Peiper Clab 10

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A la realidad le gustan las sime

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Foto Fototeca del IAA

etrías y los leves anacronismos.

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De ‘El Sur’, de J. L. Borges.


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Bienvenidos,

pasen, p贸nganse c贸modos...


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Director Res ponsable: D an Se publican algunos núm iel Avinceta. eros en el añ Nov o. Avenida Inde iembre, 2015. pendencia 6 5 8 (C Ciudad Autón oma de Bueno P: 1099) s Aires. Argentina.

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e, blicaciรณn independient PEIPERCLAB es una pu . iรณn iac oc po, colectivo o as sin pertenencia a gru y no s ne cio riamente sus colabora res. No remunera pecunia do ora lab co la opiniรณn de sus de ra se hace responsable de uie alq cu ciรณn total o parcial de B LA Prohibida la reproduc RC IPE PE torizaciรณn escrita de sus contenidos sin au . ial ter tores del ma o de los respectivos au


Foto Diana Martinez Llaser

Cristales delante de nuestros ojos, los políticos seguirán siendo abuelitos perversos, peleándose por el próximo milló Y las banderas son nada más que la estrategia de


editorial #10

El dificil arte de no estar de acuerdo “Sin política” habíamos dicho cuando se armó peiper. Cosa difícil. En realidad, no se cumplió nunca. Y ahora, encima, Argentina estrena presidente. Esta escrito en la revista que el contenido de cada nota corre por cuenta de quien la escribe. Se entiende que el resto puede estar de acuerdo o totalmente en contra. ¡ARTE ARTE ARTE!. Hay suficientes espacios abiertos para que cada uno exprese sus ideas políticas, feisbuc y tuider son los principales, y hay muchos más. No hay necesidad de que peiper se convierta en el coliseo donde los gladiadores de cada bando se enfrenten. Sin embargo en este número, hay material que evidentemente es político. La cosa es que apareció, se dio así, y según la decisión de su director, o sea yo, aquí está. En forma de comic, presentamos a Isidro Cefalia. Hace unos días subimos la revista. Una semana después, ayer, la bajamos, porque ese comic traicionaba eso que en un principio habíamos dicho, según me hizo notar un amigo e integrante de la revista a quien respeto. No escribí el comic. Acepté publicarlo. Ahora volvemos a subir Peiper, espero que esta vez dure más. Con el comic exactamente como estaba antes (agregamos una “advertencia” en las páginas previas. Con la misma cantidad de notas y el mismo contenido, exactamente (salvo este editorial, y la advertencia, que antes no estaban). Publicamos también una nota fotográfica llamada Chesburgo. En el lapso en que la revista no estuvo colgada, nos enteramos que Daniel Zárate, el autor de esas fotos, había decidido partir de este mundo. Con tristeza, a modo de despedida, va la nota, junto con nuestro cariño. Dano.

ón, utilizando incautos a los que convencen que ellos los protegen y el “otro” es el demonio. e marketing más antigua de la humanidad, por eso seguiré a favor de nadie y en contra de todos en silenciosa esperanza. Macanonymus


staff#10

Daniel Avinceta Le petit directour

Diana Martinez Llaser Fotógrafa y francotiradora www.dillam.com.ar

Tania García Olmedo

Observadora profesional, cronista compulsiva, poeta eltigrecanta@yahoo.com

Ezequiel Martinez Llaser

ezequielmartinezllaser@gmail.com

Cecilia Mendoza

www.facebook.com/cezartista

Fabián Spampinato

Director en fm d-rock! 89.7 Mhz. Mar del Plata

Jorge Montecof

papojorge@hotmail.com

Valeria Fornes

Antropóloga feminista fornesvaleria@hotmail.com

Juan Rezzano

jrezzano@gmail.com ojoypaja.blogspot.com.ar

Mario Spina

Editor / Formador de emprendedores eldolapemario.wordpress.com

Charlie Casares

cuertoscontos.blogspot.com.ar

Veronika Lambertucci Artista gráfica www.lambertucci.at

Jula Pérez

julanoduerme.blogspot.com.ar

Daniel Zárate

Fotógrafo memoriasdeuntaxyboyde40.blogspot.com

Lucía Lucía

luciafotosincronica.tumblr.com/archive/filter-by/text

Jorgelina Lococo

jorgelandia@hotmail.com www.facebook.com/jorgelandia

Loana Dorfman Sol Suar

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Waits 10 Desdibujando fronteras 36 Soñar en francés 38 Encuentro Nacional de mujeres 46 100 y punto final 48 Elbow 52 Ángeles digitales 56 Cherburgo 68 La simpleza del Crisólogo 70 Bigotes como felpudos 72 Richard Hawley 74 Juana de Arco 78 Miguel y Francisco 80 En clave de totalidad 82 El crítico 84 Una tumba 90 Isidro Cefalia 92 La potestad 94 (Cómo) Matar al rey

índice

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Foto Diana Martinez Llaser


Desdibujando fronteras l Tania García Olmedo t Veronika Lambertucci

Charla con Veronika Lambertucci

Veronika, sos una artista gráfica con base en Viena y te gustan las teteras. t Sí, vivo en Viena, donde también estudié, y me gustan las teteras, especialmente las viejas estilo abuelita. l ¿Por qué? t ¿Por qué me gustan las teteras ? Creo que me imagino historias alrededor de ellas: quien solía usarlas, qué tipo de té bebían y así sucesivamente. Y me gusta en sí la forma de la tetera, tiene algo relajante. l … relajante como un buen té! También me gustan las teteras, pero mis favoritas son las tazas de te antiguas. t Sí, me gustan también… a veces las uso como macetas .... l En tu trabajo hay gentileza y a la vez, algo denso y oscuro bajo la engañosa capa de suavidad, como si susurras una pesadilla o señalaras ciertos puntos oscuros de la psique humana, y aún así, hay una clara búsqueda de belleza. Me gustaría preguntarte: ¿cómo trabajás, buscando algo específico o simplemente es algo que sucede, algo con lo que te tropezás? ¿trabajás desde una idea previa a desarrollar? t Creo que el lado oscuro del que hablás surge del intento de entender el mundo y de esa situación deviene algo un tanto absurdo. En cuanto a encontrar ideas, he descubierto que mirar de cerca a las cosas muestra que siempre podes crear algo interesante de prácticamente cualquier cosa. Me gusta observar mis alrededores. l ¿Como si estuvieras haciendo macro fotografía de la realidad? l

Sí, pero luego hago un mix con todo y se desarrollan nuevas situaciones l Hablame de tus alrededores. Vivís en Viena ¿te da eso una especie de “ojo vienés”? t Viena es una ciudad bastante relajada, algunas personas la consideran aburrida, pero para mí siempre hay algo interesante que ver… Supongo que porque hay gente y me gusta observar cómo la gente interactúa, se toca, se conecta entre sí. Sin ser consciente de todas nuestras actividades, estamos creando constantemente pequeños guiones de nuestras vidas, guiones que se hacen visibles cuando tenés la intención de leerlos. l Así que sos una testigo de la magia diaria, del detalle ínfimo que se esconde en la sombra t Sí, es una linda manera de decirlo ... l Viviendo acá en Suecia entendí el por qué de la estética nórdica: estamos rodeados de paisajes abiertos, la naturaleza es una presencia poderosa y tenemos varios meses donde todo es negro, blanco y gris – los colores suecos super favoritos – y todo esa amalgama arma un sello de lo sueco, una manera de respirar y mirar al mundo. ¿Podes reconocer este sello de lo austríaco en tu trabajo y en el de otros artistas austríacos? t En realidad no. tal vez porque yo no me considero una típica austríaca, aunque quizá ese humor sutil que hay en mi trabajo es algo que se repite en el trabajo de otros artistas de acá, como extrañas yuxtaposiciones y situaciones irracionales, dislocadas, aunque también encontrás mucho de eso en la escena artística inglesa, por ejemplo. t

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Texto Tania García Olmedo Arte Veronika Lambertucci

Copyright and artwork remain the property of the artist unless otherwise statet. The images are for the above stated usage only. Any additional usage would need to be negotiated and agreed.

Creo que sé lo que querés decir .... tal vez la diferencia entre la escena artística austriaca y la inglesa es que los austríacos parecen tener una sutileza que demora un momento el aterrizaje de lo bizarro, dándole por ende más fuerza, cual golpe de efecto. Me gusta eso. t Si, tal vez es así. Los austríacos solemos ser sutiles aunque no estoy segura de que eso sea siempre bueno .… a veces es mejor decir las cosas como son. l Decímelo a mí: vivo en Suecia… algunas frases menos sutiles aquí y allá ayudarían un montón para darse por enterada de lo que está ocurriendo... Pero vos trabajás con las dos ideas: a veces sos muy sutil y otras, muy cruda ¿tratás de establecer un equilibrio entre dos extremos? t Esto en sí que voy a decir no tiene nada que ver con mi trabajo sino conmigo personalmente: tengo esta sensación en general de que la gente acá no le gusta decir las cosas de manera directa; mi teoría es que les da miedo ser directos. Yo en lo personal estoy aprendiendo a cambiar un poco en esto, a ser más abierta. l Tal vez esa es la razón de que tu trabajo sea sutil y crudo a la vez. t Sí, tal vez porque todo el mundo tiene varias personalidades y de alguna manera creo que visualizo esas fluctuaciones de un lugar a otro. l ... Y luego vas y las plasmás en collages? t ¿Todas las personalidades?? jajaja! No, creo que trato a los recortes un poco como personajes. Se siente como que estoy creando mi propio mundo surrealista en miniatura en el cual todo es posible l ¿ y por qué el collage? ¿ Has trabajado con el collage desde el principio? Pregunto porque a veces no sabemos que hemos encontrado lo nuestro aunque ya estemos parados en ese lugar determinado. t No trabajé con el collage desde el principio. Todo comenzó con ponerme en el lugar de un explorador. Hice un montón de dibujo lineal simple, como una forma de documentar. También escribía fragmentos de conversaciones entre personas oídas al azar en la calle y al paso. Así que me encontré con que tenía esta cuantiosa colección de dibujos y textos y libros antiguos (que encontré en las ferias de pulga) y quería poder darle a todo esto un sentido. En ese momento no le encontraba un sentido a lo que venía haciendo. Con el tiempo fueron desapareciendo los límites entre el texto y los dibujos y ahora trabajo principalmente con materiales que encuentro. El acto de recopilar y almacenar material es algo que recuerdo de mi infancia: hacía lo mismo de niña. Tal vez se trate de un hábito que nunca se fue del todo? l

