

Chicas y chicos, he aquí el número cuatro de Crónica en papel, bien cargado de balas antimilitaristas (¡guerra a la guerra!, coreábamos los paci stas que en 2003 partíamos del Bar Pluma Blanca a la Plaza Emiliana de Zubeldía), periodismo cultural y un sabroso entremés, además de los barrios bravos y un textito iconoclasta que hará sudar a más de tres. Todo encabezado por una portada y una reseña que, digan si no, están para chuparse los dedos.
Llegamos al number four y me declaro contento por el crecimiento de la revista, tanto en suscriptores como en lectores. Empero, acepto que queda mucho por hacer y en eso estoy, empezando por cobrar a aquellos que se llevaron la taza ada -“mañana te trans ero”- y siguen sin pagar… Pero bueno, esa es otra historia. Volvamos a lo bonito.
Como lo prometí en el número tres, voy a mencionar a las y los suscriptores que nos ayudan a hacer esto posible, no sin antes aclarar que a ninguno se le pidió permiso, pues corríase el riesgo de dejar la hoja en blanco. Estos buenos samaritanos han soltado el hermoso cash (la palabra de moda) que ha hecho posible la impresión de cinco mil ejemplares en cuatro ediciones, o sea veinticinco mil lectores análogos más los digitales y contando… No pregunten cómo obtuvimos la estadística, solo sepan que es “veri ca”, como decía un joven ladino del Valle del Mayo cuando estudiaba Comunicación:
Alejandro Romo América Murrieta Amir Maldonado Amparo Reyes Ana Lucía Castro Ángel Anaya Carolina da Cunha Casildo Rivera Cipriano Durazo Columba Quintero Edmundo Armenta Elisa Macías Ernesto García Esbayde Mendivil Gerardo Rénique Isabel Quiñones Je Banister José Luis Jara Julio Sánchez-Pasos Juan Enrique Ramos Karl Jacoby Lasse Hölck Laura Shelton Maria Quihuiz Mario Ezra Mario Navarro Mario Welfo Mirinda Grijalva Ramón Valdéz de León Raúl Peralta Rogelio Cota Rubén Matiella Samuel Ocaña Abarrotes Centenario Cromo Imagen Serigrafía Croissant French Bakery Foto Karlos Restaurante El Mandarín Ruben & Sons Café
agosto - septiembre 2022|
Ciudad de México.- Anoche tembló. Eran las 11: 54 cuando vi mi celular, lo único que llevé conmigo al salir a la calle durante la alerta sísmica. En ese momento el sismo ya había pasado. Lo único que recuerdo es que, al bajar las escaleras, desde el sexto piso, el edi cio se balanceaba suavemente. Mi novio apresuraba el paso y yo lo seguía más dormida que despierta, sin la conciencia de que descendíamos mientras nos movíamos a causa de un temblor de 8.2 grados Richter, dicen que el sismo más fuerte en 30 años.
Tengo cinco años viviendo en esta ciudad de manera ininterrumpida. Cuando me mudé, desde Hermosillo, uno de los grandes pendientes de mi amá eran los temblores. Les tiene miedo por los recuerdos de la devastación del terremoto del 85’; en aquel entonces ella andaba de viaje por Durango y previo a éste había visitado el Distrito Federal. Como decía, en el tiempo que tengo viviendo aquí he tenido pocas experiencias con los movimientos telúricos, pero no siento ni miedo, ni preocupación, ni angustia. Probablemente es la poca familiaridad con el fenómeno. En Sonora sólo recuerdo haber casi soñado el temblor que ocurrió allá en abril del 2012: estaba dormida, y si supimos de él al día siguiente fue por las
noticias y por una de mis hermanas, que estaba haciendo tarea esa noche y confundió el movimiento de las cosas con un mareo provocado por el cansancio estudiantil. Cabe señalar que esta falta de angustia no quiere decir que no le tenga respeto a las zarandeadas que la tierra produce. De la misma manera, admiro la forma en que la gente aquí en la CDMX responde ante las alertas sísmicas, son años de hacer consciencia ante la experiencia de estos eventos naturales.
Cuando hoy desperté, tempranito como eso de las 7 de la mañana, vi la cantidad de mensajes de amigos y familiares preguntando si “todo bien”. Anoche estaba tan cansada, con tanto sueño, que olvidé decir “todo bien” a mi familia en Sonora. Y pues sí, todo bien. Después de responder a mis papás, vi los mensajes de algunos amigos preocupados queriendo saber sobre mi existencia. Unos más asustados que otros, se comunicaron: mi amiga la precavida, una vez nos contó que siempre tiene lista una maletita con lo necesario para una emergencia, afortunada que se encuentra fuera del país; el chistosito que mandó una foto de un bolillo para el susto; el casero cerciorándose de que todo estuviera en orden y no necesitáramos nada, y las llamadas de otros que se desper-
taron viendo la noticia del suceso. Hasta el madrugador editor de Crónica Sonora me preguntó que si había temblado, plática que terminó en la promesa de este tembloroso texto.
