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Big data y soberanía en época de pandemia | Por: Pablo Testa y Virginia Aguirre

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Datos revista

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Big data y soberanía en época de pandemia

(Big data and sovereignty in a time of pandemic)

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Pablo Testa y Virginia Aguirre

Pablo Testa

Maestría en Planificación del Desarrollo, Mención Ciencia y Tecnología (UCV-CENDES, 1997), Licenciado en Ciencias Estadísticas (UCV, 1989), profesor e investigador (UCV-CENDES, 1998-), Jefe del Área de Ciencia y Tecnología (2019-), Premio Nacional a la mejor publicación en Ciencia y Tecnología, Mención Ciencias Sociales (2001).

Virginia Aguirre

Doctorado en Estudios del Desarrollo (UCV-CENDES, 2006), Maestría en Salud Pública (UCV, 1994), Odontóloga (UCV, 1989), profesora e investigadora (UNESR, 2018-), fue Directora General de la Dirección de Investigación y Educación del Ministerio del Poder Popular de la Salud (2005-2006), Creadora y Directora del Observatorio Bolivariano de Género (2009-2013), autora de 3 libros y más de una veintena de artículos en revistas nacionales e internacionales.

Recepción del artículo: mayo 2020

Arbitraje y aprobación: junio de 2020

la ternura es el arte de personificar, de compartir sentimientos, y, por lo tanto, descubrir similitudes

Olga Tokarczuk (2019)

RESUMEN

En un reciente artículo, el filósofo de origen surcoreano Byung-Chul Han hace una serie de afirmaciones acerca de la actual pandemia de coronavirus (Han, 2020). De ellas se destaca que: (1) Oriente ha sido más efectivo que Occidente en el manejo de la epidemia de covid-19, gracias al uso de mecanismos de vigilancia digital sobre su población que se orientan hacia un estado autoritario, lo que no ha sido posible en el mundo occidental debido a la existencia de una democracia liberal; (2) el concepto de soberanía ya no tiene vigencia como he rramienta de los estados modernos para enfrentar una situación como la actual, quién posea los datos es quien ejerce la soberanía.

El presente texto cuestiona los planteamientos anteriores mediante tres niveles de descripción y análisis: (1) un ejercicio de deconstrucción del pensamiento del filósofo surcoreano, en especial el establecimiento de oposiciones que invisibilizan y, por lo tanto, excluyen alternativas que deberían ser consideradas; (2) una reconstrucción histórica de la noción de big data desde la “avalancha de números impresos” en el siglo XIX, hasta las principales formas que asume actualmente: jerarquización de países y regiones mediante la construcción de índices compuestos, desplazamiento de los actores estatales por empresas privadas en la recolección y manejo de grandes bases de datos; utilización de la información individual con fines comerciales o de control político en lugar de su uso tradicional para la construcción de estadísticas e indicadores; desarrollo de técnicas estadísticas multidimensionales, principalmente el análisis de con glomerados y otras técnicas similares de clasificación automática, intensivas en el uso de la informática y la visualización de datos; (3) una breve descripción de la estrategia adoptada en Venezuela para enfrentar la pandemia, centrada en la prioridad dada a la prevención del contagio por sobre cualquier otra consideración de carácter económico, especialmente el particular uso de técnicas de big data a partir de la base de datos de la Plataforma Patria; y la defensa de la soberanía, en medio de un bloqueo económico y financiero y el intento de invasión ocurrido durante la pandemia.

Palabras clave: big data, soberanía, Venezuela.

ABSTRACT

In a recent article, the south-Korean philosopher Byung-Chul Han (2020) argues about the coronavirus pandemics that: (1) Orient has been more effective than Occident in handling the covid-19 pandemics, due to digital control mechanisms over their population, oriented towards an authoritarian state, Europe cannot reproduce this strategy due to the prevalence of a liberal democracy; (2) today the concept of sovereignty has no validity as a tool of the modern states to face a situation like the current one, because “who has the data exerts the sovereignty”.

The present text questions the above approaches through three levels of description and analysis: (1) an exercise of deconstructing the south-Korean phi losopher thinking, specially the establishing of oppositions that made invisible other subjects and, therefore, exclude alternatives that should be considered; (2) a historical reconstruction of the big data concept, from the “avalanche of printed numbers” in the nineteenth century, until today (ranking of countries and regions through composite index construction, displacing of state actors by private firms in data collection and management of huge databases; individual information utilization with commercial ends or political control instead of their traditional purpose of the construction of statistics and indicators; development of multidimensional statistical techniques, mainly cluster analysis and similar approaches of automatic classification, intensive in computer use and data visualization; (3) a brief description of the Venezuela strategy to face the pandemics, centered on the absolute priority of preventing contagion upon any other consideration of economic character, specially the original use of big data techniques from the Patria system database; and the defense of sovereignty, in the midst of economic and financial blockade and the failed invasion occurred during pandemics.

Key words: big data, sovereignty, Venezuela.

Introducción: la metáfora del espejo

Una idea que se ha repetido en diversas ocasiones desde la aparición de la pandemia de covid-19 es que la misma opera como un espejo de la sociedad. La metáfora de la pandemia como espejo es utilizada para analizar, o simplemente opinar, acerca de los más variados aspectos:

Historia de las epidemias: un historiador de las epidemias, Frank Snowden (2019), considera que “la epidemia es una categoría de enfermedad que pone a los seres humanos delante del espejo de quienes son verdaderamente” constituyendo un reflejo de las vulnerabilidades de la sociedad donde actúan. Para ello ha efectuado un recorrido histórico de las principales epidemias desde el siglo XIV, identificando cuáles fueron las circunstancias que permitieron la acción devastadora de las enfermedades epidémicas; que las mismas no fueron eventos azarosos que afligieron a las sociedades caprichosamente y sin aviso y, por el contrario, para comprenderlas es necesario estudiar la estructura de esa sociedad, su nivel de vida y las prioridades políticas. Por ejemplo, el cólera del siglo XIX fue una enfermedad de la industrialización y de una urbanización descontrolada, mientras que la covid-19 es la primera epidemia de la globalización, fundamentada en el mito del crecimiento económico infinito, lo que lleva a la destrucción del medio ambiente (con grave riesgo de contagio de enfermedades zoonóticas), con sus inmensas ciudades y un transporte aéreo rápido que nos pone a todos en contacto, circunstancias que son plenamente aprovechadas por el nuevo coronavirus.

Por su parte, en una entrevista, el filósofo surcoreano señala que el virus es un espejo de la sociedad en que vivimos, pero apelando a argumentos metafísicos: el miedo a la muerte nos conduce a una sociedad de la supervivencia donde “sobrevivir se convertirá en algo absoluto” (Han, ob. cit.).

Algunos historiadores han descrito el arte y la cultura europea después de la “peste negra”, en el siglo XIV, como un espejo de la plaga porque la epidemia obligó a la sociedad europea a enfrentar algunas duras verdades acerca de sí misma, y que esa sociedad adoptó nuevas formas de conducta que reflejaron el miedo y la desesperación de aquellos años (Levin, 2020).

