La buona vita.

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pierde entre los precios inflados, el gentío ajetreado y los gritos italianos que se acompañan con más señas que vocales. Entre todas las playas amalfitanas, ésta es una de las más aclamadas. La fama, más el producto de sí misma, es el resultado de una bahía relativamente tranquila, un mar extrañamente turquesa y un pueblo de callejones enredados que vigila al Mediterráneo sin quitarle el protagonismo. Si la arena dorada es la que hace a Amalfi atractiva, son sus túneles indescifrables y sus patios escondidos los que la hacen única. El anhelo mediterráneo se puede consumar en cientos de pueblos europeos italianos, pero para servirlo con helado de limoncello local, producción artesanal de papel y catedrales que combinan los estilos normando, romanesco, bizantino, gótico y barroco, la única opción es Amalfi. La plaza principal del pueblo, con su escalinata que sirve como banca improvisada, es la puerta de entrada a un mundo de tradiciones tan ricas como relajadas. Aquí, los bronceados y los paseos en yate se acompañan con tomates recién cortados del huerto, música callejera a la gorra y manjares que se sirven del mar a la mesa. Además de la Catedral de Amalfi, donde se guardan las reliquias de Andrés el Apóstol, el pueblo presume con orgullo su tradición papelera. Después de todo, este lugar fue uno de los primeros en Europa donde se produjo papel. Por lo demás, la lista de atractivos amalfitanos está encabezada por placeres simples. Restaurantes que sirven platos de paccheri relleno de burrata, botes pesqueros que recorren el mar en busca de un tesoro, túneles que conducen a zapaterías artesanales y atardeceres que anuncian las horas tranquilas del día, son los secretos mejor guardados del pueblo.

VIAJES

LA BUONA VITA Brisa mediterránea, limoncello casero y playas doradas en la costa amalfitana.

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Por: Marck Gutt Por: Marck Gutt

o muy lejos del caos napolitano, en la bota más famosa del mapa, se esconde una franja costera conocida por su presumida sencillez. No es peculiarmente accesible ni promete un clima envidiable todo el año, pero no necesita nada de eso para impresionar. En la costa amalfitana, el verano tiene las llaves del paraíso. Con los primeros rayos de sol, los pueblos costeros cobran vida, los huertos se pintan de colores y las noches estrelladas se acompañan con música en vivo. Y eso… eso es justamente lo que los locales tienen en mente cuando hablan de la buona vita. La cara sur de la península sorrentina es hogar de la costera más famosa de Italia. El título, tomando en cuenta que el país cuenta con aproximadamente 750 kilómetros de litoral, no es poca cosa. Pero tampoco lo es la colección de playas y pueblos pesqueros que descansan a orillas del Golfo de Salerno. Aunque en extensión no supera los 40 kilómetros, la costa amalfitana resguarda catedrales romanescas, jardines nobiliarios, playas recónditas y la receta original del digestivo cítrico más popular del mediterráneo. Entre aires artísticos, marinas presumidas y

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hornos de leña que no llevan prisa, este rincón de paraíso custodia su título. Y lo hace acompañado de canastos de limón y estrellas Michelin, con la ayuda de un par de pueblos donde los placeres más pequeños suelen ser los más grandes.

RAVELLO Y LA MONTAÑA

AMALFI Y EL MAR Son más de doce los pueblos que custodian la Costa Amalfitana, sin embargo, ninguno es tan popular como el que le da nombre. La historia de esta aldea, ahora acostumbrada a las tiendas de souvenirs y los grandes cruceros, comenzó hace varios siglos. En sus orígenes, el pueblo se posicionó como una capitanía marítima que devino en un centro de intercambio comercial y religioso importante. Hoy, la catedral vive de los viajeros que la admiran y los comerciantes más exitosos son los que venden camisas de lino y cerámicas pintadas a mano o, en su defecto, gelato y pizza napolitana. Es iluso, incluso para los locales, pensar en un Amalfi veraniego libre de acentos ajenos y monedas extrañas. Es el precio que se paga por vivir en el paraíso. Sin embargo, aún con la horda de visitas, este pueblo mantiene un encanto que no se

SU FAMA ES EL RESULTADO DE UNA BAHÍA RELATIVAMENTE TRANQUILA, UN MAR EXTRAÑAMENTE TURQUESA Y UN PUEBLO QUE VIGILA AL MEDITERRÁNEO.

