Verde mitad del mundo.

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H7 HOT destination Colibrí sietecolores en el jardín de quindes.

Texto y fotos por: MARCK GUTT

Es vegetariano, procurador apasionado de la buena ortografía y viajero. Aunque sus papás le dijeron de chiquito que no era buena idea, también es conversador con extraños. Cuando sea grande quiere ser políglota y autosustentable, de los que crecen naranjas en su propio huerto, mientras colabora como fotógrafo y articulista en National Geographic Traveler y Esquire, entre otras. Instagram: @gbmarck

El Pacífico sudamericano resguarda, más allá de sus aguas, uno de los ecosistemas más biodiversos del planeta. En el sur de Panamá, Colombia, Ecuador y el norte de Perú, la franja terrestre flanqueada por el mar y las montañas es hogar de ranas de colores imposibles, decenas de orquídeas nativas y la mayor variedad de colibríes del planeta. Endemismo, derroches de naturaleza y vida desconocida, son los representantes icónicos de las profundidades del Chocó. Desafortunadamente, no son los únicos. El desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas es, hasta el día de hoy, una amenaza compleja para el ecosistema. En las afueras de Quito, las plantaciones de caña y los prados bovinos son testigos del cambio de uso de suelo. Donde alguna vez convivieron tucanes y monos, hoy se produce aguardiente de mala calidad y se malvende el producto del campo. Las postales que acompañan la carretera secundaria número 28 no sugieren un panorama alentador. Por suerte, no todo el terreno está perdido.

VERDE MITAD DEL MUNDO

Vista cenital de la selva desde La Libélula.

Mashpi Lodge, erigido en un antiguo campamento maderero.

A 120 kilómetros de Quito, una reserva privada mantiene el Chocó en su estado original. A primera vista, Mashpi Lodge es un hotel que presume cocina exquisita, amenidades exclusivas y excesos innecesarios. El palacio de cristal, acompañado de terrazas voladas y servicio de spa, es digno de antojos caprichosos y envidias justificadas. Si se tratara solamente de un hotel, Mashpi Lodge pecaría de ser una tentación inorgánica en un entorno regido por naturaleza virgen. Pero no lo es. El lujo, si bien llama la atención, es lo más irrelevante en la historia de estas 1,200 hectáreas protegidas. Cavas presumidas y jacuzzis al aire libre, hay en todos lados. Teleféricos vigilados por perezosos y jardines tapizados de colibríes, no.

El corazón de Ecuador alberga al ombligo del mundo. Flores que dibujan rosas de los vientos y mazotes de ladrillo que marcan la diferencia entre el norte y el sur, protagonizan la división geográfica con partes iguales de desencanto y cemento. Si la línea que separa los hemisferios es especial, seguro que nada tiene que ver con azares cardinales. La mitad del mundo es, sin ayuda de marcadores hechizos, monumental. Y en los bosques del Chocó, no muy lejos de Quito, el verdor ecuatorial esconde sus atractivos más genuinos. A cambio de viajar 120 kilómetros y sacrificar exactitud cartográfica, el ombligo del mundo revela sus encantos naturales. Cuando las nubes devoran bosques y los animales desafían al catálogo Pantone, el sentido del agua en un escusado es lo que menos importa. 58

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H7 HOT destination Paloma montera grande en el jardín de los quindes.

En la reserva de Mashpi se tienen registradas más de 170 especies de plantas, incluida la banana salvaje.

CAMINOS SIN SUEÑO

El proyecto de Mashpi contempla miradores panorámicos, torres de observación e infraestructura de lanza. Sin embargo, sus tesoros naturales no necesitan tecnología de punta ni adornos pomposos para impresionar. La zona de transición que cubre la reserva, donde se encuentran los bosques nublado y tropical, esconde cascadas estridentes, colinas escarpadas y madrigueras ocultas. Para descubrirlas, algo de condición, el conocimiento de los locales y un par de botas de agua son más que suficiente. Los caminos de terracería que conectan la carretera con el lodge son los dejos de un antiguo campo maderero. Solo en esas vías se puede ver señales, letreros y motores. El resto de los senderos, si bien mantenidos, no interfiere con los caprichos naturales. La oferta de rutas contempla desde circuitos de media hora hasta recorridos en pendiente que toman todo el día. A cambio de cruzar ríos y llenarse de barro, la selva recompensa a las visitas con columpios de liana, saltos de treinta metros de altura y albercas naturales. En un buen día, también se puede ver monos aulladores, tucanes endémicos y tairas, como se conoce en la región a los hurones gigantes.

