Al cielo por Bolivia.

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AL CIELO BOLIVIAPOR

En los límites del salar se estan ca el agua de las lluvias que, al atardecer, funciona como el más inmenso de los espejos. En días nublados es, literalmente, un paseo por la nubes.

TEXTO Y FOTOS : MARCK GUTTMAN
NO ES EL CAMINO MÁS FÁCIL. ESO SÍ, LA RECOMPENSA ES ENORME. ESTAR TAN CERCA DE LAS NUBES Y TAN LEJOS DE TODO LO QUE CONOCEMOS NO SUENA MAL A CAMBIO DE CINCO DÍAS DESCONECTADOS DEL MUNDO. UN PRECIO JUSTO PARA VISITAR OTRO PLANETA SIN SALIR DE ESTE.

LLEVÁBAMOS

varias horas en la carretera cuan do Diter contó la historia del caballo blanco. No estoy seguro de cómo fue que terminamos hablando de reglas y equinos, de lo que sí me acuerdo es de la cara de incrédulos que pusimos cuando, después de reír, el guía remató su anécdota con un “es en serio”.

La historia va sobre Mariano Melgarejo, antiguo presidente boliviano amante de los caballos. Un día se reunió con su con traparte brasileña quien le regaló un caballo blanco hermosísi mo. En agradecimiento por tan generoso presente obsequió a los brasileños cinco centímetros de su frontera. Y eso es sólo el principio de la locura. No conforme con el gesto, midió los cin co centímetros no en la tierra, no, en un mapa, y esos, los cinco centímetros más extensos del mundo, son los que se adjuntó Brasil. Quién sabe si la historia es verídica o es una leyenda, yo aún tengo mis dudas. No porque crea que es mentira, sino porque creo que algo así pudo haber sucedido. En otro momen to habría pensado que no, pero después de haber visto una la guna de agua anaranjada, trepado árboles de piedra y camina do sobre las nubes, ¿qué tiene de inverosímil intercambiar un caballo por cinco centímetros de franja fronteriza en un mapa? “Cargar con dos botellas de agua, llevar bloqueador para cinco días, lentes de sol y sombrero, no olvidar el documento de identidad…”, habían sido las instrucciones. Mientras empa caba, a pocas horas de partir, procesé la otra mitad: “No hay energía eléctrica en los refugios, verifiquen que sus linternas funcionen bien, no hay señal de celular o internet, sólo un te léfono satelital cuyo uso es restringido, lleven aquellos medi camentos que pudiesen utilizar y que no están en el botiquín general”. Chamarra, sí; bloqueador, sí; pilas extra para las cámaras, sí. Cerré mi maleta y me acosté. ¿Refugios, teléfono satelital para emergencias? Esa noche me quedé dormido es cuchando a mi mamá repetir una de sus frases favoritas: “Pero querías viajar, ¿no?”. Sí, le respondí. Creo que no me escuchó, estábamos a más de 30 centímetros en el mapamundi

DÍA 1: LA CONQUISTA DE OTRO PLANETA

Llegamos al control fronterizo de San Pedro de Atacama casi al mismo tiempo que el sol. Ahí esperamos a que nos sellaran los pasaportes para salir de un lugar que no tiene entradas ni salidas. La Policía de Investigaciones chilena estampó nues tros documentos y regresamos a la camioneta que nos espera ba para continuar el trayecto hacia Bolivia Los siguientes 40 kilómetros fueron lo más cercano que he estado de estar en ninguna parte. Habíamos salido de Chile y no habíamos entra do a Bolivia o, en su defecto, a cualquier otro sitio. ¿Cachai? Eso decían nuestros pasaportes.

La Laguna Colorada, en la reserva nacional de fauna andina Eduardo Abaroa, debe su tonalidad entre rojiza y anaranjada al reflejo del color de sus sedimentos y a las artemias, unos pequeños crustáceos que viven en ella y contienen betacaroteno.

