La isla de los placeres simples.

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la isla de los placeres simples Existe un rincón en Canadá que no le teme al invierno ni se deja intimidar por el paralelo 49. Con el mejor surf del país y cientos de kilómetros de carretera custodiada por playas vírgenes, es la isla de Vancouver. Texto y fotos Mark Gutt

El parque provincial Englishmen River Falls, a 50 km de Nanaimo.


“Bienvenidos

a Pueblo Quieto”, imagino que nos dice la sobrecargo cuando aterrizamos en Victoria. Viajo con mi papá. Somos dos de los veintitantos pasajeros que ocupamos un avión que parece salido de una caja de cereal. Estamos en la capital provincial de la Columbia Británica, una ciudad de 300 mil habitantes que está más preocupada por el cultivo de manzanas orgánicas que por las calabazas moteadas de la tía Yayoi. Aquí, el orgullo local tiene que ver con residencias oficiales donde viven más venados que personas y huertos que no sucumben ante el invierno. Suena exagerado, pero es cierto. Esta ciudad no seduce a las visitas con arquitectura maestra ni con noches eternas. Todo lo contrario: Victoria se va a dormir a las 10 de la noche y sus edificios icónicos son el resultado amateur de un inmigrante británico que construyó mejor su pasado arquitectónico inexistente que el Parla-

mento de la provincia. Las dolencias urbanas se compensan con muelles donde posan focas desinhibidas y jardines que florean todo el año. Entre el aeropuerto y el centro de la ciudad se encuentran los Butchart Gardens. De no ser por ellos podríamos obviar la salida hacia Brentwood Bay, pero el atractivo más popular del sur de la isla merece una desviación. Estos jardines florales, abiertos todo el año, están inscritos en el registro de Sitios Históricos Nacionales de Canadá. Una veintena de hectáreas tapizada de flores todo el año no es poca cosa, al menos no cuando se está más cerca del Ártico que del trópico. Rosas, dalias, violetas y amapolas son algunas de las miles de variedades de flores que se intercalan para vestir de colores los jardines. La postal, naturalmente cursi, está acompañada de esculturas celestiales que la hacen más empalagosa. Pero ni siquiera eso es suficiente para opacar los jardines, que deben su esencia a un termómetro que no sabe qué hay del otro lado del cero.

Puente elevado en el parque Goldstream.

Victoria robada Cuenta la leyenda que, de no ser por una mala jugada, la ciudad que hoy conocemos como Vancouver sería la capital de la provincia. Era la década de 1860 y las colonias de

u n jardín qu e fl orec e todo el año no es poca cosa.

El Faro de Fisgard, entre Victoria y el parque Goldstream.

Vancouver Island y la Columbia Británica, entonces independientes, estaban por unirse para consolidar una única provincia. Sólo quedaba un trámite pendiente: determinar qué ciudad sería la capital. William Franklyn, promotor de mover la capital a Canadá continental, estaba convencido de que obtendría la victoria. Y así habría sido, de no ser por un par de contrincantes que cambiaron el orden de su discurso y dejaron desnudo el armazón de sus lentes. Ese robo debe ser el crimen más atroz de la historia de Victoria. La ciudad es tan tranquila y amigable que los coches se detienen para que crucen los peatones, y los peatones, para que crucen los patos. Dos kilómetros son suficientes para hablar de lo que queda realmente lejos. Eso último lo aprendemos cuando sacamos el coche para ir a desayunar a la panadería más recomendada de la ciudad. Si nuestros cálculos no fallan, 20 minutos de caminar habrían sido suficientes para llegar del hotel a los croissants recién horneados, pero eso es impensable porque “está lejísimos”. Por suerte, en la panadería no se equivocan. Fol Epi es un santuario para los amantes del pan, y sus tartas de manzana con arándano no solamente son una delicia, sino que, como el resto de sus panes, se elaboran con ingredientes orgánicos y levadura silvestre. 65


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Pan recién horneado en Fol Epi.

pa r a l o s a m a n t e s d e l pa n.

Lento pero seguro Es hora de dejar el caos de la gran ciudad, como dirían los isleños, para emprender el camino hacia el norte. La primera parada es el parque provincial Goldstream. En nuestra cabeza, somos el único par que tiene planes de visitar cascadas en un día laboral. ¡Qué ilusos! En el estacionamiento, encontramos más coches que ausencias. No importa que sea martes y tampoco que sea mediodía: en esta isla no hacen falta horarios específicos para disfrutar de los espacios al aire libre. Buscamos un mapa que nos indique cómo llegar a Little Niagara, la cascada que hace de este parque uno de los más populares de la región. No tenemos suerte con la cartografía, pero nuestra cara de perdidos basta para que otro visitante comparta indicaciones. La caminata toma aproximadamente 20 minutos. Cruzamos la carretera por un túnel subterráneo y llegamos a la “Niágara del oeste”. En términos de altura, esta cascada no le pide mucho a la estrella con la que comparte nombre. En longitud, la historia es otra. Por suerte, prefiere sacrificar la fama a cambio de estar rodeada de pinos y no de tienditas de recuerdos. Antes de dejar Goldstream nos espera una caminata más. El sendero, dentro de los límites del parque, no aparece en ningún mapa oficial. La razón es clara: contempla el paso por una vía de tren presuntamente en uso, aunque en realidad no ha pasado un vagón en poco más de un año. Llegar implica más de una hora, pero la recompensa es un mirador atípico que, entre vigas y tornillos, cruza el cañón a 85 metros de altura. Sin ningún barandal de por medio, el vértigo toma por sorpresa a chicos y grandes. Mi