La historia enseña que un repentino brote epidémico en gran escala constituye un espejo de la sociedad en la cual emerge, y que en los próximos meses aprenderemos tanto acerca de nosotros mismos como de la nueva enfermedad (Galea, 2020).

En la pandemia de la mal llamada “gripe española” las políticas públicas de salud estaban muy influenciadas por el pensamiento eugenésico, que caracterizaba a los grupos más vulnerables como inferiores y los culpabilizaba por ser víctimas de la epidemia. Al finalizar la primera guerra mundial y con la emergencia de la Unión Soviética comienzan a desarrollarse políticas públicas basadas en el acceso universal y gratuito a la salud (Spinney, 2017).

Historia de la filosofía: la metáfora de la mente como espejo de la realidad ha desempeñado un papel estelar en la fi losofía en la época moderna y está en la base de la concepción del conocimiento como representación exacta (Descartes, Kant), así como en las críticas post-positivistas de Wittgenstein (deconstrucción de las imágenes que ofrece el espejo), Heidegger (reconstrucción histórica de las imágenes desde la Grecia clásica), Dewey y Rorty (incorporación de una perspectiva social en las imágenes construidas, deconstruidas y reconstruidas, que habían estado ausentes en los trabajos mencionados previamente) (Rorty, 1989: 20-21).

La metáfora belicista caracteriza al virus como enemigo invisible, sin embargo, Sala la rechaza porque los “frentes de batalla” son pre-existentes al covid-19 sólo que ahora se vieron exacerbados, y en esta “guerra” no se triunfa con armas de destrucción masiva sino con cuidados, apoyo mutuo y cooperación. Una metáfora más adecuada es la del espejo que refleja la profunda crisis existencial, afectiva y metafísica, potenciada por la ecológica-climática (Sala, 2020).

La sociedad post-pandemia: la sociedad digital va a ser una de las grandes ganadoras de la crisis, retroceso de la globalización neoliberal y cierta recuperación de los estados-nación, reformulación del sistema de instituciones internacionales orientado hacia una mayor eficacia, más apoyo a las políticas para enfrentar el cambio climático, sobrevendrá un Estado más fuerte para ampliar los derechos sociales (Ramos, 2020).

Las ciencias sociales pueden hacer una importante contribución para visibilizar aspectos de la vida social que el coronavirus ha puesto en primer plano, como la centralidad del trabajo de cuidados y su desigual distribución por género, edad, etnia; efecto de la desigualdad social y las diferencias de clase no sólo en los determinantes de la salud sino en las formas de enfrentarse a medidas como el cierre de escuelas, el teletrabajo y la educación a distancia; nuevas formas de colaboración científica, en suma todos aquellos fenómenos que ponen en juego la totalidad de las dimensiones de lo social, lo que Marcel Mauss denominaba un “hecho social total” (Santoro, 2020).

Es previsible una desregulación del mercado laboral con su secuela de precarización y mercantilización extrema, con niveles de desigualdad y pobreza sumamente elevados y sistemas de salud muy debilitados.

La pandemia de covid-19 ofrece un espejo ampliado del contagio planetario. Se trata de un fenómeno mimético no sólo porque el proceso de copia viral le permite reproducirse a través de otros seres vivientes, sino también porque hace a los sujetos vulnerables al contagio afectivo —desde la ansiedad y el pánico hasta la solidaridad y la empatía. El espejo ampliado también brinda una oportunidad para divisar las dificultades que acarrea la crisis para nuestro futuro colectivo, al tener los mismos miedos y las mismas expectativas —los optimistas prefiguran el fin del capitalismo y la limpieza ecológica mientras los apocalípticos visualizan las amenazas a la libertad. A su vez, el contagio se desarrolla no tanto por la severidad de los riesgos sanitarios sino por las importantes diferencias entre países, gobiernos y opiniones. Repentinamente, el mundo carece de dirección u orientación y los estados vuelven a ser importantes. Un espejo ampliado llama la atención sobre el efecto que el mismo espejo tiene sobre aquello que es reflejado, un instrumento para el análisis detallado, que no está dirigido hacia un objeto sino hacia el mismo sujeto. La aproximación al virus como un espejo ampliado significa recordar que las verdaderas causas de la crisis están en las desiguales condiciones causadas por el capitalismo global, con la emergencia de (nuevos) líderes fascistas quienes, mediante la cooptación tecnológica a través de medios digitales, dan forma a narrativas globales, mientras el contagio bi ológico continua difundiéndose —afectando a las poblaciones más vulnerables en norte y sur América— dejando a su paso una cantidad de muertes cuyas cifras oficiales no son sino un espectro de la verdadera extensión de la crisis (Villegas Vélez, 2020).

Desinformación: se vive una infodemia de rumores e informaciones falsas, repetidas hasta el hartazgo por los medios concentrados con objetivos políticos, se libra una guerra entre la verdad y la mentira, en parte por la pérdida de autoridad intelectual donde vale lo mismo la opinión fundada de un experto en enfermedades infecciosas que la de un guerrero del teclado. Una ilustración extrema de este tipo de campaña es la desarrollada conjuntamente por una “investigadora” del Centro de Salud Pública de la universidad Johns Hopkins con la organización no gubernamental Human Rights Watch, quienes aseguran que en Venezuela a mediados de mayo no son diez las personas muertas víctimas del coronavirus, sino ¡30.000! (Últimas Noticias, 28 de mayo 2020).

Las nuevas enfermedades son espejos que reflejan la manera cómo funcionan las sociedades —y donde fallan—. Los investigadores pueden compartir ideas e informaciones más rápidamente que nunca, pero también cualquier persona sin la preparación necesaria, puede acceder a esos datos, provocando interpretaciones erróneas y el surgimiento de teorías conspirativas, las informaciones falsas y las medias verdades son problemas graves durante las epidemias, que pueden intensificar actitudes xenófobas (Yong, 2020).

Perspectiva de género: los países que mejor han gestionado la crisis están encabezados por mujeres (Alemania, Taiwán, Nueva Zelanda, Finlandia, Noruega y Dinamarca) (Gabetta, 2020).

Los ejemplos mencionados muestran la riqueza y versatilidad de la metáfora del espejo, pero también las difi cultades metodológicas que se deben enfrentar, en las que se destacan la necesidad de contextualización histórica, el reconocimiento de los fenómenos globales, mientras las respuestas tienen un claro contenido situado y localizado, en fin, el desafío de mostrar a la sociedad tal cual es, pero también de hacer más transparente nuestra ideología al intentar aprehenderla. Con la nueva enfermedad del covid-19 tenemos una oportunidad única de observar a los actores en la construcción del conocimiento, con todas sus controversias, ambigüedades y (falta de) respuestas.

