hija pequeña, de tu edad más o menos y un hijo del Manchester, por eso el es ojeador. -¿Es el padre de un jugador del Manchester? -Sí. -Pero, ¿del primer equipo? -En efecto. -No jodas, ¿y quién es? -Alan Smith. Casi me da un paro cardíaco, Alan Smith me encantaba, le seguí desde que entró en el Manchester, porque me atraía su juego. -Espera, espera. ¿Petter es el padre de Alan Smith? -Sí. -Jo, que cosas. Y tu sobrina, ¿está buena?-dije para cambiar de tema. -Es guapa, si a eso te refieres. -¿Cómo es? -Pues se parece mucho a su madre, era española, y ella también nació allí. -¿Murió? -Así es. -Lo siento. Yo conozco a una chica cuya madre era española. También murió, su padre es inglés y su hermano también. Se llama Laura. Gregory se echó a reír. -¿Qué pasa, macho? -Ya lo verás. Llegamos al entrenamiento. Estoy nervioso, pero tenía un plan secundario, por si acaso se oponía a que jugase. Vemos a mi equipo, pero pasamos de largo, directos a la enfermería, pero Gregory se queda fuera. -¿No vienes? -Tengo una cosa que hacer. Y se marcha. Yo entro en el despacho del doctor. -Bienvenido, Gabriel. Un señor sorprendentemente joven, pero con una


extraña cara de querer hacer lo que más le conviniese a él se presentó. -Larry Deep para servirte. -Hola. -Las pruebas son cortas. Un análisis de sangre. -Me dan miedo las agujas. -Pues me temo que hay que hacerlo. Siéntate. Tardaré un minuto. Eso fue lo que tardó. -Vete a entrenar, después del entrenamiento te digo los resultados. -Espere, señor Deep-digo mientras saco un fajo enorme de billetes que me había dado mi primo- que sea comprensivo y bondadoso. -Eso está hecho. Fuera. Ha sido un alivio, me ha tocado el único médico corrupto de Inglaterra. Y a voy a presentarme al entrenador. En el campo de al lado esta entrenando el primer equipo, y acabo de ver a Cristiano Ronaldo y al sobrino de Gregory. -Hola, me llamo Gabriel. -¿Tierno? -Sí, también. -Vístete, que empiezas. En ese momento vi que venía un balón del primer equipo y fui a por él. El portero, llamado Keny Richars me dijo algo en inglés, que no entendí demasiado bien, pero si entendí algo de enano de mierda, y eso no es bueno. Así que elevo un poquito el balón y sin ángulo le meto gol. El portero se queda anonadado, pero yo sigo mi camino. -Tú. Una voz me llama y me giro. El entrenador del primer equipo me ve y me llama. Yo acudo, muy nervioso, con un nudo en la garganta, o al menos esperaba que eso fuese un nudo. -Vístete, entrenas con nosotros. -No sé cual es el vestuario.


-Yo se lo enseñaré-dice una voz con acento portugués. Me giro y le veo. Mi jugador favorito, Cristiano Ronaldo. -De acuerdo, Cristiano, pero no tardéis. -Sígueme… -Gabriel, pero muchos me llaman Tierno. -Gabriel. Me lleva al vestuario y me da ropa. Me cambio. Mientras tanto Cristiano pregunta. -Dime Gabriel, ¿Cuántos años tienes? -Quince -Eres muy joven, pero veo que calidad no te falta. -Gracias-no sabía muy bien qué decir. -Yo te ayudaré a que no se pasen contigo, me caes bien. -Gracias. Le acabo de conocer, pero ya le tengo cariño. Una vez acabado el entrenamiento voy con Gregory, que está hablando con Alan. -Hola chaval-me dice Alan. -Hola Alan. -Veo que ya os conocéis-dice Greg. -Este chico es un crack. -Gracias, lo sé-y nos echamos a reír. -Veo que tu modestia no ha mejorado mucho. Una voz familiar llega a mis oídos, me giro y veo a alguien… Laura. Corre hacia mí y me da un gran abrazo. -Así que eres la hermana de Alan. Interesante. -Si y… -Tierno Deep aparece y me coge, me lleva a un lugar apartado y me dice. -Tú me has pagado y no diré nada, pero tienes sida. Me siento como si un bloque de hormigón hubiese caído sobre mí y me echo a llorar. Simplemente a llorar.


