Club de Lectores 18 - Invierno 2006

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CARLOS M

Salvador Elizondo (1932-2006) La muerte es nada. ¡Nada!

No podría de ninguna manera pensar que mis libros están destinados a todos, desgraciadamente. Pero así es la vida, no puedo cambiar mi personalidad. Por otra parte, creo que esto de los libros especializados no es un problema estrictamente mío. Creo que todos los libros tienen un público particular que es quien los aprecia. 1 El autor fue distinguido en 1965 con el Premio Xavier Villaurrutia por una de las obras clásicas del siglo XX, Farabeuf, o la crónica de un instante. Es digno de hacer notar que dicho premio es otorgado por escritores a escritores, y es en ese tenor que José Emilio Pacheco se refirió a él durante el concurrido homenaje que se le rindió en Bellas Artes el 30 de marzo del año en curso: Es muy curioso, muy estimulante y muy raro decir: Salvador Elizondo es un escritor para escritores, un escritor de minorías, sólo tiene acceso a él una élite. Él ha tenido mucha fortuna. Yo creo que él y Sergio Pitol son los escritores más privilegiados de esta generación.2 Su esposa, Paulina Lavista, comentó que el maestro Elizondo, deja una obra considerable. Una de sus últimas alegrías consistió en que llevamos él y yo la semana pasada su última obra al Fondo de Cultura Económica (FCE), a la que alcanzó a poner el título: Pasado anterior, y reúne más de 300 artículos que publicó en el viejo unomásuno1. Durante el homenaje en Bellas Artes, Adolfo Castañón aseveró: Creo que la literatura de Elizondo parte de una conciencia enormemente profunda y lacerante de la insuficiencia de los instrumentos y procedimientos heredados en lengua española para expresar una experiencia contemporánea. Más allá de los asuntos y más allá de las anécdotas de los episodios que expresa Elizondo en su escritura, hay una conciencia enorme de esta insuficiencia verbal,

La Jornada, 30 de marzo, 2006. Pablo Espinosa, Arturo García, Éricka Montaño y Ángel Vargas 2 Homenajean a Salvador Elizondo en Bellas Artes http://www.todito.com/paginas/noticias/109557.html 3 La Jornada, 30 de marzo, 2006. Pablo Espinosa, Arturo García, Éricka Montaño y Ángel Vargas 4 Homenajean a Salvador Elizondo en Bellas Artes http://www.todito.com/paginas/noticias/109557. html 5 La Jornada, 30 de marzo, 2006. Pablo Espinosa, Arturo García, Éricka Montaño y Ángel Vargas 1

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ara llegar a la sala de estar de Carlos Monsiváis, primero debe uno conocer personalmente a varios gatos. Avispados, deambulando sensuales, o esponjándose al sol; nos acompañan por el sendero de ladrillos colorados que habrá de llevarnos a la presencia de este mago del lenguaje. Pero, a diferencia del mago de aquél cuento, su presencia se fue haciendo cada vez más grande a medida que hablaba con Club de Lectores y nos daba testimonio del estado actual de cosas en el cerebro, el corazón y el valor de la sociedad mexicana.

literaria, cultural, que es escribir el español en México a mediados de siglo y tratar de alcanzar, desde esta conciencia, ponernos al día, poner al día el reloj cultural, literario, personal y local con el reloj cosmopolita, el reloj universal. Salvador Elizondo Salvador Elizondo —dijo para terminar su exposición— encarna el mito del escritor puro, y en su obra se actualiza soberanamente el mito de la escritura.”4

Dicen que usted ha reinventado la crónica, ¿esa era su intención?

Sigo confiando en el libro

Para el también poeta, ensayista, dramaturgo y crítico, Salvador Elizondo, resultaba curioso e inclusive divertido que se le encasillara como escritor maldito, de acuerdo con lo dicho en una entrevista a La Jornada en 2005: Eso de escritor maldito viene por un libro que escribió Verlaine sobre algunos de sus contemporáneos. A mí me parecería fantástico ser un escritor maldito como los que Verlaine pone en su libro. Maldito, ¿en qué sentido?, les diría yo, si he sido feliz toda la vida y no siento que recaiga, hasta ahorita, ninguna maldición sobre mi vida, más que esta operación que me hicieron hace casi dos años, que era una cosa necesaria.1 Además de Farabeuf o la crónica de un instante, la amplia bibliografía de Elizondo comprende títulos como Poemas (1960), Luchino Visconti (1963), Narda o el verano (1966, cuentos), Autobiografía (1966), El Hipogeo secreto (1968) y Cuaderno de escritura (1969), El retrato de Zoe (1969), El grafógrafo (1972), Contextos (1973) Museo Poético (1974), Antología personal (1974), Miscast (1981), Camera Lucida (1983), La luz que regresa (1984) y Elsinore (1988). En 1981 se incorporó a El Colegio Nacional y en 1990 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura.