El presente trabajo hace un ejercicio de exploración de los aspectos y la forma en que puede ser considerada la metáfora de la pandemia como espejo de la sociedad, para que la misma resulte constructiva. Específicamente se estudian las características y peligros así como los usos constructivos de big data para enfrentar la pandemia de coronavirus, y los tres tópicos que deben ser abordados: (1) la deconstrucción y crítica, en este caso el tratamiento acerca de big data y la soberanía de los estados que hace Byung-Chul Han (2020); (2) una genealogía de la recolección, procesamiento y análisis de grandes volúmenes de datos, (3) un estudio de caso, el enfoque de priorización absoluta de la protección social adoptado en la República Bolivariana de Venezuela, incluyendo el uso de técnicas de big data, que busca explicar los resultados alcanzados en nuestro país, pese a los augurios catastrofi stas del establishment mediático. La siguiente sección recoge dos planteamientos de Byung-Chul Han (2020), a saber: el primero es que Oriente ha sido más efectivo que Occidente en el manejo de la epidemia de covid-19, gracias al uso de mecanismos de vigilancia digital sobre su población que se orientan hacia un estado autoritario, lo que no ha sido posible en el mundo occidental debido a la vigencia de una democracia liberal. El segundo se refiere a que el concepto de soberanía ya no tiene vigencia como herramienta de los estados modernos para enfrentar una situación como la actual, ya que quién posea los datos es quien ejerce la soberanía. Se cuestionan estos planteamientos mediante tres niveles de descripción y análisis: (1) un ejercicio de deconstrucción del pensamiento del filósofo sur coreano, en especial el establecimiento de oposiciones que invisibilizan y, por lo tanto, excluyen alternativas que deberían ser consideradas; (2) una reconstrucción histórica de la noción de big data desde la “avalancha de números impresos” entre 1820 y 1840 y la “era del entusiasmo” entre 1830 y 1849, hasta las principales formas que asume actualmente: jerarquización de países y regiones mediante la construcción de índices compuestos, desplazamiento de los actores estatales por empresas privadas en la recolección y manejo de grandes bases de datos; utilización de la información individual con fines comerciales o de control político en lugar de su uso tradicional para la construcción de estadísticas e indicadores; desarrollo de técnicas estadísticas multidimensionales, principalmente el análisis de conglomerados y otras técnicas similares de clasificación automática y reconocimiento de patrones, intensivas en el uso de la informática y la visualización de datos; (3) una breve descripción de la estrategia adoptada en Venezuela para enfrentar la pandemia, centrada en la prioridad dada a la prevención del contagio por sobre cualquier otra consideración de carácter económico, especialmente el particular uso de técnicas de big data a partir de la base de datos de la Plataforma Patria; la defensa de la soberanía, en medio de un bloqueo económico y financiero y el intento de invasión ocurrido durante la pandemia.

Byung-Chul Han: teoría de los intelectuales orgánicos de la clase dominante

Hace algunos años, curioseando en la biblioteca del padre de uno de los autores de este artículo, encontramos el libro La política de Giovanni Sartori, en la primera página aparecía escrito el encabezado de esta sección como si fuera el subtítulo del libro: “teoría de los intelectuales orgánicos de la clase dominante”. Esta fue exactamente la reacción que experimentamos al leer el influyente texto del filósofo surcoreano (Han, 2020), pero ¿se justifica una postura tan severa frente al artículo?

Los libros y artículos de Byung-Chul Han, utilizan generalmente el mismo mecanismo, parten de binomios categoriales y de oposiciones en los que señala “problemas que no problematiza”, lo que Jorge Alemán ha caracterizado como el “crimen perfecto” ya que no deja huellas del borramiento que realiza; el mayor problema filosófico-metodológico de este procedimiento es que no es capaz de abordar el nivel empírico, es decir, de aprehender el campo de umbrales, paradojas y matices, que se abre en el reverso de sus binarismos teóricos (Espinosa et alii, 2018: 22-23).

En el artículo que nos ocupa, el autor plantea justamente un conjunto de oposiciones binarias. La primera de ellas es Oriente — Occidente (o más específicamente Europa) ante la estrategia de cómo enfrentar la pandemia, este último bloque estaría siendo “derrotado” por los países asiáticos. Un primer elemento a considerar es que no se reconocen la diversidad de estrategias nacionales, tanto en Oriente como en Occidente. En lugar de ello, el autor asume que la ventaja del Oriente radica en el carácter autoritario de esas sociedades, consecuencia del predominio cultural del confucianismo, que actualmente se expresa en la masiva utilización por parte de los estados de mecanismos de vigilancia digital (big data procedente de redes sociales, teléfonos móviles, tarjetas de crédito y débito, cámaras digitales y los cada vez más eficientes algoritmos de reconocimiento de patrones e imágenes, y las aplicaciones destinadas exclusivamente a detectar los síntomas del covid-19), contando para ello con la pasividad de la población frente a esta alianza entre el Estado y los proveedores de información. A diferencia de estos países, las naciones europeas, gracias a la tradición y vigencia de una matriz política liberal, tienen leyes mucho más estrictas de protección a la privacidad, junto a una menor vocación de los Estados por inmiscuirse en la vida privada de las personas, y por lo tanto no pueden utilizar tan intensivamente los recursos de la vigilancia digital; además la población de estos países se moviliza de manera muy activa para hacer respetar el derecho a la privacidad. Byung-Chul Han olvida los innumerables episodios en los países occidentales donde se utilizó big data para espiar a los ciudadanos (wikileaks o el caso Snowden) o manipular a la ciudadanía para obtener ventajas electorales (Cambridge Analytica, campañas de fake news de Trump Bolsonaro y Macri) o comerciales (venta de datos por parte de Facebook a empresas de mercadeo) o el proyecto distópico basado en big data, denunciado por Naomi Klein (2020), que va más allá del panóptico en que se estarían convirtiendo los estados autoritarios con sus mecanismos de vigilancia digital, para construir una sociedad que elimine o reduzca a un mínimo las relaciones interpersonales, implantando la telesalud, la educación a distancia, el teletrabajo, etc.

¿Hasta qué punto el “éxito” de los países asiáticos se debe al uso generalizado de big data? Ramonet (2020) reconoce que la geolocalización y el rastreo de la telefonía móvil sumados al uso de algoritmos de predicción, aplicaciones digitales sofisticadas y el estudio computarizado de modelos estadísticos han ayudado a cierto control de los contagios. Sin embargo, la principal razón por la que han alcanzado resultados favorables contra el covid-19 radica en la experiencia adquirida desde 2003 hasta 2018 en el combate a las epidemias SARS y MERS, causadas también por coronavirus y para los que tampoco existían vacunas ni tratamientos terapéuticos. Estas epidemias afectaron exclusivamente a los países asiáticos infectando a cerca de 10.000 personas y causando más de 800 muertes. Frente a esa grave situación, las medidas adoptadas fueron aquellas que la epidemiología, o su antecesora la policía médica, recomendaba y venía perfeccionando desde hace varios siglos: la cuarentena, el aislamiento social, las zonas restringidas, el cierre de fronteras, el corte de carreteras, la distancia de seguridad y el seguimiento de los contactos de cada infectado. De igual modo, se generalizó el uso de tapabocas y el control de la temperatura en lugares públicos con termómetros infrarrojos. Ante la convicción que en caso de una nueva epidemia era necesario actuar con mucha rapidez, los gobiernos comenzaron a almacenar grandes cantidades de equipos de protección (mascarillas, guantes, gel desinfectante, batas, etc.), lo que también sirvió para desarrollar una industria que proveyera las necesidades de cada país, y ampliara sus capacidades exportadoras al resto del mundo justo cuando la demanda aumenta de manera exponencial.

