Testimonios de mujeres en las cárceles franquistas

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cuando salieron al juicio, porque abrigábamos la esperanza de que al ser menores no vinieran con pena de muerte; pero no fue así, sino que vinieron todas con pena de muerte. Excuso decir que quitamos los farolillos, y aquello en vez de una fiesta como podía haber sido, fue una jornada triste y terrible. Recuerdo que estuvimos haciendo instancias toda la noche para solicitar indultos, para solicitar el perdón, por lo menos aplazamientos para dar tiempo a una revisión, cualquier cosa ... No sirvió de nada y a las treinta y seis horas escasas las sacaron y las mataron a a todas. Como estábamos en la prisión de Ventas, por supuesto no dormimos. Tuvimos ocasión de oír las descargas con las que mataban; fue realmente impresionante. Una de las cosas que me impresionó también mucho es que oí comentar -no es oficial, por supuesto, porque es solo un comentario que oí- que una de las prerrogativas de los directores de las prisiones es retener a los detenidos, con mayor motivo cuando hay varios menores de edad, de edad penal, se entiende, retenerlos setenta y dos horas para dar un margen de tiempo mayor por si llega el indulto o cualquier contingencia que pudiera atenuar e incluso liberar de esta terrible sentencia como es la pena de muerte, que es algo tan definitivo y tan espantoso ... Pero en fin, no fue así. A las treinta y seis horas fueron a buscarlas los piquetes de ejecución. Consistió la salida y mataron a las trece chicas, más los otros hasta sesenta y cinco que formaban parte del expediente. Fue realmente terrible. Nosotros vivíamos en la calle de Canillas, 16. Era un chalé de una gente muy gerifalte, que estaba amueblado, nosotros cogimos todos los muebles y los metimos en una habitación, porque lo que no era nuestro no queríamos usarlo. Utilizamos el resto de la casa con otras personas. Compartíamos el chalé varios inquilinos. Nos juntamos en la cocina porque era un chalé de esos gigantescos, de gente de mucho dinero; allí nos juntábamos a comer, aunque cada uno se hacía su comida. Entonces mi padre, cuando se terminó la guerra, cerró y nos fuimos con derecho a cocina a dos habitaciones en Lago Costal. Un día recuerdo que teníamos judías blancas y lenguado para comer; no nos dieron tiempo a comerlo. Fueron a buscarnos y nos detuvieron. Entonces yo no sabía por qué iba aquello. A mi padre porque había estado en el tren blindado con Mangada y el general Miaja, y a mi madre había sido enfermera en el frente Peguerinos y toda esa parte. Yo había destruido todo lo que tenía de la Juventud, pero algo quedó en el desván y había mi nombre, yo era delegada nacional de la Unión de Muchachas, que era la parte juvenil de las Juventudes Socialistas Unificadas. Pues creí que de verdad lo había roto todo; cuando me llevaron allí, a la comisaría, en el barrio de Salamanca, recuerdo que por sistema lo negaba todo. Yo nada de nada, no era nada, no sabía nada ... y me sacan un papel que se me había quedado impensadamente. Así que me detuvieron con una causa justificada, según ellos. Estuvimos unos ocho días en la comisaría y después nos llevaron a Ventas. -¿Saliste en libertad sin juzgar? Sí, a los catorce meses me pusieron en libertad por sobreseimiento de causa, por esas libertades que te daban condicionales. Estuve durante varios años presentándome todos los meses a que me sellaran el expediente; ahí estuve hasta que me cansé y fui a ver al presidente de la Audiencia, que se indignó. Era una bellísima persona y me dijo: "Si es usted la que tendría que demandarlos a ellos; usted no tenía edad

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