89 Septiembre 2014

Media hora y varios metros sobre el nivel del mar después llegamos a Hito Cajón, el sitio donde una línea trazada sobre la tierra marca la frontera entre Chile y Bolivia. Sólo se ve una casita de adobe en la que ondea, no una bandera nacional, sino la altiplánica. A 4500 msnm así son las cosas, líneas fronteri zas que se antojan efímeras. La instrucción es esperar hasta que llegue la camioneta que viene a buscarnos del otro lado, exactamente la misma cosa en la que andamos ahora, pero con placas bolivianas. No debe tardar, dicen, pero es temprano y hace mucho frío. Además, agrega Guillermo, estamos sobre los 4000 msnm. Desde este momento todo se deberá a la altura: dolores de cabeza, cambios en la temperatura, cansancio y for maciones rocosas. Por lo que sea, pero tenemos frío, así que va mos a la casa de adobe. El interior es aún más austero que la fa chada. Sólo hay un escritorio, un archivero y un póster de Evo Morales. Nada de computadoras. La tecnología es una pluma. Mientras llenamos formas migratorias llega la camioneta con placas bolivianas. Cambiamos el equipaje y nos despedi mos de Chile. Ahora empieza la travesía hacia Uyuni. Por parte de Explora, la compañía que organiza el recorrido, vienen Guillermo, la cabeza de la expe dición, Rober y Juanjo, dos guías que se unieron al viaje para co nocerlo y, eventualmente, liderar futuras expediciones. También viajan Félix, el conductor oficial de estas travesías, un hombre que se orienta con los picos de las montañas y ubica “los caminos” a la perfección, y Diter, el guía local. Somos siete: los cuatro guías, el conductor y Miguel y yo, los únicos pasajeros que no habíamos hecho el viaje antes.

minerales que hierven, Diter nos cuenta que quizá sean par te del proyecto de una planta geotérmica que quieren construir en la zona. De concretarse, la energía producida sería suficien te para abastecer a Bolivia y al norte de Chile y Argentina.

Volvemos a la camioneta para continuar, nos espera otra laguna. Cuando la vemos entendemos por qué la Verde no está entre las favoritas: junto a la laguna Colorada, la primera pa rece un charco tornasol. La escena nos deja impresionados.

EL DESIERTO DE DALÍ, COMO LE LLAMAN LOS VIAJEROS, APARECE DE PRONTO COMO UN ACTO SURREALISTA.

El primer punto de interés es la Reserva Nacional Eduar do Avaroa, custodiada por volcanes. El paisaje nos transporta a otro planeta. De hecho, creo que al lugar le vendría mejor el nombre Reserva Nacional Viaje al Espacio Exterior. Esta reser va parece Marte. Y no estamos tan equivocados, Diter comenta que, de hecho, la NASA utiliza este suelo para hacer prue bas relacionadas con sus estudios en Marte. Quizás por eso es el parque más visitado en Bolivia, aun con lo retirado que se encuentra sigue siendo más fácil llegar a él que a otro planeta.

La reserva es enorme y no hay caminos trazados. Podría mos pasar los siguientes cinco días perdidos en el trayecto de un lugar a otro, así que el plan es mantenernos juntos y apro vechar el tiempo. Primero paramos en la laguna Verde, cuyo nombre no es en vano. La mezcla de plomo, magnesio, arsénico y sulfato de cobre que se concentra le da su color y nombre. Alguna vez fue uno de los highlights de la reserva, ya no, di cen que el aumento de la temperatura ha traído evaporado el agua de la laguna, la cual ha perdido extensión. A mí me pa rece espectacular. La siguiente parada es el Sol de Mañana, un parque de géiseres cuyo paisaje, otra vez, no parece de nues tro mundo. Caminamos con precaución, escuchando al suelo rugir desde lo más profundo de su ser. Allí la tierra está viva y escupe azufre 24 horas al día. Aunque el cielo está despejado y no hay contaminación, apenas se puede ver a unos metros de distancia, las constantes fumarolas que producen una especie de neblina que impide distinguir lo que tenemos en frente. No muy lejos de donde estamos se asoma, entre el humo, lo que parece maquinaria pesada. Mientras esquivamos aberturas de

