
Siglos XIX y XX
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Siglos XIX y XX

Siglos XIX y XX

RAÚL BURGOS
ALFRED HINRICHSEN
JOSÉ MANUEL CASTRO
(EditorEs)
Conservadurismo y Nacionalismo en Chile. Siglos XIX y XX
© Raúl Burgos / Alfred Hinrichsen / José Manuel Castro (Editores)
Primera edición, junio 2025.
Registro de Propiedad Intelectual 2025-A-4747
ISBN: 978-956-17-1177-8
Derechos Reservados
Tirada: 300 ejemplares
Impreso en Chile
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Av. Errázuriz 2930, Valparaíso info@edicionespucv.cl www.edicionespucv.cl
Dirección Editorial: David Letelier
Diseño: Alejandra Larraín
ESTE LIBRO HA SIDO SELECCIONADO EN EL CONCURSO DE PUBLICACIONES ACADÉMICAS DE LA VICERRECTORÍA ACADÉMICA
Obra licenciada bajo Creative Commons
Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/legalcode.es
9 INTRODUCCIÓN
CONSERVADURISMO Y NACIONALISMO EN CHILE:
Una reflexión más allá de la reacción
Raúl Burgos Pinto, Alfred Hinrichsen Herrera, José Manuel Castro Torres
PARTE 1
TRAYECTORIA Y DEFINICIÓN DEL CONSERVADURISMO
EN EL SIGLO XIX Y XX
33. CAPÍTULO I
CONCEPCIONES DEL CONSERVANTISMO EN CHILE
Carlos Ruiz Schneider
49. CAPÍTULO II
¿ES POSIBLE HABLAR DE CONSERVADURISMO EN LA HISTORIA DE CHILE?
Ignacio Stevenson de la Traille Tretinville
PARTE 2
EL CONSERVADURISMO Y EL NACIONALISMO DURANTE
EL SIGLO XX. Una respuesta a los desafíos de la modernidad más allá de los límites político-institucionales
91. CAPÍTULO III
EL CHILE SATÍRICO DE UN CONSERVADOR.
Jenaro Prieto, literatura y política
Cristian Garay Vera
115. CAPÍTULO IV
“¡POR LA MORAL Y LA VIDA CRISTIANA!”: Consideraciones católicas sobre la moral pública en Chile (c. 1920-1940)
Raúl Burgos Pinto
143. CAPÍTULO V
EN DEFENSA DE LA SOBERANÍA NACIONAL: El caso de la editorial Francisco de Aguirre, 1967-1978
Mario González Inostroza
169. CAPÍTULO VI
UNA “REVOLUCIÓN NACIONALISTA” EN LA ESCUELA. El proyecto educativo de la generación del centenario por medio de la Asociación de Educación Nacional, 1904-1926
Alfred Hinrichsen Herrera
205. CAPÍTULO VII
LOS INTELECTUALES DEL CENTENARIO FRENTE AL FENÓMENO DE LA EXTRANJERIDAD Y LA INMIGRACIÓN INTERNACIONAL EN CHILE
A INICIOS DEL SIGLO XX: La relación con el nacionalismo y sus nuevas representaciones sociales (1900-1925)
José Manuel Quinteros Venegas
PARTE 3
REPENSANDO LOS MARCOS ESPACIALES DEL CONSERVADURISMO Y DEL NACIONALISMO
235. CAPÍTULO VIII
ABDÓN CIFUENTES EN LOS ESTADOS UNIDOS
Gonzalo Larios Mengotti
259. CAPÍTULO IX
¿UN NUEVO MOMENTO CONCEPTUAL? Los partidos conservadores de Chile y Nueva Granada frente a la problematización del concepto ciudadanía a mediados del siglo XIX
Gabriel Páez Debia
291. CAPÍTULO X
EN DEFENSA DEL INTERÉS NACIONAL: Publicistas y redactores ante el tema de Tacna y Arica. 1901-1921
Claudio Tapia Figueroa
321. SOBRE LOS AUTORES
Raúl Burgos*
Alfred Hinrichsen**
José Manuel Castro***
Introducción
Estudiar el conservadurismo y el nacionalismo resulta ser un esfuerzo que no está exento de controversias y dificultades. A pesar de su influencia y pervivencia en la cultura política contemporánea, pareciera ser un ámbito de estudio que no ha sido explorado con el mismo entusiasmo que despiertan otras corrientes intelectuales modernas como el socialismo o el liberalismo1. Es frecuente justificar esta falta de atención esgrimiendo que tanto el conservadurismo como el nacionalismo
* Profesor asociado, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
** Investigador FAI postdoctoral, Dirección de Investigación y Doctorado, Universidad de los Andes, Chile.
*** Profesor asistente, Instituto de Historia, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad San Sebastián, Sede Bellavista, Chile.
1 Véase como ejemplo: Freeden, Michael, Fernández-Sebastián, Javier, y Leonhard, Jörn (eds.). In Search of European Liberalisms. Concepts, Languages, Ideologies. New York-Oxford, Berghahn Books, 2019; Bellamy, Richard. Rethinking Liberalism. London-New York, Pinter, 2000; Jaksić, Iván y Posada-Carbó, Eduardo. Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX. Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 2011; Adelman, Jeremy. “Liberalism and Constitutionalism in Latin America in the 19th Century”. History Compass, Vol. 12, N°6, 2014, pp. 508-516; Harris, Richard. Marxism, Socialism, And Democracy In Latin America. New York, Westview Press, 1992.
no tienen la misma densidad teórica que sus contrapartes, ya sea porque no se fundan en la reflexión de “grandes intelectuales” del peso de un Marx o un Tocqueville para el caso del nacionalismo2, o porque sus posturas no radican en verdaderas ideologías sino en reacciones contra éstas, como se señala sobre el conservadurismo3. Por consiguiente, es usual minimizar ambas corrientes como meras prácticas o actitudes políticas que buscan oponerse a los cambios propiciados por ideologías competidoras4, o como meros elementos discursivos populistas o “banales”5.
Esta interpretación parece agudizarse en el caso chileno, ya que es frecuente la identificación de ambas corrientes con figuras o movimientos situados a la derecha del espectro de partidos. Al caer este sector en “el silencio”, o aparentemente vaciarse de contenido ideológico al privilegiar doctrinas económicas y mecanismos de control institucional6, estas corrientes conservadoras y nacionalistas han quedado en desuso o huérfanas al no contar con representantes políticos actuales que permitan visibilizarlas o actualizarlas conforme a las circunstancias de su época. Por ejemplo, uno de los estudios recientes sobre la derecha chilena sugiere, desde una perspectiva intelectual, que han existido distintas corrientes influyentes en su trayectoria histórica: su variante liberal, socialcristiana y nacional-popular, todas las cuales han quedado marginadas por la variante hegemónica actual basada en “una concepción individualista del derecho de propiedad, la idea de subsidiariedad en su acepción negativa”7.
2 Anderson, Benedict. Imagined Communities. Reflections on the Origins and Spread of Nationalism. London-New York, Verso, 2016, p. 5.
3 Graham, Gordon. Politics in its place: A study of six ideologies, Oxford University Press, 1986, citado en Hamilton, Andy. “Conservatism”. The Stanford Encyclopedia of Philosophy, Spring 2020, <https://plato.stanford.edu/archives/spr2020/entries/conservatism/>.
4 “Why I’m not a Conservative”. Hayek, Friedrich A. The Constitution of Liberty. The Definitive Edition. Chicago, University of Chicago Press, 2011, pp. 517533.
