Directo Bogotá # 55 by Revista Directo Bogotá

" " Fotoensayo ConVersiones Fernando Cano, 2016

“Colombia Coca Cola” de Antonio Caro

Edición

Diciembre 2016

Directo Bogotá Revista escrita por los estudiantes de la carrera de Comunicación Social Fundada en 2002

Directora Maryluz Vallejo Asistente editorial Felipe Sánchez Reporteros en esta edición Mariana Rolón, Nicolás Marín, María Paula Forero, Sara Camila Prada, Juliana Mateus, Daniela Quintero, María Camila Rico, Daniel Paredes, Maryluz Vallejo, Edith Hurtado, Laura Marín Portada y Contraportada Daniela Quintero Díaz Diseño y diagramación Angélica Ospina angelikaos@gmail.com Corrección de estilo Gustavo Patiño correctordeestilo@gmail.com Impresión Javegraf Decana Académica Marisol Cano Busquets Director de la Carrera de Comunicación Social Oscar Giovanny Fonseca Director del Departamento de Comunicación Mario Morales Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Escríbanos a: directobogota@gmail.com Consulte nuestro archivo digital en la página: www.issuu.com/directobogota Visite nuestra plataforma digital www.directobogota.co

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Notas Ligeras Divino Rostro

Angélica, Verde y lozana Divino Rostro

Isaías, y su martillo tumbamuros Rutas por Bogotá

Desayunaderos para reyes Oficios

El hombre de la cueva musical Medio Ambiente

El sur tambien resiste Medio Ambiente

Silencio paramuno a la redonda Portada

La encrucijada de Las Cruces Estampas Urbanas

En la ruta del fotógrafo Deportes

Con su raqueta a otro lado Tendencias

Cuatro patas mejor que dos Homenaje

Bogotá re-vista por Cromos Bogotá en la Web

El Enemigo de YouTube Colombia Libros

Siempre es saludable leer a Chaparro Madiedo Humor

Notas Ligeras Para esta edición de fin de año, en lugar de la habitual sección de Cabos Sueltos, ofrecemos una colección de notas ligeras, breves ensayos sobre temas de la vida cotidiana desde el punto de vista personal de sus jóvenes autores.

Diciembre en Olímpica Estéreo Entre mis recuerdos de infancia, uno de los más persistentes en momentos de nostalgia es el radio de la casa sintonizado en Cacica Stereo, siempre sonando, al menos hasta noviembre, porque una vez pasaba Halloween, era Navidad y fin de año para la emisora de Olímpica. De alguna manera, esta emisora contagiaba al pueblo de su espíritu navideño novembrino y de la esperanza de dejar el año atrás. Las decoraciones no se hacían esperar, la música tampoco, y no había llegado el día de las velitas y ya todos los barrios estaban alumbrados y el gerente de Electricaribe contento, imaginando los recibos de fin de mes. Incluso terminé por darme cuenta de que cuento más trágico es el año, más rápido Olímpica trae este dichoso mes. En los tiempos del expresidente Uribe, el récord fue octubre; para mí es imposible olvidar aquella emisora repartiendo dosis de opio auditivo al pueblo: “¡Ya es octubre y diciembre se siente!”. Pero hay que darle gracias a Olímpica porque era justo y necesario: los falsos positivos, Agro Ingreso Seguro, la subida del IVA, la eliminación del pago de horas extras y muchas otras penalidades… era demasiado para afrontar; tocó correr las fiestas para evitar un estallido social.

Y este año, con la venta de Isagén, la desnutrición extrema de La Guajira, la venta de la ETB, la campaña presidencial del vicepresidente y, por supuesto, la negociación en stand by de La Habana, Olímpica comenzó desde septiembre, así que todo solucionado. Lo único que sí me preocupa es que el próximo año, cuando entre en vigencia la reforma tributaria, le toque empezar la campaña decembrina en julio para hacer su agosto, y ¿pa’esos dos, qué rima irá a pegar? Juan Sebastián Rodríguez Juan-rodriguezg@javeriana.edu.co

Los perdedores del año (Grafiti chapineruno) Foto: Felipe Sánchez

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Temblores.com Mirando por la ventana y con el celular en la mano. Así siempre me han cogido los temblores en Bogotá. Estar en un carro me ha impedido en varias oportunidades sentir los movimientos telúricos que a millones de ciudadanos asustan. Es como un pequeño privilegio que me ha permitido no entrar en pánico y ponerme a llorar, porque sí, por alguna extraña razón del zodiaco soy llorona y paranoica. La manera como me enteré del último temblor fue gracias a mi hermana. Estaba chateando con ella cuando de la nada y con mayúsculas sostenidas me comentó que estaba temblando. Mientras procesaba la noticia, me negaba a creer lo que estaba sucediendo. ¿Desde cuándo era más importante comentar la emergencia antes que salir a buscar un lugar seguro? Mis redes sociales estaban llenas de “está temblando” o “tembló”, acompañados de memes y videos. La primera imagen que vino a mi mente fue aquel temblor a las tres de la mañana que me obligó a salir corriendo del apartamento donde vivía en Los Ángeles, California. Durante la evacuación no hubo tiempo de twittear o replicar en redes, todos teníamos un único fin: salir del edificio. Ahora me daba cuenta de que actualizar un estado en Facebook se volvió más importante que tomar en serio los simulacros de evacuación, como el que se hizo cuatro días antes en Bogotá. Y ni hablar de las cadenas que siembran terror y de aquellos ingenuos ‘empanicados’ que creen en cuanto rumor se comenta. Pero peor quienes tienen tiempo de escribir bromas en medio de la incertidumbre y no miden los riesgos, cuando hay quienes creen a pie juntillas y hasta amanecen en la calle por temor al inminente terremoto. En la era de las tecnologías, las emergencias se han empezado a vivir de manera inconsciente e irresponsable. Parece que el nuevo kit de emergencia incluirá un celular con cargador porque el móvil se volvió una extensión más de nuestro cuerpo. Alejandra Sánchez Coronado alema1294@hotmail.com

Confesiones de una zurda Desde niña siempre he tenido que lidiar con un mundo hecho para diestros. Nunca me recuperé de perder manualidades en el colegio cuando apenas tenía cinco años. Según la profesora, yo aún no había aprendido a dominar las tijeras. Pero ella nunca entendió que mi problema era que mis dedos nunca habían encajado en los huecos. Detesto que mis dedos sigan sin encajar en los orificios de las tijeras. Sentarme al lado de una persona diestra para comer o escribir significará toda una batalla protagonizada por codazos. ¡No, amigo! No es que yo quiera impedirte que comas o escribas en paz; es que mi zurdera jamás podrá entenderse en la mesa contigo. Entre las cosas más reconfortantes que puedo experimentar es entrar a un salón de clases y darme cuenta de que ahí está ella: sola y lista para mí. Sí, una silla con mesa hacia el lado izquierdo. Mi peor enemigo es la espiral de los cuadernos. Por culpa de ella, la primera letra de las palabras que va junto al margen izquierdo me queda como si apenas estuviera aprendiendo a escribir. Utilizar un abrelatas pone a prueba mi motricidad; con ese intento puedo realizar todo tipo de estiramientos, abdominales y sentadillas hasta lograr abrir la lata. Mis amigos y familiares me piden a propósito que abra las latas porque saben que disfrutarán del espectáculo. Pero lo más interesante es responder las preguntas que me hacen cuando termino de escribir con cualquier tipo de esfero o marcador. Queridos diestros: eso negro o morado que ven en mi mano izquierda no es consecuencia de un golpe o caída… Es resultado de la dura batalla que llevo a cabo todos los días en un mundo pensado y hecho para ustedes. María Camila Gutiérrez m-gutierrezd@javeriana.edu.co

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¡Cuidado, que lo muerde! No es fácil tener una mascota, y más si se trata de un perro de raza pitbull. Tengo uno desde hace cuatro años, y lo he criado como si fuera un hijo, pero, no crean, es complicado educar a esta raza, por lo demás, dominante. Desde bebé, Abigor siempre ha sido social, ha jugado con perros de todas las razas; su mejor amigo es de raza pomeriana lulu y es el este el que siempre le busca pelea al mío.

No niego que Abigor también pelee, pero la mayoría de perros lo hace, y es algo normal. El problema es la estigmatización que la sociedad colombiana tiene sobre esta raza, pues no será un escándalo que un pincher muerda a un niño, sino que un pitbull lo haga. Obviamente inspiran temor el tamaño y la magnitud de su mandíbula y la presión en su mordedura, pero basta que un pitbull salga a la calle para que la gente se pase de acera con comentarios como “ese perro es asesino”, “póngale bozal” o simplemente hacen mala cara. La discriminación hacia esta raza se ha vuelto viral por redes sociales y medios, hasta el punto de que así salgan con traílla y bozal, los miran como si fueran asesinos en potencia. De ahí que desde 2012 más de 2.000 dueños de perros pitbull en Bogotá realizamos una marcha el último domingo de julio, para demostrar que no convivimos con fieras. Ahora, cuando salgo con mi perro, me alegra que la gente cruce la calle o tome distancia, pues así me queda el espacio libre para caminar sin temor a que aparezca un perro a buscarle pelea. Porque un pitbull, como cualquier otro perro educado, lejos de ser potencialmente peligroso para la sociedad es un perro amoroso. Ana María Gómez Beltrán a_gomezb@javeriana.edu.co

Manifiesto costeño

“Te van a robar”, “Esa ciudad es muy fría”, “El cachaco es aburrido”, “Todos son unos creídos”, “Allá no hay sabor y desayunan con sopa”. Esos eran los argumentos que me daban mis amigos para que no viniera de Barranquilla a Bogotá en un programa de intercambio. Admito que hubo momentos en los que sentí miedo, pues los noticieros solo reforzaban esa idea de caos que supuestamente se vive en la capital. Pero un día, impulsada por mi madre y mi novio, decidí que ya no me iba a echar para atrás. Los papeles estaban listos, estaba admitida en la Universidad, viviría con mis primos… Llegué un 10 de julio, y al bajarme del avión sentí el frío del que ya no me acordaba. Me instalé y días después me aventuré a conocer. Salí, me perdí, hubo personas que me ayudaron, caminé y volví a la casa, sin calor, sin sudar y completa. Los días en la universidad han sido gratos, las personas son amables, atentas, están dispuestas a trabajar y con quienes me he involucrado no son aburridos ni creídos. Pero con ellos comenzó otra lucha: “Es que los costeños no trabajan”, “No madrugan”, “Rumbean todos los fines de semana”, “Hablan muy duro”, “No se les entiende nada y solo oyen vallenato”. Me bastaron 20 años viviendo en la costa, tener padres cachacos y cuatro meses en Bogotá para darme cuenta de que tenemos pensamientos errados. A mis amigos barranquilleros les digo que gracias a Dios no me han robado, el frío me encanta, mis amigos bogotanos son muy divertidos, el sabor lo pone cada quien y es delicioso desayunar una changua o un caldo de costilla cuando la mañana está helada. A mis amigos bogotanos les digo que no todos los costeños somos flojos, madrugamos cuando nos toca, rumbeamos hasta que la quincena alcanza, hablamos alto y rápido, pero podemos repetir más pausado y no todos oímos vallenato. Si bien son culturas diferentes, siempre es bueno abrir la mente y no juzgar antes de conocer. Dayana Ramírez Londoño dayanaramirez@javeriana.edu.co

Medir 1,53

Recordando a Estanislao

Soy una mujer bajita, pero soy increíblemente feliz con mi estatura. Es cierto que no alcanzo muchos sitios y que mi mejor amiga en la cocina es una silla para alcanzar los estantes más altos. Nunca puedo encontrar blue jeans que me queden bien, incluso creo que la ropa de Offcorss podría ser la solución. Entrar a las discotecas implica llevar más de un documento de identidad y cuando salgo con mi hermana menor no falla la pregunta: “¿Quién es la mayor?”. La gente suele decirme “niña”, mis amigos me consideran un minion y no me creen cuando les digo que tengo 22 años. Ir en Transmilenio en hora pico significa que la gente va a llevarme porque no alcanzo a sostenerme de los tubos de arriba. Los chistes sobre el tamaño de mis manos suelen ser los favoritos de mi familia. A la hora de jugar voleibol o basquetbol soy la última que escogen. Obviamente, no alcanzo la mayoría de los espejos de los baños, entre otras mil situaciones límite.

El esposo de mi mamá alguna vez dijo —con un acento gringo y mirada despectiva— que él cuando joven también confiaba en que Colombia iba a ser mejor. La fuerza no le alcanzó cuando cumplió 20 y entre unirse al M-19 o irse del país decidió el camino fácil. Y hoy, aunque colombiano, tiene acento gringo y cada vez que puede compara Estados Unidos con Colombia. Siempre perdemos.

Pero no cambiaría mi estatura por nada, los microbuses son mis amigos; sí, esos que parecen carritos de Fisher-Price. Los pantalones, a pesar de tener que arreglarlos, no me quedan como si fuera a saltar charcos. Siempre salgo de primera en las fotos. Y en los bailes siempre voy al frente. Salir con alguien no me preocupa, pues siempre son más altos que yo y además en los conciertos pueden cargarme con facilidad. Y aunque mi estatura siempre ha sido causa de matoneo, nunca me ha afectado. No he visto la necesidad de usar zapatos altos para intentar resaltar, ni subir mi autoestima con siete centímetros de tortura. Vivir en un mundo diseñado para la gente que mide más de 1,60 metros es una aventura todos los días, pero al menos sí nos caemos el porrazo es menos duro y tenemos el polo más cerca a la Tierra. Paola Andrea López p.lopezb@livejaverianaedu.onmicrosoft.com

Aunque en este país ser patriota es algo confuso, yo estaba segura de que eso le faltaba a él: patriotismo, amor por su tierra, por sus ancestros. Ponerle América Latina, de Calle 13, y cantarle en el carro la parte de la canción que dice: “El que no quiere a su patria no quiere a su madre” era el disfrute con mi hermano, al ver su disgusto. Él terminó regresando a Estados Unidos porque no se aguantó Colombia y mucho menos la Bogotá Humana, y el acento gringo se fue de la casa. Hoy, con lágrimas que invaden mi garganta y me impiden hablar de la coyuntura del país sin que se me corte la voz de la rabia, o sin llorar por la tristeza inmensa, le digo a él que tenía razón. Las marchas que unen los bandos no me animan, tampoco las flores en la cabeza de los jóvenes me renuevan la esperanza porque el No ganó. Por fin entiendo al esposo apátrida: educarse en este país y luchar por un cambio es para masoquistas. Afortunadamente, cada vez que pienso en lo fácil, pienso también en Estanislao Zuleta y su Elogio de la dificultad, y recuerdo: “Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha”. Estefanía Palacios Araujo estefaniapalaciosaraujo@gmail.com

06 Angélica,

Verde y lozana

Divino Rostro

Texto: Mariana Rolón Salazar m.rolon@javeriana.edu.co Fotos: Cortesía de Angélica Lozano

Angélica Lozano, representante a la Cámara por Bogotá a nombre del Partido Alianza Verde, elegida por 31.000 votos, es una parlamentaria que rompe el molde, como se aprecia en este perfil donde la periodista le sigue el incansable ritmo durante una jornada de trabajo para recoger sus ideas sobre las prácticas políticas que intenta cambiar y las percepciones que tienen de ella sus coequiperos. Así se hizo esta política bogotana, sin herencias ni padrinazgos. •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

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—¿Te gusta que te digan doctora? —¡Jamás, jueputa, me enferma! Doctores los que se han tirado este país. Ya quisiera algún día tener la disciplina y el rigor de sentarme a estudiar cinco años un doctorado. En nuestro medio hay mucho servilismo, la gente ha aguantado mucho maltrato, entonces hay un servilismo interiorizado y en la lógica política el doctor es el que abre la puerta a un puesto, a un favor. Advertida de esta declaración tomada del portal www.kienyke.com, dejé a un lado los formalismos y la llamé por su nombre. En adelante fue bastante fácil. Un hola, un abrazo y luego me hizo pasar al Salón Elíptico. Una vez en su curul, tomó un jugo de naranja que estaba sobre la mesa, levantó el brazo con firmeza y oprimió un botón para activar su micrófono, de donde salió su voz potente, muy diferente a la que me saludó con afabilidad: “¡No me está sirviendo la huella!”. Así me di cuenta de que no sabía dónde nos íbamos a sentar. Por eso me hizo caminar por todo el salón tratando de encontrar un lugar cómodo y reservado. En el camino fue haciendo paradas para saludar a otros congresistas con quienes bromeó e hizo comentarios. Finalmente encontró el lugar perfecto, al fondo del salón, detrás del atril donde los parlamentarios presentan sus ponencias. Allí, de un momento a otro, la vi semiacostada en el suelo para tomar una foto del techo, un vitral de colores: “Nunca había estado aquí atrás, voy a tomar esta foto que me parece divertida para los que no lo han visto”. Cuando por fin creo que vamos a empezar la entrevista, se acomoda en su silla, saca el celular y me dice: “Espérame llamo a mi papá que ayer cumplió años y no pude llamarlo porque vive en un lugar con poca señal”.

—¡Mi Antonito! ¡Feliz cumpleaños!

Raíces y formación Esta congresista no vivió con su papá porque tuvo una familia atípica, conformada por los abuelos y los tíos. Su mamá la tuvo cuando todavía estaba en el colegio y su papá solo apareció cuando ella tenía diez años. Hoy su mamá vende muebles, y su papá, computadores. Eso sí, ha llevado una buena vida con oportunidades. Dice que la plata no

la seduce ni necesita ser millonaria porque su mayor lujo es ir a cine. Así lo confirma David Alonso, su jefe de prensa y asesor LGBTI, quien agrega que ella no está pendiente de las cosas materiales, y que cuando le dan regalos, los recibe con cariño y en ocasiones los olvida. “Eso no es lo importante para ella. Por eso su apartamento es muy sencillo y no se podría decir que llegó a la política para enriquecerse”. Asistió al colegio de la comunidad salesiana en Madrid (Cundinamarca), y de esa época conserva buenos recuerdos, aunque empezó a tener amigos y a hacer planes en 5º de primaria, porque era muy tímida y callada. En bachillerato vivió una metamorfosis: “Estudié interna cuatro años, de 8º a 11º y era necia, participativa, activa, siempre me ofrecía a hacer tareas. Desarrollé el liderazgo, asumí responsabilidades. Del colegio para acá, con seguridad el 90 % de mis compañeros y profesores tienen una impresión positiva de una cansona chévere”.

Angélica Lozano nació un 7 de mayo hace

39 años •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••

Luego lo recalca con anécdotas: “Cumplo años el 7 de mayo, que es el día de la comunidad de los Sagrados Corazones, fundada por el padre salesiano Luis Variara. Es el día de la fiesta máxima de esa comunidad. Por eso, a mí me cantaba el cumpleaños todo el colegio”. Estudió derecho en la Universidad de la Sabana y se especializó en derecho electoral en la Universidad del Rosario. También fue becaria del Programa de Liderazgo del Instituto Nacional Demócrata en Washington sobre fortalecimiento a los partidos y del Departamento de Estado de los Estados Unidos sobre gobierno local y estatal.

