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El Secreto Profesional del Traductor
El Secreto Profesional del Traductor
Alonzo, Clayri
Advertisement
Alvizures, Elizabeth
Canú, Moisés
Sección “B”
Rojas, Cessy
Santos, Damaris
Thiel, Hans
RESUMEN
El oficio del traductor es inherente a la naturaleza humana, ya que necesitamos establecer contacto con las personas que nos rodean, traduciendo nuestro mundo interior de forma que sea inteligible a quienes tenemos alrededor. La capacidad de traducir se va perfeccionando hasta que el traductor puede trasladar un mensaje emitido en un idioma y una cultura distintas al del receptor. A la par de las habilidades requeridas para hacerlo, deben aprenderse también formas de conducta que permitan manejar con propiedad el poder que tiene el traductor. Dentro de estas, la discreción ocupa un lugar destacado. La evolución cultural actual, facilitada por la disponibilidad casi universal de las redes sociales, accesibles gracias al Internet, hace difícil la práctica de la discreción, ya que las personas están habituadas a publicar constantemente detalles de sus jornadas, para cultivar y robustecer sus redes de contactos. En este proceso, la necesidad de comprobar que el mensaje fue recibido y provocó el efecto deseado es muy fuerte, como es natural en todo proceso de comunicación, por lo que la persona intenta siempre publicar material llamativo, que se distinga y provoque reacciones, ya que está compitiendo con muchas otras publicaciones. Dado que cada persona puede ser más o menos vulnerable a estas presiones, es necesario crear códigos de ética para los gremios de traductores, los que deben ser lo suficientemente fuertes como para implementar sanciones eficaces, que aseguren en lo posible la excelencia de los traductores.
Palabras Clave: traductor, cultura, valores, discreción, secreto profesional, redes sociales, gremio, código de ética
Todo aspecto del oficio del traductor amerita ser examinado y estudiado con esmero, ya que es una actividad no sólo cada vez más importante, sino que es indispensable dada la tendencia actual a la globalización y lo extendido de su ejercicio.
Razón por la cual es necesario que se conozcan los antecedentes históricos de la misma.
Según Lieven D’hulst “La historia de la traducción proporciona al investigador por la flexibilidad intelectual necesaria con el fin de que pueda adaptar sus ideas a nuevas maneras de pensar”. (D'hulst , Enseigner la traductologie: pour qui et á quelles fins?, 1994, págs. 13-33) Los primeros indicios que conocemos de este proceso se dieron cuando el imperio babilónico, en plena expansión, se encontró con los semitas, con una lengua muy distinta. El interés de comunicarse con otros pueblos surgió movido por una mezcla de intereses militares y comerciales, lo que hizo que el oficio de los traductores cobrara cada vez más relevancia a los ojos de las autoridades, así que el perfeccionamiento de todas las facetas de la traducción fue una cuestión cada vez más importante. Se ha venido acumulando el conocimiento no sólo de la estructura del idioma extranjero sino también la forma de pensar de quienes lo hablan, su cultura, sus valores y la infinidad de matices que existen en los diferentes oficios, profesiones, artes, gremios y demás subculturas que existen en cada región. También se ha profundizado el estudio de las implicaciones éticas de ser responsables de transmitir, con la máxima fidelidad posible, lo que quiere compartir una persona o grupo a otra persona o grupo. Sin duda alguna, una parte esencial de la comunicación es el escoger al o los destinatarios de la misma, y al confiar a un traductor la transmisión de la misma, es fundamental tener la confianza de que el contenido de la misma sólo lo recibirá quien el emisor decida. Por tanto, el profesional de la traducción, entendiendo el término como referido a quien tiene un dominio notable del oficio, avalado por otros miembros calificados del gremio, debe contar entre sus competencias con el respeto escrupuloso al secreto profesional relativo al material e incluso la identidad, si el caso lo requiere, de quien solicite sus servicios, además de la capacidad de custodiar de forma eficiente y permanente el material que le haya sido confiado para ser traducido, así como la traducción del mismo. Tanto puede perjudicar a quien necesite de los servicios de un traductor el que este no cuente con el dominio del tema específico del documento a traducir, o con el tiempo requerido para entregar la traducción oportunamente, como el hecho de que el traductor divulgue a quien no debe la identidad del cliente, el asunto del que trate el material a ser traducido o el contenido del mismo, así sea revelado parcialmente. Puede haber no sólo perjuicios económicos sino también se puede dañar seriamente a las personas involucradas, al punto de que una indiscreción puede resultar letal, dependiendo
del caso. En lo concerniente al secreto profesional del traductor, el compromiso debe ser de respeto irrestricto, al punto de que resulta preferible, si el traductor considera que por sus principios personales no podría guardar el secreto, ya que al hacerlo los traicionaría, que rechace el trabajo de traducción. Como todo principio ético, la discreción no solo debe estudiarse sino debe integrarse, en la medida de lo posible, al conjunto de valores esenciales de la persona, e idealmente se debe practicar constantemente y en todo ámbito. En la actualidad, está siendo erosionada su práctica por la evolución cultural actual, posibilitada por la disponibilidad casi universal de las redes sociales accesibles gracias al Internet. La necesidad de establecer una red de contactos cada vez más amplia y robusta, que define gran parte del quehacer humano desde siempre, ahora se puede satisfacer sin barreras de espacio e incluso de tiempo. Cada persona puede interactuar con otras, aún si están situadas al otro lado del mundo, y el diálogo personal puede tener pausas más o menos