5 Billig, Michael. Banal Nationalism. London, SAGE Publications, 1995.
6 Véase, por ejemplo: Mansuy, Daniel. Nos fuimos quedando en silencio. La agonía del Chile de la transición. Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2016.
7 Herrera, Hugo. La derecha en la crisis del Bicentenario. Santiago, Ediciones
Esta ambigüedad ideológica atribuida a ambas corrientes se podría rastrear a los mismos orígenes de los partidos de derecha, ya que el liberalismo fue una corriente dominante en el siglo XIX, “una iglesia amplia” que cobijaba distintas, congregaciones incluyendo, a los conservadores8. Para Gonzalo Vial, esa era “la realidad histórica de lo que fueron conservadores y liberales en Chile”, siendo “los conservadores (…) muy liberales”, y “los liberales (…) relativamente menos liberales que los conservadores”9. Además, la fusión de liberales, conservadores y nacionalistas en el Partido Nacional en 1966 hizo más difícil la distinción de cada una de estas corrientes en la experiencia política chilena. La síntesis de mediados de siglo ha llevado a ver a tales manifestaciones como parte de una sola familia política sin reparar en sus trayectorias previo a esa unión o en las décadas posteriores a dicho proceso. De tal modo, esta situación ha repercutido en una confusión entre estos conceptos y una marginalización de su estudio por parte de la historiografía, lo que ha atentado contra el entendimiento del conservadurismo y del nacionalismo en Chile como fenómenos independientes.
Por el contrario, tanto el conservadurismo como el nacionalismo poseen una rica historia que no es patrimonio exclusivo de los sectores de derecha10. Ambas llegaron a ser corrientes bastante más
Universidad Diego Portales, 2014, p. 11.
8 Collier, Simon. La Construcción de una República 1830-1865. Política e Ideas. Santiago, Ediciones Universidad Católica, 2008, p. 172; Posada-Carbó, Eduardo y Jaksic, Iván. “Shipwrecks and Survivals: Liberalism in Nineteenth-Century Latin America”, Intellectual History Review, Vol. 23, Nº4, 2013, pp. 479-498.
9 Vial, Gonzalo. “Liberalismo y Conservantismo en Chile”. Castro, José Manuel (ed.). Gonzalo Vial. Chile en el tiempo: sociedad, política y crisis. Santiago, Tanto Monta, 2021, p. 399.
10 En este sentido, Hugo Herrera es un ejemplo de las dos tendencias anteriores. En su última obra no entrega una definición acabada que distinga mayormente el conservadurismo del nacionalismo, más allá de la actitud reformista de la segunda. Por otra parte, “los tres autores de mayor envergadura en nuestra historia, Encina, Edwards y Góngora” los vincula por el rico y complejo “talante hermenéutico” que poseen, que escapan a encasillamientos en base a estas dos corrientes intelectuales, pero que constituyen el fundamento del ideario más profundo de sectores de derecha. Véase Herrera, Hugo. Pensadores peligrosos. La comprensión según Francisco Antonio Encina, Alberto Edwards y Mario Góngora. Santiago, Ediciones Universidad
transversales, influyendo tanto a nivel político como intelectual a figuras y movimientos liberales, socialcristianos, radicales, entre otros, ubicados en ambos extremos del espectro ideológico. En distintos grados, las dos movilizaron a sectores populares, mesocráticos y elites, e inspiraron los más diversos y ambiciosos proyectos reformistas en el país. Esta maleabilidad hizo que, en algunos casos, conservadores y nacionalistas defendieran posturas opuestas, como ocurrió en el plano económico entre desarrollistas, corporativistas y librecambistas o al contrastar las apreciaciones que se tenían de las clases dirigentes en el país11. La importancia que guarda la tradición como uno de los fundamentos de ambas corrientes ayuda a explicar la común interpretación que sitúa al conservadurismo y al nacionalismo como corrientes emparejadas o sinónimas. Sin embargo, la forma en que se interpreta esta tradición difiere en cada una de estas corrientes, ya que la primera se articula en torno a la idea de la prudencia política y el reconocimiento de una continuidad histórica al interior de una comunidad, mientras que la otra valora la tradición como un factor identitario que permite demostrar un origen social común entre los miembros de la comunidad.
Conservadurismo: la defensa del cambio gradual y el reconocimiento del orden social autónomo
El conservadurismo se basa en la presunción de que existe un escepticismo natural contra pretensiones revolucionarias, como tam-
Diego Portales, 2021, p. 22.
11 Véase, por ejemplo: Devés, Eduardo. “El pensamiento nacionalista en América Latina y la reivindicación de la identidad económica (1925-1945)”. Revista Historia, Nº32, 1999; Hinrichsen, Alfred. “El Nacionalismo del Partido Socialista chileno durante su primera década de existencia, 1933-1943”. Burgos, Raúl, Iglesias, Ricardo y Lanfranco, María Fernanda (eds.). Perspectivas para el estudio de Ideas y proyectos políticos en el Chile Contemporáneo. Viña del Mar, Ediciones Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, 2020, pp. 165-208; Burgos, Raúl. “Championing the Catholic Nation: Conservative Ideas in Chile, 1930s-1960s”. Tesis de Doctorado en Historia. University College London, Londres, 2020; Cristi, Renato y Ruiz, Carlos. El pensamiento conservador en Chile. Seis ensayos. Santiago, Editorial Sudamericana, 1992.
bién frente a proyectos omnicomprensivos y universalistas que usualmente omiten las características particulares del contexto histórico en el cual se implementan. El remedio ante cualquier intento de ingeniería social orientada a transformar radicalmente la realidad mediante las instituciones es lo que Edmund Burke llama la “sabiduría latente” de un pueblo12. Esta sabiduría se encuentra en la intuición personal que se alimenta de la costumbre, la cual expresa el conocimiento ancestral de la comunidad traspasado por generaciones. La tradición así entendida, es la piedra angular de la buena acción política, una que prefiere poner su confianza en diferentes pilares fundamentales, tales como la familia, la religión, las comunidades locales y las decisiones de los individuos antes que en el Estado y su aparato burocrático. Estos son los fundamentos de la “prudencia moral” que debe guiar la acción política conservadora, la que debe ser práctica y enraizada en la historia para subordinar a la “ciencia teórica” abstracta13.
Así se entiende como rasgos centrales del conservadurismo la noción de que el cambio debe producirse de forma “orgánica” y también la convicción de que el “orden social” existe más allá de la voluntad humana14. Por lo mismo, su predilección por el orden y su preocupación por la estabilidad institucional, la cual no rechaza el cambio, pero sí considera necesario que su realización ocurra de forma gradual. Al mismo tiempo, esto supone una posición reformista y mesurada en la expansión de las libertades, siempre reconociendo la virtud de las autoridades, respetando la idiosincrasia de un pueblo y la tradición de sus instituciones al momento de adaptar principios teóricos foráneos.
En la historia de Chile, Andrés Bello resume todos estos valores, y los demuestra al alabar la Constitución de 1833, la cual calificó de ser un “remedio casero a males generalmente sentidos”, entendien-
12 Hamilton, “Conservatism”.
13 “Edmund Burke”. Strauss, Leo y Cropsey, Joseph (eds.). Historia de la filosofía política. Mexico D.F., Fondo de Cultura Económica, 2010, pp. 651-652.
