Pero ésta no es la primera vez en la historia que la profesión, saber y arte de las parteras estuvo en la mira del poder establecido. LA HOGUERA La “santa” inquisición también fue conocida como el “holocausto de las mujeres” por ser el colectivo víctima mayoritario en el exterminio realizado durante los siglos XII y XVIII por la iglesia católica. La criminalización de las parteras data precisamente de la caza de brujas medieval. ¿Por qué brujas? Se tildaba así a las mujeres cuyas prácticas y conductas contravenían las normas impuestas por la sociedad patriarcal, en la cual el Estado y la Iglesia –instituciones bajo el dominio exclusivo de los varones- controlaban casi todas las esferas de la vida de la población femenina. Si la mujer tenía conocimientos para curar a sus congéneres y vecinos, se ganaba el respeto y la admiración de la comunidad, cosa que la iglesia consideraba amenazante, constituyéndola en su rival. La manera de despertar la desconfianza sobre ella era acusarla de tener ese poder de sanación gracias a un pacto con el diablo o de practicar hechicería, entre muchas otras variantes de demonización. Las comadronas o parteras fueron torturadas y quemadas vivas por sus saberes sobre la salud, pero especialmente por su poder en la comunidad ya que sus conoci-
mientos sobre los misterios de la fertilidad (anticoncepción, aborto, esterilidad, embarazo, parto, lactancia) las convertían en referentes incuestionables en los misterios de la vida y de la muerte. “Los mayores daños a la Fe, en lo que se refiere a la herejía de las brujas, son los que hacen las comadronas”, escribieron los inquisidores dominicos Kramer y Sprenger en 1486. ¿Curioso, no? Pero no tanto, porque lo verdaderamente subversivo para la iglesia era constatar que las “brujas” eran mujeres empíricas: confiaban en sus sentidos, no tenían una ciega obediencia a los dogmas religiosos, experimentaban, buscaban la relación causa-efecto de los fenómenos, confiando en su propia capacidad para encontrar métodos para sanar enfermedades, asistir embarazos, partos y nacimientos. Su “magia” era la ciencia de su época. Su “pecado”, ayudar a las mujeres a subvertir el mandato bíblico “multiplicaré los sufrimientos de tus embarazos; parirás a tus hijos con dolor.” Esta temprana exclusión de las mujeres del ejercicio autónomo de la sanación fue un precedente siniestro y advirtió otros desplazamientos que vendrían en el futuro. EL CAUTIVERIO Pese a esta persecución medieval, el arte y el saber de la partería continuaron reproduciéndose y nunca dejó de existir, siguiendo casi exclusivamente en manos de las mujeres. A fines
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