El contraste con los países europeos y Estados Unidos no podía ser mayor: poca y lenta capacidad de reacción, inexistencia de equipos de protección sufi - cientes para afrontar la pandemia a causa del desmantelamiento y tercerización bajo los principios de just-in-time (Moody, 2020), absurdas discusiones en los medios de comunicación acerca de la pertinencia de usar tapabocas o si debía establecerse una cuarentena, unido al lamentable nivel del debate sobre si se debe priorizar la salud o la economía, todo lo cual es revelador de un serio de bilitamiento del poder de los estados para actuar eficazmente ante situaciones de emergencia. Byung-Chul Han afi rma que los países europeos se aferran a la defensa de la soberanía, reduciendo este concepto a la capacidad de cerrar las fronteras, pero donde si hay una clara pérdida de soberanía por parte de las naciones occidentales es en su capacidad de producir insumos y equipos sanitarios capaces de atender rápida y eficazmente una pandemia.

El texto del filósofo surcoreano ha sido objeto de numerosas críticas. Desde América Latina y el Caribe se ha cuestionado su marcado eurocentrismo; no considera la posibilidad un tercer camino, lo que sería factible en el contexto latinoamericano por su historia, cultura y los debates actuales, que pueda conducir a Estados con mayor capacidad para lidiar con esta pandemia de modos no policiales y a enfrentar otras injusticias naturalizadas en la región, como los niveles de pobreza, indigencia y desigualdad, el hacinamiento poblacional masivo y la prevalencia de enfermedades evitables (Feierstein, 2020); Montenegro et al (2020) prevén un cierre en grandes bloques (entre ellos América Latina), con un menor intercambio de bienes, servicios y personas, un fortalecimiento de Estados centralizados y un cuestionamiento a la economía de mercado, en suma que al poder se le responde con un poder igual o mayor, construyendo auto-suficiencia.

A las críticas anteriores hay que añadir dos, que nos parecen particularmente relevantes:

(1) La emergencia de la sociedad de la información a fi nales del siglo XX acentuó el desarrollo desigual, no únicamente entre Norte y Sur, sino entre los segmentos y territorios dinámicos de las sociedades y los que corrían el riesgo de convertirse en irrelevantes desde la perspectiva de la lógica del sistema (Castells, 1999: 28). Para Byung-Chul Han ese riesgo se ha convertido en realidad, pero no es algo que se deba denunciar, sino que se lo naturaliza plenamente, y por tanto se invisibiliza a miles de millones de personas al considerar irrelevantes a todos los habitantes que están fuera de los espacios donde se disputa la hegemonía global.

(2) Byung-Chul Han presenta sus argumentos de una manera muy sencilla, construyendo oposiciones claras y sin matices, optando por uno de los polos, y con una lectura atractiva, mediante ejemplos tomados, aparentemente, de la vida cotidiana; lo que lo hace muy adecuado para un formato periodístico, con lo cual sus ideas y planteamientos alcanzan una extraordinaria difusión e influencia. Por lo tanto, en un momento donde la concentración mediática global y las noticias falsas, en las que abundan sin tapujos expresiones racistas y hasta de limpieza étnica o demográfica; el ocultamiento o, directamente, la falsificación de la historia en que el filósofo coreano incurre una y otra vez resultan especialmente peligrosos y funcionales a los intereses de las corporaciones globales. Quizás el olvido más escandaloso es su afi r mación que Occidente no está en guerra desde la caída del muro: al parecer nunca ocurrieron ni el desguace de Yugoslavia; ni la invasión y destrucción de Afganistán, Irak, Siria, Libia, Yemen; ni las revoluciones de colores; ni las primaveras árabes; ni las rutinarias invasiones en excolonias europeas en África, ni las groseras intervenciones de Estados Unidos y la Unión Europea en América Latina; ni el bloqueo económico y fi nanciero de Cuba, Venezue la, Irán, Corea del Norte, Rusia y el robo de importantes activos de estos países; ni la nakba cotidiana del pueblo palestino, ni la guerra infi nita de George W. Bush, ni los campos de detención clandestinos en Europa para el tránsito de los secuestrados hacia Guantánamo; ni tampoco las migraciones hacia Europa y Estados Unidos con los muros y campos de concentración para contenerlas, ni el mar Mediterráneo para sepultar a quienes lo intenten; seguido de un largo etcétera.

Con este trabajo se busca mostrar que, desde algunos de estos territorios invisibilizados, marginados y víctimas de las noticias falsas por parte de las corporaciones mediáticas globales, hay experiencias valiosas que pueden contribuir a generar propuestas y soluciones constructivas a los graves dilemas planteados.

Hacia una genealogía de big data

El concepto y las técnicas de big data: análisis de datos multidimensionales, clasifi cación automática y minería de datos

En un curso dictado en Caracas en 1986, el estadístico español Francisco Azorín Poch propuso el término estadática para designar a una nueva disciplina resultante de integrar la estadística, la informática y el análisis de datos (tanto en la perspectiva anglosajona del análisis exploratorio de datos como en la escuela francesa de ‘analyse des donées’) para la recolección, procesamiento y análisis de grandes volúmenes de datos. Desgraciadamente dicha expresión no tuvo mayor aceptación, y finalmente se impuso la más conocida big data. En un sentido amplio big data se refiere a formas novedosas mediante las cuales diversas organizaciones, incluyendo gobiernos y empresas, combinan los más variados conjuntos de datos (preferentemente en formato digital) para luego usar técnicas estadísticas y de minería de datos que permitan extraer relaciones ocultas y sorpresivas (Rubenstein, 2013: 74).

En sentido estricto, big data se refiere a la copiosa cantidad de datos producida espontáneamente por la interacción con dispositivos interconectados” (Sosa Escudero, 2019: 23).