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Comenzó la vida política en el año

2000; en 2005 fue alcaldesa local de Chapinero •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Construyendo el camino, reconstruyendo el partido Según John Sudarsky, exsenador y excandidato a la Presidencia de la República, quien dice quererla sinceramente, la parlamentaria llegó a la política porque tiene vocación fuerte por lo público. Para ella, ese interés surgió desde que era pequeña y su tía le enseñó a leer el periódico. Su abuelo toda la vida fue suscriptor de El Tiempo en Arbeláez (Cundinamarca) y le leía con sonsonete característico para hacerla reír y jugaba con ella para interesarla por los temas de la sociedad. “Luego empecé a hacer participación ciudadana crítica. Esto no me gusta, esto no, esto debería ser así. Ya adulta, enviaba cartas a los medios: esto me gusta, esto no es verdad. Solo cuando terminé la universidad, con más de 25 años, me dije: ‘Esto es con elecciones, con partidos, con organización política’. Antes no me interesaban los partidos porque mi familia paterna es conservadora, y la materna, liberal, pero yo no veía la diferencia”. Ese ejercicio práctico lo ejerce desde hace 15 años. Comenzó en 2000, en la Comisión Primera del Senado, como asistente de Íngrid Be-

tancourt y con Antonio Navarro Wolff. En 2005, fue alcaldesa local de Chapinero y tres años después se desempeñó como consultora en temas de acceso a la justicia de las mujeres, salud sexual y reproductiva y participación política en Naciones Unidas. Paralelamente ha estado involucrada en acciones cívicas por medio de ONG, como Colombia Diversa, y en Puerto Nariño (Amazonas), con Opción Ciudadana. En 2010 se frustró su aspiración a la Cámara de Representantes por el Partido Verde, pues le faltaron 5.000 votos para ser elegida. Esta experiencia la marcó, como cuenta Felipe Duque, uno de los coordinadores de juventud del Partido Verde: “Me acuerdo de que sufrió mucho esa pérdida y la estuvimos acompañando, pero fue un aprendizaje para llegar a ser lo que es ahora, representante a la Cámara. También le ayudó para construirse como persona”. Ese mismo año el Partido Verde perdió con Antanas Mockus la Presidencia frente a Juan Manuel Santos. Angélica Lozano se sobrepuso a la situación y empezó a ayudar a reconstruir su partido que, según Duque, quedó desconfigurado cuando se fueron visionarios y mockusianos, corriente que seguía Angélica. “Ella sigue dando batallas adentro desde la parte regional y local, desde la parte distrital, desde la parte administrativa. El Partido, mal que bien, se mantuvo un poco”. Dos años después fue elegida concejal de Bogotá por el Movimiento Progresistas; en ese recinto conoció la hostilidad, el machismo y un nivel bajo de argumentación. Detentó ese destino político durante un año hasta que en 2014 decidió volver a postularse a la Cámara de Representantes. Finalmente fue elegida y entró a hacer parte de la Comisión Primera de la Cámara. Lo logró gracias a cerca de 31.000 ciudadanos que votaron por ella. Por eso, de entrada, su percepción sobre el alcance de la ley de cuotas (Ley 581 de 2000), sobre todo después de su llegada al Congreso, es que se trata de “una medida exótica; suele ser más concreta en el legislativo y con listas de voto preferente logró algún resultado, subió la participación un poco, pero en lista cerrada podría cambiar radicalmente la composición de las corporaciones públicas. Eso no ha pasado y hay obstáculos para lograrlo”. Cree que las mujeres podrían cambiar la

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pluralismo ni la diferencia de puntos de vista, sino las prácticas políticas que están enraizadas en el sistema. A pesar de que ahora ejerce un cargo público importante, dice que tiene menos poder del que se cree, ya que hay poder en la medida en que se accede a la información para ejercer control político y verificar los procesos, pero el escenario donde se mueve todo proyecto es por consenso, lo que constituye un impedimento en una bancada minoritaria como la suya, ajena al chantaje y al soborno.

agenda pública, y agrega: “Si unas cuantas que estamos en política tenemos qué contar, si entramos muchas, de todas las corrientes, estaríamos poniendo agenda pública”.

“Eso es lo que quiero cambiar. En lo personal es un reto manejar los tiempos, el equilibrio, las diferencias o los conflictos, porque todo aquí es por mayorías y por votación. Entonces toca manejar esas diferencias, no ceder en los principios y desarrollar la agenda con un sentido de frustración altísimo porque somos una minoría incómoda. Doy un ejemplo: me enteré de que existe un pacto para hundir mi proyecto de transparencia; entonces diseñé una estrategia para que el proyecto sea de muchos partidos. El poder existe, pero es menor de lo que uno cree, es el poder de elevar la voz para la ciudadanía que confió en nosotros”, insiste.

La odisea en el Congreso

Una estrella de la nueva generación

Angélica reconoce las oportunidades que tuvo en el Concejo, pero sabe que en el Congreso, los proyectos y acciones de control político tienen más trascendencia.

Esa forma de ser y trabajar la describen los miembros de su Unidad de Trabajo Legislativo. Blanca Bohórquez, su asesora en asuntos políticos y bogotanos, recalca la capacidad de Angélica para discernir y aglutinar, es decir, de sentarse con los parlamentarios de otras tendencias a discutir y a hacer consensos, independientemente de las diferencias de opinión. Añade que su estilo de liderazgo es auténtico y diferente al de los demás políticos. “No tiene compromisos con nadie, no va detrás de nada. Es una mujer que está pensando en el país, que puede promover un futuro mejor para los ciudadanos. Eso la hace líder frente a los demás, una líder que ha ido ganando espacios”.

Sin embargo, una de las mayores frustraciones que ha vivido como parlamentaria es enfrentar al monstruo de la maquinaria política. Como ella lo describe, un sistema sólido difícil de cambiar. “Estas mayorías son mayoritarias. O sea, el Polo tiene ocho curules en el Congreso, el Partido Verde tiene once, somos 19 entre 267. Además, de esos 19, hablo por los Verdes no por el Polo, también hay estilo tradicional. Entonces es bien difícil porque el Ejecutivo sabe comprar al Congreso individualmente, sabe cómo callarlo, someterlo con puesticos, con contratos. Eso es corrupción”. Por eso, tampoco ha sido capaz de conformar un partido político alternativo durante los años que lleva haciendo política. Para ella, construir organización política sin puestos es un desafío que requiere independencia y propuestas nuevas. Afirma, entonces, que el problema no es el

David Alonso la describe como una mujer carismática y pedagoga que ha sido capaz de mover las fibras de los ciudadanos y llegarles a todo tipo de personas gracias a su discurso incluyente. Atribuye esta particularidad al hecho de que haya sido la representante a la Cámara con mayor votación, aun sin ser cabeza de lista (lo fue su colega Ángela María Robledo).

En 2010 le faltaron

5.000 votos para ganar la curul En 2014 ganó con

31.000 votos, la más alta votación

El Partido Verde tiene

curules en el Congreso •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Es crítica de la Ley

581

de 2000,

conocida como Ley de Cuotas

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Después de múltiples interrupciones para que vaya a votar un nuevo proyecto, aparece uno de sus asesores y le comenta sobre una diligencia que debe hacer. Ella responde: “Ve tú, que ahorita tengo que consentir a las mujeres”. Es una pequeña muestra de cómo se relaciona con su equipo de trabajo. Le gusta delegar y confía en el trabajo de los demás, permite que sus asesores sean creativos y “que hagan lo que uno quiere”, resalta Rodrigo Sandoval, coordinador general de la representante.

a veces es excesiva”. Otras características que resalta su asesora Blanca es que Angélica Lozano es muy organizada, “escucha, entiende y asimila los argumentos que propone su equipo, aunque es acelerada en algunas cosas”. Según el exsenador Sudarsky, Angélica es una sorpresa por la capacidad, eficacia, tranquilidad y frescura para llevar a cabo su trabajo. Le llama mucho la atención lo aguerrida, clara y consistente que es para presentar sus argumentos, sin caer en demagogia. Cree que su trabajo en el Concejo le permitió hacer escuela para llegar a la Cámara con más experiencia: “Hoy ella sabe de qué está hablando y sabe cómo hacerlo. Es como una estrella de su nueva generación”. Ella se limita a recalcar que no ve diferencia entre su gestión como congresista mujer y el ejercicio de los congresistas hombres. "Es un error pretender que las mujeres logremos algo especial o diferente, sobre todo porque aquí es de pelearse la palabra o la agenda en el orden del día. ¿Yo por qué no hago más debates de control político?, porque no me los agendan, porque soy de una bancada minoritaria, no porque sea mujer. Entonces calificaría a las demás mujeres por su idoneidad, rendimiento y calidad de trabajo con el mismo rasero que a los hombres”.

“A veces sí hace falta un poco de acompañamiento para saber exactamente qué es lo que ella espera del producto, digamos como para que haya sentido de realidad entre las expectativas y lo que realmente se puede lograr”, insiste Sandoval, y añade: “Angélica tiene una forma de ser particular. Casi nunca está encima de uno; uno no siente la presencia de un jefe, pero también tiene un carácter fuerte y eso muchas veces dificulta la relación”. David Alonso piensa que el estilo de ella es pedagógico. Se sienta a explicar, entra en detalle y desmenuza la información para que sea más comprensible. Por eso, dice que a Angélica le gusta involucrarse en problemas reales de la gente y explicar de manera sencilla los temas de importancia pública. Como jefe, según él, “parte del ejemplo, de mucho trabajo y esfuerzo, aunque

Sin embargo, respecto a los temas de la agenda, hay diferencias entre lo que proponen mujeres y hombres, dice ella. Es el caso del proyecto sobre manejo de las inspecciones de policía y comisarías de familia, que viene trabajando con Ángela María Robledo, representante a la Cámara por el Partido Alianza Verde. Aclara que fue iniciativa de ellas, “no la de un hombre, entonces entra parcialmente en la agenda porque ellos también se meten en estos temas”. Según ella, nada en las formas de trabajar es 100 % distinto entre los géneros. “Una diferencia que aprendí en el Concejo son los discursos. Cuando una mujer habla va al punto, es más concisa y concreta, da menos vueltas. Eso se traduce en agenda, gestión, tiempo, participación en los debates”.

Los laureles también son verdes En su agenda le ha dado prioridad a la lucha contra la discriminación, la defensa de los derechos humanos, la equidad de género y la

diversidad. Un ejemplo es la ley que impulsó, junto con otras congresistas, sobre paridad, alternancia y universalidad. Este proyecto busca “la igualdad real de las mujeres en la representación política y cargos directivos en las ramas y órganos del poder público” porque la ley de cuotas omite aspectos dentro de los partidos y en cargos de elección popular. Otros temas en los que ha sido abanderada son medio ambiente, estímulo a la bicicleta e igualdad con la ley de prima a empleadas de servicio doméstico.

“La igualdad es imparable y obliga a que eliminemos esa esclavitud. Estos son derechos laborales y la empleada doméstica es tan o más importante que el magistrado”, expresa. También trabaja en temas de lucha contra la corrupción, pues hace 20 años, cuando era estudiante de derecho, vivió “el absurdo y la impunidad del proceso 8.000”, un hecho que la marcó para hoy en día pelear por la justicia. Por eso insiste en que “cada proyecto tiene toda mi alma y vivencia personal. La agenda política pasa por razones, por argumentos, por formación, por construcción colectiva, pero también por el alma, la mente, la vida, lo que hemos sentido, pensado, soñado. Entonces en mi agenda legislativa todos los proyectos tienen eso”. En 2007, la revista Cambio la destacó entre los 50 líderes del país. En 2008, la Mesa de Derechos Humanos de Bogotá la galardonó como la mejor funcionaria pública. En 2011, la revista Gerente la escogió entre los 100 líderes de la

sociedad. Dos años después, Semana también la seleccionó entre los 30 mejores líderes. Reconocimientos que Angélica ha ganado siendo indisciplinada, una de sus debilidades, que por cierto tiene bien interiorizadas, como sus fortalezas:

“Hoy desayuné a las 11 de la mañana aquí en la Curul. Por eso me dicen: ‘Se va a enfermar’. Y eso es obvio, lo sé racionalmente, pero me cuesta pararme. Intento desayunar antes de salir de la casa, pero siempre salgo de afán y corro. Por ejemplo, me demoré para esta entrevista porque estaba haciendo otras cosas. Esa es mi principal debilidad: la inconstancia para seguir rutinas y eso se necesita en la vida personal y profesional. En cuanto a fortalezas, la capacidad de traducir a lenguaje simple cosas como quejas o dar la razón. No me da pena reconocer que alguien tiene la razón o que su punto de vista es mejor que el mío. No me cuesta esfuerzo reconocer lo bueno del otro, aunque sea el Procurador; eso ayuda a construir consensos y a que me reconozcan”. Así lo comparten los integrantes de su Unidad Legislativa, quienes mencionan que es una mujer de contrastes. Por un lado, escucha y entiende las razones que otros le dan y, por el otro, “desbarata la planeación muy seguido, entonces eso nos hace dar giros en el trabajo”, dice Blanca. En cuanto a su forma de argumentar, Sudarsky asegura que es una mujer fresca y sin tapujos. Es “muy francota”, no tiene pelos en la lengua y va diciendo lo que le parece, sin ser grosera. En su estilo, además, está apasionarse por la política, lo que puede ser una debilidad cuando conviene ser más racional. Otra de sus cualidades es adaptarse a las circunstancias y sobreponerse a las dificultades. Además de la política, le gustan las fiestas, estar con sus amigos, disfrutar de un trago, compartir almuerzos y “echar dedo” cuando viaja. Usa tenis, saco cachemir y cero maquillaje en su trabajo. Cuando trabaja como congresista, no tiene problema en aparecer con una bota del pantalón remangada y la otra no, con los crespos alborotados y sin accesorios. Luego se despide con una sonrisa y se queda hablando con sus compañeros de trabajo. Así es ella, la ciudadana de a pie, la vecina de Chapinero.

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12 Isaías y su martillo

Divino Rostro

tumbamuros

Texto y fotos: Nicolás Marín Navas nicolas.marin@javeriana.edu.co

Isaías Román, un indígena uitoto, nos demuestra la importancia de transmitir el legado de su comunidad asentada en el Amazonas, desde esta caótica capital donde hace más de 10 años dicta su excepcional cátedra en el Colegio Italiano.

Isaías parece una ventana. Basta escucharlo para respirar un mundo diferente. En los 16 años que lleva viviendo en Bogotá ha aprendido el español, que le ha permitido transmitir sus saberes y vivir como cualquier ciudadano. Sin embargo, su historia es muy diferente. En el internado donde estudió, en el corregimiento de La Chorrera, Amazonas, le pegaban constantemente por no entender a los curas, monjas y profesores. Y para acabar de confundir a los indígenas, les daban la misa en latín. Estudió hasta segundo de primaria, para luego irse con su abuelo a Araracuara, un estrecho rocoso que se ubica entre Caquetá y Amazonas. Allí también se encontró con sus padres, ambos indígenas uitotos, pero de diferentes familias lingüísticas. Su abuelo fue cacique por derecho natural, a diferencia de los que en tiempos más recientes son nombrados políticamente, y supo transmitirle esa cultura ancestral a Isaías durante su juventud, especialmente los conocimientos de medicina.

“Mi padre siempre decía: ‘Si usted quiere a la mujer y a los hijos que va a tener algún día, entonces aprenda la medicina, porque ¿cómo los va a curar?’. Allá a todo el mundo le toca aprender medicina, pero yo le puse más cuidado a eso, porque no había hospitales y teníamos que sobrevivir en la selva”. También aprendió la arquitectura típica, los rituales, los cantos, los bautizos, la cerámica, la astronomía, la astrología y la escultura. Todo esto porque para los uitotos el conocimiento es la riqueza. El hombre rico es el que más sabe y es aquel que puede casarse y sostener una familia. Después de haber estado un tiempo en Brasil, para escapar del servicio militar obligatorio, volvió a Araracuara, donde se casó y comenzó una familia estable. *** Isaías tiene tres hijos vivos, pues uno murió hace nueve años. Precisamente gracias a su hija mayor emprendió su viaje por Colombia, buscando un mejor futuro para su familia. Esto ocurrió en 1996, cuando ella ganó una beca para estudiar en Santa Rosa de Cabal, Risaralda. Una de las cosas que notaba Isaías en toda la población indígena ganadora de

becas es que los estudiantes, por una u otra razón, no lograban terminar sus estudios, ya fuera por falta de dinero o de interés. El problema de fondo que veía era que no había un acompañamiento real de los padres. Por eso tomó la decisión de apoyar a su hija y vivir cerca de ella. “Cuando terminó el bachillerato nos tocó meterla aquí, en Bogotá, a la Universidad Pedagógica. Yo dije: ‘Pues claro, nos tocó estar juntos’. Así que me sacrifiqué y llegué a Bogotá”. Divagó por la ciudad, con un conocimiento limitado del español, buscando trabajos donde pudiera mostrar sus esculturas y sus artesanías. Cuando parecía encontrar algo, le decían que debía volver a su lugar de origen para que lo pudieran contratar. Y eso no le servía, pues debía mantener a su familia unida. Gracias a las charlas que comenzó a dar en el Jardín Botánico empezó a defenderse con el español. En el 2004 fue invitado a dar una conferencia en el Planetario, organizada por Ecoturismo, para contar un mito de la creación. No sabe quién lo recomendó para que fuera al evento, pero a partir de ahí la vida le cambió. Entre los espectadores estaba Mauro Naletto, profesor del Colegio Italiano Leonardo Da Vinci, quien al finalizar la conferencia se acercó y le dijo que lo quería para dar charlas a sus estudiantes. Isaías, sin dudarlo, aceptó. ***

“Me gustó su conferencia y además me gustó una palabra que usó: ‘El canasto del conocimiento, el tejido del conocimiento y de la palabra’. ¿Por qué habla usted así, si eso es muy de los griegos? Yo soy investigador y filósofo, me interesa estudiar estas cosas con usted. Esta es mi dirección, trabajo en tal parte, allá llega a darle charla a mis alumnos. Así pude llegar al colegio”, recuerda Isaías. Entonces iba a hablar con los estudiantes de la clase del profesor Naletto, sin ningún contrato formal, donde ganaba $30.000 que salían del bolsillo del filósofo. Trabajó un bimestre del 2004 y el 27 de agosto de ese año fue citado para comenzar a familiarizarse más con el colegio: reuniones, manual de convivencia y horarios de trabajo para formalizar su vínculo con la institución.

Isaías lleva viviendo

años en Bogotá •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Foto: David Amado. Cortesía de Semana

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Desde el 2005 trabaja oficialmente en el Colegio Italiano, donde encontró un espacio para enseñar y hacer crecer la selva, al menos una hora a la semana en cada curso de bachillerato. Y es que desde siempre ha tenido una predisposición a trasmitir conocimientos y consejos. La clase de cultura indígena rompe los esquemas de cualquier clase tradicional del sistema educativo. Para Nelson Ramírez, profesor de ciencias sociales, “la experiencia de trabajar con Isaías es excelente porque nos amplía el panorama ya que siempre estamos hablando de cosas muy occidentales, muy nuestras, y él llega a rompernos esos esquemas. Y lo otro es la visión completamente diferente del mundo”. Evidentemente, el choque de culturas es difícil, pero profesores de otros lugares de Colombia y profesores italianos conviven con Isaías sin ningún tipo de problema. Además de estas tres culturas también se aprende de un profesor proveniente de Uganda, John Mary Buwule, que enseña la clase de religión (no católica, sino general). Esto les da a los estudiantes una opción de comparar realidades y, sobre todo, de aceptar las diferencias que existen.