Aunque en la Ciudad de México no hubo daños graves, las noticias señalan que en Oaxaca tuvieron serios derrumbes, personas atrapadas y fallecidas... De nitivamente el mundo nos está jalando las orejas, las patas y los pelos. O al menos deberíamos de verlo así, yo pre ero entenderlo así.
Entre el remojo causado por las tormentas y huracanes de estas dos últimas semanas, este temblor que sacó sustos y los otros sucesos escandalosos que deberían provocar terremotos humanos que estremecieran nuestra cotidianeidad -sí, esas estafas maestras y los informes coloreados con orecitas que buscan cubrir socavones repletos de transas, falacias, fraudes y pillaje- más vale decir, muy a nuestro pesar, que “todo bien”.
Este artículo se publicó originalmente el 8 de septiembre de 2017 en cronicasonora.com. La fotografía que le acompaña corresponde al sismo del 17 de septiembre del mismo 2017, también en la Ciudad de México.
La disrupción creada por el colectivo de hackers Guacamaya sobre el control de la narrativa o cial en México ha puesto de relieve las fallas en los mecanismos de gobierno y sus aparatos de seguridad, elevando el rol del ciudadano en la esfera del discurso público a través del ciberespacio.
Cuando en 2009 WikiLeaks, liderada por el hacktivista Julian Assange, liberó miles de cables diplomáticos generados por consulados, embajadas y el Departamento de los Estados Unidos, se le consideró la ltración más grande la historia, no sólo debido al tamaño de los archivos, sino porque reveló por primera vez en forma digital los excesos del poder contra derechos humanos y libertades civiles en países democráticos y contra el resto del mundo. WikiLeaks se erigió como una organización postgubernamental, representando un contrapeso en materia de transparencia y rendición de cuentas, y elevando la calidad del discurso de la opinión pública. Esto gracias a que ofrecía, y lo sigue haciendo, la disponibilidad gratuita de documentos que comprueban lo que desde el nacimiento de Internet se sospechó, a principios de los 90’s, sobre un mundo orwelliano latente: que la red es un espacio peligroso y, lejos de convertirse en un gran recurso igualador de oportunidades para la humanidad en el siglo XXI, es el gran panóptico que habilita a los gobiernos para espiar a sus ciudadanos y rastrear sus movimientos en el mundo digital y real.
Guacamaya, como organización postgubernamental, ha
creado tal disrupción en México que ha cimbrado para siempre la zona de otación del discurso o cial impuesto todos los días desde el atrio de Palacio Nacional, al grado de obligarnos a cuestionar por primera vez la utilidad pública de este ejercicio mañanero unidireccional, que desde una perspectiva postgubernamental luce anacrónico.
A la par de las ideologías, el gran debate que han provocado con la ltración cibernética más grande de la historia sufrida por el Gobierno de México, particularmente en los servidores de la SEDENA, lo que visualizan también los #GuacamayaLeaks es el regreso a la relevancia del modelo ‘Cyber Leak Journalism’, promovido por WikiLeaks la década pasada, que a pesar de perder el liderazgo presencial de Assange, ha prolongado su in uencia como un referente postgubernamental, rico como tema de estudio, catalizador de prácticas disruptivas (quizá disidentes y militantes) contra un régimen democrático que no se abre a sus ciudadanos.
El ‘Cyber Leak Journalism’ nos deja también otra re exión: la necesaria promoción del periodismo de investigación en nuestro país, ese periodismo que coteja y ordena las ltraciones como un mecanismo de incidencia que interpola las esferas digital y presencial en una sociedad hiperconectada, posmoderna.
Los leaks han llegado para quedarse, es hora de abrazarlos como opción y entender que el periodismo sigue siendo un poderoso mecanismo para obligar tanto a la transparencia como a la rendición de cuentas.
E l tema no puede ser otro que la desestimación de los cargos hacia el ex general Salvador Cienfuegos por parte del Departamento de Justicia de Es Estados Unidos, para que ahora sea juzgado en México, ya que “la política exterior pesa más que el interés del gobierno en seguir con el juicio”, como declaró sorpresivamente el gobierno estadunidense. Revisando la opinión de los enterados, encontramos dos hipótesis que buscan desentrañar el notable misterio de tamaña decisión.
Cuando la detención del militar en Los Ángeles, el presidente López Obrador se apresuró a fustigar al maldito pasado corrupto de nuestro país, advirtiendo que de haber más militares implicados no habría encubrimiento de parte suya. Horas después le bajó tres rayas al discurso y cambió de villano, cuestionando esta vez al gobierno gringo por no avisarles del proceso en curso. Desde entonces, no ha faltado periodista que reporte presiones del ejército mexicano hacia el presidente, exigiéndole respeto y quién sabe si amagando y con qué.