O te encantan los pequeños rituales significativos, como preparar el té en teteras antiguas y regar las plantas. t Sí, es cierto! l ¿Qué le gustaría lograr con tu obra? t Salvar el mundo? ... aunque me parece que es un poco tarde para eso... no, honestamente no estoy tratando de decir algo en particular. Creo que en mi trabajo hay un montón de espacio, espacio que es llenado por el espectador, por las conexiones que él o ella hacen. Me gustan mucho esas historias que la gente arma cuando ven mi trabajo. Porque son suyos. l ¿Buscás armar escenarios para que sean tomados por otros? t Creo que mi trabajo invita a múltiples lecturas y me gusta cuando la gente responde a esto, incluso de maneras provocativas. l Imagino que estás conectada con otros artistas, que se encuentran de cuando en vez en distintos eventos. t Sí, a veces sí l ¿Hay alguno de ellos a los que admires? Vale si no admirar a un artista muerto =) t Me gusta mucho el trabajo de David Shrigley. Me gusta su manera honesta de mostrar las cosas y el que te haga reflexionar sobre tu propia vida. l Estoy mirando su trabajo; es genial. t Jaja, sí! l Cuestionario corto: una banda / músico que te guste Bob Dylan l Clásico t Es lo primero que vino a mi mente l Esa es la idea. ¿qué te inspira mientras trabajás? t ¿Querés decir durante el trabajo?.. el propio material a menudo me inspira. También el acto de cortar la información esencial porque a menudo me conduce a ideas nuevas. l Si tenés que sí o sí elegir, ¿qué es mejor, el olor a papel antiguo o la textura del papel? t La textura yo diría l ¿Color favorito? t Turquesa… en general, los colores sucios. Colores lavados o mezclados. l ¿Momento favorito del día? t La cena. Hoy, al menos. l ¿Situación preferida en la vida? t Cuando la vida es sencilla. l


Arte Veronika Lambertucci

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Arte Veronika Lambertucci

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Arte Veronika Lambertucci

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Arte Veronika Lambertucci

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Arte Veronika Lambertucci

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Arte Veronika Lambertucci

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Arte Veronika Lambertucci


Arte Veronika Lambertucci

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Arte Veronika Lambertucci

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Arte Veronika Lambertucci

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Soñar en francés

Regresaría a pie, pero quizás en algún punto del retorno podría tomar el Metro. Caminaría unas cuadras con los ojos cerrados, aprovechando la visita inesperada del sol. No esperaría hasta el día siguiente para pasar por el Jardín de Las Tullerías. Entonces allí, cómoda sobre una reposera, observaría a la gente, a los turistas. O leería, quizás. O escribiría algún microrrelato. Próxima al departamento, compraría algo para cenar en el Franprix y pasaría por la puerta del Café Rey para saludar con calidez a mi amigo Christophe. De memoria, ingresaría el código para entrar, y el sonido del portero eléctrico anunciaría la llegada a casa. Si viviera en París.

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Texto Jula PĂŠrez Foto Diana Martinez Llaser

julanoduerme.blogspot.com.ar


Texto Valeria Fornes Fotos Jorgelina Lococo Diana Martinez Llaser Loana Dorfman Sol Suar

Par a cantar, putea Foto: Jorgelina Lococo

Foto: Jorgelina Lococo

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Flashes del encuentro nacional de mujeres

ar y par a tod o a l a ve z A la mayoría de la gente, le llega una imagen estereotipada de la lucha feminista y el movimiento de mujeres en general, que viraliza ceños fruncidos, gritos de rabia, torsos desnudos. Eso sucede en los Encuentros. Y también suceden abrazos, mateadas, sexo, proyectos, carcajadas, recitales, amistades, bebés, radios abiertas, llanto compartido, arte, amor. Tenemos motivos para el enojo y también para la alegría. Para cantar, putear y para todo a la vez. El Encuentro Nacional de Mujeres es la celebración de una multiplicidad de experiencias, reivindicaciones, voces y corporalidades que confluye cada año en una ciudad de Argentina como sede. No cualquier ciudad, sino aquella en la que urge intervenir y visibilizar las problemáticas de género.

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Este año, el encuentro número 30, se celebró en Mar del Plata, y por primera vez hubo represión policial, la catedral fue cárcel transitoria de mujeres y dos femicidios engrosaron la larga y triste lista de mujeres asesinadas en nuestro país. Sí, en las mismas fechas y en la misma ciudad. Tales hechos fueron la ratificación de que La Feliz, no lo es tanto, mucho menos para el sexo femenino. También de que estábamos en el lugar correcto. El ánimo venía caldeado por los atentados contra los murales de bienvenida de las organizadoras, y -entre otros detalles no menores- por la no confirmación municipal, hasta semanas antes, del puñado de escuelas que albergarían a las 60 mil que proyectábamos viajar. No éramos bienvenidas, pero fuimos igual.

Qué moment o, qué moment o, a pesar d e tod o le s hicimos e l Encuentr o.


Texto Valeria Fornes Fotos Jorgelina Lococo Diana Martinez Llaser Loana Dorfman Sol Suar

Se cuida n, s e cuida n, s e A méric

Foto: Jorgelina Lococo

Foto: Jorgelina Lococo

Talleres realizados en patios y pasillos, múltiples desdoblamientos ante la explosión de mujeres en las escasas aulas. Bullicio, amontonamiento, ansiedad, sudor y también entusiasmo. Más de cincuenta talleres de las temáticas más diversas convocaron el compartir de saberes, conflictos e inquietudes. Discutir el concepto de género, socializar formas de sanar(se) allende la institución biomédica, visibilizar el rol subalterno de la mujer en las cooperativas, en los sindicatos, en las comunidades originarias, en el sistema científico. Pensar estrategias para sortear obstáculos en la implementación de la educación sexual integral en las escuelas, debatir si la prostitución es trabajo o trata, considerar la situación de las adultas mayores, cuestionar la maternidad como mandato y reivindicar una sexualidad sin rosarios en los ovarios. Ser familia en la diversidad, ser mujer independientemente de haber nacido como tal y tantos, tantos atravesamientos vitales en nuestras vidas. Talleres ajenos al marco académico y al rigor de jurados. Mujeres de todas las edades, clases sociales y rincones del país nos encontramos en intercambio horizontal y escucha mutua, para pensar(nos) individual y colectivamente y elaborar estrategias para una vida libre de violencia y opresión patriarcal. Dos días y medio dura el Encuentro. Jornadas de debate en talleres, juntadas en plazas, paneles, radio abierta, feria autogestiva, disfrute colectivo. En el intenso tráfico mujeril callejero nos cruzamos caras conocidas y anónimas, periodistas de medios masivos y blogueras, artistas, artesanas, docentes, referentes barriales, científicas, militantes, intelectuales, sanadoras, vos y yo. Todas confluimos finalmente en una marcha que fluye por las arterias principales de la ciudad, para decir acá estamos, estas somos.

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e cuida n los machistas. c a Latin a v a a ser tod a feminist a.

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Foto: Loana Dorfman


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Saqu Foto: Di Martinez

Foto: Di Martinez

Banda de sonido para revolucionar(se)

Foto: Sol Suar

ANTIPATRIARCA Ana Tijoux

... Yo puedo ser cualquiera de todas depende de como tu me apodas Pero no voy a ser la que obedece porque mi cuerpo me pertenece yo decido de mi tiempo como quiero y donde quiero Independiente yo nací, independiente decidí Yo no camino detrás de ti, yo camino de la par a ti Tu no me vas a humillar, tu no me vas a gritar Tu no me vas someter tu no me vas a golpear Tu no me vas denigrar, tu no me vas obligar Tu no me vas a silenciar tu no me vas a callar No sumisa ni obediente mujer fuerte insurgente independiente y valiente romper las cadenas de lo indiferente no pasiva ni oprimida mujer linda que das vida emancipada en autonomía antipatriarca y alegría A liberar....

www.youtube.com/watch?v=fSqOdoldsUc

Malena D’Alessio & Falta y Resto

(Couple sobre la violencia contra la mujer) www.youtube.com/watch?v=jlVVMSVS688

LOCA Miss Bolivia

www.youtube.com/watch?v=5GfVYqQMDNU

ELLA Bebe

... Hoy ella sa puesto color en las pestañas hoy le gusta su sonrisa, no se siente una extraña hoy sueña lo que quiere sin preocuparse por nada hoy es una mujé que se da cuenta de su alma Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño hoy vas a comprender que el miedo se puede romper con un solo portazo. hoy vas a hacer reir porque tus ojos se han cansado de ser llanto, de ser llanto… hoy vas a conseguir reirte hasta de ti y ver que lo has logrado que… ... Hoy nasió la mujé perfecta que esperaban ha roto sin pudore las reglas marcadas hoy ha calzado tacone para hacer sonar sus pasos hoy sabe que su vida nunca mas será un fracaso Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño hoy vas conquistar el cielo sin mirar lo alto que queda del suelo.

www.youtube.com/watch?v=IhTOKqwXgzQ


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Texto Valeria Fornes Fotos Jorgelina Lococo Diana Martinez Llaser Loana Dorfman Sol Suar

ue n sus rosarios d e nuestros ovarios, y sus medallitas d e nuestras conchitas. Foto: Jorgelina Lococo

En la marcha por las calles, pancartas, stenciles y cánticos agitaron la ciudad elegida. Cámaras periodísticas y de turistas de turno iban retratando el despliegue que avanzaba sobre la avenida principal y coloreaba la costanera al atardecer. Las luces se encendían y la gente asomada por los balcones acompañaba con palmas o con miradas de condena. El violeta de la lucha feminista con el verde del derecho al aborto legal, seguro y gratuito se entremezclaron con el multicolor de agrupaciones estudiantiles, partidos polìticos, organizaciones barriales, sindicatos, clubes, colectivos y “colectivas” aglutinadas por los derechos (uno, algunos, todos) de las mujeres. Todas volvemos con algún aprendizaje. Fortalecidas con nuevas miradas sobre nuestros viejos problemas, nutridas de la experiencia de las mayores, esperanzadas (¡y cuánto!) de la rebeldía visceral de las adolescentes. Abrazadas en sororidad feminista, luego de

siglos de haber sido abrasadas en hogueras. En grupos de amigas, colegas, cumpas del trabajo, vecinas o solas, las mujeres nos encontramos. En brazos, fulares, o cochecitos, corriendo a la par o con mayor autonomía, el piberío también participa, mamando de sus madres que lo personal es político y que si hay prole y sus padres no pueden, no quieren o no existen, no nos quedamos en casa, vamos con ellxs, sus llantos, furias (por qué negarlo) y también su sorpresa, descubrimientos, juegos improvisados en un patio de escuela y amistades espontáneas. Eso también es el Encuentro. Los Encuentros huelen a sudor, sahumerio, faso, torta frita, pañal cargado, jabón de romero y choripán. Son cumbia, rap y chacarera. Construcción colectiva, urdimbre, confluencia de historias íntimas y privadas que estallan en movimiento político. “Mujer, escucha: Únete a la lucha”. Una lucha amorosa, sorora y emancipadora, cuya próxima sede será Rosario.