"Lo que más me gusta es que cuando Isaías cuenta sobre su cultura hay muchas cosas que se parecen a mi cultura de Uganda, y eso me

encanta. Una de las cosas más valiosas de Isaías en este colegio es que él tiene una relación directa con su cultura, donde la gente vive de manera sencilla, mientras muchos estudiantes de la ciudad no viven como Isaías vivió en el Amazonas, ni saben del ahorro del agua o del medio ambiente”, dice John Mary sobre su colega. *** Con ese afán de enseñar, además de sus clases en el Da Vinci, Isaías también tiene un pequeño espacio donde puede poner en práctica su conocimiento y sus costumbres, ya sean rituales, artesanías o esculturas. Toma aire y exhala lentamente.Su cuerpo pequeño y macizo se contrae, quedando como un antiguo y grueso roble que preserva un pedazo de historia, volcado inmóvil hacia adelante. Silencio. La tenue luz de la pequeña bombilla ilumina la polvorienta habitación de unos diez metros cuadrados. Todo el foco de la atención lo tiene Isaías, que en ese momento experimenta los efectos de la hoja de coca molida que recorre todo su organismo, en medio de una atmósfera espiritual y sagrada propia del ritual. Cuarenta segundos después de la ingesta del polvo de coca, los músculos de los ojos lentamente se relajan. Isaías vuelve a la habitación, vuelve a su taller, a su porción de selva que la ciudad aún no logra destruir.

Si Bogotá se mirara desde arriba, ese pequeño cuarto sería un punto verde, rodeado de grises edificios y de humo. Para el que quiera encontrarlo, se debe adentrar en el barrio Siete de Agosto, en un segundo piso, que se encuentra entre un concesionario de carros y una panadería. El grupo de tres lo mira, inmutable, respetando el momento, dejándolo sentir todo lo que tenga que sentir para poder comenzar a soltar las palabras, primero algunos balbuceos, pues la coca no se traga inmediatamente, sino que se mantiene dentro para disolverse lentamente con la saliva; luego salen las primeras frases: “Noviembre es un mes de fuego, de ácido, de retorcijón. Hay gente que va a sufrir calores extraños, porque la onda del verano está encima”, dice Isaías. Está sentado en un tronco alargado de al menos un metro de largo por 40 centímetros de alto, que contrasta con las sillas blancas Rimax, lo cual le indica al grupo que no está en el mismo plano. Esto no sorprende, es la manera tradicional en que los uitotos aprenden: no estudian durante el día, sino por la noche. Originalmente, el grupo de estudiantes debería ubicarse en medialuna alrededor del sabio, en posición de cuclillas para no ser vencidos por el sueño, y simplemente escuchar. El ritual del aprendizaje debe hacerse bajo los efectos de las dos hojas sagradas: la del tabaco y la de la coca, pues la primera inspira la mente para hablar, y la segunda, el alma para sentir. El colibrí es la fuerza del equilibro para los uitotos. Es el único animal que no necesita apoyarse en nada, ni para comer, ni para beber. Es el espíritu del tabaco, que en uitoto nüpode se llama pitido. Isaías habla de la palabra, mientras mira la pequeña planta que se encuentra en una matera de arcilla, justo contra la ventana y explica que para ella se han escrito numerosas canciones. Se detiene y se queda mirando hacia abajo, se estremece —cuento 15 segundos de silencio—, junta las manos y empieza a mover únicamente sus dedos meñiques. Levanta la cabeza, dejando brillar a la luz de la bombilla su oscura y curtida piel, interrumpida por las dos finas rayas que quedan cuando cierra los ojos. Canta. Nadie se mueve, vale la pena dejarse llevar por

la arrítmica melodía y la quebrada voz que no terminan de encajar en los oídos del “hermano blanco”. Termina y mira al suelo de nuevo. Se estremece. Silencio. En ese momento saca un pliego de cartulina blanca en el que hay un calendario circular de cuyo centro nacen los radios suficientes para ubicar todos los meses en dibujos pintados a mano. El asombro es general. Federico, Daniela y Mónica observan con ganas de entender la distribución de los dibujos, de saber qué significan en su vida, y yo, involuntariamente, comienzo a conocerlos a través de los ojos de Isaías. Por momentos parece como si estuviéramos lejos de la ciudad. No hay frío ni sueño, la selva nunca duerme y siempre arropa. En diez metros cuadrados se ha generado una atmósfera nueva, pues a ninguna de las cuatro personas que escuchamos a Isaías parece importarnos el polvo acumulado, los escombros de pared en las esquinas, el olor a humedad o los restos de herramientas viejas amontonadas por ahí. *** La vida de Isaías, como indígena uitoto, no ha sido fácil, pero sí feliz, porque su actitud con la vida es un reflejo de la paz que siente por dentro. A pesar de haberse encontrado con el conflicto armado, de haber tenido parientes desplazados de sus hogares, Isaías es un ejemplo en Bogotá de cómo perdonar y olvidar.

“La guerra afectó a los que no tienen nada que ver con el conflicto porque nosotros no sabemos qué es la guerra. ¿Qué tengo que ver con esa guerra? ¡No tengo nada que ver! No le debemos a nadie, pero somos los que sufrimos más: el indígena y el campesino. Por eso para nosotros es importante la paz que, aunque no va a ser definitiva, sí va a ser mejor, toca aceptarla”. Además de estas palabras, Isaías dice que el corazón de su comunidad está libre de odio, pues este es noble y fuerte. De pronto la selva limpia lo malo y, en cambio, en las ciudades las personas se pierden en tanto gris. Parece como si Isaías fuera construyendo puntos verdes en los lugares a los que va, como si fuera con un martillo tumbando los gruesos muros de las personas que lo rodean para que se empiece a asomar la selva.

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16 para reyes Desayunaderos

Rutas por Bogotá

Texto y fotos: María Paula Forero Sánchez m.foreros@javeriana.edu.co

“Desayunar como rey, almorzar como príncipe y cenar como mendigo” es un dicho popular para alabar la comida más importante del día. Estos lugares, en los cuatro puntos cardinales de la ciudad, son algunos de los mejores para desayunar “como Dios manda”.

Desayunadero de la 42 Avenida Caracas # 42-06 En esta esquina de la avenida Caracas se encuentra este desayunadero que desde hace más de 40 años se ha convertido en el lugar predilecto para desayunar algo típicamente colombiano. Y como está abierto las 24 horas, en la madrugada llegan grupos que rematan la fiesta con un caldo potente para una pronta recuperación. Su especialidad es la comida santandereana: el cabrito, la pepitoria, el mute y la carne oreada. Sin embargo, también ofrece desayunos de muchas otras regiones del país, desde caldo con huevos (changua), caldo con carne, omelettes, diferentes tipos de carnes, desayunos americanos y desayuno de la casa (caldo o huevos al gusto, carne con arepa, ensalada, jugo de naranja y café o chocolate) y menús infantiles. Los precios oscilan entre $20.000 y $70.000 que aseguran, como dice la gerencia, “un desayuno trancao”. La recomendación de la casa es el plato mixto (cabrito, pepitoria, pollo, carne fresca, carne oreada y chorizo acompañado de arroz, yuca, arepa, tajada y cebollita). Desde su fundación, el Desayunadero de la 42 ha sido punto de encuentro para familias, amigos y celebraciones especiales.

Hornitos Carrera 56 # 3-84 En 1980, la panadería Hornitos abrió su sede principal en el barrio Trinidad Galán, al suroccidente de la ciudad, y desde entonces se ha destacado por ser uno de los desayunaderos preferidos de los bogotanos. Hornitos es una empresa familiar fundada por Bernardo Parra, quien, según sus empleados, se empeña en que sus clientes se sientan como en casa. Sus desayunos tienen un precio que no pasa de los $10.000. Ofrecen caldo con carne, changua bogotana, cazuela santafereña, huevos crunch y calentado antioqueño con fríjol, carne, chorizo y huevo frito. El calentado de la abuela —la especialidad de la casa— es famoso por tener, además de arroz, carne, papa, pollo y pasta. Hornitos también cuenta con opciones para aquellos que no desean un desayuno tradicional, como el “desayuno gringo”, que trae dos huevos fritos y tres minipancakes. En total, ofrece 117 variedades de panes para acompañar con un chocolate santafereño con queso o una aguadepanela andina con almojábana. Hay otras cinco sedes de esta empresa en Quinta Paredes, Ciudad Salitre, Ciudad Empresarial, Chicó Reservado y Belalcázar.

Moffis Calle 2A # 26A-04 En el sur de Bogotá, en el barrio Santa Isabel, una casa familiar albergaba desde hace 27 años la pastelería Moffis, un negocio familiar de generaciones que se destacaba por sus postres. Diez años después, Moffis se mudó a unas nuevas instalaciones, se expandió e incursionó en la panadería y hace tan solo cuatro años se empezó a convertir en la opción predilecta para desayunar de muchas familias de este sector de la ciudad. Moffis combina la dulzura de sus postres —entre los cuales se destacan unos cupcakes de tamaño gigante—, con la excelente calidad de sus desayunos, en los que se especializan en toda clase de omelettes: vegetarianos, con tocineta y plátano, carne, champiñones, entre otras variedades. También ofrece opciones tradicionales, como desayuno boyacence, santandereano y tradicional, así como desayunos naturales y saludables. Diego Rodríguez, dueño del lugar, afirma que parte del éxito de Moffis radica en que la mayoría de sus meseros, panaderos y pasteleros llevan más de 20 años trabajando en la empresa y están convencidos de que lo más importante es darle al cliente un producto de calidad, que sienta calidez en el servicio y termine de desayunar satisfecho, “sintiendo que hizo un buen negocio”.

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Masa Calle 70 # 4-83 Calle 81 # 9-12 “Si hay pan, estamos bien” es el mensaje que desde el 2012, Masa ha querido llevar a sus clientes, y se ha convertido en una de las panaderías artesanales más exitosas del momento para desayunar. Silvana y Mariana Villegas inauguraron en la zona G la primera sede, buscando ofrecer productos naturales y artesanales, de gran calidad y a buenos precios. Para desayunar lo que no puede faltar son las tostadas francesas: de buen tamaño, esponjosas y con leve sabor a banano acompañada de miel de maple; plato perfecto para acompañarla con un Latte. La leche es esencial para el café de Masa, puesto que su sabor es un poco ácido y graso, lo que hace que tomarlo negro no sea lo más recomendable, por eso mismo Masa cuenta, fuera de las clases normales, con varios tipos de leche: de soya, de almendras, de coco, entre otras, para acompañar y degustar un café perfecto con otro “must have” del lugar, como lo es el croissant de almendras (mejor caliente). El ambiente de Masa lo hace el sitio perfecto para desayunar en la terraza o en el interior, mientras se trabaja en el computador, ya que aparte de tener wifi, puede estar horas sin sentir que lo están echando por un consumo mínimo y cuenta con unos meseros agradables. Obviamente, las colas para entrar los fines de semana son prueba de la satisfacción de la clientela.

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Varsovia Calle 95 # 47A-09 En un pequeño local a pocos pasos del Teatro La Castellana, se encuentra Varsovia, una panadería que ha servido tradicionalmente de desayunadero. Sus empleados son los mismos desde hace muchos años, ya que se busca conservar el mismo personal y dar una familiaridad a los clientes que semana tras semana desayunan allí. Desde 1967, las meseras de Varsovia usan el mismo tipo de uniforme. Y aunque los clientes les digan “las monjitas”, por el diseño recatado, ellas se sienten orgullosas de usarlo. Allí las recetas están preparadas con la misma fórmula desde sus inicios, buscando tener los mismos proveedores y productos para dar a los clientes la mejor calidad posible y el sabor de siempre. Uno de estos productos, la “receta secreta” del lugar, es un pastel llamado Marcelino, hecho de hojaldre y en forma de rollo de canela, con queso por dentro, tan crujiente que al primer mordisco se rompe el hojaldre. Varsovia es un lugar tan conocido, que allí se han grabado series de televisión como Décimo grado y N.N. Hace algunos años fue el punto de reunión de adultos mayores que cada mañana jugaban cartas, tomaban perico y celebraban sus cumpleaños con café y mogollas.

Al Agua Patos Calle 93 No 11A-11 Calle 104 # 18A - 52 Al Agua Patos es el sueño de Patricia Bueno, quien en busca de independencia decidió lanzarse al agua con este peculiar lugar para desayunar en Bogotá, abierto al público desde el 13 de enero del 2013. Patricia viajó a Bangkok buscando cómo hacer el perfecto pato (una tostada sobre la cual se añaden ingredientes ya sean de sal o dulce) y al volver a Colombia fundó el primer local en la calle 93. Al Agua Patos busca que sus empleados muestren el mismo emprendimiento de su dueña, que sean espontáneos y que brinden naturalidad al cliente para nunca decirle “no se puede”. El menú del lugar es amplio y variado: hay opciones de pato con huevo, carne, pollo, pescado e incluso opciones para vegetarianos. Lo más especial de los patos es que vienen en

una gran variedad de panes, como de cereales, de tocineta, de quinua, de banano, etc. El recomendado de la casa es un pato con el nombre Mariachi, una tostada de mozzarella con la carne en hilo de la casa preparada en mole mexicano, sour cream, cebolla, pimentón salteado, queso fundido y acompañado de pico de gallo. Este pato tiene un valor de $22.000, pero si desea tener una porción menor, el patito —una tostada más pequeña— cuesta $17.000. El ambiente de Al Agua Patos es igual de fresco a sus desayunos, la decoración está llena de pequeños detalles que llaman la atención de los clientes y no faltan los dibujos de patos en todo el lugar. Debido al éxito que ha tenido Al Agua Patos en estos tres años, abrieron otra sede en el norte de la ciudad y tienen proyectos para una tercera.

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Oficios •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

El hombre de la

cueva musical

Texto y fotos: Sara Camila Prada Herrera sara.prada@javeriana.edu.co Dos pisos arriba hay locales amplios con estantes vistosos, discos de vinilo en exhibición y grandes avisos que consagran cada negocio como “El templo de la salsa”, “El palacio musical” o “La galería de la música”. Abajo, al lado de la entrada al parqueadero, aparece un pequeño cartel junto a una puerta negra metálica que permite ubicar el negocio de Manuel Arias, ‘Manolo’. En el papel puede leerse: “Al fondo en el sótano 1”. Aun con esta guía

resulta difícil encontrar la bodega donde están sus 15.000 discos. Todo empezó con unos discos prestados. Hace 25 años Manolo, preocupado por sus bajas ventas de libros, decidió probar suerte con la venta de discos. Su amigo Alfonso, que compraba y vendía música, fue quien le entregó como préstamo un par de docenas de vinilos de varios géneros (salsa y rock, principalmente). La separación de los libros fue definitiva, y desde ese momento dedicó su vida a la venta de música. La calle 19 ha sido su lugar de trabajo desde que tenía 14 años y, como dice él, lo ha visto crecer como comerciante. Este hombre de 58

años, estatura baja y piel trigueña, usa unas gafas de montura gris que, junto a los rizos que se asoman bajo su gorra azul, lo hacen lucir como el cantante Piero. Su empresa musical funciona en dos lugares. Uno es en la calle 19 con carrera 8ª, llena de grafitis y anuncios publicitarios rasgados; allí ubica sus discos por género, según lo que se esté vendiendo. Es ahí donde Las clásicas de la Fania, La antología del bolero, Lo mejor de la zarzuela y uno que otro disco de Elvis compiten con los afiches promocionales del concierto de Katy Perry para llamar la atención de los transeúntes.

Memoria con estantería Cuando el caminante de esta zona nota la presencia del vendedor y algún disco lo atrae, es casi seguro que llegará a la bodega. Ese es el otro espacio del negocio. Un lugar reducido, con no más de tres metros cuadrados, alberga la colección de vinilos clasificados por género. El inventario y el orden de este lugar se encuentran en la memoria de Manolo, quien solo necesita que le mencionen un cantante para recordar el lugar exacto donde se encuentra el disco. Dos paredes de la bodega albergan estantes, cada uno con cuatro filas repletas de discos; rock, bolero, balada y música clásica se observan en esos muebles de madera. Los demás discos están en el suelo; música colombiana, ranchera y jazz apilados por centenares. Una pequeña mesa café, ubicada frente a la entrada, sostiene el tocadiscos que compró hace meses en un mercado de las pulgas por $120.000. “El equipo es necesario porque aquí la gente viene, se sienta, escucha y muchas veces compra”, explica Manolo mientras pone la aguja sobre un disco y empieza a sonar Mi primera cana, de Diomedes Díaz. Para este comerciante, el día empieza a las 3:00 de la mañana en su casa, ubicada en La Libertad, en Bosa. De allí sale hacia Abastos para buscar y rebuscar discos en el mercado de las pulgas hasta las 6:00 de la mañana. A esa hora toma un bus que lo deja, pasadas las 8:00 de la mañana, en la calle 19 con carrera 8ª. “A veces llego con muchos discos, pero

otras veces no encuentro nada bueno y pasan tres o cuatro días sin conseguir un disco”. Para Javier Cardona, vigilante del edificio en la carrera 8ª # 18-27, donde queda la bodega, “Manolo es un tipo responsable, buena gente y muy comprometido”. Lo dice porque siempre lo ve llegar temprano, sonriente y caminando rápido para elegir los discos que exhibirá en la calle. Este hombre no tiene problema en dejar un momento sus labores para ayudar a una señora con sus paquetes o para recoger la basura que se encuentra en la calle 19. Pero Luis Ernesto Carranza, limpiabotas y amigo de Manolo desde que vendía libros, sabe que no siempre es feliz con su venta de discos. “A veces llega y me cuenta: hermano llevo tres días sin vender un disco”; mientras Carranza habla, acomoda su lugar de trabajo bajo una sombrilla verde.