14 Freeden, Michael. “Theorizing About Conservative Ideology”. Ideologies and Political Theory. Oxford, Oxford University Press, 1998, p. 18, https://doi.org/ 10.1093/019829414X.003.0009.
do por estos los excesos de liberalidad y utopismo que tuvieron otros ejercicios constitucionales hispanoamericanos15. Para él, el principio de la libertad debía adaptarse a las “localidades, costumbres y al carácter nacional”, de otro modo, ningún proyecto constitucional podía ser perdurable y efectivo16. Para la historiografía chilena el mayor paradigma de un modelo conservador se encuentra en el “régimen portaliano” que dominó prácticamente todo el siglo XIX, y el cual ha inspirado a influyentes figuras como Alberto Edwards y Mario Góngora, quienes serán reconocidos como referentes intelectuales del conservadurismo del siglo XX17. El primero de ellos, destacó “el buen sentido práctico” de los gobernantes de herencia vasca o de España del norte que crearon una “República en forma”, donde se restauró el “espíritu tradicional monárquico” de un ejecutivo fuerte y centralizador18. Por su parte, Góngora enfatizó la “cualidad moral” de la aristocracia que constituiría el “principal resorte de la máquina” del portalianismo y el escepticismo frente a los ideales revolucionarios19. Esto le habría dado fundamento a un poder ejecutivo dinámico, dirigente y articulador de los destinos del país.
La segunda forma de interpretar la tradición para el conservaduris-
15 Bello, Andrés. “Las Repúblicas Hispanoamericanas”, citado en Santos Herceg, José y López Merino, María José (eds.). Escritos Republicanos. Selección de escritos políticos del siglo XIX. Santiago, LOM Ediciones, 2012, p. 66. 16 Bello, Andrés. “Las Repúblicas Hispanoaméricanas: autonomía cultural”, El Araucano, N°307, 22 de julio de 1836, citado en Santos Herceg y López Merino, Escritos Republicanos, p. 80.
17 Cristi, Renato. “El pensamiento conservador de Alberto Edwards. Del conservantismo liberal al conservantismo revolucionario”. Cristi, Renato y Ruiz, Carlos. El pensamiento conservador. Seis ensayos. Santiago, Editorial Sudamericana, 1992, pp.17-47; Cristi, Renato. “Estado nacional y pensamiento conservador en la obra madura de Mario Góngora”. Cristi, Renato y Ruiz, Carlos. El pensamiento conservador. Seis ensayos. Santiago, Editorial Sudamericana, 1992, pp. 140-157. Sobre la influencia de Diego Portales en los proyectos políticos chilenos, véase Arenas, Gonzalo. Diego Portales y la tradición política portaliana. Santiago, Centro de Estudios Bicentenario/Universidad San Sebastián, 2023.
18 Edwards, Alberto. La Fronda Aristocrática en Chile. Santiago, Imprenta Nacional, 1928, pp. 10-11 y 119.
19 Góngora, Mario. Ensayo Histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX. Santiago, Editorial Universitaria, 2010, pp. 75 y 80.
mo en Chile tiene relación con la raigambre cultural hispánica que sirve de fuente de inspiración y criterio ordenador tanto del gobierno como de la sociedad en su conjunto. Para autores como Jaime Eyzaguirre, ya en Pedro de Valdivia “se hace carne la idea de forjar una nación” chilena basada en esta tradición hispánica20. Para él, esta dotaría de coherencia y unidad a una pléyade de pueblos dispersos que, de otro modo, no tendrían ningún vínculo en común21. De esta manera, la tradición Hispánica no es solo el fundamento de la nación; más importante aún, otorga un marco de referencia que legitima y limita la acción del gobierno, al tiempo que también lo guía para mantener la cohesión social. Para Eyzaguirre, el legado hispánico era un modelo basado en un “ordo amoris” o un “orden teológico perfecto”, el cual garantizaba la “armonía social” mediante un “espíritu igualitario” entre distintas razas y clases sociales22. En una línea similar, Gonzalo Vial compartía esta interpretación, en tanto la tradición hispánica representaba, para él, un “imago mundi” como expresión de la fe católica que se manifestaba en los ideales de la igualdad racial, igualdad entre naciones y primacía de la libertad personal frente al Estado23. Pedro Morandé, por su parte, otorga una visión aún más completa sobre la importancia de esta tradición que cimentaba un “ethos cultural” de “sustrato católico” que correspondía a la esencia de Hispanoamérica en su conjunto24. Este ethos se basaba en una visión integradora, humanista, idealista, sincrética, profundamente religiosa e intuitiva. Por tal razón, Morandé enfatizará que todos estos ideales habrían sido renegados por proyectos modernizantes como el liberalismo y el marxismo, los cuales habrían fracasado en su intento por asentarse en la región y transfor-
20 Eyzaguirre, Jaime. Fisonomía histórica de Chile. Santiago, Editorial Universitaria, 1994, p. 32.
21 Eyzaguirre, Jaime. Historia de Chile. Génesis de la Nacionalidad. Santiago, Zig-Zag, 1965, p. 33.
22 Eyzaguirre, Jaime. Hispanoamérica del dolor y otros estudios. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica del Centro Iberoamericano de Cooperación, 1979, p. 17.
23 Vial, Gonzalo. “Vigencia y contenido de la Hispanidad”. Castro (ed.), Gonzalo Vial. Chile en el tiempo, pp. 407-411.
24 Morandé, Pedro. Cultura y Modernización en América Latina. Santiago, Instituto de Estudios de la Sociedad, 2017, p. 220.
mar su realidad debido a su carácter materialista y racionalista. En resumen, en esta segunda variante, el conservadurismo interpreta la tradición hispánica como un modelo social y cultural que dota de orientaciones valóricas a la sociedad y sus gobernantes. Asimismo, limita la acción del Estado y de todo aquel que pretenda desconocer estos principios, denunciando a los proyectos revolucionarios como disruptivos de los valores, ideales y modos de sociabilidad que mantienen la cohesión social y sustentan la legitimidad política.
Nacionalismo: la búsqueda y preservación de una identidad común
El nacionalismo comparte con el conservadurismo la importancia capital otorgada a la tradición, sin embargo, se diferencian en los énfasis y los objetivos propuestos, ya que el nacionalismo se centra en la búsqueda y preservación de una identidad compartida. En este sentido, el nacionalismo se define como “el discurso que crea y preserva una nación como un valor autónomo”25, por ende, se establece como su objetivo primordial el estar libre de toda subordinación política, económica y cultural frente a otra nación. Junto a la autonomía, este discurso busca a su vez fortalecer la unidad e identidad de una nación existente o a la cual se aspira construir26. Lo anterior implica que el nacionalismo posee una doble dimensión. Por una parte, apela al pasado, a su tradición e historia para resguardar su cultura, valores y patrimonio, mientras que, por otra, se extiende al futuro en torno a un proyecto político compartido27. Este dualismo explica el potencial movilizador que tiene el nacionalismo por las más variadas alternativas políticas, ya que puede fundamentar movimientos de carácter reaccionario, conservador, reformista, modernizador e incluso revolucionario, dependiendo de qué aspectos de esta tradición y futuro proyectado se quieran enfatizar.
25 Hirschi, Caspar. The Origins of Nationalism. An Alternative History from Ancient Rome to Early Modern Germany. Cambridge, Cambridge University Press, 2012, p. 47.