No todos los días tienes ante ti una laguna de agua anaranjada llena de flamencos. Mientras salimos disparados para fotogra fiarlos, Guillermo intenta convencernos de que no vale la pena invertir tanto tiempo en tan pocos pájaros. Nadie lo escucha. ¿Pocos? Son cientos de flamencos chilenos, andinos y james, eso no es precisamente poco. Mientras caminamos por el borde de la laguna Guillermo nos explica que debe su color al reflejo del sedimento y el betacaroteno de las miles de artemias que la habitan, una especie de crustáceo que son un bufet para los fla mencos. Aprovechamos el escenario surrealista para almor zar y, al terminar, con la promesa de que habrá mejores sitios para capturar flamencos. Sólo queda un sitio más por ver en el día. Para llegar dejamos por completo la civilización. No es que antes estuviéramos ante la infraestructura más de sarrollada, pero al menos una vez cada tanto aparecía una señal clavada al suelo u otra camioneta que nos recordaba que no es tábamos solos. Adonde nos dirigimos sólo hay tierra, monta ñas que afortunadamente hablan el mismo idioma que Félix y un gps. Miro por la ventana sin saber qué esperar. Es parte del encanto del viaje. Como un acto surrealista aparece una colec ción de rocas de formas imposibles. Es el Desierto de Dalí, así le conocen los turistas. No tiene relojes derretidos, pero no le queda corto el nombre, en su lugar, alrededor de una veintena de piedras volcánicas se presentan con sus formas físicamente improbables. La más famosa es el árbol de piedra. No estoy seguro si me impresiona más su emulación arbórea o el simple hecho de que una piedra de ese tamaño (unos cinco metros de alto y ancho) se mantenga de pie sobre una base tan chica. Nos quedamos una media hora en el desierto surrealista antes de partir, no queda mucho tiempo de luz de día y necesitamos lle gar al refugio antes que anochezca.

DÍA 2: LA JORNADA DE LAS AVES

Me despierto como si nada, al abrir los ojos caigo en cuenta de dónde estoy. Pasamos la noche en contenedores en algún lugar del mundo que no tiene ni nombre. Sólo se puede ubicar con latitudes y longitudes. Me doy una vuelta para ver el refugio y descubro una pequeñísima ciudad improvisada –y bien camuflada– formado por cinco contenedores. Tres de ellos, di vididos en mitades, son habitaciones dobles: cada una con dos catres y sus respectivos aguayos, almohadas y bolsas de dor mir de las que bastan para sobrevivir al frío polar ártico. Uno más sirve para albergar tres baños completos. Y el último con tenedor está equipado con una cocineta y un comedor.

Intento bañarme; aunque hay cisternas con agua y calenta dor, el líquido a esta hora es sólido. El sol salió hace apenas unos minutos y no ha calentado lo suficiente para derretir el

Escalar el volcán Tunupa, que supera los cinco mil metros de altura, re quiere tanta determinación como hojas de coca para masticar en el ca mino. En el altiplano hay tres variedades de flamencos: james, chileno y andino. Narda Tito, en San Pedro de Quemes, viste su traje tradicional.

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agua. Nos preparan de comer, cuando llegamos ya hay agua ca liente para el té y galletas. Además de la camioneta verde, hay un segundo vehículo en el que viaja el backstage de la travesía: un equipo de tres personas liderado por Hortensia, la esposa de Félix. Ellos son los responsables de que nos sintamos en casa. Desayunamos huevos, pan tostado con queso y mer melada, dejamos el refugio para continuar la travesía.

Guillermo nos apura con el pretexto de que nos esperan, ahora sí, muchos flamencos. Tendrán que ser varios miles para que la escena del día anterior se antoje poca cosa. Llegamos a la Laguna Hedionda y en los ojos de Guillermo se lee un “se los dije”. Estamos tan entusiasmados que bloqueamos el sentido del olfato. ¿Quién le va a prestar atención a un buqué de azufre cuando hay miles de pájaros rosados posando desinhibidos? Nos acercamos, cautelosos, y ellos, con su característica elegan cia, nos regalan su mejor perfil.

Cada vez estamos más lejos de las rutas turísticas. Nos detenemos cuando vemos un par de torres de rocas apiladas. Aquí, por ejemplo, no hay nadie más. Vemos las pequeñas torres mientras Guillermo y Diter nos explican que son viejos tambos, estaciones intermedias que utilizaban los incas en sus caminos. Ahí paraban los men sajeros para cambiar de llamas (sólo pueden recorrer un máxi mo de 25 kilómetros). Guillermo y Félix nos apuran, dicen que tenemos una cita con Margaret Thatcher.