Foto: Di Martinez


Si e l papa fuer a mujer, e l a Bast a d

MINI GLOSARIO

Foto: Sol Suar

Patriarcado

“Patriarcado” o “patriarcal” son términos presentes en nuestra tradición cultural. En el uso académico el patriarcado remite a la forma de poder en la cual los varones dominan a las mujeres, tienen mayor relevancia en todas sus actividades y resultan ser el polo humano por el que se mide el prestigio. En una sociedad patriarcal el varón es la medida de todas las cosas. Amelia Valcárcel “El Poder Femenino en la Historia”, generoconclase.blogspot.com.ar Feminismo

El feminismo es un movimiento social y político que se inicia a finales del siglo XVIII y que supone la toma de conciencia de las mujeres como grupo o colectivo humano, de la opresión, dominación y explotación de que han sido objeto en el seno de la sociedad patriarcal, lo cual les mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones de la sociedad que se requieran. Victoria Sau “Un diccionario ideológico feminista”, Barcelona, Icaria Ed., 1981. Sororidad

La sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Este término enuncia los principios ético políticos de equivalencia y relación paritaria entre mujeres. Se trata de una alianza entre mujeres, propicia la confianza, el reconocimiento recíproco de la autoridad y el apoyo. Es una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer. Marcela Lagarde “La política de las mujeres.” Madrid, Cátedra, 1997.

Foto: Loana Dorfman

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Texto Valeria Fornes Fotos Jorgelina Lococo Diana Martinez Llaser Loana Dorfman Sol Suar

abort o serí a le y. Si e l papa fuer a mujer, e l abort o serí a le y. d e patriarcad o y qu e nos diga n l o qu e ha y qu e hacer. A bort o libr e y gratuit o par a qu e decid a l a mujer.

Foto: Di Martinez

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SOBRE TOPLESS Y REVOLUCIONES Los pechos desnudos agitándose frente las instituciones que demandan una sexualidad heteronormativa, vigilada, disciplinada y sólo destinada a la maternidad obligatoria, comprenden acciones que intervienen en el espacio público, interpelando y poniendo de cabeza los múltiples valores de la cultura machista que sólo acepta su visibilidad en sus propios términos: los de objeto sexual con estrictos modelos de belleza, o los documentados sobre exóticas culturas ajenas al corpiño. Se trata de prácticas disruptivas para la mirada horrorizada de la moral patriarcal, que no sólo se brota por la desnudez no negociada en sus términos, sino por el placer-poder encarnado que no pide permiso para ser en la diferencia, demandar derechos y gozar de y en libertad. Porque la revolución, también pasa por las tetas.


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Texto Lucía Lucía Foto Diana Martinez Llaser

en y punto final

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En un rincón del universo existe el territorio Writemachine. Un trozo de tierra no definido como pueblo, barrio, ciudad, república. WM, así se abrevia, es habitado por cien escritores. Lo llamativo del hecho no es que todos escriban, sino que siempre hay cien. Nunca muere uno sin antes asegurarse que otro esté a punto de nacer y, por supuesto, viceversa. Escritores de mil lenguas y formatos nadan entre mares de cuentos, avenidas de poemas, huertas ensayadas, pasajes-microrrelatos, plazas de crónicas, bosques de tinta. Basta pasar un día en este lugar para entender la mecánica narrativa con la que se manejan. Todo habitante llega sabiendo escribir y leer, una magia sin igual. Apenas con dos años, los primeros garabatos, de los mini escritores, suelen ser versos inocentes que se premian con una mamadera de redacción y alguna máquina de escribir de plástico chino. El primer juguete siempre es el mismo. No existe el peso corriente, la moneda se calcula en letras: –Deme medio kilo de ciruelas –Bueno, serían 210 palabras Y el escritor comprador abre su billetera de hojas. Le da un papel con 300, entonces el escritor verdulero saca unas moneditas labradas con consonantes agrupadas y entrega el vuelto. Yo observé maravillada, sonreí, me mordí los labios de fascinación. Cuando se hizo de noche fui a hablar con el escritor Mayor que además de ser el más viejo es el que más ha escrito. Su secretaria me hizo completar unos formularios que me exigían redactar con el alma. Estos formularios remueven muchas cosas en mi, pensé. Los debe haber hecho un escritor psicólogo, concluí. Después del papelerío pude entrar al despacho del escritor Mayor: –Sea breve y concisa, no repita palabras, no me deje a la expectativa con puntos suspensivos y respete los tiempo verbales -me dijo, sin levantar la cabeza–Quiero saber si algún habitante se está por morir porque ando con ganas de nacer -respondí-.


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Fotos Daniel Zarate


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Fotos Daniel Zarate


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Fotos Daniel Zarate


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LOS ÁNGELE

o la pandemia apocalíp EN ESTE SIGLO TAN RECIÉN ESTRENADO, NOS ENCONTRAMOS CON UN MARAVILLOSO MILAGRO, EL CUAL AL PARECER NADIE PARECE HABER BIEN INTERPRETADO. Estamos hablando de la presencia diaria en nuestras vidas de ángeles de la guarda. No se sorprenda el lector, le pido por favor. No vamos a tratar de explicar un delirio místico. Muy por el contrario, como ha sucedido tantas veces vamos a replantearnos hechos cotidianos y cambiando el

color del cristal veremos, cuan maravillosa y protegida están nuestras vidas. Y es hora de que presentemos al protagonista (o mas bien a los) de esta nota. Si bien a diario nos los presentan como un vil enviado de belcebú, dedicando semanas y meses en la educación de los niños para tratar de persuadirlos de tal cosa y como usted y yo sabemos los infantes tienen otra percepción del universo y ven otras cosas que nosotros por olvido o por esa horrible palabra que

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ES DIGITALES

ptica de la comunicación

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llamamos “costumbre no vemos. Vuelvo a los infantes que de ellos hablábamos, son ellos quienes estoicamente rechazan estas enseñanzas y de la manera mas pronta posible consiguen tener un ángel guardián entre sus manos. Y es a él a quien acuden en tiempos de confusión, que no demora casi nunca sus respuestas (sabemos que la mayoría de los ángeles dependen de San Google y esté a la presencia de dios Wi Fi Todo poderos y casi siempre presente)

Los ángeles digitales no sólo sacan a los niños de sus dudas e incertidumbres, cuando sus padres están ausentes o incluso cuando las dudas superan los conocimientos paternos. Los lazos invisibles que trazan estos seres angelicales, sirven a su vez para que cada pequeño tenga grupos de pertenencia, siempre unidos, siempre en contacto, esto es realmente milagroso ya que nosotros, si usted señor o usted señora, tan empeñados en vivir de manera correcta les hemos


negado la posibilidad de salir a la vereda y tener eso que llamamos “contacto real” y que levantamos como un bastión de guerra contra ellos cuando pasan tanto tiempo entre redes inmateriales escribiéndose con amigos, que sufren del mismo síndrome de desconocimiento del “pasar el tiempo en la vereda”. Y pese a que en esta primer parte para hacer visible lo invisible hemos ejemplificado con los niños la presencia de estos seres celestiales. A partir de ahora les demostraremos que ustedes o nosotros , también estamos bendecidos por su presencia. Cada mañana cuando nos dirigimos a nuestras rutinas diarias nos es fácil ver a cientos de iguales, contactándose con sus semejantes en cualquier espacio o transporte publico. Y no solo eso , segundos de acceso a paraíso imposibles redibujan sonrisas en más de uno, sonrisa que difícilmente durante el resto del día pueda ser la reacción a una reacción “más humana” que tanto queremos defender. Los ángeles nos acompañan y nos brindan visiones de l paraíso terrenal individual al que esperamos algún día acceder. Y después ya encerrados en las ordinarias coti-

dianidades, repetimos saludos sin emoción, reiteramos actuaciones de vacío contenido y por supuesto algún enfrentamiento diario con cualquiera excusa, que esto no se ordena así, que el trabajo esta mal hecho, que el jefe siempre tiene la razón, etc. y después de cada uno de ellos ofuscados recurrimos a nuestro ángel digital guardián, y nos vamos de ese lugar, sabemos de nuestros cariños, y visitamos ventanas de paraíso o simplemente un simpático perro baterista nos provoca un instante de felicidad. Los ángeles están ahí, siempre al alcance de nuestras manos siempre dispuestos a hacernos felices, siempre que dios wifi los deje. Y vamos a derrumbar otro mito tan mal visto por la tiranía de los medios (es que a esta altura deberíamos ya saber que cada segundo que pasamos con nuestros sentidos dedicados a nuestros angelicales compañeros es un segundo que no le pertenece al belcebuseano televisor) las cenas familiares de las que tenemos algún lejano recuerdo en las que toda la familia se sentaba alrededor de la mesa y dedicaba unos segundos a rezar por lo recibido durante el día y recordar a sus seres

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queridos. Esta costumbre que pensábamos perdida ha vuelto a las mesas familiares , segundos antes de comer cada miembro de la familia mediante su ángel se conecta con sus seres entrelazados y les agradece o cuenta de las buenaventuras sucedidas en las horas anteriores. Si hemos vuelto a rezar (ya no en latín sino en guasap) por nuestros seres queridos antes de cada cena!. Y antes de irnos a dormir le damos una última “rezada” y lo dejamos en nuestra mesita de luz con una tenue luz (como antes les dejaban velas a las estatuitas de los santos), para que cuide por nosotros y cuando el sol despunte nuevamente , este maravilloso ángel haya recargado infinitas historias y lugares que nos provocaran la verdadera felicidad durante el oscuro día real lleno de

distorsionados contactos humanos con seres psicológicamente patológicos. Llegará el día que abandonemos la matriz del contacto humano y todos seremos iguales, no seremos más que un mensaje o una imagen digital. Nadie sabrá si mi ángel es un modelo más nuevo que el tuyo o no. No habrá diferencias por las velocidades por que podré decir que mis demoras en contestar son por la infinidad de mensajes de bienintencionadas palabras he tenido que contestar, y nadie me verá ni verá mi ángel modelo Z311 que llego a mi vida hace ya 1825 días. Todos unificados y a imagen y semejanza de dios wi fi inmateriales invisibles intocables, tan lejos tan cerca. DIOS BENDIGA A INTERNET Y A SUS ÁNGELES PROTECTORES DIGITALES. EN EL NOMBRE DEL WI FI, FACEBOOK Y EL WHATS APP AMÉN