Baudelot describe, casi poéticamente, la evolución de la escuela francesa de análisis de datos, destacando el papel que desempeñan los individuos, a diferencia de la estadística tradicional:

Con sus gráficos de análisis factorial J.-P. Benzécri ha devuelto los individuos a la estadística: durante mucho tiempo ignorados a fuerza de ser confundidos en vastos agregados o pulverizados en las fórmulas inferenciales, … los individuos hacen su ingreso en la estadística bajo la forma de puntos en una nube. Las posiciones respectivas que ellos ocupan en el seno de esa nube demuestran en primer lugar que ellos se diferencian unos de otros. Las distancias y las proximidades que ellos mantienen con las modalidades de las variables consideradas permiten a continuación comprender en qué difiere cada uno del otro… pero la estadística es todavía una historia sin palabra. Una de las contribuciones mayores de la estadística textual es precisamente de animar todos estos gráficos dando la palabra a cada uno de estos individuos. … Vuela entonces la tradicional pero artificial distinción entre lo cuantitativo y lo cualitativo. (Baudelot, 1994, traducido y citado por Moscoloni, 2005: 46-47)

¿Qué técnicas estadísticas habilitan a los individuos para mostrar su presencia y hacer escuchar su voz? La familia de los análisis factoriales (análisis de componentes principales, análisis de correspondencias múltiples, análisis factorial múltiple) permite visualizar a los individuos en gráficos de dispersión y junto a la clasificación automática (análisis de conglomerados, redes neuronales, mapas auto-organizados de Kohonen), que agrupa a individuos con características o conductas similares y los distingue de otros con características o comportamientos diferentes, es capaz de facilitar la construcción de nuevas categorías o clasificaciones. Estas técnicas han demostrado ser muy poderosas, pero de ninguna manera son inocentes. Sus primeros desarrollos datan de comienzos del siglo XX y fueron utilizadas casi exclusivamente en el ámbito de la psicometría para intentar medir la “inteligencia” y efectuar comparaciones entre grupos (hombres vs. mujeres, blancos vs, negros, trabajadores intelectuales vs. trabajadores manuales), llegando a ser una de las herramientas privilegiada del racismo científico, hasta tal punto que connotados investigadores han denunciado que el análisis factorial es una técnica intrínsecamente perversa (Gould, 2007: 250-267).

Pareciera que hemos llegado a un callejón sin salida: las técnicas de análisis multidimensional y clasificación automática permiten construir categorías que evidencian situaciones de desigualdad (indicadores estratégicos) en lugar de promedios y estadísticas similares (indicadores tradicionales), por su parte los actores los pueden utilizar con propósitos de cambios (o no), es decir que no basta con definir únicamente el tipo de indicadores, se requiere prestar especial atención al propósito de los actores (Testa et al, 2019). La historia nos muestra que cuando esta consideración no estuvo presente se cometieron gravísimos errores científicos e incluso crímenes, mientras que el rechazo puro y simple de los indicadores nos priva de poderosas herramientas de análisis. Y es justamente el propósito de transformación o conservación del status quo de los diferentes actores de una sociedad lo que hará posible que el gigantesco potencial de big data sea un instrumento para garantizar la protección social de los más vulnerables y contribuya a la superación de la pandemia. Sino simplemente será el prolegómeno de una sociedad más autoritaria y represiva, con independencia de los resultados que obtengan el Oriente y Occidente industrializados contra el covid-19. El uso que se hace habitualmente del análisis de conglomerados, una de las técnicas estadísticas más importantes basados en big data, y se orienta a identificar (o construir) distintos grupos y establecer una jerarquía entre ellos. Sin embargo, se puede pensar una utilización diferente, que busque comparar para unir, tal como se expresa en el epígrafe que encabeza este texto.

Desde la avalancha de números impresos” a la jerarquización y el bench marking

En un hermoso libro (Duby, 1995), se describe la persistencia, y las diferencias, de los miedos en la edad media y la actualidad: a la miseria, al otro, a las epidemias, a la violencia y al más allá. La pandemia muestra cuán dolorosamente vigentes están dichos miedos, quizás con la excepción del último mencionado, ya que la obsesión moderna por contarnos de todas las formas posibles, no respeta la prohibición bíblica (únicamente Dios tiene derecho a conocer el tamaño del pueblo elegido) ni siente temor al brutal castigo divino, a pesar de que en tres días la peste mata a decenas de miles de personas por el pecado de David. Este tipo de advertencias no ha impedido que los censos, enumeraciones y recuentos hayan estado presentes en la historia humana hasta el siglo XIX, aunque sólo fuera para alcanzar dos fines principales de los gobiernos: la fijación de impuestos y el reclutamiento militar (Hacking, 1991: 19).

Las experiencias pioneras de recolección, procesamiento, análisis y publicación de grandes volúmenes de datos se produjo durante la primera mitad del siglo XIX: “la avalancha de números impresos” en la Europa posnapoleónica entre 1820 y 1840 (Hacking, 1991: 17-20, 53-63), mientras Westergaard (1932: 136-171) la denomina “la era del entusiasmo” y la sitúa entre 1830 y 1850. Ambrose (2015) encuentra sugerentes similitudes entre este período y la actual ola de big data, en la emergencia de nuevas formas de gobernabilidad, criterios de clasificación y los efectos que éstos producen, y nuevos conocimientos basados en los datos; pero big data no significa una revolución en sí misma, sino la avalancha de números que preludia una revolución epistémica. La primera ola de big data ocurrió simultáneamente a la construcción de sistemas estadísticos nacionales, y ello permitió nuevas formas de control estatal sobre las poblaciones, basado en la creación y legitimación de nuevas categorías y clasificaciones establecidas por la tabulación de los censos y encuestas estadísticas (Otero, 2006: 17-55; Fried, 2014: 4-11). A lo largo de dos siglos se fueron sistematizando las formas de gobernabilidad de la población y el tipo de usos que podía tener la información estadística, especialmente la protección de la privacidad de la información recogida en censos, encuestas y registros administrativos e inclusive las categorías y clasificaciones construidas fueron, y son, sometidas al escrutinio público para evitar que puedan afectar a determinados grupos de población. Un censo requiere que la población coopere para su realización, de manera que es fundamental la confianza que se deposite en el Estado y las instituciones estadísticas responsables. El siglo XX registra diversos ejemplos de la resistencia al levantamiento de censos: el movimiento sufragista de mujeres en Inglaterra boicoteó el censo del 2 de abril de 1911, en reclamo por su derecho al voto (Liddington, 2014: 1-8)). En la década de 1980 se desarrolló un masivo movimiento (principalmente jóvenes estudiantes de las grandes ciudades pero que también tuvo receptividad en zonas rurales) contra los censos en Alemania Occidental. En 1983 se introdujo un reclamo ante la corte federal argumentando que el uso de las nuevas tecnologías de la información violaba el derecho a la privacidad; la corte sostuvo que el censo debería detenerse para evaluar las implicaciones de las TIC. Finalmente el censo se realizó en 1987 pero tuvo una fuerte resistencia por parte de este movimiento, que pone en el debate público los peligros de un “estado vigilante” y una “sociedad de la vigilancia” (Hannah, 2010: 1-37), que son temas de mucha actualidad.