El malecón Backwater, en Victoria.

fol epi es un santuario

Junto con el café se acaban las ganas de andar en coche. En Victoria, caminar es el fin y no el medio. Nuestro recorrido inicia con una visita al Parlamento provincial y al hotel The Empress, los dos edificios más emblemáticos de la isla. Después bordeamos la marina hasta llegar a Fisherman’s Wharf. Los embarcaderos, tapizados de restaurantes, son el lugar favorito tanto de visitantes como de las focas que se dejan consentir por ellos. Antes de la puesta del sol alcanzamos a recorrer buena parte de Dallas Road, un sendero costero al que los colores del atardecer hacen ver todavía más guapo. Entre playas rocosas y barrancos vírgenes llegamos hasta The Breakwater, una especie de malecón coronado con un faro. El timing es perfecto: los últimos rayos del sol amenazan con irse y el cielo, pintado de rosa y morado, recuerda que la naturaleza ofrece los mejores espectáculos de la isla. Cuando se nos ocurre ver el reloj ya son más de las ocho. Si todavía queremos cenar, es mejor que aceleremos el paso: Olo cierra a las 10 y, dicen, nadie quiere perderse su cornbread acompañado con mantequilla a la miel.

Vanidad aparte, Cowichan Bay es un tesoro culinario. Mucho tiempo antes de que la comida orgánica y la filosofía farm-to-table se convirtieran en prácticas conocidas, este pueblo ya se regía por ellas. En 2009, Cowichan Bay se convirtió en la primera ciudad Cittàslow de Norteamérica, y cada uno de sus locales cree en la filosofía slow food. Y nosotros, que creemos en las bondades del pan recién horneado, nos dejamos seducir por el olor que se escapa de la panadería True Grain. A veces, todo lo que hace falta para darse cuenta de que un lugar es perfecto después de todo, es un rol de canela que todavía está caliente. papá, petrificado, no logra cruzar siquiera la mitad del puente. No es el único. Otros tres caminantes comparten la idea de que son los trenes –y no nosotros– los que deben andar sobre rieles. La siguiente parada, 37 kilómetros al norte, es un pueblo llamado Cowichan Bay. El centro, si existe tal cosa, es una sola calle que descansa entre el mar y la montaña. Quinientos metros de Cowichan Bay Road, con sus casitas de colores y veleros arrullados por la marea, son suficientes para hacer de éste un pueblito aparentemente perfecto. Tanto, que el mar se comporta como una laguna que dice “ven a mí”. Por suerte, antes de caer rendido ante la idea de un chapuzón, veo algo parecido a una medusa en el agua. Y no es una, son varias. Quizá las apariencias engañan y Cowichan Bay no es perfecto... al menos, no para nadar.

Olas salvajes Doscientos setenta kilómetros nos separan de nuestro destino en la costa oeste, donde la furia del Pacífico golpea las playas sin misericordia. En el camino, formado por carreteras cada vez más angostas, nos esperan dos parques provinciales. El primero se llama Englishmen River Falls. Está al norte de Nanaimo, y su sendero principal está acompañado de dos cascadas, puentes colgantes y una laguna. Además, en otoño se puede ver el desove del salmón. La segunda parada es Cathedral Grove, que debe sus milagros a un buen samaritano de nombre Harvey MacMillan. Esta región del parque MacMillan, donada por el leñador del mismo nombre, alberga algunos de los árboles más longevos del oeste canadiense. Cientos de pinos Douglas, muchos con más de 800 años de vida, habitan más de 150 hectáreas de bosque protegido. Los 140 kilómetros que faltan para llegar a la costa son, con curvas pronunciadas y rectas inexistentes, los más complicados. En el trayecto, que nos toma cerca de tres horas, es más fácil encontrar un lago que una gasolinera. 67


Surf, ballenas y aguas termales: los highlights de Tofino. Emily, instructora de Surf Sister.

t o f i n o e s e l pa r a í s o s u r f e r d e c a na d á .