26 Hutchinson John y Smith, Anthony (eds.). Nationalism. Oxford-New York, Oxford University Press, 1994, p. 23.
27 Gat, Azar y Yakobson, Alexander. Naciones. Una nueva historia del nacionalismo. Barcelona, Crítica, 2014, p. 37.
En este sentido, la historiografía ha interpretado de dos maneras la relación entre nacionalismo y tradición. Por un lado, autores como Anthony Smith postulan que existen elementos “etnosimbólicos” que cada comunidad espontáneamente ha creado producto de las diversas experiencias desarrolladas a través de los años y que se remontan a un origen histórico común, particularmente al convivir en un territorio definido, poseer una lengua y tener una cultura pública compartida. Esta noción de cultura abarca desde los mitos, formas de organizarse económica y socialmente, hasta las instituciones políticas presentes en la sociedad28. Una perspectiva modernista diferente interpreta a la tradición como una construcción artificial, creada usualmente por el Estado con el objetivo de promover ciertos valores a la comunidad política mediante la ritualización de prácticas y símbolos. De este modo, “todas las tradiciones inventadas, […] usan la historia como legitimadora de la acción [política] y cimento de la cohesión del grupo”29. Complementando lo anterior, la nación se proyecta al futuro usualmente apelando a un “patriotismo de Estado”30. Este patriotismo se refiere a todos aquellos principios cívicos que buscan fortalecer la adhesión de la sociedad al poder público mediante el establecimiento de derechos civiles y políticos consustanciales a la nación, como también mediante instituciones políticas como el sistema de educación pública, todos los cuales se encarnan en la Constitución.
La historiografía chilena ha privilegiado estudiar el nacionalismo de un modo fragmentado, lo cual se expresa en tres grandes tendencias. La primera consiste en la usual caracterización del nacionalismo como un fenómeno subordinado a procesos políticos mayores, particularmente a la creación del Estado y sus instituciones públicas. Esta interpretación modernista es bastante transversal, adhiriendo a ella incluso autores asociados al conservadurismo como
28 Smith, Anthony. Nacionalismo. Madrid, Alianza Editorial, 2004, p. 28.
29 Hobsbawm, Eric. “Introducción: la invención de la tradición”. Hobsbawm, Eric y Ranger, Terence (eds.). La Invención de la Tradición. Barcelona, Crítica, 2002, p. 19.
30 Hobsbawm, Eric. Naciones y Nacionalismo desde 1780. Barcelona, Crítica, 1992, pp. 98-99.
Mario Góngora, quien afirma que “El Estado es la matriz de la nacionalidad: la nación no existiría sin el Estado, que lo ha configurado a lo largo de los siglos XIX y XX”31. De este modo, esta interpretación termina equiparando la historia político-institucional con la nacional, dejando fuera de esta última elementos culturales, intelectuales y sociales que escapen a los límites del Estado y de sus elites dirigentes. Una segunda tendencia muy ligada a la anterior afirma que el nacionalismo es la raíz de procesos políticos que legitimaron diversas experiencias autoritarias contrarias a la democracia, como también ciertas interpretaciones nativistas excluyentes y xenofóbicas que finalmente derivaron en el golpe de Estado de 197332. Esta interpretación usualmente no reconoce o minimiza el carácter reformista, integrador y profundamente democratizante que tuvo el nacionalismo de la primera mitad del siglo XX, así como la idea de democracia postulada por organizaciones nacionalistas que participaban del sistema institucional chileno de la segunda mitad del siglo XX33. En parte, esta línea de análisis se nutre de los estudios del conservadurismo al establecer que los principales exponentes del pensamiento nacionalista provenían desde una matriz conservado-
31 Góngora, Ensayo Histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, p. 59.
32 Corvalán, Luis. Nacionalismo y Autoritarismo durante el siglo XX en Chile. Santiago, Universidad Católica Silva Henríquez, 2009; Pinedo, F. Javier. “Apuntes para un mapa intelectual de Chile: 1900-1925”. América sin nombre, N°16, 2011, pp. 29-40.
33 Calhoun, Craig. Nations Matters. Culture, History and the Cosmopolitan Dream. London-New York, Routledge, 2007; Barr-Melej, Patrick. Reforming Chile. Cultural Politics, nationalism and the rise of the middle class. Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2001; San Francisco, Alejandro. “La crítica social nacionalista en la época del centenario (Chile, 1900-1920)”. Cid, Gabriel y San Francisco, Alejandro. Nacionalismo e Identidad Nacional en Chile. Siglo XX. Vol. I. Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2010; Subercaseaux, Bernardo. Historia de las Ideas y la Cultura en Chile Vol. II: 1900-1930. Nacionalismo y Cultura. Santiago, Editorial Universitaria, 2011. Véase, además, Corvalán Márquez, Luis. Nacionalismo y autoritarismo; Valdivia Ortíz de Zárate, Véronica. Nacionales y gremialistas: el “parto” de la nueva derecha política chilena, 1964-1973. Santiago, Lom Ediciones, 2008; Díaz Nieva, José. Patria y Libertad. El nacionalismo frente a la Unidad Popular. Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2015; Díaz Nieva, José. El nacionalismo bajo Pinochet 1973-1993. Santiago, Ediciones Historia Chilena, 2016.
ra, lo que limita las posibilidades de ampliar el análisis del nacionalismo hacia otras esferas ideológicas34. Paradójicamente, ambas interpretaciones antagónicas se fundamentan en gran medida en el estudio del mismo grupo de intelectuales asociados a la Generación del Centenario de 1910, lo cual demuestra el carácter polisémico y la transversalidad de sus postulados.
Perspectivas para el estudio del conservadurismo y del nacionalismo en la historia de Chile
Desde una perspectiva historiográfica, existen tanto puntos en común como divergencias frente a cómo entender el conservadurismo y el nacionalismo en Chile, predominando enfoques que exploran ambas corrientes en sus acotadas y particulares expresiones políticas e intelectuales. De ahí que, por una parte, hoy parece necesario asumir un enfoque más amplio, que preste mayor atención a la diversidad de manifestaciones y relaciones políticas, intelectuales, sociales y culturales que caracterizaron a las propuestas ideológicas y doctrinarias del conservadurismo y el nacionalismo en Chile. Una propuesta de este tipo requiere explorar, en primer lugar, aquellas figuras, instituciones y organizaciones, tanto públicas como de la sociedad civil, que articularon estas ideas para fundamentar los más variados debates, políticas e iniciativas, poniendo especial atención a las relaciones que pudieron tener entre sí. Más allá del necesario análisis de pensadores y figuras políticas particulares, o de partidos políticos puntuales, una comprensión más amplia del conservadurismo y el nacionalismo invita a explorar, por ejemplo, aquel diverso mundo de las agrupaciones que en distintas esferas se identificaron con esas corrientes. Entre ellas, se encuentran movimientos gremiales, agrupaciones deportivas, culturales y sociales, instituciones educativas, así como también una serie de iniciativas intelectuales, de carácter tanto académico como divulgativo, que se expresaron a través de revistas, organización de clubes
34 Ruiz, Carlos. “Conservantismo y nacionalismo en el pensamiento de Francisco Antonio Encina”. Cristi, Renato y Ruiz, Carlos. El pensamiento conservador. Seis ensayos. Santiago, Editorial Sudamericana, 1992, pp. 48-66.
o periódicos. En tal sentido, parece oportuno descentrar la mirada, atendiendo al rol desempeñado por actores de distinta índole, más allá del puntual estudio de aquellas figuras que la propia historiografía ha situado como los principales referentes en cada caso. Este esfuerzo también supone valorar diversos espacios sociales y culturales en la creación y reproducción de las ideas conservadoras y nacionalistas en la historia de Chile.