No fue difícil encontrar a Dalí en su desierto, al árbol en la piedra o el color en la laguna Colorada, pero de la dama de hierro no vemos nada cuando llegamos a la laguna Turquiri. El plan es buscar algunas aves y después emprender una ca minata de un par de horas por los bofedales, como llaman aquí a los humedales. Mientras bordeamos la laguna y escalamos un par de rocas en busca de pájaros, Guillermo y Félix si guen hablando de la Thatcher. Tengan paciencia, dicen. Nos ol vidamos de la política británica y nos concentramos en la fau na. Esta laguna no tiene un color que la distinga, su fama se debe a la leyenda local que, asegura, no tiene fondo. Además de ver no sé cuántos tipos de pájaros, en las casi tres horas de caminata encontramos vizcachas, unos conejos creciditos con colas muy largas a los que llaman canguros andinos, y varias yaretas, una planta endémica que parece musgo sobre una pie dra. Por su condición de carbón vegetal fue explotada por las mineras chilenas y la construcción del ferrocarril en Bolivia, y ahora está en peligro de extinción.

La última parte es sobre un bofedal. Ya no hay que es calar, pero hay que ir con los ojos bien puestos en el suelo. A lo lejos se ven dos construcciones de adobe pequeñas: son casas comunales que pertenecen a campesinos que tienen llamas y campos de quinoa en la periferia. Hoy las nubes no le abrie ron paso al sol y conforme la tarde cede terreno a la noche la temperatura enfría. Sí, debe ser por la altura. Y el hambre; por fortuna no soy el único hambriento. Así, cuando el frío y el hambre empiezan a competir, se presenta ante nosotros la solución a ambos problemas. ¡Es Margaret Thatcher! Jun to a una roca gigante en la que parece que alguien esculpió su rostro, nos espera una mesa con ensalada, pan, habas, queso y jamón. También hay vino y cerveza. Todos los días el almuerzo

es preparado por Hortensia y su equipo. Terminamos de co mer con el tiempo justo para llegar al refugio de Chituca, en casitas de muros de piedra y techo de paja.

DÍA 3: LA INMENSIDAD VISTE DE BLANCO

Hoy es el gran día. En unas horas estaremos en el salar de Uyuni, el más grande del mundo. Hacemos un par de paradas intermedias. La primera es en San Pedro de Quemes, cerca de la frontera chilena, cuyo atractivo son las ruinas del antiguo pueblo construido en piedra y quemado por la milicia chilena durante la guerra del Pacífico. Abandonado a finales del siglo XIX, los vestigios de aquel pueblo están casi intactos y muy cerca de la plaza del nuevo San Pedro. Pero, quién quiere ver ruinas cuando tiene el realismo mágico frente a sí. El pue blo se ha vestido de gala porque vendrá la autoridad. Las muje res visten trajes típicos, el coro de la escuela se prepara y a la plaza central la adornan un par de arcos hechos con quinoa y tejidos arte sanales. En un día normal, dicen, las calles estarían muertas, no se asomaría ni un alma. Pero hoy no, hoy viene la autoridad.

La segunda parada es más breve, ya queremos llegar al sa lar. “La Gruta de las Galaxias”, como la nombran, fue descu bierta en 2003 por dos hombres de la región. Es una caverna formada por un fenómeno en el que el cambio de temperatura y la presencia de agua forman un tipo de burbujas. O algo así. No presto mucha atención a la explicación física, me pierdo en mis pensamientos: quizá le pusieron ese nombre por su pare cido a uno de los pueblos que aparece en La guerra de las ga laxias. Dentro de una de las cavernas hay pequeños huecos que no son formas naturales, el hombre tuvo algo que ver ahí. Y en efecto, se trata de chulpas, la versión de cementerio de las culturas altiplánicas. Cada uno de esos huecos es una tumba. Poco después llegamos al salar de Uyuni. Más de 10 mil kilómetros cuadrados cubiertos de sal: la reserva de litio más grande y alta del mundo. Es la blancura más impresionante –y por momentos aterradora– que haya visto. El salar está ro deado de volcanes y pueblos asentados en sus faldas y la única forma para llegar de uno a otro es por el salar mismo. Hay que atravesarlo en una 4x4 con cuidado. En especial en la época de lluvias, la favorita de los turistas, cuando hay nubes en el cielo y agua acumulada en el salar, la confirmación perfecta para caminar sobre las nubes, pero también cuando suceden la mayoría de los accidentes. Nos adentramos en el salar, aparen temente sin rumbo fijo aunque Félix sabe lo que hace. Cuando los volcanes han perdido su dimensión y parecen más cerca de lo que están, nos detenemos para almorzar. Mientras Juanjo, Diter y Félix alistan la comida, los demás tomamos fotos. El re flejo del sol es mortal, es imposible abrir los ojos sin gafas oscu ras y andar descubierto sin bloqueador. Luego caminamos por Isla Pescado, un microecosistema rocoso donde crecen cactus, hierbas y malezas, habitado por zorros y vizcachas. Subir nos toma poco más de una hora y llegamos a la cima justo cuando comienza la puesta de sol, el momento ideal para tomar dos o tres fotos y comenzar el descenso. Tenemos que llegar al refu gio de Tahua, otro más de casas de piedra, antes de que oscu rezca. El salar, de noche, es territorio de nadie.

