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La Feria de ganado. Pedro García Lorenzo

La Feria de ganado en Lora del Río Pedro García Lorenzo

Hasta el siglo XVIII la Feria de Lora se celebraba el ocho de septiembre, día de nuestra Patrona, la Virgen de Setefilla, en los portales de los alrededores de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. En el año 1819, por un Real Despacho de su Majestad el rey Fernando VII, se le concede a la Villa de Lora del Río la facultad para celebrar el día de San Fernando una feria conocida como Mercado de Ganado o Feria de Ganado, que se instala en la Alameda del Río, siendo la feria más antigua de la provincia de Sevilla. Ha sido para todos los loreños una gran alegría, satisfacción y orgullo que 200 años después, en el 2019, SM el Rey Felipe VI aceptara la Presidencia de Honor de la Comisión Organizadora de nuestra feria puesto que se inicia el año 1819 con un Decreto Real de un rey, Fernando VII, y a los 200 años preside la Comisión Organizadora otro Rey, Felipe VI.

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La feria se instaló en unos terrenos conocidos por “El Barranco” que los franceses habían urbanizado al final del siglo XIX, espaciosos y bonitos paseos con arboledas junto al río Guadalquivir, conocido hoy por la Alameda del Río, donde disfrutamos de nuestra bonita feria. Se celebraba los días 30 y 31 de mayo y el 1 de junio invariablemente; sin embargo, hoy se procura que el último día caiga en domingo.

Las vísperas de feria se blanqueaban las fachadas de las casas y se limpiaban los tejados de los jaramagos. Las parcelas de los alrededores del Real de la feria estaban sembradas de patatas. Los días previos a la inauguración se arrancaban las cosechas para dejarle el terreno libre a los “cacharritos” y, sobre todo, a las enormes piaras de ganado que se asentaban en esos lugares para su compra-venta. Actualmente, esos terrenos están ocupados por un campo de fútbol, chalets y piscinas. En esa época la feria de ganado de Lora, que se celebraba desde año 1819, era una de las más importantes de toda la comarca, incluso venía ganado de los pueblos limítrofes; su localización comprendía desde las moreras al Castillo, al Barranco y el Molino. Esta zona estaba ocupada por grandes piaras de ganados, principalmente mulos, caballos, burros, vacunos y ovinos, y por otras clases de ganado, y por grandes grupos de familia de gitanos que se dedicaban al trato y algunas cosas más. La forma de sellar el trato o intercambio de ganado entre el vendedor y el comprador, después de la labor mediadora del corredor, era el apretón de manos que valía más que mil palabras, se decían “¡choca los cincos!”. Por supuesto, se trataba de los cinco dedos de la mano, “¡trato hecho!”; al juntar las manos y partir la diferencia el trato estaba cerrado para siempre, supremacía que perdura en el tiempo; por esta labor el corredor cobraba del uno al tres por ciento. La manera de efectuar las transacciones resultaba de un especial interés sociológico a cargo de “tratantes y chalanes”, constituyendo unos auténticos espectáculos la compra- venta de animales entre el vendedor y el comprador.

Como no había piensos compuestos, los animales se alimentaban en la feria de pajas y henos que les llevaban los propietarios con carros. Normalmente, a partir del mediodía las piaras de ganado salían de la feria para pernoctar en sus cortijos, cañadas o veredas que, en esos tiempos, había muchas, para regresar al día siguiente a primera hora de la mañana. Recuerdo haberlas visto pasar a media tarde por el Puente de Hierro y por la Cantina de Bastián. A la mañana siguiente volvían a la feria muy temprano.

La figura del tratante de ganado era la persona dedicada a comprar animales para después venderlos obteniendo beneficios; acudían a las ferias para buscar animales y vendérselos en otros pueblos a los carniceros para sacrificarlos y venderlos en sus tiendas. También se dedicaban a los animales de herradura, asnos, mulos y caballos, para venderlos después como animales de carga; siempre, por supuesto, con un buen beneficio. Esto ha sido durante mucho tiempo un trabajo habitual entre gitanos. El tratante de ganado era tan habilidoso que sabía que para vender un animal era recomendable hablar muy bien de la bestia, aunque cojeara. El oficio de tratante se transmitía de padres a hijos y la indumentaria era característica: blusón negro, con tufos, patillas de hacha, fajas negras, sombrero o gorra y vara de avellano. Los tratantes, para comprobar la edad de los mulos, los caballos y los burros, les miraban la dentadura y así no había forma de engaño. Si los dientes no estaban desgastados, rasos, cerrados y uniforme, ese animal no tenía más de siete años; a medida que el desgaste era mayor, aumentaba proporcionalmente la edad; además, les hacían recorrer al animal unos metros al trote para conocerle mejor la hermosura, la elegancia y la nobleza, sobre todo, de los caballos. Con esa práctica, ningún gitano podía engañar a un payo. La edad del ganado bovino se reconocía por la presencia y desgastes de los dientes incisivos de la mandíbula inferior. Las terneras tienen un año dientes de leche; los erales, dos años de paletas permanentes; los utreros, tres años de primeros medianos; los novillos, cuatro años segundos medianos; los toros y vacas, cinco años enraizamientos.Los bovinos, las cabras y las ovejas son animales rumiantes porque tienen el estómago dividido en cuatro compartimentos, para hacer la digestión de los alimentos que han cortado. En el maxilar inferior poseen solo los dientes incisivos que les sirven para cortar el alimento y en la parte posterior de ambos maxilares están los dientes molares que sirven para molerz o masticar los alimentos. La edad del ganado vacuno o bovino se reconoce por la presencia y desgaste de los dientes incisivos de la mandíbula inferior.

Curiosamente, para la vigilancia había parejas de guardias civiles, que se caracterizaban algunos por sus grandes “mostachos”, y todos por sus tricornios, uniforme obligado para toda la Guardia Civil; exceptuando casos muy excepcionales, su trabajo era mantener el orden y, por supuesto, vigilar a las personas amigas de lo ajeno. Los veterinarios, previo examen riguroso de las características de cada animal, tenían como misión firmar las guías para que no hubiera engaño.

Todas estas características eran perfectamente conocidas por los gitanos, tratantes y chalanes pero, como estas ventas prácticamente no se hacían por unidades sino por lotes o piaras (conjunto de ganado de la misma especie), solo se tenía en cuenta el aspecto y el desarrollo morfológico de los animales.

Ida de la Virgen de Setefilla 6/12/2009

Ese tipo tan grandioso de feria de ganado, desgraciadamente, ha desaparecido a medida que se ha mecanizado el campo dando lugar a lo que hoy es un espectáculo de luz y color, de sensaciones, de cantes, de bailes, de jolgorio, de alegrías compartidas, donde las mujeres ponen una nota con sus trajes de faralaes, dándole a la feria una bella nota de elegancia y colorido, siempre situada en esa grandiosa Alameda del Río, junto al río Guadalquivir, y también su grandeza ha ido mejorando a lo largo de los tiempos.