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Ciborg docencia

El docente ya no puede sino ser ciborg, no es una opción, es una integración muchas veces forzosa a un espacio nacido en los últimos años, el espacio virtual. Un mundo donde la mayoría de las interacciones son como una práctica vudú, hacemos clic, tecleamos algo, decimos algún comando y como por acción ritual o mágica algo sucede.

Tecnología

En los años prepandemia la tecnología se tomaba más como un simple apoyo que como un problema en materia de docencia, algunos mostraban sus beneficios en el aula como motivacional y de guía para los y las estudiantes, mientras que otros se centraban en una posición más radical donde esta causaba distracción y un aprendizaje a lo mucho superficial. Estas posiciones no son nada nuevas si se toma en cuenta que la “tecnología” siempre ha tenido sus benefactores y detractores. Desde los tiempos de la antigua Grecia el propio Platón (Fedro, 2010) demonizaba la nueva tecnología de la escritura sosteniendo que la escritura era una forma muerta de conocimiento y a través de ella sería imposible llegar a la sabiduría y la verdad. Lo mismo sucedió con el advenimiento de la imprenta y Gutenberg, pasando luego en épocas más contemporáneas con la televisión, el cine, los comics, etc.

La diferencia en esta última parte de la historia es que, a mi parecer, el invento más grande de los últimos 100 años ha sido el computador, y en particular los computadores personales, que terminaron transformándose en dispositivos móviles como celulares y tabletas. Esto porque frente a los otros medios permite nuevas formas de relación y participación, no solo a nivel local sino de forma mundial. La creación de Internet dentro de este espectro modificó radicalmente cómo miramos el mundo, tanto docentes como estudiantes.

Frente a esta enorme sacudida la universidad no ha quedado ilesa, profundizando más la crisis del propio modelo educativo superior. Esto incluye a la crisis del capitalismo tardío, donde la universidad es incapaz de garantizar un espacio en el ámbito laboral, peor aún de asegurar un puesto bien remunerado acorde a las capacidades y especialización de cada profesional. Los alumnos no ven ni motivación ni utilidad en estar sentados en salones de clase completando tareas que no les genera ningún interés, frente a profesores que, en su mayoría, tampoco son capaces de entender los nuevos tipos de relaciones, hobbies y expectativas que los espacios virtuales generan.

La pandemia obligó de una forma u otra a entrar de lleno en el mundo virtual. Se pudo observar que la educación no estaba preparada para semejante cambio y aún tres años después no se ha podido subsanar las deficiencias generadas en el tiempo del encierro. Tampoco es posible volver atrás, la virtualidad ha llegado para quedarse y con ella todos los retos que se proponen.

Para acortar estas brechas se han realizado esfuerzos por parte de las instituciones educativas, en particular la universidad se ha equipado con diversas formas de integración en Internet, como los famosos LMS o plataformas virtuales, tutorías en línea, actividades que se realizan utilizando móviles, y demás intentos. A pesar de ello el conflicto entre la forma “tradicional” de impartir una clase y lo que el mundo virtual ofrece no tiene una salida ni una respuesta rápida. Por una parte, no es posible negar que la universidad ha formado y continúa formando profesionales, en su mayoría, competentes; en ese sentido el modelo se sostiene, pero tampoco se puede ser obtusos de visión y pensar que esta es la única forma en la que podría funcionar. El conflicto se profundiza cuando se observa como han mejorado espacios como la inteligencia artificial, las formas colectivas de conocimiento mediado por la tecnología desde foros hasta tutoriales de YouTube, la popularización de entrenamiento estilo Bootcamp, entre otros. Si se mira los avances en temas como los modelos largos de lenguaje (el más conocido GPT)1 que es capaz de responder a prácticamente cualquier tipo de pregunta al menos a niveles elementales e intermedios, con sus respectivos errores claro, el panorama no es muy alentador para la educación y en especial para la evaluación actual, si incluso un sencillo plugin en un navegador es capaz de generar o elegir la respuesta correcta a partir de una simple selección de texto.

No es posible regresar nuevamente a los exámenes en papel, evitando el uso de celulares, internet, IA, etc. No solo desde una perspectiva ética sino porque es poco realista, el mundo de los estudiantes está inmerso de lleno en ese ámbito, si lo quitamos estamos siendo totalmente anacrónicos.

Los medios han cambiado, tal como McLuhan predijo, “el medio es el mensaje” (1967). En un momento se dio un salto desde el pizarrón y la tiza a los dispositivos móviles, pero no se tuvo en cuenta los enormes cambios que esto traía consigo. La tecnología, y en especial los computadores y la Internet, tienen una lógica propia que modifica todo lo que pasa a través de ella; incluida la educación. Simondon (2007) fortalece este punto de vista, las actuales máquinas informacionales no son solo objetos técnicos inertes, estos devuelven la mirada, son condicionados y condicionan su entorno.

