CRÓNICA SONORA 6 / Feb-Mzo 2023

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Mis queridas y muy queridos lectores, hemos iniciado el año como Doroteo Arango en portada: a tambor batiente. Ya preparando esta edición, ya alimentando el portal (cronicasonora.com, no lo olvides), ya colocando materiales que sólo verán en nuestras redes sociales: , , y sobre todo . Qué modernos, ya sé.

Empero, no dejamos de poner el dedo en la llaga: bájenle al teléfono, mis chavos. Disfruten el entorno, saluden al vecino y cojan, cojan todo lo que puedan: revistas, libros, árboles, tierra, lodo, todo menos el fregado aparatito que tanto ha trastornado nuestras vidas y lo que falta. No obstante, la lucha sigue y sigue (como decían los activistas de antes, hoy hermosos funcionarios), y Crónica Sonora es claro ejemplo de esa resistencia a la virtualidad, con todo y que hace ocho años iniciamos — y seguimos— en la dichosa Internet.

Regresando a la portada y al ejemplar en tus manos, quiero hacer patente mi entusiasmo por las plumas que engalanan esta edición, la sexta en papel. Primero, el Uribe analizando un artículo publicado en nuestro primer número impreso; luego, el Jara concluyendo su viaje al más allá vía hongos.

Pero son las chicas las que han tomado el mando de esta edición.

Patty Vega se ganó a pulso la portada y la página cuatro con un texto de psicohistoria y con otro abordando el escándalo educativo más que político que subyace al plagio de la todavía ministra Esquivel; de su lado, Magaly Vásquez propone una lectura de las manifestaciones feministas que los puede poner a pensar; por último, Janeth Núñez nos da un soberano jalón de orejas a los hombres, ya leerán por qué.

Me despido prometiendo nombres para la siguiente edición. ¡Nombres! ¡nombres!, grita el entrevistador incómodo. Pero los míos, mis nombres, son nombres de paz, nombres de amor, nombres de gentes (sic) que le han aportado monedas al proyecto adquiriendo una suscripción o haciendo un donativo, ¡porque los hay!

Fuerte abrazo.

Jesús Uribe García Hermosillo, 1952. Arquitecto y editor. Podría ser el cronista de Hermosillo.

María Patricia Vega Amaya Hermosillo, 1978.

Licenciada en Historia por la Universidad de Sonora, maestra en Historia por el Instituto Mora y egresada del doctorado en Historia de El Colegio de México.

Magaly Vásquez Montaño Nacozari de García, 1987. Historiadora, feminista y conductora de Perspectivas Históricas en Canal Once.

José Luis Jara Rivera Hermosillo, 1959.

Trabaja en la UNISON, promueve el Café Nindú y se ostenta como “libreperiodista” desde la década de 1980.

Ricardo Abraham Mendoza Córdova San Pedro El Saucito, 1960.

Es geólogo de profesión y narrador nato que escribe como Dios le da a entender. Tiene por hobby caminar por todas partes excepto en andadores y le gusta que le lleven serenata aunque no sea su cumpleaños.

Janeth Núñez García Ciudad Obregón, 1979.

Estudió Ciencias de Comunicación en la Universidad de Sonora, época en la que imitaba a Alejandra Guzmán.

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En portada, Villa y Siete Leguas al frente de sus Dorados tras la sangrienta toma de Torreón, la primavera de 1914. Colección Casasola.

ESCUELAS

imágenes las

ermosillo, Sonora.- Escuchar a la gente es un ejercicio muy revelador. Es el primer acercamiento a la realidad que vivimos. He escuchado muchas historias llenas de minucias, de intrascendencias, de cosas sin importancia. A la gente le gusta platicar, decir de dónde viene, por dónde ha pasado y cuáles han sido sus tribulaciones y sus logros. Cosas sin importancia, pero que dejan imágenes que son como piezas de un gigantesco caleidoscopio que, a la larga, construyen la gran imagen de lo que somos. Una imagen que se transforma con un simple giro, otra plática, y las formas cambian. En su artículo “Píntame elefantes blancos” (Crónica Sonora, número 1, abril-mayo de 2022), Reyna G. Rivas nos narra de viva voz y desde la colonia Los Olivos, las eternas tribulaciones de los vecinos en uno de los tantos barrios periféricos de la ciudad. Nos narra ese extraño diálogo ya por todos conocido pero eternamente practicado: el de las promesas, no de nosotros, sino de los candidatos a algún cargo público. Parece que ya nos acostumbramos a vivir de las promesas; el candidato va, promete y asunto arreglado.