largas sin que se rompa la comunicación, aunque es innegable la impaciencia que atormenta al emisor cuando el receptor no ha leído un mensaje o no lo ha respondido después de verlo. Antes de la aparición de las redes sociales, el círculo de interlocutores de una persona se limitaba a quienes conocía en persona, con contadas excepciones si se comunicaba llamando por teléfono o enviando cartas o telegramas. Los https://www.abc.es/historia/20141204/abcitelegrama-historia-isabelii-espana201412031729.html?ref=https:%2F%2Fwww.g mensajes de telegrafía eran enviados inicialmente por operadores de telégrafo que usaban código Morse, y eran conocidos como telegramas, marconigramas o cablegramas. De hecho, es probable que la mayoría de los jóvenes tenga que buscar en Internet el significado de la palabra “telegrama”, y ese medio, tan limitado, transmitido en clave morse y entregado en persona en un papel con frases muy lacónicas, ya que cobraban por palabra, se contrasta con la posibilidad de que en la actualidad, cualquiera puede publicar un texto, una imagen, un video, un archivo de audio o cualquier otro tipo de contenido, sabiendo que puede ser visto en ese momento o mucho tiempo después por personas en todo el planeta. Este poder lo utilizan los jóvenes con mucha naturalidad como parte integral de su jornada. Le comparten a sus contactos muchos detalles de su día, empezando por el estado de ánimo que tienen al levantarse, fotografías de los alimentos que van a consumir, lugares visitados, etc. hasta terminar informándole a su círculo de contactos que ya se va a dormir. Ya no es necesaria una decisión deliberada para que la persona
moderna tome una foto, publique un comentario relativo a lo que está viviendo y revele muchos detalles de su vida y su entorno. En este contexto, resulta muy natural publicar un comentario relativo al material que alguien recibió para ser traducido, sin siquiera darse cuenta de que es el primer paso para violar el secreto profesional. Una consecuencia importante de la publicación permanente de detalles de la jornada de la persona en las redes sociales es la necesidad de obtener una confirmación de que su publicación llegó a su destino y provocó la reacción deseada. Esto es una característica común en los procesos de comunicación, que incluso está integrado en los protocolos de comunicaciones que posibilitan la existencia del Internet. La persona que emitió la comunicación sabe que está compitiendo con muchas otras publicaciones por la atención de los receptores, por lo que, si tiene la posibilidad de publicar algo especialmente llamativo, es muy fácil que lo haga sin siquiera pensarlo. Dentro de la categoría de material especialmente llamativo pueden caer las traducciones solicitadas al traductor, por múltiples razones, empezando por la identidad de quien la solicitó, porque una forma de llamar la atención es aparecer como relacionado con alguien famoso. También el contenido del material a ser traducido puede revestir un interés irresistible para los contactos del emisor, lo que puede dar lugar a cascadas de comentarios en círculos cada vez más amplios. Lo vulnerable que resulte cada persona a la costumbre de compartir constantemente detalles de su jornada y a la satisfacción de constatar la aprobación conseguida por sus publicaciones dependerá de muchos factores, incluyendo cómo fue criada y la sensibilidad afectiva que tenga, por lo que es saludable establecer entidades que agrupen a los traductores y tengan la posibilidad de evaluar su quehacer y sancionar de alguna forma a los infractores, para que, independientemente de los principios y sensibilidades personales, el traductor sepa que habrán consecuencias claramente establecidas si viola el secreto profesional. Resulta muy interesante comprobar que esta necesidad está percibida e implementada de manera muy similar en diversos países. Concluimos esta reflexión mostrándoles dos ejemplos:
Art. 17 - La relación entre profesional y cliente debe desarrollarse dentro de la más absoluta reserva y confianza. El profesional no debe divulgar asunto alguno sin la autorización expresa de su cliente, ni utilizar en su favor, o en el de terceros, el conocimiento de los asuntos de su cliente, adquirido como resultado de su labor profesional.
Art. 18 - Está relevado de su obligación de guardar secreto profesional cuando imprescindiblemente debe revelar sus conocimientos para su defensa personal, en la medida en que la información que proporcione sea
insustituible. (Asociación Guatemalteca de Intérpretes y Traductores, 2005)
Sin importar que este otro código de ética haya sido desarrollado en otro hemisferio, las similitudes son impresionantes:
ARTÍCULO 10. Principio de confidencialidad
El traductor público debe respetar rigurosamente el secreto profesional y negarse rotundamente a faltar a su deber de confidencialidad. Solo quedará exceptuado de tal deber: a) cuando el cliente o destinatario de su traducción lo autorice expresamente; b) si se tratare de su propia defensa ante el Tribunal de Disciplina o ante un tribunal de justicia; c) cuando la ley se lo exija.
Debe resguardar los documentos que le hubiesen sido confiados. (Consejo Directivo del Colegio de Traductores Públicos e Intérpretes de la Provincia de Buenos Aires, 2021) Como toda obra humana, tanto las traducciones como los códigos de ética de los diferentes gremios son perfectibles, por lo que esperamos que en el momento que nos sea requerido, seamos referentes de un nuevo nivel de excelencia en el ejercicio profesional como traductores, incluyendo en el respeto escrupuloso a la confidencialidad.
Referencias
Asociación Guatemalteca de Intérpretes y Traductores. (2005). Código de Ética. Guatemala: Asociación Guatemalteca de Intérpretes y Traductores. Consejo Directivo del Colegio de Traductores Públicos e Intérpretes de la Provincia de Buenos Aires. (2021). Código de Ética. Buenos Aires: Colegio de Traductores Públicos e Intérpretes de la Provincia de Buenos Aires.
