La vida chilota.

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¿SABÍAS QUE… EL GENTILICIO DE LAS ISLAS DE CHILOÉ ES CHILOTE? L O S L U G A R E Ñ O S, O R G U L L O S O S D E S U C U LT U R A Y S U S T R A D I C I O N E S, P R E S U M E N SU ORIGEN BIEN CHILOTE.

La vida chilota Conoce el folclor mítico y la naturaleza salvaje que habitan en la hermosa costa chilena. POR MARCK GUT T

La Isla Grande de Chiloé tiene lugares hermosos de punta a punta.

PA I S A J E S C E N T E N A R I O S

H I S TO R I A FA B U L O S A

E

n el sur del continente, donde la tierra se desdibuja entre fiordos y glaciares a orillas del océano Pacífico, descansa un archipiélago con fama de rebelde. Estas islas no presumen el litoral más soleado del planeta, pero el clima impredecible se compensa con acantilados indomables, bosques encantados y edificios con alma de barco. Las islas de Chiloé, conocidas por sus palafitos de colores y tradición pesquera, resguardan las postales y los secretos mejor guardados de Chile. Ahí, el fin de la carretera panamericana es sólo el comienzo de un mundo en el que las aldeas son inmunes al paso del tiempo y la tierra es custodiada por criaturas legendarias.

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Sin duda, la naturaleza es el personaje principal en este sitio.

FOTOGRAFÍAS: MARCK GUTT.

Cada rincón es una escena asombrosa.

El archipiélago de Chiloé está formado por cerca de 40 islas. Su geografía, accidentada, está acostumbrada a las ráfagas de viento salvaje y las mareas caprichosas. Y su historia, ahora vinculada con folclor y orgullo nacionales, está impregnada de rebeldía y misticismo. Luego de la proclamación de la independencia chilena, esta zona se promulgó a favor de la Corona española. Aunque la comunidad no tardó mucho tiempo en adoptar la bandera nacional, su gente desarrolló una identidad muy particular. Producto de la falta de comunicación con el continente y la mezcla de culturas europea y mapuche, la provincia mantuvo tradiciones artesanales e incubó una mitología donde conviven deidades huilliches y supersticiones católicas. Hasta hoy, la vida de este lugar está protagonizada por barcos fabricados a mano, recolectores de moluscos y sirenas misteriosas que, con su belleza, atraen a los peces para fortuna de los pescadores.

Hasta hace relativamente poco, el archipiélago de Chiloé estaba apenas intervenido. Sus primeros habitantes, tanto chonos como huilliches, vivían de los recursos de las islas prácticamente sin transformar sus paisajes. Hoy, los terrenos pelados hacen justicia a su producción de lana y a su recetario regional, estelarizado por un guiso de vegetales, mariscos y carne conocido con el nombre de curanto. Sin embargo, no lo preparan con los bosques que alguna vez cubrieron la totalidad de la zona. Donde hoy pastan ovejas y vacas, hasta hace algunos siglos creció la floresta primitiva colmada de coigües, tepas y canelos. Como resultado del desarrollo ganadero y maderero, sufrieron quemas y talas indiscriminadas. Los paisajes se modificaron y las postales tradicionales, antes que presumir árboles milenarios, hoy se caracterizan por edificios coloridos y ovejas desinhibidas. Por suerte, si bien pocos, aún quedan espacios donde sobrevive el ecosistema nativo. En Bosque Piedra, un área protegida de casi 11 hectáreas, los árboles centenarios y el flujo de los ríos siguen su curso natural. Esta reserva, ubicada a orillas del lago Huillinco, esconde pozas misteriosas, jardines de líquenes y senderos custodiados por árboles con tanta historia como hojas verdes (bosquepiedra.cl).

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Los colores de los escenarios naturales son fascinantes.