Los vecinos de Los Olivos, o de los “Olvidos”, como ellos se reconocen, han sido también víctimas de las promesas, como todos los millones de “periféricos” habitando las ciudades mexicanas. En ocasiones las promesas se cumplen, pero para vivir vidas fugaces, efímeras. Cuando llega otro candidato al puesto, informa que “rescatará” la ciudad, otro de los vicios “candidatiles” de nuestra vida política. Cada

candidato desaparece lo hecho por el anterior y nos informa que, ahora sí, convertirá la ciudad en un espacio habitable. Para, posteriormente, desaparecer lo hecho por el siguiente y prometernos de nuevo que hará lo mismo.

Como lo muestra el artículo, el candidato triunfador en turno cumplió su promesa en Los Olivos, habilitando el Centro Integral de Atención a Víctimas de Violencia Intrafamiliar y de la Mujer. Pero funcionó mientras el triunfador ocupaba el puesto. A la llegada del siguiente triunfador, el Centro de Los Olivos pasó al Olvido, convirtiéndose en una ruina vandalizada. Otras promesas trajinaban por otros rumbos de la urbe, prometiendo que “ahora sí”, resolverían todos los problemas de la ciudad. Casi, casi, el movimiento perpetuo de nuestro devenir político.

Como bien dice Reyna G. Rivas, la solución era tan simple, como que los vecinos se hicieran cargo del centro.

En las conversaciones con la gente encontramos el espacio que vivimos, no el que algunos “teóricos” quisieran vivir y que viviéramos. En esta visión encontramos la construcción del espacio que se origina en sus vecinos y no en las tarantelas teóricas traídas de Europa o de Estados Unidos, bien protegidas por maestrías y doctorados. No es la teoría la que construye el espacio, es el espacio el que construye la teoría. Y la construcción de “nuestra” teoría urbana está en la gente y sus tribulaciones, en sus conversaciones. Así de simple.

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DE CUARTA

La marcha por el Día Internacional de la Mujer, celebrada en gran parte del mundo cada ocho de marzo (8M), es la más clara expresión de la consolidación de la transformación del movimiento feminista, que ha sido identificado por activistas y especialistas en el tema como una cuarta ola feminista o, mejor dicho, un “tsunami”. Esto por la potencia de su movilización y lo avasalladora que representa la lógica y los objetivos de la lucha feminista actual: violencia, feminicidios, desigualdad, misoginia, limitaciones para decidir sobre nuestro propio cuerpo. Es un nuevo movimiento pero con aspiraciones y anhelos que se conectan con el pasado al poner en el centro de la lucha antiguas demandas no resueltas. Las diferencias: un movimiento que se caracteriza por ser un feminismo de mayorías, más radical, menos liberal y que en muchos sectores se autodefine desde el anticapitalismo y el antirracismo. Es un feminismo global que confluye en redes transnacionales.

Por otro lado, es evidente que no estamos ante un solo feminismo, por eso se habla en plural, de feminismos. Hemos reconocido que hay una diversidad de demandas, actoras y grupos diferenciados ligados no sólo a una condición de género, sino también al origen étnico, a la clase. No tiene las mismas necesidades y objetivos una mujer de clase media, con acceso a la educación en un espacio urbano, que una mujer de origen indígena que vive del campo y de la preservación de su tierra, de saberes y prácticas ligadas a la tradición. Por ello el esquema de la interseccionalidad se vuelve sustancial para reconocer las múltiples luchas de las mujeres en espacios y contextos diferenciados.

¿En dónde está el origen de este tsunami? Aunque no hay

precisión al respecto, es posible reconocer esta nueva etapa del movimiento feminista en el año 2010, en el marco de otras movilizaciones sociales que marcaron a diferentes espacios nacionales en el mundo, como la Primavera Árabe, el 15M español, las protestas griegas, entre otras.

El 8M forma parte del calendario feminista junto a las conmemoraciones del 25 de noviembre (Día de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres) y del 28 de septiembre (Día de Acción Global por un Aborto Legal y Seguro). Estas fechas son el vínculo con las expandidas formas de manifestación y conmemoración como recurso activador de la memoria y su resignificación. El feminismo se alimenta de su propio pasado y lo articula al presente. El feminismo apela al pasado del movimiento para extender un lazo continuo en la lucha por emancipación y/o autonomía de la mujer.

