Namibia la grande.

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H2 HOT destination Texto y fotos por: MARCK GUTT

Es vegetariano, procurador apasionado de la buena ortografía y viajero. Aunque sus papás le dijeron de chiquito que no era buena idea, también es conversador con extraños. Cuando sea grande quiere ser políglota y autosustentable, de los que crecen naranjas en su propio huerto, mientras colabora como fotógrafo y articulista en National Geographic Traveler y Aire, entre otras. Instagram: @don.viajes

NAMIBIA

Las famosas acacias de la planicie de Deadvlei.

El más seco de los países subsaharianos no presume ciudades dignas de ser catalogadas como tal. Mucho menos, sabanas capaces de despertar los celos de Mufasa. Con escasez de agua dulce y una densidad poblacional que da risa, esta tierra resguarda encantos más bien excepcionales. Antes que safaris de lujo y playas paradisiacas, Namibia es lugar de salares con delirios de espejo y desiertos alumbrados por millones de estrellas. A la segura, acompañados con más animales que personas.

LA GRANDE

HISTORIAS ANIMALES DE DESPOBLACIÓN Y DESIERTO

Todoterreno en acción en las dunas de Sandwich Harbour.

Con menos de 30 años de historia independiente, el niño rebelde del sur africano es experto en salir de la norma. Aquí no hay cabida para señoras cascadas ni mansiones donde se desayuna con jirafas. Tampoco para cocinas ni museos cosmopolitas. En su mayoría, este país es un desierto con paisajes escasamente intervenidos y una dieta que conoce poco más que carne. Eso sí, la geografía culpable de todo lo anterior es la misma a la que se deben cientos de kilómetros de litoral protegido y parques nacionales del tamaño de países enteros. Los caminos de Namibia recorren cientos de kilómetros en solitario. A menudo, conectando pueblos fantasma y bahías vírgenes con granjas que se pierden en la inmensidad del paisaje y ojos de agua que seducen a toda clase de animales. Paciencia, bidones de gasolina y tracción en todas las llantas son los requisitos básicos para recorrer el país en busca de su grandeza menos literal. Una riqueza orgánica que, sobrada de modestia, esconde carreteras custodiadas por babuinos, dunas que no se saben estar quietas y noches que recuerdan el significado profundo de la oscuridad.

Tanta aridez y tan poca gente. Esta frase, extrañamente atinada para hablar del África subsahariana, describe la realidad de uno de los rincones menos domesticados del planeta. Si bien el sur del continente madre es un despilfarro de verdor y una amalgama de culturas que apenas se entienden, un país acostumbrado al silencio y a la naturaleza salvaje rompe con todo estereotipo. A cambio de sacrificar migraciones legendarias y exuberancias tropicales, los desiertos de Namibia muestran su estilo de vida. Y es mucha, pero mucha vida.

Windhoek es una ciudad, en el mejor de los casos, desencantada. Por suerte, basta con dejar sus calles que honran la memoria de dictadores contemporáneos para descubrir la esencia local. Más que intentos fallidos de urbanidad, esta tierra sorprende a las visitas con naturaleza pura y dura. Y sí, puede que este país no tenga los lodges más presumidos ni las ciudades más vibrantes de la región, pero cuando se trata de naufragios custodiados por lobos marinos, llanos tapizados de troncos inmortales y lagunas que se pintan de rosa con miles de flamencos, a los vecinos no les queda más que disimular la envidia.

Atardecer de altura en el Parque Nacional Etosha.

