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BRUJAS, CURANDERAS Y DIOSAS El lado sagrado de lo femenino

menino en estas temáticas. Su sensibilidad hacia una espiritualidad conectada con la naturaleza, junto con su afinidad hacia prácticas como la adivinación y la curación, fueron demonizadas como condición previa que apuntalase su sometimiento y persecución en los oscuros siglos brujeriles. De ser el germen de los cultos ancestrales, pasaron a estar despojadas de ese protagonismo y alejadas del sacerdocio en las religiones mayoritarias, algo que perdura hoy en día y que convive con movimientos espirituales en auge que la vuelven a situar en el epicentro de la conexión de los seres humanos con la divinidad.

De Venus y Harimaguadas

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Existe un amplio consenso, en las diferentes disciplinas científicas que se han ocupado del asunto, a la hora de percibir como femenina a la primera gran divinidad de la humanidad. De esta manera, el primer culto, o religión si se prefiere, parece que tenía a una Gran Diosa Madre como epicentro, identificándola como creadora de la vida, protectora y benefactora, con la Tierra y la naturaleza, los afluentes de agua y las grutas como parte de sus elementos y espacios sagrados. Es difícil tener una certeza absoluta sobre este asunto, pero la interpretación de elementos arqueológicos diversos, como las Venus Paleolíticas o los restos de ofrendas búsqueda de la fertilidad y la abundancia. La clave parece radicar en la capacidad de la mujer, la hembra para el conjunto del reino animal, para generar vida a partir de la “nada”, tanto desde su perspectiva como especialmente desde la del hombre. El desconocimiento del proceso de fertilización, distante en meses de la transformación física que desencadena en la mujer el embarazo y mucho más del parto, convertiría la gestación y alumbramiento en todo un misterioso prodigio en manos de la mujer. y funciones asociadas a lo cultual, parece evocar el sacerdocio sagrado que está documentado en otras culturas. De Fuerteventura conservamos el nombre de dos mujeres sabias y de poder, puede que también sacerdotisas y adivinas, recordadas como Tibiabin y Tamonante. Si tiramos del hilo, sin duda encontraremos más referencias que podrían perfilar ese aspecto desdibujado de nuestro pasado, reto que dejamos en manos de los lectores más interesados.

De aquellas figuras primigenias cargadas de instinto y emocionalidad irían surgiendo, de forma intelectualmente más refinada, diosas madre como la babilónica Isthar, la hindú-védica Áditi, la Gea griega, Afrodita-Venus entre los romanos, Freyja en la mitología nórdica, o la Pachamama de muchas culturas americanas, por no extendernos más de la cuenta.

Para las culturas indígenas de Canarias se ha planteado que algunas figuras de barro cocido halladas en contextos arqueológicos podían responder a ese patrón, como el popularmente conocido como Ídolo de Tara, aunque la más clara manifestación de sacralidad de lo femenino la encontramos en las representaciones de triángulos púbicos localizados en numerosas cuevas, especialmente en Gran Canaria, isla donde parece regir con más claridad un modelo de sociedad matriarcal.

Brujas, santiguadoras, curanderas y lunas

Con Canarias bajo el nuevo poder y cultura, asistimos a una en otros evocando fuerzas que parecen actuar al margen de la ciencia. En este segundo escenario anidan el poder del rezo para sanar dolencias físicas y del ánimo, así como la creencia en que se puede dialogar con las almas descontentas que no trascienden y nos enferman, disuadiéndolas para que se alejen de nosotros. Esos oficios sagrados están en retroceso, desplazados por la ciencia y el desarrollo. También lo hacen creencias y costumbres poderosamente arraigadas en el pasado, en las que se visibilizaba la sacralidad y poder atribuido a la mujer. etiquetan como licenciosas, paganas y hasta demoniacas. Poco a poco ejercer lo sagrado siendo mujer las sitúa, en el mejor de los casos, en la marginalidad de la hechicería, o bien de la fatal brujería en los más extremos. En ambos casos bajo la amenaza de la Santa Inquisición, que por fortuna no logró borrar del todo ese vínculo sagrado a pesar de las tropelías que cometió.

Algunas son lindas, como las que reservaban el acto de la siembra a la mujer, que como contendedora de vida transmitía ese poder a las semillas. Algunas de las más llamativas tenían que ver con la Luna, conectada ancestralmente con la mujer, la vida y sus ciclos. El historiador Joaquín Carreras nos cuenta como “La luna guarda una estrecha relación con la vida, en un sentido amplio. Especialmente con la mujer, a la que está íntimamente unida a través de la menstruación, los partos, los embarazos, su simbolismo fertilizador, etc. Vida, mujer y luna forman parte de un mismo concepto difícil de delimitar, tal y como ellos la perciben” La menstruación, misterio y tabú desde el pasado más remoto, se interpreta en el campesinado canario como una especie de posesión del cuerpo de la mujer, otorgándole a las mujeres menstruantes o de “manos calientes”, poderes como el de marchitar árboles y plantas, o bien estropear vinos en las bodegas. Las fases de la Luna en conexión con la mujer, determinan el sexo de los niños, de manera que de concebirse en creciente la criatura será niño y de ocurrir en menguante será una hembra.

Lo sagrado y femenino, su poder e influencia, pasaría a manos de curanderas, yerberas, santiguadoras y animeras, capaces de sanar y devolver el orden recurriendo en unos casos al conocimiento del poder curativo de las plantas, y

Culminamos nuestro recorrido con una última referencia a esa conexión de la mujer canaria con la Luna y la naturaleza, que roza lo poético, aportada a comienzos del siglo pasado por Juan Bethencourt Afonso en sus indagaciones sobre las viejas costumbres canarias. Refiriéndose a las gentes de Arona, el médico chasnero escribía, “en este mismo pueblo creen que la mar es una cosa viva, es una mujer, que tiene conocimiento propio, sus venas por donde corre su sangre caliente o corrientes y que al igual que la mujer tiene su flujo menstrual, influenciado por la luna” Cuando menos evocador. 

Jose Gregorio González