El conmemorar implica un vínculo con la memoria y con el deseo y objetivo de no olvidar. El 8M como conmemoración permite nombrar lo que falta, en cuanto a igualdad de derechos; al tiempo que recuerda y le pone nombre a cada una de las mujeres víctimas de la violencia, apela a la justicia y a la no repetición. Las movilizaciones feministas han hecho posible el surgimiento de nuevos lugares de memoria. Asimismo, cuestionan espacios ligados a la narrativa oficial y nacionalista de la historia, el patrimonio y la identidad cultural mexicana.

Las acciones iconoclastas son un ejemplo de ello. Sobre el tema, el debate es acalorado. La sociedad se divide al respecto entre quienes defienden la propiedad privada y el patrimonio cultural de la ciudad-objeto, y las personas que reconocen las causas de la “rabia” o la justificación para

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MOVIMIENTOS

tales actos ante la indolencia social y de las instituciones ante la violencia de género. La iconoclasia forma parte de la historia de la humanidad y responde a contextos particulares desde los que se cuestionan los símbolos del pasado, pero también los del presente y sus estructuras económicas y políticas, según el caso. Los medios aún promueven encabezados con la palabra “vandalismo” para describir los actos efectuados en protestas no sólo feministas. Es decir, recientemente, a nivel global, encontramos actos iconoclastas contra figuras y símbolos materiales que representan el sostenimiento del racismo y el colonialismo. Como el caso del movimiento Black Lives Matter, o las protestas en Canadá en torno al descubrimiento de fosas con los cuerpos de cientos jóvenes indígenas que fueron víctimas de un genocidio cultural durante la segunda mitad del siglo XX. Acciones políticas que se explican en función de un contexto político específico en donde, como señala el historiador Enzo Traverso, hay una historia de opresión y de visibilización de actos pretéritos vinculados a la violencia y la discriminación. 1 Las acciones iconoclastas deben ser entendidas desde su complejidad. Estas son llevadas a cabo por grupos feministas a partir de posicionamientos anticapitalistas, pasando por la crítica de la construcción de la historia nacional, combinada con un hartazgo consistente ante el alza de los feminicidios y las pocas medidas efectivas para reducirlos por parte de las autoridades; además de una banalización de las acciones pacíficas de las mujeres por parte de la sociedad, los medios de comunicación y las instituciones. Esta apropiación del espacio público también la encon -

tramos en la construcción y consolidación de lugares de memoria a través de la creación de anti-monumentos y memoriales con una carga simbólica que ha permitido tejer una identidad colectiva sustentada en la lucha histórica feminista (conmemora el pasado), así como un recordatorio de la latente violencia de género, espacio en el que además se recuerda, y en algunos casos, se nombra a las víctimas de esa violencia. En 2012, por ejemplo, se colocó la “Antimonumenta” frente al Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México.

Los lugares de memoria son la combinación entre un espacio, a veces material, a veces abstracto, que contiene significados y da sentido a la activación de la memoria colectiva. 2 Algunos de estos lugares se convierten en espacios alternativos que confrontan otros lugares, otras memorias. El feminismo cuestiona, desarticula narrativas “naturalizadas”, pone en tensión discursos y narrativas que perpetúan la desigualdad y la violencia. El feminismo es revolucionario de origen y su continuidad depende de ello. La violencia de género, los feminicidios, el acoso, la desigualdad en diferentes ámbitos explican estas expresiones de frustración, rabia y necesidad de justicia.

1 Enzo Traverso, “Derribar estatuas no borra la historia, nos hace verla con más claridad”; Nueva Sociedad, junio 2020.

2 Eugenia Allier Montaño, “Los Lieux de mémoire: una propuesta historiográfica para el análisis de la memoria”, Historia y Grafía, núm. 31, 2008, pp. 166-167.

7 FEB - MZO 2023 |
SOCIALES

Villa es una figura polémica, la presunta ambivalencia de su carácter se presta a la discusión ya que no es fácil comprender cómo un hombre en sí mismo encierra la masculinidad, la bondad y la barbarie. Este hecho lo hizo una figura vulnerable a diferentes discursos ideológicos, sobre todo a principios de la década de 1930, cuando el cine y la literatura simplificaron o redujeron la personalidad de los héroes revolucionarios a fin de que cuadraran con las interpretaciones que se proyectaban.