Este fin de año, le alquilaron a Manolo

10.000 discos

para una película que se está rodando en Bogotá. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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En la bodega se encuentran discos desde

$500 hasta

$1'000. 000 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Manolo, el del disco del millón Los años le han dado reconocimiento a Manolo en el mundo de los vendedores y coleccionistas, tanto que ahora llegan a buscarlo para que visite casas y conozca colecciones. Y como buen vendedor, la paciencia también se pone a prueba con los clientes. “Hay gente que le saca la piedra a uno”, dice Manolo mientras acomoda sus gafas, “me hacen ensayar 20 discos y al final: ¡Un día de estos vengo!”. Carranza, el amigo limpiabotas, confirma el problema con los compradores. “Uno ve gente que se sorprende con los discos, pregunta y se emociona, pide que se los pruebe y al final pregunta: ‘Pero ¿dónde lo voy a escuchar?’”. Los compradores colombianos prefieren la salsa y el rock, mientras que los extranjeros compran música colombiana. El portero del edificio asegura haber visto “japoneses, gringos y alemanes saliendo con montones de discos”. Esos montones han llegado a ser de 200 a 300 vinilos en una sola compra e incluyen porro, cumbia, vallenato y algún paseo o bambuco. La bodega de Manolo tiene clientes de todas las edades, todos los estratos sociales y todos los gustos. Mientras los de la tercera edad

prefieren el bolero, los jóvenes buscan rock y pop. Andrés, un joven de 20 años, es uno de los clientes nuevos. Hace poco recibió un tocadiscos como herencia familiar y quiere estrenarlo con un disco de Michael Jackson, su artista favorito. Luego de casi una hora revisando carátulas, probando los vinilos, pidiendo descuentos y haciendo caras que buscaban la aprobación de su mamá, quien se negaba a patrocinar “un desperdicio de plata”, el muchacho salió de la bodega de Manolo con el disco Bad, que le costó $75.000. Para él, como para muchos de los compradores, es mejor tener el disco como un soporte físico del gusto por un cantante. Los precios también son un atractivo para los fanáticos y coleccionistas. En la bodega de Manolo es posible encontrar discos desde $500, música clásica y discursos, hasta un

millón de pesos, como el trabajo inédito de Iron Maiden que vendió hace cinco años. Al preguntar por Manolo siempre hay alguien que responde emocionado: “¿El del disco del millón de pesos?”. En medio del bullicio provocado por los pitos de los vehículos, los vendedores callejeros que ofrecen dulces, ropa, bolsos, gafas y más; los artistas que imitan a Michael Jackson, Frank Sinatra y Rafael Orozco; llama la atención este otro personaje de la calle 19. Para él, en cambio, la historia de ese disco no tiene nada de particular. “El comprador lo estaba buscando y me pidió que se lo ayudara a conseguir, pero yo me olvidé de eso por un tiempo”; entonces, al comprar un saldo de 600 discos por $700.000, Manolo estaba llevando a su bodega, sin saberlo, el famoso disco del millón. Una llamada telefónica le permitió contactar al cliente para cerrar el negocio y recibir su dinero; después de eso no volvió a verlo.

y mantener a la familia, a comprar música. Manolo tiene que vender sus discos para mantener la casa y asegurar el pago de la bodega. “Siempre he sido comerciante y no me gustaría trabajar en otra cosa. Todos los discos que tengo están a la venta, ese es mi trabajo”, así resume su relación con los vinilos, como un negocio igual que cualquier otro. Que a veces se pone mejor, como en estos días que le alquilaron 10.000 discos para una película que van a rodar en Bogotá, y le pagarán cuatro millones por dos días. En 1894, The Berliner Gramophone Company de Filadelfia, Estados Unidos, empezó a fabricar los primeros discos comerciales. Hoy, en el 2016, Manuel Arias continúa comprando y vendiendo discos de vinilo. Con su bodega repleta y grandes dosis de paciencia seguirá haciéndolo, porque, como dice, “el vinilo no volvió, es que nunca se ha ido”.

“El vinilo nunca se ha ido” Manuel Arias trabaja todos los días de la semana de 9:00 de la mañana a 5:00 de la tarde; menos el domingo, cuando cierra al mediodía y luego se dedica a descansar. Para este hombre no hay mejor pasatiempo que caminar por el Parque Nacional o por La Perseverancia. Eso es, según Carranza, “lo único que puede hacer un tipo al que no le gusta el fútbol y que no sabe bailar”. Según Manolo es porque nunca necesitó aprender, pero su amigo afirma que “nunca logró seguirle el paso a una muchacha”. Manolo cuida y consiente sus discos con la dedicación de un restaurador. Cuando está en la calle, los protege de la lluvia y del sol con un plástico transparente que siempre tiene a la mano. Y si el clima es demasiado fuerte, empieza a guardarlos dentro de una desgastada maleta roja, que ya es rosada. En la bodega es importante dedicar horas enteras a reparar carátulas y a comprobar que los discos coincidan con su empaque; según él, algunas veces ha comprado discos de un género y cuando llega a su local para escucharlos descubre que son de otro. Muchos coleccionistas dedican lo que sobra de sus gastos básicos, como pagar una casa

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Medio Ambiente

El sur tambien

resiste

Texto y fotos: Juliana Mateus Téllez Ljuliana.mateus@gmail.com

Del río Tunjuelo se derivan los problemas ambientales que afectan a localidades de gran extensión como Usme, Ciudad Bolívar, Bosa, Sumapaz y Tunjuelito. En esta crónica, narrada con el testimonio de una joven ambientalista, Tatiana Silva, se presentan otras fuentes de conflictos, como la minería legal e ilegal de esta zona periférica.

La ruta del Tunjuelo Todo empieza en las alturas, con el frío que da la sensación de congelar las manos y la nariz, donde se encuentran los frailejones, que crecen un centímetro por año y los de aquí son de hasta dos metros. Pero ellos no son los únicos que resguardan este lugar: les hacen compañía varias estaciones militares de alta montaña. En la localidad número 20 de Bogotá, Sumapaz, se encuentra el páramo más grande del mundo. Pero allí, donde nace el río Tunjuelo, también confluyen los intereses de un grupo de multinacionales por un proyecto de construcción de hidroeléctricas. Respecto a este tipo de proyectos a gran escala, los únicos preocupados no son los habitantes, sino también los activistas del río. “Hoy es incierto cuáles son las empresas que están en función de estos intereses y quiénes quieren tener la licencia ambiental; los ambientalistas no tenemos los nombres ni los detalles, y desde hace unos años existe esta incertidumbre”, afirma Tatiana Silva, miembro de SIE Corporación Ambiental. Así, desde donde inicia la ruta del río Tunjuelo, se empiezan a entender los primeros conflictos que con el recorrido se van intensificando. Seguir bajando por el río implica llegar a una localidad que tiene alrededor del 25 % de su extensión con población urbana y el resto rural: Usme. Esta frontera entre lo urbano y lo rural, que sigue considerándose de vocación campesina, tiene unas afectaciones importantes debido a la expansión urbana que se dio antes y durante la administración de Samuel Moreno. Es así como se empezaron a ejecutar proyectos de urbanización para vivienda de interés social, como el proyecto Nueva Usme, de Metrovivienda, que buscaba la compra de tierras para este fin. El Acuerdo 42 del 2008 dio el visto bueno para “dirigir y controlar los procesos de expropiación judicial y administrativa necesarios para la adquisición de predios”. Esto representó para los pobladores una compra forzada de sus tierras y un cambio en su forma de vida, ya que las labores del campo eran su día a día. “Tú bajabas al río por el cementerio de Usme y podías ver el puente tradicional y todo lo demás. Hoy ya no se ve porque está tapado por los jarillones y muros

de contención de los conjuntos residenciales”, recuerda Tatiana. Y justo cuando Metrovivienda comenzaba las excavaciones para la construcción, en 2008, se hallaron 135 restos humanos, 2.500 tumbas, 10.000 individuos bajo tierra, 300.000 fragmentos de cerámica y 45 piezas de alfarería. Un estudio de la Universidad Nacional determinó que pertenecían a grupos indígenas y, según expertos, se trata de uno de los hallazgos más importantes de la historia reciente de la región andina. Hallazgos y estudios que se quedaron en el papel, entre el asombro y el orgullo de los habitantes de Usme, que hoy siguen esperando el prometido parque arqueológico.

localidades están atravesadas por la quebrada Chigüaza, que llega al río Tunjuelo con una carga muy fuerte de las curtiembres. Este tipo de industria —que procesa las pieles de los animales para convertirlas en cuero—, genera un impacto ambiental que se siente al llegar al Portal del Tunal, donde un olor a llanta quemada que en la tarde se intensifica es fiel compañía de la población estable y flotante. Además, en la localidad de Tunjuelito se vive el conflicto debido a los vertimientos que hacen

La Casa del Árbol en Quiba Baja, un espacio en forma de maloca donde se realizan talleres con los niños

Más adelante, el río sigue con su curso y llega a la localidad de San Cristóbal, que para el sistema montañoso del río tiene una importancia especial, debido a que allí comienza el Parque Natural Ecológico Entrenubes. Este nacedero de quebradas, que actualmente se encuentra en proceso de recuperación, llega a la localidad de Rafael Uribe Uribe. Estas dos

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Tatiana Silva, también promotora del ecoturismo.

las curtiembres en la quebrada Chigüaza, que desemboca en el Tunjuelo, afectando también al humedal Tunjo, situado un poco más abajo. La importancia de los humedales muchas veces es desconocida. Estos cumplen un servicio en el ecosistema, que es la retención y la purificación del agua. “Cuando el río se desborda en temporadas de lluvia, las localidades de Tunjuelito, Kennedy y Bosa son las más afectadas. En este sentido, el Humedal Tunjo, con las adecuaciones pertinentes, puede absorber las aguas que se desbordan del río, y de esa manera se evita el problema”, afirma Tatiana Silva.

Ecoturismo: un camino a la resistencia En Usme existen varias veredas, una de ellas es La Requilina. En este lugar se reúne un

grupo de mujeres campesinas para hacer lo que ellas han denominado la Ruta Agroturística de La Requilina para darle al visitante una experiencia en torno al campo. La ruta tiene una serie de estaciones que son las casas de estas mujeres. Por ejemplo, está la estación de una tejedora, acompañada de sus animales, que enseña cómo se hace la hilada. Otra mujer que se ha dedicado a recuperar la quinua como un grano tradicional de los pueblos nativos, cocina chicha de quinua y torta de quinua. El propósito es hacer que todo el territorio, los usos y costumbres campesinas se vuelvan un atractivo, para defender la vocación agrícola. En la localidad de Ciudad Bolívar, que parece un pesebre, con casas amontonadas de colores y tejas de zinc, las afectaciones ambientales son varias. Empezamos por el barrio El Mochuelo, que se encuentra en medio del relleno sanitario Doña Juana y varias ladrilleras. Es un barrio desdibujado, degradado y vulnerable. Antes tenía dinámicas campesinas y rurales, pero hoy tiene problemas de pandillismo y drogadicción. La cercanía al relleno no solo se evidencia con el penetrante olor a basura, sino que afecta la salud de sus habitantes, que padecen enfermedades en las vías respiratorias y en la piel. Pese a que la vida útil del relleno estaba proyectada hasta el 2030, la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP) definió procesos de reacondicionamiento de los territorios del relleno. Un plato amarillo con un pegante para que lo pongan en una de las paredes de la casa, un atrapamoscas y un cartón tóxico para los ratones y ratas es el kit de salvamento que entregan los trabajadores del relleno cada quince días a los vecinos de Doña Juana. Lo anterior, con el fin de hacer un supuesto control para combatir estas plagas. “Acá la pregunta es cuál es la responsabilidad social que tienen los operadores de este relleno frente a la comunidad afectada, que se aguanta el olor, las moscas, todo, pero la empresa no puede limitarse a entregar un plato con un pegante para que las moscas se peguen”, reitera Tatiana.

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Y por si las moscas, minería

El borde del sur

Como si fuera poco, en este sector del sur de la ciudad también hay minería legal e ilegal. Por el lado legal se encuentran las multinacionales Holcim y Cemex y la Fundación San Antonio, que hacen explotación a cielo abierto de varios minerales, como arcilla y greda para construcción.

Portal Tunal, alimentador 6-4 Paraíso, parada 14 “Parque el Mirador”, Ruta Especial 10-12 Quiba, parada 5. Así es como se llega a la vereda en el extremo sur de la localidad de Ciudad Bolívar: Quiba. Allí es normal sentirse fuera de Bogotá porque se dejan a un lado los edificios, el ruido, las estaciones de Transmilenio y las muchedumbres que caminan rápido por los andenes.

Holcim y Cemex tienen licencias ambientales de explotación hasta el 2030, pero ni la Secretaría de Ambiente ni la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) saben qué hacer con estas licencias, porque lo que se ha dicho es que “las explotaciones mineras en la sabana de Bogotá corresponden al Ministerio de Ambiente”, como afirma Tatiana. En cuanto a la minería ilegal, esta se evidencia en las pequeñas ladrilleras dedicadas a extraer arcilla, arena y cal, básicamente para la comercialización de ladrillo.

En este lugar predomina el verde, además de los cultivos de papa y la gente trabajando alrededor de la tierra. Jorge Rojas, escritor colombiano y fundador del grupo Piedra y Cielo, donó el terreno para la construcción de la iglesia y el colegio de Quiba, y así se refería a esta vereda: “Quiba, que en chibcha significa ‘Bosque Hermoso’ y también ‘Mirador’, permite ver algunos de los árboles nativos que han dado sombra a través de los siglos…”.

Tatiana Silva, líder ambiental desde los 14 años; hoy tiene 24

Por lo anterior, las demandas no se hacen esperar. Cristina tiene un hijo de nueve años a quien tuvieron que extraerle un pulmón desde su nacimiento. Hoy le están interviniendo el otro. ¿La respuesta del relleno? “El niño nació así”. También está Ángela, una joven de 15 años con un avanzado cáncer de piel. Pasa largas temporadas hospitalizada por sus tratamientos, apoyando a la distancia las diferentes actividades que se hacen por la defensa de su barrio mediante la pedagogía.

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Actualmente, el borde del sur se encuentra dividido en Quiba Baja y Quiba Alta. En el primero se encuentra la iglesia, el colegio —que en las mañanas funciona para primaria y en las tardes para secundaria— y el mirador desde donde se ve gran parte de Bogotá. En la parte alta de la vereda hay otro colegio que solo tiene secundaria. Esta vereda, que además está cerca de El Mochuelo, ha sufrido un efecto similar al que tuvo Usme debido a la expansión, solo que en Usme fue de manera legal, mientras Quiba ha sido un asentamiento ilegal. Allí los habitantes rompen los tubos del acueducto para tener agua, y las casas que se encuentran cerca de una quebrada están hechas con teja o madera. Aquí, una vez más, el Distrito no ha tomado medidas frente a estas acciones, y la urbanización ilegal amenaza con invadir gran parte de lo que queda de vereda. Uno de los conflictos ambientales que se presentan en Quiba es el descuido de un ecosistema importante, el bosque seco, convertido en botadero de basura y escombros, donde además es común la quema de llantas. Esto pasa debido a la poca apropiación que tienen

los pobladores de su territorio. Por esta razón, organizaciones como SIE se han dedicado a la pedagogía para ejercer resistencia. A pesar de su vocación rural y de lo olvidados que están, no solo por el Distrito, sino también por los conciudadanos, estos habitantes se sienten parte de la capital y no dudan en denominarse bogotanos.

“Conocer el territorio para defenderlo” Por todo lo anterior, esta es la consigna que moviliza a Tatiana Silva, de 24 años, quien desde los 14 ha sido una de las grandes defensoras de su territorio, de su casa, es decir, del sur de Bogotá. Y no ha sido fácil manejar el tiempo que destina a la Corporación Ambiental SIE y a sus estudios de sociología, porque además dirige proyectos en zonas como El Mochuelo, Quiba y Verbenal del Sur, que la llevan a largos recorridos entre el punto más distante, Quiba, y su universidad, la Cooperativa de Colombia, ubicada por la calle 45. Pero eso no ha sido impedimento para encontrar por medio de la pedagogía el camino a la resistencia para estos territorios del sur.

Con el proyecto que tiene su organización en Quiba se busca mostrar cómo es posible llevar una vida digna utilizando un aerogenerador y un biodigestor que funciona con excremento de vacas. Pero estos aparatos no se han podido fabricar porque el SIE no cuenta con los suficientes recursos. Otro proyecto es la Casa del Árbol, ubicada en Quiba Baja, y construida por SIE con los niños, jóvenes y adultos de la vereda. Tiene forma de maloca y cada muro responde a una intención pedagógica, todo alrededor del territorio. Por eso es común ver cuadros del río Tunjuelo plantas y árboles característicos de estas zonas. A este lugar van principalmente niños, con quienes cada martes, Tatiana, ‘la profe’, realiza talleres sobre cuidado del medio ambiente, conocimiento del territorio y manejo de animales, entre otros. En la Casa del Árbol también se ve el interés de SIE por visibilizar y apropiarse de las energías renovables. Por eso adentro hay un montaje de bicicletas para encender unos bombillos, a falta de luz en el lugar.

El sur también existe… “Cuando se dijo que se iba a urbanizar la reserva Thomas van der Hammen todo el mundo saltó, pero cuando uno dice que en el páramo de Sumapaz van a implementar un proyecto de hidroeléctricas o que en Usme encontramos un hallazgo arqueológico, ¿quién se moviliza? Solo los campesinos. Nosotros entendemos que debe haber parte y parte. Somos conscientes de que el río tiene que tener una funcionalidad, pero hay muchos usos del río: es un recurso hídrico de expansión urbana, es de minería, es de relleno, es de abastecimiento de agua, es de protección ambiental, es de desarrollo industrial. Entonces uno termina diciendo que hay que tener un uso del suelo, pero no tantos usos del suelo”, manifiesta Tatiana. El sur. El contaminado, el alejado, pero también el soñado, deja una vez más una reflexión: “Aquí abajo cerca de las raíces es donde la memoria ningún recuerdo omite y hay quienes se desmueren y hay quienes se desviven y así entre todos logran lo que era un imposible: que todo el mundo sepa que el Sur también existe”, como afirmó Julio Cortázar en su famoso poema.

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Medio Ambiente

Silencio paramuno a la redonda

Texto y fotos: Daniela Quintero Díaz quintero-daniela@javeriana.edu.co

A 30 minutos de la ciudad de Bogotá, por la vía que conduce del Distrito Capital a Choachí, se encuentra sobre la fachada de los cerros orientales el Parque Ecológico Matarredonda, a través del cual se puede conocer el páramo del Verjón. El parque cuenta con 2.375 hectáreas y diversos recorridos de entre 7 y 19 kilómetros para disfrutar de la naturaleza.

No hay gallinas Para llegar al Parque Ecológico Matarredonda de la forma más económica, debo tomar una buseta intermunicipal que sale de la calle 6a, media cuadra abajo de la avenida Caracas. Al llegar me encuentro con un terminal de transportes a escala (taquilla pequeña, tiendas pequeñas, baños pequeños, buses pequeños). Compro un pasaje a Choachí, y abordo de una vez, casi es hora de salir. A las nueve de la mañana, al subir a la buseta tuve una sensación de alivio. Me la imaginaba mucho peor, con gallinas y cabras a bordo, como alguna vez viajé en Santander. Pero esta no tenía nada de eso, solo nueve personas, además del conductor. Nueve, que pensé que pronto serían ocho al notar que había perdido mi pasaje, ese que acababa de comprar.

daría cuenta de que el problema menos grave era la salida, y el mayor, el camino culebrero. Solo pensaba en la señora que había abordado cuando empezábamos a subir los cerros. Iba en un puesto improvisado, sentada en el piso sobre dos cojines, de espaldas al conductor. Intentaba no moverse mucho, respiraba por la boca, despacio, mirando sus pies. Si yo estaba mareada, no me imagino ella cómo estaría. Durante el recorrido me distraje con los ciclistas, el paisaje y los aprendices de conducción que toman esa ruta. Pronto, las fincas y las vacas se entremezclan con los frailejones, típicos del ecosistema del páramo. Tras 35 minutos de recorrido y una curva más, allí estaba, un letrero artesanal hecho de ramas que anuncia “Parque Ecológico Matarredonda”. Llegamos.

Víctor Julio Sabogal Mora, guardián del páramo.

Me ganaron los nervios. Revisé la chaqueta, la maleta, los bolsillos del pantalón, el piso, una, dos y tres veces… Nada, había desaparecido. Y estaba a punto de bajarme cuando una voz grave, proveniente del señor al lado me dice: “No se preocupe, no lo piden. Ya pagó y ya está aquí”. Entonces respiré, me burlé de mi torpeza y me volví a acomodar.

“La salida es galletuda”, afirma el conductor una vez arrancamos. Pero más adelante me

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“El páramo es vida”

Primer camino: laguna Teusacá

Una casona de madera, un par de perros y la sonrisa de Víctor, que resalta bajo su bigote y su sombrero, me reciben.

A las diez de la mañana inicio el primer recorrido. El día está despejado y el sol se refleja imponente sobre la cordillera de los Andes. A lo lejos se ven casitas de campesinos de la región, y uno que otro frailejón.