Del mismo modo, el estudio de las redes articuladas a nivel nacional y, especialmente en el plano internacional, aparece como un nuevo campo a explorar, toda vez que permite vincular experiencias y figuras chilenas con instituciones y personalidades análogas que, simultáneamente, promovían un discurso conservador y nacionalista en otros países, tanto en América Latina y en Europa, que en muchos sentidos experimentaron procesos políticos y culturales similares. En este contexto, resulta importante comprender, por ejemplo, las tendencias intelectuales del conservadurismo y del nacionalismo en el espacio cultural del mundo iberoamericano, con el propósito de interpretar las experiencias de dichas sociedades a partir de sus vínculos y realidades comunes. Desde esta perspectiva, el estudio de estas corrientes se puede beneficiar de un enfoque transnacional que permita situar históricamente los espacios y las relaciones existentes entre diferentes fenómenos o diversos actores, o bien destacar la relevancia de la circulación de ideas y personas en la configuración de ambas corrientes ideológicas. Una nueva aproximación al conservadurismo y nacionalismo permite profundizar en el conocimiento de sus expresiones en Chile a partir del análisis de sus similitudes y diferencias con fenómenos producidos en diversos espacios geográficos.
Los artículos reunidos en esta publicación abordan parte de estos desafíos, aunque ciertamente no agotan la discusión. Por el contrario, este libro se propone como una invitación para que futuras investigaciones examinen con mayor detenimiento ambas corrientes intelectuales en términos generales, y también para que profundicen cada uno de los temas propuestos por los autores en las páginas siguientes. Los capítulos están destinados a desentrañar las características de las experiencias del conservadurismo y del
nacionalismo en la historia de Chile durante el siglo XIX y mayoritariamente durante distintos momentos del siglo XX. Quienes lean esta obra, observarán que cada artículo propone examinar el nacionalismo y el conservadurismo desde una dimensión específica, lo que permite adentrarse en algún actor o experiencia concreta. Por cierto, es posible apreciar aquellos planteamientos comunes propuestos por los autores que favorecen el diálogo entre los capítulos. De tal forma, podemos ilustrar, en términos globales, la contribución general de esta obra.
En la primera parte del libro, dos capítulos profundizan en la discusión conceptual sobre el conservadurismo. Esto sugiere insistir en el ejercicio de formulación teórica, reconociendo las realidades prácticas en las que tales ideas han sido desarrolladas, tanto en el siglo XIX como en el XX. El trabajo de Carlos Ruiz se preocupa particularmente del crucial momento para la historia política contemporánea que transcurre entre los gobiernos de Frei Montalva, Allende hasta el fin del régimen militar. Busca dilucidar cómo se fue articulando un pensamiento conservador, en sus inicios críticos de la democracia liberal, pero que progresivamente fue adoptando elementos propios del libre mercado. Concluye que ambas corrientes se unieron en su afán de justificar un gobierno limitado. Para ello, analiza la recepción en pensadores y agentes chilenos de la época, como Jaime Guzmán y José Piñera, de intelectuales y filósofos políticos, como C. Schmitt, F. Hayek, M. Friedman y J. Buchanan, como también de las distintas generaciones de derechos humanos. Por su parte, Ignacio Stevenson busca dar solución a la indefinición del concepto de conservadurismo durante el siglo XIX, descripción que ha sido utilizada por la historiografía de manera flexible para catalogar políticas públicas contradictorias y figuras políticas antagónicas. La unidad y coherencia del pensamiento conservador la encuentra en la confluencia de tres tradiciones distintas. Por un lado, la noción de libertad recibida de la doctrina pontificia y de Alexis de Tocqueville; la influencia de la Gran Convención Conservadora de 1878 y el rol de figuras como Abdón Cifuentes en ella; y por último, la ponderación de la figura de Diego Portales como un modelo de autoridad política. De este modo, tanto el trabajo de Ruiz como de
Stevenson contribuyen a identificar los conceptos centrales que le dan fundamento a esta corriente intelectual, analizan los aportes de algunos de sus principales representantes, y precisan los momentos clave en que este se fue reconfigurando en la historia nacional. Esta aproximación constituye un punto de partida necesario para explorar el desarrollo del conservadurismo criollo desde una perspectiva histórica actualizada.
En la segunda sección de la obra, se incluyen diversos trabajos dedicados a explorar cómo el conservadurismo y el nacionalismo constituyen fenómenos que trascienden los límites político-institucionales tradicionales. De tal manera, es posible observar que estas corrientes se expresan en diversos ámbitos de la vida social como, por ejemplo, en las manifestaciones culturales de la sociedad, tales como la literatura o el cine, o también en la formulación de proyectos editoriales y educativos según su comprensión de la sociedad.
El capítulo de Cristian Garay nos permite ver cómo el político conservador Jenaro Prieto, desde su dimensión de periodista, cronista y novelista en la primera mitad del siglo XX, retrata y cuestiona al Chile de su época. Su descripción de la identidad chilena, y particularmente de la elite, está tensionada entre el apego a valores telúricos tradicionales con la modernidad emergente, especialmente la importancia que tiene el nivel socioeconómico en lo que él llama “el imperio del dinero”. Sus obras demuestran un nacionalismo crítico y un conservadurismo cultural más que moral o religioso. Esta tensión entre valores emergentes propios de la sociedad moderna y la tradición se vislumbra también en el capítulo de Raúl Burgos, donde se examinan las posiciones del mundo católico conservador respecto al impacto de la literatura y el crecimiento de la industria cinematográfica en la sociedad chilena durante el mismo período. Una relación ambivalente surge en el seno de la Iglesia Católica, por un lado, de rechazo y crítica a las nuevas fuentes de la cultura de masas, a la cual responsabilizan en parte por la “crisis moral” que afectaba a la sociedad chilena, mientras al mismo tiempo dan cuenta de la oportunidad que implican los nuevos medios para influir en la opinión pública. En este contexto, diversas agrupaciones católicas asumieron un rol proactivo frente a ellos, creando edito-
riales, entre otras iniciativas. En una línea similar, enfocándose en cómo los nuevos medios de la cultura de masas pueden influir en la opinión pública, el trabajo de Mario González analiza cómo sectores del nacionalismo chileno fundaron la casa editorial Francisco Aguirre, con el objetivo de difundir sus ideas en las décadas de 1960 y 1970. González demuestra que su afán fue más allá de lo meramente cultural, ya que se buscaba promover la legitimidad de la posesión chilena en el extremo sur del país, en un contexto de conflictividad al alza frente a Argentina en tales territorios. Su discurso enfatizaba un nacionalismo cívico, donde las hazañas de la colonización impulsada por agentes privados y estatales cobraban especial importancia.
Alfred Hinrichsen, por su parte, aborda cómo un grupo variopinto de intelectuales chilenos, usualmente vinculados a la Generación del Centenario de la independencia nacional, se articularon en torno a una agrupación pedagógica denominada Asociación de Educación Nacional. Su objetivo fue promover una serie de reformas orientadas a crear una educación común, práctica, y a nacionalizar el currículum o plan de estudios. Su ambicioso proyecto fue concebido como una “revolución nacionalista” y, a pesar de alcanzar un éxito relativo, estas iniciativas evidencian la amplitud del fenómeno del nacionalismo en el país. En el último capítulo de esta sección, José Manuel Quinteros examina cómo distintos intelectuales, en el contexto de la crisis del centenario, representaron lo chileno y extranjero, evidenciando cómo el nacionalismo se posicionó en contra del liberalismo europeizante decimonónico, pero manteniendo las categorías dicotómicas de civilización y barbarie, tan propias del siglo precedente al momento de conceptualizar la alteridad.