Sin embargo, la personalidad del caudillo a mi no me parece ni un tantito contradictora. Villa ha sido presa, como todos los que nacimos en una época de crisis generacional y de transformación mundial, de la serie de trastornos que caracterizan a quien se revela con un pasado que los aprisiona en la injusticia por no caber en él y, al mismo tiempo, apuestan por un futuro que por ideal impide que los individuos, imperfectos por naturaleza, no alcancen a llenarlo. De hecho, si hubiera vivido en otra época me hubiera gustado nacer en la época del caudillo, la segunda mitad del siglo XIX, en 1878 para ser exacta.

Ese año me parece convulso. Se dejan ver los resabios de antiguas creen-

cias, como lo ilustra el último juicio contra la brujería, en Salem, Massachusetts; pero también se asoman con bríos muestras de la ciencia y el pensamiento moderno, mismos que son representados por los descubrimientos en medicina, en bacteriología, y la invención de aparatos como el fonógrafo de Edison. Por otra parte, la geografía mundial se reordena. La historia universal cambia de curso con las divisiones territoriales de la última oleada colonizadora, mientras que en los países lo propio, la historia patria, se reafirma con la emergencia de los nacionalismos políticos. Y así es que la tradición se enfrenta a la novedad en el plano local e internacional.

Si Pancho Villa y yo fuéramos gemelos quedaría claro por qué las generaciones a las que nos toca vivir en épocas de transición poseemos un mismo rasgo: la evidente e inminente visibilidad de nuestras dualidades, tanto internas como externas. Todos la tenemos, porque no somos de una manera, buenos o malos, generosos o egoístas, sino de todas ellas, de muchas y contradictorias. Somos tan heterogéneos pero tan iguales como los caballeros de la mesa redonda del rey Arturo. Pero, sin duda, a los individuos que conectamos con periodos de crisis se nos nota más.

Pero no, Villa no era ambivalente, era uno solo pero completo, con la capacidad de mostrar las luces y las sombras de su personalidad sin temor al juicio público. A final de cuentas era ya un forajido. Él como yo y muchos de mi generación podemos vivir un grado de mansedumbre semejante al de San Francisco de Asís; lo mismo que la furia de quién, adolorido por la injusticia, hace de la rabia un medio de comunicación para expresar su frustración. Así lo narra con su propia vida el caudillo cuando muestra uno de los nobles propósitos de su causa: llevar educación a los niños del norte de México. Objetivo sólo visible en los ideales más puros y admirables, usualmente, promovidos por quien busca un cambio en las condiciones de vida del pueblo. Pero, a la par, su historia también deja ver el machismo y la violencia de la masacre que inició en su trayectoria vital con el atentado que emprende contra el patrón que abusó impunemente de su hermana. Un hecho que sólo es justificable al ponderar la ignominia de los hombres que aplicaban la ley y que, a la luz de los oponentes de Villa, sobre de todos los políticos del bando contrario y de los publicistas norteamericanos, no será captado en su plenitud sino que será considerado evidencia del machismo y barbarie del pueblo mexicano.

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PORTADA

De la misma manera, los habitantes de la crisis traspasamos con mayor agilidad las barreras de lo oficial, de lo formal, de lo convencional o legal. Podemos sustentar nuestros actos como producto del derecho jurídico, lo mismo que legitimarlos informalmente como resultado de lo que es justo para la sociedad. Preguntemos si no a todos aquellos movimientos

nante prohibió por la vía de decretos legales que los soldados empañaran la paz pública molestando a cualquier civil. Yo creo que la cosa de Villa es que violentó las normas sociales para imponer un nuevo orden, lo mismo que las legales para crear un nuevo régimen; y en aquellas épocas o se era un forajido de la ley, cuando se traspasa las segundas, o un bárbaro, si se trasgreden las primeras. El problema es

cunstancias de desigualdad y abuso en la sociedad son sólo circunstancias que revelan o detonan los recovecos de nuestra personalidad. Quizá él no podía considerarlo así porque la diferencia entre él y yo es que, con cien años de distancia entre su nacimiento y el mío, comprendo que el sufrimiento es resultado más de la voluntad que de la herencia.