Texto Charlie Casares & arte cuertoscontos.blogspot.com.ar

La simpleza del

crisólogo

Antes que nada quisiera decirles algo. No porque la colmena se piale, la enchutra se enfila para el córrego. Ésto lo decía mi abuelo -que no era botarate ni planérguido- allende sus pagos (y alende no se vende), alla por los pagos del Partido Ceroacero, y en épocas de mas guapos y menos tilingos. ¿Qué quiero decir con ésto? Que cuando un balalaque se manifiesta tórrido o impertérrito ante la fibroliración de la zótola, no hay porque salir a curricular la sonósfera con vozalcuetes y canteráculos diversos y fanfarriados al mas puro estilo Zaingardént. Para mejor ejemplo, valga la historia de Pepe Cartegol, un viejo amigo de mi padre que, cuando joven, vivió apretujados tejemeneges de empotración sinigual, por culpa de su complejidad a la hora de analizar las hartoféneras del crisólogo. Resulta que Pepe sabía enumerar sus ecúmenas con tretes y protarcas -como se hacía antes de la innovación terrapal- y nunca erraba un píntete. Pero un dia pasó por la zanabria un crisólogo julepero haciendo barates con la tarigüela desde su brioso pércego. Al ver a Pepe enmarañado en tan semisófilas pumbias, roteló el erambro un poco a la derecha, desembrió y frente al azorado ecuenumerador, peló ahi nomás un sabulete de dimensiones extrapoladas que podría ser la envidia del rabanaque mas encumbrado. Y sin mediar sínfula le repicó: –¿Se la toma en serio o me va a venir con enseladas...? A lo que Pepe respondiole: –¿Qué no se ha de saludar, alla de ande Usté viene...? –Como saludo valga la presentación: Almenpeno Larralde, pa’servirle. Me dicen “El Tata”. –¿El Tata...? Me suena... –No se apompone, si le suena. A veces no todo lo que suena es folclór. Sepa endisculpar el entrevero que me dispersa. No le he dicho la profesión que me ocupa, anque por la herramienta, ha de haberse dado cuenta ya...

Pepe miró el abatarete que desenjarcara el enjuto barbablanca y titubeó al responder: –Crisólogo, ha de ser... –Ansina es. Y de los buenos. Si quiere le miro un poco la marmena, pa’ que vea que no le miento. –No... no. Le agradezco. Le creo, créame... -Y le quiso cambiar de tema, volviendo a lo de antes: –Y... digame. Lo de Tata, ¿es por la barba...? –No. Por el tatoo. Y para asombro y descoloque filándrico del Pepe, el atisfelado ronquete se levantó la camisa hasta el englobe y le mostró un tatuaje de perba, con revuldengues en los bordes de las ralas y miles de microtelgas sufridas a ambos esmirres del meneteque. El amigo de mi padre quedó estaqueado al piso, casi en guardia, temiendo que aquel gesto fuese una provocación. Esa imagen descarnada y tan simbólica, no podía ser mas que eso. –Tengo mas diseños, pero siguen a la vuelta. ¿Quiere ver? -le inquirió aun casi de espaldas, el emborlado visitante. –No, no. Paso. –Pase. –Que paso, que no. –¿Que pasa o que no pasa? –Que no veo. Paso. –Ah. Si fuera truco, me tendría que llevar el pozo. Pepe lo miró con despirarnia unos segundos. Al fin agregó: –Si, claro. Correspondería. –Correspondería que me vaya yendo, ya... –Ya, ya... Y el crisólogo Larralde montó de nuevo su ambaro salmón carmesí, y saludando con la mano, espoleó al matungo con singular maestría, y éste respondió cargando contra el camino y levantando polvareda como para sambear el parne. Pepe estuvo a punto de gritarle, pero no lo hubiese oído. Asique se dijo para si mismo, bajito: –Viejo loco...

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CUENTOS DEL TIO HANIBAL


Bigotes como felpudos

Seguir calladito sería tal vez la forma más fácil de ocultar la realidad, de zafar de ésta, pero en este momento de mi vida pienso que alguna vez me la tengo que jugar, qué se yo, quizá si me animo a poner lo hechos sobre la mesa sirva para algo, después de todo yo mucho que digamos no podía hacer, las decisiones las tomaban ellos, a mi solamente me quedaba obedecer, callar y seguir respirando, y todo por esos mugrosos billetes arrugados, esos que me pagaban la pieza en la pensión de la tana y algo de lo que comía, porque en realidad la guita era bastante escasa y encima me trataban para el orto, ¡qué hijo de puta el viejo!, flor de cínico y sorete: “dale hermanito, cebate unos matecitos, de esos que vos sabés, con poca azúcar, por mi diabetes, viste”, se los tendría que haber meado, eso tendría que haber hecho, viejo de mierda y cornudo, porque la petisa esa con la andaba bien que lo cagaba con cuanto gil podía, y él la paseaba en el fitito, solo a él se le podía ocurrir ponerle un pasacasete y un pasamagazine a esa albóndiga, y las luces color violeta, parecía un telo berreta o un bondi de esos que de noche van despacito, que te pasean y no llegás nunca, si hasta le había puesto un escape deportivo, cuando tiraba un rebaje sonaba como un pedo, de esos caldosos, espesos, y él feliz, con sus rayban verdes con marco dorado y el bigote como un felpudo, y ya pasaron más de treinta años y recién ahora me llaman a declarar, mierda que es lenta la justicia, hay algunas cosas que me las acuerdo más o menos señor fiscal, calcule usted que fue hace bastante y yo pasé por muchas cosas después, tuve el accidente, bueno accidente no sería la mejor manera de definirlo, a mi me empujaron, calcule usted que para caerse al Riachuelo hay que ser medio boludo o estar tomado, y yo a la bebida nunca me dedique, tal vez no pueda afirmar que no sea medio tololo, pero de ahí a caerme al agua podrida, no eso no, vea voy a tratar de hacer memoria, cuando yo entré a trabajar ahí me parecía todo normal, recién a los seis meses mas o menos me pidieron que fuera a buscar un sobre a una dirección por el centro, creo que por la 9 de Julio era, si, por ahí, en un piso alto, me acuerdo de eso porque cuando subí se veía el Obelisco, después de ese día empecé a ir seguido a buscar sobres, bien cerrados estaban, con cinta adhesiva y firmados encima de la cinta para que no los pudiera abrir, eran sobres de este tamaño mas o menos, gorditos, rellenos, yo solo los tenía que retirar, me los daba el que me abría la puerta y se los llevaba al viejo, sabe, ahora que hago memoria todos los fulanos esos tenían también bigotes como felpudo, y bastante mierdas eran, nunca saludaban ni nada, pero de ahí a pensar algo raro pasó bastante

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Un cuento de Mario Spina

tiempo, un año o más, fue un día cuando yo bajaba del ascensor en una de esas veces que al abrirse la puerta entró el otro que trabajaba con el viejo, nunca supe el nombre, solo que le decían “el negro”, llevaba a un bebé envuelto con una manta porque hacía frío, eso me pareció raro ¿ese tipo con un bebé?, si ni a su madre debía querer, desde ese día empecé a parar la oreja y me fui enterando, para serle sincero ojalá nunca me hubiera enterado, bastante que me pesó todos estos años saber, vió que a veces es mejor no saber, pero supe y acá estoy contándoselo, como le decía empecé a escuchar y a ver, cada vez que llamaban al teléfono que estaba en la oficina del viejo, generalmente por la mañana, me mandaban a buscar un sobre y cuando yo volvía el negro no estaba, cuando él volvía se metía al baño y salía perfumado, yo creo que cuando iba al baño, después de esas salidas se aspiraba una línea, usted me entiende, y ahí se quedaba sentado en un sillón que había a un costado de la entrada, a veces tomando güisqui con el viejo, contentos se los veía, a mi nunca me convidaron nada para tomar, solo cuando cebaba mate tomaba, a medida que pasaban los meses los sobres se hicieron más frecuentes, hubo unos meses que casi todos los día iba a buscar, en esa época el viejo cambió el fitito por un taunus nuevito y el negro se apareció con una moto de esas japonesas como en las series de televisión, pero a mi nunca me daban un peso de más, yo había conseguido el laburo por un conocido del bar de la esquina de la pensión, otro de bigote felpudo con el que a veces hablaba, porque para esa época cuando conocí a este tipo yo andaba haciendo changas por el barrio, algo de pintura o lo que fuera, a veces ayudaba al gallego del bar, limpiaba o acomodaba, una vez hasta de cocinero hice, el fulano ese me preguntó si necesitaba un trabajo serio que él me veía como a un hombre de bien que necesitaba una mano, que fuera a una dirección y preguntara por el señor Méndez, que era el viejo, y ahí fue que empecé a trabajar, para mi que no se llamaba Méndez, algunos lo llamaban Señor, sonaba así con mayúsculas, es increíble como a veces las palabras parecen más importantes dependiendo de como se las diga, ese Señor sonaba así como grande, después me fui dando cuenta que de señor no tenía nada y menos que menos cuando se avivaron que yo me estaba dando cuenta de que pasaba algo y me terminé “cayendo” al río, si por lo menos me hubieran ofrecido unos pesos por cada vez que retiraba un sobre, yo la verdad es que hoy seguiría calladito, pero como le dije antes, señor fiscal, contarlo me hace bien me deja con la conciencia en paz, usted me entiende.

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Arte Carlos Mac Donagh


Arte Carlos Mac Donagh

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Miguel y Francisco Republicanos al fin de la Guerra Civil Española Noroeste de España, límite con Francia, Argeles Sur Mer. Abril de 1939 - Agosto de 1940. –¿De qué demonios de “derecho de Asilo”, te ha estado hablando ese soldado negro? –preguntó Miguel en esa fría mañana de abril de 1939, cuando se hallaba en el noroeste de España, su país, en los límites con Francia, Argeles-Sur-Mer. –Pues verás –le respondió el hombre que se hallaba a su lado, un español ya entrado en años que hablaba y comprendía, aunque con cierta dificultad, el francés,– es la propuesta para quedarte como refugiado al menos por ahora, en este campo de internación –terminó diciendo. Era el viejo un hombre afable y simpático que, re-

querido por sus precarios recursos idiomáticos del francés, hacía las veces de traductor. Estaba cansado ya de tanto trajinar, pues todos apelaban a él y, en el otro extremo del lugar, a una mujer joven, maestra de profesión que con iguales conocimientos, oficiaba haciendo lo mismo. El problema del idioma creaba roces, y la mayoría no entendía las reglamentaciones y condiciones expuestas por los guardias de frontera quienes, a su vez, sufrían también de las dificultades idiomáticas. Entre ellos se contaban senegaleses, marroquíes y naturales de Francia, soldados que representaban al país vecino.