Víctor Julio Sabogal Mora es descendiente de una familia campesina de la región que, según él, en 1989 decidió suspender las actividades agropecuarias y convertir el terreno en un espacio de conservación natural. “El páramo es una parte primordial para la sociedad porque ahí es donde nacen los recursos naturales primordiales para la vida; el páramo es vida”, afirma mientras conversamos. La casona de madera es, a su vez, un restaurante donde se cocina con leña y se ofrecen comidas típicas de la región. Aprovecho la ocasión y pido un combo, con arepa, cuajada y agua de panela humeante, para calentarme y recargar energías antes de salir a caminar. El parque cuenta con varios recorridos, los más cortos se encuentran señalizados para que puedan explorarse sin necesidad de guía, y tienen una extensión de 7 kilómetros aproximadamente. Los más largos son de casi 19 kilómetros, y es necesario recorrerlos acompañados de un guía.

Algunos metros más adelante, me encuentro con un sendero de piedras, rodeado de un tapete de paja amarillo y naranja, que contrasta con el cielo despejado. Gran parte del recorrido es sobre este camino real. Según la Fundación Senderos y Memoria, “Los caminos reales fueron en la época de la Colonia las arterias de comunicación entre regiones”. Interconectaron el municipio de Choachí, la sabana de Bogotá y los Llanos Orientales, y permitieron el intercambio de alimentos y diversos recursos desde hace más de 500 años. Hoy estos siguen intactos, y yo camino por ahí pensando en las miles de historias de las que han podido ser testigos. A lado y lado del camino hay mariposas, varias especies de frailejones y arbustos pequeños de flores rojas, naranjas y moradas, característicos del bosque alto-andino. Hay mucha, mucha agua por todas partes, incluso colándose por entre las piedras del sendero, donde me veo entre el juego de golosa y malabares saltando de piedra en piedra para llegar al otro lado sin ensuciar mis zapatos. Pero de embarrarse nadie se salva, y unos minutos más adelante tengo barro hasta la rodilla, mucha risa, y el arrepentimiento de no haber llevado unas botas pantaneras o, tal vez, una muda de cambio. Leí tarde lo que había publicado Mariano Ospina, de la Sociedad Geográfica de Colombia, sobre el terreno de los páramos: “Hay traicioneros tremedales llamados chupaderos o chucas donde el inexperto en esos andurriales puede perecer, pues la superficie cubierta de una vegetación plana, no permite suponer que debajo del aparente prado haya un profundo lodazal”.

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Finalmente, había llegado a la laguna de Teusacá, hoy llamada del Verjón. Laguna sagrada para los muiscas donde realizaban algunos de sus ritos, como el de “correr la tierra”. Según narra el cronista Juan Rodríguez Freyle en El carnero (1638), entre los diversos ritos que practicaban los muiscas el de “correr la tierra” consistía en recorrer el territorio de cinco lagunas sagradas: Guatavita, Guasca, Siecha, Ubaque y Teusacá. Muchos morían en la travesía, intentando llegar a los distintos santuarios y sitios sagrados que se encontraban en la ruta. Grande, imponente, ubicada a 3.400 metros sobre el nivel del mar. El cielo se ha nublado, la brisa helada acompaña el canto de los pájaros, que hacen para mí de ese lugar, en ese momento, el más tranquilo del mundo. Me siento a descansar, y me quedo ahí, inmóvil, totalmente absorta por el paisaje. Un tiempo después, nunca sabré cuánto, aparece Hernán, otro caminante, de ojos cafés y barba poblada. Anda con bermudas, dos sacos y una gorra, y de equipaje lleva su cámara. Él hace un inventario de las aves de la región, y visita el páramo buscando especies endémicas, y la llegada de algunas migratorias, como los patos canadienses. “Uno no cuida lo que no conoce, y me parece rico que la gente conozca un poquito de lo que tiene. Ese es el mensaje que quiero llevar con mi trabajo”. Tras 20 minutos de charla interrumpida por el canto de algunos colibríes,

una rápida clase de fotografía de aves en vuelo y la llegada de visitantes extranjeros a la laguna, Hernán sigue su camino. Los visitantes vienen de Francia, España, México e Inglaterra, acompañados por su anfitrión colombiano. “It’s as cold as the sea in Europe”, afirma el mayor de ellos, de pelo y barba largos y canosos, al meterse a caminar por la laguna. Los demás sonríen, y a algunos parece agradarles la idea, por lo que deciden acompañarlo. Las más jóvenes, por el contrario, prefieren sentarse a comer algo, tomar fotos y observar. Luego de un rato me despido y me voy pensando en los patos canadienses que no pude ver, y en que nunca quiero ir al mar en Europa.

Segundo camino: las cascadas de la abuela La temperatura en el páramo varía drásticamente, por eso uno tiene que ir preparado para todo, por si hace sol, por si hace mucho frío, por si llueve, por si acaso. Entonces, el cielo se cubre de nubes grises, la temperatura baja y la brisa corre más fría que antes. Es hora de usar la chaqueta, los guantes y la bufanda que estaban guardados en la maleta. En esta ruta hay mucha más vegetación, y también mucho más barro. Los frailejones, que crecen un centímetro por año, llegan hasta los 160 centímetros de altura. A medida que

La laguna de Teusacá, a

3.400 metros

sobre el nivel del mar •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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avanza el recorrido y subo la colina, se puede ver cómo el bosque alto-andino, lleno de arbustos y flores, se va convirtiendo poco a poco en un ecosistema de subpáramo, donde la vegetación anterior y la del páramo empiezan a mezclarse. Me llama la atención la cantidad de musgo que hay por todas partes, y cómo todas las especies están adaptadas para retener la mayor cantidad de agua. Entiendo en este momento que todo el ecosistema funciona como una gran esponja que absorbe y retiene el agua de la lluvia para ir liberándola poco a poco en los tiempos de escasez. Esa es la gran importancia de los páramos, como menciona Jair Preciado, ingeniero ambiental y antropólogo: “La gente no conoce mucho, pero este ecosistema sirve como amortiguador en los procesos de cambio climático. Y en el caso de Bogotá, es un espacio de producción de agua no solo para el Distrito Capital, sino para todos los municipios que hacen parte de la sabana, y para la región de la Orinoquía”. Por esto le gusta llevar a sus estudiantes a conocerlo: “El páramo es el mejor aula de clase, es hermoso, aprende uno a replantear

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su propia vida, a escuchar el silencio en esta locura de ciudad”. Y sí, ahí estoy yo aprendiendo a disfrutar del silencio frente a un tapete de frailejones, un puente de madera que atraviesa el páramo, la neblina a ras de piso y los pájaros alrededor, que ponen en escena un paisaje que parece de otro planeta. Empieza a llover, las gotas son diminutas, casi ni se sienten al tocar la piel, y quedan posadas como perlas perfectas en el pelo, las gafas y las hojas de las plantas. Nunca pensé ver algo así, a tan pocos minutos de la capital. Finalizando el recorrido, después de haber descendido un poco, llegamos a las cascadas. Pequeñas, ruidosas, cristalinas. Provocan meterse de cabeza en ellas, de no ser por el frío. Una mujer que se encuentra en el mismo lugar, se acerca y toma agua. Nuevamente, la naturaleza se muestra imponente, maravillando a quien pasa por su lado. Y tras 19 kilómetros de caminata me siento agotada, pero al mismo tiempo recargada, con unas ganas infinitas de volver.

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Portada

La encrucijada de

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Las Cruces Texto y fotos: Daniela Quintero Díaz quintero-daniela@javeriana.edu.co

Con la intención de recuperar el monumento de 126 años, el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC) restauró la fuente de La Garza, ubicada en el parque central del barrio Las Cruces. Directo Bogotá estuvo allí una semana después de su inauguración y encontró la pila sin agua —con un horario de funcionamiento limitado—, llena de basura y con algunos problemas en las obras que costaron $300 millones. A su alrededor, el párroco y los residentes más antiguos del sector dan testimonio de lo que ha significado esta fuente en su vida y en la del barrio.

Al llegar al parque central, ubicado entre las carreras séptima y octava, y entre las calles primera y segunda, el panorama es desalentador. Un sábado a las ocho de la mañana los únicos que se encuentran en el lugar son quienes trabajan con sus camiones haciendo trasteos y los policías del CAI. Y así hasta final de la mañana. El domingo el paisaje no mejora. Donde se esperaba encontrar un sinnúmero de familias y niños disfrutando de la jornada de descanso, yace un montón de cuerpos inmóviles, intoxicados por drogas y alcohol, rodeados por quienes intentan sostenerse en pie con el último trago de chirrinchi. El tradicional barrio obrero y artesano del siglo anterior, hoy se encuentra en completo abandono, de ahí el interés de la administración distrital por adecentar el parque principal. La fuente de La Garza, que se erige imponente con seis metros de altura, fue traída a Bogotá en 1891 de la fábrica J. L. Mott, ubicada Nueva York, tras la compra realizada por Ramón B. Jimeno, entonces gerente de la Compañía de Acueducto de Bogotá, por un valor de $2.700. Una vez en el país, la fuente se instaló en la Plaza de las Nieves donde permaneció hasta 1906. Luego se trasladó a la Plaza de San Victorino, donde estuvo cinco años. Finalmente, el 20 de julio de 1911 —hace 105 años— se ubicó en Las Cruces, donde permanece hasta hoy. Su función era abastecer de agua a los habitantes del barrio, donde no había acueducto.

El bautizo de la pila El párroco Fabio de Jesús Sepúlveda lleva 16 meses en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, ubicada al costado sur del parque. “Yo estuve en la inauguración de la pila con el director del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. De hecho, la primera llenada de la pila fue con agua de la parroquia. Obviamente, como presbítero responsable de la comunidad me alegro mucho de que miren para acá. Tenemos que hacer todo el esfuerzo por traer no solo el evangelio, sino también desarrollo para el barrio”, afirma. Al hablar de los problemas del barrio, el sacerdote comenta que “Las Cruces es un

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Fabio de Jesús Sepúlveda, párroco de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen.

sector de contrastes, porque la mayoría de la gente que se crio acá se ha ido por razones de seguridad. Ahora, con lo del Bronx, muchos de los habitantes de calle se vinieron para acá, aunque el distrito tiene programas para ellos”. Otros problemas del sector son el consumo de alcohol y de drogas, y el porte de armas de los jóvenes —con unos cuchillos patecabras—. Eso significa para mí un reto en la evangelización. Y no es fácil. Yo estoy en el plan que nos ha puesto el Papa Francisco, de una Iglesia en salida. No quedarme aquí esperando la gente, sino salir a los sectores, a los colegios, a visitar familias”.

Jesús Vargas, "bautizado" en la pila.

Miguel Rodríguez, a la espera de un acarreo.

Asimismo, comenta su interés por la peatonalización de la carrera 7ª hasta la calle 1ª, para eliminar la segregación del barrio. “Es como si la Plaza de Bolívar, en vez de ser símbolo de la unidad nacional, fuera símbolo de división. De ahí sale la peatonal hacia el norte, ¿y hacia el sur qué? Esa sería una forma de integrar, de traer desarrollo. O ahí en el edificio donde funcionó el Colegio El Rosario, uno podría pensar que una universidad pusiera una sede, o el mismo Sena. Eso ya le cambiaría la cara al barrio”.

El ritual del pase Jesús Vargas trabaja desde hace más de veinte años en el barrio Las Cruces haciendo acarreos y trasteos en su camión, un oficio que heredó de su papá. “Yo soy criado aquí en el barrio. Cuando éramos niños, nosotros nos metíamos en la pila, ese era el tradicional plan de los domingos”, recuerda mientras la mira y una sonrisa se dibuja en su cara. “De mi familia vienen todos, no demoran en llegar. Pero esa obra quedó muy mal hecha, lástima la plata que le metieron. La llenaron y vea cómo está escurriendo el agua… Eso no tiene porqué salirse el agua. Ayer había una cantidad de niños bañándose, y vea, ya está desocupada”. Por eso, hoy sus hijos y nietos van a hacer otras actividades al parque, como montar cicla o jugar fútbol. Uno de los días que más recuerda Jesús fue cuando recibió su licencia de conducción: “Aquí todo el que salía conductor era ‘bautizado’: lo cogían entre cuatro o cinco, y a la pila lo echaban… una recocha. Es una tradición que tenemos. A mí me echaron a las doce de la noche. Me aguanté todo el día en decirles y como a las doce les conté que ya era conductor y les mostré los papeles, me los quitaron y ¡prum!”, relata, sin dejar de mirar la pila, parado al lado de su camión.

“La gente se tomaba la foto con la pila” Miguel Rodríguez espera sentado, con las piernas cruzadas, que alguien venga buscando un acarreo. Ya no vive en Las Cruces, pero va todos los días porque es su lugar de trabajo. “La gente sabe dónde encontrarnos, yo llevo 70 años aquí. Primero fueron las zorras de mano, después las zorras de caballo y, por último, los

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camiones de los trasteos. El estacionamiento siempre ha quedado aquí, y la gente viene a buscarnos de diferentes partes”. Al hablar sobre la pila comenta: “Siempre ha representado el barrio. Antiguamente la llenaban de agua y funcionaba bien… ahí aprendimos a nadar. Ahí y arriba, en los tanques de Vitelma. Pero como la humanidad es tan mala, pues le echa mugre, la daña”. Cuenta también que en estos últimos meses “medio la arreglaron, porque estaba muy decaída. Pero quedó ahí más o menos porque no la arreglaron bien. Esas hendijas que se le ven en la bandeja, eso no se veía así, estaba bien justo, empataba. En la columna de abajo le faltan unos laureles que tenía, los mismos dibujitos que había en la parte de arriba y no se los volvieron a colocar”. Para él, seguramente se los robaron, y da cuenta de la inseguridad en la que se encuentra el barrio. “Si aquí se roban las tapas del acueducto, qué no se van a robar un poco de hierro. Antes no han alzado con la pila completa”. Recuerda los días en los que el parque estaba lleno de fotógrafos “con esas máquinas antiguas que eran con carpa. La gente pagaba para que le tomaran la foto ahí con la pila, en las primeras comuniones y en los paseos. Era bonito. Todo el mundo venía a eso”. Sin embargo, Miguel ya no viene con su familia a este parque: “Ah no, eso aquí como paseo no. Uno va a otros parques, como al Parque Metropolitano de San Cristóbal, que es grande y ordenado, porque aquí echan mucho bazuco. ¡Verraco! Esa vaina de los políticos que dieron la orden de la dosis personal, eso dañó todo…”.

glarlo diciendo: “No, mentiras. Acá venimos a tomar fotos, a sacar los perros…”. Nunca se han metido a la pila. “Nosotros más que todo era pa'l Tercer Milenio, a las piletas de allá. Acá no, porque casi siempre es un mierdero… ¡Yo nunca había visto esa pila con agua!”, comenta Nelson. Y Michelle complementa: “Y ahora es con esa agua fea, cochina. Duró como dos días limpia”.

Tras unos minutos hablando entre ellos alrededor de la pila y molestando a los borrachos del lugar, Miguel pregunta: “¿Y cuándo le vuelven a abrir los chorros? Si lo arreglaron era pa’que estuvieran en funcionamiento, ¿no?”. Y concluye: “Deberían poner como unas rejitas, pa’que no se metieran ahí, pa’que no tiren basura adentro”.

“Vea, ahorita, parece un cementerio” Francisco y Miriam están sentados en una de las bancas del parque, con grandes costales llenos de cartón, plástico y papel, seleccionando el material que recogieron. Son una pareja de adultos mayores que se dedican a reciclar, y viven en una pieza arrendada en el barrio. Francisco ha vivido toda su vida allí. Cuando era joven, su pasatiempo era ir a los teatros que se encontraban cerca, como el Teatro Ideal o el Nariño. “Venía al parque, pero no a ‘gaminiar’, a mí me cuidaban mucho en la casa. La pila siempre ha estado y tenía agua, pero yo no me metía. Ahí era donde los gamines se bañaban”, cuenta él, mientras ella complementa diciendo que: “La cultura de los que viven de puertas para adentro es que el agua sirva para su uso. Para que las palomitas puedan tomar.

La Fuente de La Garza en la llamada Plaza de las Armas, Cromos, 1920. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••

Miriam y Francisco se dedican a reciclar en Las Cruces.

“A fumar” Una pareja joven camina por el parque con su bebé en el coche. Van acompañados de un sobrino, Miguel, quien no tiene más de diez años, y que al llegar sale corriendo a mirar la pila de cerca. Viven en el barrio desde hace un año, pero han trabajado en los alrededores toda la vida. Al preguntarles a qué iban generalmente al parque, Nelson responde entre risas: “A fumar”, mientras su mujer lo mira con cara de complicidad y vergüenza al mismo tiempo. Miguel suelta una carcajada, y Nelson intenta arre-

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Arriba: Ciro Antonio Bonilla, el peluquero. Hennier Restrepo, más de 50 años en Las Cruces. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

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Pero a la persona de la calle solo le importa bañarse y empuercarla”. Miriam llegó de Mariquita al barrio hace más de 30 años, y recuerda haber visto el surtidor de gasolina que hoy ya no está y que, según ellos, fue uno de los primeros en Bogotá: “Quedaba ahí, al pie del teléfono. Ese sí lo conocí, pero no recuerdo la pila con agua. Y ahorita con la renovación que le hicieron a mí me parece que quedó bien, pero como que el color no casa, era mejor el acabado en bronce”. Conocen al dedillo los cambios que ha tenido el barrio: “El comedor comunitario estaba allí, en la casa del cura. Sobre la séptima era la plaza. El Banco de Colombia quedaba en ese edificio, ya no funciona. El CAI antes quedaba arriba, y aquí vendían raspados y venían fotógrafos. ¡Ah! Y pues aquí nació Gaitán; y la cantante, Claudia de Colombia”, afirma Francisco mientras señala con su mano los lugares hoy en día abandonados que en algún momento fueron importantes para el sector.

“En esta época el vicio ha deteriorado bastante a los muchachos. Hace 30 años salían todos

a jugar. Ahí había una plataforma y ponían camping y hacían juegos para los niños. A las nueve o diez de la mañana esto ya estaba lleno de gente, disfrutando del aire puro del parque. Pero vea ahorita, parece un cementerio, de verdad”, afirma Miriam mientras suelta una carcajada. “Yo no sé —continúa— cómo que se fue la esencia del parque, se perdió… lo deterioraron mucho porque lo usan para dormir y para meter vicio”.

“Ese es el mal vecino que tenemos nosotros: el Palacio” Hennier Restrepo ha vivido en el barrio Las Cruces durante 54 años. Anteriormente trabajaba en el taller de platería heredado de su padre en el mismo sector, y hoy tiene su taller de soldadura y de relojes de pared.

“Yo estudiaba aquí detrás de la iglesia. Entonces el paso obligado era por el parque. Pero en esa época, la fuente funcionaba permanentemente, uno pasaba y no faltaba el rato para echar el barquito de papel en el agua. Esa era nuestra diversión. Y nos regañaban los mayores por estar empuercando el agua, porque a pesar de que ya la pila no cumpliera la misma función para la que fue hecha, se usaba el agua para los animales” recuerda. Gracias a la larga permanencia de Hennier en el barrio, tuvo contacto cercano con los arquitectos encargados de la restauración que, según él, tenían gran interés en el impacto social de la obra. “Yo la vi paso a paso desde que la desmontaron y la llevaron aquí a un local donde cualquiera podía ir a mirar cómo iba el proceso. Restaurada quedó bonita, y con el recubrimiento especial va a durar muchos años, pero los detalles son importantes. El fondo lo van a volver a curar esta semana porque se le quedó saliendo el agua. Y falló la armada, alguna pieza no quedó en su sitio y entonces las demás no encajaron, antes estaban bien las uniones. Además, a pesar de que la fuente es patrimonio de Bogotá, ni el Acueducto, ni Codensa quisieron colaborar, por lo que tocó dejarla con agua lluvia y energía solar, entonces prende a ratos. Si está uno por aquí dando un paseo, de buenas, la ve funcionar. Y si no, le cuentan que funcionó. Pero, aunque no haya quedado a gusto de todo el mundo, la obra se finalizó”.