Una muerte muy viva Tengo un problema. Es muy sencillo para los que sean ajenos a él, pero para mí no. Tengo sida. Si lo publico para buscar una cura no podré jugar al fútbol, no podré ser famoso y mi sueño será solamente eso, un sueño. Pero por otro lado si no lo digo, me muero. Es una decisión difícil. Solo se de una persona en quién pueda confiar para esto, bueno, dos, pero una se encuentra a tres o cuatro países de distancia. Tengo que decírselo a Laura. Hoy es sábado, va a ser mi primer partido con el primer equipo, debería estar nervioso, pero no lo estoy, al menos no noto nada que me diga que debería estarlo. Tumbado en la cama veo pasar el tiempo, son las diez de la mañana, pero no tengo tiempo como para perderlo haciendo nada. Tengo que llamar a Laura, tengo que decírselo, aunque se que es lo que va a decirme, necesito decírselo a alguien. De repente noto un molesto ruido y una potente luz peleando con mis párpados por dañarme los ojos. Va a resultar que sí estaba dormido y que todos los pensamientos que creía reales eran un sueño, pero veo el pinchazo en mi brazo y de repente se que todo es cierto, que me estoy muriendo, y si no, poco me falta. -Gabi, despierta, que son las doce ya-dice Amy mientras se tira encima de mí en mi cama para hacerme cosquillas, como hace siempre que me viene a despertar ella. Amy es como si fuese mi madre, pero ahora recapacito. No es mucho mayor que yo. Tiene diecinueve años y yo quince. Bien podría ser mi novia. Como mi boca me pierde, se lo digo y me da un almohadazo, pero me lo tomo bien y nos reímos juntos. -Amy, voy a llamar a Laura-ya se lo había contado todo, ya que tenía confianza con ella-, me apetece ir a conocer la ciudad. -Vale, como quieras. Llamo a Laura. Me coge el teléfono Alan. Ya llevamos


dos meses aquí, por lo que domino bastante bien el inglés, gracias a Lourleen, que nos da clases intensivas todas las tardes. -Hola Alan, soy Gabi. -Hombre chaval, ¿que tal? -Muy bien, gracias. ¿Está tu hermana? -Si, ahora te la paso. ¿Te gusta? -Alan, es mi novia. -Ah, es verdad-los dos reímos, Alan me cae bien-. Bueno campeón, te la paso, hasta esta tarde. -Hasta ahora. Suenan los ruidos típicos del teléfono al ser pasado de mano, entonces suena una voz diciendo: -En este momento Laura no está en casa, intente más tarde. Y cuelgo. Se que es broma, pero, esto también. Suena el teléfono y lo cojo. -¿Por qué me cuelgas, idiota? -Creía que no estabas. -Era broma. -Lo sé, esto también. -Bueno, ¿qué quieres? -¿Te apetece ir a dar una vuelta? -¿Ahora? -Correcto. Y te invito a comer. Tengo que hablar contigo. -De acuerdo. -¿Te paso a buscar en media hora? -No hace falta. En ese preciso momento suena el timbre y voy a abrir. -¿Qué haces aquí? -Tengo inalámbrico. -Vamos. En ese momento sale Amy de mi habitación y se dirige a la puerta. -Gabi, espera-me dice. -Dime mamá. Se queda mirando la carretera y de repente dice: -Tengo una sorpresa para ti. Aparece Greg, pero no sé a qué viene. Se para enfrente de mi casa y de la parte de atrás sale Roberto.