El episodio más grave de utilización de la información estadística por un Estado totalitario es la experiencia nazi, tanto por la recolección, uso de datos individuales, y construcción de categorías y clasificaciones con propósitos de discriminación, persecución y exterminio en Alemania (Aly et al 2000) y en la Francia ocupada (Volle, 1984: 228-231), como por la estrecha cooperación tecnológica con la multinacional norteamericana IBM para los mismos fines (Black 2002). Hasta finales de la década de 1970, las organizaciones responsables de la recolección de datos (a través de censos nacionales, encuestas y registros administrativos) cuidaban escrupulosamente la confidencialidad de los microdatos, mientras los organismos internacionales dedicaban una parte considerable de su actividad a elaborar metodologías que permitieran efectuar comparaciones entre países con un alto nivel de agregación de los indicadores utilizados. Sin embargo, en la década de 1980 eso comienza a cambiar, al presentar los resultados mediante la jerarquización de países o instituciones, usando técnicas de bench marking, las cuales son extremadamente sesgadas ya que dependen claramente de la ideología de quienes las promueven (Bruno et al, 2013). El Banco Mundial fue la institución internacional que contribuyó decisivamente a difundir este tipo de metodologías, que hoy constituyen una verdadera epidemia (Davis et alii, 2012). Han comenzado a surgir corrientes de crítica y construcción de nuevas maneras de concebir y practicar la estadística como el movimiento del estad-activismo (Didier et al, 2013). Un ejemplo característico de este tipo de investigaciones es el proyecto para la construcción de un índice de Seguridad de Salud Global (GHS), financiado por la fundación de Bill Gates (el multimillonario dueño de Microsoft), el estudio fue realizado por la prestigiosa universidad Johns Hopkins. El índice GHS efectúa una jerarquización de 195 países de acuerdo con sus capacidades para hacer frente a una pandemia; consta de seis categorías (prevención, detección y notificación, respuesta rápida, sistema de salud y riesgo ambiental), 34 indicadores, 85 subindicadores y un cuestionario de 140 preguntas (Cameron et alii, 2019). La publicación del informe en octubre de 2019 resulta muy oportuna para contrastar sus predicciones con lo que efectivamente ha ocurrido con la pandemia: los dos países con más alto puntaje, es decir los que mejor preparados estaban para enfrentar una pandemia, fueron Estados Unidos y Gran Bretaña, que para el día 12 de junio ocupaban el primero y tercer lugar a nivel mundial en número de personas fallecidas, con 117.419 y 41.662 respectivamente. Venezuela está en el lugar 176 del índice, y para la fecha habían fallecido 23 personas. Y todavía hay quienes toman seriamente estos “estudios”.

La estrategia venezolana frente al coronavirus: la prioridad absoluta de lo social

Desde el momento en que el covid-19 comenzó a aparecer tímidamente en América Latina y el Caribe, e incluso antes (Cameron et alii, 2019) las predicciones de expertos y futurólogos con acceso a los medios de comunicación hegemónicos era que la pandemia causaría estragos en Venezuela, debido a una infraestructura hospitalaria bastante deteriorada por la falta de equipos, insumos y personal especializado, problemas en la prestación de servicios básicos (agua, electricidad) agravados por la crisis en la producción de gasolina.

Sin embargo, si nos guiamos por la información estadística disponible (número de casos acumulados, número de casos en las últimas 24 horas, número de muertes acumuladas, número de muertes en las últimas 24 horas, número de casos activos, número de personas recuperadas, número de pacientes en situación crítica, casos por millón de habitantes, muertes por millón de habitantes, número de pruebas realizadas, pruebas realizadas por millón de habitantes, población del país) (Worldometer, 2020), los resultados de Venezuela se alejan bastante de las expectativas catastrofistas referidas en el párrafo anterior. A nuestro juicio, ello se debe a que el gobierno bolivariano ha otorgado, a lo largo de toda su gestión, una prioridad absoluta a la protección social, por encima de cualquier consideración de índole económica, y este criterio se ha mantenido, e incluso se ha radicalizado, desde el comienzo de la epidemia.

Durante el gobierno de Hugo Chávez (1998-2013) uno de los ejes principales de su orientación político-social fue “saldar la enorme deuda social”, y el mismo criterio se ha mantenido en el período que ha gobernado Nicolás Maduro (2013-2020), a pesar del agotamiento del modelo de desarrollo, basado en la maximización de la renta petrolera para destinarla justamente hacia la protec ción social de los sectores más vulnerables de la población. En América Latina y el Caribe se produce el final de “la década ganada” con una reversión de los gobiernos progresistas, lo que conlleva a un sistemático y casi total aislamiento del proceso bolivariano en la región.

Con este panorama se produce un amplio triunfo de la oposición en las elecciones parlamentarias de 2015, la cual plantea una política de claro perfil insurreccional y golpista, cuyo objetivo es la inmediata destitución del gobierno de Maduro, con pleno apoyo de Estados Unidos y el llamado Grupo de Lima, quienes han promovido y validado acciones internacionales para establecer un bloqueo económico y financiero del país. Frente a esta grave situación, el gobierno se plantea una estrategia de resistencia, que en el plano político le permite recuperar la iniciativa mediante la conformación de una Asamblea Nacional Constituyente y la convocatoria a elecciones presidenciales.

En los últimos cinco años, el Gobierno Bolivariano adoptó una serie de novedosas medidas de protección social, entre las que se destacan:

(1) Creación de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que es una red comunitaria-estatal de productores y distribuidores de alimentos subsidiados (en más de 90%), que distribuye una caja o bolsa de comida (que usualmente contiene granos, harina de maíz precocida, arroz, pasta, aceite, azúcar, sal, sardinas, harina de trigo) con una frecuencia mensual o quincenal, dependiendo de la disponibilidad de los alimentos y el grado de organización en las comunidades en un local cercano al domicilio. La labor de los CLAP ha sido sumamente importante para combatir la pandemia, no sólo por el abastecimiento de alimentos, sino porque los mismos están comenzando a ser llevados directamente a los hogares, reduciendo las necesidades de movilidad y los riesgos de contagio, facilitando así el cumplimiento de la cuarentena por parte de la población.

(2) Fuerte estímulo a la bancarización de amplios sectores de la población, fundamentado en la importante red de la banca pública, con nuevos mecanismos de fácil acceso como el establecimiento y diversificación de los cajeros electrónicos en las zonas populares. Esta circunstancia ha evitado que, durante la pandemia, grupos de población como personas de la tercera edad deban acudir masivamente a los establecimientos bancarios a cobrar pensiones u otros pagos especiales, tal como se ha visto en varios países de la región.

(3) Creación de la Plataforma Patria, que recopila información básica (sexo, edad, teléfono, correo electrónico, redes sociales, situación familiar, situación laboral, de salud, vehículo, etc.), al que ya se han incorporado casi veinte millo nes de personas. Esta plataforma se ha convertido en una versión local de big data, y en efecto cuando se ingresa al sistema se debe responder una encuesta (fiebre mayor de 37,5°, dificultad para respirar, tos seca, tos con flema, congestión nasal con moco, congestión nasal seca, malestar general, dolor de garganta, diarrea, dolor de cabeza, pérdida o alteración de olfato y gusto, erupción de la piel, cambio de coloración en los dedos de pies y manos) con las opciones sí o no. En aquellos casos que resulten sospechosos (que presenten dos o más síntomas), el equipo de atención primaria lo visita en su domicilio, realiza los correspondientes estudios y en caso de ser diagnosticado positivo a covid-19, es internado para su tratamiento. Este mecanismo, junto a los procedimientos tradicionales de vigilancia epidemiológica, ha permitido realizar gran cantidad de pruebas e identificar un número considerable de personas infectadas.