El desayuno y la comida se sirven estilo buffet en Mashpi Lodge.

ANFITRIONES ALADOS

Un viaje de dos horas, en dirección al oeste, es todo lo que hace falta para dejar Quito y adentrarse en la selva. Una selva que se sirve con regaderas a presión y cenas de tres tiempos, pero selva al final. Mashpi Lodge es uno de los hoteles más fotogénicos de Ecuador. Y quizás, del continente. Pero si el viaje vale la pena, no es por una suite ni por un buffet de desayuno. El encanto de la reserva nada tiene que ver con el hombre, sino con cascadas inadvertidas, árboles centenarios que alcanzan las nubes y mamíferos cuyos nombres apenas dicen algo fuera de la Comunidad Andina. La oferta de excursiones, de acuerdo con la duración de la estancia y la condición física de los huéspedes, varía. Algunos de los secretos mejor guardados demandan esfuerzo y lodo para ser revelados. Las pozas de agua turquesa y los gallitos de la peña, por ejemplo, no se dejan ver sin poner condiciones. Los polinizadores de la selva, en cambio, son menos quisquillosos. Para ver a los colibríes y a las mariposas que custodian el Chocó, no hace falta sino caminar un par de kilómetros.

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El jardín de los quindes, como se conoce a los colibríes localmente, es un rincón de selva revestido de bebederos. De lejos, no parece particular. Y eso es porque la exuberancia insultante es norma en la reserva. De cerca, sin embargo, los zumbidos efímeros delatan la presencia de una veintena de especies de colibríes. Con buen tino y mejor ojo, una hora de observación basta para ver plumajes metálicos, aleteos imposibles de domar y picos que se entienden con las flores más complicadas. A un kilómetro del lodge, en dirección opuesta, una carpa rudimentaria se toma libertades de incubadora. En la reserva se tiene registro de 300 especies de mariposas. Muchas de ellas, apenas conocidas, se estudian en el llamado Centro de Vida. En este mariposario coexisten los cuatro estadios de polillas y mariposas. Huevos imperceptibles, larvas puntiagudas, capullos camuflados y alas de colores cohabitan entre investigaciones de campo y redes de malla. El cerco, si bien cuestionable, tiene sus virtudes. Afuera, más de un bicho rastrero tiene antojos alados.

Los helechos, que anteceden a los dinosaurios, se reproducen por esporas.

Perezoso de dos dedos camuflado en el dosel de la selva.

Cascada en el sendero Cucharillos, como se conoce localmente a las magnolias.

En el Chocó ecuatoriano existen más de 200 especies de anfibios, incluida la ranita de cristal.

La araña lobo se deja ver en las caminatas nocturnas.

Por la noche, cuando las siluetas se funden en la oscuridad, los caminos se transforman. Lejos de silenciarse, los senderos cobran vida con el croar de las ranas. Cerca de charcos y lagunas, una colección aún desconocida de sapos, arañas, insectos árbol y anolis, mantienen a la selva ocupada. Con la ayuda de guías y linternas, las tinieblas muestran el acontecer noctámbulo. Las probabilidades de ver animales es alta. Tarántulas, sapos y anolis, una especie de lagarto con pinta dinosauresca, no se dejan intimidar por reflectores. Las ranas mashpi, descubiertas recientemente en la reserva, tampoco. Eso sí, para ver víboras y pumas se necesita suerte. Más –y quién sabe si mejor– suerte.

Momoto picoancho visto desde la terraza de observación de aves del lodge.

Vista de la reserva desde La Libélula.

Mariposas del género Heliconius.

Vista cenital de la selva desde La Libélula.

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H7 HOT destination VISTAS DE ALTURA

Mashpi cobija más de 400 especies de aves, incluida la tangara.