Tengo una noción muy leve o azarosa del significado de mi trabajo, y no busco ahondarla. Creo que se cumple el trabajo lo mejor que se puede y ya lo otro, las definiciones o descripciones quedan a cargo de los probables o improbables lectores. Una definición de mi trabajo no la podría hacer. ¿Goza usted de su trabajo? La primera versión siempre me parece calamitosa. Intento salir de ella lo más pronto posible con una segunda versión que ya me aproxime más a lo que puedo considerar la escritura. Pero lo primero es muy tenso. Siempre hay una primera página que está hecha de tachaduras, enmiendas, despropósitos, confusiones, disparates, autocríticas y ya… las siguientes versiones, si bien no elevan el trabajo a la altura exigible, me van desanimando menos. Y hay momentos, sí, en que la escritura tiene un vértigo especial, al cual tiene uno que someterse y seguir, sabiendo que de cualquier manera, todos los excesos y los falsos hallazgos tienen que someterse al tamiz. Siento que ningún escritor que de veras se proponga serlo puede dejar de ser un reescritor, de estar sometido al trabajo de la autocrítica. En El Nuevo Catecismo para Indios Remisos, hay un personaje, San Ubicuo, que… ¿quizá se parece mucho a Carlos Monsiváis? Es la única autoparodia que me he permitido. Aproveché los chistes que mis amigos hacían sobre mí, para divertirme un poco a costa de mí mismo, lo que me parece válido. Pero yo pensé que nadie lo había percibido. ¿Cómo? Pero si es tan evidente que el Maestro Monsiváis es San Ubicuo, porque usted ha sido así: ubicuo. Pues no sé si ubicuo, pero esa era la fama que me querían endilgar y entonces, supuse que no porque fuese yo un personaje, sino porque en algún momento tenía que tomarme como referencia para divertirme. Urdí la fábula de alguien que busca estar en todas partes y no consigue nicho. En No sin nosotros, se refiere usted al nacimiento de la sociedad civil y a que no tenía lugar teórico en ese momento. Más adelante en Rituales del caos usted continúa hablando de la evolución de una sociedad más bien desorganizada. ¿Cómo percibe ahora nuestra sociedad?

México D.F. Invierno de 2007. Año 5 Número 18

La noche del miércoles 29 de marzo del 2006, murió Salvador Elizondo, considerado uno de los paradigmas de la cultura mexicana. Con la transgresión y el humor como temas preponderantes en su obra, Elizondo no fue un autor para las mayorías, como él mismo lo expresaba:

CARLOS

MONSIVÁIS Atención a clientes: 01 800 001 5337 / www.clublectores.com

Bueno, lo que se ha querido ver este año y muy claramente, es la división entre la normalidad y la anarquía. Pienso que lo que se ha caracterizado como “normalidad” en este momento ha revelado sus fisuras, sus abismos, su injusticia, su cadena de opresiones y que la anarquía, en parte efectivamente lo es, con todos los desastres a que da lugar la ausencia de ley en todos lados. Y la sobrepresencia de la impunidad. Pero también hay elementos de vitalidad de regocijo, de libertad, de decisión y de búsqueda de justicia social en lo que se llama la anarquía. Entonces pienso que estamos obligados a un replanteamiento a fondo. No es posible aceptar que por “normalidad” se entienda la acumulación de la riqueza como lo necesario o lo procedente en una sociedad tan compuesta de pobres y miserables; o que por “normalidad” se entienda que, quien compra la justicia, es “el legal”. Mientras que por “anarquía”, se entiende la protesta ante decisiones injustas, ante la continuidad de atropellos y de actos bárbaros y de ecocidios. Entonces creo que lo que planteé en No sin nosotros ahora tendría que verse de una manera distinta, porque ciertamente la “normalidad” que hemos vivido ya es profundamente anormal. Muchas de las instituciones se han derrumbado o han exhibido el hecho patético de que estaban ahí simplemente para ser instrumentos de las oligarquías.


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