del siglo XXI que evidenciando la inoperancia del sistema claman por medios violentos, no oficiales, la justicia anhelada ante el agravio de las autoridades. Lo mismo o semejante a lo que hacían los revolucionarios de antaño, que al igual que Villa, emprendían el juicio por propia mano a terratenientes opresores. Y, al mismo tiempo, observemos como esa resistencia del pueblo busca consolidarse como límite de la arbitrariedad cuando asume el poder, cosa que también le pasó a Villa cuando siendo gober-

que las dos figuras, la del delincuente y el irreverente no podían conciliarse en la figura mítica del héroe revolucionario. Quizá de ahí el intento por hacer de su religiosidad una tabla de salvación, pero su machismo inmoral tampoco ayuda en algo.

Podría decir que si algo veo en Villa es la libertad del ser auténtico, pero con consecuencias deleznables. Hay maneras de tratar la furia o el coraje, lo mismo que la impunidad, sin destruir con ello la vida humana. Las cir-

Era el mismísimo don Francisco quien pensaba que ser pobre era sinónimo de dolor. En más de una ocasión le señaló a su madre los sufrimientos de Doroteo como origen de su destino como caudillo. Literal, le comentaba: “Yo soy un hombre que nació para sufrir. Eso es lo único que se me ofrece; mis enemigos me persiguen y usted sabe de dónde arrancan mis sufrimientos...”. Pero yo no, como no fui gemela de Villa, yo no nací para sufrir sino para fluir con la época que me tocó vivir.

9 FEB - MZO 2023 |
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LITERATURA
11 DE VIAJE

NARRATIVA

En una casucha de la colonia Solidaridad, aquí en Hermosillo, la mañana transcurría radiante para Marcos Clark. Era un día propicio para ejecutar su plan, diseñado con el fin de obtener algo de dinero y así mitigar la crisis por la que estaba pasando. Planchó meticulosamente su única camisola blanca, misma que reservaba para ocasiones especiales; hizo lo propio con su pantalón de vestir plisado color azul oscuro, a sus zapatos negros les sacó brillo con residuos de jabón de baño, la crema y la grasa para lustrar eran un lujo que no se podía dar.

El Clark, como le decían en la universidad, rentaba esa casa junto con su hermano y un primo desde que llegaron del norte de Sinaloa a estudiar en la Universidad de Sonora. Como estudiante de psicología sentía que podía aplicar lo básico de la psicología inversa y sacarle algún provecho. En cuanto a lo poco que entendía de psicología positiva, habría de aplicarla para sí mismo.

Con una determinación desbordante, El Clark salió de la barriada luciendo su cabello castaño bien recortado y una ropa que le quedaba muy al cuerpo. Sería por razones genéticas o por la escasa despensa en la cocina, pero su abdomen era lo que se conoce como “abdomen de lavadero”. ***

En otro lugar de la ciudad, en la colonia El Ranchito, Evaristo Luna, de oficio yesero, ya tenía preparado el lonche y se disponía a calentar su carro, que si bien era ilegal, se trataba de un BMW, porque El Luna siempre procuraba el estatus y, por lo mismo, no iba a conducir cualquier carro. Por eso no consumía hierba ni piedra, decía que eso era para

macuarros, que él no era tan corriente y, por lo tanto, consumía whisky y polvo del más refinado. Por eso se propuso ser yesero, de los oficios mejor cotizados en la construcción.

Por fuera de su casa lo esperaba su ayudante para ir a trabajar en el desarrollo urbano más exclusivo, por los rumbos del Estadio Sonora, al poniente de la ciudad.

hizo saltar al cuadrilátero de asfalto en el que su esquina de apoyo era la psicología positiva que, esperaba, lo hiciera ganar por knock out.

Marcos Clark llegó a su destino, era el crucero de los bulevares Colosio y Quiroga. Se emplazó en medio del camellón, su respiración era profunda y sus movimientos los hacía lentos y muy bien marcados con tal de atraerse seguridad. En su cintura se ciñó una bolsa de canguro, con toda parsimonia abrochó el botón del cuello de su camisa, y extrajo de su mochila un moño negro que se colocó a ciegas ante la mirada curiosa de los conductores, quienes pensaban se trataba de un mago.