Cuando iniciaban los parabienes a Joe Biden como
virtual ganador de la elección presidencial en Estados Unidos, hace unos días, y el presidente Obrador optó por esperar al resultados oficial, las caras sorprendidas y las críticas encendidas no se hicieron esperar.
Desde entonces, no ha faltado analista que vea una lealtad del mandatario cano al pelirrojo, y ahora que el Departamento de Justicia presenta a la jueza de Brooklyn la solicitud de desestimación de los cargos hacia Cienfuegos, se ha entendido que Trump correspondió la lealtad de Obrador.
Con todo esto, pienso en dos cosas: la exitosa gestión del gobierno mexicano (llámese Gertz, Ebrard o Andrés) ante el de Estados Unidos, todo un hito en la materia; y pienso, sobre todo, en la preocupante realidad de un ejército mexicano progresivamente empoderado, que no sólo ha ganado presupuesto en las dos décadas de este siglo sino capacidad de presión ante el presidente más poderoso de México en mucho tiempo.
Quizá, con la desestimación de cargos hacia Cienfuegos “para ser juzgado en México” (ajá), el ejército se salvó de recibir un golpe completo de Estados Unidos, porque golpeada ha quedado su imagen, a no dudar. Pero el golpe más importante, considero, es el golpe de Estado que en la práctica está impulsando el ejército mexicano, sutil en 2020 y gradual en el siglo 21. Y eso no es cualquier cosa.
Nfían en definirla hasta los más expertos. No fue la intención de Joyce Carol Oates al escribir la novela Blonde, como tampoco la del director Andrew Dominick al trasladarla al cine. Pocas veces se ha visto una adaptación más fiel y amorosa de un libro, y de un personaje, aunque hay quienes consideran que la película degrada la figura del máximo símbolo sexual en la historia, no solo de Hollywood sino del cine mismo. Ésta, en efecto, y como la novela de la que abreva, llega a ser atroz, perturbadora, casi insoportable, como lo fue la vida misma de la estrella aludida y, coincidentemente, como lo es el verdadero arte.
Todos creemos conocer vida y milagros de Marilyn, pero pocos se detienen a reflexionar respecto a lo que tales vivencias implican; hasta qué punto estas subjetividades involucran a mujeres que, en apariencia, nada tienen que ver con la actriz ni con sus circunstancias, y una de las grandes virtudes de la novela, maravillosamente plasmada en la pantalla, es permitirnos calzar las zapatillas de la rubia, envolvernos con su fragante piel, empatizar absolutamente con ella, por muy apartados que creamos estar de su mundo. Marilyn es, a un tiempo, única y arquetípica. Pretendió parecerse a otras para alcanzar la fama y terminó creando el personaje más amado de todos los tiempos. Aunque es un hecho que la mayoría de los hombres solo veían en ella un sueño erótico (un objeto carnal, en el caso de los que tenían acceso a ella), el bando femenino no permanecía indiferente en lo absoluto: o la odiaba o la amaba, aunque hasta las más radicales feministas vieron en ella la representación de la víctima propiciatoria que cobijaban y combatían a un tiempo. Sí, el mayor sueño de Marilyn, según se nos plantea aquí -y, sinceramente,
creo que era real- no era ser rica y famosa, sino ser amada… aunque todo el amor del mundo, que lo tuvo, no la compensaría del que más hubiera deseado tener: el padre mitificado al que apenas conoció en una foto falsa y termina convirtiéndose en el narrador, voz en off, del vía crucis de una hija mucho más próxima a la santidad que a la depravación, contrario a lo que muchos han creído ver. Lo que esta mujer padece, del todo apartado al cuento de hadas que algunos creen, es la magnificación del martirio que padecen las mujeres promedio de manera casi desapercibida, cuando no normalizada, comenzando por la imposibilidad de ser tomada en serio por una mayoría masculina que tiene en sus manos el destino de las aspirantes a actrices o a lo que sea. El director hace de la lascivia masculina un espectáculo de horror, no es para nada casual que los rostros de los hombres que se ciernen sobre la protagonista luzcan grotescamente deformados, más allá de lo bestial. El productor que la sodomiza sobre un escritorio no requiere dar la cara: se refleja en el dolor y la humillación del propio rostro de quien empieza a convertirse en Marilyn.