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Cuento Jorge Montecof Foto

–¿Y dices tú que es una ley? –preguntó Miguel, mientras dos azorados campesinos se acercaban a lo que ya estaba conformando un grupito. –Así me lo ha dicho el soldado senegalés –respondió el anciano. –¡Vaya, vaya con los franchutes!, averigua más… por Dios, ¡vaya a saber dónde iremos a parar! –dijo Miguel. Al rato volvió el anciano; ambos restringidos y cabizbajos dentro de una carpa temporaria, conversaron un largo rato, y al fin Miguel salió convencido de que no tendría otra cosa mejor; sin pensarlo demasiado, se colocó en las filas establecidas para los hombres mayores de 20 y menores de 50 años. Francia no había perdido tiempo, construyó con cierta anticipación y apresuramiento las instalaciones que debieron ser ampliadas de inmediato, dada la cantidad de españoles que reclamaban asilo. El lugar destinado y donde se encontraban en ese momento, Argeles-SurMer se hallaba en la costa mediterránea de Francia. Las posibilidades eran: servir por medio de algún arreglo privado; entrar al servicio de lo que se denominaba “Compañías de Trabajadores Extranjeros”; alistarse en la Legión Extranjera, o en otras unidades del ejército francés. La duración del compromiso no era exigua, y la falta de comprensión idiomática hacía las cosas más difíciles. Se ofreció resignado, manifestando su condición de operario de imprenta, pero… o no lo entendieron, o bien creyeron más probable que serviría para otra actividad. Pensó entonces, ante las evasivas, solo por un instante, en retornar a España; luego recapacitó al oír las noticias acerca de que los franquistas suavizarían las penas a los republicanos que regresaran, con ligeras “excepciones”. No creyó en esas palabras y menos en la falange por lo que esa opción no era válida para él. Lo de “excepciones” le hizo sonreír, sin entender demasiado la política marxista revolucionaria, había inclinado durante la guerra su simpatía por el POUM, (Partido Obrero de Unificación Marxista) pero bastante tuvo durante la guerra como para seguir con esa línea de pensamiento. De saberlo los alemanes; sabía como lo tratarían, igual o peor que en España. Las condiciones de vida en el lugar, a medida que

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pasaba el tiempo, se hacían cada vez más extremas: la falta de agua potable, el estado de los lugares para pernoctar que desde un comienzo eran unas paupérrimas chozas con techos de paja. Luego, al sucederse los días, entre todos construyeron barracones con maderas procuradas por los franceses, y telas delgadas que poco protegían del frío, la lluvia y el viento. Tuvieron que ingeniárselas para conformar los pozos que hacían de letrinas. La orientación del viento en un principio, y el hedor, los hizo trabajar bastante en ese aspecto. Del mismo modo, el agua que obtenían era salada y debían de perforar el suelo arenoso a profundidad respetable. A consecuencia de estas condiciones, sobrevinieron entonces las enfermedades, sobre todo el tifus, que hizo estragos entre los más débiles. Los víveres y la ayuda de la Cruz Roja y otras asistencias eran insuficientes, y apenas mitigaban las circunstancias miserables de la vida y las condiciones del lugar. El inicio de la guerra, al cabo de casi siete meses, hizo que todo cambiase, y Miguel cumplía su prestación provisoria en la construcción de una carretera que corría a lo largo de la playa. La confusión reinante hizo que muchos se internasen en Francia y se establecieran con sus familias, aprovechando sus conocimientos agrícolas; otros se alistaron, acomodándose con los franceses para luchar contra el Fascismo. Hitler y Mussolini no eran personalidades gratas para la mayoría; estos dos personajes habían generado un odio similar al que sostenían por el caudillo español. Miguel fue capturado por tropas alemanas, pues se había unido a un grupo de la resistencia francesa durante julio de 1940, y fue derivado de campo en campo hasta que, a principios del año siguiente, terminó en Mauthausen. La entrada al campo de Mauthausen en Austria fue, en su mayoría, de españoles; unos separados de sus familias, padres ancianos, niños y mujeres que habían quedado en Francia. No todos tuvieron esa posibilidad, algunas mujeres y niños y hasta familias fueron alojados en el campo. Los viajes en tren eran asfixiantes y no todos llegaron a resistirlo; la cercanía con los pueblos austriacos o alemanes de los campos, hacía incomprensible que sus pobladores ignorasen la existencia de los confinamientos y lo que allí sucedía, y eso generó resen-


Cuento Jorge Montecof

timientos, pensando en la indiferencia que sufrían los prisioneros, aun cuando esto no servía de mucho. El contingente español era notable, y continuaba incrementándose. Junto a Miguel se hallaba un campesino de nombre Francisco Diego Sáenz, quien tiritaba de frío: hombre rudo y poco conversador. El pobre ni se quejaba, y eso que se lo notaba enfermo, afiebrado. Durante la primera noche que pasaron durmieron ambos en el mismo lugar y a la intemperie, cada uno sobre una bolsa apenas rellena de paja; el ruido del castañear de los dientes de Francisco y algunos quejidos durante el mal sueño del hombre, no dejaron dormir a Miguel. Por la mañana, luego de hacerlos formar y sin darles nada de beber más que agua, alguien que parecía un oficial, con un uniforme demasiado ostentoso ––donde predominaba el color gris con cinturón y botas negras, y una banda oscura en su gorra luciendo la esvástica en su brazo izquierdo––, los iba separando y, luego de requisarlos, de inmediato les iba entregando una insignia de color que debía de adherirse a la ropa que les darían. Al rato vendría un tatuaje numérico en el brazo. –Vaya vestimenta –le comentó Miguel a Francisco, quien lo seguía en la fila con un harapo a rayas blancas y azul claras, igual que el peor de los mal vivientes, mientras señalaba parte del uniforme entregado. –Con tal que abrigue –dijo repitiendo por toda respuesta Francisco, quien ahora, más que pálido, estaba terroso y castañeando nuevamente. Miguel lo observó extrañado, pero comprendió de inmediato que sería una calentura, vaya a saber por qué enfermedad, la que le producía esos temblores que padecía el hombre; era evidente que tenía frío, de ahí que recibió con complacencia algo que lo abrigase, fuera del color o estampado que fuese. –Esos viejos que están sentados cosiendo, se parecen a algunos sastres que he visto en negocios de Barcelona –refirió Miguel observando a una media docena de hombres sentados y que, aguja en mano, se encargaban de coser los distintivos de color entregados ese día. Luego, observando a Francisco quien no le había prestado atención a su comentario, le preocupó su estado pues parecía que iba a desplomarse de un momento a otro. Solo pedía de vez en cuando algo de beber,

pedido que no era atendido. Un individuo se acercó al sitio donde ambos se encontraban, debido al reiterado pedido de agua de Francisco; llevaba un uniforme de un color medio, entre marrón y verde, empuñaba un bastón corto en su mano y hablaba español. Pronto supo por boca de algunos más avezados, que se trataba de un “capo”, un prisionero acomodado que hacía las veces de supervisor, sumisamente entregado a sus superiores alemanes, y a veces tanto o más cruel que ellos. Observó entonces a Francisco, quien por su aspecto desmejorado era notorio que se hallaba enfermo. –¡Hey, tú! –Dijo refiriéndose a Francisco–. ¿Te sucede algo?... –Pues nada, solo deseo algo de agua –respondió Francisco tratando de poner su mejor cara. Luego, sin decir nada, el capo se acercó a un oficial que dirigía a los soldados y le susurró algo. La acción pasó casi inadvertida para la mayoría, no así para Miguel, quien de cualquier manera pretendió despreocuparse de inmediato, tratando de no llamar la atención. –Ahora, viene la inscripción –comunicó Miguel mientras iban corriéndolos de lugar dos soldados con el extremo de sus fusiles, indicándoles una hilera donde había varios ya por delante: vislumbraron el final de la fila. Distante unos quince metros, se podía ver una mesa con dos soldados, un grueso libro y tarjetas donde realizaban anotaciones. A ambos lados del mostrador, otros dos soldados en posición de espera controlaban la retirada de los que ya habían sido atendidos. –Nombre –preguntó el soldado que atendía la cuestión al llegar Miguel, quien ya comprendía el significado en alemán de algunas palabras. El lugar donde se hallaban era un gran solar o plaza de más de un centenar de metros, hundida en una especie de subsuelo al aire libre con una galería que la rodeaba en todo su perímetro. Una amplia escalera en uno de sus extremos permitía el acceso a la parte superior, donde en uno de los frentes a nivel de la tierra se extendía un edificio que, en sus extremos laterales, presentaba cada uno una torre que cumplía la función de mirador, equipadas con ametralladoras móviles y sustentadas por dos guardias.

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Un techo amplio aislaba del sol y la lluvia a los que se hallaban en su interior. Nada parecía ser provisorio; al menos a Miguel esa fue la impresión que le causaba lo que veía a su paso. El lugar tenía un vallado con alambres de púas electrificado a su alrededor. Luego venían los muros que, por cierto, eran altos y gruesos y había, además, muchos perros que acompañaban a los guardias. Al finalizar de dar los datos referidos a su nombre y apellido, origen, labor y edad, dejó el lugar a su recién conocido Francisco, quien parecía no entender lo que el soldado le solicitaba. Los gritos que comenzaron a escucharse, llamaron la atención de Miguel y otros tantos, quien giró para observar la escena. Uno de los soldados que los había hecho ingresar a la cola, se acercó al rudimentario escritorio y recibió órdenes de un oficial que, expectante, presenciaba la escena. Pudo entender solo lo que Francisco decía cada vez con más fervor. Ya Miguel, quien se había detenido, se encontraba a escasos diez pasos del sitio de la discusión. –¡Nada de comunista, ni que rot… rot…spanier, o lo que sea, solo español, español, cabrón! A todo esto el soldado a su lado obedeció las órdenes del superior y lo tomó de un brazo; Francisco comenzó entonces a forcejear, y otro soldado de inmediato se acercó tomándolo del otro brazo, al tiempo que Francisco gritaba ahora ya desaforadamente: –¡Soy español, cabrón, español! –prosiguió a los gritos, mientras se esforzaba por liberarse en un evidente estado de confusión y rebeldía. La respuesta no se hizo esperar por parte de los soldados que lo retenían y entonces, en la reyerta, fue empleada una rudeza mayor. El altercado ya había pasado de la discusión a la pelea, y los golpes que recibía, parecían exacerbar más a Francisco, quien pese a su estado continuaba bregando. Fue entonces que en una rápida acción, viendo lo que sucedía, se acercó el oficial a cargo, un SS; en un rápido movimiento desenfundó su pistola, la aplicó a la nuca de Francisco y disparó, cayendo el mismo de manera instantánea. Todo sucedió en segundos, ante la mirada estupefacta de los que estaban aguardando al frente de la mesa