Una vez convertido en un dandi, lo siguiente era lo que le faltaba para comenzar aquella atrevida actividad, quizá absurda o ridícula. De nueva cuenta echó mano a su mochila de la que extrajo una botella con agua enjabonada y un plástico para limpiar parabrisas. La luz en rojo fue como el campanazo que lo

Se dirigía a las filas de carros cuando el chofer de un camión repartidor de sodas le gritó con una risa sarcástica: “¿Me puedes pasar la cuenta?”, y El Clark, ante aquello que ponía a prueba su entereza, sonrió y respondió levantando su puño con el dedo pulgar hacia arriba.

El primer carro al que se dirigió a ofrecer sus servicios fue otra pequeña prueba, era un auto nuevo y de lujo en el que sólo viajaban mujeres como de su edad. Cuando terminó de hacer la limpieza, la mujer que conducía no lo esperaba con una moneda, lo esperaba con el puño lleno, pero al momento de recoger el dinero se le escapó una moneda que cayó encima de las piernas de ella.

El Clark mostró una pena mayor a la que en realidad sentía y dijo: “Perdón, perdón, déjelo, así está bien”. Y enseguida el limpiavidrios se sintió atraído por una risa seductora que surgió

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***

del asiento trasero: era una chica que en sus brazos acariciaba una guitarra, su rostro era delicado y le habló al reluciente mozuelo como una zorra en celo desde su madriguera: “A ti todo se te perdona, principito”. Ante eso, El Clark optó por reprimir las ganas de regresarle “la flor” y sólo dio las gracias. Cambió la luz del semáforo.

El Luna, con fastidio, se dirigió a su acompañante y le dijo: “Esta bola de mugrosos renegridos ganan más dinero que uno y lo usan para comprar cochinada”.

Un adolescente, al que le colgaban de la bolsa de su pantalón los hules de una resortera, se acercó a limpiar el parabrisas del flamante BMW. Violentamente y con un gesto humillante, El Luna le dijo: “¡¡No!!”, Y el chamaco a su modo le expresó que no era para tanto valiéndose de un: “Todo bien, apá, Dios le bendiga”. El semáforo cambió la luz. ***

El Clark seguía en un crucero de la zona geográfica de Hermosillo marginal pero aburguesada y notó que su bolsa cangurera estaba a punto de llenarse. Cambió la luz y un carro BMW con dos hombres a bordo le pareció el mejor prospecto del día para cerrar la faena con broche de oro.

Se acercó al parabrisas y El Luna no podía creer lo que estaba viendo: un botones de un hotel de cinco estrellas limpiando vidrios en la calle: “Ya era hora de que yo y mi carro tuviéramos el servicio que nos merecemos”, le dijo el fanfarrón a su ayudante.

Cuando El Clark terminó de hacer la limpieza también quedó asombrado, fue el primer servicio que le pagaban con un billete, y encima de eso le daban palabras de ánimo: “Gracias, wey, todo bien”. El semáforo cambió la luz.

Cuando El Evaristo llegó a su trabajo se desmoronó estrepitosamente cuando el ingeniero residente le informó de un paro indefinido de la compañía en esa obra, la única obra que tenían. Se apagaron las luces para El Luna. ***

Al día siguiente, El Clark, a quien algunos en su barrio y en las redes ya le decían El Principito, salió de su casa muy bien desayunado, pues se había dado el gusto de preparar unos huevos con tocino y un licuado de fresa.

Evaristo se dirigía al trabajo en su BMW y su ayudante le decía que su carro era una bestia poderosa y elegante, lo cual era música para los oídos de El Luna, mejor que la música que en ese momento se transmitía por la Zeta 93.

Cuando llegaban al primer crucero importante Evaristo advirtió aquello que tanto aborrecía: malabaristas con naranjas, tragafuegos, limpiavidrios, mercachifles y maromeros. Del rostro cadavérico de una mujer salió una violenta llamarada de tonalidades rojas y naranja con una mancha de humo negro a la vanguardia. En la banqueta estaban a punto de liarse a golpes un tamborero rasta y un vendedor de baratijas.

Con su mochila al hombro se apostó a esperar el Uber que lo llevaría a otro crucero de una zona selecta, a un crucero sin tribus urbanas que lo pudieran sabotear, a una tierra de nadie donde trabajaría a sus anchas. Durante el viaje El Principito reflexionó que debía mejorar su imagen: “No es justo, pero yo, ¿qué culpa tengo que la gente hasta en eso sea clasista?”, se decía. ***

Mientras tanto, en El Ranchito, El Luna leía preocupado el citatorio para presentarse a responder por el incumplimiento de pensión alimentaria. Por fuera de su casa ya no lo estaba esperando su ayudante para ir a trabajar y un enorme signo de pesos adornaba el vidrio trasero de su BMW.