Se habla mucho de un afán desmitificador que, en todo caso, comienza en la novela de Oates, para quien extraer la moral americana de su acartonado capullo ha sido el leit motiv de su obra. Tanto en la novela como en el filme, curiosamente, el mejor parado de los hombres de Marilyn es el que algunos consideran el más cruel, Arthur Miller, presentado como El Dramaturgo y bellamente interpretado por Adrian Brody, a quien hace mucho no veíamos en un rol digno de su genio actoral. Por su parte, el beisbolista Joe DiMaggio o El Atleta, a cargo del “duro” Bobby Canavale, del que se dice -y es verdad- fue el único en lle-
muerte, fue, en efecto, un esposo apasionado y muy enamorado pero terriblemente celoso y de mano muy suelta. El sobrevaluado presidente Kennedy, “El presidente” (Caspar Phillipson) es presentado aquí como un patán que manda llamar a la gran actriz para darle trato de prostituta, solicitarle con palabras soeces que le practique sexo oral, y como tal es tratada, de regreso, por quienes protegen la inmaculada imagen del prohombre de estado. La escena más “shockeante” del filme para muchos, además de la del “sexo oral”, es la que plantea que Marilyn conformaba un trío amoroso con los hijos de Charles Chaplin. En lo personal no fue el trío lo que me impresionó, sino la mirada del actor Xavier Samuel (Cass), de una sensualidad brutal donde se cuela la ternura, como nunca he visto otra mirada en una escena tan íntima. Que sea o no verdad, pienso, sale sobrando. Habría que hacer notar la estupenda actuación de la pequeña Lily Fisher que interpreta a la Marilyn niña, a manos de una madre inestable, esquizofrénica y poco afectiva, admirablemente encarnada por Julianne Nicholson.
El australiano Andrew Dominik, director asimismo de El asesinato de Jesse James y Mátalos suavemente, protagonizadas por Brad Pitt, que en este caso funge como productor, así como del extraordinario documental This much I know to be true del músico Nick Cave, a quien debemos la impresionante banda sonora, junto con Warren Ellis (aspecto muy poco destacado por la crítica especializada), hace gala de una sensibilidad fuera de serie, empezando por el hecho de elegir a una actriz cubana para interpretar a Marilyn, Ana de Armas, de 34 años (dos menos que Marilyn al morir) que, caracterizada, deja de ser Ana de
Armas, deja de ser cubana, para volverse una con Marilyn netamente estadounidense, juego que se establece también entre la propia Marilyn con respecto a su verdadero yo que es Norma Jean Baker, en una especie de metainterpretación. Entra en pugna un juego casi esquizofrénico, Marilyn hablando de sí misma en tercera persona cuando no siente que sea realmente ella a la que está viendo en pantalla. Las escenas de Marilyn escribiendo un diario y esforzándose por ser mejor actriz, corresponden a una realidad consignada en cintas y libros, aunque en estos casos se le presenta como a Norma Jean, misma a quien el maquillaje y los medicamentos psiquiátricos transforman como por encanto en su alter ego, Marilyn Monroe, la que jamás tomaría una pluma o leería a Dostoyevsky. La fotografía de Chayse Irvin, favorito de Spike Lee (Pass over, Blankkklasman) complementa perfectamente el resto de los elementos y contribuye a convertir en poesía pura escenas que pudieran resultar sórdidas y hasta de mal gusto. Quiero suponer que este filme será acreedor a múltiples nominaciones a los premios Oscar. Por lo pronto, maravilló en el Festival de Venecia y ha encontrado una cierta resistencia entre el público no conocedor de cine o demasiado conservador.
Narradora, ensayista y crítica literaria de alcances nacionales: Premio Nacional de Periodismo Fernando Benítez 1994, Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta 2006, entre otros.
Esamos. Es un ejercicio diario. Recurrimos a nuestra historia cercana en cada decisión a tomar. Recorremos rápido nuestras experiencias sobre el asunto que nos tiene en ascuas y, en ocasiones, casi siempre, las relacionamos con la historia cercana de algún o algunos otros que tienen que ver con el punto. El recurso del pasado está en las conversaciones diarias. El pasado nos une en encuentros rápidos de los que no quedan registros escritos, hasta que las decisiones afectan al grupo social. También recurrimos a nuestro pasado cercano para ubicarnos como individuos dentro del conjunto, hasta que, también, el conjunto busca su identidad, su personalidad, en el universo en el que vive. Así, se forman las asociaciones, los clubes, las agrupaciones, que “escarban” en el pasado para construir la historia llamada regional.
Sonora no está al margen de este sano ejercicio. En un principio, fueron voluntades personales las que emprendieron la empresa de construir la identidad regional. Recordemos al profesor Eduardo W. Villa, con un gran historial en el ejercicio de historiar. Participó en el 4º Congreso de Historia Mexicana, celebrado en la ciudad de Morelia del 21 al 27 de enero de 1940. Al cronista de la ciudad, Fernando Galaz, quien por allá, por el mes de agosto de 1960, presentó su libro “desde el Cerro de la Campana”. A Claudio Dabdoub, autor de una historia del Valle del Yaqui. Las personalidades son vastas como para presentarlas a todas en estas breves líneas. Pero todos ellos fueron construyendo los cimientos de lo que vendría a ser la Sociedad Sonorense de Historia. Pero antes de ésta, hubo un intento de asociación a fines de 1970, cuando un grupo de interesados en la historia, se reunieron para traer a Hermosillo una especie de franquicia de una agrupación que ya funcionaba en el suroeste de los Estados Unidos, “El Corral”.