Estos trabajos permiten afirmar que tanto el conservadurismo como el nacionalismo, lejos de ser corrientes ideológicas movilizadas por actores gubernamentales o centradas exclusivamente en los procesos políticos del país, también fueron expresiones intelectuales, culturales y educacionales formuladas y en constante adaptación, buscando responder a las nuevas dinámicas sociales y valóricas ocurridas en el país producto de una modernidad emergente durante gran parte del siglo XX.
La última parte del libro contiene trabajos que nos ayudan a repensar los marcos espaciales del conservadurismo y del nacionalismo, a partir del estudio de las relaciones e interacciones entre actores e ideas durante el siglo XIX e inicios del XX, enmarcando la experiencia chilena en un cuadro de influencias mayores a nivel continental. En tal sentido, el capítulo de Gonzalo Larios examina el viaje del político conservador Abdón Cifuentes a Estados Unidos a inicios de la década de 1870, destacando la importancia de esa experiencia en la configuración de su pensamiento. La peculiar confluencia de conservadurismo ultramontano y liberalismo moderado propia de Cifuentes, no habría tenido lugar sin su experiencia en Norteamérica, particularmente en lo relativo a su adhesión a la libertad religiosa y su pensamiento pedagógico crítico de la escuela neutra, o si se prefiere, a favor de una educación confesional. Por su parte, Gabriel Páez realiza un análisis comparado de los planteamientos de los partidos conservadores de Chile y Nueva Granada sobre el concepto de ciudadanía. A pesar de ciertos elementos contextuales comunes, como fue el impacto Revolución de 1848 y el surgimiento de conflictos internos, Páez demuestra cómo en ambos países el conservadurismo adquirió rasgos reformistas, promocionando el sufragio universal masculino en el caso colombiano, mientras que en Chile sus representantes se mantuvieron vinculados a una forma limitada de ciudadanía en base a la soberanía de la razón. Tal contraste de experiencias nacionales se vislumbra también en el trabajo de Claudio Tapia, donde indaga en el rol de publicistas y diplomáticos en la construcción del discurso nacionalista chileno y peruano, a raíz de las disputas fronterizas por los territorios de Tacna y Arica a inicios del siglo pasado. El autor se centra en cómo los publicistas, mediante una serie de publicaciones de diversa índole, participaron en la empresa de nacionalizar la frontera en ambos países. En este capítulo se aprecia la paradoja del caso peruano, que si bien tuvo éxito en articular un discurso que caracterizaba a Chile como un país imperialista que alteraba el equilibrio de poder en la región, constituyendo un peligro para la estabilidad y paz regional, tal narrativa tuvo efectos diplomáticos y geopolíticos limitados.
De forma general, estos artículos reconocen que la articulación del
conservadurismo y del nacionalismo ha sido, en alguna medida, influida por la circulación de actores políticos y diplomáticos, ideas y concepciones doctrinarias e ideológicas, agentes civiles y periodísticos que han realizado su quehacer en un contexto transnacional, vinculando al país con potencias como los Estados Unidos, pares regionales como el caso granadino y vecinos inmediatos como resulta ser Perú. Independiente de la proximidad o distancia geográfica de cada caso, resulta destacable que los tres estudios abordan relaciones con países continentales, saliendo del tradicional punto de comparación frente a Europa, privilegiando así una mirada más americana en la conformación del conservadurismo y nacionalismo chileno.
En síntesis, si se cuestionan las usuales interpretaciones del conservadurismo y del nacionalismo como meras reacciones o corrientes intelectuales menores; si se escapa a la tentación de comprender a ambas tendencias como sinónimos y/o patrimonio exclusivo de ciertos sectores de derecha; si se logra superar los límites de la interpretación vinculada exclusivamente al campo político y como elementos subordinados al Estado; si se logra establecer un enfoque transnacional que vincule figuras, instituciones y movimientos que usualmente se interpretan como elementos aislados; y especialmente si se plantean nuevas preguntas que intenten analizar ambos fenómenos desde nuevos ángulos y actores, se podrá entender mejor la profunda influencia que tanto el conservadurismo como el nacionalismo han tenido en moldear los más variados discursos, agrupaciones e iniciativas políticas en la historia de Chile.
Tal como se propone en este libro, destacamos la importancia de examinar cómo ambas corrientes se manifiestan en múltiples ámbitos de la vida social y a través de diferentes actores, tanto individuales como colectivos. Por lo mismo, esta publicación plantea una serie de preguntas que permiten orientar una comprensión del conservadurismo y el nacionalismo en Chile, relativas a cómo en estas corrientes se han abordado temas como la cultura y la educación; cuál ha sido el papel de la Iglesia Católica en el desarrollo del pensamiento conservador; cómo diferentes actores abordaron el tema de la integración indígena y los desafíos que conllevó la inmigración,
o cuáles fueron sus posturas en política internacional frente a la región y otras potencias extracontinentales. Todo esto es especialmente relevante en el contexto actual, donde muchas de las preocupaciones centrales de estas corrientes siguen siendo tanto motivo de inspiración como fuente de controversia. Los debates recientes en torno al carácter de Chile como una nación unitaria, multicultural o plurinacional parecen demostrarlo. También la contraposición entre aquellas posturas maximalistas con pretensiones transformadoras de amplio alcance, frente a aquellas de carácter más gradualista y consensuada que buscan resguardar el orden social, la estabilidad institucional como prioridad y limitar la acción del gobierno frente a la libertad del individuo. La confusión en la opinión pública actual al denominar a colectividades ubicadas en la derecha del espectro de partidos como conservadores, libertarios o ultranacionalistas también demuestra la necesidad de revisar y precisar estos conceptos desde una perspectiva histórica. Por todo esto, este libro pretende contribuir a la reflexión sobre la relevancia del conservadurismo y el nacionalismo en la historia contemporánea de Chile, ofreciendo herramientas para una comprensión más rigurosa y matizada de estos fenómenos, tanto en sus diversas dimensiones políticas, sociales y culturales.
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Carlos Ruiz Schneider*
Introducción
En este capítulo propongo desarrollar un análisis de las concepciones del conservantismo en Chile, durante la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI, tomando como eje histórico la crisis de la democracia entre 1973 y 1990, y los Gobiernos de los presidentes Frei y Allende y el régimen militar.
La hipótesis de este trabajo es que la crisis política, que se va ahondando entre fines de la década de 1960 y 1973, es el marco en el que surgen varios proyectos conservadores, radicalmente críticos de la democracia, que en parte revitalizan los proyectos corporativistas y nacionalistas de los años 30 –que surgen probablemente en el marco de lo que se ha llamado la “crisis de la dominación oligárquica”–como ocurre con el movimiento gremialista; pero que se renuevan también con nuevas perspectivas como la visión de la política y la constitución de Carl Schmitt –como lo ha mostrado Renato Cristi– y el neo-liberalismo de Hayek, Friedman y Buchanan, desde fines de los años 1960.