13 FEB - MZO 2023 | REGIONAL
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Sí, en mi próxima vida quiero ser el papá para que mi hija me obedezca a la primera, sin hacerme caras, ni poner ojos de huevo cocido al pedirle algo. Quiero ser el papá para dejar de ser sonido ambiental y pasar a ser el amplificador que todos oyen, quiero ser el papá y tener el super poder de dormirme con la tele prendida, la puerta abierta, sin pensar en la comida de mañana, sin repasar en mi mente los faltantes de la despensa, sin intentar ajustar los tiempos de las vueltas que tendré que dar al día siguiente, es más, hasta sin lavarme los dientes.

Debería existir un día para cambiar los roles de los padres, que los hombres piensen y sientan como nosotras y viceversa. Sería increíble que me importara poco no atinarle al cesto de la ropa. ¡Ay!, imagínate: llegar de trabajar, prender la tele, subir los pies a la mesa de centro de la sala, tomar el control, poner el canal de los deportes y de ahí cambiar y cambiar de canal, viendo todo y mirando nada, bendito talento que no nos tocó.

Sueño con ser el papá, que me pidan algo y decir: “Recuérdame mañana”, y que al día siguiente, cuando me pregunten: “¿Me trajiste lo que te pedí?”, contestar: “No, porque no me recordaste...” Creo que lo disfrutaría muchísimo.

Hombres, esto no es una lucha de poderes ni capacidades, es más bien un grito ¡Ya bájenle! Las mujeres somos hábiles y capaces, pero hay días en los que el agobio y la presión social nos hacen explotar y querer renunciar a nuestro rol. Yo amo y disfruto ser mamá de mi hija, pero no me pidan que siempre tenga ganas de levantarme temprano, hacer comida, ir al súper, a la tintorería, lavar ropa y trastes ni tampoco de limpiar la casa. Hay días...

De acuerdo a una encuesta realizada entre mis amigas, todas de diferentes edades, estado civil e incluso nacionalidad, la mayoría coincide en que les gustaría ser el papá de sus hijos, pero sólo

por momentos, momentos en los que la paciencia y las ganas se acaban, momentos en los que les gustaría liberarse de la culpa por creer que no están haciendo un buen papel como madres.

Tal vez suene absurdo mi deseo de ser el papá, pero “esa otra vida” es ese momento en que exploté y no supe qué hacer o cómo resolver la situación que viví, cuando intenté ser paciente, pero la dosis diaria se me terminó a las 10 de la mañana, cuando respiré e intenté hablar en vez de gritar, cuando dije: “No pasa nada mi amor”, y quería decir: “Estoy harta de esto”.

Ser mamá es una tarea ambigua, por una parte, cansada, pero sumamente gratificante, ver crecer y disfrutar cada momento y detalle en la vida de nuestros hijos vale cada cana verde que debemos tapar de blanco para despistar.

Con esto no digo que ser papá es más fácil, pero hablo de mi experiencia y de la vida que me tocó, de lo increíble que es la maternidad, saber que somos capaces de crear vida dentro de nosotras, ver y sentir cómo alguien crece y se desarrolla dentro de nuestro cuerpo, y al mismo tiempo morir de miedo e incertidumbre por no saber qué pasará. Sé que hablo por muchas mujeres, y estoy segura de que todas, si tuvieran la oportunidad de elegir, pedirían volver a ser mamás.

Siendo sincera, a mí sí me gustaría ser el papá en otra vida, no de mi hija, a ella le tocó uno bastante bueno (¿todo bien, amor?). Me gustaría ser el soporte y el ancla de una familia, amar y cuidar de mis hijos, estar presente en sus momentos importantes, reafirmar su carácter con valores y principios, de esos que ya casi no están de moda pero son necesarios. Que el amor y el respeto hacia ellos mismos sea la base de sus vidas, y tener una esposa fregona que no tema decir: ¡Hoy no quiero! Digo, si en realidad existiera esa otra vida.

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LA SOCIEDAD QUE SOMOS

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