LA BLANCURA DEL SALAR DE UYUNI, LA RESERVA DE LITIO MÁS ALTA Y GRANDE DEL MUNDO, ES IMPRESIONANTE.
93 Septiembre 2014
El gran salar de Uyuni, la reserva de litio más grande del mundo, custodiada por los volcanes que, a la distancia, parecen valles. El árbol de piedra, la más famosa de las formaciones en un desierto al que la erosión ha provocado que le pongan el nombre de Dalí.

DÍA 4: DIFÍCIL LLEGAR AL CIELO

Nos levantamos temprano para intentar llegar a la cima de uno de los volcanes que custodian el salar; el Tunupa. Según la le yenda, de cuyas lágrimas blancas se formaron las salinas. Félix nos acerca a la base del volcán y nos desea suerte. Se quedará ahí al pendiente del radio. Guillermo está preparado, con un arsenal de botellas de agua, altímetros, geolocalizadores y ba rras de quinoa. Diter está preparado pero se nota que vienen de escuelas distintas, él sólo lleva una dotación de hojas de coca para acullicar, como se conoce al acto de mascar esta hoja. Cuando empezamos a subir estamos a cerca de 3700 msnm. La primera parte es sencilla: no está muy empinado, la huella es clara y el sol no está en su apogeo. Cada tanto nos detene mos para descansar, repasar los tips y comer unas galletas. Lo de tomar agua no es opcional. Conforme avanzamos la difi cultad aumenta: estamos más cansados, el sol pega con mayor fuerza y el cuerpo resiente la altura. Al inicio se veía algo de vegetación, pronto sólo hay rocas y uno que otro árbol de que ñua, la única especie que soporta más de 4500 msnm. Llega un punto en el que tengo que pensar cada paso que doy, porque sé que todo lo que sube tiene que bajar y el cansancio me tiene abatido. Según el altímetro de Guillermo, como seis horas des pués de haber iniciado estamos 900 metros arriba. Me doy por bien servido. Aunque todos aseguran “estar bien”, hay cierto consenso en la idea de descender. Al volver al refugio de Ta hua, el único en el que pasamos dos noches, caemos rendidos.

DÍA 5: DE REGRESO A CHILE

Dejamos el refugio con dirección a la frontera chilena. No es la misma que cruzamos al inicio, está más al norte, en un pue blo llamado Colchane. Nos despedimos del salar con la imagen de un niño pastor que encamina un grupo de llamas. Aunque ya vamos sobre una carretera trazada, pasan cientos de kiló metros sin que aparezca una casa. En el camino pasamos por Llica, la ciudad más grande que vemos en Bolivia, famosa por sus empanadas salteñas y una campaña cívica que ha llenado las calles de sabiduría popular. Para nuestra mala suerte llega mos en domingo, el único día en que no hay salteñas. Hacemos una escala rápida para almorzar y nos seguimos sin parar hasta el paso fronterizo de Colchane-Pisiga. Regre samos a la carretera con una escala para almorzar. Luego se guimos sin parar hasta que llegamos al paso fronterizo de Colchane-Pisiga, donde nos espera la camioneta con placas chilenas. Estamos de suerte, al menos aquí los controles mi gratorios chileno y boliviano están en un mismo edificio. Hoy pasaremos la noche en un refugio, ahora del lado chileno, y aunque faltan dos días para terminar la travesía en la ciudad costera de Iquique, las pantallas de leds y computadoras de la aduana sólo significan una cosa: ya no estamos en el cielo ni en otro planeta. Con todo lo que implica: ¡bienvenidos a la Tierra!

Altiplano boliviano

El altiplano boliviano forma parte del altiplano andino, que comparten Bolivia, Chile y Perú. Aunque en la parte boliviana se encuentran ciudades grandes como La Paz, Oruro y Potosí, la mayoría de los turistas que viajan a esta área lo hacen por su naturaleza. En esta travesía, por ejemplo, el dinero pierde su significado metafísico y se convierte en metal y papel. Cuando no tienes cómo gastarlo, una botella de agua vale más que un pedazo de papel. Éste es uno de los pocos lugares en el mundo donde el dinero no tiene valor.