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y en situación de espera, mientras otros parecían pretender abstraerse del lugar tratando de no demostrar emoción alguna. Hubo quien gritó sin poder contenerse, pero se recuperó de inmediato por temor a alguna represalia; otros… solo se taparon el rostro con ambas palmas. Sorprendido y asustado Miguel vio cómo caía Francisco, quien con los ojos abiertos aún boqueaba e iba desplomándose, mientras un hilo grueso de sangre se deslizaba por su espalda; ya en el suelo, una mancha roja iba agrandándose alrededor de su cuello y confundiéndose con el piso. El oficial de la SS, a todo esto se había sacado la gorra, observando unas gotas de sangre que lo habían salpicado manchando la visera, a la vez que con un pañuelo se limpiaba el mentón también humedecido. Su rostro no demostró emoción alguna. Impávido, indicó con su diestra a los soldados que retirasen al cuerpo, cosa que hicieron arrastrándolo de ambos pies. El reguero fino de sangre que se desprendía del cuello del español fue surcando el suelo por unos metros, hasta que al fin desapareció. Mientras tanto, el oficial con su fusta hacía ademanes ostentosos, como alejando imaginables indeseables que hubiesen tenido la intención de acercársele. Miguel, apesadumbrado, se alejó con paso confuso, sin saber exactamente hacia dónde ir; trataba de recordar la palabra que en alemán había mencionado Francisco… luego todo pareció volver a una pretendida normalidad, y entonces volvió a colocarse en la fila. Los hombres sentados al aire libre bajo una parte de las galerías de la plaza y que habían suspendido su labor asustados al escuchar el disparo, volvieron a su posición anterior y seguían cosiendo los distintivos en los uniformes, mientras a su lado, sumisos y apesadumbrados por lo que habían visto, esperaban quienes utilizarían las prendas correspondientes. Luego de unos días, no hubo más uniformes, al menos por un tiempo. Habían ingresado en las últimas semanas demasiados prisioneros. El día, caluroso por cierto, se hacía presente concordando con la época de esa mañana de agosto de 1940.


s o l e d a c i t c é l a s Di í r a P n e s o d a t ) n d a e d i l a at t o ave de T (en cl

Las revoluciones son virtuales, al menos como las entendemos. El débil no podría bajar al fuerte, si éste previamente no se arrodilla para quedar a merced del golpe del pequeño David. En un encuentro de dos fuerzas, las dos son solidarias en la creación de una nueva forma resultante. El “revolucionario” tiende a fantasear con moldear una forma, como si se tratase de un mármol. Pero hasta el mármol es activo en la danza de la readaptación. El mármol co-forma su entorno

como cualquier otra cosa. Para que una fuerza penetre a otra, previamente aquella debe hacer un gesto de absorción. Para que un niño le de su forma de alegría caótica al entorno, previamente “la autoridad” debe liberarle la zona. Creemos, un poco inocentemente, que los últimos atentados en Francia son represalias por su avanzada en Siria. Y esto es, porque como enanos, queremos creer, como sueñan los niños en las noches, que podemos cortarle la cabeza a Goliat.

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Texto Ezequiel Martinez Llaser & foto

Entendemos así a los hechos, como acción y reacción, porque imaginamos que hay inteligencia en ellos. Sin embargo, la dinámica que reina el Cosmos -la adaptación- no es inteligente, sino que responde a normas físicas más simples que como nos las representamos. Mas no podríamos esperar de la representación, que es el acto de multiplicar por excelencia. El “fuerte” y el “débil” se están adaptando, por lo menos, desde que Lo Uno se dispersó. En 1789, tras siglos de erosión, la monarquía francesa realizó uno de los actos de humildad y pacifismo más grandes que conocemos. Si, así es como denominamos tras siglos de invasión moral judeo-cristiana, al acto de apertura que hace lo fuerte sobre lo débil. No vamos a creer, a esta altura de los tiempos, que el movimiento se produce sobre lo quieto. En “La Totalidad”, los movimientos son del todo a la vez. La Totalidad, se mueve en conjunto, o se inmoviliza en Lo Uno. Piense el lector para graficárselo, en el fenómeno del rayo de una tormenta eléctrica; es producto del movimiento de La Totalidad, un solo todo! Pero a nosotros, bicéfalos, se nos aparece, como una vertiente eléctrica lanzada por Zeus desde los techos. O sea, algo que avanza sobre lo quieto, un milagro! Es por eso que explicamos al origen de la vida como un milagro. Porque no conocemos ese primer movimiento. Pero nada de eso ocurre, solo estamos ante la presencia, de la adaptación entre dos fuerzas, que llamamos “positivo y negativo”, las cuales carecen de inteligencia. Fuerzas que provienen de lo que tal vez fue el único milagro, la dispersión de Lo Uno. Pero claro, depende de cuál inercia venga la corriente de nuestra vida, en la danza de la adaptación, tenderemos a creer que se trata de una fuerza doblegando a la otra. Según la moral judeo-cristiana, diremos que el pueblo francés, pasó al frente en un acto de egoísmo y brutalidad, cuando despojó a los reyes de su lujo. Pero la etapa en la que los reyes se arrodillaron ante el pueblo para que este avanzase, es una entre otras dentro de la dialéctica de la erosión que se produce dentro de una sociedad. Sin embargo, el fenómeno de la revolución francesa, como el del rayo, como todos, es el de la Totalidad reacomodándose. Podríamos ver, si no estuviésemos infectados de “ismos”, los siglos de erosión entre el pueblo y la monarquía, antes y después de la revolución. Y si no fuésemos miopes, veríamos que esa dialéctica continúa hasta hoy y continuará hasta que La Totalidad se reagrupe en Lo Uno. No hay ganadores! El pueblo avanza, se agota y retrocede. La monarquía avanza, se agota y retrocede, hace el hueco, y cada vez las puntas son más redondas, hasta

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que ya no haya “formas”. Los otros días, paseando la ciudad más bella del mundo, París, me sorprendió la avanzada musulmana en los distritos diez y once. A diferencia de lo que ocurre en el resto de la ciudad, en la zona de La República y Saint-Denis se puede apreciar una mayoría de nuestros hermanos del Oriente Medio. Debo reconocer, que entre tanta femineidad a la que nos tienen acostumbrados los franceses, me alertó ver a los musulmanes haciendo uso de éstos barrios y plagándolos de sus costumbres. Solo por desprevenido, me pudo llamar la atención que una fuerza erosione a la otra. En realidad sería mejor decir en estos casos, que una cultura está acariciando a la otra. Aman y odian a su manera igual que nosotros amamos y odiamos a la nuestra. Increíblemente, en el siglo XXI, seguimos señalando al otro como a una bestia de composición diferente. ¡Como si los orientales no amasen y los occidentales no odiasen! Así, a la fuerza que avanza sobre la otra, la llamamos violenta. Pues todo movimiento así, es violento. Esto también parece ser una herencia judeo-cristiana. Todos los atentados de los últimos años devinieron en la suspicacia de ser auto-atentados. Ésto puede ser síntoma de evolución interpretativa. Sí, tíldenme de optimista, pero creo que la especie puede estar en vías de auto-conciencia. Pronto tal vez, superemos esa etapa, para darnos cuenta, que la adaptación es inevitable. Que La Paz, como la entienden los pacifistas, requeriría la quietud del mismísimo Cosmos. No está en manos de la humanidad detener al Cosmos. Lamento herir la susceptibilidad de éstos seres hipersensibles, pero creo que a esta altura de los hechos no podemos seguir creyendo, que los monos mas imperfectos de todos, pueden detener el movimiento, para traer la paz al mundo. Mientras tanto se reagrupe la Totalidad, Oriente erosionara con Occidente, judíos con musulmanes, y blancos con negros. Llámenle violencia, o denle la denominación que más les convenga según la ocasión. En la dialéctica de la readaptación, Franceses y Sirios continuarán erosionándose, como la piedra y el viento, y para ello una de los dos fuerzas se abre hueco para que la otra la penetre y fusione. ¡Ninguna es pasiva! Para que, y sólo para que, los musulmanes golpeen a París el 13 de Noviembre de 2015, los parisinos les abrieron previamente ese publicitario hueco en los distritos diez y once, y ésto fue gracias al mecanismo que tiene la vida para no recordar y concientizar, nada qué detenga la adaptación, considerando que exista la conciencia en algún nivel. Piénsese así, París se vacuno contra el Islam, para que en el futuro, y en el pasado, las formas de ambas fuerzas, sean cada vez mas parecidas, más uniformes.


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Cuento Fabian Spampinato

EL CRÍTICO Se despertó sobresaltado. Miró el reloj que tic taqueaba en la mesita de luz un tanto despintada. Las 5.17 de la madrugada. Pero la idea estaba ahí, en su cabeza, que disparaba imágenes novedosas. En su corazón, que bombeaba ansioso. En sus manos que necesitaban crear... “La obra”. “La obra” estaba en marcha. Primer acorde, segunda pincelada, tercer tipeo, cuarta fotografía, quinta toma de imagen: no nos tiene que interesar ya que él era un artista y vamos a ubicarnos desde ahi. Dias. Con muchas de sus horas. Semanas, con todos sus días. Meses, con toda su paciencia, empeño, voluntad, talento…mientras él fue forjando y dándole forma a… “La obra”. Llamó a colegas: necesitaba un equipo. Entusiasmados y no tanto, los hay virtuosos pero algo vagos (hay de todo) y los novatos o inexpertos o no tan eficaces, tratando de desdoblarse para cubrir sus falencias técnicas. Ahí estaban: trabajando a sol y luna para “La obra”. Tras casi un año de trabajo, tiempo, ideas, ensayos e inversión de dinero que quizás jamás se recupere, al fin llegó el dia. Nuestro artista, el creador, repartió previamente por toda la ciudad volantes que él mismo diseñó, pegó afiches, llamó a cada pariente, amigo, colega para invitarlo al dia de la puesta de “La obra”. “Su” obra. Venía perdiendo dinero pero él se ilusionaba con una segura inversión a futuro. El falso aliento utópico de todo artista: “hoy nos fue más o menos. Pero estamos sembrando para mañana”.