Los antecedentes de la actual Sociedad Sonorense de Historia, tienen raíces que podemos buscarla desde mediados del siglo pasado, y aún antes. Una vasta historia por escribir, que dejamos en estas breves líneas como una inquietud. En fin, las voluntades individuales se agruparon y fundaron la Sociedad Sonorense de Historia,
A. C., el 25 de noviembre de 1975. Fundación posterior al Primer Simposio de Historia, inaugurado el 30 de octubre del mismo año, en el aula magna de la Escuela de Derecho de la Universidad de Sonora. En este primer simposio, participaron historiadores de los Estados Unidos, James Officer, Michael Meyer, Charles Polzer, entre otros. De la Ciudad de México, participaron, el doctor Enrique Florescano, Wilberto Jiménez Moreno y Héctor Aguilar Camín. Entre los “locales”, figuraron Héctor Pesqueira, Gustavo Rivera, el profesor Armando Quijada, el licenciado Juan Antonio Ruibal Corella y otros.
La riqueza de aquella Sociedad Sonorense de Historia, fue la de un espacio en el que compartían verdaderas “lumbreras”, como se dice luego, de la historia, como los ya citados arriba, con los aficionados que carecían de método, pero que desbordaban pasión. Viene a la memoria Néstor Fierros Moreno, originario de Óputo, Villa Hidalgo, quien recuerda, a mediados de 1986, que en sus años de la juventud conversaba con los “viejitos” del pueblo para enterarse de la historia de su pueblo natal. Inició su participación en el IX Simposio de Historia y Antropología de Sonora, 1984, con el tema “Algunos compositores sonorense”, que amenizó con su inseparable armónica. Epifanio Zamorano Ramos, ferrocarrilero jubilado y apasionado de la historia de los ferrocarriles en Sonora; Remigio Agraz, aportando sus conocimientos sobre el tema de la numismática; Gilberto Escobosa Gámez, cronista de la ciudad y sus narraciones sobre sus calles y personajes.
Eran otros tiempos. Mis recuerdos de la Sociedad Sonorense de Historia y de los simposios, inician a principios de la década de los ochenta. Las reuniones eran en el Ágora de FONAPAS, hoy Cineteca de Sonora, y los simposios en el actual edificio de SIDUE, frente al costado norte de la Plaza Zaragoza, cruzando el bulevar Hidalgo. Recuerdo el pequeño espacio repleto de asistentes y su pasillo, entre mesa y mesa, un verdadero hervidero de ponentes y de interesados, en entusiastas conversaciones sobre los temas expuestos. Eran simposios que convocaban a moros y cristianos, quienes, programa en mano, seguían el curso de nuestra historia. Espero que algún día, la Sociedad Sonorense de Historia, nos cuente la suya.
Fíjate, Magali, que en mis años mozos el deporte era mi pasión, lo mismo el fut que el basquet. La desaparecida cancha de Villa Juárez, mi pueblo casi natal, fue testigo de ello. Me pasaba las horas chiroteando, compitiendo. Poco o nada le hacía sombra a la adrenalina vespertina, de lunes a sábado y a veces los domingos.
Ayer, treinta años después, fue una jornada encontrada: entre la presión laboral y el impacto por tu súbita partida se dio una extraña mezcla, porque soy el editor de un medio cultural y a la vez conocido, cuate o camarada tuyo. No alcanzamos la categoría de amigos, es verdad, pero te guardé un aprecio su ciente para verme sacudido por la noticia y, por ende, para verme atrapado entre la chamba a contrarreloj (estamos desbocados en la edición impresa, esa que celebraste en el último café que topamos), el luto y la necesidad de decir algo, de publicar algo, sobre la partida de una colega generosa en sus conceptos para con Crónica Sonora (nos diste un diploma simbólico, cuando te topé en otro café, esa vez con el tremendo Carlos Sánchez en tu mesa), y por demás amable en el trato, para conmigo o quien fuere, nunca parada sobre el ladrillo de la fama, como suele pasar en estas nobles tierras.
Anoche, cumplidos los deberes, me volviste al pensamiento y al mismo tiempo una imagen de aquellos años infantiles en el pueblo:
un contragolpe en un juego de basquet y el Hermes gritando: “¡Te fuiste, Magali!”. Bien a bien, nunca supe si esa Magali existía en carne y hueso, pero ese grito de guerra era chusco y potente a la vez: a correr como locos al grito de: Te fuiste, Magali.
Y anoche, mientras cenaba con mi familia, me vino esa frase, pero no como arenga sino como asimilación. Te has ido, Magali, te has ido pero queda tu sonrisa, tu inteligencia y tu pasión por la vida, la que en charlas recientes dirigías al estudio de la tanatología, qué ironía... doble ironía, si me apuras, porque hoy necesitamos una compañía que nos ayude a comprender las repentinas partidas de los seres queridos, de los seres admirados.