La incredulidad recorre cada centímetro de mi cuerpo y corro a abrazarlo. -¿Qué haces aquí?-le pregunto. -En España es puente, diez días, así que me he propuesto venir a joderte un poco. -Pasa y deja el equipaje. Le da un beso a mi prima, deja el equipaje y se prepara para irse, le da un beso a Laura y nos vamos. Mientras comemos les cuento a mis amigos lo que me pasa, ambos dejan de comer en el acto. -¿Cómo puedes siquiera plantearte que elección coger? ¿Eres tonto?-exclama Laura-A la mierda el fútbol, en otra cosa tendrás oportunidad de triunfar. -No lo entiendes-alego-. Es mi sueño. -¿También sueñas con morir con quince años?-dice Laura, mientras dos lágrimas recorrían sus mejillas. Y sin ton ni son salió del restaurante, al puente que había en frente y se puso a sollozar. -Voy a hablar con ella-me dice Roberto. Sale y se sitúa junto a ella, están hablando un rato y al final entran. -Gabi, juega esta temporada, hazte famoso, pero la siguiente no lo hagas-me dice Roberto, con la seriedad dibujada en su rostro. -De acuerdo. Esta noche es mi gran partido inaugural, no salgo de titular, pero ya solo estar en el primer equipo con quince años. Todos los jugadores estaban bastante en desacuerdo con esto, yo soy muy joven y no querían que una responsabilidad tan grande estuviese sobre mis hombros, pero todos los delanteros reservas estaban lesionados y mejor que nada, yo. Estoy aislado en el banquillo. No me caen bien casi ninguno de mis compañeros, salvo Cristiano, aunque ahora estoy enfadado con él, por decir que no estoy preparado sin ni siquiera haberme visto, y Alan, pero ambos juegan de principio. El partido transcurre empate a cero toda la primera parte, pero en el inicio de la segunda metemos un gol, yo me alegro, pero preferiría estar celebrándolo en el campo.


En el minuto setenta todavía no he salido, seguimos ganando por uno, pero el siguiente cambio ya está preparado, Jason Black, es defensa y es el último cambio que queda. Alan me mira y ve mi cara y se pone serio repentinamente. Va a entrar a un jugador y de repente cae al suelo. No hay más delanteros y pide el cambio. -Tierno, sal-me dice el entrenador. Todo el mundo aplaude, llevo el nueve a la espalda y voy a debutar con quince años en la Premier. Alan va cojeando hasta la banda, se sienta y cunado ya está hecho el cambio, se pone de pie y va andando como si nada al banquillo. Lo ha fingido para que jugase yo. No le defraudaré, es el único que confía en mí. Cuando paso al lado de Cristiano me dice: -Demuéstrame lo que vales niño. Y se pone en movimiento el partido. Llevo jugando cinco minutos y no he tocado balón por el defensa, que es demasiado persistente. En una jugada cojo el balón, hago una pared con Harris, el otro delantero, regateo a un jugador y el central me da una patada, tirándome al suelo. -Cuidado, no te hagas daño-dice en tono sarcástico. Ese va a saber lo que es bueno, tiene el balón y va a pasar, es la mía, meto la pierna y le doy una patada cuando apoya el pie, suena un desagradable sonido, el jugador se retuerce de dolor en el suelo y me sacan amarilla. Me agacho para disimular preocupación y le digo al oído: -Cuidado no te hagas daño, capullo. Se retira y el otro equipo se queda con diez. Al pasar al lado de Cristiano me dice: -Bien hecho, niño. En el minuto ochenta y siente me pasa el balón Tomas, un medio, se la paso a Harris, que regatea a un jugador y pasa a Cristiano, que me da un pase entre dos jugadores para dejarme frente al portero. El césped va rápido y el balón se me adelanta un poco, el portero sale, pero no puedo dejar de desaprovechar esta oportunidad. Estiro el pie, piso el balón y le hago la ruleta


al portero, para meterme con el balón en la portería. Todo el público estalla. Se corea el nombre Tierno por doquier. Cojo el balón y se lo dedico a Alan, que gracias a él lo he conseguido. A la salida veo a un periodista que se va con Alan, lo cual me parece raro, pero confío en él, así que no pasa nada. Pero de todos modos, les sigo para verlo. -Hola, soy Fry Jameson, trabajo en el Advise, me gustaría exponerte mi opinión de Tierno y que me dieses la tuya. -De acuerdo. El tío, después de presentarse, le empieza a hacer preguntas a Alan, preguntas que son ininteligibles. La cara de Alan es la de alguien que acepta algo porque no tiene más remedio o, simplemente, por no hacer un feo al periodista. Piensa en que decir para darle lo que quiere y quedar bien a la vez, es un chico listo, la prensa hace milagros o te arruina la carrera. -Bueno Smith, el reportaje ha quedado más o menos así-le dice el hombre.