Tofino, con menos de 2,000 habitantes, es un pueblito que seguramente tiene más tablas que residentes permanentes: el paraíso surfer de Canadá. Faltan pocos kilómetros para que termine la península de Esowista cuando llegamos al Pacific Sands Beach Resort, que descansa sobre la playa Cox Bay. El hotel es como el paraíso del paraíso, especialmente al atardecer, cuando el cielo y sus senderos boscosos se pintan de colores increíbles. Aunque Tofino está relativamente cerca de Victoria, son dos mundos distintos. Por su cercanía con mar abierto, Tofino tiene buena fama para observar ballenas migrantes. Contra la recomendación de una amiga local, que nos asegura que finales de octubre es tarde para salir a buscarlas, nos embarcamos en un zodiac para intentarlo. Pasamos tres horas a bordo y apenas tenemos la suerte de ver cuatro respiros de una ballena jorobada y un espectáculo de lobos marinos que saltan en grupo. Cuando volvemos a Cox Bay nos esperan las hermanas. Suena como orden religiosa, pero se trata de una escuela de surf liderada por mujeres. Surf Sister tiene una sucursal en el hotel, así que sólo hay que salir del cuarto y pasar 68

por un wetsuit, tu mejor amigo cuando el agua apenas alcanza los 13 grados. La primera media hora la pasamos acostados en la arena haciendo movimientos propios de la locura pero, al cabo de un rato, estoy parado sobre una tabla en un intento por domar el Pacífico. Mi papá, en cambio, tiene más confianza en domar su hambre, el pretexto que utiliza para despedirse del surf. La cena es en Sobo, que empezó como un food truck, pero se convirtió en uno de los restaurantes más famosos del país. Entre copas de vino, crema de calabaza y rebanadas de pizza, perdemos el lugar que guardamos para el postre. “Afortunadamente”, dice mi papá, “el que busca encuentra. Si no ballenas y osos, al menos espacio para un sándwich de helado de menta y otro de caramelo salado”. THE DETAILS Hoteles y más, pág 78.


Nuestra guía a los destinos del mes, incluyendo los mejores lugares para dormir, comer y pasear.

VANCOUVER La isla de los placeres simples p. 62 DÓNDE DORMIR Parkside Hotel and Spa 810 Humboldt St, Victoria, +1/855-616-3557; parksidevictoria.com Pacific Sands Beach Resort 1421 Pacific Rim Hwy, Tofino, +1/250-725-3322; pacificsands.com DÓNDE COMER Fol Epi 398 Harbour Rd, Victoria, +1/250-477-8882; folepi.ca Cold Comfort Ice Cream 1115 N Park St, Victoria, +1/778-433-5215; coldcomfort.ca Olo 509 Fisgard St, Victoria; +1/250-590-8795; olorestaurant.com

FRANCIA El (otro) sur de Francia p. 52 DÓNDE DORMIR Hôtel Le Prieuré Baumanière 7 Place du Chapitre, Villeuneve-lèsAvignon, +33/490-1590-15; leprieure.com Imperator Hotel 15 Rue Gaston Boissier, +33/466-2190-30; hotel-imperator.com DÓNDE COMER Marché Les Halles d’Avignon

True Grain 1725 Cowichan Bay Rd, Cowichan Bay, +1/250-746-7664; truegrain.ca Shelter 601 Campbell St, Tofino, +1/250-725-3353; shelterrestaurant.com SoBo 311 Neill St, Tofino, +1/250-725-2341; sobo.ca VER+HACER Butchart Gardens Brentwood Bay, butchartgardens.com Parques provinciales de la Columbia Británica env.gov.bc.ca/bcparks Jamie’s Whaling Station 168 Fraser Ln, Ucluelet, +1/250-726-7444; jamies.com Surf Sister Surf School Tofino, +1/250-725-4456; surfsister.com

18 Place Pie, +33/490-2715-15 Le Cambuse du Saunier Route de l’Ayrolle, Gruissan, +33/484-2513-24; lesalinedegruissan.fr VER+HACER Palacio Papal de Aviñón Place du Palais, +33/432-7432-74 Maison Carrée Place de la Maison Carrée, Nîmes Le Castellum Aquae 14, 16 Rue de la Lampeze, Nîmes

DÓNDE DORMIR Cuillin Hills Hotel Portree, +44/1478-612-003; cuillinhills-hotel-skye.co.uk House Over-By Colbost House, Dunvegan, +44/1470-511-258; threechimneys.co.uk Kinloch Lodge Sleat, +44/1471-833-333; kinloch-lodge.co.uk Skeabost House Hotel Skeabost Bridge, +44/1470-532-

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T R AV E L   +   L E I S U R E   /  M AYO 2 0 1 6

202; skeabosthotel.com Skeabost Wood Cottage holidaylettings.com DÓNDE COMER Oyster Shed Carbost, +44/1478-640-383; skyeoysterman.co.uk Edinbane Inn Edinbane, Portree, +44/1470-582414; edinbaneinn.co.uk Red Roof Café Gallery Holmisdale, Glenadale, +44/1470-

511-766; redroofskye.co.uk Scorrybreac Portree, +44/1478-612-069; scorrybreac.com Sea Breezes 2 Marine Buildings, Portree, +44/1478-612-016; seabreezes-skye.co.uk VER+HACER Loch Croruisk, Neist Point y Quairaing son los mejores circuitos para hiking. walkhighlands.co.uk

FA B I E N T I J O U ; M A R C K G U T T ; S I M O N R O B E RTS

ISLA DE SKYE Eye in the skye p. 70


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