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H2 HOT destination

Cebra

CONSTANCIA ANIMAL

Un vistazo de Namibia en Google Maps basta para evidenciar un país seco y monocromático. Es más, la aplicación es engañosa. El verde que pinta el litoral obedece a un color estándar para designar zonas protegidas, pero está lejos de mostrar la tonalidad real de la costa. Sin contar la frontera nororiental, que se elonga hasta rozar la exuberancia de los ríos Chobe y Zambeze, Namibia es un desierto monumental. En el mapa solo se asoma un cuerpo lacustre de tamaño más o menos decente. De nuevo, un engaño. Se trata de la reserva más afamada del territorio, un oasis que si bien está lleno de vida, dista de ser un lago en forma. El Parque Nacional Etosha, 420 kilómetros al norte de la capital, es el safari estrella de Namibia. Por un lado, porque no hay mucho más de donde escoger. Y por otro, porque presume peculiaridades geográficas que hacen del parque un lugar único. A diferencia de las reservas en países vecinos, Etosha no tiene que preocuparse por lluvias torrenciales, pastizales que sirven de escondite o animales en trámites migratorios. El calor y la calima son, en su defecto, los únicos factores de contrapeso. Y cuando se trata de ver animales en abundancia, ni siquiera los termómetros infernales intimidan a las más de 100 especies de mamíferos y 300 especies de aves que habitan el parque.

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La ausencia de agua hace de esta reserva insignia, con una superficie mayor a la de El Salvador o Eslovenia, una apuesta exitosa. Los pozos naturales y artificiales esparcidos en Etosha son responsables de atraer cualquier clase de bichos. Tarde o temprano, sin importar la época del año, los animales caen rendidos ante la oferta escasa de líquido vital. Elefantes, rinocerontes, jirafas, impalas, hienas, kudus, leones… todos acuden a los mismos pozos para saciar la sed. ¿El resultado? Postales donde conviven, más seguido que no, especies que en otras condiciones preferirían voltearse las caras. Un viejo fuerte alemán y un puñado de campamentos rústicos son las únicas opciones de hospedaje dentro del parque. Por lo demás, Etosha no se deja domar. La ausencia de poblaciones cercanas y reglas que prohíben salir del camino mantienen el ecosistema sano. Solo las camionetas ávidas de encuentros salvajes intervienen con el paisaje de matorrales y salares acostumbrados a la sequía. Los recorridos se pueden hacer por cuenta propia o con la ayuda de guías, esenciales para encontrar melenas y colmillos cuando se es analfabeta del entorno. Con algo de suerte, un par de días al volante bastan para ver suricatas escurridizas, antílopes del tamaño de gatos caseros y cuatro de los “cinco grandes” mamíferos africanos.

Manada de elefantes en un ojo de agua de Etosha.

Kudu

Carraca lila, el pájaro nacional de Botsuana y Kenia, en Etosha.

Hiena moteada.

En Etosha se estima una población de entre 250 y 750 leones.

Didic, el antílope más pequeño de Namibia.

Suricatas

Avestruz silvestre.

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Sossusvlei forma parte de Namib-Naukluft, el parque más grande del país y el responsable de su nombre. De acuerdo con la sabiduría local, “namib” significa ‘vastedad’ o ‘grandes espacios abiertos’. La toponimia no se equivoca con el Parque Nacional, pero con Sossusvlei es considerablemente menos certera. Aunque no hay consenso, las posibilidades de significado rondan entre ‘pantano sin salida’ y ‘lugar donde nace el agua’. Hace mucho tiempo, quizás. Hoy, las dunas agigantadas y los troncos secos de la planicie atraen a miles de visitantes de todo el mundo, pero no logran hacer lo mismo con la lluvia. Duna 45, las más famosa y caminada de Sossusvlei.

Cañón de Sesriem, en el Parque Nacional Sossusvlei.

Horarios de visita restringidos y caminos improvisados marcan la pauta para recorrer Sossusvlei. Sin rutas alternas ni desviaciones factibles, los volantes se siguen unos a otros en busca de las mismas promesas. Aun con gente, el calor y la arena que sopla el Kalahari ofrece postales seductoras. Montañas de arena que sirven como miradores, cañones profundos que hasta hace poco almacenaban agua y globos aerostáticos que persiguen corrientes madrugadoras son algunos de los secretos de este desierto. Su principal atractivo, sin embargo, se esconde entre la terracería más engañosa. En Deadvlei, decenas de troncos secos forman un paisaje tan mórbido como fascinante. Sin agua, las acacias más famosas de Namibia murieron hace cientos de años. Y sin agua, también, sus esqueletos fueron condenados a permanecer de pie a merced de lentes curiosos y descomposiciones que no llegan.