Para él es muy importante recuperar el barrio, que aunque está a solo cuatro cuadras del Palacio de Justicia, se encuentra marginado. “Ocurre algo de la cuarta para acá y ellos nada que ver. Están pendientes de para allá. Ese es el mal vecino que tenemos nosotros, el Palacio”. Sin embargo, el plan de domingo para él sigue siendo ir al parque con su familia. “Mis hijas en este momento me están esperando en la casa porque yo les prometí subir a la plaza. Para nosotros es programa porque allá hay cafetería, y comemos helado, hacemos algunas compras, luego bajamos, nos venimos al parque, aquí montan su bicicleta otro rato alrededor de la pileta y ahí si nos vamos a almorzar”, cuenta.

“Yo no me quejo, recibí el premio” En 1954, Ciro Antonio Bonilla montó la peluquería que mantiene hoy, a sus 90 años. “Yo no tengo nada que decir en contra del sector. La mayoría de los que hemos vivido en Las Cruces o hemos trabajado aquí pensamos que es un sector bueno para levantar un medio de vida. En el caso mío, llegué de Boyacá con lo que tenía puesto, porque fui desplazado de la violencia política de los cuarenta. Y corrí con suerte, me estabilicé con el trabajo, conseguí una buena esposa y formé una familia. Yo no me quejo, recibí el premio”. A pesar de que su negocio lleva 63 años en Las Cruces, él ha vivido poco tiempo en el lugar, solo los dos primeros años de casado, cuando nacieron sus dos hijos mayores. Sus hijos también estudiaron en los colegios que hay cerca de la parroquia. “Yo traté de evitar que se formaran en este sector porque no había muy buenas compañías, y me los llevé a otro sector donde vivieran sanamente”. Actualmente, sus tres hijos y sus cinco nietos son profesionales. Cuenta sobre la pila que desde hace mucho tiempo está sin agua: “Siempre estuvo abandonada. Parece que quedó bien remodelada, pero lo difícil es que la gente la cuide porque aquí viene mucho irresponsable; tendrían que ponerle un guardia o una persona que la cuide”. Y aunque antes iba con sus hijos al parque a correr y a jugar, hoy en día solo va a trabajar, en compañía de su hijo, desde las ocho de la mañana hasta las siete de la noche.

Obra “adoptada” Con el programa “Adopta un Monumento”, desarrollado por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, un colectivo de arquitectos y artistas decidieron intervenir y aportar recursos para restaurar la fuente de La Garza. La recaudación de fondos se hizo a través de una exposición de arte realizada el último fin de semana de octubre, en las instalaciones donde funcionó el Colegio Nuestra Señora del Rosario (carrera 7ª con calle 1ª), en la que participaron reconocidos artistas colombianos al igual que artistas locales, incluso, algunos residentes de Las Cruces. Las obras donadas por los artistas fueron vendidas por un valor de $750.000 cada una, y consistían en cuadros de un mismo formato (22 x 22 c.m.) realizados con diferentes técnicas. El equipo encargado de la restauración estuvo conformado por el arquitecto restaurador Juan de Jesús Guerrero, la restauradora Hellen Quiroga, un asesor metalúrgico, ingenieros, dibujantes, auxiliares operativos y de restauración. Al igual que El Taller de S, de los arquitectos Sebastián Serna y Santiago Pradilla. Y la intervención realizada consistió en el mantenimiento de la pileta, el reemplazo de piedras deterioradas en el basamento, la restitución de las piezas metálicas con molde, la aplicación de una capa de protección final a la fuente y de un antigrafiti, y la instalación de un sistema hidráulico para devolverle el agua a la fuente.

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Estampas Urbanas

Texto: Sara Camila Prada Herrera sara28prada96@gmail.com Fotografias: Fernando Cano Busquets

En la ruta del

fotógrafo

¿De dónde salen las casi 2.000 fotografías que Fernando Cano ha publicado en Instagram? La respuesta se puede encontrar en las calles bogotanas. Recorridos como este, de tres horas por el centro de Bogotá bajo la lluvia, le permiten enriquecer un archivo del que ya perdió la cuenta.

Con una pequeña cámara Sony ubicada a la altura del ombligo, captura las mejores imágenes de sus recorridos por la ciudad. Durante años, Bogotá pasó inadvertida para Fernando Cano: “A mí lo único que me atraía fotográficamente era la Plaza de Bolívar; para mí Bogotá no era un tema fotográfico”. Pero ahora cada rincón se presenta como un escenario que le permite mostrar la actualidad en un juego de rostros y lugares. Y fue la aparición de los teléfonos celulares con cámara la que cambió la percepción de Fernando acerca de Bogotá; empezó a observar aquello que antes le parecía repetitivo, rutinario y aburrido. “Siempre encontraba alguna cosita buena y la tomaba, cuando llegaba a la casa revisaba el material y si alguna foto me parecía simpática, la ponía en Facebook”.

escogió por la rapidez para enfocar. Fernando prefiere no llamar la atención cuando sale a tomar fotografías; “pasar de incógnito”, como dice él, a pesar de sus 1,90 metros de estatura “sin joroba, 1,88 normal", como dice él. Se trata de “ir caminando e ir mirando”, pues en cualquier momento puede pasar algo que merezca ser registrado por su compañera. Sus visitas al centro son cada 15 días o cada mes. Comienza en la Plaza de Bolívar y desde allí se dirige a San Victorino. “Cuando me aburro a ese lado me vengo para acá”, y se refiere a la Casa Cano (carrera 7ª # 69-45), la avenida Caracas, el sector de la iglesia de Lourdes, la carrera 13 o la calle 78.

Sin hoja de ruta Su retina de fotógrafo se siente atraída por el centro, un espacio en constante movimiento que le permite saciar su curiosidad. “Como mi fotografía es de gente, el centro es el sitio perfecto por la reunión de todos los bogotanos”. Allí aparecen la moda, las distintas generaciones, las personas que corren para protegerse de la lluvia o algún campesino que llama su atención. Por eso, acompañar a Fernando en uno de sus recorridos es disfrutar de su mirada curiosa. Mientras cuenta anécdotas de sus años en El Espectador, un hombre se acerca a la ventana del carro, que siempre tiene abierta: “Buenos días, caballero. ¿Me regala una monedita?”. Fernando tiende su mano para ofrecerle una chocolatina Jet, y el hombre responde con una sonrisa de agradecimiento. Así va Fernando, encontrándose sin prevenciones con la ciudad de sus fotografías, porque gracias a las facilidades de los teléfonos móviles logra pasar como un visitante clandestino. “A mí nunca me ha ocurrido nada, aunque sí me dicen que soy demasiado fresco”. Con paciencia supera el tráfico de la capital a las 11:00 de la mañana. Busca un parqueadero cercano a la Plaza de Bolívar, donde lo saludan como a un conocido de toda la vida. Y empieza el recorrido preparando su cámara Sony negra, del tamaño de la palma de la mano, que lo acompaña desde hace ocho meses y que

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“Lleve la sombrilla, la sombrilla, el paraguas…” El brillo que adquiere el piso cuando llueve le fascina, y hoy está de suerte porque comenzó a llover. Gracias a la gente ve que cada recorrido es diferente, “en los días de lluvia también se pueden ver cosas muy bonitas”. Por ejemplo, un señor sentado sobre un costal al que quiere fotografiar. Se acerca, se prepara, alista la cámara y cuando se dispone a tomar la foto, el señor se va. Así es su ruta, un vistazo a la gente en movimiento. “Eso pasa muchas veces, pero no se trata de tomarlo como sea, sino de enmarcar al personaje en su contexto”. En medio de los vendedores de sombrillas que buscan aprovechar el clima para hacer el producido del día, y a pesar de la lluvia, esta ruta debe continuar. Ahora es momento de emprender camino hacia la carrera 10ª para llegar a San Victorino.

Los maniquíes que se posan vanidosos sobre las aceras son particularmente llamativos para este fotógrafo. Según él, “son muy locos, muy bonitos”. Los locales donde se exhiben vestidos de fiesta, llenos de colores y brillos, son una especie de pasarela urbana que no pasa inadvertida. Las vendedoras lo saludan con un cordial “a la orden”, tal vez ellas tampoco ven su cámara y por eso no saben que a Fernando le interesan los rostros y las expresiones de sus rígidas modelos, no sus vistosos atuendos. Pero su interés por la fotografía de personas no impide que siga otros trabajos, como el de Karl Troller, de quien admira sus fotografías de vitrinas en las ciudades y de las rejas que protegen las casas. “Bogotá tiene por dónde meterse” para capturar excelentes imágenes. Luego de echar un ojo a la moda de San Victorino, hay que buscar refugio en La Pajarera, otro sitio que frecuenta y que aún con este clima

ofrece rostros y situaciones que piden ser conservados en una fotografía. Aunque el recorrido es espontáneo, este Cano —el menor de los hijos de don Guillermo—, conserva intacto el espíritu obsesivo de los reporteros, que aparece cuando pierde la foto de un accidente en una alcantarilla o cuando la recursividad criolla se expresa en los zapatos que una mujer decide proteger con bolsas plásticas y que se alejan bajo la lluvia sin que alcance a fotografiarlos. “A veces le toca a uno hacer clic con la mente porque lo que vio una vez no lo vuelve a ver”. Aprendió la lección de que las imágenes usualmente solo se presentan una vez; “a mí me pasaba mucho que iba por carretera, veía algo interesante que me llamaba la atención, y decía: más adelante hago la foto. Y más adelante siempre aparece una montaña o algo que ya no te deja ver lo que querías”. Por eso en sus visitas al centro siempre debe estar

dispuesto a observar y disfrutar lo que ve, para no frustrarse al revisar el material y ver que no consiguió la imagen deseada.

“Yo soy grande y soy gordo” Sus últimas exposiciones han tomado casi dos años entre cada una, por eso no pierde oportunidad para mostrar su trabajo y retarse como fotógrafo. Espacios como Fotomaratón, organizado por Gilma Suárez, le permiten poner a prueba su creatividad con la cámara para encontrar imágenes únicas. En la más reciente edición de este evento, Fernando llegó puntual a las 8:00 a. m., como los demás participantes; recibió su listado de temas, como todos, y se dedicó a buscar los sitios de la ciudad en los que podría capturar las 24 fotos que debía entregar el domingo a las 4:00 p. m. Los más de mil concursantes llevan unos chalecos que los identifican como participantes de

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la actividad. Además, los organizadores invitan a los fotógrafos a hacer sus recorridos acompañados, para reducir cualquier riesgo. Pero este fotógrafo, acostumbrado a los recorridos sin ruta que surgen al ritmo de la ciudad, no está de acuerdo con todas las instrucciones. “A mí eso no me suena. No es porque me vayan a quitar la foto, sino porque no me parece tan espontáneo así como ir camuflado”. En esta ocasión, fue la directora de Fotomaratón quien lo encontró: “Me pillaron sin estar usando el chaleco. Y yo le dije a Gilma: ‘Mira, no me lo puedo poner porque me queda chiquitico. Yo soy grande y soy gordo’”. A pesar de su indisciplina, no lo descalificaron y tomó todas las fotografías. Este viaje fotográfico es, como dice Fernando, “sin rumbo fijo”. A veces cambia de ruta y sigue por la carrera 7a hasta la avenida Jiménez. “Hay

días en que aparecen cosas chéveres”, días que le ofrecen la posibilidad de fotografiar rostros que hablan de la vida nacional o temas que con dos o más situaciones parecidas le permiten establecer relaciones a través de imágenes. El clima se confabula contra el fotógrafo, que debe interrumpir la ruta. Siempre queda alguna imagen por capturar, pero no es momento de arriesgarse a pescar un resfriado. Un café y el recuerdo nostálgico de los rollos fotográficos y el proceso de revelado cierran este paseo distinto por el centro de Bogotá, un lugar que merece ser visto más allá del ruido y el tráfico rutinario. Fernando solo revisará el material cuando llegue a casa, nunca lo hace antes, entonces sabrá qué tan productivo fue su recorrido. Este hombre alto, calvo, y con una cámara fotográfica a la altura del ombligo, seguirá visitando la Plaza de Bolívar, en sus recorridos de incógnito, intentando camuflarse en el ambiente. Y si no se anima a seguir sus pasos por San Victorino, sígalo en sus redes sociales para que se divierta, se indigne o se emocione con sus fotografías.

Facebook: Fernando Cano Busquets Instagram: fercano

ConVersiones La más reciente exposición de Fernando fue ConVersiones, en la Casa Cano, un recorrido a través de imágenes que hablan de paisajes, tradiciones y violencia en Colombia. El toque de humor, infaltable en su obra, lo aporta el contraste entre piezas de arte originales y las versiones fotográficas de Cano (ver Fotoensayo en esta edición). En 2014, Fernando presentó su obra Colombia soy yo, en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Una serie de 80 fotografías que demuestran el valor de la presencia de la gente en distintas situaciones y tradiciones.

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Deportes

Con su raqueta

a otro lado Texto y fotos: María Camila Rico G. macariga22@gmail.com

A los 14 años, el tenista bogotano Juan Andrés Segura se convirtió en el número 1 del país; hoy tiene 18 y se

Cuando Juan Andrés Segura entra al campo de tenis siempre lleva una toalla con la que se seca el sudor al finalizar cada punto; una muñequera en la mano izquierda; una cachucha que lo protege del sol y le permite visualizar la bola adecuadamente, la misma que rebota

prepara para irse a estudiar al exterior, adonde va el

cuatro veces antes de servir. Cuando se hidra-

70 % de los deportistas de alto rendimiento porque

más importante: agarra la raqueta siempre del

ta, toma primero Gatorade y luego agua. Y, lo

en Colombia no encuentran apoyo para combinar su

mismo lado porque de lo contrario se siente

formación deportiva y universitaria.

cada partido.

incómodo, dirá. Son sus rituales cuando juega

El tenis, un deporte asociado a las élites desde que apareció en Colombia, en

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Eligió el tenis competitivo hace once años, cuando apenas tenía siete. Prefirió empuñar una raqueta, reemplazando muchas veces el estudio presencial, las salidas con amigos y los viajes en familia; esto lo llevó a convertirse en número 1 en categoría juvenil del país, a los 14 años, representando a Colombia en un torneo Suramericano jugado en Bolivia, que reúne a los 3 mejores jugadores de cada país. Todo fue un proceso que él describe como una pasión desde que se propuso ser el mejor. Un sueño que sus padres, Jorge y Pilar, han apoyado. Por esto, cuando tenía nueve años viajó a una de las academias más importantes de tenis en Estados Unidos, la de Nick Bollettieri, quien es conocido por haber entrenado a jugadores de la talla de Andre Agassi, Tommy Haas, Jelena Jankovic, Martina Hingis, Maria Sharapova y las hermanas Williams, entre otros. “Ahí ya fue cuando le cogí el gusto al tenis y comencé a soñar con ser profesional”, aunque es un sueño que en Colombia sale muy costoso porque pocos lo apoyan. Quizá por ello es un deporte que desde sus orígenes en Colombia, en 1902, siempre ha estado asociado a las élites.

La “marca” verde Juan está acostado en la cama de su hermana, mirando al techo. La luz del sol resalta sus ojos cafés donde en el iris de su ojo derecho luce una mancha color verde semejante a una pelota de tenis. Hace poco terminó de estudiar, descansa unos minutos para retomar su estricto itinerario diario: se levanta todas las mañanas a las seis para prepararse para el SAT (examen oficial de Estados Unidos para la admisión universitaria). Dejó de asistir a clases presenciales del colegio Gimnasio Moderno a los 13 años cuando decidió irse a vivir solo a Naples, Florida, durante un año para entrenar en una academia de tenis. “No quería parar de entrenar porque me estaba yendo muy bien y empecé a pedir permisos en el colegio para ir a entrenar, y me empezó a tocar más complicado que el resto de estudiantes. Quería ser mejor cada vez y por eso decidí irme un año y estudiar de manera virtual”. Cuando estaba al cuidado de su entrenador y de la esposa de este, Juan debía asistir a jornadas de entrenamiento de ocho horas diarias, las cuales se complementaban con ejercicios físicos, costumbre que aún no ha perdido: visita el gimnasio todos los días después de entrenar, de 6:30 de la tarde hasta las 9 de la noche. Mientras habla con su mejor amigo por Skype le comenta: —Marica, estoy yendo al gimnasio juicioso, le estoy pegando a esa bola delicioso.

—Pero ¿alzando peso no te pones lento? —No, con las piernas no hago fuerza, las piernas las he sacado de solo jugar, trabajo todo excepto las piernas, y luego del gym me tomo mi proteína. El tenis es un deporte individual, es uno contra uno, por esto prepara físicamente su cuerpo para cada competencia. Sin embargo, cuando Juan entra a la cancha muchas veces el mayor enfrentamiento es contra sí mismo. “Hoy en día, el tenis es 80 % cabeza; por supuesto que debes tener las cualidades para competir en el máximo nivel, pero en ese terreno la diferencia la marca la mente”, argumenta Xavi Budó, entrenador español de tenistas profesionales. Por su parte, Segura nunca ha creído en la psicología y jamás ha recibido asesoría de un

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psicólogo deportivo, como es costumbre entre los tenistas. Hace una pausa larga, se sienta en la cama y concluye diciendo: “No confío en los psicólogos, no me dan confianza, por eso nunca he ido a uno. Es una gastadera de plata y eso lo puede controlar uno mismo; uno le debe ganar a la mente y de alguna manera hay que trabajarlo”. Juan levanta una de sus cejas pobladas en una mueca de alegría, mueve sus manos, callosas y ásperas de tanto empuñar la raqueta, busca las palabras adecuadas que describan cómo su corazón se acelera con cada golpe que da a la pelota, el nivel de adrenalina que corre por su cuerpo cuando disputa un punto importante… Su mirada y sus gestos lo dicen todo: le apasiona el tenis y no se arrepiente de dedicarle gran parte de su vida. Los tenistas deben ser precisos en cada golpe, pues un mal giro a la raqueta, un paso equivocado, golpear la bola a una distancia inadecuada y una postura incorrecta pueden resultar en una mala ejecución del golpe; es decir, una bola perdida. Muchos los describen como una danza con la pelota y su oponente, corriendo de lado a lado, adelante y atrás, en todas las direcciones posibles con tal de golpear esa pelota que rebota por doquier intentando escapar.