La costa es impredecible. Sus playas, más que prometer calma y bronceados, aseguran mareas contrastadas y olas salvajes. Las aguas chilotas son terrenos ideales para practicar senderismo, observar vida marina y quedar impresionado con la grandeza del océano. Si bien la Isla Grande es la más accesible y poblada, también hay otras que esconden aldeas pesqueras, pueblos fantasma y áreas vírgenes. La navegación, ya sea en kayak, zodiac o bote, es una opción para salir de lo tradicional. Además, es el pretexto ideal para encontrarse con ballenas azules, aves migratorias y pingüinos extrovertidos. La costa esconde desde naufragios misteriosos hasta muelles metafóricos que incluso sirven como piezas de arte. Tierra adentro, el agua dulce es más compasiva. Los ríos y lagos tampoco presumen temperaturas cálidas, pero, a cambio de navegar con buen abrigo, la isla comparte sus cascadas imponentes y bosques hundidos.

LA GRAN CIUDAD

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D E VO C I Ó N M A R I N E R A

¡Te sentirás increíble rodeada de tanta belleza!

La arquitectura local resulta impresionante.

En términos culturales, Chiloé es famoso por su mitología, tradiciones e iglesias. Para ser exactos, 16 de ellas. Aunque cuenta con cientos de edificaciones religiosas, sólo unas cuantas están catalogadas como Patrimonio de la Humanidad. El título, otorgado por la UNESCO, reconoce el valor histórico detrás de las fachadas que encabezan la vida religiosa en poblaciones como Castro, Chonchi y Tenaún. Estas construcciones, que datan del siglo XVII, tienen en común sus torres centrales, sus techos a dos o tres aguas y que están hechas de madera. Cada una de estas misiones, fundadas por órdenes católicas, esconde historias desgarradoras para los pobladores prehispánicos insulares. Su reconocimiento, más que aludir a cuestiones de fe, honra la maestría y la astucia de los carpinteros chilotes. Sin esquemas ni referencias claras, ellos construyeron las iglesias con base en el modelo conocido: el de un barco. Es así como se explica la arquitectura excepcional de estos edificios, donde destaca una nave central con el techo cóncavo. Si se ponen de cabeza, dicen, el esqueleto no es muy distinto al de un navío.

FOTOGRAFÍAS: MARCK GUTT.

Sin duda, el atractivo de este destino tiene que ver con naturaleza y tradiciones antes que con urbanismo y aires cosmopolitas. Aun así, la ciudad más numerosa posee sus encantos. Castro, la capital de la provincia de Chiloé, tiene 30 mil habitantes, casinos extrañamente populares e incluso centros comerciales que se juran supermodernos. Pero nada de eso llama la atención. Más que los números de un censo o los intentos descontextualizados de globalización, lo que hace peculiar a la gran urbe chilota son sus mercados tradicionales, sus lobos marinos desinhibidos y su colección de palafitos de colores. Unas horas de “urbanidad” son suficientes para recorrer la costanera, fotografiar a un par de pelícanos y ver la postal más emblemática de la región que se destaca por cientos de palafitos que nacieron como casas improvisadas y que ahora funcionan como hoteles diminutos, cafés independientes y tiendas de diseño. Al mercado, popular entre los viajeros por sus calcetas de lana y tejidos artesanales, conviene llegar con hambre. Los pasillos frecuentados por los locales refugian sabores típicos, como papas chilotas, miel artesanal, merkén y cochayuyo, un alga marina que se utiliza para preparar conservas, sopas y cazuelas.

¿CÓMO LLEGAR? DEBES VOLAR A LA CIUDAD DE PUERTO MONTT, TRASLADARTE AL PUERTO DE PARGUA Y TOMAR UN FERRY A LA ISLA GRANDE DE CHILOÉ. LA MEJOR ALTERNATIVA ES IR DIRECTAMENTE AL AEROPUERTO INSULAR DE MOCOPULLI, CERCA DE CASTRO; PERO LA OFERTA DE VUELOS ES MUY LIMITADA Y LUEGO CUESTA TRABAJO RESERVAR ESTA RUTA.

T I E R R A B E N D I TA

Dar con los atractivos menos obvios y moverse por la provincia puede ser un problema logístico. Por suerte, uno de los hoteles más icónicos de la Isla Grande no se conforma con tener buena pinta, sino que además se ocupa de lo anterior. Tierra Chiloé, luego de una renovación millonaria, abrió sus puertas hace unos meses. Cuenta con spa, alberca y tours (tierrahotels.com). glamour•mx

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