La vida en el Olimpo.

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Worth a Trip El monasterio Agios Ioannis Lambadistis, construido en el siglo XI, sobrevive en las montañas de Chipre.

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1. Lejos de la costa, no hay lugar para la comunicación bilingüe. 2. Las calles de Kalopanayotis trazan un intrincado laberinto de piedra. 3. Vivienda clásica en Omodos.

Cerca del cielo, la divinidad tiene

La vida en el

Olimpo En el corazón de Chipre, donde las montañas tocan las nubes, las tradiciones del país mediterráneo se revelan sin vista al mar ni traje de baño. Por Marck Gutt.

que ver con

c a s c a d a s e s c o n d i d a s en el bosque, monasterios Per capita, Chipre es uno de los diez países más visitados del mundo. La estadística, cortesía de un favor geográfico, se debe a más de 600 kilómetros de costa bañada de sol. Playas míticas, hoteles de lujo y marinas presumidas tapizan el litoral que se presenta como la consumación del anhelo mediterráneo que la isla exporta como franquicia del paraíso. En el imaginario colectivo, Chipre es una isla envidiable custodiada por las aguas más cálidas del mediterráneo. Pero el país, que en su punto más alto alcanza casi dos mil metros sobre el nivel del mar, es más que un balneario con arena de sobra. Carreteras enredadas, inviernos blancos y viñedos artesanales protagonizan la vida

invadidos de silencio y copas llenas d e c o m m a n d r i a .

3 en el corazón chipriota, una región montañosa que la revolución industrial y el turismo en masa tienen en el olvido. En la Sierra Troodos, coronada por el Monte Olimpo, no hay estrellas Michelin o menús de almohadas. Cerca del cielo, la divinidad tiene que ver con cascadas escondidas en el bosque, monasterios invadidos de silencio y copas llenas de commandaria. Aquí, la sabiduría popular se equivocó: no siempre en el mar la vida es más sabrosa.

CURVAS PELIGROSAS Las principales ciudades chipriotas están interconectadas por un sistema carretero excepcional. Las autopistas amplias de la costa sur que conectan a Nicosia, la capital, y los puertos de Ayia Napa, Limasol, Larnaca y Pafos han sido bautizadas con la letra A. En los mapas también aparecen las carreteras secundarias, marcadas con la letra B, y las vías terciarias, marcadas con la letra E. El camino para llegar a Kalopanayiotis, una aldea en el corazón de la Sierra Troodos, no tiene letras. Y a menudo, tampoco lugar en los mapas. La desviación hacia Avdimou, un pequeño poblado entre Pafos y Limasol, marca el comienzo de un viaje donde la utopía costera cede terreno al Chipre tradicional. Conforme el mar se aleja, la brisa salada se

TRAVEL+LEISURE / MARZO 2018

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Worth a Trip transforma en aire reseco. Los edificios escasean, la temperatura se enfría y los letreros, que en la playa presumen su educación bilingüe, en la montaña solo hablan griego. Pronto, el GPS se declara inútil. Cuando los caminos pierden sus nombres en inglés, el navegador comienza a recitar caracteres como si se tratara de examen final en clase de etimología. “En 200 metros, para llegar a su destino, gire a la derecha en ómicron, mi, ómicron, delta, ómicron, sigma”. El lugar en cuestión es Omodos, una aldea de montaña famosa por su cocina tradicional, sus empedrados pintorescos y su producción de vino artesanal. A 800 metros sobre el nivel del mar, el pueblo se presenta como umbral de transición entre el Mediterráneo y el Olimpo. Omodos, con sus plazas libres de coches y población mayoritariamente adulta, protagoniza una postal viviente del pasado. Entre callejones liosos y puestos de mercado, los locales ofrecen delicias dionisiacas de la región: soujoukos, un dulce de nuez cubierta en una pasta de mosto, commandaria, un vino fortificado que presume ser el más antiguo del mundo, y mavros, el tinto de varietal local más popular de la isla. No muy lejos del pueblo, una veintena de viñedos familiares seduce a las visitas con catas gratuitas. Peligrosamente gratuitas.

ALDEA HOSPITALARIA Tan cerca del cielo y tan lejos de todo lo demás. Eso es lo que sugiere el camino cuando después de muchas vueltas llega a Kalopanayiotis, una aldea de piedra en donde viven más o menos 300

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personas. Construido en la región más montañosa de Chipre, descansa entre terrazas comunicadas por escaleras desafiantes y un elevador público que, sin querer, funciona como mirador. Cafecitos modestos, autos viejos que no pasan de moda y granados silvestres protagonizan las postales montesas. Sin embargo, lo que lo hace especial no son sus balcones cubiertos de vides ni sus atardeceres color naranja. Más bien, es un hotel boutique de diseño exquisito y un concepto atípicamente comunitario. En Casale Panayiotis, las habitaciones y los restaurantes conviven con las casas, los negocios y la iglesia local. En lugar de llamar la atención con un edificio nuevo, Casale Panayiotis se

1. Autos antiguos transitan normalmente en Kalopanayiotis. 2. Arquitectura clásica y diseño atemporal en Casale Panayiotis.


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COLORES ANCESTRALES El monasterio Agios Ioannis Lampadistis presume la colección de frescos italo-bizantinos más completa de Chipre.

1. Paseo en las afueras del monasterio Agios Ioannis Lampadistis. 2. Las comunidades Chipriotas se extienden sobre las montañas.

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1 camufla entre casas viejas y calles transitadas. Y lo hace con la voluntad de salvar a la aldea de su muerte anunciada. Tratamientos de spa, cava con etiquetas locales y restaurantes con especialidades locales son algunos de los atractivos con los que Casale Panayiotis inyecta vida al pueblo. Pero Kalopanayiotis es más que un resort de lujo o una oda a la nostalgia. Se trata de una aldea que, si bien pequeña, cuenta con senderos de bicicleta de montaña, vistas envidiables del río Setrachos y productores artesanales de halloumi, el queso nacional que en este pueblo se come en modalidad de-la-granja-a-la-mesa. Un poco más lejos, aún en la región montañosa, la isla revela paisajes que incluyen picos nevados, bosques vírgenes y valles que nunca pierden su verdor. A cambio de cruzar el Olimpo, el monte más alto de Chipre, la naturaleza ofrece en recompensa el par de cascadas más altas de la isla. Hasta hace unos años, la ubicación de Millomeri era un secreto a voces y llegar a él era un privilegio reservado para los locales y senderistas expertos. Hoy, un camino de tierra acerca a cualquier mortal hasta la base de la cascada de 15 metros de altura. Caledonia, en cambio, es menos condescendiente. Para llegar a la segunda cascada es necesario estacionar el coche en la ladera de la carretera y caminar tres kilómetros de senderos lodozos y desiguales para alcanzar a la que dicen es la cascada más bonita de la isla. Aunque eso, quizás, conviene creerlo a medias. También dijeron alguna vez que en el mar la vida es más sabrosa. Y en esta isla donde las montañas saben guardar secretos, lo que se dice suele ser lo de menos.

3 3. Una veintena de viñedos envuelve al poblado de Omodos.


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