“Creo que Juan tiene una gran visión de la cancha, se puede acomodar a cualquier juego y su inteligencia para jugar lo lleva a ganar muchos partidos, es muy sólido cuando se para en el fondo de la cancha, logra desequilibrar a cualquier jugador”, explica su mejor amigo, José Plazas, también jugador de tenis y uno de sus rivales. Ambos crecieron con una raqueta en la mano. Segura no para de reírse mientras narra la anécdota de su primer encuentro cuando tenían 11 años: “Yo perdí en cuartos con Plazas, en un torneo en Medellín, ahí fue cuando nos conocimos, el partido fue bueno, apretado. Cuando yo pierdo mi mamá me dice: ‘¡Cálmate, Juan!’. Me le volteé y le dije: ‘¡Tú no me hables… ¡Hey! por ahora!’, remedando la propaganda de Messi que circulaba en ese tiempo”. Desde aquel entonces se les conoce como la dupla Segura-Plazas. En casi todos los torneos se les veía juntos, pues normalmente cada año un jugador juvenil juega más de 13 torneos nacional e internacionales, de los

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El tenis, un deporte

80%

cabeza

En la Federación hay

2.041

deportistas entre los 10 y los 18 años

cuales en la modalidad de dobles ambos ganaron casi todos los campeonatos nacionales desde los 11 hasta los 17, convirtiéndose en una de las mejores duplas. Más adelante, a los 15 años, todavía siendo número 1, Segura decidió vivir en Cali durante un año para entrenar con Víctor Hugo Vázquez, entrenador chileno con quien se ha entendido muy bien desde los 13 años. Esta fue una etapa donde no jugó en Colombia y se dedicó a competir internacionalmente. Se encontró con otros rivales, otros números 1, personas con su mismo objetivo: ganar. “En el tenis no hay tiempo que perder, no hay tiempo que regalar porque contra los que yo juego no están perdiendo el tiempo”, explica Wilson Rincón, entrenador colombiano. En este periodo, la liga de tenis de Bogotá le giraba mensualmente $150.000 por su excelente desempeño, una cifra que no alcanzaba a cubrir ni una pequeña fracción de lo que implicaba competir representando a su país en el exterior. De vuelta a Bogotá, se matriculó en el

Colegio Fontán donde está próximo a graduarse para seguir con sus estudios en el exterior.

Ser tenista en Colombia Hay 2.041 deportistas entre los 10 y los 18 años que están registrados en la Federación Colombiana de Tenis, y la mayoría busca convertirse en el número 1, pero una sola entidad no puede patrocinarlos a todos. En Bogotá han existido pequeñas contribuciones de las empresas privadas; sin embargo, están dirigidas a los que apenas están iniciando en el tenis y muestran algún tipo de proyección profesional. En Colombia resuenan los nombres de Mariana Duque, Alejandro Falla, Santiago Giraldo, Sebastián Cabal, Robert Farah y Alejandro González, jugadores profesionales que alguna vez hicieron parte de la cifra de niños que buscaban vivir de este deporte, en este caso, solo seis lo lograron. Aquí se vive del tenis si tienes la plata y los contactos adecuados. Juan quiere estudiar biotecnología, carrera que no existe en Colombia, por lo que sigue entrenando diariamente con su nuevo entrenador, Fernando Sánchez, quien lo prepara para conseguir una beca en Estados Unidos. “Con Juan tenemos las metas claras que es irse a estudiar, entonces ya sabemos cuáles son los torneos y procesos claves que se requieren. No dependemos mucho de resultados ni de sesiones largas de entrenamiento, con cuatro horas diarias basta. Él ya logró ser número 1 forjándose un nombre en el tenis juvenil; el objetivo ahora es otro y lo estamos cumpliendo”, señala su entrenador. Su pupilo complementa: “Afuera es mejor porque sí hay apoyo, patrocinios, le dan más relevancia al deporte. Fue en el extranjero donde aprendí a disciplinarme; acá hay excusa para todo con tal de no entrenar: si hay partido de Colombia, entonces no se entrena o se termina más temprano la clase. ¿Cómo pretenden ser los mejores si no entrenan para serlo?”. Por todo lo anterior, al menos el 70 de los jugadores colombianos juveniles decide irse a estudiar en el exterior. Juan Andrés, como su ídolo serbio, Novak Djokovic, mantiene su pasión intacta por el tenis, pero como hasta los número 1 también se cansan de luchar, se irá con su raqueta a otro lado.

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Tendencias

Cuatro patas

mejor que dos Texto y fotos: Daniel Paredes Paniagua Paredes-d@javeriana.edu.co

Del Círculo Polar Ártico llegó el mushing, práctica deportiva en la que los perros tiran de trineos sobre la nieve, pero aquí lo hacen sobre el asfalto o a campo traviesa corriendo con sus amos. En promedio una persona vive 70 años, camina 3.000 kilómetros, come 57 toneladas de comida, pierde alrededor de 10 personas queridas en la vida, se enamora cuatro veces, tiene unos 100 amigos y solo cuatro amigos para toda la vida. Pero amigos inolvidables sin duda alguna hay uno especial, de orejas largas o cortas, grandes, pequeños o medianos, finos o criollos, da igual, su fidelidad los hace irrepetibles y su ternura adorables. Para confiar, reír, hablar, jugar y ¿por qué no?, hasta ejercitarse. En el parque de la Virgilio Barco, en la avenida carrera 60, frente al Instituto de Recreación y Deporte de Bogotá (IDRD), sobre un sendero de ladrillos y a pleno sol sabanero de medio día, un grupo de quince jóvenes amantes de los perros se reúne cada fin de semana para realizar un deporte traído directamente de la parte norte del globo terrestre.

¡Mush mush! Un trineo de dos llantas con una tonalidad ferrosa se planta sobre una línea de salida pintada con tiza blanca y negra, fuertemente amarrados al vehículo, tres huskies siberianos, sí, los que parecen lobos, están listos para correr. Una última revisión, se ajustan las correas y los arneses fuertemente para evitar un descarrilamiento, de repente se escucha un grito: es la unión de cuatro letras que

Foto: cortesía de Edwin Ordóñez

conforman la esencia de este deporte “¡mush mush!”, grita Edwin Ordóñez, un joven de unos 25 años, de contextura delgada pero atlética. Los tres perros de inmediato cambian su expresión, su naturaleza brota, su ceño se frunce y sus ojos se achican; los músculos de sus patas traseras se recogen para luego salir expulsados a gran velocidad. Kira, la más joven y líder del grupo encabeza la jauría; su pelaje blanco y su energía la hacen resaltar sobre los dos huskies rojos que la siguen de cerca. Luego de un tramo de 100 metros y de unos 10 gritos más, por fin llegan a la meta, en donde los esperan tres grandes platos llenos de agua; Edwin desata a sus compañeros de carrera, que jadeantes buscan refrescarse prontamente. ¿Pero qué acaba de ocurrir? Pues bien, se llama mushing, y tiene varias modalidades, explica Edwin. “La modalidad absoluta es el trineo de perros, está la modalidad en nieve y la modalidad en tierra seca. De allí parten los subdeportes, categorías basadas en mushing, que son el bikejoring —la recreación del trineo pero en una bicicleta—, scootering —con una scooter o monopatín— y el canicross, que es

la modalidad de correr”. El mushing, como los perros, tienen muchas variedades, se puede practicar sobre asfalto, sobre pasto y sobre nieve —o granizo, en términos más rolos—, solo se necesita el equipo adecuado, las ganas y un perro con mucha energía. Eso sí, se debe evitar lastimar al perro en dicha actividad.

Deporte del nuevo milenio En Bogotá existen alrededor de 30 grupos para realizar el mushing, pero el más significativo tanto por el número de sus integrantes como por la representación que han tenido en competencias internacionales es Urban Mushing, creado en 2009 por iniciativa de Edwin Ordóñez, un amante del deporte y de los perros. “El grupo Urban Mushing surgió porque quise compartir las experiencias que había tenido con la raza de mi perro (husky siberiano) en un intercambio que hice en Canadá; entonces pude ver que otros perros de esa raza tienen los mismos problemas y poco a poco las personas fueron sumándose, y pues ahora somos una familia que compartimos el gusto por los perros”, dice Edwin mirando fijamente a Blue, uno de los huskies rojos que moviendo la cola demuestra el amor que tiene por su amo.

Mushing viene, según dicen quienes lo practican, de la orden que los franceses le daban a sus perros para marchar (marcher), y que en los ingleses adaptaron a mush. En el año 2000 llegó a Colombia con Mauricio Colmenares, quien gracias a sus investigaciones y amor por el deporte logró adaptarlo a las condiciones del trópico. En el año 2003 logró que Coldeportes la reconociera como actividad deportiva a nivel nacional, lo que significó un primer paso en la larga carrera que es introducir deportes diferentes en una sociedad futbolera y tradicionalista. Muchos se preguntaran si se ve afectada la integridad física del perro al realizar esta actividad, pues bien, como en todos los deportes, es importante el uso de los materiales especiales para evitar el daño a los caninos: es fundamental un buen arnés que sujete y distribuya de manera correcta la fuerza que se ejerce por todo el cuerpo del animal; a la vez se recomienda no usar correas que se ajusten al cuello del perro, debido que puede lastimarlo y en el peor de los casos ahogarlo debido a la fuerza que se

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aplica. Lo recomendable es usar pecheras con un arnés fuerte, resistente y elástico. Camila Junca, auxiliar veterinaria y miembro de Urban Mushing, explica cómo debe ser el trato adecuado para que un perro no se lastime realizando esta actividad: “Hay que tener muchos cuidados, primero, tiene uno que mantener al perro en un estado físico y mentalmente buenos porque si es un perro muy distraído va a ser muy difícil empezar, se debe tener un arnés y una correa especiales para no lastimar al perro; pero sobre todo, el entrenamiento diario y la nutrición son fundamentales para la salud del animal.” ¿Cuál es el perro perfecto para realizar el deporte? Esto varía de acuerdo con las características del canino, si bien lo recomendable es hacerlo con un perro de raza grande debido a sus características físicas, su resistencia y su velocidad, no está descartado hacerlo con perros de tamaño pequeño, pero tomando todas las precauciones. Martha Ciro, representante de la Asociación Defensora de Animales y el Ambiente (ADA) comenta acerca del posible maltrato que se puede realizar durante la práctica de este deporte: “Obviamente, cualquier actividad que implique maltrato para los animales o un uso que solo tenga como fin la diversión de las personas está condenado de parte nuestra”. Por ende, hay que tener sumo cuidado a la hora de practicar este deporte.

Para practicar el mushing en su modalidad de canicross y bikejoring se necesita de un binomio conformado por el perro y su amo. Esta unión debe ser fuerte y, sobre todo, eficaz, es por esto durante el circuito de competencias es normal advertir cómo los corredores suelen cambiar de perro de acuerdo con la competición; en algunos casos hay personas que no corren con su perro y lo prestan a otro corredor; esta situación se da forma interina en los clubes practicantes del deporte con el fin de generar una conexión más vinculante y permitirle a todos los perros ser campeones en cualquier modalidad. Y aunque, obviamente, hay campeones que se han distinguido por su capacidad atlética, como Edwin Ordóñez con sus huskys, Daniel Cruz con su perro criollo y Gonzalo Arenas con su perro Rex, de raza rottweiler, lo que se busca es fomentar el deporte y competir entre todos.

“La idea es armar una llave con tu perro, que sea una sola conexión y eso solo se logra con constancia, paciencia y trabajo”, repite el pionero del mushing en Colombia, Mauricio Colmenares.

El Urban Mushing se creó en Bogotá en

2009 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

La meta: divertirse Daniel Cruz, subdirector de Urban Mushing, explica cuál es el entrenamiento que le da a Zeus, un perro criollo rescatado hace más de un año. “Desde que lo encontré lo someto a una alimentación diferente al resto, le doy una dieta BARF (Biologically Appropiate Raw Food), entrenamos todos los días y solo descansamos el sábado o el domingo. En los entrenamientos le doy refuerzos positivos para que él este muy enfocado en el camino, que siempre tenga la meta presente, sea un parque, llegar al agua o algo que encuentre divertido, esa es la clave”. La dieta BARF consiste en una alimentación basada en alimentos crudos, biológicamente apropiados; esta reemplaza los concentrados tradicionales que normalmente los dueños les dan a sus animales.

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54 Bogotá re-vista

Homenaje

por Cromos Texto: Maryluz Vallejo M.*

Fotos: Archivo revista Cromos

Por tener su sede en Bogotá desde 1916, cuando la ciudad contaba con 160.000 habitantes, Cromos ha registrado un siglo de su desarrollo urbanístico, su caótico crecimiento y su vida cotidiana, donde se combinan las viejas costumbres santafereñas y los modernos estilos de vida. Con esta crónica concluimos la celebración del centenario de la revista fundada por los dueños de la imprenta Arboleda & Valencia.

Ciudad de contrastes En 1917, el alcalde de Bogotá, Raimundo Rivas, declaró a Cromos que él, como alcalde “ecuestre”, debía tener su caballo y recorrer al menos durante una hora diaria la ciudad, ¡para darse cuenta de sus necesidades! Pero el mandatario, también periodista, se habrá caído del caballo, porque a la vuelta de 100 años los problemas siguen ahí. Eso explicaría que en la edición especial del 23 de julio de 1938, en el cuarto centenario de Bogotá, Cromos haya publicado un artículo del exalcalde Luis Augusto Cuervo en el cual reconoce que aunque Bogotá pasó de ser un villorrio a una urbe estilo europeo, “somos fundamentalmente destructores”. En su extensa requisitoria también crítica el espíritu de imitación de las distintas clases sociales, deseosas de parecerse a los extranjeros, y termina diciendo que el honroso título de la Atenas Suramericana ha venido a menos porque “nos estamos volviendo vulgares y mal educados”. Asimismo se mantiene ese contraste entre la urbe y el villorrio. Desde un comienzo, en Cromos sobresalieron las portadas de lugares emblemáticos de la ciudad y de los modernos edificios de la avenida Jiménez y de la carrera séptima, aledaños a las iglesias y casas coloniales de La Candelaria; mansiones y quintas de Chapinero junto a paupérrimos barrios. Metrópoli subdesarrollada en pleno desarrollo. A mediados de los años treinta empezaron a aparecer los reportajes gráficos de Luis B. Ramos con escenas de la vida diaria en las calles, los parques y comercios, las grandes obras de infraestructura y desarrollo urbanístico de la capital, como el moderno acueducto de Bogotá, tanto tiempo esperado.

Construcción de la estación del funicular, en 1929.

Con la destrucción del 9 de abril de 1948, la ciudad tuvo que cambiar su fisonomía. Cromos dedicó cuatro portadas sucesivas a mostrar el

estado en que quedó el centro de la ciudad, incluida la vieja casa donde funcionaba la revista, que resistió tres días los ataques antes de ser pasto del fuego, con su maquinaria, archivos y depósitos. Un mes después, cuando volvió a circular, el director Rafael Tamayo escribió: "Nosotros hemos con crecido con Bogotá [...] Ahora teníamos que detenernos por fuerza. Si no nos hubiera detenido el incendio, nos hubiese detenido el estupor porque la herida inferida a Bogotá es demasiado profunda para permitirnos una reacción inmediata”. Ese mes de mayo, Cromos publicó una entrevista con el alcalde, Fernando Mazuera Villegas sobre la reconstrucción del centro de Bogotá que, según él, además de material tendría que ser moral. Justamente este alcalde, en uno de sus tres mandatos, borró del mapa el Parque del Centenario para dar paso a los puentes de la calle 26, en 1956.

fotografías de todas las épocas. El director, Camilo Restrepo, entrevistó al alcalde Jorge Gaitán Cortés, quien anunció la construcción del tren subterráneo, el tren elevado y el gran Parque de Oriente (en los cerros orientales). Para el burgomaestre, el problema más grave de la ciudad era el tránsito porque solo contaba con tres vías para recorrer 30 kilómetros que la atravesaban. Como sus antecesores, se quejó de los habitantes “indisciplinados, anárquicos, desordenados y destructores”. En 1971, un cronista habla de Bogotá como si fuera Nueva York, con 2,5 millones de habitantes y modernos complejos arquitectónicos, avenidas, bloques multifamiliares para vivienda. Recuerda que apenas tres años atrás la ciudad ofrecía "un sombrío espectáculo de caserones coloniales y ranchos rústicos” (7.000 de los cuales fueron demolidos según un plan de remodelación urbana). Quedaron

Abajo: En las fotografías de Luis B. Ramos se observa una quinta de Chapinero y a unos niños paseando por el Parque de la Independencia.

En 1960, Hernán Díaz fotografió a Bogotá desde un helicóptero Hiller, con lo cual reveló aspectos poco conocidos de la urbe, sobre todo sus abismales contrastes; por ejemplo, el edificio del Banco de Bogotá, entonces el más alto del país, al lado de la antigua plaza de mercado de Las Cruces. Ese mismo año, el periodista Alberto Yepes proyectó la ciudad a 1980, y no se equivocó mucho: predijo que tendría 3,5 millones de habitantes y 250.000 vehículos, con las mismas vías estrechas de los años sesenta; con un retraso de 20 años en sus planes viales. No se equivocó mucho (hoy, en 2016, todavía tiene ese rezago...). Con la llegada de cientos de miles de campesinos desplazados de todas las regiones del país por causa de la violencia política de los años cincuenta, se multiplicaron los asentamientos ilegales en la periferia de la ciudad. De ahí los tremendos contrastes de clases sociales, como los evidenció en 1965 un periodista venezolano que visitó Bogotá: “Mientras las familias adineradas viven con estilo versallesco en barrios como el Country Club, Chicó y Rosales, la gente en los barrios del centro y sur de la ciudad, como Santa Inés, Bello Horizonte, Bravo Páez y El Pesebre vive en tugurios inmundos con carencia de luz, sanitarios y agua”. En su cincuentenario, Cromos repitió el homenaje a la capital —que entonces alcanzaba los dos millones de habitantes— con 100

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Festival Hípico de La Magdalena, 1933.

Panorámica de la carrera séptima, con Parque Centenario. Foto: Blas Guerra, 1956.

vestigios de la arquitectura del siglo XVIII, con sus colores típicos, balcones y faroles para atraer a los turistas. Aclara el cronista que esa transformación comenzó con el Congreso Internacional Eucarístico de 1968, cuando Paulo VI se dirigió a los colombianos desde el templete del Parque Simón Bolívar. Resalta la turbulenta vida nocturna de la capital, con 220.000 expendios de licores, incluidas las tiendas y grills. Califica a Bogotá de metrópoli internacional inconfundible, "gracias a la orla montañosa que enmarca la masa de sus construcciones antiguas y nuevas", y destaca la torre de Avianca y la del Grupo Grancolombiano, así como las del Hotel Hilton y Seguros Tequendama, a punto de inaugurarse. El arquitecto que dejó su impronta en Bogotá fue Rogelio Salmona, quien a inicios de la década de 1970 levantó el conjunto residencial de las Torres del Parque, y comenzó una serie de monumentales obras caracterizadas por el uso del ladrillo, las curvas y los espejos de agua. Por eso, en 2003, Cromos le rindió homenaje a este “peso pesado” de la arquitectura mundial. En 1988, Cromos celebró con otra edición especial los 450 años de Bogotá, que ya contaba con cinco millones de habitantes y 1.274 barrios. El alcalde era Andrés Pastrana, pero la celebración comenzó en agosto de 1987, cuando el burgomaestre Julio César Sánchez anunció los festejos con una partida de $480 millones. El 6 de agosto hubo una misa campal

en la Plaza de Bolívar y el tedeum en torno a las 12 chozas alegóricas de la fundación de Bogotá. Con presencia del presidente, Virgilio Barco, se realizaron la Gran Maratón Ciudad de Bogotá, el desfile de carrozas, carros y coches antiguos, un concierto de gala en el Colón, un partido de fútbol en El Campín y se partió un ponqué de seis pisos para 75.000 niños.