ESPECIALESDIETAS

Si tienes alguna res tricción alimenticia, no es problema. Se pueden solicitar menús loanticipaciónconequipodelamentedevegetarianos,especiales:libreslactosa,etc.SóasegúratecomunicárseloaldeExploramuchotiempodeparaqueconsidere.

¿QUÉ EMPACAR?

Los climas son extre mos en el altiplano, así que lo ideal es llevar ropa que pue das utilizar en capas. Prendas cómodas e ideales para practicar deportes de aventura son noOtrosparauncomofundamentales,losontambiénpardebotineshacerhiking.objetosquedebenfaltarson:

chamarra, gorra, blo queador solar y len tes de sol (importante que cuenten con bue na protección UV).

PROPINAS

de guías cuenta con un convertidor, aun que si te causa cierta inquietud, puedes llevar uno propio.

LOGÍSTICA

costos en el apartado de travesías en explora.com.

¿CÓMO LLEGAR?

TIP FOTOGRÁFICO

EL BLANCO MÁS BLANCO

Cuando el sol cenital alumbra el salar de Uyu ni, tomar fotos sin perder los detalles puede ser complicado. La superficie refleja la luz con intensidad y la textura suele perderse en un blanco brillante y plano. Para contrarres tar el exceso de luz, se recomienda exponer de forma manual contemplando uno o dos pasos menores de luz o ajustar el exposímetro automático para que haga lo mismo.

Aunque el costo de la travesía desdelosdejanAlgunosdeductorpopropinaestivociertoguías,alimentos,absolutamenteincluyetodo:hospedaje,préstamodeequipodeporytransportación,comúndejarunaparaelequibackstageyelconcomomuestraagradecimiento.tambiénpropinaparaguíasqueviajanChile.

ELECTRICIDAD

En los refugios no hay tomas de corrien te ni luz eléctrica. Los baños están ilumina dos con lámparas de gas y las habitaciones sólo con linternas. Esto no significa que no haya posibilidad de recargar baterías de cámaras, iPods y otros aparatos: se puede utilizar la ba tería de la camioneta para ello. El equipo

Las travesías de San Pedro de Atacama hacia Uyuni salen de abril a noviembre una vez por mes. El viaje inicia en San Pedro de Atacama y termina en Iquique, ambos en Chile, pero es formaciónanticipación.tado,fijasfechasmásencama,enpiedaddenochesqueduracióntravesíahacia/deparaComunidadsesdeidentidadtecargarindispensableconpasapor(odocumentodeenelcasociudadanosdepaídelMercosurylaAndina)podercruzarBolivia.Latieneunade10díascontemplacuatroenelHotelLarache,laprodeExploraSanPedrodeAtacinconocheslosrefugiosyunaenIquique.LasdesalidasonyconcupolimireservarconMásindefechasy

El aeropuerto más cerca de San Pedro de Atacama es el de Ca lama, ubicado a 100 km. Iquique cuenta con su propio aero puerto. LAN ofrece varios vuelos diarios entre estas ciudades y Santiago, desde donde se puede volar a las principales ciu dades en América.

LaATLASPaz,

La Paz, Bolivia

una de las ciu dades más altas del mundo, se encuentra en el altiplano entre los 3100 y 4000 msnm.

CHILE ARGENTINA ZONA AMPLIADA BOLIVIA BRASIL ARGENTINA MEXICO OCÉANO PACÍFICO Colchane Volc´an Tunupa LlicaLlica Salar de Uyuni UyuniUyuniUyuni San Pedro de Quemes ReservaQuemesLagunacoloradaLagunacoloradanacionaldefaunaandinaEduardoAvaroaReservanacionaldefaunaandinaEduardoAvaroa Desierto de Dalí • Visita la fotogalería en ngenespanol.com/ Son pocas las especies capaces de sobrevivir y adaptarse a la altura del altiplano, las llamas son el ejemplar más representativo. Aquí una escena común en estas lejanas tierras: un pastor con manada de llamas. MARCK GUTTMAN es escritor de viajes y fotógrafo, en la edición de marzo escribió Una probadita cuzqueña
94 National Geographic Traveler LIBRO DE CONSULTA
OCÉANO ATLÁNTICO
BOLIVIA
C.MENÉNDEZDIANAMAPA:
traveler
95 Septiembre 2014
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