(4) Implantación de un sistema de subsidios directos a través de la Plataforma Patria. Uno de los cambios más importantes de política social en Venezuela ha sido progresivo desplazamiento de los subsidios indirectos a subsidios a las personas, principalmente a través de bonos (algunos para toda la población y otros para grupos específicos: madres jefas de hogar, personas con algún tipo de discapacidad, adultos(as) mayores, familias en situación de pobreza, etc.) que ayuden a sobrellevar la emergencia económica. Para ello han resultado fundamentales los dos puntos mencionados arriba, ya que los bonos son asignados a través de la Plataforma Patria, y desde allí se transfieren a una cuenta señalada por la beneficiaria(o).

(5) Las medidas de cuarentena (no obligatoria), distancia social y uso de tapabocas, implantadas desde comienzos del mes de marzo, han sido respetadas de manera muy disciplinada, sin que se presentara prácticamente ningún conflicto, a diferencia de otros países donde han ocurrido debates públicos y manifestaciones contra la cuarentena y el uso obligatorio de tapabocas. Nos parece que esta actitud es reveladora del elevado nivel de conciencia adquirido por el pueblo venezolano, que ha aprendido a distinguir que temas deben ser debatidos y discutidos a fondo y en cuales debe privar el sentido común, por encima (o tal vez gracias a) de los constantes intentos de manipulación mediática. A pesar del bloqueo económico y financiero de Estados Unidos apoyado por la Unión Europea y el grupo de Lima, incluyendo amenazas y sanciones a quienes comercien con nuestro país, Venezuela ha logrado desarrollar un importante esquema de cooperación internacional, que ha sido vital durante la pandemia. En este grupo de países destacan China y Rusia (que han aportado insumos y equipos médicos), Cuba (médicos especialistas con experiencia enfrentando la epidemia de ébola en África), Irán (que ha enviado cinco tanqueros con gasolina, aditivos e insumos para la recuperación de las refinerías). La provisión de insumos y equipos para combatir el covid-19, así como la transmisión y discusión de experiencias con especialistas de estos países, junto con la creación de una comisión de alto nivel han contribuido a diseñar una estrategia que ha permitido un relativo control de la epidemia.

Estas medidas se complementan con lo que venía desarrollando el gobierno bolivariano desde hace más de una década:

(a) La Misión Barrio Adentro, creada en el año 2003, ha sido la estrategia más relevante para enfrentar la hegemonía médica basada en el paradigma de la enfermedad centrada en la atención hospitalaria, para crear una amplia red nacional de módulos de Atención Primaria en Salud (APS). La apuesta ha estado en asumir la salud como un hecho colectivo que implica una corresponsabilidad entre el Estado y las organizaciones comunitarias. La salud pasa a ser un problema que no es exclusivo de la medicina para ser abordado como un hecho territorial donde se forman las y los médicos en sus propios espacios sociales estableciéndose un vínculo y compromiso con su comunidad. Esta estrategia ha sido la clave para controlar la pandemia, los sectores populares sienten el módulo de APS como parte de ellos, así como su responsabilidad de velar por la salud de su propia gente. Con esta infraestructura, el trabajo de miles de médicas(os) comunitarias(os) y otras(os) profesionales conforman un equipo de salud, donde se ha podido realizar una labor de despistaje masivo y personalizado para identificar posibles brotes de coronavirus. En caso de resultar positivo la persona es trasladada a un centro asistencial (hospital centinela, módulo de Barrio Adentro II, clínica privada), para evitar el posible contagio a los familiares y quienes habiten con la persona enferma. La atención es completamente gratuita, el Estado cubre todos los costos inclusive la de los establecimientos privados.

(b) La Gran Misión Vivienda ha construido y entregado a la población más vulnerable alrededor de tres millones de viviendas desde su creación en 2011, lo que sin duda ha favorecido el alcance del buen vivir mediante la mejoría en las condiciones de vida de igual número de familias, en aspectos sensibles al covid 19 como el hacinamiento.

(c) El proceso bolivariano ha mantenido un constante esfuerzo por desarrollar una fuerte organización popular, tanto de base territorial como socio-productiva con los Consejos Comunales y Comunas, el gran despliegue del movimiento de mujeres en quienes recae el peso principal de la organización por la base de los sectores populares (Aguirre, 2018), como en la profundización de una sólida alianza cívico-militar mediante la creación de milicias populares. Estas organizaciones han facilitado y acompañado las tareas desarrolladas por los CLAP para acercar los alimentos a la población, así como los despistajes masivos y personalizados de posibles personas infectadas por coronavirus.

El análisis de los resultados sobre la evolución de la pandemia abarca dos períodos: apenas se produjeron los primeros casos debido a viajeros que llegaron de España, Italia y Estados Unidos, se cancelaron los vuelos nacionales e internacionales; se cerraron empresas e instituciones públicas con excepción de aquellas consideradas esenciales (servicios de salud, servicios públicos, empresas productoras de alimentos, comercios de alimentos, etc.); se suspendieron las clases presenciales en todos los niveles educativos; se estableció una cuarentena estricta pero voluntaria (es decir se recomendó que las personas no salieran de sus hogares excepto para la adquisición de víveres y medicamentos) pero sin sanciones, el uso del tapabocas fue obligatorio desde el primer momento. El gobierno ha informado diariamente sobre el número de casos, distinguiendo entre los de origen comunitario o extranjero, el número de personas recuperadas, el nivel de afectación de los pacientes, el número de pruebas realizadas y el número de fallecidos. Los datos se han presentado discriminados por sexo, grupos de edad, y región del país, se ha realizado una descripción detallada de cada uno de los casos de personas muertas y se ha advertido acerca de los brotes considera dos particularmente peligrosos, también se ha informado sobre la situación de la pandemia a nivel global y la comparación con los países de América Latina y el Caribe. Esta primera fase dura dos meses, hasta el 15 de mayo, hay un total de 453 personas afectadas y diez fallecidos, es el país de la región con más pruebas realizadas por millón de habitantes y las tasas de contagiados y muertes por millón de habitantes se encuentran entre las más bajas del mundo. Sin embargo, a partir de esa fecha se evidencia que un grupo considerable de personas que habían emigrado a países vecinos en los últimos años, comienzan a retornar al país llegando a más de 50.000 personas hasta el 1 de junio, con una proporción importante de afectados por la epidemia, por lo que el gobierno decide establecer una cuarentena obligatoria en las zonas fronterizas. Hasta el día 10 de junio las cifras han aumentado a más de 2.600 contagiados y 23 personas fallecidas (Worldometer, 2020), que, si bien todavía son muy inferiores a la de los países vecinos, presenta una curva que ya no es tan aplanada.