Por cierto, buscando una imagen tuya de cuando atendías el teléfono de “Entre Líneas” (programazo de Telemax de los años 90, creado y conducido por tu señor padre, recién fallecido también), que fue cuando te conocí y hasta me alboroté, di con una videonota en la que apareces junto a otro personaje de la cultura sonorense y nacional, el Armando Vega-Gil, también partido repentinamente... Te fuiste, Magali, pero aquí seguirás. Como Sergio o como Armando, pero con tu sello propio. Gracias por esas lecciones, las de periodismo y, sobre todo, las de humanidad. Descansa en paz, querida Magali.
Vamos a cerrar el año y entregamos la tienda. Ayer sólo vendimos 73 pesos y nos quedaron debiendo tres de unas Marías. Encima se me volvió a subir el muerto para insistir con el préstamo de la embotelladora.
Los clientes me veían desde la enrejada. Ahí observaron cómo me tensaba y abría y cerraba los párpados para pedirle al cielo que me reuniera con Mariela, pero preguntaron por mi salud hasta tener de vuelta el cambio. De sus dos coconas nosotros ganamos cinco pesos, hace varios años que atendemos desde la puerta, que sólo los días de sobre-ruedas y los nes de semana traen alguna ganancia, y me preguntaron si estaba bien hasta tener de vuelta el cambio.
Me duele tomar esta decisión, pero tengo que pensar en mis hijas, en mis nietos, que son todo lo que tengo. Hace unos días llegó un funcionario del SAT a cobrarme piso. Que si quería podían venir los del cártel, me advirtió. Estaba dentro porque se identi có como un servidor público, así que tuve que darle lo de dos días de trabajo.
Mi salud tampoco es la de antes como para mostrar los dientes y competir con las tiendas de conveniencia y sus promociones, o enfrentar a las farmacias con carnicería y sus descuentos, y a la vez pagar estas extorsiones. Hoy ya no puedo despertarme sin hallarme encadenado a otra parálisis del sueño.
La primera vez que se me trepó esa enredadera ‘taba yo muy chavo, de apenas doce o trece. Aquella noche fue cuando descubrimos que Mauro tocaba a nuestras hermanastras más chicas. A Mauro lo mandaron de vuelta a Chilpancingo con el tío que había abusado de él -y de otros sobrinos- y volvimos a verlo muy poco. Siempre me sentí mal con Mauro, pues fui yo quien le delató. Desde entonces que se me sube el muerto. A mis 71 es muy fácil recordar porque la memoria casi se ha ido por completo. Por ejemplo, olvidé el nombre de las gemelitas, aunque sé que crecieron bien. A los años mi madrastra abandonó a mi papá por borracho y a mí me dejó en Tijuana con unos familiares de ella antes de cruzarse al Gabacho.
Casi todas las madrugadas despertaba tieso y sudando sales como los mares. Yo lo compensaba sacando el pecho. Descubrí un gimnasio de box en la Zona Norte, al que visitaba después del trabajo; llegaron a decir que ni el mismísimo Julio César me enfrentaría sin destrabarse. Infortunadamente, la familia de mi madrastra me echó luego de que mi bienhechor visitara el tugurio en el que yo estaba trabajando...
Lo que trato de decir es que el o cio de abarrotero es muy celoso. Vas del changarro a la casa con una monotonía quimérica que in-
cluye muchas horas en los supermercados. A lo largo de los años la vida se ve desde una ventana, pero al abrir la puerta principal la situación se reduce a la oferta y la demanda. Recuerdas navidad por lo gastado; la esperas con cariño por lo mismo.
Entonces vives con el muerto encima. Te suda la frente, el aroma se vuelve todo azufre y sientes que puedes mover las manos, la memoria, el porvenir... aunque te quedas pasmado hasta despertar de nuevo. A mi padre también le pasaba, trabajaba cuidando los sembradíos que unos militares le quitaron y cedieron a la maa en nombre suyo. Desde entonces no volvió a andar sobrio. A mí la mamá de mis hijas, el amor de mi vida, mi eterna Mariela, me pasó no sé qué tantos huevos de la cabeza a los pies, me llevó con muchas otras nigromantes e inició a nuestra hija mayor como comerciante, para que nosotros tomáramos dos vacaciones por año hasta que se nos fue, hace dieciséis años ya.
—Esto es todo lo que haremos luego de cerrar la tienda, viejo: viajaremos.
—Pero si tus abarrotes no cerrarán nunca, los dejaremos en muy buenas manos —le prometía chacualeando amor.
