Carlos Pellicer (1899-1977)
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Un paisaje hecho poema
Octavio Paz lo describió diciendo: “Gran poeta, Pellicer nos enseñó a mirar el mundo con otros ojos y al hacerlo modificó la poesía mexicana. Su obra, toda una poesía con su pluralidad de géneros, se resuelve en una luminosa metáfora, en una interminable alabanza del mundo: Pellicer es el mismo de principio a fin”.1 De aquel hondo tumulto de rocas primitivas, abriéndose paso entre sombras incendiadas, arrancándose harapos de los gritos de nadie, huyendo de los altos desórdenes de abajo, con el cuchillo de la luz entre los dientes, y así sonriente y límpida, brotó el agua. […] Y éste es el canto del Usumacinta que viene de muy allá y al que acompañan, desde hace siglos, dando la vida, el Lakantún y el Lakanjá. Ay, las hermosas palabras, que sí se van, que no se irán!... 2 José Juan Tablada también lo describe con luminosos enunciados: “Ese predominio de la sensación -que para mí explica toda la obra de Carlos Pellicer- se descubre también en sus actos: en la despreocupación, por ejemplo, con que sus risas de claro metal, su voz de violonchelo, rompen, con alarma de mi pusilanimidad, los discretos silenciosos parisienses; hasta en su necesidad fisiológica de llevar algo en las manos: paquete, libro o, como Barres, un abominable paraguas. Se encuentra todavía en el periodo prensil de la evolución humana; los bolsillos le maravillan con el descubrimiento de inesperadas posibilidades para guardar ‘cosas’ -esas ‘cosas’ que son fundamentales en su poesía-. Es ese predominio sensorial el que hace de sus versos, ante todo, una música densamente perfumada de nardos, de jazmines, de gardenias, brillante de colores puros”. 3 Trópico, para qué me diste las manos llenas de color. Todo lo que yo toque se llenará de sol. En las tardes sutiles de otras tierras pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol. Déjame un solo instante dejar de ser grito y color.
1
http://amediavoz.com/pellicer.htm Pellicer, Carlos El canto del Usumacinta, 1947 3 http://www.tablada.unam.mx/poesia/ensayos/hora20.html 4 Pellicer, Carlos Seis, siete poemas, 1924 5 Musacchio, Humberto Gran Diccionario Enciclopédico de México Visual, México 1989. 2
Déjame un solo instante cambiar de clima el corazón, beber la penumbra de una cosa desierta, inclinarme en silencio sobre un remoto balcón, ahondarme en el manto de pliegues finos, dispersarme en la orilla de una suave devoción, acariciar dulcemente las cabelleras lacias y escribir con un lápiz muy fino mi meditación. ¡Oh, dejar de ser un solo instante el Ayudante de Campo del sol! ¡Trópico, para qué me diste las manos llenas de color! 4
Salirle al paso a l con un libro en la Carlos Pellicer
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ermán Dehesa, con todo y el cansancio que traía a cuestas de un viaje a Coatzacoalcos, Veracruz, tuvo la gentileza de recibir en su estudio a Club de Lectores y nos habló del poder mágico de las palabras y los libros. El poder mágico de la palabra “Alfalfa”. (Del griego: Alfa = comienzo) Seguramente esa palabra debe tener un poder mágico tremendo, puesto que puede convocar, puede incitar un volver a comenzar algo. Entonces yo se la recomiendo mucho a aquellos amantes que tuvieron alguna ruptura, pero que tienen franca voluntad de volver a comenzar, de tener una segunda oportunidad, que se miren a los ojos y se digan “alfalfa”, y se abracen y verán como todo comienza otra vez.
Cofundador de la revista San-Ev-Ank (1918) y de Un nuevo ateneo de la juventud (1919). Fue secretario privado de José Vasconcelos. En agosto de 1921, junto con Vicente Lombardo Toledano, Diego Rivera, José Clemente Orozco y Xavier Guerrero entre otros, fundó el Grupo Solidario del Movimiento Obrero. Colaboró en las revistas Falange (1922-23), Ulises (1927-28) y Contemporáneos (1928-31). Fue profesor de poesía moderna en la UNAM y director del Departamento de Bellas Artes. Organizó los museos Frida Kahlo, el de La Venta, y el de Anahuacalli. En 1976 fue elegido senador de la República por el PRI.
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Autor de Colores en el mar y otros poemas (1921), Piedra de sacrificios (1924), Seis, siete poemas (1924), Oda de junio (1924), Hora y 20 (1927), Camino (1929), Cinco Poemas (1931), Esquemas para una oda tropical (1933), Estrofas al mar marino (1934), Hora de junio (1929-1936) (1937), Ara virginum (1940), Recinto y otras imágenes (1941), Discurso por las flores (1946), Subordinaciones (1949), Sonetos (1950), Práctica de vuelo (1956), Material poético 1918-1961 (1962), Dos poemas (1962), Con palabras y fuego (1963), Teotihuacan y 13 de agosto: ruina de Tenochtitlán (1965), Bolívar, ensayo de biografía popular (1966), Noticias sobre Nezahualcóyotl y algunos sentimientos (1972) y Cuerdas, percusión y alientos (1976). Luego de su muerte han aparecido Reincidencias (1978), Cosillas para el nacimiento (1978), Cartas desde Italia (1985) y Cuaderno de viaje (1987). Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1953. En 1964 recibió el Premio Nacional de Literatura. En 1981, Luis Mario Schneider realizó la edición de sus Obras (poesías).5
México D.F. Otoño de 2006. Año 5 Número 17
Nació en Villahermosa, Tabasco y murió en el D.F. De oficio poeta. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y en Colombia adonde fue enviado por el gobierno de Venustiano Carranza.
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¿USTED DIRÍA QUE LOS LIBROS TIENEN UN GRAN IMPACTO EN LA VIDA DE LAS PERSONAS? ¡Enorme! No porque haya lecciones inmediatas, ni moralejas; todo eso es muy trivial, es como la epidermis de un libro. La forma es la que siempre acaba pegando, te hace entender que hay un milagro en todo. Porque yo no veo una rosa y digo: ¡Ah, mira! Una rosa divina que en gentil cultura /es con su fragante sutileza/ magisterio purpúreo a la belleza/ enseñanza nevada a la hermosura; yo ya me conformo con saber que es una rosa, pero Sor Juana… la veía y encontraba en ella un amago de la humana arquitectura y simplemente esa música que ella creaba con las palabras, hace darme cuenta de que se puede hacer una flor de puras palabras, es decir, Sor Juana termina, no hablando de la rosa, sino edificando una rosa verbal. Y eso es ¡alucinante! Entonces se puede ir creando una especie de mundo paralelo y entendiendo mejor este mundo. Casi como el lobo de Caperucita, para entenderte mejor… para eso leo, para eso escribo, para mirarte mejor... Seguramente pasé por la etapa narcisista de la lectura donde uno al leer se está buscando a uno mismo. Es decir, el libro funciona como un espejo y el libro que más nos gusta es el que nos refleja mejor. Leía en la infancia, febrilmente, a Los tres mosqueteros, porque en mis delirios imaginativos pensaba que podría haber sido uno de ellos, que sólo las circunstancias de espacio-tiempo ya no me permitían ser D’Artagnan, Aramis, Porthos o todos juntos. Era para mí un gran espejo. Hay lectores que mueren en esta etapa narcisista, de “espejito, espejito, dime que soy bello, dime que soy valiente o el más malo de toda la región”. Pero