Tierno, ¿un niño o un mago? Los buenos jugadores siempre han brillado por empezar de jóvenes, pero hay un chico que se lo ha tomado al pie de la letra, con quince año a revolucionado el fútbol inglés. Alan Smith nos cuenta como es convivir con este pequeño genio. Jugar con Gabriel es una cosa muy gratificante, no solo porque es un genio, sino porque te da gusto aprender de una persona como él, tanto en lo futbolístico como en lo personal. Yo he visto a ese chico hacer cosas con el balón, las cuales no había visto ver hacer ni a Cristiano, y eso que va a mi equipo desde hace mucho y le e visto hacer grandes cosas. Cuando le vi, me pareció un chico simpático, que se esforzaba en conseguir sus propósitos. Ha abandonado su país para venir a hacer lo que el más ama, jugar al fútbol.

Yo disfruto mucho jugando con él, porque es una chico al que prácticamente considero de mi familia, al cual tengo mucho aprecio y nunca me acuesto sin haber aprendido algo nuevo de él. Aparte, es un chico entregado, puesto que ha aprendido a hablar inglés en tan sólo dos meses y con una notable fluidez, me permito añadir. Y me permito anunciar, con lo que más orgulloso estoy, que es un miembro más de mi familia, ya que mi hermana y él mantienen una relación, que yo considero muy buena. Fry Jameson, The Advise 2010



El tiempo pasa, juego mĂĄs en mi equipo, tanto que me he convertido en imprescindible, juego todos los partidos, la gente confĂ­a en mĂ­ y me han nombrado el mejor jugador joven del mundo.


Una oportunidad como ninguna El teléfono está sonando, no se quien es, pero quiero que alguien lo coja. Por fin lo coge alguien, creo que es Lourleen, por la voz, pero con el estado de sueño que tengo, no me extrañaría nada que fuese Ismael. -¡Gabriel, es para ti! Mierda. -Voy-cojo el teléfono sin mucho ánimo-. ¿Diga? -¿Gabriel?-dice una voz que me resultaba familiar. -Si, ¿quién es? -Soy Vicente Vázquez, seleccionador de España. El corazón se me salió del pecho. -Fernando Torres se ha roto una pierna al intentar hacer una bicicleta y he pensado en darte una oportunidad. Tengo más jugadores más experimentados, pero pienso que te lo has ganado. ¿Qué me dices? -¿Cuándo y dónde? Bajo las escaleras corriendo, me tropiezo con el perro que compramos el mes pasado y bajo los cinco escalones rodando, pero me da igual. -Hijo, ¿que te pasa?-me dice Lourleen. -Me han convocado para la selección española. La grande. -Enhorabuena. -Gracias. Amy… -En la cocina-dice leyéndome el pensamiento. -Gracias. Ya enterados de la noticia todos los miembros de mi familia me preparo para partir hacia Madrid. Iré una semana antes para ver a mis amigos, ya que he finalizado la temporada. Llamo a Laura para darle la noticia y me dice que no está muy segura. Su falta de confianza en mí me abruma un poco, pero me da igual. Llamo a Roberto y le digo la noticia, de paso aprovecho para avisarle. Me dice que piensa que soy demasiado joven para ir al primer equipo de la selección.