A veces pienso que le quitamos a Celeste su formación profesional, la familia y toda una vida distinta por ponerla a trabajar así antes de terminar la escuela. Tengo que ayudar a mi papá, les habrá dicho a ustedes. Ayudarle a ser insultada porque los refrigeradores no sirven o porque la cerveza viene quemada, que por qué todo está tan caro si en el mercado el paquetito de varios es muy barato, y a ser asaltada en tantas ocasiones que tuvimos que enrejar la entrada.
En n, la embotelladora nos ofrece 25 mil pesos, aunque necesitan las escrituras de la casa de mis hijas como garantía. Y con la tasa de interés tendríamos que aumentar los precios. La ironía es que sólo los pequeños de Sofía, la más chica de mis hijas, son los que insisten en conservar la tienda de su abuela.
Abarrotes Mariela, 52 años al servicio de la colonia Herrera y una familia de tres generaciones que logró sobrevivir gracias a ustedes, nuestros clientes, vecinos, amigos.
Celeste iniciará a trabajar de cajera en la Distribuidora de Abarrotes y Carnes la próxima semana, así que comenzaremos a cerrar a las ocho, una hora antes de lo habitual. En enero yo voy a acompañarle como empacador, pues el medio siglo haciendo esto me ha asegurado el puesto.
Por Eduardo Carrillo
Tijuana, Baja California, México
Ciudad Obregón, Sonora.- Me dijo: —No sé si fue porque fui abusado sexualmente de morro, o porque mi mamá se fue con un señor y nos dejó, o si fue por pura baquetonada mía, pero cuando menos pensé, ya estaba bien prendido del foco. No podía hacer nada sin meterme la maldita droga; hasta para ir al jale o para ir a ver a mi morra lo hacía.
Lo probé por primera vez en una borrachera, un sábado en la noche, cuando me lo rolaron. Era una bolsita de plástico con cocaína revuelta con cristal, pero no me dijeron… me puso bien machín; duramos tres días tomando sin que nos diera hambre; yo me sentía el rey del mundo; todas mis broncas se me olvidaron de volada y agarramos un curón esa noche, que me dolía el estómago de tanto reírme, no se me olvida, pero tampoco se me olvida la cruda espantosa que me dio. Sentía que la cabeza me iba a estallar; vomitaba pura bilis, pues no traía otra cosa en la panza, sentía que me iba a morir y, aún con eso, para el otro fin de semana ya andaba buscando más de ese “polvo mágico”, hasta que lo conseguí.
Después comencé a consumir entre semana, ya no podía esperar hasta que llegara sábado. Se me hacía eterno. Luego dejé de metérmelo por la nariz con coca, porque salía muy caro, y para sentir más machín el efecto, comencé a fumarlo puro el cri cri y, así, sin maliciarla, me fui clavando en ese rollo, y para cuando me cayó el veinte, ya estaba bien hundido en la mierda esa… junto con la necesidad de la droga, llegaron los problemas; me corrían de todos los trabajos y de todas partes, comencé a robar descaradamente, caí al bote, se me chingaron los dientes, me salieron unas pinches ojeras bien gachas, manchas por todas partes, ya no veía bien, todo el día andaba bien paranoico, me dolía todo el cuerpo y lo sentía pesado, pesado, y tenía que volver a fumar para sentirme bien.
Ya no pensaba en otra cosa que fumar, andaba todo tembloroso y sin poder dormir, tenía que fumar más. Terminé en los puros huesos. Mi vida era un desastre total; todo estaba de la chingada, bueno, casi todo, porque por ese tiempo conocí a la que ahora es mi esposa, una mujer muy buena y cariñosa que me aguantó mucho. Me acuerdo que la veía llorar todo el tiempo, y sé que quedó lastimada con todo lo que le hice pasar; y luego, ya bien fumado, me convertía en una bestia sexual y la pobre aguantando toda mi rudeza. Luego salió embarazada dos veces y tuvimos dos hijas; temo que hayan nacido con la debilidad por la droga porque cuando “las hicimos” eran mis tiempos de adicción pesada. Al poco tiempo, ahí veía a mi hijitas acostadas en un cuarto muy pobre, pero yo me bloqueaba el cerebro para que no me importara y salía a drogarme otra vez. Me sentí mal y lloraba por ser tan mal padre, pero no podría contra el vicio, hasta que un día mi esposa, porque nos casamos por la iglesia, ella es mujer de familia, me dijo que si no cambiaba me iba a dejar y no vería más a las niñas, y me contó que se había enterado de que en Ciudad Reynosa, Tamaulipas, había un centro de recuperación muy bueno, que me internara, y así lo hice, aunque entraba y salía del centro con las recaídas, hasta que un día me llegó la salvación de Dios. Fue Dios que me salvó, junto con mi esposa y el grupo doble A. En ellos me sostengo. Ya tengo nueve meses limpio de drogas y alcohol, pero no canto victoria, porque sé que en cualquier momento puedo caer… uno queda marcado para siempre cuando se mete tan fuerte en el vicio; me da mucho miedo, pero voy a seguir luchando para no caer. Al que me violó ya lo perdoné; quería matarlo pero en realidad soy bueno, y mejor lo perdoné.