Se forja así una nueva derecha conservadora autoritaria, en alianza con grupos económicos, intelectuales y políticos, quienes van instalando una economía de mercado y luego una sociedad de merca-
* Profesor titular, Facultad de Filosofía y Humanidades, Facultad de Derecho, Universidad de Chile.
do, bajo una dictadura militar. Este régimen, después de una fase represiva, en que priman las ideologías corporativistas, consigue desarrollar una cierta hegemonía social, en base a un modelo individualista posesivo de mercado, con ciertos niveles de prosperidad y una sociedad que va, en parte, internalizando, con la presión de la dictadura y la destrucción de las políticas sociales del Estado, la necesidad de una competencia económica generalizada de las personas por la subsistencia1.
En ese sentido, el objetivo del capítulo consiste en realizar algunas indagaciones sobre la naturaleza de las concepciones políticas que subyacen a esta alianza y a esta nueva cuasi-hegemonía. Me referiré, por ello, sólo a algunas concepciones de los autores que me parecen particularmente importantes para la comprensión de los intelectuales nacionales.
Como base empírica para estudiar a esta nueva derecha, he revisado un conjunto importante de textos originales que la expresan, en revistas como Realidad, Qué Pasa y Estudios Públicos y el diario El Mercurio de Santiago, junto a comentarios y columnas como las de Jaime Guzmán, José Piñera, Pablo Barahona, Joaquín Lavín o Arturo Fontaine Aldunate. He revisado también algunos textos en que se inspiran estos políticos e intelectuales chilenos, como los de Milton Friedman, Friedrich von Hayek, James Buchanan, y Carl Schmitt, desde el punto de vista de las políticas sociales y constitucionales. A esto agregaré la visión del conservantismo de Michael Oakeshott.
Como sustento para el análisis conceptual debo citar los análisis de Albert O. Hirschman en The Rhetoric of Reaction, y de Ronald
1 En realidad este proyecto coincide sobre todo con el modelo político de Thatcher en Inglaterra, como lo ha mostrado muy bien Stuart Hall en su brillante ensayo “The Great Moving Right Show”. Como lo dice Hall, para el thatcherismo, tampoco el modelo de Chile se sustenta sólo en la creación de un “marché des dupes” y la falsa conciencia, como lo decía Gramsci en su crítica de la concepción reduccionista de la ideología. Está en juego también una importante rearticulación de un cierto sentido común de masas que puede encajar bien en un proyecto neo-liberal que ha ido destruyendo al estado y ha buscado sustituirlo, por ejemplo, por créditos de consumo, endeudamiento y sub-contrato. Hall, Stuart. “The Great Moving Right Show”. Marxism Today, Vol. 23, Nº1, 1979, pp. 14-20.
Beiner, en Dangerous minds2 , junto a estudios más puntuales como el notable ensayo de Stéphen Rials titulado “La droite ou l’horreur de la volonté”3, en donde se exploran temas comunes de Hayek y de Maistre. Sobre algunos autores nacionales, pero también sobre Carl Schmitt, me apoyaré en textos como los de Renato Cristi, en La tiranía del mercado y sus trabajos sobre Jaime Guzmán y su apropiación de Carl Schmitt4.
Como trabajo adelantado, aparte de mi libro en común con Renato Cristi, El Pensamiento Conservador en Chile5, puedo citar mi ensayo sobre corporativismo y neo-liberalismo, en el libro editado por Francisco Colom y Angel Rivero, El altar y el trono. Ensayos sobre el catolicismo político iberoamericano, y mi texto “El pensamiento filosófico conservador” en el libro editado por Enrique Dussel, Eduardo Mendieta y Carmen Bohórquez, El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino”. 1300-2000 6 .
Para comenzar me permitiré hacer tres advertencias generales. La primera es que el concepto de conservantismo que voy a explorar no es el concepto común, que lo relativiza señalando que toda doctrina política tienen sus momentos conservadores. El conservantismo que quisiera analizar no es sólo, o exclusivamente coyuntural,
2 Hirschman, Albert O. The Rhetoric of Reaction: Perversity, Futility, Jeopardy. Cambridge, MA, The Belknap Press of Harvard University Press,1991; Beiner, Ronald. Dangerous minds. Nietzsche, Heidegger, and the Return of the Far Right. Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 2018.
3 Rials, Stéphen. “La droite ou l’horreur de la volonté”. Le Débat, Vol. 1, N°35, 1985, pp. 34-48.
4 Cristi, Renato. La tiranía del mercado. Santiago, LOM Ediciones, 2021.
5 Cristi, Renato y Ruiz, Carlos. El pensamiento conservador en Chile. Santiago, Editorial Universitaria, 2015.
6 Colom, Francisco y Rivero, Ángel (eds.). El altar y el trono. Ensayos sobre el catolicismo político iberoamericano. Rubí, Anthropos, 2006; Ruiz, Carlos. “El pensamiento filosófico conservador”. Dussel, Enrique, Mendieta, Eduardo y Bohórquez, Carmen (eds.). El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino”. 1300-2000. México, D.F., Siglo XXI Editores - CREFAL, 2009, pp. 176-193.
sino que tiene que ver con acontecimientos e ideas políticas que surgen en momentos históricos de grandes cambios sociales, que inciden en crisis hegemónicas profundas, que ponen en cuestión las estructuras sociales y el poder en la sociedad. Es en estas circunstancias que se desarrollan estructuras de pensamiento y de acción que buscan detener estos proyectos de cambio reformador o revolucionario. Muchas veces estos autores contrarrevolucionarios revitalizan, aunque con modificaciones, estructuras de pensamiento y acción que anteceden a las actuales circunstancias, que han surgido también en situaciones de crisis hegemónicas, que pueden, sin embargo, ser muy diferentes en términos de las clases involucradas y de los procesos de sobredeterminación de las ideologías envueltas. Por ello, el pensamiento conservador no tiene por qué suponer una continuidad y su estudio puede hacerse pensándolo como un quiebre o una serie de quiebres en determinados momentos históricos. Pero no se trata de proyectos que surjan sólo a partir de un acontecimiento contingente, al que rechazan. Creemos que puede haber una relación más profunda, que tiene que ver con formas diferentes de dominación social, que son útiles de analizar para comprender las nuevas formas. No es absurdo, por ejemplo, que haya relaciones entre un pensamiento como el de Joseph de Maistre y Friedrich Hayek (o Edmund Burke y Hayek), por ejemplo, y un estudio comparativo que arroje luces sobre el uno y sobre el otro.
En el caso chileno que estudiamos, a veces no hay solo esta relación, sino también puede haber figuras políticas que han mantenido, en grupos pequeños, ideologías radicales de épocas anteriores que logran comunicar a nuevos lideres más actuales.
En este sentido, el conservantismo es un fenómeno relacional, que tiene que ver con una respuesta de las clases dirigentes a una intervención de lo que Walter Benjamin llama “la tradición de los oprimidos” que rompen por un período la continuidad de la hegemonía de los grupos dirigentes7. Se podría hacer una analogía entre esta si-
7 Sobre este punto, por ejemplo, véase: Löwy, Michael, “La Comuna de París: un salto de tigre al pasado”. Jacobin Latinoamérica, 16 de junio de 2021,
tuación y las ideas de grupos reaccionarios derrotados políticamente pero que siguen existiendo a través de ciertas manifestaciones culturales, por ejemplo, y que pueden influir en el cuestionamiento de la hegemonía progresista triunfante.