¿Qué pasa? ¿Nadie confía en mí? Ya estoy de vuelta a España. Tengo ganas de ver a mis antiguos amigos, que espero todavía sigan siéndolo. Odio los aviones. Cuando llego al aeropuerto están todos mis amigos esperándome en la pista de aterrizaje, junto con un montón de fans que han venido a verme, normal. Soy tan guapo. La noche siguiente me preparan una cena en el local de Adrián. Ha cambiado mucho, Adrián, me refiero, no el local. Está hecho un armario, fuerte, robusto y de buen porte, eso sí, tan feo como siempre. Jorge sigue igual. Gorda, feo, pero el tío se lleva a todas las chicas. No lo entiendo. La fiesta es fenomenal, mi objetivo esta noche es pillarme una cogorza que no me pueda levantar. -Oye Adri. ¿Qué le pasó a Juan, el vagabundo de aquí al lado?pregunto. -Murió. Se calló al río desde aquí arriba. Al parecer iba borracho, tropezó y calló de espaldas. El sólo impacto con el agua le mataría, pero como si no fuese suficiente, se golpeó con todos los salientes del puente antes de impactar con el agua. Pobre hombre. No era mala persona. -Si… Llega el día de mi partida. Todos mis amigos me despiden, los veinte íntimos que somos y entonces se me ocurre una idea. -¿Por qué no os venís todos a verme? -Estás loco, no tenemos dinero. -Os lo pago yo. Gano tanto de futbolista que no sé que hacer con él. -¿Estás seguro? -Que sí Roberto. Toma. Mi número de cuenta. Gástate lo justo. No quiero despilfarros. -De acuerdo. -Mira, mejor te doy un talón. ¿Con seis mil pavos tendréis suficiente? -Sí. -Pues a eso. Las entradas las consigo yo. Lleva a veinte, solo. Venga adiós.


Abrazo a Roberto y me dispongo a irme a África. Menudo viaje me espera Una vez allí, el clima me sienta fatal. Con el sida no tardaría mucho en coger una enfermedad y palmarla, pero merecerá la pena la eterna gloria. Hago el encuentro con el equipo y me voy al hotel. Necesito descansar, aunque los mosquitos y el calor no me dejan hacerlo demasiado bien. De pronto suena la puerta. Laura y Alan. -¿Qué hacéis aquí? -Hemos venido a verte. Y ver que tal estás. -Pues no te digo que bien, Alan porque te mentiría. -¿Qué te pasa amor?-me dice Laura. -Es el clima, me está matando. -Es el sida, Eso te está matando-me dice Alan muy serio. -¿Cómo lo…?-me giro hacia Laura. -Laura… -Se me escapó. No lo sabe nadie más. -Sobreviviré. Después dejaré el fútbol e iré al médico. -Si llegas…-de lamenta Alan.


Fantasía o realidad En el primer partido me toca chupar banquillo. Nunca pensé que pudiera saber tan amargo. -Alégrate Gabriel. Eres el jugador más joven que ha sido convocado para un mundial, eso me honraría-me dice Sánchez. -Pues a mí no. Yo quiero jugar-le respondo. Acaba el partido y todavía sigo pegado al banquillo. Hemos ganado, pero si no has ayudado no tiene gracia celebrar la victoria, porque me sabe como la peor de las derrotas. El siguiente partido es contra Francia. Un rival muy difícil y me toca chupar banquillo otra vez. No sé para que me ha traído si no voy a jugar. En el descanso vamos perdiendo 1-0 y oigo las palabras más gratificantes que puede oír un hombre, más que: “tierra a la vista” cuando un naúfrago lleva meses perdido en el mar: -Tierno, sales. Sin mediar palabra salgo al terreno de juego. Empieza la segunda parte y no entro en juego, pero eso pronto se acaba. Me pasan el balón y pongo un centro al medio, que la lanza fuera. El nombre de Gabriel Tierno no quedará en el olvido. Se agota el tiempo. Va el central con el balón y se hace una internada por el centro, pero le sigo, recupero el balón y centro al otro delantero, que se abre y marca un bonito gol. Empate. El partido continúa y quedan escasos diez minutos. El equipo contrario saca un corner, pero el balón va directamente a las manos del portero, que no pierde el tiempo y me la pasa. Llega muy lejos, al centro del campo. Veo la silueta del defensa venir por detrás de mí, así que cuando cae el balón, le meto el pie por debajo para que siga su recorrido por encima del defensa, luego me voy en velocidad del otro que queda y hago una vaselina al portero y… Gol. Todo el estadio se pone de pie. Aplauden el nombre del


