中 国 梦
Nueva era El cambio que trajo el gobierno de Xi Jinping no procura la mera acumulación de poder –plantea este artículo–, sino saldar errores y fijar gobernanza en un país y un mundo en plena mutación.
新时代
复旦大学在读博士生关于习近平政府有关政 策倡议、挑战和前景的研究分析。 poder provinciales, una erosión de la legitimidad producto de la creciente corrupción y la proliferación de actividades políticas por fuera de los canales aprobados. El mejor retrato de aquel momento fue el escándalo de Bo Xilai (el ambicioso y populista secretario del partido de Chongqing purgado en 2012), que llenó los periódicos con historias espeluznantes de corrupción, intrigas y asesinato. La importancia real de este hecho radica en la amenaza que planteó para la organización partidaria. Los líderes parecieron entender que la corrupción desenfrenada y las luchas políticas internas podrían socavar al régimen. Poco tiempo después la situación económica parecía deteriorarse. El colapso bursátil en noviembre de 2015, la leve aunque progresiva devaluación del yuan y la tendencia a la baja de las reservas internacionales encendieron señales de alarma sobre la capacidad del gobierno chino para llevar adelante una compleja transición económica en un contexto global caracterizado por una baja tasa de crecimiento, desaceleración del comercio internacional y elevada volatilidad en los mercados financieros. El aura de competencia y autoridad tecnocrática que rodeaba al liderazgo del PCCh comenzaba a inquietar. Lejos de una supuesta vocación autoritaria, el reciente ascenso de Xi Jinping y la consiguiente centralización del poder debe ser analizada a la luz de estas experiencias. Si bien es innegable que Xi en los últimos
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años acumuló poder como pocos políticos en la historia reciente, el sentido de su liderazgo va mas allá de consolidar una posición de poder personal y consiste en instituir un nuevo sistema de gobernanza que deberá ser mucho mas efectivo para implementar los objetivos estratégicos del país y las prioridades de largo plazo en el complejo contexto geopolítico actual.
Las tres batallas fundamentales
La visión clásica y de sentido común sobre el sistema de gobierno chino suele presentar la imagen de un régimen político altamente capaz y centralizado, que administra con mano de hierro un país de escala continental. Sin embargo, la autoridad política de China y sus líneas de comando no se caracterizan por la homogeneidad y cohesión que la figura retórica más común sugiere. La estructura de gobierno chino en el período post-1978 se ha distinguido por un elevado grado de descentralización, particularmente en lo que se refiere a los gobiernos provinciales. Este sistema fue altamente benéfico durante el período de reforma y apertura, ya que permitió un elevado grado de experimentación e innovación a nivel local. Sin embargo, los desafios actuales del país sugieren que un enfoque más centralizado resulta necesario. La nueva agenda de gobernabilidad para los próximos años definida por los líderes del PCCh se fundamenta en las llamadas “tres grandes batallas”: la prevención de los riesgos financieros, la reducción de la pobreza y la lucha anticontaminación. Es plausible considerar que estos objetivos se van a beneficiar de un enfoque o estructura decisoria más centralizada, ya que exigen una sólida capacidad para disciplinar a los gobiernos locales, sea en términos de control financiero, coordinación de políticas sociales, o el establecimiento de metas mas estrictas para reducir la polución. Otras prioridades de largo plazo, como la Nueva Ruta de la Seda –una estrategia diplomática para la construcción de grandes proyectos de infraestructura destinada a reformular la geopolítica asiática y consolidar la influencia de China a nivel global–, exigen afectar los intereses de importantes actores de poder local. Se necesita un sólido esquema de poder para tales políticas, desde la capacidad para redistribuir recursos entre las poderosas provincias costeras del Este hacia el interior del país hasta para definir los proyectos de inversión de grandes empresas estatales.
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