Desde sus orígenes, Mashpi nació como un proyecto cuyo fin prioritario es la conservación. Por eso no se concibe la pavimentación de caminos ni la domesticación de ocelotes para tener contentas a las visitas. Los lujos del lodge, que no son pocos, bastan y sobran. Fuera del edificio, que ocupa el lugar deforestado por la maderera, la selva está intacta. Bueno, prácticamente intacta. Las ranas de cuerpo traslúcido, los helechos milenarios y los perezosos inhibidos comparten terreno con dos estructuras de cableado que son ajenas al Chocó.

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Las pozas de cascadas en Mashpi sirven como albercas naturales.

Agutí, roedor abundante en la selva nublada.

Bicicleta aérea, obra de ingeniería local.

La mayoría de las excursiones en la reserva confía en la selva en estado puro. Un par, sin embargo, tiene aspiraciones más altas. Mashpi contempla dos obras de ingeniería local con anhelos celestiales. No muy lejos del lodge, una bicicleta aérea se extiende por 200 metros entre las copas de los árboles. El artilugio, un híbrido que combina ciclismo con tirolesa, funciona con pedales mecánicos y tiene lugar para dos personas. Sin pausas, el viaje toma aproximadamente diez minutos. Con ellas, el doble o el triple. El ejercicio, más que una prueba física, consiste en encontrar tangaras, carpinteros y trogones. Dentro del bosque, camuflado en el follaje, se encuentra otro sistema de cableado. Se trata de La Libélula, un teleférico de dos kilómetros que atraviesa la geografía antojadiza del Chocó. El recorrido, con el soporte de seis torres, toma 40 minutos. Con mirada cenital, el tapiz verde se extiende hasta el horizonte. Neblina efímera, plantas estranguladoras y ramas que compiten para estar más cerca del sol, protagonizan las postales aéreas. Desde lo alto, la reserva parece interminable. Y quizás, con un modelo de desarrollo sostenible, algún día lo sea. Los planes de Mashpi Lodge a mediano plazo contemplan la expansión de la reserva. No para construir más cuartos, sino para devolver a la selva lo que es suyo. En la mitad del mundo, lo único que se necesita para impresionar es dejar que la naturaleza siga su curso.

Oruga de mariposa búho, la más grande de la reserva.

GUÍA DE MASHPI

Crecimiento de hoja de helecho.

COLOMBIA

Océano Pacífico

Reserva Cotacachi Cayapas

Mashpi Lodge

Quito

ECUADOR

Tayra o hurón gigante, pariente tropical de la nutria.

Las lianas son indicadores de un bosque sano y longevo.

CÓMO LLEGAR Aeroméxico ofrece el único vuelo directo entre la Ciudad de México y Quito. Mashpi Lodge cuenta con servicio de transporte para sus huéspedes entre el centro de la capital y la reserva. En ocasiones, por cuestiones de logística y conexiones, es necesario pasar una noche en Quito. aeromexico.com

Casa Gangotena Esta casona restaurada, ubicada en el corazón del centro histórico de Quito, es el hotel más lujoso de la ciudad. Cuenta con 31 habitaciones, restaurante, cava con más de 100 etiquetas, patios interiores, bar especializado en alta coctelería y terraza con vista a la plaza de San Francisco. D. Simon Bolivar, Quito T. +593 2 400 8000 casagangotena.com

DÓNDE DORMIR El equipo de guías de Mashi está formado por miembros de las comunidades locales.

Salak, fruta conocida también con el nombre huevo de dragón.

Rana chachi hallada en la caminata nocturna.

Mashpi Lodge El hotel forma parte de una reserva privada ubicada en el noroeste del Distrito Metropolitano de Quito. Cuenta con 23 habitaciones, spa, restaurante y terrazas panorámicas. El lodge opera con un modelo todo incluido que contempla, además de la estancia y las comidas, el transporte, los recorridos guiados y la renta de equipo adicional como linternas y botas agua. Mashpi Lodge forma parte del programa Unique Lodges of the World de National Geographic. D. Reserva Privada Mashpi T. +593 2 400 4100 mashpilodge.com

Casa Gangotena, el hotel más lujoso de Quito.

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