Si bien la estrategia venezolana de dar absoluta prioridad a lo social (combinando una poderosa organización social por la base con el uso de big data para la atención de la población) puede considerarse exitosa, se plantea una enorme incertidumbre respecto al futuro pos-pandemia, básicamente en lo que se refiere al tema de la soberanía, específicamente a la independencia económica, ya que el país está muy lejos de alcanzar la soberanía alimentaria, el tejido industrial se encuentra gravemente afectado (el Presidente de la República señaló que hay aproximadamente 2.400 empresas manufactureras en funcionamiento en la actualidad cuando hace 20 años eran más de 12.000) e incluso hay serios retrocesos en áreas como la refinación de petróleo y producción de gasolina. En otro ámbito vital para la construcción de soberanía, el país ha sufrido una merma importante de personal técnico y profesional calificado.

A manera de conclusión

Metodología

La pandemia y la cuarentena, a la que miles de millones de personas nos hemos visto obligados, irrumpen e interrumpen todos los aspectos de la vida, desde la intimidad y la cotidianidad hasta el ámbito laboral, así como todas las formas de sociabilidad. A ello no escapa la búsqueda de conocimiento, por lo que es válido preguntarse ¿cómo hacer investigación empírica cuándo se ven cortadas nuestras formas habituales de relacionarnos con nuestros objetos de estudio?

Byung-Chul Han nos ofrece una solución: sus dicotomías claras y absolutas diluyen y terminan sustituyendo a la realidad por sus convicciones ideológicas. Este tipo de respuesta nos parece insatisfactoria, y por ello es un buen punto de partida en la tarea deconstructiva.

Acercarnos al mundo supone en estos días sumergirnos en las redes virtuales, allí encontramos una infinita variedad de historias, estadísticas, interpretaciones y, sobre todo, fake news, ¿Cómo abarcar y seleccionar de este gigantesco caos algunos elementos que nos permitan reordenar y construir un relato con un mínimo de coherencia? Encontramos en la metáfora del espejo un sugerente elemento unificador. Pero esto no es sufi ciente, tanto la deconstrucción y crítica del pensamiento del filósofo surcoreano como la conversión de las imaginativas metáforas en hipótesis de trabajo deben ser contextualizadas históricamente, a fin de poder dar un paso adicional en la reducción de la brecha entre el mundo virtual y la realidad “real”. Finalmente, este proceso de reconstrucción se hace mediante la exploración de un caso concreto, el original manejo de big data para combatir la pandemia que se hizo en la República Bolivariana de Venezuela.

Big data

La genealogía de la big data evidencia que esta puede entenderse como una evolución de la estadística. Las transformaciones en la utilización de las estadísticas ocurridas en las últimas décadas (jerarquización y ranking de países e instituciones mediante técnicas de benchmarking; desplazamiento de actores estatales por empresas privadas en la recolección y manejo de grandes bases de datos; utilización de la información individual con fines comerciales o de con trol político) han significado un serio cuestionamiento al ethos de la disciplina estadística (especialmente en las normas para proteger la privacidad de los da tos, el escrutinio público acerca de las categorías y clasificaciones que eviten la afectación de determinados grupos de población, garantías de las instituciones públicas sobre el uso de las estadísticas que generen confianza).

De esta forma, las políticas sobre el manejo de la información, y sus implicaciones en todos los órdenes, deberían estar en el centro de la discusión pública, y desafortunadamente no lo están, ni en los países industrializados, donde es tados con vocación autoritaria, los intereses de las grandes corporaciones de la información y la manipulación mediática difi cultan una discusión democrática; mucho menos en América Latina, donde ni siquiera se plantea el tema.

Experiencias como las de la Plataforma Patria para la identificación y seguimiento de posibles personas infectadas por el coronavirus ofrecen un interesante ejemplo de cómo gestionar big data de manera efectiva, con respeto al derecho a la privacidad, y como parte de una política pública incluyente.

Soberanía

La pandemia ha hecho reaparecer el tema de la soberanía, aunque desde perspectivas muy diferentes, e incluso antagónicas. Para Han la soberanía reside en los estados que posean el control de big data, es decir en países asiáticos industrializados principalmente, por su parte el dominio territorial y el control fronterizo, característico de los países occidentales ya no tiene mayor significado.

Por otro lado, hay quienes asignan una importancia decisiva a la soberanía económica, sobre todo en las áreas vinculadas con la producción de insumos médicos y farmacéuticos, así como la investigación para el desarrollo de vacunas y medicamentos para enfrentar la pandemia. En ese sentido, en las áreas tecnológicamente menos avanzadas los países asiáticos han fortalecido sus capacidades, convirtiéndose en un poderoso sector industrial exportador que abastece al resto del mundo, mientras en Europa y Estados Unidos se han desmantelado estas industrias, concentrándose exclusivamente en los sectores tecnológicos de punta.

América Latina presenta serias debilidades en todas las áreas mencionadas, situación agravada por las políticas neoliberales predominantes en la mayoría de los países, que han desestructurado los sistemas de salud y las políticas de protección social vigentes en la “década ganada”, razón por la cual la pandemia ha causado estragos en países como Brasil, Perú, Chile y Ecuador.

Los países de la región que mejor han respondido a la emergencia sanitaria son aquellos que reivindican dos dimensiones materiales de la soberanía: mayor auto-suficiencia productiva (industria nacional, soberanía alimentaria y sistemas sólidos de ciencia y tecnología) y mayores capacidades en protección social, sistemas sanitarios, regulaciones del mercado laboral (Ramírez, 2020).

Venezuela

La República Bolivariana de Venezuela ha demostrado una sorprendente resistencia frente a las agresiones imperiales a nuestra soberanía. Pese a los diagnósticos agoreros acerca de la evolución del coronavirus, la estrategia adoptada de priorización absoluta de la protección social de su población, sumado a la importante organización popular, ha demostrado una enorme capacidad para enfrentar a la pandemia de coronavirus. El manejo de la Plataforma Patria durante la pandemia ha sido original, efectivo y respetuoso de la información personal.

Sin embargo, el desafío de la auto-suficiencia productiva es cada vez más apremiante y los problemas a resolver son extremadamente complejos: desmantelamiento del aparato productivo, disminución de la producción de alimentos, emigración de personal profesional y técnico altamente calificado, hiperinflación, devaluación, aunado al bloqueo económico y financiero.

El dilema puede sintetizarse en estos términos: ¿es posible construir una relación virtuosa entre un innovador sistema de protección social con un modelo de desarrollo económico y tecnológico soberano? De la respuesta que encontremos, dependerá el destino de la revolución bolivariana.

Agradecimientos

A Patricia Yáñez, por su estímulo permanente y la oportuna convocatoria de este número temático de la revista.

A las y los árbitros anónimos, por su cuidadosa lectura y pertinentes sugerencias.

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