La segunda advertencia es que, siguiendo a varios autores, me parece que el conservantismo es un fenómeno moderno –lo que históricamente da una cierta forma de unidad a su estudio–, que se hace especialmente notorio en los momentos postrevolucionarios, en Francia (y en Inglaterra, en parte) y antes de esto, como una reacción a las ideas de la Ilustración (y también al absolutismo, especialmente en casos como el de Luis XIV, en Francia).
Creo, por último, que, especialmente en sus versiones más radicales, esta nueva forma de política ultraconservadora, ha sido capaz de expresar, con un lenguaje radical y explícitamente anti-democrático, por ejemplo, lo que los grupos conservadores más incorporados al sistema político del período de los años 1960 y 1970 –un sistema que había dejado atrás las formas más extremas de la dominación oligárquica– no se decidían a utilizar abiertamente. Es la revitalización de estos valores, explícitos en las luchas políticas del pasado, lo que esta nueva derecha aporta al revitalizarlos, y por estas razones puede ser útil una mirada histórico-conceptual. Esto le da al pensamiento de extrema derecha una importancia que no tiene que ver con el número de adherentes o con su poder en las instituciones.
En nuestro libro El Pensamiento Conservador en Chile, intentamos, con Renato Cristi, hacer un primer esbozo del esquema conceptual del pensamiento conservador que nos pareció útil para comprender en su conjunto la situación chilena. Distinguimos allí, siguiendo a Albert Mathiez, entre un conservantismo centrado en la defensa de la sociedad aristocrática frondista (These nobiliaire, Boulainvilliers) y uno centrado en la autoridad absoluta de los monarcas (These royaliste, Abbé Dubos)8. Corporativismo y dictadura autoritaria serían
https://jacobinlat.com/2021/03/27/michael-lowy-la-comuna-de-paris-de1871-un-salto-de-tigre-al-pasado/.
8 Véase Cristi y Ruiz, El pensamiento conservador en Chile, pp. 14-15.
los modelos actuales que podrían relacionarse con estos proyectos más antiguos.
En mi ensayo “El pensamiento filosófico conservador”, publicado en el año 2009 en el libro citado más arriba, agregué otro aporte conceptual a la comprensión del concepto de conservantismo. Esta es la idea de “horror a la voluntad”, que extraigo fundamentalmente del ensayo de Rials, cientista político francés, publicado en la revista Le Débat 9. En cierto sentido, las ideas de Rials se hacen también presentes en un artículo clásico de Michael Oakeshott, “Qué es ser conservador”, en que defiende los límites de la política y de las transformaciones radicales emprendidas en nombre de la razón10.
En su ensayo, que tiene como objetivo a la derecha francesa, Rials toma un punto de vista que le permite pensar en elementos comunes a dos tradiciones aparentemente tan diferentes como el pensamiento contrarrevolucionario de Burke, Bonald y de Maistre en el siglo XVIII y el discurso neo-liberal de Hayek, en el siglo XX.
La idea central de Rials es que el conservantismo se apoya en una convicción central, una especie de “horror a la voluntad”. Tomando por ejemplo a los legitimistas franceses, descubre en ellos un principio básico, el de que el hombre “no podría constituir la sociedad. Estos realistas fieles son contrarrevolucionarios solamente (pero plenamente) porque tienen horror –la palabra no es demasiado fuerte– a la idea de que la voluntad humana pueda cambiar los nudos a la vez demasiado complejos y demasiado simples de la condición humana”11.
En este sentido, continúa diciendo Rials, la derecha “es antes que todo, una duda sobre lo político; un escepticismo sobre las posibilidades de crear un bienestar colectivo (de “cambiar la vida”), la convicción de que lo real es inefablemente complicado y que la razón burocrática no puede dominarlo sin “efectos perversos”, como
9 Ruiz, “El pensamiento filosófico conservador”, pp. 176-177.
10 Oakeshott, Michael. El racionalismo en la política y otros ensayos. México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 2000; Oaekeshott, Michael. “Qué es ser conservador”. Estudios Públicos, Nº11, 1983, pp. 245-270.
11 Rials, “La droite ou l’horreur de la volonté”, p. 39.
Raúl Burgos
Profesor Asociado del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Doctor en Historia del University College London, Reino Unido. Email: raul.burgos@pucv.cl
Alfred Hinrichsen
Investigador FAI (Fondo de Ayuda a la Investigación) Postdoctoral de la Dirección de Investigación y Doctorado de la Universidad de los Andes, Chile. Doctor en Historia del University College London, Reino Unido. Email: ahinrichsen@uandes.cl
José Manuel Castro
Profesor Asistente del Instituto de Historia de la Universidad San Sebastián, Chile. Candidato a Doctor en Historia del University College London, Reino Unido. Email: jose.castro@uss.cl
Carlos Ruiz
Profesor Titular de la Facultad de Filosofía y Humanidades y de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Email: cruiz@uchile.cl
Ignacio Stevenson
Director Ejecutivo de la Editorial Tanto Monta. Magíster en Filosofía de la Universidad de los Andes, Chile. Email: istevenson@editorialtantomonta.cl
Cristian Garay
Profesor Titular del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile. Doctor en Estudios Americanos de la Universidad de Santiago de Chile. Email: cristian.garay@usach.cl
Mario González
Profesor del Instituto de Historia de la Universidad de Valparaíso. Candidato a Doctor en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Email: mario.gonzalez@uv.cl
Gonzalo Larios
Profesor Titular del Instituto de Historia de la Universidad San Sebastián, Chile. Doctor en Filosofía y Letras, mención en Historia Contemporánea, de la Universidad de Navarra, España. Email: gonzalo.larios@uss.cl
Gabriel Páez
Candidato a Doctor en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile. Email: gpaezdebia@gmail.com
Claudio Tapia
Profesor del Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad Técnica Federico Santa María. Doctor en Estudios America-
nos de la Universidad de Santiago de Chile.
Email: claudio.tapia@usm.cl
José Manuel Quinteros
Estudiante del Doctorado en Historia de la Universidad de Santiago de Chile. Email: josemanuel.quinterosvenegas@gmail.com

Este libro fue compuesto con la familia tipográfica Univers 10 puntos. Impreso en papel bond ahuesado de 80 grs. Pertenece a la Colección Historia.
Fue maquetado en la ciudad de Valparaíso y confiado a imprenta Gràfhika Impresores, durante agosto de 2025.
El libro propone una lectura crítica y renovada de dos corrientes fundamentales del pensamiento político chileno: el conservadurismo y el nacionalismo. A través de una aproximación transdisciplinar e histórica, los distintos autores indagan en sus orígenes, transformaciones y expresiones durante los siglos XIX y XX. El libro invita a pensar ambos fenómenos como tradiciones vivas, influyentes y profundamente entrelazadas con la historia cultural, institucional y social del país.
A partir de una cuidada selección de ensayos, se recorren las distintas manifestaciones del conservadurismo y del nacionalismo en contextos tan diversos como la moral pública, la educación, el debate constitucional y los proyectos nacionales, junto con revisar momentos históricos claves como la formación del Estado nacional, la época del centenario y las tensiones ideológicas del siglo XX.
Conservadurismo y Nacionalismo en Chile constituye una contribución para quienes buscan comprender los fundamentos culturales y doctrinarios que han dado forma al debate público chileno. En tiempos de redefinición identitaria y disputa sobre los modelos de nación y de democracia, este libro ofrece un valioso análisis para comprender cómo se han articulado, resistido o reinterpretado las ideas de tradición, orden e identidad a lo largo de nuestra historia.