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la música en el maestro Villamil:

El compositor de las Américas en entrevista para Radio Neiva en junio de 1989, con los periodistas Carlos Salamanca Cerón y la autora del libro “Jorge Villamil Cordovez en su voz”, Marta Eugenia López Bedoya, cuando el maestro se desempeñaba como asesor cultural de la Gobernación del Huila, presidida por Diego

Omar Muñoz Piedrahita; hace un amplio relato de la herencia musical recibida de sus padres

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Jorge Villamil Ortega (nacido en Pitalito Huila en 1.883) y Leonor Cordovez Pizarro (nacida en Bogotá en 1891) y del entorno fiestero que vivió en la Hacienda de El Cedral:

“Marta Eugenia López Bedoya MEL: Doctor Villamil háblenos de su familia paterna, ¿fue alguno de ellos, su padre, su señora madre, quie- nes le infundieron a Usted el amor por la música?

Jorge Villamil Cordovez: Sí indudablemente. Mamá descendía de gente que le gustaba la música y las Letras. Ella era sobrina del gran escritor José María Cordovez Moore. Mi mamá tocaba piano. En ese tiempo a las muchachas les enseñaban en los colegios a tocar piano, a hacer bonita letra y a bordar y después para tener hijos, no más, porque la mujer no estaba preparada para enfrentar a los quehaceres de los hombres.

Mi padre era realmente un gran músico: tocaba guitarra, violín. Era un virtuoso del violín. Él no pudo volver a tocar el violín porque en la guerra de los Mil Días le volaron la cabeza del cúbito, entonces no podía manejar el arco, pero fue un gran músico, Cantaba muy bonito, dejó sus composiciones también.” (“Jorge Villamil En Su Voz”. 2019. Marta Eugenia López Bedoya. Editado por la Fundación J.V.C. Impresión: Editora Surcolombiana S.A. Pág.15).

Carlos Salamanca Cerón CSC: Doctor Villamil ¿cómo se inicia usted como compositor?

Jorge Villamil Cordovez: La música comenzó con mi nacimiento. Yo nací con la música. A los cuatro años ya tocaba el tiple. Como no me alcanzaban los dedos me mandaron a hacer un tiple especial, A los cuatro años hice mi primera canción: yo no sabía qué era componer y me costó una pela porque hice picar de un abejón a La Negra, mi hermana. Yo decía que un pájaro muy bonito cantaba una canción.

Posteriormente al ingreso al colegio, mi padre decía: primero a prepararse y después la música. Pertenecí a los coros de los colegios y cantábamos, pero nunca con la fuerza que se despertó con motivo de llegar a la universidad. Allí había un grupo de amigos del Valle, Antioquia y Santander y tocaban. Yo ingresé a ese conjunto y entonces se despertó, se abrió la compuerta de un dique que estaba hacía muchos años cerrado.

Comencé componiendo “La Zanquirrucia” en ritmo de Sanjuanero en homenaje a La Zanquirrucia. Era una cogedora de café que hacía también bizcocho tostado y vendía bizcocho por los cafetales a los cogedores de café, entonces la molestaban mucho.

Tenía carate en las piernas: es decir, las piernas manchadas de blanco. Los peones le decían: Ahí viene La Zanquirrucia con el bizcocho sin sal”. Ella se ponía muy brava y le daba quejas a papá. Él le decía: “No le pare bolas porque es peor”.

Era una bizcochera de la región de Vegalarga, bailaba muy lindo el bambuco. Usaba, -me acuerdo mucho-, unos aretes de tumbago o tumbaga y era sampedrera. Ella fue una de las personas que más difundió el bambuco y cuando pasaba vendiendo el bizcocho por los cafetales de El Cedral, los trabajadores la tomaban del pelo y le echaban coplas. Ella se ponía muy brava, desmontaba los canastos y les echaba piedra y todas esas cosas y se quejaba ante papá.

MEL: ¿Usted también hacía parte de las chanzas que le hacían a ella?

Jorge Villamil Cordovez: (Se ríe) Yo tam- bién, ja jaa. Ella me enseñó a bailar bambuco tradicional. En esos tiempos no existía el Sanjuanero. Era una mujer muy folclórica…”

(…)

“luego compuse Adiós al Huila con motivo de la violencia de esa época y El Retorno de José Dolores, también un tema relacionado con las secuelas de la violencia.

Estas canciones las cantó un trío llamado “Los Sinsontes” donde estaba Eduardo Trujillo Luna. Las cantaron en Manizales con motivo de la serenata a Luz Marina Zuluaga por haber sido electa Miss Universo. Allí estaban Los Tolimenses. Oyeron la canción y dijeron: “¿De quién es esto?” “De un médico de Neiva”.