NATURALEZA MUERTA

300 kilómetros al suroeste de la capital, un paisaje más representativo de Namibia descansa entre calores abrasadores y silencios que ensordecen. De los muchos desiertos que tapizan el territorio nacional, pocos son más inhóspitos que Sossusvlei. Paradójicamente, también pocos son más turísticos. Salvo por avestruces, springboks y órix, la presencia de animales grandes en la planicie es inexistente. Y tampoco es que las especies chicas abunden. Los atractivos de este rincón nada tienen que ver con fauna. De hecho, todo lo contrario. La fama del desierto está íntimamente vinculada con la muerte.

Atardecer en las dunas de Elim, en Sossusvlei.

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Si no es por una docena de granjas y campamentos esparcidos, Sossusvlei es un territorio dejado a la suerte de un sol sin piedad y una tierra sin agua. El pueblo más cercano, Solitaire, se encuentra a 80 kilómetros. Y lo de pueblo es demasiado. La localidad es poco más que una estación de servicio donde los todoterreno se abastecen de combustible y sus tripulantes de carne y pie de manzana. Es precisamente la dureza del desierto, con sus noches libres de contaminación lumínica, sus caminos capaces de atascar cualquier vehículo y sus dunas que tocan el cielo, la que resulta tan seductora.

Vuelo en globo sobre la planicie de Sossusvlei.

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H2 HOT destination GUÍA DE NAMIBIA ANGOLA

Etosha National Park

Víbora de Peringuey escondida en la arena del Parque Nacional Dorob.

Lobos marinos sudafricanos de la colonia de Pelican Point.

Gecko arenoso del Namib, con patas adaptadas para moverse en la arena.

Camaleón namaqua, endémico de los desiertos del suroccidente africano.

South Atlantic

NAMIBIA Dorob National Park Windhoek Swakopmund Pelican Point

Escorpión negro en el parque nacional Dorob.

CÓMO LLEGAR

Atardecer en el muelle público de Swakopmund.

COSTA AMARILLA

En otra dirección, 350 kilómetros al oeste de Windhoek, las olas se encuentran con tierra firme. Swakopmund y Walvis Bay, un par de poblados que prácticamente comparten latitud con la capital, se presentan como los grandes destinos playeros de Namibia. Grandes solo en el sentido figurado. Y playeros en una acepción que nada tiene que ver con el paraíso. Árboles de mango, bahías de arena blanca y palafitos que flotan sobre el mar, aquí son solo un antojo lejano. En la costa namibia las gaviotas y los pescadores están acostumbrados a reconocer la exoticidad de la fruta fresca y a ver con normalidad dunas que bailan al son de los rayos ultravioleta. Antes que el rincón ideal para echarse en una hamaca, la costa central es buena para liberar adrenalina y descubrir fauna que poco se asocia con safaris. Saltos tándem en paracaídas, vueltas todoterreno en dunas y caminatas en búsqueda de bichos rastreros, son más representativos del espíritu local que tratamientos de spa y piñas coladas. Los atardeceres de colo-

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Walvis Bay

res, las frituras de mariscos y las lagunas tapizadas de flamencos son los atractivos a la mano. Para descubrir el resto, hace falta manejar horas, salpicarse de agua fría y caminar bajo el sol. Entre las joyas que esconde el desierto costero, Sandwich Harbour es la estrella. Se trata de un humedal, 35 kilómetros al sur de Walvis Bay, donde el mar y la arena se encuentran con un oasis mediador. El lugar, antiguo puerto de cazadores de ballenas, es hoy refugio para cientos de miles de aves. La única reserva marina de Namibia es fundamental para la conservación, pero la razón por la que llama la atención es más superficial. Aquí el mar se topa con dunas móviles que alcanzan 200 metros de altura y forman paisajes imponentes. Llegar al humedal es una odisea que contempla arena movediza y caminos que desaparecen con la marea. Eso sí, es un atractivo en sí mismo. El viaje se acompaña con hordas de cormoranes y chacales desinhibidos. Y en temporada invernal, con algo de suerte, también con ballenas.