Una de las fronteras que se ha desdibujado es la de natural vs artificial, la naturalidad de artefactos como un celular contra la artificialidad de los cultivos transgénicos, por ejemplo, la mayor parte de consumo de Soya a nivel mundial es de cultivos transgénicos. En estos bordes que desaparecen, han difuminado la separación humano-máquina, la integración se ha dado silenciosa, sin percatarnos en 40 años han tenido un papel preponderante en casi todas las actividades humanas. Nos hemos convertido en cyborgs. No en el sentido Hollywoodense de las máquinas que destruyen al mundo o que ayudan volviéndose la panacea griega. Siguiendo a Strathern, un cyborg no es ni un cuerpo ni una máquina, en donde los principios en base de los cuales funcionan sus diferentes partes no forman un sistema único. Sus partes no son ni proporcionadas ni desproporcionadas. Sus conexiones internas constituyen un circuito integrado, pero no una unidad singular.” (2004, pág. 36). No hay una división radical pero tampoco provienen de los mismos lugares, se generan conexiones, pero son inestables, contingentes, temporales, no es una hibridación en el sentido de Canclini (1989).

¿Qué deviene entonces de la docencia en un espacio ciborg? Desde el lado epistemológico, no podemos caer ni en el ostracismo de querer seguir repitiendo las clases como se han dado desde la creación de la universidad contemporánea, pero tampoco es posible hacer el movimiento posmoderno Deleuziano (2020) donde el contenido se desvanece en favor de las redes, el docente no es ni se puede convertir en un simple asesor de organización de contenidos, en un ayudante de los buscadores y las inteligencias artificiales, o como gusta llamarlos en la terminología actual, un facilitador. Esto porque el conocimiento es cambiante sí pero no al nivel que pregona el aceleracionismo, existe un sinnúmero de conocimientos que siguen siendo válidos y que continuarán siéndolo.

El segundo reto es pedagógico, siguiendo Piscitelli (2011), aunque sin estar completamente de acuerdo con su planteamiento, hay que repensar lo que él llama el paréntesis Gutenberg, que sería este marco de tiempo desde la invención de la imprenta hasta la aparición de las NTICs, donde el espacio vuelve a estar inundado de oralidad en lugar de textos impresos. Antes encontrábamos críticas a esta posición logocentrista en Derrida (1986) y en cierta forma en Benjamín, con su frase: “No hay documento de cultura que no lo sea, al tiempo, de barbarie.” (2008, pág. 309) Además, que debemos darnos cuenta de la crisis generalizada de la lectura, y no por el hecho de que no se produzcan más libros, sino porque la cantidad de lectura disminuye tanto en cantidad como en calidad, se cambia a Platón por Daniel Habif o a la Divina Comedia por las 10 fórmulas de la gente exitosa.

El docente ya no puede sino ser ciborg, no es una opción, es una integración muchas veces forzosa a un espacio nacido en los últimos años, el espacio virtual. Un mundo donde la mayoría de las interacciones son como una práctica vudú, hacemos clic, tecleamos algo, decimos algún comando y como por acción ritual o mágica algo sucede. En este tiempo es debatible la idea de que incluso existan nativos digitales, idea acuñada por Mark Prensky (2001), donde los niños y niñas nacidos en esta época tienen una facilidad tecnológica además de formas diferentes de pensar que la tecnología ha cambiado. Esta idea parecía dar cuenta de las diferencias entre la generación anterior, los inmigrantes digitales, y esta nueva; pero las nuevas generaciones a pesar de estar integradas y tener las NTICs como forma de vida tampoco son capaces en su mayor parte de entender cómo es que funciona ese mundo al que están tan atados fuertemente.

La realidad y la virtualidad no son dos espacios separados, como las dicotomías cartesianas que hace mucho debimos desechar, como dice Juul (2011) ahora todo es medio-real, tiene partes reales y tiene otras virtuales, ahora nos movemos de forma fluida entre ambos espacios, ni siquiera lo notamos. Los docentes tienen la responsabilidad de comprender estas nuevas tecnologías protésicas, pensar críticamente en ellas observando cómo afecta tanto a su vida como a la de sus alumnos, y cómo estas no son neutrales, tienen un sesgo, como lo tienen los docentes.

Bibliografía:

Benjamin, W. (2008). Obras I. Madrid: Abada. Canclíni García, N. (1989). Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México D.F.: Grijalbo. Deleuze, G. (2020). Mil Mesetas. Editorial Pre-Textos. Derrida, J. (1986). De la gramatología. Siglo XXI.

Juul, J. (2011). Half-Real. Video Games between Real Rules and Fictional Worlds. Cambridge: The MIT Press. McLuhan, M. y. (1967). The medium is the massage: An inventory of effects. New York: Bantam. Piscitelli, A. (2011). El paréntesis de Gutenberg. La religión digital en la era de las pantallas ubicuas. Buenos Aires: Santillana. Platón. (2010). Fedro. Madrid: Gredos. Prensky, M. (2001). Digital Natives, Digital Immigrants. On the Horizon, 9(5). Simondon, G. (2007). El modo de existencia de los objetos técnicos. Buenos Aires: Prometeo. Strathern, M. (2004). Partial Connections. Cambridge: Rowman Altamira.

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