Ellos viajaron acá (Neiva), se llevaron esas canciones y las grabaron.

Ahí comenzó pues mi trayectoria, pero el momento crucial de mi vida como compositor la marcó Espumas, 61/62, cuando hice esta canción que invadió todo el país y pasó al extranjero.

De ahí para acá han sido permanentes las composiciones.

Mi última canción (grabada) fue María Balbuena, un ritmo de caña que le hice a María la popular y querida señora de Palermo.

MEL ¿De dónde salió esta canción? ¿Quién lo inspiró para hacer esta bella melodía, Espumas?

Jorge Villamil Cordovez: Espumas nació en el 61, durante un paseo que hicimos un grupo de amigos a la finca Bateas, aquí cerca a Villavieja, precisamente a las playas de Bateas en el río Magdalena. Estaban “La Piquita Borrero”, -Leonorcita de Borrero-, Susanita Díaz –La Mechuda-, Mireya Velasco, Clarita <García, Elsa Cuervo, Irma Sus…Había mucha gente, muchos amigos: Majo Blanco, también estaba allá, -me acuerdo mucho-, Eugenio Santamaría. Estando en ese paseo nos fuimos en una lancha de Eugenio Santamaría. Nos fueron a mostrar el remolino de Bateas y estaba bajando mucha espuma. Le pregunté yo a Leonorcita ¿por qué bajan tantas espumas?

- “Porque está creciendo el río.”

Llegamos por allá, -llevábamos una guitarra-, tomando aguardientico. Me dijeron: “Compóngale algo al paisaje, a estas cosas”, Entonces dije: -A las espumas que se van –y fue surgiendo.

La primera parte que salió de la canción fue el estribillo: “Espumas que se van, bellas rosas viajeras…”

Como no había papel y lápiz Mireya Velasco me prestó el lápiz de ceja y yo comencé a escribir con él la letra en una maletica de arroz. Las siemprevivas eran unas siemprevivas que estaban en un rancho cerca en bacinillas viejas y calderos viejos. Realmente fue impresionante como impactó.

Había un motivo muy especial: resulta que un interno mío: Alfonso -El Duende Trujillo“, era mi interno en Ortopedia , novio de Clarita Pinilla toda una vida-, en ese momento estaba yo de director del Turismo del Huila y el alcalde que era El Cotudo Falla, me dijo: “Mire convenza a Clarita para que acepte la candidatura al reinado de Neiva por la Alcaldía, porque el novio que es tu subalterno no la deja”.

Entonces yo le dije a Alfonso.

- “Yo no permito que mi novia se meta en estas vainas, donde la van a pellizcar, la van a estrujar dijo”, dijo.

En todo caso yo le pregunté a Clarita y ella me dijo: “Yo quiero pero Alfonso no quiere”. Le dije “¡Usted se deja dominar soltera como será de casada!” Le hice el reto y ella aceptó. Fue una metida de pata mía, un poquito de inmadurez.

Si señor: Clarita participó. No salió reina. “El Duende” la vio trepada en el jeep y la botó. Como el tenía pendiente un estudio en Rochester aceleró su viaje. Reaccionó muy duro contra mí, supremamente duro y no volvió al servicio. Se dedicó a tomar trago con los Sinsontes, de rumba en rumba. Llegaba al hospital a echarme vainas y a no trabajar. Yo le dije: “No lo reporto con el doctor Barreto porque lo echa, lo sanciona”. Fue así como nació Espumas. Cuando yo llegué del paseo todo el mundo cantaba el estribillo.

Él llegó un día. Le dije a Eduardo Trujillo, uno de los muchachos: -Présteme una guitarra y comencé a cantarle: “Amores que se fueron, amores peregrinos, amores que se fueron dejando en mi alma negros torbellinos …” Haciendo alusión a la pelea de “El Duende”. Así surgió Espumas. También yo había peleado con la novia. Estaba bueno el caldo de cultivo para la canción. Indudablemente fue una canción explosiva, ¿no? (Obra citada, págs. 22 a 26 y corresponde a la entrevista concedida por Villamil en junio de 1989 a la autora del libro y al periodista Carlos Salamanca en Radio Neiva).

En la entrevista concedida en el año 2003 en el noticiero “Contacto Surcolombiano” dirigido por la autora del libro: “Jorge Villamil Cordovez en su Voz” antes nombrado le expresó con relación al museo que lleva su nombre:

¿Qué piensa del Museo Villamil y de los monumentos doctor Villamil?

Jorge Villamil Cordovez: Muy bonitos. Es una idea muy linda porque generalmente nadie es profeta en su tierra. Sin embargo, en Neiva han tenido un gesto muy hermoso como el perpetuar la herencia musical que yo dejo.