En términos de fauna, el desierto sorprende con más vida de la que aparenta. Aunque el agua dulce es contada, algunas especies han desarrollado mañas para salirse con la suya. Frente a Walvis Bay, a unos 30 kilómetros de camino improvisado, la península Pelican Point alberga una colonia de lobos marinos sudafricanos. Un kayak y un remo son todo lo que hace falta para compartir el agua de la bahía con cientos de lobos marinos. Hacia el norte, cerca de Swakopmund, el Parque Nacional Dorob cuida una riqueza más modesta. Afuera de la ciudad, una colección de dunas que no son especialmente llamativas encubren endemismos increíbles. Gracias a las semillas que arrastra el viento, insectos y escarabajos sirven como base de una cadena alimenticia que no necesita chitas ni búfalos para llamar la atención. Cuando un poco de arena basta para descubrir camaleones adaptados al suelo, alacranes que no caben en una mano adulta y geckos que opacan a Lisa Frank, el tamaño, en serio, no importa.

Etosha tiene una de las poblaciones de jirafas más numerosas de África.

No hay vuelos directos entre Namibia y el continente americano. Y, de hecho, solamente se ofrecen dos rutas entre Europa y Windhoek. Las alternativas para llegar con el menor número de escalas son vía Ámsterdam, con KLM, o vía Frankfurt, con Lufthansa. Otra opción es viajar vía Sudáfrica, con conexión en Estados Unidos o Brasil. Si bien es la alternativa más común, es importante considerar que como mexicano se necesita tramitar una visa sudafricana de entradas múltiples. Air Namibia ofrece vuelos entre Windhoek y Walvis Bay.

Visa

Los salares de la costa central están tapizados de flamencos comunes y enanos.

Las horas crepusculares son las mejores para recorrer Etosha en busca de animales.

Salto en paracaídas sobre los desiertos de Dorob y Sossusvlei.

Cabañas de lujo en el Sossusvlei Lodge, a las afueras del parque nacional.

Plato de mariscos en Dockside Seafood & Grill, en Walvis Bay.

Los ciudadanos mexicanos necesitamos visa para viajar a Namibia. A finales de 2019, comenzó un programa piloto que permite tramitar el visado al llegar en los principales aeropuertos namibios. Para confirmar novedades del programa y requisitos es recomendable contactar a la Embajada de Namibia en Estados Unidos, encargada de asuntos consulares en México. namibiaembassyusa.org

CÓMO MOVERSE Las carreteras de Namibia son seguras y están bien señalizadas. Eso sí, para llegar a los atractivos más icónicos del país muchas veces hace falta librar tramos de terracería, planicies sin caminos y arena movediza. Una alternativa para recorrer el país es rentar un todoterreno y organizar el itinerario por cuenta propia, ya sea contemplando hospedaje o sitios para acampar. Otra alternativa,

BOTSUANA

Sossusvlei / Deadvlei

para delegar trámites logísticos e ir en compañía de conocimiento local, es viajar con un guía. Compañías como Wild Dogs ofrecen desde recorridos guiados en hospedajes de lujo hasta renta de vehículos con diseño de itinerarios a la medida. Más que ahorrarse la manejada al revés, viajar con guía facilita la observación de fauna y evita llantas atascadas.

Tours

Etangola Namib Desert Tours Recorridos guiados y safaris por los desiertos de la costa de Namibia, incluido Sandwich Harbour. Ground Rush Adventures Saltos tándem en paracaídas con vistas del desierto y la costa. Base en Swakopmund. skydiveswakop.com Living Desert Adventures Recorridos guiados por las dunas de Dorob con especial atención en conservación y vida silvestre. livingdesertnamibia.com Namibia Kayak Tours Tours de kayak con lobos marinos en Pelican Point y recorridos guiados de observación de aves. namibia-kayak-tours.com Wild Dogs Safaris Recorridos guiados, diseño de viajes personalizados y renta de todoterrenos por todo el país. wilddog-safaris.com

DÓNDE DORMIR Sossusvlei Lodge Resort de lujo en las afueras de Sossusvlei, en el Parque Nacional Namib-Naukluft. sossusvleilodge.com

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