Fotos: M a rc k G u t t

360 metros más cerca del cielo, sobre los hombros de Amalfi, se encuentra Ravello. Este pueblo montés, más acostumbrado a las vistas privilegiadas que a la arena en los pies, se menciona con relevancia ya desde el siglo XI. Aunque también vive del turismo, su lejanía con el mar lo hace menos accesible y, de algún modo, más selecto. No significa que la economía del pueblo dependa, esencialmente, de algo más que el turismo. Pero a Ravello llegan menos grupos y más carteras despreocupadas. Y no hace falta sino ver las tiendas que tapizan el pueblo para entenderlo. Como

su contraparte a nivel del mar, Ravello presume empedrados inmunes al paso del tiempo, restaurantes abastecidos de huertos locales y tiendas de cerámica hecha a mano. Sin embargo, para compensar la ausencia de brisa, este pueblo trabaja con un arsenal de musas y un par de hoteles que se toman el arte de cumplir caprichos muy en serio. Históricamente, Ravello siempre estuvo relacionado con la aristocracia. Además de dotar al pueblo de jardines obscenamente cuidados y de mansiones faltas de humildad, el vínculo trajo como resultado una producción artística importante o ridículamente importante, de hecho, si se considera que la aldea no alcanza siquiera los tres mil habitantes. Festivales de música clásica y un desfile de literatos que incluye a personajes como Tennesse Williams, Truman Capote y Virginia Wolf, enmarcan la vida intelectual del pueblo. Entre restaurantes con estrellas Michelin, joyerías de artesanos locales y cavas que concentran los mejores vinos de la región, Ravello resguarda dos antiguas villas que presumen la herencia artística del lugar. La primera, Villa Cimbrone, fue construida hace más de mil años. Sus jardines, que ofrecen las mejores vistas de la Costa Amalfitana, fueron testigos de los pasos de Edward James, Greta Garbo y T.S. Eliot, entre otros. La segunda, Villa Rufolo, es conocida por sus arreglos florales y su estrecha relación con el mundo de la música. Cada año, en honor a la visita del compositor Richard Wagner, la villa se convierte en el escenario de un festival musical que honra al compositor alemán. La música, la historia y la jardinería se complementan con caprichos tan simples como hedonistas. En Ravello no hace falta gastar cientos de euros para comer de lo lindo y dormir bien. Pero si el

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GUÍA PRÁCTICA

¿Cómo llegar?

presupuesto no es una limitante, entonces los limones gigantes y las orquestas sinfónicas se pueden acompañar con albercas que se funden con el mar, balcones privados con vista preferencial del atardecer y tratamientos de spa camuflados entre naranjos y olivos. Caruso, un antiguo palacio del siglo XI, es uno de los hoteles más lujosos no ya de la Costa Amalfitana, sino de Italia. Sus paredes, que protegen frescos milenarios, también resguardan vistas envidiables de la costa, festines sin pretensiones y una lista de huéspedes que incluye a Humphrey Bogart y Jackie Kennedy. El hotel cuenta con su propio huerto, jardín escalonado y alberca volada que funciona como mirador. También, para complementar el paseo por las nubes, Hotel Caruso ofrece recorridos en yate para sus huéspedes. El problema, después de estar tan cerquita del cielo, es que de pronto la vida en el mar ya no se antoja más sabrosa.

El aeropuerto internacional de Nápoles es el más cercano a la Costa Amalfitana. Diferentes aerolíneas ofrecen conexiones a esta ciudad desde los principales hubs europeos. Desde Nápoles, la costa es accesible vía ferry y la carretera estatal 163.

¿Dónde dormir? Hotel Caruso Este hotel, antiguo palacio del siglo XI, forma parte del portafolio de Belmond. Cuenta con 51 habitaciones, la mayoría de ellas con vista al mar. La lista de amenidades incluye alberca infinity climatizada, gimnasio, spa, boutique, bar y dos restaurantes. Como servicios complementarios, los huéspedes pueden utilizar el transporte gratuito del hotel a los pueblos vecinos de Amalfi y Positano. Todos los días, el hotel ofrece un tour privado en barco por la costa amalfitana para sus huéspedes. hotelcaruso.com

¿Dónde comer? Da Gemma (Amalfi) Cocina tradicional del mar y pastas artesanales de Campania. trattoriadagemma.com Bar Francese (Amalfi) Gelato, pastelería y café. Elaboración de limoncello artesanal. bar-francese-amalfi.it Rossellinis (Ravello) Único restaurante con estrella Michelin en Ravello. Cocina local. Únicamente abierto para cena. palazzoavino.com > Rossellinis

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Fotos: M a rc k G u t t


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