Todo lo de mi casa queda allá en el Museo, parte de El Cedral. Hay cosas de 200 años, está la victrola de la casa, los muebles antiguos de papá y mamá, las condecoraciones a nivel nacional y mundial que yo tengo. Yo creo que es un estímulo para la juventud que va a desarrollar el arte musical.

(…)

Usted le acaba de dar una batalla dura a una enfermedad provocada por problemas de diabetes. ¿Cuántos años más quiere vivir?

Jorge Villamil Cordovez: No, yo ya cumplí mi misión. Yo creo que en estos momentos Dios me ha dejado, tal vez, para terminar de organizar mi catálogo musical. Dejarlo todo perfectamente bien, por lo demás ya he cumplido.

Yo ejercí como médico 25 años, llevo 200 canciones compuestas en 50 años. Eso es bonito: dejar un recuerdo. Que la gente le llene el corazón a uno con el pasar de los años por eso que ha dejado, por la música, por el canto a sus regiones, a sus veredas, a sus costumbres.”

Por su parte, el destacado abogado y periodis- ta huilense Vicente Silva Vargas autor de la mejor y más completa biografía del “Compositor de las Américas”, el libro: “Las Huellas de Villamil”, recoge en el Blog “Desde el atrio” con el título: “¡Se fue el guámbito mayor!” el siguiente aparte sobre las circunstancias en que surge la creación musical del segundo huilense universal: taba, porque había tenido entre los cafetales a los mejores compañeros musicales que podía encontrar en sus años de niñez. Eran los trabajadores que en medio de matas de café, después de doce horas de arduo trabajo, disipaban sus tristezas con ese rasgado siempre sonoro y entrañable que se quedaba pegado al oído como si nunca quisiera abandonarlo. Ese sonido siempre lo acompañó en los largos viajes entre Garzón y Gigante, luego estuvo con él en la fría Bogotá y se le apareció en la Javeriana en donde otros jóvenes también sentían el sabor de la nostalgia y llevaban en sus manos la tierra de sus viejos. Ese tiple con sus doce cuerdas le sonaba a toda hora en una pieza de cuatro por cuatro en donde había montones de huesos y vademécumes que eran muy importantes, pero no tanto como esas historias que le daban vueltas en su cabeza y que hablaban de fiestas campesinas, tamboras estrepitosas, aguardientes de caña y personajes pintorescos que bailaban rajaleñas”.

Sobre la permanente relación musical que siempre unió a Villamil con “Los Tolimenses” se refiere así

Vicente Silva:

“Tal como lo hacía desde 1949 y sin consultarlo con nadie, había seguido escribiendo tímidamente algunas melodías a las que les daba tonalidades rítmicas propias de su tierra como bambucos, rajaleñas y sanjuaneros. Nadie le había enseñado que la música se aprendía en academias y se escribía en unos cuadernos rayados en los que se colocaban unos extraños signos llamados notas musicales. Su padre le había indicado por allá en 1933 las posturas de las manos en un tiple con clavijeras de madera hecho por algún luthier de la hacienda. De él asimiló rápidamente las posiciones manuales diferenciando con claridad los golpes de cada ritmo: «Si es bambuco son seis movimientos alternados empezando desde abajo. Si se trata de un pasillo, son dos compases hacia abajo y uno solo hacia arriba y si es un vals se hacen dos movimientos hacia abajo y uno hacia arriba. El resto era llevar una melodía que se podía acompañar con el canto.»

Ese era todo su conocimiento musical. Pero no impor-

“Entre ellos siempre hubo una empatía porque el Neivano siempre que tenía, se comunicaba con sus compadres, para ponerla a su consideración y éstos en un alarde de lealtad y respeto conservaban íntegramente el concepto musical y el mensaje que el autor quería plasmar, y si Villamil hacía un bambuco, Jorge y Lizardo ensayaban, montaban y grababan un bambuco y no otra cosa. Según decía Emeterio, los dos nunca cuestionaron el uso de una expresión, el contenido de una letra o pusieron en duda la tonalidad de una obra…”

Durante más de 30 años de relaciones artísticas, Villamil, Ramírez y Díaz entendieron la música como la mejor manera de mostrar al Huila y Tolima en un escenario único y emplearon el canto para pintar a su gente de cuerpo entero, sin estereotipos, caricatura o humillaciones, grotescas. Con Canciones y humor, los tres ayudaron a perfilar a un ser humano alegre, fiestero, trabajador, nostálgico y romántico y con esas características Colombia aprendió a querer a los hombres y mujeres del Gran Tolima”. (Las Huellas de Villamil Tercera Edición 2014. Fundación Jorge Villamil Cordovez. Impresión Editora Surcolombiana. Págs.83 y 84).

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