gran Gabriel Tierno. Pero algo me pasa, las pulsaciones del corazón no se me tranquilizan, me cuesta respirar, me siento mareado… Pero se me pasa, aunque se que eso no es buena señal. Minuto ochenta y ocho. Todo nuestro equipo defendiendo, yo incluido. Francia saca un corner, que se hace un lío en nuestra área. Llega el delantero, la pega fuerte, el portero está vencido, así que me tiro en plancha y la paro, pero con la mano. El estadio entero se calla y luego, comienza a reír. Esa acción me cuesta la expulsión, pero da una esperanza a mi equipo, ya que este partido o se gana o no nos podemos despedir del Mundial. Todos expectantes, aguantando la respiración. Nuestro portero tranquilo. El lanzador nervioso. Si falla se van a casa, si no, tienen posibilidades de seguir, pero nosotros no. Levanta la cabeza, empieza a correr, tira…, pero hay un agujero en el punto de penalti, con el que no calcula y le da por la zona del agujero, lo que hace que el balón vaya alto, muy alto, fuera. Y pita el final del encuentro. Todos se dirigen hacia mí, me abrazan, me alzan en vilo y me recorren el campo. Me toca dar testimonio frente al jurado del Mundial por haber parado el gol con la mano. -¿Por qué lo hiciste?-la presidenta va al grano. -Para dar una oportunidad a mi equipo. -Pero avistaste un gol, eliminaste a un equipo. -No, señora. Lo eliminó el que lanzó el penalti. -Has cometido una falta muy grave, por eso no tenemos otra opción que dejarte jugar nada más que la final, si es que tu equipo llega-dictamina la presidenta. -Me parece justo. Yo dije que iba a dejar huella en este mundial, pero no dije de qué forma. Seguro que todo el mundo me recuerda, como recuerdan a Maradona por meter un gol con la mano. Pero como él era un grande a él no le penalizaron, es más, le dieron el gol válido. ¡Ustedes se creen que porque soy un niño pueden abusar de mí, maldita sea, y no es así, no es…


Me falta la respiración, noto que el corazón me acelera, que el exceso de sangre me riega el cerebro, que me adormece, que pierdo el sentido… No puedo perderlo, me harán reconocimientos y me dictaminarán el sida y no podré jugar la final, si es que llega mi equipo. Me repongo, a duras penas. -¿Estás bien muchacho?-me pregunta un miembro del jurado. -Sí, sólo estoy cansado.


Una leyenda en nuestros corazones No sé como, pero mi equipo ha llegado a la final y voy a poder jugar, eso sí, me encuentro fatal, tengo taquicardias por el tiempo y el clima y no puedo respirar demasiado bien, ¿pero quién va a jugar más de una final, teniendo sida? El día de la final el estadio estaba lleno. Doscientas mil plazas habían sido preparadas para ver esta final. No quiero ser presumido, pero seguro que es para ver al niño que ha jugado el mundial. Hoy es mi cumpleaños, pero solo se han acordado mis primos, mis amigos y Alan, que por cierto, juego la final contra él. Ya dispuestos para escuchar el himno nacional de cada país un hombre dice por el micrófono un pequeño discurso: “Hoy es un día muy especial, ya que vamos a disputar un encuentro que nunca se había dado, ya que Inglaterra y España nunca se habían enfrentado en un partido de la final del mundo, ya que España es debutante en un a plaza tan alta del mundial. Pero también es un orgullo para este Mundial poder haber disfrutado de la presencia del jugador estrella más joven del año y que digo, de la historia, que además hoy cumple años. Un fuerte aplauso para Gabriel Tierno. Por cierto, me han dicho que está hecho todo un poeta, pedidle unos versos.” Todos estallan a aplaudir. La gente corea mi nombre, y… Cantan el cumpleaños feliz. Pues mira, se ha acordado más gente de lo que pensaba. -Bueno, solo quiero decir, que ha sido un honor ser el más de algo y me alegra que haya sido en el fútbol, porque yo tenía un sueño, un sueño llamado fama, pero no se puede comprar con el placer de ver doscientas mil caras sonriendo, esperando a que diga estas palabras y os lo digo así. Gane quien gane, espero que disfrutéis y que luchéis por lo que amáis, pero que será más fácil si tenéis a alguien a vuestro lado. Mis primos


