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Algo que decir
Florentina
No existen más que dos reglas para escribir: Tener algo que decir, y decirlo “Oscar Wilde”
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Amo tener cosas que decir, y decirlas. Decirlas desde las entrañas, sin tapujos, sin adornos, a cara descubierta.
Hoy, contemplo a través de mi ventana (mi fiel aliada) La magia del otoño. Sus colores exultantes, son una fiesta para la imaginación. ¡Volar! Recorriendo cada rincón, en busca de una brizna de alegría.
Dejo papel y pluma, sobre la mesita de noche ¡Me falta inspiración!
¡Amaba aquel pañuelo! Alguien lo eligió para ella con inmenso amor. El paso de los años y las polillas, habían deteriorado aquella joya, aunque a ella no la importaba. Cada tarde, lo colocaba con delicadeza sobre su cabeza, disimulando los agujeros, que las hambrientas polillas, se habían atrevido hacerle.
Bajó pausadamente aquellos escalones, y salió a la calle. Pronto sintió el gélido frio colándose a través de sus raídos ropajes, sus dientes castañeteaban sin control.
Comenzó a acicalarse, con el ritual repetitivo y cansino de cada atardecer, terminando bañada en aquel perfume dulzón y empalagoso, que su desaparecido AMOR, la regalara alguna Navidad. Se enfundó aquel abrigo raído, con olor a Naftalina, y buscó en sus bolsillos, el pañuelo de seda, con el que cubría sus grises cabellos.
Aun así, debía seguir avanzando, recorrer de nuevo, como ¡Tantas tardes! Aquellas largas calles, reviviendo cada minuto, cada momento de felicidad. Cómo antaño, llegaría hasta el final y allí esperaría.
Esperar que ocurriera “El milagro de la Navidad “Todo aquello, no sería más que un ¡mal sueño! Del que esta vez, conseguiría despertar. ¡SI!, Aparecería y juntos con sus manos entrelazadas, regresarían a su hogar, ese lugar en el que un día fueron felices sin saberlo.