Se apersonó bien temprano para verificar que el sonido, las luces, la puesta, el ambiente, el vestuario y todo lo que atañe a semejante esfuerzo estuviese en orden. Porque siempre hay problemas de último momento. Una térmica saltó y se quemó un retorno. Corrió a buscar el de un conocido. Una de las luces titilaba y metía ruido en el sonido: decidió apagarla y reemplazarla. Asi arrancaba el dia. “Su” dia. El de “La obra”. Contra los pronósticos más pesimistas el lugar estaba lleno. Su trabajo había dado sus frutos. Estaba ansioso y feliz. Orgulloso y animado. Hasta que lo vió llegar. Sacudiéndose las gotas de lluvia de la calle y protestando porque tuvo que dejar el auto a 3 cuadras. El crítico se sentó con su libretita y su lápiz roído. Y escribió: “falta una luz en un sector que se reconoce como relevante. Un bafle no coincide con el otro. Que mal gusto! La primera parte no la comprendí, asi que la considero inútil. Por otro lado: las butacas son demasiado pequeñas para estar sentados casi 2 horas. Y como la sala se ubica en el centro de la ciudad, todo concurrente a “La Obra” debe dejar su vehículo a varias cuadras por lo que en una noche de lluvia, como la de hoy, con la ropa húmeda uno se siente incómodo durante toda la función”. Al otro dia salió publicada su critica. El público mermó. Y “la obra” duró menos tiempo del previsto. El artista no pudo redondear su sueño, tras tanto sacrificio. ¿El crítico? Si, claro que cumplió su objetivo. Él es un artista frustrado y su arte consiste ir en contra del arte.


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Una tumba Hay un derecho fundamental que no está consagrado en la Constitución –que yo sepa, tampoco en tratados internacionales- pero que debería estar. Es el derecho a ignorar a los tipos y a las minas que te abordan de arrebato en la cola –del banco del bondi de la panadería de lo que sea- y, sin pedirte permiso, intentan empujarte al tortuoso terreno de la conversación entre extraños. Están los que no soportan el silencio –habitualmente se trata de gente que no se lleva bien con sus pensamientos. Son los que usualmente recurren al tradicional tópico del clima para llenar su vacío existencial con una charla trivial sobre el frío el calor la humedad o el

viento. Éstos son los menos peligrosos, pero cuidado: el comentario presuntamente inofensivo sobre lo loco que está el tiempo puede ser un ardid para camuflar al lobo en un falso cordero; para esconder a la raza más nociva de conversadores de ocasión: el quejoso social. Andan como el culo estos micros del orto; vienen cada muerte de obispo / Increíble: tienen el banco que explota de gente y abren dos putas cajas nada más / Es un disparate lo que salen las cosas; dejé medio sueldo en este changuito de mierda. Sí, yo defiendo el derecho a ignorarlos, sin piedad, o, en todo caso, a refutarlos.

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Texto Juan Rezzano Foto Diana Martinez Llaser

Yo viajo fenómeno / Pero avanza rápido la cola / A mí me parece que los precios están bien, incluso que últimamente bajaron un poco. La refutación los quiebra y los desarma. Y los paraliza. Por unos minutos, los neutraliza y, mayormente, no vuelven a hablarte, porque buscan socios en la queja, no una discusión. Hoy fui a la Patronal a retirar un cheque de un resarcimiento. Abría ocho y media, pero llegué temprano. Ocho y veinticinco llegué. En la puerta, él: entre 60 y 65 años, caucásico, 1,75 metro de estatura, contextura delgada, el pelo blanco peinado con raya al costado, cara de pasa de uva. Me pareció que era el quiosquero de la esquina de Sarmiento y 25 de Mayo, pero enseguida pensé: ¿Por qué carajo estaría haciendo un trámite acá en La Plata el quiosquero de la esquina de Sarmiento y 25 de Mayo? Aunque también pensé que, si efectivamente era el quiosquero de Sarmiento y 25 de Mayo, y si me reconociera como uno de los clientes del quiosco de Sarmiento y 25 de Mayo, bien podría pensar él: ¿Por qué carajo estaría haciendo un trámite acá en La Plata este boludo que es cliente del quiosco de Sarmiento y 25 de Mayo? - Hoy frío no hace- soltó de repente, sin pedir permiso. Tenía razón. No hacía frío. Pasaba que, por el aspecto de la mañana –gris, brumosa-, combinado con la conciencia estacional, era más lógico que hiciera que que no hiciera frío. Como fuera que fuese, asistido por el derecho a ignorarlo, lo ignoré. O no. En realidad, le devolví un sonido gutural de asentimiento -una eme, le hice- y seguí mirando la pantalla del teléfono, sin levantar la vista ni un poco. Pero fue por más. - Yo quería ir mañana a pescar, pero en la laguna sí se siente el frío- ensayó, acaso buscando un tema que resultara o resultase más atractivo para mí. La nueva avanzada me sobresaltó porque me hizo dar cuenta de que estaba ante una tercera versión del conversador extraño: el que te cuenta su vida. Y a mis ojos clavados en la pantalla del teléfono le agregué una cuota mayor de grosería en defensa propia: giré 45 grados sobre mis talones hacia la derecha –casi de frente a la esquina de 10 y 51- y quedé no dándole la espalda, pero medio de costado. Tampoco alcanzó. Porque el tipo necesitaba contarme su historia –dramática, brutal, apasionante, sabría después- y no estaba dispuesto a rendirse ante un par de gestos de indiferencia. - En realidad no quería ir a pescar a la laguna. Tengo que ir pero no a pescar. Ojalá fuera que quiero ir a pescar.

Dijo eso cuando se hicieron las ocho y media y abrieron la puerta para habilitar la atención al público. Pero él no se movió y yo tampoco. Apenas volví sobre mis talones para enfrentarlo y mirarlo con cara de ok, te escucho, seguí. Y siguió. - Yo me dije: Ernesto, haber sido un boludo casi toda tu vida, porque de eso es de lo que me di cuenta, de que había sido un boludo toda mi vida, no te obliga a seguir siendo un boludo hasta que te mueras. Cargá un fierro con todo ese odio que te quema como fuego en el pecho y cagalo matando al hijo de puta ese. El hijo de puta ese se llamaba Santiago y era mi socio y mi mejor amigo. Bah, no era una mierda mi mejor amigo. Era una mierda que se vivió la gran vida con la guita que me afanaba del negocio mientras yo la remaba de sol a sol. Y que se garchó durante años primero a mi mujer y después también a mi hija –a las dos durante un tiempo, hasta que mi hija se enteró de que también se garchaba a su madre. Imaginate el tiempo que me estuvieron cagando que me vine a enterar de que mi segundo hijo en realidad no era mío sino de Santiago, que la iba de tío piola y le alimentaba el vicio de la merca al pendejo con mi plata. No querés imaginarte cómo me desayuné de todo esto. No querés así que no te lo voy a contar. La cosa es que me enteré y se me salió la cadena. ¿O qué te hubiera pasado a vos? ¿No se te hubiera salido la cadena? Pensé en matarme yo, pero después pensé que era como terminar de recibirme de boludo. O como hacer un posgrado de boludo, porque boludo de grado ya era. Así que hice lo que tenía que hacer. Dale, Ernesto, cagalo matando, me dije todas las noches durante un mes. Hasta que una noche, en vez de irme a dormir una vez más con todo ese veneno adentro, cacé el 38 que era de papá y lo tenía yo desde que el viejo había muerto, fui a lo de Santiago, le toqué timbre, me atendió, puse mi mejor cara de pelotudo para que no desconfiara, me hizo pasar y ahí nomás lo puse. Dos tiros en la frente. El segundo, en el piso, para rematarlo. Anoche fue eso. Y todavía está ahí el hijo de puta. A esta hora supongo ya se debe haber enfriado del todo. Vivía solo, así que nadie lo va a encontrar. Pero igual mañana lo cargo en el coche y lo tiro en la laguna, antes de que empiece a echar olor y se avive algún vecino. Bueno, entremos, que está haciendo frío acá afuera. Antes de entrar, Ernesto apoyó su mano derecha en mi hombro izquierdo. - De esto, nada a nadie, eh; mirá que confío en vosme pidió, y me dio una suave cachetadita en la mejilla. - Vaya tranquilo, Ernesto. Soy una tumba- le prometí.


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CAZADIOSES El insignifcante hombre que observa lo que el universo le permite, tiene como únicas armas su obstinación y su desconfianza. Recuerda cuando niño haber sido parte del organo adorador del sol, de la luna, de las estrellas, de las mareas, de venus, de los truenos, de los volcanes y tantas otras cosas que entonces era mucho más que naturaleza y hoy lo atormentan por haber aplastado y devorado su infancia. Pero un buen día dice basta. Sus ojos vieron mucho de lo que niegan y nada de lo que afirman. Ha llegado el momento y levantando su índice exclama: El sol es una gran bola de fuego, la luna es una piedra. La multitud gira la cabeza con asombro, desconcierto y susto. Alguien puso una semilla de discordia en la diaria distopía de los

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dioses que no hablan. Con el tiempo, esa semilla será un arbol que crecerá hasta ahogar tanta fantasía bella y tumultuosa. Pero esto no quedará así. El hereje debe pagar, su fundamentalismo dialectico dejará de ser un estúpido oxímoron y se convertirá en la antienseñanza oportuna, para que futuras generaciones sepan que cazar dioses tiene un precio muy alto. Así es como el cazadioses, fiel al alcance de su vista, será perseguido y condenado no por los dioses, sinó por sus creadores, mientras alguien pretende contar la historia, la misma historia que un día le dará las gracias, y pondrá su retrato en lugares donde reinará la distorsión y el romántico perfume de una certeza apócrifa, que desafía soledades y condenas. Nadie caza dioses en el momento correcto. Peor para ellos. Mejor para nosotros.