han cuidado de mi, han abandonado España para que yo jugase, mis amigos han venido desde España para verme jugar, pero a quien más agradecido quiero estar es a ese hombre-y señalo a Alan-, porque el fue el primero en confiar en mi y darme una oportunidad. Gracias. Nadie habla ni una sola palabra. Entonces Alan empieza a aplaudir y todo el mundo le sigue. -…que recite, que recite-corea todo el mundo. -Un poco sólo-digo Me dispongo a empezar: “Alzar la mirada, mirar al ocaso, ahogar 10000 lágrimas dentro de un vaso y atreverme a dar ese paso con valor de payaso…” -Al final del partido tendréis más. Ya se acaban las patrañas y comienza el partido. El regalo de mi entrenador es jugar todo el partido entero. Comenzamos tocando el balón, despacio, sin prisa, para aburrirles y que se precipiten, dejando desprevenida la defensa. Pero luego empezamos a atacar sin tregua la otra portería. El otro equipo también es duro. Tiene buenos jugadores. Termina la primera parte. El marcador va empate a cero. Me encuentro francamente mal. Ayer me compré un inhalador para asmáticos para que me ayudase a respirar mejor, pero no funciona, me mareo, siento que se me va la cabeza, pero es sólo este partido, nada más. La segunda parte va por su cenit y sigue el mismo resultado, pero yo no me rindo, no dejo de atacar la otra portería una y otra vez, siento que el corazón me va a estallar, que no puedo más, que me debería rendirme, pero no. Es mi último partido. Acaba el tiempo legal y el marcador sigue inamovible. Me tiro al suelo, porque no puedo respirar, no me puedo tener en pie, no soy yo. Alan viene hacia mí y me dice: -¿Merece la pena morir por un sueño? -Sí, la merece.


-¡Maldita sea Gabi, eres un niño! ¡Ya has agradado al mundo, déjalo ya, por favor, por favor! -Gracias. Me levanto y me pongo en marcha hacia el vestuario. La primera parte de la prórroga empieza y decido sorprender con un tiro lejano, desde el inicio, desde el medio del campo. Y cual es mi sorpresa, que entra. Corro de alegría, tenemos medio Mundial ganado y por fin acabará mi tormento. La primera parte va a finalizar, pero Alan se hace una jugada individual y pasa a su compañero dejado rendido a Casillas y se produce un empate. Mierda. La segunda parte de la prórroga es tediosa y cansada, pero me dan un pase entre líneas, driblo a un contrario, paro el balón. Tres contrario me vienen a la vez así que les doy la espalda y me doy un auto pase de tacón, no dejándoles más remedio que tirarme y hacerme penalti. Último minuto de la prórroga. Cierro los ojos. Abro los sentidos. Abro los ojos y tiro. Gol. El Mundial estaba ganado, pero yo no puedo más. El final estaba dado, viene el hombre de antes del partido con el micrófono. -Nos prometiste más rimas. -Y mirándoos… a to…dos con mi tono más sincero. Mis últ… imas palabras hacia vos serán… os quiero. Me giro hacia Alan. -Gracias. Y caigo. -Chico, despierta, despierta. -Señoras, señores… Gabriel Tierno ha muerto. El estadio muere con la muerte del chico, no puede haber muerto, es demasiado fuerte, es un ganador. Pero ha muerto. Cojo el micrófono y digo: -Este niño luchó por sus sueños hasta el final, yo que soy


mayor aprendĂ­ de ĂŠl, hacedlo vosotros y honrarle. Vamos chico, ve con tus sueĂąos, te lo has ganado.

Fin


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