Por más que existan personas o grupos que se obsesionen en detener su marcha, el mundo nunca ha dejado de girar. Tras un sinfín de capítulos vividos por la humanidad (a menudo trágicos), las murallas fantasmales con que los oscurantistas se obsesionan en ocultar verdades contrarias a sus dogmas y nada buenos intereses, van cayendo ante el insoportable peso de la realidad cambiante, plural.
La década de 1960 se asomó con cara de franco descontento: las masas hastiadas de garrotes y mordazas se lanzaron a las calles a reclamar su derecho a ser visibilizadas. Esa autodenominada “mayoría” (acostumbrada a ejercer el poder de manera vertical y falocéntrica), se ve de pronto enfrentada a mujeres, jóvenes, afrodescendientes, indígenas y otras minorías que asimilaron una conciencia acallada por preceptos y amenazas malolientes ya de tan acedas.
Antes de que dicha década expirase, en Stonewall (Nueva York), un grupo de homosexuales y personas trans decidieron externar su hartazgo ante los agravios y abusos policiales, que iban del hostigamiento a la detención e incluso la agresión física. Ése fue uno de los tantos pasos decisivos para la digni cación y reconocimiento de la diversidad sexual, mas no fue el primero: un par de años antes, Inglaterra había invalidado las pavorosas leyes que condenaban la homosexualidad, cuyo castigo iba de la pena carcelaria a la castración química.
Habrían de pasar todavía algunos años (muchos, según mi entender), para que otra minoría manifestara su derecho a comparecer en un mundo que aún sigue burlándose de gente de avanzada edad que se atreve a manifestar su deseo erótico a través de bromas y chistes de misérrimo gusto. A ésa incomprensión e ignorancia se han tenido que enfrentar los ancianos homosexuales: una minoría dentro de otra minoría.
Como homosexual gerontofílico que soy desde que tengo conciencia sexual, he re exionado en torno a la forma pavorosa en la que las “buenas conciencias” han humillado sexualmente no sólo a la gente vieja, sino a personas mutiladas, con sobrepeso, invidentes, inválidas, etcétera. Por esa razón, hoy, en esta vigorosa Crónica Sonora, celebro a quienes promueven esta tan particular libertad sexual a través de la publicación de revistas, libros y películas en torno al tema.
La primera publicación dedicada a caballeros homosexuales con
arrugas y sin cuerpos atléticos fue Swan, “cisne” en inglés, que arrancó en 1986. La urgencia por desmiti car la inapetencia sexual en el otoño era mayor al presupuesto con que contaban sus editores, fue así que Swan tuvo que modi car su título por una cuestión de derechos, cambiándolo por Chiron Rising (Constelación Ascendiente).
Ya con su nuevo nombre, la revista se mantuvo a ote hasta el año 2001, para posteriormente pasar a formato en disco compacto.
Hay que decir que esta publicación tenía como modelos a sus propios suscriptores, quienes accedieron gustosos a quitarse su camisa, y hubo otros que no tuvieron empacho en despojarse de toda prenda y de toda inhibición. Además, fueron también sus suscriptores quienes enviaban artículos, reseñas, poemas y testimonios: todo un festín de realidad humana.
Después vinieron revistas como Centaur o Daddy; Husky, Bulk Male y Big Ad, Bear y 100 Percent Meat, dedicada al movimiento sexual de los llamados “osos”: hombres corpulentos, masculinos, con bigote o barba y vello en alguna parte de su cuerpo.
El deseo se extendió hasta el video (Digital Fantasy algún día será considerada como la Garganta Profunda en su versión homo-gerontofílica) y sitios web: tal vez el más famoso sea Silvedaddies, el cual, por cierto, ha logrado reunir a hombres que, en pleno otoño de sus vidas, decidieron casarse y vencer la soledad.
En cuanto a libros, en 2004 Laurie Toby Edison dio a conocer Familiar Men, con fotografías de hombres desnudos, algunos de ellos ancianos y otros mutilados, pero cuyas miradas y realidad asombran por su serena belleza. Para el año 2013, aquí en México, los extraordinarios fotógrafos Rogelio Cuéllar y Maritza López nos convidaron Músculo Corazón, en cuyas páginas vemos fotografías de escritores, locutores y artistas que pasan de los 60 años, además de ensayos en torno al tema por parte de plumas sabias como Andrés de Luna y Rafael Toriz, entre otras.
El deseo en la edad madura es un derecho humano, ejercerlo nos hace recordar que la felicidad puede radicar en una caricia, en un abrazo, en un beso. Se los asegura un gordo, viejo e imperfecto HOMBRE FELIZ.
(Con todo mi amor a Daniel Garnes, Joe Bartlett, Xavier Aldarull, Antonio Salamanca y Gerard Desesquelle).