Cambiantes cuadros de costumbres Y así como los cronistas registraron con asombro los cambios en la fisonomía de la ciudad que dejaba su caparazón colonial, también mostraban sus nuevos hábitos y costumbres. Fraylejón recuerda que cuando nació Cromos, “la ‘jai’ iba a retretas al Bosque, patinaba en el Salón Olimpia y saboreaba empanadas o salpicón en Las Marías, diagonal al templo de Chapilourdes”. La clase media pasaba el domingo en el lago del Luna Park, al sur de la ciudad, o en el Parque de la Independencia. En esa Belle Epoque, la ciudad tenía bares con jazz-band y charleston, restaurantes con carta internacional, coqueteaba con el bolcheviquismo y ofrecía “paraísos artificiales” del opio y la morfina a los bohemios. En esos primeros años de Cromos abundan los registros gráficos de las fiestas de alta sociedad en los clubes Gun, Jockey, Los Lagartos o Country. En estos últimos se celebraban los campeonatos de tenis y de golf, que servían de pasarela a la moda, así como el Hipódromo de la Magdalena, donde bellas jóvenes posaban recostadas en un Ford o un Mercedes de lujo. Después de que lo inaugurara Enrique Olaya Herrera, en 1934, los paseos obligados eran al Parque Nacional y a la Media Torta, otra de las obras con las que se conmemoró el cuarto centenario de la capital. Entonces, los bogotanos se despepitaban por las riñas de gallos y los juegos de turmequé, billar y bolos para luego acudir ungidos de gracia al santuario del Señor Caído, en Monserrate, adonde muchos promeseros subían de rodillas o descalzos mientras los turistas tomaban el funicular, inaugurado en 1929. Y hasta los amantes de la pesca se daban el gusto de pescar con red en el río Bogotá. Periódicamente, salían en Cromos especiales sobre la vida nocturna en Bogotá que giraba en torno los cafés, como el Automático y el Windsor, donde se mantenía la tradición de la

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tertulia literaria. Según una crónica, a mediados de los años cuarenta, 50.000 personas vivían de la noche en la Bogotá, cuando los cafés de la Calle Real permanecían repletos. El famoso Ximénez escribió en 1942 una crónica sobre La Puerta Falsa en la que rindió tributo a su administradora, Cristina, "aya del dulce, soberana de la aguapanela, emperatriz del chocolate, cacica del arequipe y reina de las empanadas”. Las mejores clientas de la venta eran las beatas con mantilla que salían de misa. Tan bueno era el negocio, que surgieron otras siete puertas más falsas en la llamada calle de la Catedral. Aunque los hábitos nocturnos se acabaron con el Bogotazo, renacieron en la década de los cincuenta. En una crónica de 1953, el autor dice que los enamorados solo se acuerdan de sus novias después de unos tragos cuando contratan a los serenateros: más de 50 de ellos se conglomeran en torno a la estatua de Caldas en el parque de Las Nieves. Cuenta que aunque no se encuentre ni un restaurante abierto pasadas las dos de la mañana, como sí en cualquier esquina de Barranquilla, no faltan los cineastas vespertinos que aguardan en cola la llegada del bus y "en los parques —¡quién iba a creerlo con el frío bogotano!— algunos afeminados esperan tranquilos en los bancos a que la fortuna les depare una agradable entrevista". Mientras los gamines esperan en la puerta de los grills que les den una moneda, algunos juegan bolos y los más humildes toman tinto y comen fritanga en Plaza de Los Mártires. En los sesenta, los “coca-colos” siguieron rockanroleando y los hippies tuvieron su punto de encuentro en Terraza Pasteur y el Parque de la calle 60. En 1966, Cromos publicó una portada de la República Independiente de los ye-yés, de los periodistas Hernando Santos y Guillermo Cano bailando con sus respectivas esposas, captados por la cámara de Leo Matiz. Para entonces, ya los Beatles chillaban en las casas disqueras, los baladistas rompían corazones y en medio del bullicio estallaban las mechas del Club de Tejo, en el tercer piso de una casona de la séptima, frente al edificio Murillo Toro. El 22 de noviembre de 1965, encontramos una crónica de Manuel Aburto sobre los cafés bogotanos, en la cual cuenta cómo la gente se reúne

Primer aniversario del Bogotazo en la Plaza de Bolívar.

Emboladores vistos por Ray Witlin, 1954.

allí a hacer formularios del Totogol y del 5 y 6, a planear atracos, a discutir de política, a hablar de negocios y a tomar café. Los clasifica así: "Los hay para intelectuales, políticos, deportistas, bohemios, hombres de negocios, hípicos, vagos, etc. Hay locales lujosos y miserables […] Su prestigio depende de quienes los visiten, las muchachas que los atiendan, de sus mesas de billares o de sus llamativos avisos luminosos […]. Se producen los más serios, como los más absurdos debates. Se barajan nombres para el nuevo Minhacienda o se discute de Vietnam. Se corre la 'bola' de que Tiro Fijo está en la ciudad y se informa de un nuevo secuestro millonario… Los intelectuales hablan de Sartre y de Fellini. Los políticos de Castro y sus 'paredones', de Johnson y su Alianza para el progreso, de Mao Tse Tung y sus rebeldías". Y sobre los taxistas dice algo que sigue vigente: "Bogotá se da el lujo de tener a los conductores de taxi más originales del mundo, ya que para alquilar un carro es menester ir adonde los choferes van”. En la celebración de los 450 años de Bogotá, Cromos recuerda los sitios tradicionales de bizcochería, colaciones y comida santafereña. Subsisten la mencionada Puerta Falsa, propiedad de Lucila Rubio de Sabogal, y Las Margaritas, restaurante fundado en 1902 por Margarita Arenas de Ángel y sus hijas. Las Margaritas vuelve a salir en una crónica sobre cuatro restaurantes típicos de la ciudad,

El alcalde Jorge Gaitán Cortés en el cincuentenario de la revista, 1966.

Ruta del bus del barrio Ricaurte a su paso por la avenida Chile en 1932. Foto Duperly.

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Así se imaginaba el artista Roberto Álvarez, en 1966, una futura avenida bogotana con el metro elevado.

junto a El Amberes, La Llave de Oro y La Reina (primer grill estilo europeo de la ciudad).

Corazón sangrante con palomas

La tragedia del Palacio de Justicia. Foto: Daniel Jiménez.

Como dato curioso, la mayoría de los reportajes gráficos que publica la revista sobre Bogotá empiezan o terminan en la emblemática Plaza de Bolívar, que en los últimos 100 años ha sido objeto de polémicas por sus renovaciones arquitectónicas, como cuando le quitaron las rejas, los jardines y fuentes luminosas. Plaza entronizada por el Libertador, ha sido escenario de posesiones presidenciales, manifestaciones multitudinarias, películas, publicidades y postales, amén de tragedias, como la primera del Bogotazo y la segunda de la de la toma del Palacio de Justicia, que todavía arden en la memoria de muchos colombianos. En 1918, cuando la epidemia de la peste diezmó a la población bogotana, ensañándose especialmente con los pobres que vivían en covachas insalubres, salió el primer reportaje gráfico de la revista en el cual se ven los carros de caballos que sirven de ambulancia, así como las damas de sociedad prestando ayuda a los enfermos en calles y hospitales.

La portada del nuevo alcalde Enrique Peñalosa en 1997, no se repitió en su segundo mandato.

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A pocas cuadras de la epicéntrica plaza tomada por los manifestantes, los lustrabotas, los vendedores ambulantes y las palomas comienza la carrera séptima, eje de la ciudad que también ha sido escenario de numerosas tragedias, como el incendio del edificio de Avianca en 1973, la masacre del restaurante

Molino de KLM en la avenida Jiménez, "el Piccadilly Circus" de Bogotá, 1966.

Pozzetto o el atentado de las Farc al club El Nogal. En la colección de los 100 años de Cromos es posible reconstruir la evolución de la que primero fue la Calle Real y luego la carrera séptima, por donde a comienzos de siglo pasaba el tranvía de mulas y luego el eléctrico, reemplazado por buses municipales desde comienzos de los cincuenta. En esa arteria, el artista Roberto Álvarez, con pensamiento futurista, dibujó el paso del metro elevado en 1966. Eso fue hace 50 años y todavía seguimos en la etapa de estudios.

Directora del proyecto “El país visto y narrado en cien años de Cromos (1916-2016)”, departamentos de Comunicación y de Historia de la Pontificia Universidad Javeriana.

59 El Enemigo

Bogotá en la web

de YouTube Colombia Texto: Edith Hurtado hurtado.e@javeriana.edu.co

Fotos: Edith Hurtado

El Enemigo es un canal de YouTube creado en noviembre de 2014 por un grupo de jóvenes para reseñar la producción musical de bandas principalmente en la escena bogotana.

Si oímos la palabra enemigo pensamos en un sujeto malo, capaz de hacernos daño. Al buscar en el diccionario, este lo define como: “Contrario, que se muestra completamente diferente”. Pues bien, al ser distinto a los contenidos populares y tan criticados de YouTube en Colombia, El Enemigo ha llegado para cambiar esta mirada.

“Hola amigos de El Enemigo. Soy Juan Antonio Carulla y hoy vamos a hacer la reseña del disco debut de Tristán Alumbra”. Así comienza uno de los videos de El Enemigo, un canal de YouTube que se ha dedicado a la búsqueda y difusión de la escena musical de Bogotá y el resto del país. La idea del proyecto fue desarrollada por Juan Antonio Carulla, Mateo Zárate y David Torres. El principal tema de conversación de estos jóvenes bogotanos desde que estudiaban en el Colegio Italiano Leonardo Da Vinci era la música; investigaban la historia de las bandas, el porqué de los discos y el cómo se componían sus canciones. A partir de esta pasión se propusieron expandir este diálogo fuera de su círculo de

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amigos, con personas que tuvieran sus mismos intereses para descubrir nueva música. En un principio crearon un blog en Facebook llamado Triple X Music en el cual recomendaban canciones y publicaban largas reseñas que, como afirma Juan Antonio, nadie leía. Al descubrir al youtuber estadounidense Anthony Fantano —el primero en realizar reseñas musicales en esta plataforma con su canal Theneedledrop — y ver la respuesta a este tipo de contenido, decidieron cambiar el formato de sus reseñas escritas a videos. El actual representante del canal, Antonio, resalta las dos principales ventajas de este medio: la primera es la interacción entre el youtuber y su audiencia: “El ser una persona hablando frente a la cámara como si se dirigiera a un público y el hecho de que haya personas viendo eso, crea una empatía entre el youtuber y quien lo ve”. La segunda son las comunidades que forma cada canal: “Se crean grupos de personas que dialogan entre sí, en la sección de comentarios, en Facebook, fuera de internet y demás, lo que no suele pasar con blogs escritos”.

El nombre surgió de la película Almost Famous, que trata de un crítico muy joven de la revista The Rolling Stone que va de gira con un grupo musical, el cual le pone este apodo. Después de Theneedledrop se empezaron a crear más canales alrededor del mundo con la idea de reseñar música. Latinoamérica cuenta en México con Crazy Rhythms Music y Sucia Escena; en Chile, El Profesor Rayado y Musicalblogger; en Bolivia, El Vecino Ruidoso, y en Colombia, El Enemigo como único representante. En sus inicios, El Enemigo reseñaba bandas y discos internacionales, ya que era lo que más escuchaban y de lo que más conocían. Con el tiempo, y gracias a las sugerencias musicales de Andrés Gualdrón, profesor de apreciación de la música de la Universidad Javeriana —donde estudia Juan Antonio Carulla— y baterista de la banda los Animales Blancos, empezó la búsqueda en la escena local y nacional. “¿Para qué seguir hablando del nuevo disco de Daft Punk si hay más canales y medios que ya están hablando de eso?”, comenta Juan Antonio.

Esta búsqueda se dio a partir de diferentes fuentes. Comenzó con las recomendaciones de su profesor y continuó con las redes sociales, que es el lugar donde más se difunde este tipo de información. “Tú llegas y le das like a la página de Los Pirañas y te aparece como página sugerida Rompe Rayo, y tú dices: ‘Uy, Rompe Rayo está rebueno’, le das like y te aparece sugerido Frente Cumbiero… y así”. La curiosidad por la música, la investigación en redes sociales e ir a toques de diferentes géneros les permitió conocer la escena de producción musical de Bogotá y el país. “Me empecé a dar cuenta de que realmente hay muchas bandas en Bogotá y en Colombia; hay mucha gente que está haciendo música y me dije ‘Esto no es normal. En una semana conocí 50 bandas nuevas solo de Bogotá’”, dice Juan Antonio con tono de sorpresa. Desde ahí se ha encaminado el canal y la página en Facebook hacia un espacio para conocer las propuestas musicales que se están desarrollando en Bogotá y en el país. “Hay un interés por parte de gestores culturales en la música; hay un ánimo de las bandas y artistas por hacer arte y mostrar su música al mundo, y hay interés y

curiosidad por parte del público en conocer esas bandas. Es un momento importante para la cultura musical, la cultura de toques y los nuevos medios. Hay bandas en cada esquina”. Como prueba están los diferentes festivales que se realizan actualmente en Bogotá, como Estéreo Picnic, en marzo; Distritofónico, Hermoso Ruido, Yavería y El Marrano no se Vende, en septiembre; Soma, en octubre, y Sónar, en diciembre. Este proyecto ya pasó de los 1.280 seguidores en su canal de Youtube, 71.000 visualizaciones y 2.070 likes en su página de Facebook. Sus creadores pretenden continuar con las reseñas musicales, modificar los videoblogs que se estaban realizando para que generen interés en las personas por conocer la escena musical, así como los toques, conciertos y festivales, mostrando cómo se viven estos eventos desde la perspectiva de El Enemigo. Se han puesto en contacto con otros youtubers latinoamericanos y están desarrollando un proyecto que tiene como nombre tentativo “La Liga Latinoamericana” para expandir el conocimiento de la escena musical de la región al mundo.

* 1.280 Más de

seguidores en el canal de Youtube

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Siempre es saludable leer a

Chaparro Madiedo

Texto: Laura Marín lauramarinct@gmail.com

Libros

Chaparro sigue siendo Chaparro. Al leer cada uno de los cuentos de Siempre es saludable perder sangre es fácil adivinar al mismo autor que dio vida al gato ebrio de vodka en Opio en las nubes. Todos los relatos están atravesados por el tedio acrecentado de las ciudades, por las lluvias putrefactas que inundan los días, por los gatos transeúntes de tejados, las palomas de cloacas y la sensación de 400 cuchillitos incrustados en el pecho por el desamor que causa una mujer-lluvia.

Siempre es saludable perder sangre Rafael Chaparro Madiedo Tropo Editores (Zaragoza, España) 2015 $45.000 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Además, tienen en común esa manera de hacer lo que se le da la gana. Sí, así. Escribir sin coherencia, ni conexión, ni lógica. Escribir con las entrañas y no con el cerebro. Escribir sin ningún límite moral, social o gramatical. Escribir sobre lo que nadie más escribiría. Escribir para curar el hastío absurdo de los días. Escribir para entender el mundo desde la burbuja sinestésica que fue Rafael Chaparro Madiedo y que hoy sigue existiendo gracias a sus libros. Donde unos ven la más bella musa hecha metrópoli, donde ellos se asombran de la Ciudad Luz, donde otros se embriagan con el elixir de la ciudad del amor, Chaparro no ve más que un casco urbano lleno de inmundicia: “En el olor a mierda y orines de París a las cinco de la tarde mientras los habitantes se dirigían a las bocas oscuras y hambrientas de los metros, bocas de grandes animales somnolientos que esperaban a sus pequeñas bestias de cada día para alimentar su tedio sórdido […]” (p. 11). La capital colombiana tampoco se salva del tedio citadino que narra el autor. Ese tedio que además de citadino es cotidiano y que se

experimenta a través de los sentidos. Para Chaparro todo entra por la nariz; y Bogotá — igual que París— le huele a orines mezclados con lluvia, pero acá también olfatea el aroma de la heroína. En Las cuatrocientas espadas del brandy, la protagonista llega en metro —solo existente en la imaginación de Rafael— a Lourdes pocas horas antes de morir. Allí, sobre la carrera 13, “las palomas grises hacían maniobras confusas en el aire precario de la tarde y el olor de la lluvia me entró a los pulmones y me intoxicó (…) el conjunto de los rostros y los olores nos marearon lentamente” (p. 46). Sus cuentos son un testimonio de la vida rota que algunos no hemos aprendido a llevar. Son un espacio ficticio donde todo es posible, donde nada está establecido porque no existe el destino; un lugar donde el más talentoso cazador puede resultar colgado en la pared de unos tristes tigres del Alto Volta. Conforman un mundo paralelo en el que los personajes de una novela policiaca tratan de asesinar al escritor de la obra. Y digo que son un mundo, y no pequeños universos aislados, porque algunos de los relatos se relacionan entre sí. Lo que pasaría inadvertido a los ojos de un lector desinteresado salta a la vista para quien se introduce en el libro con precisión de relojero. En El pez gato que engullía gatos negros, una lluvia torrencial inunda París; en Vacío In Utero, un pájaro elabora un barco que salvará a las aves de un gran diluvio metropolitano; luego en En la suave lluvia de agosto sobre Nueva York, las gotas diminutas mojaron un cuerpo sin vida tendido sobre el asfalto.

Vacío In Utero y Morfina y chocolate son dos visiones diferentes de la misma historia, y aunque en ninguna parte esto se haga explícito, basta analizar los relatos para darse cuenta. El primero narra la historia de un hombre pájaro que fue internado en el sanatorio Hell por su madre. El segundo habla del amor hacia el chocolate de un hombre recluido en un sanatorio. En ambos casos se habla de películas pornográficas que les gustan a los protagonistas: Candy y sus depravados pasan vacaciones en el Caribe y Candy en el Caribe, respectivamente. El primero conoció el amor de una mujer pájaro en el último concierto de Kurt Cobain, cuyos discos su mamá siempre le llevaba al Hell; al segundo, una mujer le llevaba música de Nirvana que le dejaban escuchar en las terapias. Al loco de Vacío In Utero su mamá también le llevaba siempre chocolates mientras jugaba a ser pájaro; al de Morfina y chocolate le diagnosticaron paranoia por no saberse humano.

Los trece cuentos —todos— están escritos en primera persona porque el protagonista narra desde lo puramente subjetivo, desde los sentidos y los ritmos del rock. En el mundo que creó Chaparro, todo es posible: lo habitualmente hermoso se vuelve decadente, la vida se vive desde el olfato y las mujeres son elementos de la naturaleza llenos de belleza y peligro. Están las mujeres-lluvia y también las mujeres-pájaro. Está el amor que se siente en medio del placer de no hacer nada y el desamor producto de prolongar esa nada, el desamor de una amante asesinada, el amor que muere en las ganas de vomitar:

“Ganas de vomitar las balas que los días me habían metido en el corazón; ganas de vomitar el olor de tu nombre en la lluvia, ganas de vomitar mi sangre contaminada de flores muertas; ganas de vomitar las aves negras de mi corazón; ganas de vomitar todas las botellas rotas que se habían acumulado en mi cuerpo destrozado; ganas de vomitar todas aquellas músicas macabras y disonantes que taladraban mi cerebro destruido” (p. 55).

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Humor / Juan David Olmos Ya viene el metro

A matar

" " Fotoensayo ConVersiones Fernando Cano, 2016

“Retrato de Leonor Callejas” de Juan Antonio Roda