Cuento Dano

(Cómo)

MATAR AL REY EL CASTILLO ESTA BIEN PROTEGIDO EN SUS CUATRO LADOS POR UNA IMPONENTE MURALLA DE PIEDRA AMARILLA. POR CADA LADO HAY UNA ENTRADA CON INMENSOS PORTONES, POR DONDE CIRCULAN LOS ALDEANOS DURANTE EL DÍA. LOS GUARDIAS DEL REY VIGILAN LAS ENTRADAS. Alrededor del castillo esta la aldea, con sus calles, residencias y comercios. En ella, la gente común, con sus alegrías, miedos, miserias y esperanzas. Leonardus vive junto a uno de los tantos recovecos que hay en la muralla norte. Tiene armado su refugio con tablas, cartones, botellas vacías, bolsas con telas, papeles, y toda clase de cosas que recoge de la calle. Tiene una silla que era parte de un pupitre de escuela, en la que se pasa gran parte del día sentado al sol, con las piernas cruzadas, los ojos entrecerrados y las manos sobre las rodillas, inmóvil. Atento a todo lo que pasa a su alrededor, pero sin demostrarlo. Sabe bien que no lo dejan entrar al castillo. Es alto y delgado, de unos sesenta años o más, sin pelo en la parte superior de la cabeza, pero con una gran melena canosa a los costados, enredada formando rastas que caen hasta más abajo de sus hombros. Tiene rasgos finos, nariz pequeña y puntiaguda, ojos de chivo, entrecerrados mientras medita. Viste con unos pantalones de algodón negro, atados con una cuerda, metidos dentro de las medias, con unas zapatillas de tela. Y un sobretodo largo hasta las rodillas, desprendido, que deja ver una camiseta gris y raída. De lejos, siempre parece estar dormido en su silla, pero mirando con atención se puede ver que sus labios se mueven, en una especie de rezo o monólogo inaudible. Hasta que comienza a hablar solo, en voz alta, con una voz sonora y profunda. –Pequeños seres despreciables, criaturas de escasa inteligencia– la voz de Leonardus resuena poderosa. La gente que pasa no le presta atención. Muchos lo conocen de verlo desde hace tiempo ahí. Es aparentemente sólo un vagabundo más.

Pero Leonardus planea cómo matar al rey. –Maestro, –dice Boticelli dentro de la cabeza de Leonardus –ya vienen los guardias. Entonces Leonardus se queda en silencio y lentamente se pone de pie, preparándose. Por la entrada norte del edificio de la facultad de Medicina, sobre Marcelo T. de Alvear, viene caminando un grupo de hombres. Uno canoso, mayor, de traje, con una carpeta y papeles sueltos en su mano, viene en el centro. A su lado, uno más joven, con camisa y campera, viene hablando por su celular. Un policía de la federal viene un poco más atrás, y luego tres hombres con mamelucos de trabajo que parecen empleados de vialidad o del servicio de limpieza y recolección de residuos, robustos, con botas de trabajo, pantalones impermeables y camperas de color verde amarillento y gris, con tiras que refractan la luz en reflejos plateados, visibles en la noche. Caminan decididos hacia el refugio de Leonardus y cuando llegan frente a él, el hombre de traje comienza a decirle algo. El policía se queda apartado, mirando, con los brazos cruzados. A su vez, los de mamelucos comienzan a juntar las cosas de Leonardus y meterlas en bolsas. Al ver esto, Leonardus comienza a gritar, moviendo las manos amenazante y tratando de impedir que desarmen su refugio. Es más alto que todos los que están en el grupo, incluso que el policía. El hombre de traje tiene una planilla en la mano y trata de calmarlo y comunicarse con él. –¿Me puede decir por favor cuál es su nombre?–. Un hombre canoso que venía paseando a su perrito, al ver la situación se acerca y comienza a increpar al de campera, que sigue intentando hablar por el celular.

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Cuento Dano

Una chica de unos veinte años dobla por la esquina de Junín y se acerca al ver lo que esta pasando con Leonardus y el grupo. El hombre mayor que llevaba el perrito atado, le habla en un tono bastante fuerte al de campera, a pesar de que el otro no le presta atención. El policía de la federal mira de brazos cruzados. El de traje intenta razonar con Leonardus, que esta parado frente a él, y ambos hablan muy nerviosos, moviendo los brazos y caminando de un lado a otro. La chica se acerca al policía, que le sonríe de forma amistosa, divertido con la situación. Ambos se quedan mirando la escena. –¿Me puede decir de una vez cuál es su nombre?– pregunta el de traje tratando de cortarle el paso a Leonardus que quiere escabullirse por un costado. –Aurelio Vespuchi– le grita Leonardus en la cara. El policía se tapa la boca disimulando la risa, y da media vuelta dándoles la espalda, quedando de frente a la chica. –Cada vez que le pregunta el nombre le dice uno distinto–. –Pero ¿qué pasó? ¿que hizo?– pregunta la chica al policía. –Nada, estos son de la municipalidad, de Espacio Urbano, quieren sacar al viejo de ahí porque ya juntó demasiada mugre. Pero él no se quiere ir, ni que le toquen nada. Ella vio el montón de cosas del viejo, y en ese momento un remolino de viento le trajo un nauseabundo olor a mugre, humedad, comida rancia y pis. Los tres del grupo de limpieza se van acercando de a poco, con precaución. –Batracio, babosa y filodendro– les grita Leonardus indignado. Luego se vuelve hacia el de traje frente a él, hablándole tranquilo como si nada –Se hacen llamar los psicólogos de las estrellas, pero no sirven para nada. ¡Eso no!– le grita a uno que intenta agarrar su pupitre, sa-

cándoselo de las manos y poniéndolo a la vuelta del paredón, a unos metros de distancia. En el momento en que se aleja, los de limpieza aprovechan para agarrar cada uno un buen manojo de cartones y botellas del rincón de Leonardus, y lo llevan para tirarlo en un contenedor de basura del otro lado de la calle. –En general esta tranquilo– dice el policía –pero hay cosas que no quiere que se las toquen, se pone más loco. Yo estoy por las dudas. El del celular esta llamando a una ambulancia del SAME, para que lo vengan a buscar. El viejo canoso con el perrito de la correa, le grita al del celular. –¡Son unos payasos! ¿Porqué no van a levantar vendedores ambulantes de las veredas de Once, que no se puede ni caminar? Es acá nomás, por si no la conocen. Mandan a cinco con un policía a sacar a un pobre viejo, y ni siquiera eso pueden. Son una vergüenza. –¿Usted hizo la denuncia, señor?– pregunta el de campera, sin apartar el celular de su oído. El del perrito se pone furioso. –Pero vos me la cara de tarado. ¿Me estas cargando? ¿nos los vieron nunca? Son setecientos mil vendedores en la vereda de una estación ¿de qué mierda de denuncia me hablás? El perrito, de una raza tipo Shih Tzu, pero de pelo más largo, empieza a ladrarle al del teléfono. El de traje, que aprovechando la distracción de Leonardus se había metido entre las maderas, sale con un manojo de papeles. Leonardus, volviendo furioso, se los arranca de las manos y le da un buen empujón. El de traje empieza a gritar haciendo señas al policía, pero este estaba dándole la espalda mientras hablaba con Laura. –Está muy chapa, dice cualquiera, sobre la electricidad más que nada, y da fórmulas de cosas. Le dijeron que por lo menos se cambie de lugar, que se instale por el paredón de Junín, pero al viejo no le gusta porque por ahí pasa el sesenta– le dice el

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(Cómo) MATAR AL REY

policía a la chica. Ella a su vez al ver lo que pasa detrás, sin saber porqué, comienza a seguirle la corriente al policía, haciendo comentarios para distraerlo y que no se de vuelta –Pero es bastante inofensivo, ¿no?– opina, abriendo los ojos muy grandes y mirando fijo al policía– ¿cuanto hace que está? Por Paraguay, está bastante tranquilo, podría ir ahí, pasa el ciento treinta y dos, pero es una buena línea– y sigue opinando cualquier cosa que se le viene a la mente. Mientras, los tres de Ambiente y Espacios Públicos van haciendo lo que pueden, ya lograron desarmar la guarida y tirar la mayoría de las tablas y restos de basura en el contenedor. Leonardus va rescatando lo que más le importaba y lo lleva al lugar apartado donde había dejado el pupitre. –¿Qué pasa con la ambulancia?– pregunta el de la carpeta. –Dicen que si es urgencia psiquiátrica tardan dos horas, y que alguno de nosotros se tiene que quedar para cuando lleguen, sino no lo van a llevar. Yo no pienso quedarme– se apresura a aclarar el del celular. –Yo tampoco, que no se molesten en venir entonces– dice el de la carpeta. –¡Ah, que rápido lo resolvieron! ¿Entonces porqué no van a Once ahora? Vayan a Once– insiste el del perrito. El de la carpeta se acerca con aire de suficiencia –Tiene que hacer la denuncia en ambiente y espacios públicos, señor– dice como dando por terminada la discusión. –¿Son todos así de descerebrados ustedes? Sin denuncia no se enteran que pasa en la puerta de una estación de tren– grita el viejo mientras sostiene con la correa tirante al perrito, que ladra eufórico patinando con las uñas sobre la vereda tratando de atacar al del celular. –Ya tiramos todo– dice uno de los tres de uniforme, mientras los otros dos se llevan la última tanda de posesiones de Leonardus –por lo menos lo que

nos dejó sacar. Nosotros nos vamos. Cuando el policía escucha esto, como si hubiera estado esperando la señal, se disculpa con la chica y con el resto, haciendo señas hacia la esquina como si alguien lo estuviera llamado –Bueno, me voy, cualquier cosa me avisan entonces– y haciendo una venia apresurada, sale corriendo y se pierde a la vuelta de la esquina. Los de limpieza salen caminando juntos, sacando cada uno su teléfono celular para revisar su pantalla. Los de la municipalidad salen en sentido contrario, debatiendo con el viejo del perrito sobre la necesidad de tener una denuncia primero para poder sacar a los vendedores de la estación. La chica se queda parada, viendo como todos los demás desaparecen. Al darse vuelta, ve que Leonardus esta sentado en el pupitre, en el medio de la vereda a unos metros de ella, con las pocas cosas que pudo rescatar: un cartón grande de una caja desarmada, algunos trapos, una frazada mugrienta, un botellón de agua, varios papeles y no mucho más. Tiene los brazos y piernas cruzadas, y los ojos entrecerrados, como meditando. Cuando da un paso acercándose, él empieza a mover los labios hablando solo, en voz muy baja. Ella se queda un momento mirándolo sin saber que hacer. Luego se fija en el lugar en el que había estado el refugio, donde ya no queda nada en el suelo. Pintado en la pared, con aerosol rojo, hay un dibujo de un hombre hecho con líneas y palotes, como los que hacen los chicos muy chicos cuando están aprendiendo a dibujar. Luego de un rato, retomaba el camino a su casa, prendiéndose bien la campera porque ya hace frío y empieza a llover. DESDE LA TORRE MÁS ALTA Y PROTEGIDA DEL CASTILLO, SOBERBIO Y SEGURO, A SALVO DEL POPULACHO, EL REY MIRA LAS PRIMERAS GOTAS QUE CAEN EN SILENCIO.


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ADVERTENCIA

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A LOS PADRES politik

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Texto Ezequiel Martinez Llaser Arte Cecilia Mendoza

CapĂ­tulo 1: LA REPTOCRACIA



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